FO SALAZAR JOSE DÍAZ FERNANDEZ
SUMARIO
Después del primer número, Editorial—La verdadera normalidad, Edito-
rial.—Lo que hay que constituir, Editorial.—La Dictadura responsable, Editorial.—El partido radicalsocialista, Editorial.—Vieja política: Cortes Constituyentes, Alvaro de Albornoz.—Defensa de la Dictadura o elogio de Mustafá, Corpus Barga.—La masa en lo literatura, Julián Zugazagoitia.— Don Miguel de Unamuno, Editorial y dibujo de Marzas.—Eí Ateneo de Madrid, Alardo Prast y Beltrán.—\\]Fuera CambólH, Editorial.—La cri- sis de nuestro cambio, 3. de Abendafio.—España y la nueva arquitectura, F. García Mercadal.—Hay que socializar la cultura, Rodolfo Llopis.— Rifi-Rafe, Editorial.—Carta de Berlín sobre la crisis del Teatro, F. Fer- nández Armesto.—Caricatura, Maside.—Cuatro diálogos familiares de Cervantes (conclusión), Azorín.—Cinema, arte de muchedumbres, José de la Fuente.—Universidad: Aconfesionalismo y política, José López Rey.^- Romanticismo y academia: un siglo de experiencia (conclusión), Adolfo Salazar.—Cartas de París: El drama de una generación, J. G. Gorkín.— Caricatura internacional, Rivero Gil.—Interrogante de Panait Istrati en Toledo, Ramón J. Sender.—Lo que diría Panait Istrati, Editorial.—Los libros: Las cuestiones fundamentales del Marxismo, Antonio de Obregón. Henri Colet, UExor de la Musique tspagnole du XX siécle, A. S.—G. Ma- rañan: Amor, Conveniencia y Eugenesia, Antonio Abaunza.—Hypatia, Do- ra Russell, A. E.—Antonio Marichalar: Riesgo y Ventura del Duque de Osuna, R.—La Quincena Internacional: La limitación de armamentos, Edi- torial.—La Conferencia Naval, Editorial.—¿Ofensiva antisoviética^, Edito- rial.—Resonancias, Editorial.—Información literaria: Alemania.—Pasó la Dictadura, Antonio Espina.—El once de febrero, Editorial.—Cosas del vetusto tHeraldot, Editorial. AÑO I NUM. 2 35 CTS.
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NUEVA ESPAÑA
mentó, las energías nacionales no dan.
para más. : .Pero, ¿qué clase de elecciones postu-
lan los políticos de significación dinás- tica ? Quieren, sencillamente, unas elec- ciones generales por. el mismo procedi- miento de-la Constitución del 76. Algu- nos de ellos son los mismos, que ayu- daban en la Asamblea a confeccionar aquel frustrado Estatuto real con el pretexto de que era preciso dar al país una r.ueva Constitución. Los políticos españoles, siempre tan consecuentes. El señor Maura Gamazo, pretendido hom- bre nuevo, fué uno de los asambleístas que tomaron parte en la redacción de aquel proyecto, y ahora acepta la Cons- titución del 76. Lo mismo le sucede al Sr. Cambó, otro hombre,, también muy nuevo, que fué ministro en el an- tiguo régimen. Igual piensa el señor Ossorio y Gallardo, a quien, al parecer, también le ha brotado en los seis años de Dictadura una virginidad política. Los que van más allá, el Sr. Sánchez Gue- rra, por ejemplo, llevan un programa constituyente; pero, ¿cómo es posible que el programa constituyente del señor- Sánchez Guerra pueda satisfacer las as- piraciones esenciales de las izquierdas españolas? Votamos por una Constitución que
transforme la fisonomía espiritual de Es- paña y afecte desde la forma de gobier- no a los derechos sociales de los traba- jadores ; que garantice ia libertad de pensamiento y module de manera dife- rente las relaciones entre la Iglesia y el Estado para afirmar un Estado laico donde todas, las religiones tengan igua- les respetos y deberes; que garantice la responsabilidad de todos los Poderes y mantenga sin debilidad los fueros ci- viles. Unas Cortes con ese programa, capa-
ces de extirpar toda suerte de privile- gios tradicionales, podrían poner en mar- cha la vida española, sin que.esto quie- ra decir" q'üe estuviera, todo ' hecho en medio de un mundo preparado para las más atrevidas experiencias sociales. LA DICTADURA,
RESPONSABLE A la pacificación de los espíritus de-
be seguir el examen estrecho de res- ponsabilidades. Las de orden político y las de orden administrativo, porque unas van envueltas en otras, tratándo- se, como se trata, de gobernantes para los cuales no existía el control de las Cortes, ni siquiera de la ley de Conta- bilidad del Estado, Más de seis años de impunidad dictatorial no pueden quedar borrados con una dimisión. Los atro- pellos gubernativos, las multas extrale- gales, los abusos en Justicia, Hacienda,. Instrucción pública y" Ejército, la bu- rocracia que cobra por recibo en el mi- nisterio del Trabajo, las suspensiones y-. persecuciones a funcionarios y particu- lares : todo debe ser investigado y cas- tigado con arreglo a las leyes, puesto que el Gobierno Berenguer trata de moverse dentro de la órbita de los Gobiernos le- gítimos. Sabemos que el presidente actual se
propone esclarecer las responsabilidades administrativas y entregar a las Cortea |
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EDITORIALES
DESPUÉS DEL PRIMER
NUMERO No es por seguir la costumbre •perio-
dística, sino porque nos importa mucho señalar el éxito del primer número de Nueva España, por Vq que escribimos esta nota. Nuestra tirada de 35.000 ejemplares
Hubo de agotarse en muy pocos días, hasta el punto de que muchas pobla- ciones importantes han quedado sin pa- quete. La Prensa liberal de Madrid y parte de la de provincias, nos ha salu- dado con las mejores palabras. Y hasta hemos tenido el honor de ser mal re- cibidos por La Nación, que era uno de nuestros objetivos. De todas partes nos escriben los ele,mentos liberales, ani- mándonos a continuar con los propósi- tos de nuestro programa, es decir, li- beralismo, democracia,' socialismo, lai- cismo, republicanismo. Únicos ismos que intentamos, porque los demás de la van- guardia anacrónica en arte y literatura no nos interesan para nada. A estfi propósito, tenemos que insistir
en que nuestra revista no es para mi-' norias. Es para mayorías y minorías. No se trata de una revistita atacada de sarampión literario como las que hemos visto nacer y morir en estos últimos años al amparo de la' Censura. Revis- tas que disimulaban, bajo la superflui- dad tipográfica, el vacío mental de sus redactores. Nueva España quiere llegar a muchas zonas de público, sobre todo a. aquellas donde predomina la preocu- pación política, que ha llegado a alcan- |
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NUEVA ESPAÑA
REVISTA QUINCENAL
Año I V- 15 de febrero de ¡1930 —, N.° 2
Redacción, Adminis-
tración y Talleres: ALTAMIRANO, NUMERO 18
MADRID
Teléfonos números 40643 y 40505
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por el logro de las diversas integrales
aspiraciones. La clandestinidad no -ten- dría objeto desde el momento en que todos los ciudadanos disfruten de ese mínimum de garantías. y derechos que otorga la Constitución del 76. Pero esta Constitución solo puede ser
válida hasta la apertura de Cortes. Lo '"~'í en eila y en sus leyes complemen- tarias consta respecto a la libertad de pensamiento, de reunión y de propagan-, da, j sea de absoluta libertad de Pren- sa y de tribuna pública, deviene indis- pensable a todos los partidos políticos para preparar y realizar sus farsas: las elecciones. Después de verificadas éstas, las Cor-
tes deben funcionar en Asamblea Cons- tituyente. La Constitución del 76 ya no (Jonvence a nadie. Caduca, vieja, in- decisa, la rechazan hasta los más recal- citrantes conservadores — liberales de mote—, como el conde de Bomanones. Porque para los conservadores, . la • vo- luntad real no debe correr el riesgo de presentarse ante el país en abierta dis- paridad con las Cortes. Y para los libe- rales, por tibios que sean, no resulta admisible la posibilidad, también peli- grosa, del veto. En suma: el decrépito tinglado ,ca-
novista que. se llama Constitución del 76, no debe ser otra cosa que un trán- sito, un puente, como lo es el propio Gobierno actual, entre la Dictadura y la futura normalidad. Ls. misión del Gobierno , termina en
los umbrales del Congreso. Una vez ele- gidos por sufragio universal los repre- sentantes del país, en ellos, y sólo en ellos, ha de residir la potestad ilimitada y el ejercicio del Poder para hacer y des- hacer /leyes fundamentales; para elabo- rar una Constitución; para estructurar de nuevo el Estado español. Y de entre ellos debe salir el Gobierno legitimó de España. La verdadera normalidad. LO QUE HAY
QUE CONSTITUIR Los periódicos y los hombres de más
distintas tendencias claman estos días poi' unas elecciones. Si el panorama de la vicia pública española fuera el que debiera ser, después de una Dictadura de más de seis años, nosotros no pedi- diríamos unas elecciones: pediríamos algo más radical y ejecutivo. Pero en política no se debe contar sino con rea- lidades. Y lá realidad de ahora nos acon- seja a los hombres de más extrema iz-; quierda intentar una actuación " ciuda- dana por medio de las urnas. De mo- |
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SUSCRÍBASE A
«'NUEVA ESPAÑA'' |
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zar, entre nosotros, caracteres dramá-
ticos. Por eso su presentación es senci- lla y su acento actual. Trataremos, sin embargo, de corregir en números suce- sivos algunas imperfecciones materiales del primero. LA VERDADERA
NORMALIDAD Conviene fijar de una manera estricta
y no dejar de recordarlo constantemen- te, que el. Gobierno Berenguer no ha -venido más que a restablecer la nor- malidad constitucional y a convocar y llevar a cabo unas elecciones • generales. .Una" vez hecho esto-, la misión del Go- bierno Berenguer—según propia decla- ración del presidente—habrá terminado. Las Cortes son, pues, la desemboca- dura natural y legal de la situación, y en ellas deberán ventilarse en definiti- va los problemas - nacionales pendien- tes.' Para nosotros, republicanos, el pro-
blema fundamental es el del Bégimen. -Ä nadie podrá extrañar que para nos- ■■; -otros, republicanos, no haya soluciones lv verdaderamente aceptables dentro de la- ...Monarquía. Lo que ahora se nos ofrece es una-vía libre, un cauce de. legalidad a la acción política de. las izquierdas. Si,. como es de esperar, el. Gobierno
cumple sus bellas promesas, podrán ac- tuar las izquierdas de'dentro y fuera de la Monarquía a plena luz, luchando |
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las que tengan carácter político. La doc-
trina no es censurable; pero lo que es preciso recabar del Gobierno es que los actos administrativos tengan una san- ción inmediata, con arreglo a las leyes en vigor, y que los responsables legales de ellos sean entregados a los Tribunales de Justicia, sin perjuicio de que las" Cortes sancionen abusos específicamen- te políticos. El ex dictador confesó palmariamente
una inversión ilegal de fondos con moti- vo de la baja de la moneda, y el enton- ces ministro de Hacienda, Sr. Calvo So- telo^ no recbazó la acusación. Existe, además, una función que bay que depu- rar, la del Banco de Crédito Local, del cual son acreedores muchos Ayunta- mientos que acordaron gastos en pug- na con las leyes vigentes y pusieron en vigor tributos a todas luces ilegales. A juicio nuestro, no pueden aplazarse las inspecciones gubernativas a los organis- mos locales y provinciales, hechas con la máxima energía y publicidad, para satisfacción de los contribuyentes. EL PARTIDO
RADICALSOCIALISTA Queremos recoger los puntos princi-
pales del programa que acaban de lan- zar en un manifiesto los organizadores del partido republicanorradicalsocialista. En estos momentos nos parece un re- pertorio avanzado de las soluciones po- líticas de España que hay que propug- nar sin desmayos. El nuevo partido proscribe el caudi-
llismo y afirma en su seno la democra- cia; aspira a una nueva articulación Sel Estado español, a base federal, con las autonomías municipales y regionales; presenta como sistema de 'Gobierno el republicano democrático, a base del su- fragio universal, el «referéndum», la iniciativa, la revocación; defiende el lai- cismo, el Jurado (civil y criminal), la renovación del Código civil y la aboli- ción de la pena de muerte. Pide la re- ducción del Ejército; una política anti- plutocrática ; un régimen fiscal que, des- gravando el trabajo, sea inexorable con la renta; supresión de latifundios mini- fundios, redención de cargas y coloniza- ción del suelo. Participación de los obre- ros en la soberanía económica; eleva- ción de los derechos del trabajo a dere- chos constitucionales. Libertad religio- sa, de enseñanza y de imprenta. Anun- cia, además, la creación de un Secreta- riado Técnico, que ilustre al afiliado y elabore las conclusiones y reformas com- plementarias. Convencidos, como estamos, de que
la actuación civil es indispensable para poner en marcha la anquilosada exis- tencia política de España, aplaudimos los propósitos de ese grupo y le augura- mos una excelente participación en la obra del futuro. |
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IDEAS POLÍTICAS
Vieja polítiea: Cortes Constituyentes
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por
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ALVARO DE ALBORNOZ
Lo primero que hicieron los revolucionarios franceses de 1789,. fué reunirse
en Asamblea Constituyente. Y líbrenos Dios de pensar que fué su obra cosa enteramente supe'rflua. Somos lo bastante humanos y lo bastante líricos para conceder alguna importancia a la Declaración de los derechos del hombre y, del ciudadano. Pero es indudable que los "constituyentes" de 1789, padres de to- todos los "constituyentes" de Europa, divagaron un poeo. ¿ Se puede dar, por ejemplo, nada más inútil que el gran debate sobre la abolición de' los derechos feudales? Mientras los sabios jurisconsultos procedentes del Parlamento de París y de los Parlamentos de provincias disertaban tan amplia como pesa- damente acerca de la indemnización y del rescate, el pueblo iba derecho a los castillos, quemaba los Registros de la propiedad y se' repartía las tierras de los nobles. Eran ,dos revoluciones: la de hecho y la legal. Mientras la revolu- ción material marchaba, la jurídica se detenía ante los gloriosos apotegmas con- sagrados por Bolonia y por la Sorbona. Y cuando la Asamblea Constituyente dio por terminados sus trabajos, la legislativa vino a empeorar la situación en que se encontraba Francia. De todas las asambleas de la Revolución francesa, sólo tuvo sentido político la Convención. Marat, un loco furioso según los his- toriadores, era un clarividente. Y el-rectilíneo Robespierre, en quien la posteri- dad sólo vio un sectario y un fanático, era todo un político. Con las vacilacio- nes de la legislativa, los emigrados hubieran vuelto en triunfo, a retaguardia de los ejércitos de Brunswik. La Convención, en la que se reflejaba el instinto popular, tuvo la visión clara y rápida del momento y la voluntad ejecutiva de sobreponerse a todas las dificultades. No hacían falta un sanhedrín ni un areó- pago; lo que hacía falta era un Comité de Salud pública. Pero la Asamblea Constituyente, con sus grandes oradores a lo Mirabeau y
sus sabios jurisconsultos, era más teatral. Era, según decían sus panegiristas, "la tribuna del Mundo". Esta tribuna debía pasar a la Historia como una es- pecie de Sinaí revolucionario. De entonces datan la fascinación y el prestigio que la palabra "constituyente" ha ejercido durante más de un siglo sobre las imaginaciones revolucionarias. Donde quiera que se ha reunido un puñado de revolucionarios no ha podido faltar una "Asamblea constituyente". Lo primero de todo en las revoluciones clásicas es fulminar, entre relámpagos y truenos de elocuencia, una solemne declaración de derechos. A esta venerable tradición responden nuestras Corte's Constituyentes del
siglo XIX. Las de Cádiz, que se reúnen en medio de una emoción religiosa y afirman los principios más elevados y más nobles con una fraseología de' idilio, son un monumento de ingenuidad. Como si no las acechara la perfidia fernan- dina, proclaman la soberanía del pueblo después de prescribir a todos los espa- ñoles el deber de' ser justos y benéficos. Asombra el candor de aquellos hom- bres insignes, que se esforzaban en grabar una nueva Constitución política sobre la arena de las playas gaditanas... Después de las Constituyentes de 1854. disueltas a cañonazos—los cascos
de metralla penetraban por las claraboyas *jel Congreso—, se alza la tribuna de 1869. "Que Ia nación, soberana, decida en Cortes Constituyentes", habían |
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Este número
ha sido re* visado por la Censura. |
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taba decidido. Cánovas, frío y escéptico, ojo avizor, co-
municaba a París, al palacio Basilewsky, sus alegres im- presiones... Por venerable que sea la tradición de las re- voluciones clásicas, nos será lícito tener un con- cepto diferente de lo que |
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dicho los caudillos de la revolución. Espartero, desde
su retiro de Logroño, correspondiendo al saludo de las Cortes Constituyentes, repetía su frase célebre: "¡Cúm- plase la voluntad nacio- nal ! ¡ La voluntad na- cional!" El Gobierno, |
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cuyo verdadero jefe era
Prim, manifestaba su pro- |
DEFENSA DE LA DFCTADURA
o elogio de Mustafá |
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debe ser la política mo-
derna. Y no se nos mo- |
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pósito de respetar la vo-
luntad nacional... monár- quica. Sagasta, que des- empeñaba el ministerio de la Gobernación, lanzaba sus famosas circulares electorales, en que la for- ma de gobierno era pre- juzgada. No sólo aquellas Cortes revolucionarias hi- cieron una Constitución monárquica, sino que, de- rribado el Trono secular, distribuyeron por Europa emisarios que solicitaran un rey en las mayordo- mías de todos los pala- cios. La corona de Espa- ña era ofrecida a las vie- jas Casas reinantes y a las nuevas dinastías improvi- sadas. ¡Y eran las Cortes Constítuyentas de la re- volución las que daban tal espectáculo! En vano los republicanos, que se ha- bían prestado, aunque de buena fe, al juego de pro- gresistas y unionistas, se llamaban a engaño. El por- venir de la revolución es- |
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tejará de impío si ante el
pórtico del prestigio de las Cortes Constituyentes —columnas, frisos, escul- pidos leones simbólicos—, no nos sentimos inclina- dos a la reverencia. Estamos a 1 e ccionados
por el fracaso de todas las revoluciones que han confiado sus destinos a un simulacro del sufragio universal. Desde la Asam- blea Nacional francesa, en que se enlazan el go- rro frigio jacobino y la lira de Lamartine, a las experiencias rusas ante- riores a la revolución de octubre, está bien acredi- tada la ineficacia del ro- manticismo "constituyen- te". Queremos para las obras de transformación radical de nuestro país un instrumento tan fuerte como ágil, tan seguro co- mo rápido. |
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por
CORPUS BARGA Cuando un país se halla en estado anacrónico—como
Turquía se hallaba—por sus ideas y sentimientos, por sus usos y costumbres, por su religión, su milicia y su políti- ca... ¡viva la dictadura de Mustafa! ¡Viva! ¡Viva la dictadura que ha puesto patas abajo la pirámi-
de invertida del Estado e'n donde el hombre del pueblo se apoyaba en el señor local; éste, en el político de la ciu- dad, y éste, en el personaje de la corte! Para asentar la base del poder en la base de la socie-
dad, ¡ vivan la dictadura de Mustafá y la del proletario! ¡ Viva la dictadura que ha concluido con la burocra- cia militar, el ejército de guerra civil, la sumisión a la política extranjera, las capitanías de siete colas y la para- da de generales ! Para poner los cincos muelles a la afilada arma nacional, ¡ viva la dictadura del Gran Turco o de quien sea! ¡ Viva la dictadura que ha suprimido la burocracia
eclesiástica y monástica, empezando por el califa o papa turco y acabando por los derviches o canónigos giratorios ! Para hacer que el Estado sea independiente de la Iglesia y que los conventos no tracen las calles de la ciudad y poner fin al poder anacrónico del papado, ¡ viva la dicta- dura de Mustafá y hasta la de Mussolini! ¡ Viva la dictadura antitradicionalista, anticasticista en
artes y estudios ! Para cultivarse, para modernizar, ¡ viva la dictadura de Mustafá o del soviet, que ha cambiado su alfabeto por el latino y más universal a la única litera- tura moderna y clásica, la literatura del «griego» Tolstoi y del «trágico» Dostoievski! ¡ Viva la dictadura que ha arrancado el velo hipócrita
a la mujer ! Para que la mujer no sea una vaca, sino una persona con la libertad y los riesgos que son la delicia de la vida, ¡ viva la dictadura turca, o la rusa, o la china! ¡ Viva la dictadura que ha dado, que está dando un ti-
rón de siglos a los pueblos retardatarios! Mustafá no sería Mustafá si, después de su dictadura,
su patria siguiera siendo el único país en donde el Estado no es independiente de la Iglesia, la mujer no se puede divorciar del hombre, los conventos y los cuarteles son , más numerosos que los hospicios, los hospitales y las fá- bricas ; la escuela del pobre no es la del rico, la mentali- dad pública retrasa y los jóvenes revolucionarios de la cultura creen todavía en el valor actual del dios de la es- colástica, del esplritualismo de los místicos, del lirismo del romancero y del dramatismo del teatro clásico. Pero, Mustafá, ha sido Mustafá. Su dictadura ha sido
dictadura ; si ha sido dura ha tenido algo que dictar, y la Humanidad, hasta en Turquía, estaba madura. ¡ Viva la dictadura de Mustafá ! |
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LA MASA EN LA LITERATURA
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por
JULIAN ZUGAZAGOITIA particularmente despiertas y avisadas, tamente la pureza de su ascendencia. Yo
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Me acuerdo perfectamente de la can-
tidad de antipatía con que nosotros, jó- venes con unos anhelos claros y rebel- des, recibíamos la palabra «masa»—su concepto—en nuestras conversaciones. ¿ Qué es la masa ? Un conglomerado de individualidades capaces de ser arrastra- |
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Literatura de alusiones y de secre-
tos, de la que aparecen proscriptas todas las efusiones humanas, raída la emoción. Bien está. Es una manera ple- beya de ser aristócratas. La aristocra- cia de quien, no estando muy seguro de |
he encontrado en el pueblo uno de esos
aristócratas, por supuesto, sangre en ex- ceso popular es la suya, que en su furor aristocrático llegó a lamentar, pública- mente, que se consintiera al artesano el uso de la corbata. El vanguardista le niega, por su parte, el gozo de la lite- ratura. En el fondo de esas negativas no hay otra cosa que estupidez. No es cosa de enfadarse demasiado. El re- accionario se disimula mal. ¿ Quién no reconoce en el lite- rato vanguardista !al ultramo- derno que niega a la masa el derecho a ejerecr determinadas prerrogativas políticas y civi- les? Insisto: no es para enfa- darse. Después de todo, nues- tra literatura de vanguardia, deducida la obra de dos o tres escritores auténticos, carece de importancia. Es un entreteni- miento de señoritos que ensa- yaron antes, con mala fortuna, a escribir versos de la vieja es- cuela romántica. Y entre tanto, la masa espera
su incorporación a la literatu- ra. Y la literatura, la nuestra, claro, aguarda la llegada de la masa para alcanzar el tono de la época. Si nos fijamos en nuestra novela, notaremos in- mediatamente hasta qué punto es lamentable aquella ausen- cia. Todo se vuelven en ella conflictos domésticos, el viejo protagonista, con sus millares de nombres diversos y las mis- mas aventuras derivadas de su apetencia carnal más ó menos lícita. Otra de las cosas que más sorprenden al lector de no- velas es el papel secundario y triste que corresponde en eTlas a la mujer. ¿Hasta cuándo? El novelista no ha sabido, o np ha querido, el resultado es el mismo, aproximarse a ese otro mundo, donde la vida -tiene un sentido de gran tragedia, • a: es- tas masas proletarias nuestras transidas de dolores y ambicio- sas de justicia.1 ¡ Cuántas nove- las por escribir! Novelas eii que |
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das, por carencia de norte, por falta de poseerla auténticamente, necesita doblar
motor propio, en cualquier dirección. Y sus desdenes a cada instante para, de si algo nos importaba era, cabalmente, esa manera antipática, probar indirec- desarticular la masa, dotando a cada uno de sus componen- tes de una emoción entera, de un, anhelo concreto que calen- tase su vida y la dotase de an- s;edad y de sentido. ¡ Cuánta hicimos porque semejante cosa sucediese ! No se quería, ni aun entro de su casa, el rebaño. Se deseaba poder . extender a cada unidad la cédula de su pasión y de sus convicciones. Todavía se trabaja—ahora con nuevos elementos—en la mis- ma faena. La labor no ha sido estéril. La masa sigue dando lo que puede dar: individuali- dades fuertes, voces vigorosas, "hombres fuertes, del taller y de la mina, que al tanto de su nueva responsabilidad encien- den su lámpara en la noche y se acomodan en la mesa fren- te al libro abierto. Entre tanto, la masa subsiste y bueno es que así sea. Ortega y Gasset ha observado su predominio; pero hasta ahora ese predomi- nio de la masa es puramente pasivo. La masa ha hecho ac- to de presencia en la vida un poco tímidamente y todos sus derechos sobre ella los compra. Falta lo mejor. El menos avi- sado puede comprenderlo. Fal- ta que la masa se resuelva a apoderarse de la vida y la lle- ve, prisionera de las lanzas de sus deseos, por un nuevo cami- no, por un sendero Inédito. E) predominio, pues, es cierto; nc ' más que está en su comienzo. |
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Don Miguel de Unamuno
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Y todo se andará. sEl sentido
individual de la vida deviene en un sentimiento colectivo. Del fenómeno hay pruebas ma- teriales. Aquí mismo, entre nosotros, es fácil verlas. Falta, sin embargo, la prue-
ba espiritual. En lo literario, la masa no cuenta nada. Si aten- demos al sentido de la literatu- ra de vanguardia — aceptemos ia denominación, aun cuando resalte extraordinariamente fal- ta de justeza—. tal suceso se nos aparece clarísimo. Para ella, la masa es algo despre- ciable. Eu;n. Miserable. ¿Qué tiene ella que ver con las ma- nifestaciones de la inteligen- ■ cia.? En absoluto: nada. La literatura pretende confinarse gn un círculo de sensibilidades, |
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AI entrar de nuevo en España D. Miguel de Una-
muno, después de seis años de exilio, queremos renovarle nuestra adhesión. Adhesión al gran pro- fesor de todo, de todo; pero, sobre todo, de con- ductas. Cuan lo la conciencia civil sufría en nuestro país la crisis más atroz, por su boca y por su gesto ardía allá en la frontera la llama del espíritu. En medio de tantas curvas como trazaron la adulación, la cobardía y el servilismo, él supo permanecer erguido y vertical como una contraseña por^ la que pudiera aún reconocernos el mundo civilizado.
Salud, D. Miguel, grande y auténtico patriota.
Gracias a usted, a usted y unos pocos más, no se
ha perdido todo.
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el protagonista es esa muche-
dumbre cansada en el traba- 'o. vilipendiada en la vida y que. sin embargo, está operan- do el milagro de cambiarla. El vanguardista ha extremado el desdén : pero la verdad es que el desdén existía antes-de que él naciese. Sólo algunos cona- tos de incorporación de la mas-t hay que señalar en Baroja. y. finiendo más a nuestros días, en Valle-Inclán, caso clarísimo de verdadera literatura de van. guardia. Y es que todavía no hace
mucho tiempo, había él mie- do a que se tildase al nove- |
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NUEVA ESPAÑA
leñada social y literariamente, a estas
masas proletarias que ya han significa- do su decidida voluntad de intervenir en la vida, a la que traen una tónica nueva. ¿ Persistirá la literatura en sus clásicos desdenes ? ¿ Comprenderá,, al cabo, su deber? Los vaticinios no sirven para na- da en esta ocasión. Desconfío de un arte marxita, no creo en su existencia; los propios escritores proletarios rusos no han sabido—hasta ahora, al menos— anunciarlo. Pero no hace falta que el arte se haga político para que pueda facili- tar el ingreso de la masa en su recinto. Ahora bien: de que los escritores alcan- cen el deber de la hora dependerá, no sólo su porvenir como tales—circuns- tancia dependiente, a la vez, de la* calidad de la obra—>, sino también el predicamento que merezcan como hombres. Seamos, en efecto, porve- niristas, y porveniristas, no solamente de un credo estético—a quien le nacerán debeladores—>: porveniristas de un cre- do social y humano. | Feliz.' la pluma que sepa servir a la justicia ! No carece- rá, a su hora, de la admiración multi- tudinaria de la masa. |
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5 poco—sepárese el estiloj si es que no
agrada—lo que debemos a Galdós. Para juzgarle sin error no hay más remedio que meterse en su época—ritmo lento, excelencias de la vida burguesa, limita- ción de panoramas—y notaremos cómo el novelista fué fiel al medio. Es impo- sible volver sobre sus temas, como es igualmente imposible remedar el susto político con que se recibió el nacimiento de las ideas socialistas. Hay una exacta correspondencia entre aquel miedo, cua- jado de maldiciones, de sarcasmos y de ironías—que más tarde fueron burlas y calumnias—y la literatura. El político —caudaloso y torrencial en sus expansio- nes verbales—, abominó; el literato, se abstuvo. Fué más discreto. Construyó su obra con los materiales—emociones— que la época le deparaba. Nuestra situación ante el futuro sería
mucho más lamentable si persistiésemos en desdeñar las emociones de nuestro tiempo. Gómez de la Serna ha postula- do la necesidad de ser «porveniristas». La interpretación de ese postulado es libre. Para mí no ofrece duda. Yo estoy plenamente persuadido de que el porve- nir pertenece a esa masa hasta hoy des- |
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lista de sociólogo ~ si se aproximaba
en demasía al mundo del trabajo. Ee- sultaba mucho más distinguido y me- nos expuesto atenerse a la anécdota so- corrida de los autores frustrados, por los que se llegó, en declinación, a la novéis pornográfica. Cambiaba, en poco, el pro- tagonista. Se hacía entretenido de alto coturno y el lector asistía, por delibera- da voluntad del novelista, a su trabaio A partir de ese momento, y c :.mo una expiación de esos desafueros, es cuando surge el grito afónico de los vanguardis- tas., que cierran unánimes contra todo el pasado y postulan un ¡»resinte de in- congruencias y alucinaciones. Y anteu y después, la masa se queda de puertas afuera, como cosa sin valor ni presjo. Y ello coincide con la apetencia vital de la masa, con su deseo de adueñarse de la vida. Si dejásemos pasar este mo- mento único sin hacer entrar esa misma masa en la literatura, no sería pequeña la sorpresa de quienes mañana se toma- sen el trabajo de estudiar nuestro fenó- meno literario, al verlo tan absolutamen- te indiferente a uno de los sucesos ca- pitales de la vida moderna: el predomi- nio de lo popular. En ese sentido, no |
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EL ATENEO DE MADRID
SUS VICISITUDES BAJO LA DICTADURA
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Gustavo Pittaluga, vicepresidente pri-
mero ; Gregorio Marañón, vicepresiden- te segundo; los vocales Jiménez de Asúa, Antonio Dubois, el ingeniero Vergara, contador; el doctor Salvador Pascual, depositario, y Eduardo Bonilla y yo, que desempeñábamos los cargos de secreta- rios. »El día 7 de julio de 1926, fecha de
nuestro ingreso en la cárcel—prosigue—, celebramos en la celda penitenciaria, constituidos en Junta de gobierno, una sesión, de la que se levantó la oportuna acta. Acordamos reunimos los días 1 y 15 de cada mes^ para celebrar sesión, como percibe el reglamento del Ateneo, y posesionarnos, cuando cayese la Dic- tadura, de los cargos cuya legítima re- presentación creemos que nadie nos pue- de discutir mientras no se nombre por el Ateneo y reglamentariamente otra Jun- ta. Ambos acuerdos han sido cumplidos durante todo este tiempo. El último no hemos podido llevarlo a efecto por haber clausurado el Ateneo el día 30 del mes pasado la Dirección de Seguridad, a ins- tancias de uno de los miembros de la Junta ilegal.» El Sr. Vergara nos habla de los días
pasados por la Junta del Ateneo en la cárcel: —Ocupábamos—dice-—el departamen-
to de presos políticos, y otro recayente al patio carcelario paralelo a la calle de Moret. Desde nuestro ingreso, todos los días estaba cubierto el cupo de visitan- tes para nosotros. Muchos pidieron y ob^ tuvieron permisos especiales para ver^ nos y confortarnos con su amistad y ad- hesión. Por allí pasaron, además de la mayoría c}e }os ateneístas ele Madrid y |
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Difícilmente podrá llevar a feliz tér-
mino el actual Gobierno su deseo de «pa- cificar los espíritus», manifestado en nota oficiosa el día de su advenimiento al Poder, mientras queda en pie, y sin la reparación debida, una injusticia de la significación y enormidad como la que pesa sobre el Ateneo de Madrid. En la memoria de todos los ciudadanos
conscientes están grabados los agravios y quebrantos inferidos al hogar de la intelectualidad madrileña por la preto- riana tiranía de los erigidos, contra to- do derecho, en directores de la vida na- cional durante estos últimos años de pasividad ciudadana. Y nadie olvida tam- poco el noble ardimiento y honrada po- sición del Ateneo frente a los desmanes impuestos a la docta casa con la pro- testa unánime de cuantos en ella se cobijaban. Es tan clara y concreta la situación del
problema planteado, que el más elemen- tal espíritu de justicia basta para resol- verlo. Aun sin invocar la obligación, ineludible para un Gobierno justo de res- petar y estimular cuanto sea exponente de una tan destacada fuerza cultural |
—Desde su asalto al Poder—nos dice
este he'redero directo del preclaro inge- nio de D. Francisco de Quevedo, D. Luis de Tapia—•, la Dictadura hizo objeto al Ateneo de su más «solícita» atención. «El Ateneo constituía para el preto-
rianismo entronizado, el más fuerte ba- luarte de los defensores de las libertades públicas; la amenaza constante y el es- píritu vivaz de la ciudadanía dispuesto en todo momento al ataque por la ver- dad y la justicia. |
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SUSCRÍBASE
A "NUEVA ESPAÑA" |
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»Necesariamente había de triunfar la
inteligencia, más robustecida después de la prueba del largo combate. Nuestra la- bor—Luis de Tapia es secretario de la legítima Junta de gobierno del Ateneo, y en su nombre habla—es de todos co- nocida. Las notas oficiosas dieron cuen- ta de que en junio de 1926 fué despo- seída la Junta de sus cargos. Se nom- bró otra de Eeal orden, que fué recibi- da por los ateneístas como merecía. Cuantos formábamos la Junta de go- bierno fuimos a la cárcel, y allí perma- necimos una temporada. Pero, ¿para qué hablar de este martirologio pasado? Ni siquiera se le puede llamar martirologio. Como había dimitido el presidente, don Armando Palacio Valdés, y el inolvida- ble Rafael Urbano había dejado por de- función vacante el cargo de biblioteca- rio, loa «presidiarios» fuimos el doctor |
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LEA USTED
"NUEVA ESPAÑA" como es el Ateneo, con justo derecho
considerada la Sociedad del Ateneo como mera agrupación privada, no puede per- manecer un día más con las puertas ce- rradas, con sus servicios y trabajos in- terrumpidos, con §u vida paralizada en absolut^, |
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NUEVA ESPAÑA
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J
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personas para nosotras hasta entc;:ces el propósito
desconocidas, polític >b e intelectuales, los Ateneos
comerciantes, obrero!... gar incluso
Desde 1926, la Junta del Ateneo se deben ser 1
ha reunido dos vece s en el café de «Eo- política" esp
ma». Perseguidos, vigiladis de cerca por cional.
los sabuesos y sople nes da la Dictadura, Trabajare no han cejado un solo n omento en sus cial, por la ,.
trabajos de mantel er a todo trance, y verdaderami
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de dar un gran impulso a
de toda España, y de lle- L federarles. Los Ateneos os centros dirigentes de la ;tñola y de la cultura na- nos por la cultura extraofi- •ultura heterodoxa, que es la nte útil para los pueblos. Yo |
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cual se impuso a la Junta en cuestión,
se decía que los ilegítimos miembros eran representantes de la Ciencia, del Arte, de la Literatura. Un centenar de socios propusieron que
fueran sometidos a un sencillo examen de Ortografía y de Gramática. No pros- peró tan adecuada propuesta, y se die- ron también de baja. |
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La Junta del Ateneo de Madrid, en una de sus frecuentes reuniones en un café durante el período dictatorial.,
De izquierda a derecha: Sres. Panilla, Pascual, Dubois, Marañón, Pittaluga, Jiménez Asúa, Vergara y Tapia!
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por encima de todo, el espíritu atenc.'s-
tioo. El ilustre doctor Marañón nos ha di-
cho : —Ahora, cuando volvamos a nuestros
puestos, vamos a hacer un escrupulosa inventai io de los efectos propiedad del Ateneo, y una detallada revisión de cuen- tas. Eealizada esta obra de "depuración, dimitiremos, para que el Ateneo, libre y legalinente, elija una nueva Junta, pues, reglamentariamente, cumplido este requisito, nuestra misión como miem- bros de la Junta de gobierno habrá ter- minado. Pero como ateneístas tenemos |
hablo de 11 realiz.ación de este proyecto
de estructuración de una cultura nacio- nal a base de los Ateneos en el prólogo escrito por mí para un libro de Marce- lino Domingo, que saldrá en breve. No merec.) la actuación de cuantos se
prestaron a la obra de la Dictadora en el Ateneo el menor coir.^ntano. Pero no hamos 'le dejar en la estilo-
gráfica un c ís'o que revela el prestigio de que goza>,.m en la docta casa. Al ser impuesta por el fenecido Go-
bierno 'a nue-\ a Junta, 300 socios se die- roL de baja. Otros fueron expulsados. J.j la Eea! orden, en virtud de la
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Pero el espíritu del Ateneo no se eva-
poró ante las circunstancias adversas. Los ateneístas han seguido mantenién- dolo viril y denodadamente en tertulias, acogidos en los cafés de «La Granja del Henar», «Negresco», «Gijón» y otros. Quizas t~ ninguna, ocasión ha vibrado
más fuertementb ni ha animado la ac- ción de la juventud cen más eficacia que en los últimos meses .pasados. ¡ Y se puede confiar mucho de ^ fecundidad de su obra para el futuro, ,'in temor a que las esperanzas queden fr 'stradas. Alaedo PBATS Y BEI TEAN
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íntegramente la herencia de Primo de
Eivera. Las primeras declaraciones d ¡1 ex jefe
regionalista son bien significativas. «Na- da de derechas ni de izqu\jrdas», ha dicho. Palabras que sintentizan y com- pendian el novísimo lema tartufo. ¿Ha- brá quien se deje enpiüar todavía por este especulador, noi este farsante? Nosotros 2T--am09 con todas nuestras
fuerzas: i 11 Fuera Cambó!!!
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¡¡¡FUERA CAMBÓ!!!
El ronegado de la Lliga es el nue • a
ídolo io las derechas españolas. May natural. Cambó, servidor del capit dis- mo, e .nservaüor por temperamenl o y por idí as, es el hombre más indicado para dirigir un fuerte partido «de < rden» —-la nueva U. P., como ha dicho El Socialiita—dentro de la Monarquía. Can bó, abogado de Empresas, tiene
las coiidiciones necesarias para ser un buen empresario de la política. Tan vie- |
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jo polítiao, en todos los sentidos de la pa-
lal ra, cómo pv edén serlo un Eomanones 6 un Bergt.mía. Ee^ionalista en Barcelona y centralis-
ta en Madrid, siempre supo navegar en- tre dos tguas j indinarse suavemente a todos los vientos, puís el hombre—es- to no puede i egarse—es fiexible como una palnrv* a. . abierto... bei: años de cont°mporizacirn cor. H Dictadura ls dnu derecho al apoyo de üos Cementos dispersos de la misma. El recogía ó¿sz |
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8 MUEVA ESPANA
ACTUALIDAD ECONÓMICA
LA CRISIS DE NUESTRO G A M BIO
por J. DE ABEND AÑO
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ción propia parece, y es muy humano que esto sea, a
quien no se siente controlado por una severa crítica. A la teoría triunfal del orden restablecido, la paz en Ma- rruecos, las grandes obras públicas en marcha... podía oponerse en lo sucesivo la realidad de la peseta en baja. Y se fué a impedirlo, sin penetrar a fondo en lo que ello imponía y en la necesidad de corregir el daño para siempre, merced a una adecuada política de conjunto, sólo con el propósito de esfumar el síntoma acaso por una sub- consciente carencia de unión panorámica y de espíritu de continuidad que es posible tenga en jo íntimo toda dic- tadura. Por ello, la intervención fué un éxito mientras no hubo
que luchar con dificultades graves ; pues España, lo re- petimos, estaba en condiciones magníficas. Pero apenas hubo que vencer un serio obstáculo y la cuestión política pasó al primer plano, planteando un rudo problema al gobernante, éste se desentendió del cambio—o perdió la poca fe que tenía en la virtud del remedio—y abandonó la peseta a sí misma en los momentos en que mayor te- són debió haber puesto, si lo que perseguía era estabili- zarla para siempre. Así, los días de Ciudad Real—pri- mera suspensión de la acción interventora—marcan una crisis que poco después pudo parecer pasajera, pero que resultó definitiva. Todo lo ocurrido con posterioridad se explica analizan-
do bien lo qué aquello significó ; análisis que, sin duda, nos estaría vedado. El segundo período de la interven- ción ; su suspensión apenas surgieron de nuevo al pri- mer plano dificultades que preocupaban políticamente al Gobierno ; el peregrino empréstito interior oro, que pa- recía liquidar totalmente la política de intervención del cambio..., no son más que flujos y reflujos de un ánimo vacilante que tiene ante sí un problema cuya trascen- dencia, más que reconocida de grado, le ha sido impuesta, por lo que lo relega al olvido cuando una inquietud ma- yor le distrae o apremia. Tal el enfermo crónico que, encañonado por la pistola de un atracante, arroja al. suelo el potingue que acaba de adquirir, y cuya receta apenas si ha entendido... ■ * * *
Ante el peligro de la baja parece que algunos se dis-
ponen a salir de su actitud inhibitoria. Pero todavía no se ve esa preocupación y esa decisión que son precisas para que un país salga victorioso en empeño tan com- plejo y grave, Y nada más equivocado, a nuestro juicio, que la suposición de que por sí solo puede resolverse. Sos- tener esto porque en anteriores crisis nacionales el libre juego de los factores económicos haya realizado el mi- lagro, es ignorar ciegamente que las condiciones de Es- paña son muy otras y que el mundo de la trasguerra es distinto al de los albores del siglo XX. El tema nos llevaría a consumir un espacio del que no es posible dis- poner ahora. Bastará, pues, que afirmemos : i.° Que la peseta se hundirá si continúa abandonada
y si en plazo más o menos breve no se estabiliza. 2.0 Que el no haberse hecho ya esto significa que
España, en lo económico y financiero, ha estado regida por mentalidades cabileñas. (Ea calificación abarca a técnicos, publicistas, banqueros, nombres de negocios, comercian- tes...) Media docena de excepciones, en junto, autorizan a ser tan categóricos. |
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Cuando escribimos estas líneas—que, por causas que
comprenderá el lector, no pudieron publicarse en el pri- mer número de NUEVA ESPAÑA—, la peseta corría un vendaval dramático que llegó a situarla, entre oscilacio- nes de amplitud inusitada en España, en los alrededores de tipo de 40 por libra esterlina, cotización, sin duda, bas- tante inferior a su verdadero valor actual. Sin embargo, el fenómeno puede repetirse—y aun agravarse—si una mano firme y experta no logra encauzar debidamente el problema, despertando en torno a él una atmósfera muy distinta de la que todavía le envuelve. Sería absurdo, por consiguiente, que acaparáramos el espacio que NUEVA ESPAÑA consagra a estos temas para lanzarnos a una disquisición menos palpitante y actual que la del comenta- rio de la situación de nuestra moneda, ya que, por otra parte, quiérase o no, condiciona en cierto modo las po- sibilidades futuras de quienes hayan de asumir la ar- dua faena de reconstruir España. Al enfocar el problema en su conjunto y recorrer las
etapas de lo que en este respecto ha sucedido para presen- tar a un núcleo de lectores «nuevos» una visión ordenada de los hechos, se adueña del ánimo del comentarista una amarga sensación de estupor al contemplar en perspec- tiva la absoluta estupidez con que el país entero ha asis- tido al quebrantamiento de su signo monetario. Y no se nos tache de ligeros al hacer afirmación tan rotunda, puesto que continúa casi todo el mundo mostrándose desentendido o adverso a la única solución que debió se- guirse—la estabilización monetaria— ; tendencia que sólo han defendido con decisión y continuidad un diario y tres o cuatro técnicos y publicistas, combatidos por la cho- carrería, la mala fe o la ignorancia de la totalidad de la España que se dedica a estas cuestiones en el orden teórico y en el orden práctico y desamparados por la falta de confianza o de conocimientos de los gobernantes y de la gran masa de los gobernados. Jamás país alguno de cuantos en la trasguerra hubie-
ron de reorganizarse financieramente pudo proceder a] reajuste en condiciones parecidas a las que disfrutaba España aún sólo hace tres años. Con la libra en los al- rededores de 28 y la esperanza de un inmediato regre- so a la normalidad política, pudo hacerse lo que hu- biera venido en gana al gobernante, dejando resuelto para siempre este magno problema y mereciendo por él la gratitud del país entero. Pero obstinaciones y errores que no es posible comen-
tar ahora ensombrecieron horizontes que aparecían des- pejados. El Gobierno pareció comprender la necesidad de una política activa en el orden monetario cuando ya ha- bían pasado los instantes más propicios, aquéllos en los que las -potencias financieras exteriores se habían ilu- sionado por el porvenir de España. Y así, se empezó a actuar a destiempo y, lo que es peor, sin entusiasmo ni confianza en la virtud final de la panacea. A nuestro juicio, el mal estuvo en que cuando
se comenzó a practicar la intervención monetaria no se hizo con el decidido propósito de estabilizar para siem- bre la peseta ; es decir, como quien realiza sólo una pre- misa conveniente y necesaria para llegar a una finalidad más alta. Al contrario, creernos que el gobernante se propuso, acaso inconscientemente, quitarse de delante una molestia—la baja del cambio—, que empezaba a em- pañar la cadena ininterrumpida de éxitos que la actua- |
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NUEVA ESPÁ
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ESPAÑA Y LA NUEVA ARQUITECTURA
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por
F. GARCÍA MERCAOAL Arquitecto
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ni ha intervenido en las Exposiciones de Sevilla y Bar-
celona, de las que tanto se ha escrito y de las que tanto podría decirse aún, cuyos autores desconocen, o si las conocen lo disimulan a la perfección, que en Europa y i América se han celebrado después de la guerra impor- tantes Exposiciones en Gotemburgo, Londres, París, Grenoble, Düseldorf, Colonia, Filadelfia, Paznan..., et- cétera. .. La nueva Arquitecura, la de la postguerra, la del ver-
dadero siglo XX, que comienza después de la gran con- tienda, no ha llegado todavía a España, aunque su flo- ración en los países del centro de Europa sea ya esplén- dida y completa ; siendo la nueva generación encargada de introducirla en nuestra país, donde un cierto afán y deseo de renovación se manifiesta entre los medios se- lectos. Son los problemas de la vivienda, especialmente de las clases modestas, aquellos que han gozado del fervor de los pro- fesionales de los países europeos que van a la cabeza del movimien- to arquitectónico renovador, y so- bre ellos, las experiencias, las rea- lizaciones, son tan numerosas ya como fecundas, prodigándose los ensayos de modo tal, que nos llena de incondicional admiración, tanto más cuanto que estos mismos pro- blemas, que nuestros gobernantes,, en la lógica expansión de las ideas, han sentido asimismo la necesidad de acometer, por ahora sin éxito alguno, sin haber conseguido crear nada digno de poder ser compara- do con los ejemplares de otros paí- ses ; habiendo, por el contrario, subvencionado numerosas barriadas de casas baratas, como aquí las lla- mamos, tan vergonzosas como la que junto al Retiro puede contem- plarse, bochornosa y mezquina has- ta el infinito, vanidosa y preten- ciosa hasta el ridículo. La nueva generación de arquitec-
tos, que ha recibido con clamorosas manifestaciones de júbilo las recientes disposiciones gubernativas sobre la colegiación, en la que tanto se confía como medio de ac- tuación pro depuración profesional, espera el gobierno redentor que evite los desatinos mencionados y que im- ponga para la construcción de todos los edificios públi- cos la celebración de concursos, único medio de poder destacarse, de salir a la luz, el verdadero valor, for- jado en la lucha y en el campo de pura actuación pro- fesional. Con las nuevas orientaciones arquitectónicas, casi las
únicas ya en nso en los más adelantados países centro- europeos, son con las que presentan afinidades y las ■ que tratan de cultivar la joven Arquitectura española, y las que en sucesivos artículos nos proponemos dar a co- nocer a los lectores de NUEVA ESPAÑA^ esperando crear pronto entre ellos un grupo de adictos, único fin de nuestra pública actuación e insistente propaganda, tra- tando con ello de evitar se siga diciendo, como hoy se dice, que la Arquitectura que por aquí se lleva es la que |
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Los promotores de NUEVA ESPAÑA han señalado
con oportunidad y acierto algo que en nuestro ambiente nacional se destaca cada día con mayor insistencia, tal es la inquietud de una nueva generación, con problemas espirituales propios, que exigen ser definidos ya, sin ro- deos y con meridiana claridad. Estos problemas, de variada índole, tanto políticos
como de carácter general, existen también planteados particularmente en los distintos sectores de la actividad nacional, y así, pues, limitándonos al campo de nues- tra diaria observación, podemos afirmar que entre los arquitectos españoles existe también una generación nueva casi por completo desconocida, que en modo al- guno siente como las otras ya caducas, y que desde el fondo de su conciencia particular y de grupo repudian, todavía con estéril impotencia, aquellas obras que afean nuestras calles y que son nuestra vergüenza, por acusar un mal gusto manifiesto unido a una carencia ab- soluta de honestidad profesional. El mal gusto y la falta de crite-
rio, que son las características de la Arquitectura española contem- poránea, los encontramos acentua- dos, en los edificios públicos madri- leños de más reciente construcción, frutos dé indiferencia de los go- bernantes, del favoritismo o de la ineptitud de los técnicos oficiales, duras afirmaciones que pueden ser comprobadas fácilmente tan sólo con traspasar los umbrales de cualquie- ra de ellos. En el caso concreto de cualquiera
de los edificios a que aludimos, ca- sos típicos que por ser conocidos de todos se hace innecesario citarles con sus propios nombres, el problema ha sido mal planteado, o quizá, ni a esto se ha llegado, y podemos afir- mar que fueron proyectados con un criterio que no es la norma de la nueva generación a que aludimos, que en caso tal, con puro racionalismo se hubiera se-
guramente interrogado antes de ponerse a proyectar : ¿qué es un Ministerio?, ¿para qué sirve?, ¿qué con- tiene ?, ¿ cuáles son sus elementos integrantes ?, ¿ no son, en esencia, algo así como una casa de oficinas ?, etcéte- ra, preguntas éstas que, a pesar de ser tan sencillas y tan llenas de lógica, no parece se hicieron los autores de los proyectos, ni mucho menos los ministros de los res- pectivos ramos, ni los de Hacienda, que fueron, siguen y seguirán dejando salir de las arcas de la nación, uno tras otro, los millones invertidos en estos mamotretos inútiles y absurdos, impregnados de una falsa escenogra- fía, casi wagneriana, en la que el error fundamental em- pieza por olvidar la talla corporal media de'los minis- tros y las energías físicas de los. empleados que con su. actividad están llamados a mover la- gran, máquina bu- rocrática que cobijan, y con el titánico esfuerzo de sus. brazos obligados a cerrar cada día sus pesadas puertas. "La nueva generación de arquitectos, al margen de la
Arquitectura oficial, ni puede ver con tranquilidad el |
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viejo monumento a Cervantes, todavía no inaugurado, el nivel cultural del público se merece.
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NUEVA ESPAÑA
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HAY QUE SOCIALIZAR LA CULTURA
por
RODOLFO LLO.PIS
Este año, como tantas veces más, el una rigurosa selección de capacidades. Y le nada. Al contrario. Si hace esas apa-
profesorado oficial ha aprovechado las va- del mismo modo que deben ser rechaza- rentes concesiones, es porque le con- caciones escolares para celebrar sus dos inexorablemente todos aquellos que viene. Porque necesita renovar sus cua- asambleas reglamentarias. Dos de esas carezcan de aptitud suficiente, por dros, ya agotados. Y toda renovación asambleas nos han interesado especial- elevada que sea la condición social procede de la masa. La burguesía nece- mente: la de Normales y la de Institu- o económica de la familia, la convenien- sita nutrirse de la savia popular. Por eso tos. cia y la justicia exigen que no se pierda la burguesía, inteligente va facilitando Las dos Asambleas, al enjuiciar la or- una sola inteligencia nacida entre las poco a poco, con cuenta gotas, el ac-
ganización escolar actual y los vigentes clases humildes, para lo cual habrán de ceso a la cultura superior a unos cuan- planes de estudios, han coincidido en sus crearse cuantas becas sean necesarias.» tos. Porque sabe que, siendo pocos, va severas críticas. Los catedráticos de Ins- Ahí está, en esa base y en aquella ne- a ser fácil dominarlos, absorberlos, in- tituto han proclamado el fracaso de la úl- gativa del profesorado normalista, plan- corporarlos al servicio de la misma bur- tima reforma. Y ante tan dolorosa expe- teado el verdadero problema de nuestra guesía. Así, pues, la creación de becas, riencia han recabado el derecho, que ellos organización docente. Porque, ahondan- que aparentemente significa una conce- mismos convierten en obligación, de in- do en él, se comprende fácilmente có- sión arrancada a la burguesía, en el tervenir en lo sucesivo siempre que se rno nuestra organización social se refle- fondo no es sino un acto elemental de piense en una nueva reforma escolar. ja en nuestra organización pedagógica, defensa que hace en provecho propio la Si los catedráticos de Instituto se han que tiene una contextura profundamente clase dominante,
lamentado de la reforma que les ha sido plutocrática. Hoy no estudia el que quie- Las becas no resuelve^ no, el pro- impuesta, los profesores de Normal se re, sino el que puede sufragar los gastos blema. Hay que abrir de par en par alarman, no sin fundamento, ante la ame- que supone cualquier carrera. Hoy los las puertas de todos los centros docen- naza de una inmediata reforma de los es- estudios—y cada día se acusa más ese tes para que todo aquél que demuestre tumos del Magisterio. Y. al igual que sus carácter—sólo son accesibles a los pu- capacidad y vocación pueda seguir cul- compañeros los profesores de Normales, dientes. Se está seleccionando en fun- tivando' sus facultades, cualquiera que piden que se les consulte previamente, ción de la capacidad económica y no en sea su situación económica. Hay que Piden más: quieren que no se hagan re- función de la inteligencia y de la voca- acabar, ante todo, con la llamada «ba- formas parciales, sino una reforma total ción. Hoy la enseñanza superior está só- rrera económica». Hay que hacer gra- de la enseñanza en todos sus grados, y lo al alcance de una minoría que mono- tuita la enseñanza en todos sus grados. que esa reforma sea convenientemente póliza en su propio provecho los benefi- Pero, además, considerando la jornada meditada y vaya precedida de una am- cios de la cultura. Y no hay monopolio de estudio como una jornada de trabajo, pna información pública. más insultante que el monopolio de la habrá que indemnizar al obrero que aban- Ese deseo de interesar a la gran masa cultura. done el campo o el taller para seguir es-
ciudadana en estos problemas, hasta * * * tudios. Entonces estaremos en camino
ahora reservados a una minoría de téc- Los catedráticos de Instituto han que- de 1ue no se pierdan estérilmente, có-
nicos, no deja de ser sintomático. lies- rido suavizar ese carácter de privilegio mo s6 pierden hoy, tantas inteligencias, ponde al hecho, cada vez más generali- de clase que tiene la llamada segunda Entonces habremos empezado el proce- zado, de ir convirtiendo los problemas enseñanza. Y han pedido que se creen Bo de socialización de la cultura, pedagógicos en problemas sociales. Ese cuantas becas de estudio sean necesa- «El día que eso suceda-se ha dicho-, mismo deseo ha sido subrayado repetidas rias. El problema de las becas fué tam- la Humanidad cometerá uno de sus más veces en el curso de las dos Asambleas bien planteado en la asamblea de Nor- graves errores. Producirá un desplaza- a que venimos refiriéndonos. En la de males. Hoy figuran en los presupuestos miento de fuerzas. La Agricultura y la Normales hubo una ponencia encarga- del Estado unas mezquinas cifras para Industria se quedarán sin brazos. La da de estudiar una fórmula que, sin re- estos menesteres, gracias a la presión economía nacional se resentirá enorme- cargos en el presupuesto de Instrucción que en su día hicieron en el Parlamento, mente...» pública, lograse mejorar los exiguos suel- sobre todo, los diputados socialistas. Pe- Lo más probable es que esos defenso-
dos del profesorado. La fórmula se en- ro conviene insistir en que la cuestión res del trabajo... ajeno no hayan tra- contró. Consistía en aumentar el precio de las becas no .soluciona el problema, bajado nunca. Es lo mismo. Hay que de las matrículas. Los estudiantes paga- Cada vez que se habla de esto y se afir- responderles que, en efecto, cuando se rían la mejora de sueldos de los profeso- ma el carácter plutocrático de nuestra socialice la cultura habrá un despia- res... enseñanza, la burguesía protesta. Pro- zamiento de fuerzas.. Muchos de los La asamblea rechazo unánimemente testa porque cree que se comete con que hoy cultivan la tierra pasarán a la la propuesta. Los profesores no querían ella una injusticia no agradeciéndole el Universidad. En cambio, ese 30 por 100 cobrar más a costa del encarecimiento haber creado las becas, los préstamos de suspensos que anualmente se regis- de las matrículas. Y no se limitaron a de honor y las matrículas gratuitas. tran en las Universidades nos dice que negarse a todo aumento en el costo de Quien tenga la experiencia de lo que tenemos dónde buscar los nuevos tra- los estudios, sino que afirmaron la nece- cuestan las matrículas, los libros, el te- bajadores de la tierra... sidad de llegar cuanto antes a la total ner que salir del medio familiar para ¿Pero bastará abrir de par en par las gratuidad de los estudios en todos sus vivir en una capital de provincia o de puertas de la Universidad, dar acceso grados, «única forma—decían—de de- distrito universitario, sabe que las ma- al pueblo, para que se transforme la mocratizar la cultura». trículas gratuitas y los auxilios de] Es- cultura?... No. Probablemente, con la Los catedráticos de Instituto han sen- tado—muchas veces previa solemne de- cultura actual sólo se conseguirá abur- tido idénticas preocupaciones. También claración oficial de pobreza—significan guesar las masas. ¿Puede ser ése el ideal ellos, entre las bases aprobadas, incluyen bien poca cosa. Así se explica que to- del proletariado? Frente a la concep- una, la séptima, que conviene subrayar: dos los años queden muchas matrículas ción burguesa de la cultura, se alza una «La segunda enseñanza—dice—no pue- gratuitas sin solicitar. concepción proletaria de la misma. De de constituir un privilegio de clase, sino A la burguesía no hay que agradecer- ello habremos de ocuparnos alguna vez. Todos los elementos políticos sinceramente jóvenes del país se aprestaron a traba-
jar por NUEVA ESPAÑA desde el momento que apareció nuestro manifiesto. A ellos se debe la cifra de tirada del primer número, que alcanzó a 35.000 ejemplares, la subida en este segundo a 40.000 y el aumento de ocho páginas que hoy ofrecemos. Hay que conquistar los cien mil lectores, y en cuanto el levantamiento de la pre- via Censura sea un hecho NUEVA ESPAÑA aparecerá semanalmente. |
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NUEVA ESPAÑA
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íífH^l 8ctfS3
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agareno, y que es un veterano de nues-
tras guerras de África. En fin, Jiménez Caballero es un
hombre raro. Un «coktail» de fdeas. Una triaca
magna de tendencias políticas. a s;
Maeztu dice que viene a España para
seguir dedicándose al periodismo. Le vemos de redactor de El Noticie-
ro del Lunes. A las órdenes de Capella.
B B Apenas cayó el jefe dispensador de
mercedes, la U. P. se desbanda. Esta era la cohesión y la moral de la
«honrada agrupación cívica». Tres directores generales, tres, tuvie-
ron _cme ser dimitidos por el ministro del Trabajo. No hacían más que exclamar: «¡Nos-
otros somos técnicos ! i Nosotros somos técnicos !» Claro. Técnicos de la U. P.
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También tenemos nombres. Y muy
ilustres, entre la gente de pluma. BS ^
Se hacen regalos. — La Gaceta Lite-
raria, comadrona de todos los «ismos», los «ismos» que nacen viejos, se atreve a aludir «a las revistas políticas de muy diferentes cataduras que se anuncian en el horizonte». Y habla de que «la pasión política y la literatura utilitaria van a ir invadiendo cada vez más los escrito- res 'y sus órganos de extinción». Tiene gracia. El órgano de una casa
editorial—mejor dicho, el boletín de una casa editorial—hablando contra la lite- ratura utilitaria. No hay duda: aquí está la mano de Jiménez. Que en nombre de la literatura es capaz de hacerle un elo- gio a Joaquín Belda, autor de la casa, vanguardista de los vinos de Jerez. O de salir para Salónica en busca de
judíos. Como si no tuviéramos aquí bas- tantes. ¡ Claro! A La Gaceta le ha llegado la
hora de los premios. Le vemos regalar re- lojes y pulseras de señora, como aquellos periódicos que buscaban suscripciones con los sorteos de regalos. Ahora anuncia un «Premio Maura». La Gaceta, siempre tan apolítica. Aunque quizá aluda a Mau- ra, el pontífice del Trabalenguas y el calambour. Y entonces ya sabemos quién se lle-
vará el premio: Jiménez Caballero, di- rector nonnato de La Gaceta. BB J^¡£-
Ideas en francachela.—Jiménez Caba-
llero, siempre tan pintoresco. Odia el liberalismo, el fascismo (se-
gún dice ahora; ahora, que no habla ni en broma de su viejo invento el hacis- mo), el bolchevismo, la autocracia y la democracia. Pero, por otra parte, ama la demo-
cracia, la autocracia, el bolchevismo, el fascismo (pero no habla ni en broma de su viejo invento: el hacismo) y el libe- ralismo. Jiménez Caballero es una cosa muy
rara. El no se define, porque definirse es cosa de gerontes. De viejos. Gerontes son. pues, esos muchachos que a diario se definen, ¡ cuan terminantemente !, en la encuesta, de El Sol. Jiménez Caballero vive en la nebulo-
sa ollendorf de lo incongruo. Si se le pregunta: ¿ es usted monár-
quico? El responde que va a hacer una oposi-
ción a unas plazas de cincuenta duros. Si se le interroga: ;.es usted católico?
El responde que ha hecho un viaje
cultural a Oriente. A enternecerse con los judíos de Salónica, que todavía di- cen «rnap-üer». Si se le requiere: ; es usted absolu-
tista ? El se remite a Hércules.
El contesta que ha combatido con el
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Seiscientos cincuenta por cuatro. —
¿Nadie recuerda ya el famoso progra- ma de la Dictadura sobre el desmoche burocrático? Se censuró el funcionaris- mo, la empleomanía y la francachela de credenciales. Pero lo cierto es que la Dic- tadura creó organismos inútiles y fun- cionarios más inútiles todavía. Ahí está el Gobierno actual, que se propone su- primirlos a docenas. 650 x 4 = 2.600 funcionarios nombró
el Sr. Aunós para Comités paritarios, Comisiones mixtas, Consejos de Corpo- ración, Juntas Consultivas, etcétera, con sueldos espléndidos, que disfrutaban los mejores amigos de la Dictadura. Tene- mos nombres a disposición de los curio- sos. Lo lógico sería que esos cargos ema- nasen de los mismos Comités. Pero la democracia del Sr. Aunós, aprendida en Mussolini y en Bottai, no llegaba a tan- to. Los nombraba él, que para eso era el más sabio de los corporativistas. B B
No tan sabio, sin embargo, como el
Sr. Bergamín. (El Sr. Bergamín, pa- dre. Del hijo ya hablaremos en otra oca- sión para denunciarle sus charadas van- guardistas.) El Sr. Bergamín quiere que los Comités paritarios pasen del virrei- nato de Aunós al virreinato de los patro- nos, i Siempre tan desinteresado este abogado de pobres! «Antes que una dictadura socialista,
una dictadura personal», dice Bergamín. j Claro! Como que bajo las dictaduras personales no se acaban los pleitos de mayor cuantía. B B
Zancada, Elorrieta, Vellando, Mada-
riaga, Bernaldo de Quirós... Anotad los nombres de estos buenos liberales, que patrióticamente se han sacrificado dis- frutando los mejores puestos de la Dic- tadura. Porque ellos, antes que nafta, son téc-
nicos. Y la pasada, fué la Era de los téc- nicos. Por eso bajó la peseta y se cerra- ron las Universidades y los Ateneos. ¡ Los técnicos ! | Ah ! ¡ Oh ! ¡ Ah ! Co-
mo exclaman los analfabetos de los Círculos. B B
«Sé feliz, patria mía», dijo Luis Can-
delas cuando subió al patíbulo. Pero Luis Candelas subió al patíbulo. B B
¿Y los turistas? No nos olvidemos de
1o¡j turistas De los que eran enemigos de la Dictadura y cobraban de la Dicta- dura. De los que trasegaban monumen- tos y joyas arquitectónicas con la vora- cidad de perfectos avestruces. Dijéranse de la escuela estética de
Delgado Barreto. |
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•4
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4
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B B
La elocuente poetisa Alfonsina Storni
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ha pasado por Madrid.
Claro es que no hemos ido a escuchar
sus declamaciones. No nos interesan los canoros arpegios.
a a
El Patronato de Turismo.
He aquí una de las ventosas aplica- das por la Dictadura al presupuesto. B B
«Un periodista español entregaba a
Le Temps—dicen los diarios—, para pro- paganda de la Dictadura, 30.000 pese- tas mensuales.» ¿ Un periodista español ?
Bueno.
A otra cosa.
a a
Constitucionalistas, Aunós y Yanguas.
Constitucionalista, Sánchez Guerra.
Liberales, Maura y Cambó.
¡ Qué risa 1
¿Y la Asamblea? ¿Y el 17? ¿Y los
Jesuítas? ¿Y la misa de Valencia? B B José Antonio de Sangróniz, ¡ gran tu-
rista ! B a Sangróniz : gran cosa ser turista, ¿ eh ?
a a
Sánchez Mazas, José Bergamín y
otros arditis del vergonzante fascismo (o hacismo) español, se reúnen todas las tardes en un café, para organizar un partido católicoabsolutista. Ya cuentan con valiosos elementos.
Entre ellos, Cretinardo, el poeta del
jersey y la mona, y su profesor del Ins- tituto, joven galaico y escritor chirle, |
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N U EVA ESPANA
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12
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CARTA DE BERLIN
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Sobre la crisis del teatro
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por F. FERNANDEZ AHMEST O
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bajo), producen el nuevo teatro, el ver-
daderamente nuevo teatro, que empuña los nuevos instrumentos que le propor- ciona el cine : la luz y la mecánica, para construir, partiendo del hecho esencial del triunfo del trabajo—partiendo de este hecho con la fe y la fuerza original de quien parte de la creación el universo—, el teatro popular, alegre y fecundo, en el que no se habla de la desgracia del caído ni de la lucha de clases; en el que el gozo del vivir y el puro disfrute de sentirse superior invade de una tremen- da delicia impulsiva, de una espiritual opulencia inconmensurable. Es el tea- tro que pretende captar al espectador persiguiendo la comunidad y la compe- netración del actor con el espectador. El teatro de una clase triunfante que termina siempre bien, como las buenas películas norteamericanas; pero que en vez de rematarlo un beso lo remata un puñetazo. Teatro en el que la palabra se ña ahorcado en el ruido y la personali- dad en la muchedumbre. La lucha entre este teatro, organizado
y resistente ya (en Alemania solamente el «Arbeitertheater» dispone de 500 or- ganizaciones teatrales, en unión de mi- les de ellas de otros países),, con. las ca- ducas matizaciones del teatro burgués, más o menos distinguido, es la que pro- duce este instante de crisis en Alema- nia; pero crisis que quiere decir ante- parto. El teatro del trabajo va a las fuentes de la vida directamente, apar- |
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Repentinamente el teatro alemán se
ha sentido atacado de una crisis cruen- ta. De temporada a temporada una mis- ma corriente de frío mortal cruzó; los es- cenarios todos. En un pueblo como Es- paña, verbigracia, la crisis teatral ape- nas si desborda, en sus efectos, más allá del bolsillo de los empresarios; en Ale- mania, donde el teatro no se imagina para divertir a la burguesía, donde el teatro no es siquiera imaginación, sino vida, y casi vida elemental, representa nada.menos que una conmoción pública. A principios del siglo, cuando el tiem-
po se renovaba de sí mismo, el teatro alemán se rehacía de su propio deshe- cho. Max Reinhardt—¿quién podría ha- cer el diccionario de tonterías españolas dichas sobre Reinhardt?—introdujo, con Schell und Rauch, en el escenario, co- mo actores sigilosos, dos nuevos valo- res : la estética y la dinámica. Con esto de la dinámica concentrada en el esce- nario, Reinhardt conseguía un espejo de la naturaleza de años después, veteada de carreteras, de rutas de aviones y de huellas de las palabras radiadas. La co- lonización teatral de Reinhardt con sus dos nuevos elementos surtieron la vida del teatro de amenidad y diversidad durante todo el trecho de tiempo que va desde 1901 hasta 1918, cuando el es- tallido de las bombas comienza a ensar- tar en el mismo ritmo la emoción de la calle y la del escenario. Reinhardt y to- dos sus discípulos, que invadieron la di- rección de los principales teatros de Ale- mania , no hacían teatro nuevo, sino que renovaban el viejo; no eran revolucio- narios, sino reformistas. Por eso consiguieron con relativa celeridad la solidaridad de la burguesía, la cual, a pesar de su torpeza intelectiva, ha dispuesto siempre de un ne- gro instinto cultural de de- fensa que le va dictando su moral; a esta solidaridad de la burguesía alemana corres- ponde la solidaridad que la burguesía del Centro y Sur- europa dispensó al muerto grupo de literatos y artistas «puros» y esteticistas, los del arte al margen de la polí- tca. El movimiento teatral que produjo la escuela de Reinhardt no consiguió más que desanquilosar las viejas formas del teatro burgués, precipitando a este teatro en la descomposición. Si al- go puede agradecérsele des- de un punto de vista autén- ticamente humano es éso. Al fenómeno escenográfico representado por Reinhardt correspondió otro que ha ejercido sobre la literatura teatral idénticos efectos: el " eme representa George Kai- |
ser — la primer figura del movimiento,
aunque tal vez no la más intere- sante —, a quien puede conceptuar- se como el matemático de los vie- jos autores teatrales. Y digo el mate- mático porque toda su novedad litera- ria, que depende exclusivamente de una- técnica singular, no consiste sino en jugar con ideas elementales, es decir, con números imaginativos, lo cual re- duce el viejo teatro a abreviaturas, a poco más de nada, a planteamiento de problemas morales que a nadie le inte- resa ya resolver—que cada uno se los ha resulto ya a sí mismo en Alemania—, informados por el infantil de la lucha ética entre el capital y el trabajo. Geor- ge Kaiser destripa los secretos de sus progenitores, los vence y se vence él mismo con ellos. En este despejado ambiente,, en el
olor de pólvora que quedó en las con- ciencias después de la guerra, nace el teatro político, el «Arbeitertheater», a un tiempo en Rusia y en Alemania. En Rusia comienza con un análisis de tea- tro, El pájaro azul, que pasó' por Espa- ña entre la ceguera—sin dejar más hue- lla—huella profunda—que un libro de Jesús Bal, Hacia el hallet gallego, que todavía puede ser hoy un programa mí- nimo de ideas para la elaboración de ún teatro español—el cual tuvo una flora- ción fenomenal en Meyerhold—. En Ale- mania, Piscator, temperamento curtido en la guerra, y la organización imponen- te del «Arbeitertheater» (teatro del tra- |
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intervención de la literatura,
de lo amanerado; reciente- mente me decía Remarque que hay que llegar a «ha- cer» teatro sin escribirlo an- tes, para comenzar de nue- vo, como comenzó la tra- gedia griega, como comenzó la comedia. Y si en España lo escandalizaran demasia- do, podría agregarse: como ,omenzaron los ritos religio- sos, como comenzó el sacri- ficio de la misa. Berlín, febrero. |
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tando
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DONGO saca la gaita
y les diee a ustedes que en este número no hay "Reseña Teatral". Por falta de espaeio. En el próximo número hablará de "Maya", "El Monje Blanco" y ''Triángulo". Y si, en el ínterin, hay cualquier otro apreciable estre- no, también le dedicará alguna cosita«) |
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NUEVA ESPAÑA
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13
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CUATRO DIÁLOGOS FAMILIARES
DE CERVANTES
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por ü Z O R I N
saben lenguas y han estudiado Filosofía
y que conocen todos los ramos del sa- ber... ; digo yo que eso es lo que ha de quedar, lo que ha de perdurar, y no las frivolidades, chanzas y "bulerías de otros escritores. MIGUEL
¿ Qué escritores ? Vamos, di, ¿ qué es-
critores ? ¿ Quiénes son esos escritores ? MAGDALENA
¡Por Dios, Miguel I ¡Por Dios! ¿Es
que te incomodas? ¿Pero cómo ha de pa- sar por mi imaginación el aludir para nada a lo que tú escribes? ¿No soy yo la primera admiradora de todo lo tuyo ? ¿ No le digo yo a todo el mundo que tú tienes mucho talento? MIGUEL
Bien, bien; conformes, de acuerdo.
Bien, bien. MAGDALENA
¡ Qué sequedad ! ¡ Qué brusco eres al-
gunas veces, Miguel! Perdona que te lo diga. ¿Así'tratas a quien tanto te quiere? MIGUEL
Si quien tanto me quiere, es decir, mi
hermana Magdalena, quisiera quererme un poquito más... MAGDALENA
¿Qué haría tu hermana Magdalena,
qué haría yo? MIGUEL
Dejarme trabajar en paz, con tranqui-
lidad, con sosiego, con reposo, con sere- nidad. MAGDALENA
¡ Jesús, Jesús ! Eso es decirme que me
"vaya; eso es echarme. Me voy, me voy. ¡ Dé usted consejos a estos escritores! ¡ Ándese usted con finuras con estos no- velistas ! ¡ Jesús, Jesús ! (Se marcha Magdalena. Miguel se pone a escribir. Pausa. Aparece en la puerta
Constanza, pazguata y zoncita. Habla
desde el umbral.)
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(De la comedia "Cervantes
ó la Casa encantada.") (Conclusión.)
MIGUEL
No.
MAGDALENA
Si no la conoces, Miguel,,
MIGUEL
Entonces, si no la conozco, ¿ cómo me
me va a gustar? MAGDALENA
Eso digo yo; si la conocieras, te gus-
taría. MIGUEL
O no me gustaría,
MAGDALENA
¿ Qué sabes tú? ¿Es que puede darse
una cosa más fina, más deliea-da que la poesía del padre Fulgencio?... Oye, oye: me han hablado del libro que acaba de publicar Francisco Pujalte. ¡Oh Pu- jalte ! j Qué gran sabio ! ¡ Cuánto sabe ! Se titula ese libro Disquisiciones de natu- ral filosofía. ¿Lo has leído? ¿ Te han ha- blado de él? Yo soy profana en esas cues- tiones tan hondas; no llego a percanzar toda la profundidad de esos problemas; pero me gustan, vaya, me gustan esos libros sólidos, bien hechos, escritos por hombres que tienen genio y prepara- ción... Cuidado. Miguel, cuidado: que yo no digo que las historias de aventuras, las novelas, sean cosa baladí. Todo tiene su mérito; pero esos libros profundos, esos libros de erudición, son cosa aparte, todo lo mejor que puede escribirse. ¿No opinas tú también así? Pujalte, hay que reconocerlo, es de los hombres que más valen en España ; tiene una sólida pre- paración. Sabe griego, hebreo, latín. Hombres así ya pueden escribir. ¿No es cierto, Miguel ? Hombres así ya pueden escribir. |
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MIGUEL
Por cuarta, quinta o sexta o décima
vez : sobrina. CONSTANZA
Que dice mi madre... ,
MIGUEL
¿Qué dice tu madre?
CONSTANZA
¿Me perdona usted que lo diga, tío?
MIGUEL
Te perdono que lo digas, sobrina.
CONSTANZA
¿Se incomodará usted, tío?
. MIGUEL
No me incomodaré, sobrina.
CONSTANZA
De veras, ¿ no se incomodará usted ?
MIGUEL
Lo que va a pasar es que voy a inco-
modarme por no incomodarme. CONSTANZA
Pues no se lo digo a usted.
MIGUEL
Ya estoy incomodado.
CONSTANZA
Pues desincomódese usted, tío.
MIGUEL
Ya estoy desincomodado.
CONSTANZA
¿Tranquilo del todo, tío?
.MIGUEL Tranquilo del todo,
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MIGUEL
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Que escriban.
MAGDALENA
¿No quieres tú que escriban?
MIGUEL
Que escriban,
MAGDALENA
¿Y no crees tú que para, escribir se
necesita tener esa preparación sólida, honda, que tiene Pujalte? |
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MIGUEL
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}ue la tenga.
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MIGUEL
¿ Qué dice tu madre ?
CONSTANZA
Dice mi madre...
MIGUEL
¿Qué dice mi hermana Andrea?
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MAGDALENA
Lo demás, Miguel, son cosas frivolas,
superficiales. Cuidado, no interpretes mal mis palabras; yo pongo siempre aparte lo que tú haces. Eso es sagrado para mí. Pero digo yo, creo que digo bien, que lo que escriben estos escritores sólidos, que |
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NUEVA ESPAÑA
diga algún capítulo? ¿Q.ié capítulo quie-
res que te diga? MIGUEL
¡Bah, bah ! ¡ Eetrech n, zalamera!...
Con esa labia, ¿ cómo no 1 as de cautivar a todos? ISABEL
¿ Tú crees que tengo yo t-impatía ?
MIGUEL
¿Que no tienes tú simpatía?
ISABEL
¡Oh, si yo la tuviera! Yo quisiera te-
nerla para... MIGUEL
¿Para qué quisieras tener 1> que tie-
nes? ISABEL
Para hechizar a mi quei ido p dre y de-
cirle : «No hagas caso de parlerí: 3 y cuen- tos. Tú vales más que to.los. E as histo- rias y novelas tuyas son como el oro al lado de la escoria. Y la escoria í an todos esos librotes sabios, m icizos, eruditos que escriben los que no te llegan a ti ni a la suela del zapato.» MIGUEL
¿Lo crees tú eso?
ISABEL
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14
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MIGUEL
Y no les he tirado una silla a la cabeza.
ISABEL
¿Por qué les haces caso?
MIGUEL
No les hago caso.
ISABEL
¿Por qué te entristeces?
MIGUEL
Si todas las mujeres fueran cerno tú,
como mi hija Isabel, yo no me entriste- cería. ISABEL
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CONSTANZA
¿ Se lo digo a usted ?
MIGUEL
Dímelo.
CONSTANZA
Es que es una cosa muy delicada.
MIGUEL
Pues espera a que no esté tan delica-
dita esa cosa para decírmela. CONSTANZA
¡ Ay, ay I Yo no quiero que mi tío se
burle de mí. MIGUEL
Pues acaba, ¡caramba!, y dime lo que
dices que dice tu benditísjma madre, mi hermana. CONSTANZA
Dice que por qué no hace usted algo
para <jue salgamos de esta situación. MIGUEL
] Lo que voy yo a hacer es tomar la
puerta y marcharme con cincuenta mil demonios I CONSTANZA
I Jesús, Jesús, Jesús !
(Se marcha Constanza.) MIGUEL
I Habrase visto I j No, y parece tan zon-
cita y para poco! Si no fuera porque en el fondo es buena... Buenas son todas, sí, en el fondo. [ Lástima que se tenga que rascar y hurgar un poco para llegar a ese fondo I (Miguel permanece un momento con la
frente reclinada en la mano ; luego, es- cribe ; después, como no cesa el estré- pito, torna a -meditar, con el codo en la mesa. Entra en silencio Isabel; se va acercando de puntillas al caballero y le da un beso en la cabeza.) |
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ó
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Quieres que todas sean como yo?
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MIGUEL
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Y yo te querría..., te querría, I: abel,
querida Isabel, te querría un poco más cerca de mí. ISABEL
¿No estoy cerca? ¿No estoy junio a ti?
MIGUEL
No es eso, Isabel. ¿Dónde fuiste an >-
che ? Te oí, estaba yo desvelado; te t'í salir. ISABEL
Fui a casa de Leonor Acosta.
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Y tú también^
¿Yo? |
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MIGUEL
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MIGUEL
¿Por qué vas a casa de Leonor Acosta
a esas horas? ISABEL
Eran las diez; tú te acostaste muy
temprano. Las diez, en mayo, en este tiempo, es una hora temprana. ¿No quie- res que vaya a «asa de Leonor Acosta? MIGUEL
Quiero, Isabel, tenerte siempre junto
a mí. Soy un poco egoísta. Como la di- cha para mí es tan deleznable, tan fugaz, quiero tener prisionera entre mis manos la poquita dicha que tengo, y esa dicha, Isabel, eres tú. Y no quiero, no quiero verte por ahí, fuera de casa... Me entran, al pensarlo, pensamientos muy tristes... ISABEL
¿ Te entristeces otra vez ? Ten confian-
za ; sé fuerte. Fuerte, animoso te quie- ro yo. MIGUEL
¡ Ah, Isabel! ¡ Cómo me alienta el oír-
te así! Tú quieres que sea animoso. ISABEL
¡ Animoso, muy animoso !
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ISABEL
Sí; pero muchas veces dudas de ti
mismo, y eso es lo que yo no quiero. MIGUEI,
Pues asísteme tú a i »das horas y no te
sep ires de mí. ISABEú
¡ Nunca, nunca ! ¡ S empre -i tu lado !
Y la prueba de que 11 quiero... MIGt EL
¿Qv.é9
ISA ¡SEL
La p:ueba de que te quiero es que...
MI iUEL
Lo sé.
ISABEL
¿Quién te lo ha dicho?
IIGUEL
Te he soiprend do. Tú no me has visto.
ISABEL
¡Ah, no; eso no vale! ¡Yo estaba ha-
ciendo en seo re'o esa labor para regalár- tela el día de í u santo, y ahora resulta que tú estabas enterado! MIGUEL
Perdona mi 'ndiscreción. Es muy bo-
nita. ISABEL
¿Quieres ver cómo la llevo?
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MIGUEL
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[ Ah, Isabel!
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ISABEL
¿Estás triste, tienes alguna pena?
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MIGUEL
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Ahora ya, no.
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ISABEL
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¿Antes, sí?
MIGUEL
Antes no podía trabajar.
ISABEL
¿ No podías trabajar por estos ruidos de
la casa? MIGUEL
Por estos ruidos y por todo.
ISABEL
¿Ha estado aquí tía Andrea? ¿Ha es-
tado tía Magdalena? MIGUEL
Han estado las dos.
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MIGUEL
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¿Para qué?
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ISABEL
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Para que escribas muchos libros como
esa historia de don Quijote, tan bonita. MIGUEL
¿Te gusta a ti ese libro?
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HIGUI C
Vamos a tu c.:arto.
(Se marchan los dos ) |
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ISABEL ISABEL
, Y han vuelto a sus temas de siempre? Lo sé de memoria--- ¿Quieres que te
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^■™
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"■■
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NUEVA ESPAÑA
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15
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CINEMA
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ARTE DE MUCHEDUMBRES
por
JOSE DE LA FUENTE |
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El arte por el arte, desligado de ten- crear y trabajar para la «élite». Eené
deneias, no lo comprendemos más que Clair pretende, por el contrario, que el en una situación paradisíaca; pero mien- cinematógrafo debe ser meramente «es- tras no lleguemos a ella, el artista, el piritual». verdadero artista, llámese Epstein o Por ser arte de masas, los rusos han
Clair, ha de sentir el dolor del mundo y triunfado en este terreno. Son los pri- |
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ble, porque va directo al alma de las
multitudes, porque habla para ellas y porque, siendo el primer arte dinámico, facilita la comprensión sin grandes es- fuerzos. Esta es una de las ventajas en las
que se basa la enseñanza por medio de «films». El niño comprende mejor y re- cibe con mayor utilidad las lecciones ilustradas. En los libros de primera en- señanza se multiplican las imágenes pa- ra hacer más llevadero y comprensible el estudio. Llegará tiempo en que es- tos libros hayan sido sustituidos comple- tamente por «films» con el mismo con- tenido. Las perspectivas de la Historia Natural, Historias políticas o sociales, Geografía, Física, etc., están en el cine-' ma, así como las de la educación social, técnicas diversas, aprendizajes especia- lizados, etc. Todavía no se han notado los horizon-
tes del nuevo arte. Las visiones que de ellos tenemos son incompletas, por la conformación de nuestro espíritu, hecho en otra época; pero la afirmación rotun- da de la revolución causada por el ci- nematógrafo es evidente, y sólo puede reducirle a unos pedantes límites estre- chos algún que otro miope. No habíamos ni siquiera supuesto sus
límites cuando, para sumirnos en el es- tupor, aparece el cinema sonoro. Los horizontes, las perspectivas de antes re- sultan empobrecidas comparándolas con las actuales. Sólo pensando en la fuer- za antianalfabética que ahora puede ofrecer, nos hacemos ilusiones de un fu- turo, no muy lejano, en que toda igno- rancia esté abolida del mundo con todas sus revolucionarias consecuencias. El querer reducirlo al discutible terre-
no de las minorías sería pretender robar lo que en principio pertenece a todos, llevar el capitalismo hasta el extremo. Y esto no se puede hacer.
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Un momento de la más nueva película de "Ufa", El Diablo blanco, filmada por Walkoff,
según el argumento de la novela de Tolstoi. |
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ha de traducirlo, ya en ironías o bien
en profecías. Nadie se puede escapar a las inquietudes actuales, y mucho me- nos los artistas del cinema, que han de depender en absoluto de las necesida- des morales de su público, que es la masa, la tan despreciada galería, para la que el cinema es un texto de estudio, de educación, que, bien orientado, dé los resultados que ya podemos compro- bar en Asia, gracias a la eficaz labor de las «films» soviéticas. El cinema es un arte eminentemente
propagandista. Es vehículo de ideas, modas, costumbres, aunque no quiera. Es, por lo tanto, un arte de muchedum- bres, no de una minoría, sospechosa- mente selecta, como alguien pretende hacerlo. Por eso estaban retirados de él los «intelectuales». Más nos valía que no se hubiesen acercado, porque no quieren hacer arte de masas; la despre- cian, sin saber que es ella la fuerza y la inteligencia que rige el mundo. Algu- nos, verdaderos valores, han comprendi- do esto y trabajan en pos de ello. León Moussinac, en Naissance du cinema, di- ce : «Como el teatro de Esquilo, de Sha- kespeare, de Moliere, el cinema será po- pular o no existirá.» Jean Epstein afir- ma, en la Revue Hebdomadaire, que «hacen falta al cinema sus cien millones de ojos. Hay necesidad de esta muche- dumbre para vivir y para progresar». No abundamos las citas porque esto
no da el convencimiento. Ha sido un apoyo, una ayuda para demostrar que no todos los intelectuales pretenden |
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meros que al nacionalizarle han raciona-
lizado el cinema. La propaganda comu- nista que hacen está introducida en un vehículo más artístico, más agradable, mas humano que el que emplean los amerioanos en su propaganda de cos- tumbres burguesas. El cinema en manos de quien lo se-
pa manejar o tenga libertad para ha- cerlo, es un arma de captación formida- |
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Hall de entrada en un cine de Berlín,
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NUEVA ESPAÑA
para ellos el único motivo de asociación
es su profesionalidad, que sus solos fines comunes son los docentes. Y que él agru- parse en torno a credos políticos o reli- giosos es dividirse y llevar contiendas adonde sólo debe haber comunidad de ocupación. POLÍTICA.—Pero si la Universidad es
centro de cultura, no es la cultura mis- ma. Si su interno sosiego le procura aca- tamiento social, este mismo acatamien- to la inviste de autoridad y le infunde responsabilidad. La cultura de una nación no se halla
sólo en las aulas, sino, viviente a lo largo de sus instituciones. De las sociales. De las jurídicas. De las políticas. Sentirse centro, vigía suyo es debél-
ele la Universidad, cuando sanamente siente en su pulso la sangre del tiempo y de la patria. Y que en tal vigilancia haya de ponderar su agresividad no sig- nifica que haya de excluirla. Así, si principios políticos por siem-
pre incorporados a la cultura de su tiem- po son ofendidos y forcejean aquellos, en quienes se hicieron ya somero sentimien- to y aquellos para quienes se enquista- ron su animadversión; si la faz repre- sentativa de la nación toma gesto truha- nesco; si las normas jurídicas son infrin- gidas ; si la libertad, fina obra de. cultu- ra, es secuestrada, deber de la Universi- dad es denunciarlo desde su puesto vigi- lante. Sin tener predefinición política, sin buscarla, denunciarlo, y, en la íntegra medida de sus posibilidades, combatirlo, sirviendo puros intereses de cultura, en- tre los que los políticos tienen neto indos- plazable valor. Tal, hoy. |
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16
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UNIVERSIDAD
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ACONFESIONALISMO Y POLÍTICA
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LOPEZ-RE Y
husando cuanto, pueda distraerla de su
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por JOSE
Frecuentemente se muestran inconci-
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auténtica función
Dicen : La Universidad es—debe ser—
superior centro de cultura. Los que allí van han de hacerlo por escueto afán de ésta. No van a, sofísticamente, aprehen- der argumentos para mantener tal o cual idea, sino en busca de ideas. No se va buscando una ganzúa, sino un camino. Y ganzúa buscan los que quieren que en la Universidad articulasen externamente su intimidad religiosa, que cuando es auténtica es política. Mas tal aspiración apenas existe, sino
encubriendo más bajo propósito. Al cató- lico español no le interesa aclarar, en ade- mán oferente, sus ideas, sino incrustar- las. De ahí el fracaso de su catequesis, cuya única arma eficaz viene siendo la coacción. Y ésta, lo más frecuente—cuan- do no se colorea de venalidad—■.; en for- ma de anatema. En tal guisa han llegado los muñido-
res de la agremiación católica a los claus- tros pidiendo a los estudiantes inscribirse en sus filas. Baldíamente: el estudiante las evita, porque halla en su rótulo con- tradicción o impertinente redundancia con sus ideas. Sólo aquellos, para, quienes la contra-
dicción no cala a lo moral o aquellos para quienes la redundancia y la impertinen- cia son castizas esencias, acuden al lla- mamiento. Los estudiantes, en suma, afirman que
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liables estos dos términos al ser mante-
nidos p combatidos por un individuo uni- versitario : Un estudiante de los que en- comiendan su vida escolar a la regencia de un obispo, combatirá primero la po- lítica y luego el aconfesionalismo en el que supone envainada aquélla. Luego alardeará, ufano, de su restric-
tivo apellido confesional. Parece como si los hijos de los afilia-
dos a la U. P. hubieran seguido el in- trincado ejemplo de sus padres, ideado- res del modo apolítico de la política, in- ventando ellos ahora la manera confesio- nal de la aconfesionalidad. Un estudiante «profesional» titubea
creyendo ver hendida su limpia adscrip- ción a la Universidad por el afán que le hace abrir las aulas al viento do la calle. Acaso el titubeo de quien se siente
contradictoriamente cruzado por dos so- licitaciones y el ademán expeditivo de quien las resuelva mañeramente, basten para ponderar la honradez de cada uno- Pero no es el discernimiento de ésta, por superfluo, lo que mueve a escribir este artículo, que no tiene pretensión de con- fundir a enemigos, sino de aclarar los es- escrúpulos de quienes temen hollar con su paso su cardinal preocupación. ACONFESIONALISMO . — Los que
propugnan éste se oponen a que la Uni- versidad adopte definición política, re- |
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SCHKID. LA REPÚBLICA DE LOS VAGABUNDOS
por BELYK y PANTELEEV
Traducción del alemán de W. Roces
423 páginas.«-Seis pesetas «A través de las páginas de este libro, vivido y viviente, el lector sensi-
ble verá, con la emoción del que asiste al alumbramiento de iuna criatura, cómo ese tipo de hombre nuevo, y mejor que el tipo el hombre mismo,, se va arrancando trabajosamente ä los primeros materiales bárbaros, que es lo único que puede dar la Naturaleza. Detrás de tanto libro de guerra y del es- pectáculo de destrucción de hombres y generaciones, es consolador poder asistir en éste a una gestación y a un nacimiento.» |
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Editorial Cénit, S. A. Apartado 1.229.~~MADRID
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Exclusiva de librerías? C. I, A. P., Librería Fé, Puerta del Sol, 15.--MADBI!
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NUEVA ESPAÑA
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sión en los géneros es, para Lasserre, una definición del
Romanticismo, que en las Correspondencias, de Baude- laire, alcanza su más perfecta expresión estética. Creer que la forma, nada confusa, de los románticos fué fruto esporádico de la casualidad es tan absurdo como pensar que Mozart descubrió la forma de sus sinfonías por puro cálcu- lo, como Pascal las proposiciones de Euclidts. Yo creo que una de las cualidades esenciales del Ro-
manticismo ha consistido en la propensión a conceder una categoría de exclusividad a un concepto cualquiera, en per- juicio de todos los demás. De este modo se hace fácil com- prender cómo dentro del Romanticismo caben las actitu- des más opuestas y los puntos de vista más diversos. Ro- manticismo equivaldría, en este caso, a Extremismo, que es, desde luego, una de sus actitudes peculiares. Conviene no confundir matices y gustos propios a los años en que el Romanticismo llega a su apogeo, con lo que es esencial a la «idea» romántica, aunque aquéllos le den un sazona- miento especial. Por otra parte, gentes arrebatadas han existido en todo tiempo, pero ese arrebato de su obra o de su temperamento era la excepción, mientras que en el Romanticismo era norma típica. Si se tiene esto en cuen- ta, no habrá peligro en caer en confusiones diciendo que Juan Cristian Bach era un «romántico» (es decir, que se comportaba al gusto de los románticos), mientras que Le- conte de L'Isle era un «clásico», es decir,.que sentía afi- ción a un cierto helenismo de reciente cuño. El geometrismo abstracto de Picasso y, en general, la
actual vuelta a la forma—esto es, a las formas pretéritas, que, por desuso, se han enfriado hasta un grado apetecible por contraste con las formas pasionales, cosa que viene a ser una adaptación del medio a nuestras necesidades, fe- nómeno esencial del Romanticismo—no significa una opo- sición contra la totalidad de las cosas, sino contra ciertos aspectos de ellas, que han dejado de ser inactuales en un momento preciso, lo cual no quiere decir que se haya vaciado su contenido, sino que, al contrario,, han saturado nuestra capacidad, del mismo modo que un alimento deja de ser apetitoso, no porque se haya consumido su cualidad alimenticia, sino porque ella ha alimentado nuestra nece- sidad hasta un punto que convierte én superfluo al agente, mientras tanto que no se descargue el organismo ahito—, este movimiento actual que comenzó en la músi'ca por la evocación de las formas danzables de la «suite» diecioches- ca y por la manera novecentista de enfocar la forma de Fuga, y después en la pintura por la divinización de la |
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Romanticismo y Academia
Un siglo de experiencia
por Adolfo Salazar
(Conclusión)
III
Categorías retóricas, a las cuales bastaba una definición
más o menos exacta en sí misma, pero qué no se despren- día de la realidad objetiva, sino que la precedía, forzán- dola de antemano a una inflexión particular ; programa, pues, perfectamente romántico, en donde el sentimiento o la voluntad sentimental determinan la forma. Así, esos tipos de neoclasicismo arquitectónico o poético que han se- guido históricamente a cada período barroco, de cuyos ex- cesos querían ser triaca, sin comprender que lo único que hacían era cambiar de tema ; mas enfocándolo con la idén- tica predisposición sentimental. Se adjudicó a priori al clasicismo un poder de subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y en una decidida voluntad a ser clásicos (como si ello no constituyese una fantasía romántica de la más pura especie), se comenzó desde la Asamblea del 8g por crear entidades dominadoras : «Libertad», «Igualdad», «Fraternidad», y después se cantaron odas y crearon fiestas corales para divinizar a la diosa Razón, al Ser Supremo, a la incorruptible Justicia. Así nacido, el Positivismo iba a crear otra diosa de la misma familia : la Economía, y hasta la ciencia más precisa y remota, la Mecánica Celes- te, era para los contemporáneos de Laplace lo que la Bo- tánica en manos de Rousseau. Todos nosotros hemos cono- cido la iniciación sentimental en las ciencias naturales a través de Flammarion y sus congéneres, en cuyo cienti- fismo novelista el Diplodocus o la nebulosa de Orion con- servan aún fragante esa ambición órfica de los primeros años románticos.
* * *
La disyuntiva entre sentimiento y razón ha sido él
tema pertinaz de la crítica estética del último siglo, como si el romanticismo no tuviese «sus razones». Se hizo deci- sivo para juzgar una obra de arte el que predominase en ella la forma o el sentimiento ; predominio, naturalmente, en- tendido según las apetencias del tiempo, y sin querer ver que si el Romanticismo creaba nuevas formas adecuadas al tipo sentimental procedía exactamente como los que en sus tiempos crearon aquellas otras formas que se denomi- naron «puras» ; pero cuya principal pureza ■consistía en que le estaban impuestas al artista por una exigencia so- cial que le relegaba a una categoría servil, mientras que el Romanticismo, consecuente con su idea de libertad, bus- caba una forma libre, idónea con el motivo inspirador ; mas no por eso imperfecta. Si hubo imperfección por par- te de algunos se debe a su particular debilidad como artis- tas, debilidad técnica y tectónica contra la cual existían reacciones violentas, como la de los Parnasianos; tan seme- jantes en rasgos generales a sus contemporáneos pintores. oue basta con pasear por las salas francesas del museo del Louvre con una Antología en la mano para comprobar jel postulado de Süengler de que dos artes de una época se parecen más entre sí eme dos fases distantes de un mismo prte El helenismo revive en Leconte de L'Tsle. el exotismo de Gautier se particulariza en el criollismo de Heredia' v de Baudelaire, v con el funambulismo de Banville se crea, un poco por todos, esa «bohéme», tipo neto de un roman- ticismo trashumante, eme alcanza su climax en Verlaine, el admirable, el perfecto, impecable Verlaine. Que éste retuerza el pescuezo a la elocuencia o que la elocuencia derrame sus olas verbales con Hugo, o con Flaubert, con Stendhal "o con Balzac, todo es uno y lo mismo, el Daca- nismo de Leconte, el marmóreo, o el cristianismo de Re- nan : en Tréguier pudo haber vivido Emma Bovarv ; Me- lara v Byblos son pasto exótico de la misma apetencia : el nazareno Tesús pudo haber desfilado por las náginas vi- sionarias de Las tentaciones de San Antonio, Confu- |
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NUEVA ESPAÑA
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tenerse, a entronizarse, a convertir la necesidad primaria
en norma imperativa. La entidad Estado se cimenta por turno en cada uno de sus postulados y generaliza volens nolens la individual apetencia convirtiéndola en norma universal. Nace el Código, entidad suprema del clasi- cismo. Del clasicismo, ilusión suprema de todo movi- miento romántico. Museo de todos los Cézannes. Corona- ción imperial de todo arrivismo. Fase final de un ciclo en la cual acabamos de poner el pie y de la que Roma, Moscú son enérgicos síntomas. Vuelta a empezar, pues, nueva carrera hasta que liquidada enteramente la" cultura cristiana se llegue a un nuevo estado religioso y cesáreo cuya ruina comenzará a gestarse desde el momento mismo de su proclamación. Cristo sube al Cielo al morir como hijo del Hombre. Y el hijo del Hombre comienza a arre- jarle del Cielo desde aquel instante mismo. Queramos o no, somos rueda en la máquina, grano
en el torbellino. Nos movemos según nos mueven. Hijos del tiempo en que vivimos, no escaparemos a su impera- tivo merced a artificios retóricos. La única moral conce- bible es la de responder alegremente al impulso vital, obedecer al impulso, a la interna apetencia. Todo lo más, estimularla con vermuts ideológicos... o con charlas de café. No ataquemos más una actitud viva en nombre de un principio retórico. Que cada cual cumpla lo más fielmente que pueda el papel al que le obliga un determinismo ciego : éste, declarándose antirromántico ; este otro declarándose clasicista : odio y amor que fueron polos del siglo román- tico y de todos los siglos. En el mejor de los casos, pon- ga empeño en una labor útil, en un arte útil, no en un arte egoísta, egocéntrico y voluntarioso. Vaya, eso sí, im- pulsado por una voluntad recia. Voluntad de marcha, por lo mazorral o por lo pulido, por la senda o por la es- carpadura, por el cielo o por el infierno, por lo frígido o por lo cálido; seamos fieles a nuestra norma interior y esa fidelidad nos dará un estilo. EDITORIAL PLUTARCO
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ACABA DE PUBLICARSE:
Segundo tomo y mapas de
La España del Cid
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Ramón Menéndez Pidal
Director de la Real Academia Española
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C A V O U R
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de la Academia Francesa
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LA AMANTE) versos, segunda edición, por
Rafael Alberti. EL ARTE DE BIRLIBIRLOQUE, por
José Bergantín.
LECTURAS de HISTORIA de ESPAÑA
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Claudio Sánchez Albornoz y Aurelio Viñas |
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geometría y de lo específico de los valores puros, es neta-
mente una exageración, una pasión romántica, con su ex- clusivismo típico y su desprecio de todo valor colaborador, a los que se considera superfluos. El discursismo de la estética actual, su enconado razonamiento, adolece en la mayor parte de los casos de una falta de razón asombrosa, de una violenta voluntad de razón imperiosa, dictatorial y fulminante, como «re»-volución que es, o sea «res-movi- miento, «re»-gresión, reacciones a las que se dota genero- samente de una gran capacidad de alcance, por más que su radio sea de vista corta. La alternación entre revolu- ción y regresión es constante en el Romanticismo, la inno- vación tanto como el academismo. Destrucción que se toma por creación, regresión a la que se cree progreso, servi- dumbre que se proclama por liberación, constituyen para Lasserre otros tantos aspectos del alma romántica, y la recíproca es cierta en la misma medida, postulado que ge- neraliza el famoso adversario del Romanticismo diciendo que es un partido de individualismo absoluto en el pensa- miento y en el sentimiento. Pero se equivocaría toscamente quien en las actuales revoluciones de d;ctadura estatal vie- ra un movimiento anti-individualista, siendo así que, como toda oligarquía, es el entronizamiento le una voluntad sin- gular contra la muchedumbre de voluntades plurales. De París a Moscú y dé Marat a Lenin, el péndulo no ha teni- do un momento de quietud, ni lo tendrá jamás mientras haya vida en el planeta. El cambio de jerarquías y su al- ternación es consecuencia del dinamismo romántico, y ellas, como los principios retóricos, acaban en un callejón sin salida del individuo exaltado a la categoría inmortal : cesar o miembro del Instituto. El apotegma del gran ro- mántico que fué Delacroix : Von finit toujours par le fini, presagia ya la muerte académica de toda revolución, y nuestra énoca tiene dónde escoger, sea en Debussy. en Ra- vel, en Schoenberg, en el mismo Strawinsky, en Picasso, en la infinitud de escritores franceses de la érioca de puerra, contra los cuales ha reaccionado ese tipo de imperfección siempre distinta v siempre actu.il, ese «mal de cada día», que tiene una perientoriedad vital, paltntante, efímera, ; pero cada día renovada : una enfermedad que es una vir- tud, y cuya imagen fiel se observa en el periodismo, la gran creación romántica y su símbolo fervoroso. IV
Derechos del hombre, de la plena Humanidad colin-
dan! e con los dioses olímpicos ; derechos del burgués, de la clase llana, inteligente y sensible ; derechos de la mano de obra, de la colaboración mecánica de la inteligencia, indispensable como factoc material, pero necesariamente subordinada; sin embargo, equiparada con la facultad creadora, según una tasa económica del valor de la produc- ción : tales son las tres etapas por las que ha pasado la revolución romántica, a sea la liberación de jerarquías im- puestas por prerrogativas de sangre y de historia. Un movimiento, pues, impelido de abajo a arriba desde la más profunda conciencia de ser, la cual va descubriendo esa interioridad en sus tres fases sucesivas que salen a la luz exigiendo el cumplimiento de un derecho : el de- recho a ser, a existir; derecho que se equipara en segui- da y declara batalla al derecho que se encuentra previa- mente establecido. Derecho del hombre, de la Humanidad, en su cualidad divina, asistida por todo un cortejo de atributos de un brillo un poco operístico, y que se con- cretan en seguida en dos más ceñidos y de mayor calibre : sentimiento y razón, sensibilidad e inteligencia, fase, ésta, que coriesponde al auge del Romanticismo. Más tarde, derecho de las funciones fisiológicas, como impe- rativo primordial ; principio de la vida eme, por una re- versión típicamente romántica se convierte i-b^o íacto en fin supremo. El movimiento ascensional de donde mana la fu< nte dinámica de la revolución romántica, una vez arribado al punto apetecido adnniere ese instante de plenitud que es, en síntesis, lo «clásico». Tiende a de- |
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MUEVA ESPAÑA
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CARTA BE PARIS
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El drama de una generación
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por J. G. 60RKIN
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v'olenta reacción contra la guerra, que
lknó su espíritu de rebeldía. «¡Nos han encañado!», gritaron apretando los pu- ños. Y este grito significaba un derrum- bamiento en sus conciencias: el derrum- bamiento del edificio social existente, |
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te, contra los actuales valores del pensa-
miento, la cultura y la civilización bur- gueses. De esta implacable trituración, sólo dos valores literarios se salvan, el uno muerto y el otro vivo: Zola y Bar- busse, por enemigos del pensamiento bur- |
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Dos de los escritores más destacados
hoy y más representativos de la nueva generación de escritores de ambos lados del Ein, Glaeser y Arland, han plan- teado con un corto intervalo, el primero en un largo artículo, el segundo en ni a interviú, un problema que constituye, di- gámoslo así, la preocupación máxima de una serie de intelectuales, sobre todo jó- venes, en todos los países, y particu'ar- mente en aquellos que sufrieron y sufran de la guerra: me refiero al problema del hombre y de las clases en el arte. Fl au- tor de Los que teníamos doce años nos habla del «hombre sin clase», y el 'j vtn laureado del premio Goncourt, el autor de El orden, refiriéndose al obrero, dice: «En presencia de un obrero veo, ante io- do, al hombre; sólo después se me t cu- rre pensar en su clase.» Esta manera de plantear el problema encierra, a mi en- tender, lo que yo llamo—con mi amigo Habaru, redactor jefe de Monde—«el drama de una generación». Este mismo «drama» se refleja en la
obra de otros muchos jóvenes escritores alemanes y franceses—limitémonos a los de estos dos países—, y particularmente en la novela Berlín-Alexanderplatz, de Doeblin, y en el libelo fi- losoficoliterario Muerte del pensamiento burgués, de Berl, por no citar más que a éstos. Doeblin. nos refie- re, al parecer, la vida pri- vada de un hombre, Bie- berkopí, personaje com- plejo, anárquico, inquie- to, atormentado, desespe- rado. Es un personaje ideológica y socialmente representativo de una épo- ca transitoria, la actual, y de una generación intelec- tual que lucha consigo misma, que sufre, que se busca. Bieberkopf es el propio Doeblin, como Gil- berto, el héroe central de El orden, es el intérprete de Arland. (Quizá fuera más exacto decir que a Ar- land se lo disputan Justi- no y Gilberto, el represen- tante del orden burgués y el que se levanta contra él en la novela.) Doeblin ha colocado a su personaje «entre las clases» ; Arland pretende colocar al suyo o a los suyos «por encima de las clases». (¿No re- cuerda esto singularmente la actitud de Romain Ho- lland durante la guerra : Por encima de la pelea?) A su vez Berl, en sus li- belos ■— lleva publicados dos y anuneia tres más con el mismo título gené- rico—, arremete violenta- mente, casi rabiosamen- |
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gués, cuya muerte proclama. Pero Berl que se tambaleaba asimismo en la reali-
se encierra en una crítica negativa, que le dad. < La Patria? ¿La Moral? ¿La Jus- |
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ticia? ¿El Derecho? ¿La Religión? ¿La
Democracia incluso? Eran otros tantos ídolos ,uie había que quemar. Todo eso había conducido, en los diferentes paí- ses, a la guerra. «¡ Nos han engañado!» Y este g; ito desesperado de sus concien- cias les a-rojó en la revolución. Entendí.monos. Existe una gran dife-
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coloca intelectualmente contra la clase
burguesa, sin que pueda decirse que está del lado de la clase obrera. No puede de- cirse de él que coloque al individuo so- bre la clase; pero sí que, como Glaeser, Arland, Doeblin, se coloca al margen o por encima de las clases. ¿ Cuáles son las causas determinantes
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de este estado de espíritu de los valores rencia enti 3 un rebelde y un revolucio-
más destacados y representativos de la nario. Un rebelde puede ser aquel que se deja arre! atar en un momento de in-
dignación myral, de revuelta social, de protesta sentimental. Un revolucionaria es un rebelde «en permanencia», cons cíente, convencido, firme ; una idea he- cha hombre; una conciencia inconmov- - ble ante los aza'es de la batalla que li- bra. Rebeldes hay muchos ; revoluciona- |
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arrastrados por el entusiasmo bélico; rios de veras, mry pocos. Nuestros jó-
después empezaron a sentir terribles du- venes intelectuales eran rebeldes, no re- das; finalmente se produjo en ellos una volucionarios. Hubo un momento de coincidencia entre su re-
beldía íntima y el desarro- llo de las fuerzas sociales de la 1 evolución. Y ésta les arras!ró. Fueron, como se les bautizó en Rusia, «los compañeros de ruta». Si la revolución inter- nacional que conmovió un momento lot cimientos del viejo ediäcio hubiera triunfado, les hubiera con- quistado definitivamente o, al menos, par un largo período. Y hubieran sido, como en Rusia, '.os canto- res de las gestan revolu- cionarias. Pero la revolu- ción internacional fracasó. Los propios dirigen; es del país en que triunfó, cons- tituidos en casta burocrá- tica con ribetes de auti orá- tica, la conducen hacia su 9 Termidor. Los jóvenes intelectuales rebeldes sin- tiéronse defraudados por la guerra. Los que pare- cían destinados a cantar las gestas revolucionarias en los diferentes países de la vieja Europa, arrojados al golfo por las olas de la reacción contrarrevolucio- naria, han permanecido unos años silenciosos, roí- dos por el escepticismo y la desesperación. Ahora irrumpen en la vida lite- raria, con su nihilismo in- telectual, buscándose dra- máticamente a sí mismos en esta tregua entre dos mareas. |
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NUEVA ESPAÑA
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de situar á los hombres, le lleva a hablar
de los hombres con o sin clase. No com- prende que^ la clase se determina, contra- riamente a los partidos políticos, econó- micamente y no ideológicamente. Todo obrero» que vive del producto de su tra- bajo, piense en comunista o en monár- quico, pertenece socialmente a la clase obrera, lo mismo que todo burgués que vive de su capital, aun cuando se le ocu- rra proclamarse de acuerdo con Bakunín, pertenece a la clase burguesa. Por otra parte, la condición económica del hom- bre determina su situación social, moral, etcétera. Un obrero no suele saber con- ducir un auto o tocar el piano, por la sencilla razón de que sus condiciones económicas - no le permiten tener auto ni piano. A menos de que sea chófer o pianista de profesión. Y es más probable que un capitalista se. sienta ideológica- mente más conservador que un proleta- rio, porque tiene más que conservar. Estas verdades, que llamaremos, em-
pleando la expresión de Courteline, «ver- dades primas», no creo que puedan ser discutidas hoy por ningún espíritu rea- lista. Y aceptándolas como tales, ¿puede defenderse la idea de que el arte cum- ple su misión limitándose a estudiar, a interpretar las reacciones psicológicas, sentimentales, intelectuales del hombre, sin tener en cuenta su situación mate- rial, que es la que determina principal- mente dichas reacciones? El drama de los Glaeser, los Arland,
los Doeblin, los Berl nace, a nuestro jui- cio, de la doble contradicción de preten- |
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der vivir y desarrollarse al margen o por
encima de las clases en una sociedad en que la vida se determina por el juego de las clases y en encerrarse en un in- dividualismo caduco en una sociedad que sigue el ritmo que le trazan las fuerzas colectivas, sociales. La racionalización industrial, el metropolitano, la Bolsa, la organización en Sindicatos, etcétera, le imprime un ritmo social a la vida de los hombres, como el problema de las deudas de guerra, de los mercados colo- nialesr de la revolución rusa, etcétera, le imprimen su ritmo a la política mundial. ¿ Qué viene a hacer el individualismo frente a estas fuerzas sociales? Ideológi- camen su drama es que reniegan de la democracia — de la democracia que no fué capaz de impedir la guerra—, mien- tras se niegan a tomar, posición entre el fascismo y el comunismo (cuando no ha- oen, como algunos vanguardistas españo- les, que solucionan el problema metién- dolos a los dos en el mismo saco). ¿Podrán permanecer largo tiempo en
esta posición falsa? No lo creo. ¿De qué lado se inclinarán al fin? He aquí la in- cógnita. Si el régimen actual logra con- solidarse y asegurarle la vida a la hu- manidad durante un período relativa- mente largo, es casi seguro que acaba- rá por absolverlos totalmente. Y en el caso contrario... ¿ Serán los nuevos «com- pañeros de ruta» o, sobrepasados por los acontecimientos, preferirán ser los Bu- nin, los Garín y los Merejkovski de sus respectivos países? París, enero de 1930.
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El, hombre y las clases, individualismo
y socialismo Pero tratemos de profundizar un poco más en este drama. Digamos, en primer lugar, que éste nace de la posición falsa en qile, a mi juicio, se encuentran colo- cados. Esta posición es por demás para- dójica y compleja: individualmente, pa- rece lógica; socialmente, resulta fe-Isa. Enemigos del pensamiento burgués, de la cultura y de la civilización burgue- sas, por su rencor rebelde contra la gue- rra — las numerosas novelas de guerra que han surgido en estos últimos tiem- pos son una prueba de la persistencia de este rencor rebelde—; pero sin por ello ser amigos del proletariado—amigos con- forme a la terminología de las clases—, su posición de hombres «sin clase» o de hombres «entre» o «por encima» de las clases parece lógica. Pero la lógica per- tenece al dominio de lo abstracto, mien- tras que la sociedad y las clases son co- sas concretas. Al hablar del «hombre en sí» y del «hombre-obrero», nuestros jó- venes intelectuales emplean un lenguaje abstracto. Para Glaeser, por ejemplo, un «hombre sin clase» es aquel, obrero o burgués, que no se encuentra ideológica- mente al lado de una clase social deter- minada, o que permanece al margen de la lucha de clases. Según este razona- miento^ al margen de las clases perma- necen la inmensa mayoría de los hom- bres. En lugar de establecer la dife- rencia entre los hombres con conciencia de clase y los hombres sin conciencia de clase, su manera racionalista, abstracta, |
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NUEVA ESPAÑA
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INTERROGANTE DE PANAIT ISTRATI
EN TOLEDO
por
RAMÓN J. SENDER |
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tanto, no-lo cree. Ríe estrepitosamente, sin coquetería, y
dice : —¡Quel mocqueur!
Luego cuenta las naves y las columnas, sorprendida
por la exactitud : —¡Oh, cómo son inteligentes los franceses i
Y un hombre grueso, bajito, de traza ligeramente ja-
ponesa, viene, se inclina y muestra medio cigarrillo recién partido al final de una boquilla de ámbar. Enciende con el mío. Sus rasgos no me son desconocidos ; se lo digo a ella, y queda él expectante para advertir en seguida : —Istrati.
—Panait, l'écrivain ?
Afirma rápidamente. La sinagoga cobra un aire tras-
cendental. Fuera hay un coche charolado, enorme. En el jardincillo le esperan otros tres turistas de tipo interna-, cional. Hay algún chaquet francés. ¿Este es el romántico desaforado de Kyra Kyralina} Sonríe, nos ofrece su corta mano ; dos inclinaciones excesivas, y se va. Yo creía reconocerlo, no porque se pareciera a Istrati, sino porque me recordaba a un agregado de legación. |
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La vida y la ilusión parecen irreconciliables, y el ar-
tista tiene que optar-a tiempo y defender heroicamente la posición adoptada. Casi todos los que se quedan del lado de la ilusión, espiritualizando sus sentimientos, idealizan- do sus pasiones, acaban bajo la venganza implacable de la vida, que no tolera desdenes. Panait Istrati la venció definitivamente—con efusión de sangre—, y vive ya, des- cuidado, su sueño. Todos saben los pormenores de la contienda. Sólo cuan-
do el triunfo fué absoluto se decidió a escribir. La *ida, herida en el propio pecho por un pistoletazo, ha quedado escarmentada, y no volverá a avasallar al escritor, señor ya de su íntimo universo. —He aquí un nuevo Gorki—dijo Romain Rolland.
Todos los artistas, aun en los momentos de más honda
originalidad, son una consecuencia ; pero el precedente que señala R. Rolland no es exacto. Pensó quizá halagar a Istrati, sin tener en cuenta que un nuevo Gorki, un nuevo Dostoiewski, sólo son mixtificaciones. Eas palabras augú- rales tantean la definición, sin encontrarla nunca. Es de- masiado, pronto. Y luego el artista se preocupa dé huir del definidor, tras del cual le amenaza casi siempre el vacío sin eco. Istrati ha huido suavemente de los encasillados, y loí
franceses, que necesitan ideas claras sobre sus propios sen> timientos, y que no acertaban a definir lo que esa prosa tibia y honda les despertaba, descansaron con una pala- bra : judaismo. Pero esto no tiene apenas más que un sentido religioso, y creer que es una definición equivaldría a suponer que la conciencia del universo se puede aislar, por un sistema eliminatorio. Encontramos a P. Istrati en Toledo. Nos acompañaba
una muchacha extranjera, de un país lo bastante lejano para nutrir una imaginación un poco cansada. ¿Turismo neutro ? ¿ Amor ? Ella encontraba que en «Poloña» había calles y casas tan viejas y tan sucias, aunque no tan si- niestras. Esto es turismo. En un pasadizo lóbrego, medio santuario, medio mingitorio—noche agonizante del si- glo xiv, que no acaba de morir a pesar de este olor a amo-, ni acó—, me preguntó si creía en Dios. «Algunas veces —dije—lo veo asomarse a tus ojos.» Esto es amor. Ella se colgó de mi brazo y dedujo:. —¡Ah, Bien! Tú ves a Dios en la natura. En «Po-
loña» hay también.cada cual así... Al día siguiente, en la sinagoga de Santa María la
Blanca, voy explicándole : —Aquel costal de ramilla seca que hay en el fondo,
sobre el ara, simboliza el sacrificio de Isaac.
Recurre apresuradamente a la Guide bleu, de Hachette,
para comprobarlo : «...Vinterieur oú Von penetre par une belle porte de méléze restaurée est divisé en 5 nefs par 32 gros pilliers...-» No dice nada del costal de leña y, por Lo |
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Cómo es, idealmente, Panait Istrati
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NUEVA] ESPAÑA
oía del amor. Y la del hombre fuera del sentimiento—ca-
racterística femenina—, en las ideas. Este fervor demues- tra en Istrati que no ha perdido la sensibilidad, como tantos otros, en la postguerra. Quizá el último hombre de fe infecciosa—contagiosa—que queda en Europa y que sabe prender en el nervio vital más viejo una esperanza nueva. Mi compañera quiere resumir : —Entonces, ¿ es una persona notable ?
—Sí, naturalmente.
—¿ Y poeta ?
Un gran poeta. Quiero identificarla de algún modo con
la personalidad literaria de Istrati, abandonando ya de momento esta interrogante que en la sinagoga de Santa María la Blanca se me ha planteado y sigue en creciente. La Poesía puede hacer el milagro. Recuerdo algunos pasa- jes, insuficientes, y, por fin, unos versos de una canción popular que canta Montrogan, y que quiero enlazar torpe- mente. Ella los reconoce en seguida, y los completa : «Voy a Craiova a casarme,
porque aquí las muchachas no me quieren. Dicen que les debo más de mil besos que tómé de tres jovencitas.» Mi amiga lo mira de otra manera, y en sus ojos casi
reconozco a P. Istrati. Ya hemos dicho que el escritor hirió a la vida en su propio pecho antes de reelaborarla sobre la ilusión pura. No sabemos qué fisonomía le habría de corresponder luego. Quizá sea ésa. |
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Cómo es, realmente, Panait Istrati
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Volvemos a encontrarnos en San Juan de los Reyes,
en Santo Tomé y, finalmente, en el comedor del hotel. Entretanto pretendo explicar a mi compañera quién es ist.rati. Aun sin seguridad de acertar, recurro al preceden- te de Gorki. Pero io que en el autor ruso es aflicción cós- mica y dolor de vivir, es en Istrati certidumbre de que am- bos sentimientos constituyen una fuerza encaminada a alga positivo y liberador. No, no tiene claros precedentes literarios ; pero sí sociales y geográficos, y de ellos la consecuencia sale más diáfana. Es extraordinaria la im- portancia de la Geografía en el temperamento de los hom- bres de letras. P, Istrati, más cerca del Mediterráneo, halla en Rumania las esencias latinas aéreas y ágiles, y tiene también la levadura eslava toscamente—o sea terri- blemente—metafísica. Pero mi compañera no se orienta. En San Juan de los Reyes, nuestro Istrati comprueba
también los detalles del templo en la Guide bleu. Cada vez que nos cruzamos en la calle cambiamos saludos casi ale- manes. En Santo Tomé volvemos a encontrarnos. Istrati calla mirando el cuadro del «Greco», y sus compañeros se enzarzan en una discusión internacional sobre cuál es la cabeza en la que el pintor dejó su propia fisonomía. El sacristán lo resuelve con buena prosa académica. Sigue mi perplejidad. Este no es el autor de los Recits de Adrien Zograff i. Es, en todo caso, el distinguido señor Istrati. Hablamos de cosas tan indiferentes, que más que un rumano parece un profesor inglés en vacaciones. Todo lo que ve le resulta demasiado lejano. En el comedor del hotel mis palabras son confrontadas por ella con rápidas miradas de través que dirige el escritor. Este lo nota y se aturde sin azoramiento. No hay manera de ligar la idea literaria de Istrati con la impresión personal y directa. Ella conoce a Baroja, y le digo que es un Baroja juvenil, con fe en el valor final de la desesperación y aun de la indiferencia ; con fe vasta y profunda. En sus libros hay tipos nómadas tiernos e iluminados, que se encaraman por la escalera de cada página—prosa transparente y dura— para dar su salto mortal, como en los circos. Oncle Ang- hel, Stravo, Codine, Nerrantsoula. Ese Isaac, cliente de la tasca «Al infante rumano», es un Isaac con sacrificio consumado ante un dios mugriento, que se disfraza de demonio para asustar a los niños, y que P. Istrati con- sigue que asuste a niños y grandes. ¿ Qué más ? ¡ Ah, la amistad! Hay un sentido místico de la amistad. Esto lo separaría ya bastante del seco individualismo de Gorki. La amistad es una hermosa compensación del amor. La amistad de la mujer fuera del plano de la pasión, por encí- |
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4 libros que necesita usted leer:
1. TAMPICO, por J. Hergesheimer.
La «gran novela del petróleo mejicano» que tanta
repercusión ha tenido en los centros financieros de
Norteamérica.
2. EL JUICIO FINAL, por Cami.
El mejor humorista francés, ha consagrado su fama con
esta novela «prematura», en la que se describen escenas
e incidentes del juicio final.
3. LOCURA Y MUERTE DE NADIE,
por Benjamín Jarnés.
Es una novela de Jarnés, y esto basta para no dudar
de su interés. 4. ARIEL o la vida de SHELLEY,
por André Maurois.
Pregunte usted la opinión sobre este libro de cualquiera
que lo haya leído; todos coincidirán en que ninguna no- vela les ha producido un rato de mayor emoción qué la lectura de ARIEL, EXCLUSIVA DE VENTA EN LIBRERÍAS: C. E. P.
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NUEVA ESPAÑA
LO QUE DI
Si Panaifc Istrati hubiera hablado en
Toledo acerca de su drama, el drama que se revela en su libro Vers l'autre flamme, ¿qué diría? Nos ha enviado una carta que aparecerá en varias revistas europeas; pero que por su extensión no podemos publicar íntegra ahora. En ella contesta a una burguesa que le juzga su camarada de lucha espiritual, ya que Istrati parece decepcionado de sus ca- maradas de lucha obrera. Es interesante observar cómo el gran escritor rechaza los poncepttos de su jnterlocutora, en nombre de la lucha de clases. «Para poder comprender la situación
de mi clase y para que usted se dé cuen- ta de Ja distancia que de ella la sepa- ra, le diré que usted carece de un crite- rio, que es lo esencial de nuestra exis- tencia. Usted ignora lo que significa sos- tener una lucha durante toda la vida por un pedazo de pan, y no lograrlo más que a costa de su cuerpo. Esto es una muer- te sin fin. »A inteligencia y sensibilidad iguales,
la lucha por el pan engendra en el hom- bre un odio contra la sociedad y despierta en él un deseo de combatirla, que nin- LOS
«LAS CUESTIONES FUNDAMEN-
TALES DEL MARXISMO» Las Ediciones de Ciencias Económi-
cas y Políticas han publicado Las cues- tiones fundamentales del Marxismo, úl- tima obra de Jorge Plejanov, publicada hace bastantes años y desconocida has- ta ahora en nuestra lengua. Plejanov pulsó de modo profundo a su
pueblo; por lo tanto, presumía los su- cesos a desarrollar. Aferrado al socia- lismo científico y desmontando, pieza a pieza, la ardua trabazón ideológica de la doctrina materialista de la historia, presenció con sus ojos y con los del es- píritu la maquinación del pensamiento del siglo xix. Eecordemos que el comu- nismo político se abría a la luz del Ro- manticismo literario. El socialismo cien- tífico necesitaba del materialismo his- tórico. El comunismo que pudiéramos llamar utópico pedía más. No bastaba que los grandes ingenios acaudillasen la causa del proletariado universal. Hu- bo que olvidar fuentes de idealismo y beber realidad económica—Marx no se aparta de la economía—. Una opinión de Plejanov nos transmite Eiazanov: El materialismo de Marx y Engels deri- va del spinozismo, podado de teolo- gías. Todo escarceo genealógico de las ideas resulta interesante y útil; pero quizás abunde demasiado en geneaolo- gías el libro de Plejanov sobre el Marxis- mo. «En consecuencia—dice—, el spino- zismo de Marx y Engels representaba precisamente el materialismo moderno.» En uno de los primeros capítulos
aborda el tema—inicial de toda idea ge- neral — de las relaciones sociales. Esa fuerza, que estrecha a los individuos y que Marx denominaba «relaciones de |
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T ISTRATI
¡ Caramba 1 Yo carezco de medios, seño-
ra, para' estar «henchido de honestidad y de piedad». ¡ No tenemos la misma ho- nestidad ni la misma piedad. Estos son, en su ambiente, dos aspectos engañosos de la misma virtud fácil. La práctica de ellos no cuestan a usted más que los res- tos que quedan de su mesa. En mí for- man parte de una savia que un día pu- dieran costarme la vida. Pues mi odio por vuestro orden no es el de un hom- bre de salón; es el de un hombre de la calle. Y en esta horrible calle de nues- tro siglo mecánico podría suceder que me separase, no sólo de mi clase, sino también de mi último amigo. »Mi clase, mis amigos no descienden
a la calle más que para trabajar en su querida fábrica, vuestro innoble presi- d'o, su suprema divinidad, mientras que a mis ojos la fábrica es buena para «vo- larla», aunque me brindase una «racio- nalización» muy razonada, capitalista o soviética. En la calle soy el hombre anuncio; entre el collar de la fábrica y los piojos, prefiero éstos. Estoy en mi derecho de rascarme a gusto. ¡ Sin nin- guna racionalización!» ROS
cialista Internacional», que se apoya so-
bre una «necesidad económica compro- bada por una observación fiel». Es cierto que si la burguesía ha de-
rribado la sociedad feudal, el proleta- riado derribará a la burguesía. La lucha de clases es hoy el problema palpitan- te de ayer y el mismo de anteayer. Mul- tiplicado por potencias nuevas. Y Plejanov va al Anarquismo con el
propósito decidido de combatirle. Prou- dhon y Max Stinner tienen la palabra. Pero Plejanov no les deja hablar. O les deja hablar lo que sabe que puede com- batir fácilmente. Estudia una moral, la del Anarquismo.
Jo creemos que la moral anarquista no tenga nada que ver con el socialismo científico. Pudiera muy bien ser una consecuencia. El anarquismo no podrá ser nunca una idea general, un partido. Para mí es un concepto, al que tengo adhesión social y literaria al mismo tiempo. Por eso no creo, como Plejanov, que los anarquistas sirven la causa de la reacción, en nombre de la Eevolu- ción, ni atrepellen las derechas en nom- bre de la libertad individual, ni aprue- ben actos inmorales en nombre de la moralidad. ¿Hijo de la burguesía el anarquismo? Entonces ha asustado a su padre y le ha dado muchos disgustos durante el fin de siglo, ese romántico fin de siglo de bombas y atentados perso- nales, de nihilistas y de literatura apli- cada... Todo ello, ¡ qué lejos del actual co-
munismo ! Plejanov da al anarquismo carácter
general. De ahí su equivocación.- Pero el actual comunismo es un he-
cho. El gran hecho de Europa. Su he- chizo, Antonio de OBREGON
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RIA P A N A I
gún escepticismo puede atenuar. Juzgue :
»A la edad de doce años, con un cer-
tificado de estudios o sin él, dos brazos afectuosos os cogen por los hombros y os llevan a la calle, donde quedáis aban- donado : «Ahora, vete, hijo mío; yo no puedo seguir sosteniéndote. Busca tu co- mida.» Y hete aquí en busca de tu «ab- soluto», y la existencia sólo es entonces una agonía. »Sin embargo, dice usted: «Yo sé que
la Humanidad que nostros buscamos no existe...», etcétera. »No. No somos nosotros los que bus-
camos la Humanidad; es usted. Nos- otros sólo buscamos el alimento, del mismo modo que los perros vagabun- dos. En cuanto a la Humanidad que us- ted busca, nosotros sabemos a qué ate- nernos. Que encuentre usted o no esta Humanidad, nada la impide, llegada la hora de comer y desplegada la servi- lleta, decir, como me lo'escribe : «Debe- mos resignarnos y hacer cuanto esté de nuestra parte, en nuestra esfera, ya que nosotros estamos henchidos de honesti- dad y de piedad.» «Nosotros... ¿Quién?- ¿Usted y yo?
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L I B
producción», y a cuya alianza llamaba
«estructura económica de la sociedad». Por primera vez en el volumen busca Plejanov en su auxilio a la Geografía. Habla—a su través—Eatzel. Y se ba- rajan conceptos, etnológicos y climato- lógicos. Tanto se ha dicho—y se dirá-—sobre
-V'arx, que hay que buscar por lodos 'os 'Medios lo que el autor denomina «el va ]or metodológico del materialis-no bis tórico.v ¿Lo consigue Plejanov? A xe- fittb, si, y a veces, no. La primera búsqueda hacia -i Ari¿
tiene lugar hacia el romanticismo fran- cés, justificando el «espíritu de la épo- ca». Víctor Hugo, Delacroix, Berliotz, o, lo que es lo mismo: Dante y Virgi- lio, Hernani y la Sinfonía fantástica. Es inevitable que los sociólogos manchen la causa del Arte, como aristocracia—al fin—que es. Fatalmente. Oigamos Tiersot decir: «El movimiento de 1880 en la literatura y en el arte estaba muy lejos de tener un carácter popular.» «El movimiento en cuestión—añade Pleja- nov—era esencialmente burgués.» No me explico ese reproche social al
Eoman ti cismo. El arte y la vida — lo sostendremos siempre — son términos enemigos. El arte comprende a la vida; pero ésta no comprende al arte. Que el arte fuese burgués o aristócrata es lo que valió al Romanticismo. Lo que le dio categoría estética, le restó valor so- cial. ¿Puede salir una reforma estética de una revolución popular? No. El Arte ha de revolucionarse por sí mismo... Compara Plejanov la revolución ope-
rada por Marx en la Ciencia Social, con la de Copérnico en la Astronomía. Pu- diéramos añadir que como la de Darwin en Historia Natural. El gran partido de nuestro tiempo: «La Democracia So* |
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NUEVA ESPANA
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tral en el eje humano que el hombre po-
see, trazan la línea de conducta, que se pierde en el infinito, en un más allá in- abordable : la senda de los perfectos. Amor y conveniencia, mezcla inteli-
gente, cuya fórmula, cuidadosamente so- pesada, conocida, es capaz de conducir al hombre al equilibrio de su armonía psicofísica, es decir, hacia la felicidad, de sí mismo y de la especie eugenesia. Instintos de conservación y reproducción que determinan la vida hasta en sus más nimias expresiones. Y esta fórmula que preconiza el doc-
tor Marañón en su último libro, es la expresión justa de un deseo, quizá inac- cesible. Inaccesible dentro de nuestro pe- simismo multitudinario. Y es que a la multitud, al homb're multitud que gi- ra descompasadamente en torno de un no sabe qué, le está negada la inteligen- cia. Es victima del instinto, que le hace caminar a ciegas—como dice el profesor Marañón—tras la satisfacción . inme- diata de sus exigencias genéticas; enco- mendando a la Naturaleza la selección de lo destinado a supervivir. Absurda con- ducta en pugna con el más ligero control intelectual. Este afán de intelectualizar a la mul-
titud es el que respiran todas las obras sociales del profesor Marañón. Amor, Conveniencia y Eugenesia obliga a pen- sar, a meditar seriamente en el papel que desempeñamos en la obra de la Na- turaleza. Enseña a reprimir el instinto, para dejar paso a la inteligencia, que es el galardón específico del género huma- no. Labor gigantesca que hace que el doctor Marañón se nos aparezca como uno de aquellos cerebros del renacimien- to, capaces con su recia personalidad de marcar una huella indeleble en el tra- yecto de la época. Época amarga para nuestro país, en el que un amanecer in- telectual intenta sacarlo de la obscuri- dad en que yace. En el segundo estudio, El deber de
las edades, proclama el ideario revolu- cionario de la juventud. ¡Eebeldía!, que «cuando un mozo no hiere a alguien en su camino es un joven anormal o por ausencia de verdadera juventud o por ex- ceso de sensibilidad social que toca, como dice Spranger, con el más despreciable filisteísmo». El freno en manos del hom- bre hecho, cuya «obligación debe ser mos- trar al de pocos años, con firmeza inva- riable, cuál es el camino preciso». Juventud, Modernidad, Eternidad, es
el tercer estudio de éste interesante li- bro. Lleno de. sutiles observaciones sobre el concepto intelectual de lo moderno —nos fijamos sólo en una parte del es- tudio—. Acusando a España de ese ne- fasto amor a lo tradicional que, introdu- ciéndose en los frágiles engranajes del progreso, paraliza la ascensión lenta y continuada hacia el devenir. Desgracia- do país el que cae en una estereoti- pia de sus fórmulas mentales: las del racionalismo morboso de lo vulgar. Es preciso sacudir los siglos de las-
tre que impiden a España navegar sobre las olas del progreso. Y quizá este ins- tante nuestro es la época de nuestro re- nacimiento, del renacimiento que Espa- ña no vivió. Un renacimiento moderno, como el que predica el profesor Mara- ñón. |
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DORA RUSSELL.—Hypatia. Edicio-
nes Avance. Editorial Historia Nueva Con este libro de la conocida escri-
tora inglesa Dora Eussell inaugura la colección «Avance» su serie de libros escritos por mujeres de todo el mundo. La idea es espléndida y digna de la
atención crítica más alentadora. El libro Hypatia va precedido de un
trabajo expositivo de Irene de Fálcón. En este prólogo, verdadero mapa ideo- lógico del feminismo, se sitúan en su verdadero lugar los problemas debatidos hoy de la reivindicación feminista. Hypatia, libro escrito por Dora Eus-
sell, en contestación al libro de M. Lu- dovici, Lysistrata, en que su autor habla del probleíma social (y político de las mujeres con marcado antifeminismo', contiene, junto con una visión muy clara de la teoría igualitaria de los sexos, vivo tono de polémica, gracioso movimiento argumental e irónico. Claro es que libros como Hypatia se
publican muchos, no sólo en Inglate- rra, sino en toda Europa. Pero en Es- paña puede resultar incluso atrevido, dada la penuria bibliográfica que sobre la materia tenemos. La parte destina- da en Hypatia al comentario de los de- rechos políticos de la mujer son de gran interés y, sobre todo, de actualidad per- manente en España. ANTONIO MARICHALAR. — Riesgo
y Ventura del Duque de Osuna. Co- lección de «Vidas de españoles del siglo xix». Espasa-Calpe. Madrid. Nuevo volumen de la colección de
«Vidas de españoles del siglo xix» y nuevo acierto. A Carlos vn, Duque de Madrid, del
conde de Eodesno, sigue este duque de Osuna, interpretado a maravilla por An- tonio Marichalar, joven escritor de me- recido prestigio en el panorama lite- rario. La interpretación de un tipo tan va-
cío de contenido espiritual como aquel Mariano Tóllez Girón, aristócrata ran- cio, multimillonario, embajador, gene- ral, político, etc., presentaba un cú- mulo de dificultades psicológicas y li- terarias, nada llanas de vencer. Por el lado de las dificultades de pu-
ro estilo, no había cuidado. A Maricha- lar le sobra dominio técnico y tempera- mento de escritor para superar aquellos obstáculos.. El libro lo demuestra una vez más. Es un libro admirablemente, magníficamente escrito. A la moderna, pero sin eludir ningún problema esen- cial—normativo, estructural,, anecdóti- co—de la novela. De la novela y de la escrupulosa. biografía. El peligro estribaba—lo repetimos—en
la manera de tomar el caso Osuna. Y aquí es donde Marichalar manifiesta ra- ra perspicacia, profundidad. Con delica- do y compasivo desdén, aparta a un la- do el vacuo maniquí espectacular lleno de cruces, títulos y honores. En cam- bio, subraya su verdadera grandeza e*n el hecho de la prodigalidad inaudita, que empezó a siluetar la magnitud del duque, precisamente cuando murió arruinado, B.
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HENRI GOLLET. «L'ESSOR DE LA
MUSIQUE ESPAGNOLE AU XX SIEGLE.» Max Eschiget Cie. Edito- res. Paris. Es digno de consignarse el interés que
elmundó musical extranjero se toma por la música española de este siglo, la cual alcanza,, según se admite, una altura desconocida en nuestro arte musical desde tiempos remotos. Un libro de con- junto, como el que presenta el señor Co- llet, hispanista muy conocido y repu- tado, contribuye, en su pintura de un vasto panorama, a lo que otros escrito- res, un francés: Eoland-Manuel, y un inglés: J. B. Trend, escriben en su país sobre Manuel de Falla, acerca de cuya personalidad e importancia en la músi- ca mundial publican dos libros que han de comentarse en estas columnas. No existen en el momento actual muchas fi- guras españolas que sean capaces de ins- pirar simultáneamente sendos volúme- nes a escritores franceses e ingleses; mas, de cualquier modo, este libro de Henri Collet es algo más que un «pa- norama», al estilo parisién, de nuestra música actual, porque no trata sola- mente de exponer, sino de razonar los motivos de este resurgimiento. No es, con todo, este libro un resumen 3e teo- rías o de ideas estéticas desarrolladas, sino un índice de opiniones que va aco- tado con una información por demás mi- nuciosa y que abarca casi todos los sec- tores de nuestro arte actual. El autor agrupa los nombres y las tendencias como cree más conveniente, y alguno de esos casamientos, en general polígamos-, ha de sorprender "bastante en España, donde las cosas se ven de diferente ma- nera. Pero ello importa poco, pues lo que se trata de demostrar es que la música española contemporánea ofrece un paisa- je de una variedad y lozanía mucho más atractivo para el apetito de las gentes que cualquier otro, y que los extranje- ros más interesados empiezan a sentir la necesidad de metodizamos desde el punto de vista del turismo. Conviene te- nerlo en cuenta. i
G. MARANON.—Amor, Conveniencia
if Eugenesia. Historia Nueva. Ma- drid, 1929. ¿En qué punto de su evolución se en-
cuentra el mundo? ¿Es ya un viejo o, por el contrario, empieza a vivir? Es de- solador sumergirse en la obscuridad de estos problemas. De vez en cuando una luz esparce una claridad llena de som- bras. Sombras qué ahogan, poco a poco, el débil resplandor que prendió un ins- tante. Estas luces, que son las religiones, las teorías, más q menos filosóficas, de la razón de ser, se ahogan poco a poco en las sombras imponderables de la inte- ligencia. De ésta es el porvenir. Un por- venir muy lejano, tanto, que nos empu- ja a pensar que el/aundo empieza a vi- vir ahora. El espectáculo, siempre inte- resante, de la Humanidad culmina en los actuales momentos. La verdad es que la guerra mundial arrumbó el pesado ar- tilugio de una sociedad valetudinaria. Y sobre los calientes despojos de un viejo mundo se yerguen hombres nuevos que marcan la orientación de la vida futura, j Inteligencia! Y desde este puntó, cen- |
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NUEVA ESPAÑA
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NOVE
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A D E S
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Las nacionalidades.
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Pi y Margall. Este libro, que es la obra cumbre del gran político,
contiene toda su ideología y expone las razones que apoyan el principio
federalista. MUNDO LATINO, 7,50 pesetas.
Eugenio d'OrS. Páginas en que la ideología y la poesía se funden en
claras imágenes lacónicas. Primer volumen de la colección del mismo autor: Orbis Pictus. RENACIMIENTO, 5 pesetas. Encuadernado, 6 pese- tas. Por suscripción, 4,50 y 5,50 pesetas. wammummmkimmmii iimim iwiiumi iihhbmibhbbbmmwbwmmbhhmbmi
Azorín. Contiene este volumen: Oíd Spain, Brandy, mucho brandy,
Cometía del Arte. Las tres obras más discutidas y de mayor resonancia
teatral de estos últimos tiempos. RENACIMIENTO, 5 pesetas.
Benjamín James. Segundo volumen de los cuadernos de La Ga-
ceta Literaria. Han aparecido hasta ahora: Circuito imperial de E. Gi~ ménez Caballero, y Novísimas greguerías, de Ramón Gómez de la Serna. 4 pesetas. BBBBHHBHBliBBMmBBB^nnnnBBBOBi
Vicente HuidobrO. Ilustraciones de Ontañón. La biografía del Cid expuesta en forma poemática, con el interés y la emoción de una auténtica novela. Compañía Iberoamericana de Publica« clones, 15 pesetas.
W. Fernández Florez. Ilustraciones de Salvador Barto-
lozzi. Contiene este volumen una colección de cuentos fantasmales, don- de lo fantasmal se vuelve del revés para dar una impresión humorística y cómica en extremo graciosa. Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 15 pesetas. Horacio Blanco Fombona. Quien desee penetrarse de Méjico,
particularmente de su actualidad literaria y política, debe leer este libro, colección de agudos ensayos imparciaks. RENACIMIENTO, 5 pesetas. |
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Cuando ya esté tran-
quilo. |
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Teatro.
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Salón de estío.
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Mío Cid Campeador.
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Fantasmas.
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Panoramas mejicanos.
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NUEVA ESPAÑA
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I^kqiuiiceaa mternacioaal
EjDIT'ORIA.Ij las mas ° menos hábiles que lo eludan. Aun resuelto este punto—sobre el cual
Pero esta reunión tiene también su queda por conocer la opinión de los Es-
LA LIMITACIÓN enseñanza: la de que es inútil hablar tados Unidos, si bien se cree favora-
DE ARMAMENTOS de degarme efectiyo mientras ble-, subsiste la espinosa cuestión de
Ya va suficientemente adelantada la me moral no esté en el Densamiento de ProP°^ones La paridad angbame-
r> „t„ • a t j j moral no este en el pensamiento üe rloana está aceptada por ambos íntere-
Conferencia de Londres para poder au- todos los gobernantes y, por lo tanto, sados. La paridad francoitaliana-mera
gurar sobre su resultado. Aunque tal vez nadie se dejara engañar en lo sucesivo, disputa teórica,; pues Italia no puede
no hubiera sido necesario esperar a este seguir el paso de Francia en el estado
momento para hablar, porque ayer se IMFOMS5ÄCIIOM actual de su Hacienda — queda como
hubiera podido decir lo mismo que hoy. obstáculo en el camino. ¿De qué modo
Pero existía en W nrimeros momento* LA CONFERENCIA NAVAL se va a sortear? Quizás un poco al es-
mero existía en los primeros momentos . tüo 0Uendorff porque lo que Italia pre.
la esperanza de que la Conferencia se «Gm va piano...» Acaso seaA en efecto, tende nQ eg eonst¿uir_I1i Buede— si
desarroUase en un ambiente favorable Preferible esta apresurada lentitud de no reconozca su alto prestigio.
, , , . , la Conferencia. Al menos, se vive de la T j- , j ■ ■, , K -
al desarme v capaz de producir noste- i-> i j i ■ • Las dictaduras viven del prestigio, co-
• ' ^"-v"-" "c l"UUUUi v^"w esperanza. De todas las proposiciones, , • , + i ¿ i • v
riores resultados beneficiosos. Y esa es- contraproposiciones, métodos, sistemas; moulos simples mortales aei aire, x
.,, , • „ * j. j ' - • ' ' i ocultan, como en este caso, sus fraca-
peranza permitía abrigar un pequeño confrontados con miras a un acuerdo gog eeMlómicos 0 sociales con Ävicto.
optimismo, hoy ya desechado. transaccional algo ha de salir. Pero riag>> teóricag de relumbrón. Es un ab_
La Conferencia ha servido para desta- ^gttosTt cLtrfncCXf pa^ ™fj ^ ^] 7 ^eT^ *?
Car los imperialismos. No se limitarán por ia elaboración de los programas na- %£1f tT ¿Ji/ t „,f" + +
, i . , j. "ir i i'i-jij bisley liuddleston cree que, tras to- los armamentos sino aparentemente. Y, vales y paga la cuenta de las construc- dag la/digcusiones y regateos, se llegará en cambio, se han producido desconten- clones, que ese algo signifique un mu- a egtableóer la BÍg¿en& proporción pa- tos que pueden producir efectos negati- f °. en la reducción de este conjunto de „a log deg ¿uce ein duJ vos para ,1 resultado total del desarme .fSrÄnes,61 ef^g^móS "é* *™ ^ ^ S*b~: ia
de Europa. sabe que disminuirían paralela y conjun- Lstados Unidos............... 18
Porque el balance de la reunión de tamente los riesgos para la integridad de j™T retana............... 15
Londres se anticipa sin miedo a error, su persona. Mientras no se acepte la P r......................
,T , ,. T , , „ , única proposición cuerda y razonable: =. ,. d..................... „
Norteamérica e Inglaterra llegarán a un que jj ^¿.^ kg ñaga¿ profesioIlai. Italia.. .......... 6
acuerdo, al suyo: a poseer el dominio mente los técnicos militares y navales, La escala parece plausible, be va a
de los mares y a limitar sus gastos, rui- en «champ clos», en espacios limitados prolongar seguramente la vida de los nosos de haber continuado ln carrera dp y puestos a su disposición exclusiva pa- acorazados y se prevé el acuerdo de no nosos ae naoer contmuaao la carrera ae ]L%XDerimentació/de 8U8 tácticas mó- sustituir ninguno de los existentes . an- los armamentos. Este acuerdo será, na- ra experimentación ae sus tácticas mó 1936 Esta medida por sí sola • " , l .r ' , ' ., ritos y artefactos respectivos, no habré- lBfa ue ±»ou. xj&ud, meuiui ¡jui. aí auia, turalmente, a costa del Japón, que de mog adeiantado mucho en el terreno del supondría un ahorro de 40 millones de ninguna manera puede conformarse con desarme. Y tendremos que limitarnos hh™s ,al exhausto contribuyente inglés, el límite del tonelaje que se le señale, y —como ahora—a observar con un ¡oco v de 400 millones de dólares al acomo- a costa de Francia e Italia aue se verán de aburrimiento cómo se resuelve este dado contribuyente norteamericano a costa üe Francia e Italia, que se verán bl ¿e Umit sin reducir mas de En resumen: la Conferencia de Lon- en libertad y casi en la obligación de fQ ilievitable? en todo caso haciendo dres va a resolver, sobre todo, dos co- construir una flota mucho mayor de lo mas «encaz>> y perfecto el material sas: hJar los diversos programas na- que sus posibilidades les permiten. mortífero. vales hasta 1936 7. establecer una serie Ha sido por lo tanto completamen Entre la «rmula francesa de limita- ¿e normas que podrán ser útiles a fu-
üa siüo, por lo tanto, completamen- ^ ^ ^ ^ fórm _ turas Conferencias del Desarme Por- te muta la reunión, si no se quieren ex- lesa64e iimitación por categorías, se l^e en modo alguno se trata ahí de des- tremar las buenas intenciones a creer esta haciendo a modo de un «cocktail», arme- Limitación — conservando cuida- que se ha evitado que en el porvenir mitad y mitad.' Se vislumbra ya la fór- dosamente las proporciones relativas—; una marina excesiva y demasiado costo- muía mixta de avenencia: limitación reducción-un poco, mucho menos de sa pueda ser motivo de Tuerra Optimis gW ™* fiÍación elástica de las cate- 1° l^e la salud del mundo requiere-;
sa pueda ser motivo de guerra. Optimis 6 & ^ d<j rmitir_mas flólo en y un paso adelante en el camino de la mo «n base, porque la guerra futura, °asos determinados y públicamente ex- razón- ,
o su fantasma, ha sido lo que ha domi- puestos—la transferencia de una catego- Pero ia verdadera pauta la sigue dan-
nado en el ánimo de las cinco potencias ría a otra. do Dinamarca potencia naval y civü, reunidas ' La división sería la siguiente: a) acó- auseilte del Palacio de Samt James. " . . ; .• , razados de más de 10.000 toneladas, con ¿OFENSIVA ANTISOVIÉTICA?.
Los cinco imperialismos no han ido a artiUería mayor de ocho pulgadas; b) Durante esta quincena se han pro-
desarmar, ni siquiera a limitar sus ar- cruceros rápidos con cañones de más de ducido hechos que, si se consideran ais- mamentos. Han ido a Londres en busca seis pulgadas; c) destructores y cruce- lados, pueden apreciarse como meros de la situación menos desfavorable ante ros pequeños; d) submarinos; e) porta- síntomas de animadversión contra Bu '.,.,.-,,, , . _. , aviones: f) barcos destinados a la coloca- sia; en conjunto, estableciendo una ele.
la posibilidad de un próximo conflicto. ción de ^¡nag y auxiliares_ Esta es la mental, concatenación, denotan algo
Y el deseo de los pueblos, para guie- fórmula francesa, que la enmienda bri- más. Algo que los pacifistas (lo cual no
nes la pasada guerra fué una dolorosa tánica ha de modificar en el sentido de quiere decir balantes borregos de la «paz enseñanza, no se limita a lo que han limitar la transferencia casi únicamente social», contra lo que parece creer un . jl , , j - , -H a los barcos ligeros (cruceros y destruc- distinguido compañero heraclidista) , conseguido p tratan de conseguir los Go- toreg) y eyita/qUe ^ efectueyde arriba que los pacifistas sensatos y resueltos
biernos. Quiere el desarme, total si es abaj0 y en modo que aumentase la po- de Occidente deben apuntar y observar posible, y no se conformará con fórmu- tencia ofensiva de la Marina respectiva, con alguna atención. |
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NUEVA ESPANA
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del Tribunal de Berlín en el asunto de
los falsos chervonetz es francamente escandalosa. Si el príncipe de Windisch Graetz y sus cómplices húngaros fue-
ron meros criminales de derecho común cuando falsificaron los billetes del Ban- co de Pancia—pese a los móviles polí- eos que invocaron—r, ¿cómo eximir de toda culpabilidad a los georgianos «pa- triotas» y—de rechazo—a sus «patrió- ticos» cómplices y protectores, generales y financieros, cruzados del «orden», de la moral y del petróleo, que han cometi- do exactamente el mismo delito e in- vocan los mismos móviles de alta polí- tica? ¿No ven los defensores del orden so-
cial lo peligroso de su doctrina ? Si todo hecho, considerado comúnmente delic- tivo, se legitima en cuanto va dirigido contra Rusia, hay un fuerte riesgo de re- presalias, y otro de que cunda el alto ejemplo entre quienes venían creyendo en la solidez incondicional del Derecho con mayúscula. RESONANCIAS
En medio de la atmósfera favorable,
con todo, a las reducciones, el Daily Telegraph quiso arrojar una de sus bom- bas de mano—de segunda mano en es- ta ocasión—, con el fin piadoso, quizás, de frenar un tanto la actividad reducto- ra. Lenta para nosotros, parece temera- ria a los «die-hards». Cuestión de án- gulo. El Daily Telegraph logró conmover la
atmósfera londinense durante veinticua- tro horas. ¡España, ausente de la Con- ferenciai preparábase al asalto de la su- |
premacía naval, o casi! ¡ Mientras de-
liberaban los delegados de cinco nacio- nes para reducir sus programas, Es- paña había comenzado ya la realización de un plan formidable! ¡ Acorazados de 25.000 toneladas, con cañones de 12 pulgadas! Los demás periódicos ingleses pidie-
ron apresuradamente detalles y confir- mación a sus corresponsales en Espa- ña. El ministro de Marina, después de jugar un poco al escondite para subra- yar la importancia de sus funciones oca^ sionales de oráculo, tomó un aire mis- terioso y dictó respuestas indetermina- das, a lo normando. No era cierto —aún—; pero, ¿quién sabe? Había un proyecto de la Escuela Naval en estu- dio. En fin... En fin, nada; los temibles acoraza-
dos no pasaban—aún—de barcos-papel. Luego cayó la Dictadura, cayó el mi-
nistro de Marina'. No sabemos si cae- rán también en los cartones los fla- mantes proyectos. Sigo creyendo en el Evangelio naval
según Dinamarca. * * *
Los socialistas alemanes han dado
también un buen ejemplo, al oponer- se de modo resuelto a la construcción del segundo crucero Erzaty Preussen. Su argumento denota Euen . sentido po- lítico y buen sentido a secas: la cons- trucción de esos barcos puede alarmar a los técnicos (lóase profesionales de la alarma) franceses y, por ende, perju- dicar el buen éxito de la Conferencia de Londres. |
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La misteriosa desaparición del ex ge-
neral — colaborador del odioso Wran- gel—Kutiepof, en París, ha dado lugar a una serie fantástica de reportajes y delaciones, que dicen mucho en favor de la imaginación de sus autores, sobre todo si sé considera el lado cómico de aquel diluvio de policías por afición. Pe- ro también ha servido de motivo a una campaña de tono violento contra la re- presentación diplomática de Busia en el extranjero. La resolución de mis Ellen Wilkinson
en el Parlamento británico ha permiti- do asimismo a las fuerzas de la City, por boca de sir Hilton Young, expresar su odio frío y concentrado contra la nueva Busia. ¿ Qué importan los obre- ros sin trabajo y la decadencia del co- mercio británico ? Ante todo y sobre to- do están los santos principios, inataca- bles, del catecismo capitalista. Creo, con toda sinceridad, que miss
Wilkinson se hace excesivas ilusiones so- bre las posibilidades del comercio con Pusia, en las circunstancias actuales. La experiencia alemana puede servir de advertencia contra esperanzas exagera- das. Pero sirve también para demostrar el error costosísimo de la Gran Bretaña al ignorar voluntariamente la economía rusa. No es Pusia, tal vez, la Tierra de Promisión que cree Ellen Wilkinson. . Es un cliente formidable, y tiene ra- zón al demostrar lo absurdo y suicida de la actitud adoptada por la gran in- dustria británica. Esto es lo menos que puede decirse. Finalmente, la sentencia absolutoria
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INFORMACIÓN LITERARIA
ALEMANIA
Discos literarios
Eso del «disco», que había sido una figura retórica, co- mienza a ser ahora una expresión literaria auténtica; en Ale- mania se están impresionando a toda prisa discos de lite- ratura ■; entre otros menos notables, acaban de aparecer: ■Tomás Mann, artículo de fondo de un periódico y discurso a la juventud; Gottfriede Benn, discurso necrológico; Alfre- do- Kerr, rectificación de poemas. La realidad que no era nueva
Joseph Eoth ha publicado una viril proclama contra lo que ha llamado «Nouen Sachlichkeit», en la <jue dice que; no se puede volver a hablar de ese sarampión intelectual, ya muerto. «La nueva realidad ha sido un sueño de enfer- mo—agrega—; no es ya realidad lo que se hace con una voluntad enferma.» Lo que no saben en Alemania es que en España hay quien se ha hecho «dos tontos» para imitar la enfermedad, cuando los alemanes ya la sobrepasaron. Otro libro de guerra
Acaba de aparecer Sperfener un Deutschland, escrito por
Wernes Beumelburg, que se saluda, ahora, como el más puro libro de guerra, el menos literario y el menos efec- tista. Teatro para niños
Se ha fundado en Berlín un ensayo de teatro para niños
a imagen y semejanza de la gran organización escolar rusa de teatro infantil. Teatro armado con dos elementos: ima- ginación e ilusión. La intendencia de los teatros del Estado
Lessner, el hábil teatrarca que se disputó con Eeinhardt el cetro del teatro esteticista alemán, el que armó como obras de propaganda socialista el Hamlet, el Edipa, etcé- tera, acaba de ser obligado a, abandonar la intendencia, que desempeñaba hace diez años, de todos los teatros del Estado de Berlín. |
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LIBROS DE ACTUALIDAD
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Francisco Cambó:
LAS DICTADURAS (3.a edición), 4 ptas.
EN TORNO AL FASCISMO ITALIANO, 4 ptas.
Alvarez del Vayo:
LA NUEVA RUSIA (2.a edición), 5 ptas.
LA SENDA ROJA, 5 ptas.
RUSIA A LOSADOCE AÑOS (2.a edición), 4 ptas.
Ramón Latre:
POR QUE EL ESPAÑOL ^NO HAfLLEGADO A
MAS, 4 ptas. Fabra Rivas:
ORIGEN Y CARÁCTER DEL MOVIMIENTO LA-
BORISTA, 5 ptas, Wells:
SALVAMENTO DE LA CIVILIZACIÓN, 5 ptas.
Fernando de los Ríos:
MI VIAJE A LA RUSIA SOVIÉTICA, 6 ptas.
VIDAS'DE ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX. PUBLICADO:
MARQUES DE VILLA-tTRRUTIA: «El general Serrano».
BENJAMIN JARNES: «Sor Patrocinio, la monja de las llagas», 5 ptas.
ANTONIO ESPINA: «Luis Candelas, el bandido de Madrid», 5 ptas.
A. MAHIOHALAR: «Riesgo y ventura del Duque de Osuna», 5 ptas.
CONDE DB RODESNO: «Garlos VII, Duque de Madrid», 5 ptas.
EN BREVE: . . Eugenia de Montijo, por ylLLA URRÜTIA.
Zumalacarreguí, por JARfTES.
Paul y Ángulo, por ESPINA.
Espronceda, gor mariohalaR.
Pablo Iglesias, por morato.
ESPASA-CALPE, S. A. CASA DEL LIBRO
Avenida P¡ y Margall, 7. —Apartado 547.—MADRID
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NUEVA ESPAÑA
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PASO LA DICTADURA
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por
ANTONIO ESPINA |
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Pasó la Dictadura, como un mal sueño. Como una pesa-
dilla incoherente, entre grotesca y dramática. El alborozo ge- neral que ha producido su derrumbamiento es algo bien sin- tomático, que no debe perder de vista el nuevo Gobierno, al cual le concede el país un amplísimo—previo—crédito de confianza y apoyo. SUSCRÍBASE A
"NUEVA ESPAÑA" |
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dura ni un solo momento. La Dictadura hizo trizas la Cons-
titución, las leyes, el Derecho, los reglamentos de ins- tituciones de cultura oficiales y privadas, los contratos ju- rídicos. Pisoteó elementales derechos de ciudadanía. Amor- dazó la Prensa en plano, casi sin excepción. Creó una Prensa vil y asalariada a su servicio. Escarneció a la Universidad y a los intelectuales, disolvió a puntapiés las Asociaciones políticas. Desterró e inhabilitó profesionalmente a cualquier ad-
versario político. Al derrumbamiento de todo ello ha asistido España ente-
ra con emoción visísima, con magno regocijo. Crédito am- plio de compenetración' y apoyo ha abierto, con rara una- nimidad al nuevo Gobierno, confiando en las espléndidas promesas de éste. El retroceso ya sería imposible. |
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«No ha sido una Dictadura cruel», afirman los eternos
bobalicones del papanatismo nacional. Pero, ¿ acaso era po- sible ? ¿ Cien años no iban a invalidar las vetustas truculen- cias de un conde de España, de un Calomarde? Ciertamen- te, Primo de Eivera no parece tener el temperamento trágico de esos personajes sanguinarios; pero—insistamos en ello—■ tampoco le hubiera sido posible en- nuestra época proceder como aquéllos. Por otra parte, la violencia no siempre adop- ta el aire pintoresco y espectacular de la efusión de san- gre y del homicidio. Existen otras formas de violencia man- sas, terribles, desgarradoras de la conciencia colectiva y aun de la dignidad individual. De esta clase de violencias no ha prescindido la Dicta-
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Lea "NUEVA ESPAÑA"
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En esa confianza coincidimos todos, incluso los más ar-
dientes liberales de España. Pero no queremos rega- tear en esta hora de lucidez nuestra previa asistencia a una situación que, por lo pronto, ostenta en su programa dos propósitos básicos: retorno a la normalidad constitucional y puras y limpias elecciones generales. |
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FEBRERO
Entre las adhesiones figuraba la de
Marcelino Domingo. Hablaron después Azafia, Galarza,
Arauz, López Rey—-en nombre de los es- tudiantes—, Nicolás Salmerón, Albornoz y Lerroux. Lerroux hizo un gran discurso analíti-
co y fuerte. Alvaro de Albornoz fijó, de manera clara y precisa, la situación ac- tual de las izquierdas y el camino a seguir._______________________________ Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
Muchas cosas dijo Albornoz que ha-
brán de tenerse presentes en la próxima actuación del partido. |
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EL 11 D
Se ha celebrado en toda España, con
gran entusiasmo, el aniversario de la Eepública. En Madrid nos reunimos en banquete de fraternidad republicana. Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
La presidencia la ocuparon los seño-
res Salmerón (Nicolás y José), Angel Galarza, en representación de los abo- gados republicanos; Azaña, por el gru- po de Acción Bepublicana; Pi y Arsua- ga, por los federales; Lerroux, por los radicales; Castrovido, por la Prensa re- publicana; Albornoz, por el partido ra- dicaísocialista]; ^Arauz, por el (Círculo Federal, y D. Fernando Lozano. |
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Imprenfa ARGIS
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Alfamirano, 18 + Madrid
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Teléf
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ono 40505
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I
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Cosas del vetusto "Heraldo"
asistido al banquete! ¡ Como si ambos no hubieran
abierto el pico, por cierto, con notable eficacia y aplauso de la concurrencia 1 Ademas, el Sr. Azaña ostentaba la re- presentación de un importante grupo político: la Acción Bepublicana. Y el Sr. Albornez, la representación de otro sector del republicanismo: el radicalsocialista. Pero, ¿qué le importa a Heraldo de Madrid todo ello?
Para Heraldo de Madrid, lo primero es satisfacer sus infelices deseos de venganza, obrar conforme a su lista negra, poner en juego el putrefacto sistema periodístico del toma y daca, tan aereditodo en los periódicos «sapos» del siglo XIX. Los nombres de Azaña y Albornoz figuraban y figuran en
aquella lista negra. ¿Saben ustedes por qué? Pues porque esos señores, en unión de otros muchos y calificados inte- lectuales de Madrid, firmaron una protesta contra la fea, conducta seguida recientemente por el periódico aludido* respecto a un ilustre escritor. Protesta, repulsa digna, que será necesario reforzar y
mantener si continúa Heraldo con sus desaprensivas ma- |
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pasado por el tamiz de la censura oficial) cuanto ocurrió
en aquel acto. Heraldo de Madrid, dispensándose a sí mismo de tales
obligaciones, ha silenciado en absoluto los nombres de los señores Azaña y Albornoz. J Como si ambos no hubiesen |
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qum aciones.
Aunque no sea más que para enterar al público de cómo
entiende el viejo y cascado diario sus deberes periodísticos, y a la opinión liberal, de cómo colabora en la obra de las izquierdas, cuya ideología afirma sustentar. |
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