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DIRECTORES: ANTONIO ESPINA, JOSE DÍAZ FERNANDEZ
SUMA
I O
Editoriales: ¿ Dictadura-letrada? ; Frente sin afrenta; Los nuevos Ayun-
tamientos y Diputaciones; Cambó y las derechas; «La Liga Laica»;
El Patronato del Turismo.—La realización de la Nueva España,
Mar-
celino Domingo.—Caricatura, Maside.—Eduardo Ortega y Gösset.
Antonio Maria Sbert.—Noticias literarias : Alemania.Conferencia de
Einsenstein,
J. Rodríguez Miguéis.—Respuesta a una carta semicerrada,
Panait Istrati.—Las fases de la vida del hombre, Antonio Abaunza.—
El futuro Madrid, F. García Mercadal.—Rifi-Rafe.El sepulcro de Don
Quijote,
Emilio Palomo.—Valle Inclán, la política y la cárcel, Ramón
J. Sender.—El año político en Inglaterra, Rene de Deney.—La libertad
inmóvil,
Benjamín Jarnés.'—El cinema en Rusia, José de la Fuente.—■
La Revista Nueva, Roberto Castrovido.—Reseña teatral, Dongo.—La
Quincena Internacional.
Los libros.Vida española : Galicia : La nue-
va generación,
Jesús Bal y Gay; Una baja en las letras gallegas, O. B.—
Política de realidades, A. Villar Ponte.—Valencia: Nueva política re-
publicana,
Julio Just.—Castilla: El campo y la literatura, Luis de Vi-
llava.El discurso del Sr. Sánchez Guerra.Etica política : Depuración
de las conductas,
José Díaz Fernández.
NUM. 3
35 CTS.
ANO I
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NUEVA ESPAÑA
fecto es privar a las Corporaciones de su
derecho a la elección de alcalde. El ter-
cero, permitir que puedan formar parte-
de las mismas los concejales de la dicta-
dura. Como si una de las más urgentes-
funciones de los nuevos Ayuntamientos-
no fuera la de investigar la obra admi-
nistrativa de los últimos, en algunos-
pueblos realmente desastrosa.
Por lo que se refiere a las Diputacio-
nes, es inadmisible que las organizacio-
nes obreras no tengan derecho a repre-
sentación, cuando se les concede a las-
capitalistas, como son las Cámaras Agrí-
colas y de Comercio. Y lo mismo opina-
mos acerca de la excepción que se hace
con las entidades intelectuales libres, co-
mo, por ejemplo, los Ateneos, que debie-
ran participar mejor que nadie en la di-
rección de la vida provincial.
CAMBÓ Y
LAS DERECHAS
Parece que las esperanzas que desper-
tó el Sr. Cambó en las derechas espa-
ñolas se va amortiguando poco a poco.
No quiere decir esto que el gran nú¿Ie.--
del capitalismo, la plutocracia j la bur-
guesía de nuestro país deje de mirar con
simpatía al político catalán, caudillo de
especuladores y sostén de patronos. Pero
las declaraciones que hizo en Madrid,
demasiado audaces, han surtido un efec-
to contraproducente.
Cambó propuso una especie de dicta-
dura civil, basada en el alejamiento
temporal de las Cortes y en la concen-
tración de fuerzas conservadoras alre-
dedor del trono. Ambas cosas les pa-
recen admirablemente a las derechas.
Pero ya nos les parece tan bien que se
digan con la abierta franqueza con que
las dijo el Sr. Cambó. En esto no ha
dado el viejo político de la «Lliga» prue-
bas de esa perspicacia que generalmen-
te se le atribuye.
Las derechas españolas son, por na-
turaleza y tradición, maniobreras y cau-
telosas. El largo tiempo que vienen
disfrutando del Poder les ha enseñado
a proceder siempre con ventaja y con la
clásica hipocresía gubernamental. Por
eso, cuando desean ardientemente una
cosa, lo primero que hacen es ocultar
que la quieren, o, al menos, que la quie-
ren del todo.
Cambó ha debido comprender y se-
cundar la táctica actual de dichos gru-
pos. Ha debido proclamar lo mismo que
a diario proclaman el A B C, y Buga-
llal, y Bergamín, y Romanones: «Res-
tablecimiento de la Constitución del 76
y Cortes ordinarias.» De este modo,
Cambó no habría asustado a nadie. No
hubiera quebrantado la tácita consigna
derechista y, a su tiempo, si este tiem-
po llega, después de conquistado el Po-
der, podría, con Constitución o sin Cons-
titución, con Cortes o sin ellas, ejercer
una verdadera dictadura. Corno la que
ejerció en su época el Sr. Sánchez
Guerra.
»LA LIGA LAICA"
Se ha constituido en Madrid la «Liga
Laica», organismo integrado por cuantas
personas tienen en España el cerebro
sano y la conciencia libre. Era una enti-
dad que hacía mucha falta. Las constan-
tes intromisiones del clero en la vida so-
cial y en las vidas privadas exigen una
NUEVA ESPAÑA
REVISTA QUINCENAL
Affo I * 1 de marzo de 1930 > N.° 3
Redacción, Adminis-
tración y Talleres:
ALTAMIRANO, NUMERO 18
MADRID
Teléfonos números 40643 y 40505
ADOLFO SALAZAR
Nuestro cordial amigo y compañero
Adolfo Salazar ha dejado de pertenecer
al Comité directivo de NUEVA ESP ASA.
Según nos dice, no se halla conforme con
el tono vivo y polémico de algunas sec-
ciones de la Envista.
No nos extraña su decisión. Hombre de
especialidad, ajeno a las asperezas de la
lucha política, no quiere participar de las
inevitables violencias que nos aguardan
a nosotros. Lo lamentamos. Siempre tu-
vimos en alta estima el talento y la cul-
tura del ilustre musicógrafo, y en algu-
nos aspectos de la obra de NUEVA ES-
PASTA su ausencia nos privará de un va-
lor insustituible
Pero no por esto se debilita en lo más
mínimo nuestro entusiasmo y resolucio-
nes. Nosotros, aquí quedamos, lector,
tan tranquilos y satisfechos al frente de
la Eevista y al pie del Bifi.
EDITORIALES
¿DICTADURA
LETRADA?
A su advenimiento a España, después
del destierro, han sido estas las primeras
palabras de Unamuno: No más dictadu-
ras.
Hay quien sueña todavía, entre la
gente de buena fe, con dictaduras. Con
una dictadura inteligente, de acuerdo con
principios radicales izquierdistas, o con
una dictadura culta, lelrada. Para ello se
echa mano, como argumento, de la in-
fancia política de España y de la incapa-
cidad, a juicio de algunos, de gobernarse
a sí propia. Una.dictadura sana, una dic-
tadura de extracción revolucionaria, una
dictadura intelectual, sería el mejor me-
dio para salvar el foso de • años que nos
viene separando cada vez más, desde la
Eeforma, de Europa.
Pero nosotros no podemos desear dic-
tadura alguna. Ni mala ni buena. Y mu-
cho menos dictaduras letradas, que son,
a nuestro juicio, las peores. Lo más malo
de la peor dictadura que hubo en España,
no fué lo que tuvo de dictadura, militar.
Lo peor fué lo que tuvo, en proporciones
inconcebibles, más de lo que la gente se
figura, de dictadura letrada. Esto es, de
dictadura clerical. En una capital de Es-
paña de 150.000 almas, el alcalde, du-
rante varios años, recibió todas las ma-
ñanas dé* su confesor (un sacerdote je-
suíta) la orden del'día del Ayuntamiento.'
Lo peor de la dictadura de Primo de
Eivera fué lo que tuyo de clericial. Y lo
peor de toda dictadura clericial es lo que
tiene de letrada. - ■
FRENTE
SIN AFRENTA
El Sr. Lerroux, al que reconocemos
altas cualidades políticas, tiene en mu-
cnos momentos de su vida una actuación
que pudiéramos llamar paradoxal. Cuan-
do parece imputar más rotundamente
una movilización republicana, nos sor-
prende con el consejo de un frente úni-
co, no sólo con republicanos y socialis-
tas, sino con monárquicos. Esto es ab-
surdo. Todas las alianzas parecen lógi-
cas menos esta: la alianza con los ene-
migos. Por lo visto, el Sr. Lerroux lle-
ga al delirio en esta clase de gestiones.
Aceptar compromisos con elementos que
vayan a las Cortes a votar otra Constitu-
ción que no sea la republicana, es una
insensatez impropia de un jefe político
responsable.
Este es un momento decisivo y re-
suelto. Está planteado el dilema : o re-
publicanos, o monárquicos. La ambigüe-
dad que ha caracterizado siempre nues-
tra política, está esquivada por el sis-
tema de dictadura. Un pacto así, no sólo
es una deslealtad política, sino un en-
gaño a la opinión, una afrenta para las
ideas y las convicciones sinceras. Creer
que puede salir una República de unas
Cortes Constituyentes hechas bajo un ré-
gimen monárquico es, o una ingenuidad,
o una habilidad tan burda como los pro-
cedimientos electorales del viejo . régi-
men. Porque, además, los que hablan
de Cortes Constituyentes no aluden a un
cambio de sistema, sino a una leve en-
mienda constitucional.
Los republicanos no pueden aliarse
más que con los socialistas y con los par-
tidos obreros de extrema izquierda. Son
los únicos que tienen actitudes francas
y definitivas : los únicos que no pueden
alterar sus programas con el oportunismo
político que hace años ofreció alguna
promesa; pero, que hoy está desacredi-
tado totalmente.
LOS NUEVOS
AYUNTAMIENTOS
Y DIPUTACIONES
Esperamos que se nos permita discre-
par del procedimiento seguido para la
sustitución de los Ayuntamientos y Di-
putaciones de la dictadura. El sistema
padece varios defectos substanciales. El
primero es el de. automatizar la forma-
ción de las Corporaciones locales con los
mayores contribuyentes. De este modo,
se las entrega en manos del capitalismo
y de la gran propiedad, y' se concede sal-
voconducto de ciudadanos de primera
clase.a los que ya disfrutan el privilegio
de la riqueza. Para que el privilegio re-
sultase justo habría que conceder una
parte a los menores contribuyentes ca-
pacitados' para el cargo. El segundo de-
Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
Una dictadura letrada, inteligentísima,
no seria mejor. Seria—con distintas va-
riantes—lo mismo. Cercenaría un cuerpo
de la nación en nombre de principios muy
respetables. Una dictadura es siempre
una imposición, una humillación, un des-
crédito histórico. Y el peor de los descré-
ditos, a nuestro juicio, la dictadura letra-
da. Por algo ha dicho el más individualis-
ta, de los intelectuales, al entrar en Es-
paña, después de su destierro: No más
dictaduras.
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NUEVA ESPAÑA
IDEAS POLÍTICAS
La realización de la nueva España
por MARCELINO DOMINGO
¿ Nueva España ? ¿ Qué significan el pensamiento y el deseo ? ¿ Significan
el anhelo y el empeño de remozar España ; de obligarla a entrar en el siglo xx
y en Europa ? ¿ De limpiarla de todas sus costras ; de salvarla de todos sus
prejuicios? ¿De librarla de todos sus obstáculos? ¿De forzarla a ser lo que
debe ser una Nación en nuestro tiempo y en nuestro continente?
Si éste es el afán que guarda en sus entrañas la divisa, lo primero para
que la nueva España se imponga, es esto : despertar, resucitar, incorporar
la vieja España. Es decir : para que España sea lo que debe ser, lo primero
consiste en que España sea lo que es. Esto que se rotula con el nombre de
España en los mapas históricos y geográficos, desde los siglos xvi y xvii,
no es España : no es la España que es.
Para que la nueva España sea posible, urge restaurar, reconstruir, recons-
tituir la vieja España, que, por la calidad moral de sus hombres, la riqueza de
sus variedades peninsulares, la pureza de su jurisprudencia consuetudinaria,
puede representar un valor original, virgen y fecundo, en el continente
europeo.
REVISADO POR LA CENSURA
espeeialización de la actividad ciudadana,
que garantice el ejercicio sin trabas de la
libertad de pensamiento.
No se trata de fomentar ningún secta-
rismo. Pero el respeto a toda clase de opi-
niones religiosas ha de partir de la igual-
dad de trato a las opiniones contrarias,
deterministas y ateas. Por otra parte, el
laicism© político no significa otra cosa que
la neutralidad del Estado en cuanto a las
creencias religiosas de los ciudadanos.
Puesto que entre éstos los ha que creen,
con Bossuet, que la réTigión es la poesía
de la verdad y que (como nosotros) creen
con Lemier que la religión es el opio del
pueblo.
EL PATRONATO
DEL TURISMO
Denunciamos ante el Gobierno al Pa-
tronato Nacional del Turismo por tratar-
se de un Centro burocrático más que no
reporta ningún beneficio al país ni es la
«fuente de riqueza y de prestigio nacio-
nales» de que hablaba el decreto de su
creación.
Pedimos que se revise la función de ese
Patronato, la obra llevada a cabo en él
y que se le dé una estructura diferente.
El Patronato del Turismo lo paga el
español que viaja. Los viajeros de segun-
da pagan doble que los de tercera, y los
de primera triple. Pero como el impuesto
no puede exceder de tres pesetas, y cuan-
to más largo es el viaje mayor es la pri-
ma del seguro, se da el caso de que la
persona modesta que haga un viaje lar-
go en tercera, y pague la prima máxima
de tres pesetas, abonará la misma canti-
dad del viajero de primera que haga igual
recorrido.
Esa es la justicia tributaria en que se
basa el opulento Patronato.
Se asignan a éste cuatro millones de
pesetas. Pero después se concedió al Pa-
tronato un empréstito de 25 millones. To-
tal : 29 millones. Se le encargaba de ges-
tionar la llegada de turistas a España,
«habida cuenta de la proximidad de las
Exposiciones de Barcelona y Sevilla».
Ya en pie la vieja España, que es la España entrañable, la nueva Es-
paña ha de pensar esto : que, en lo presente y en lo futuro, la Humanidad se
dividirá en dos categorías de naciones o pueblos : las naciones y los pueblos
que viven de acuerdo con los principios de la civilización europea, y las na-
ciones o pueblos que permanecen cristalizados e inconmovibles en formas in-
feriores a esta civilización. ¿ Cuáles son los principios de la civilización
europea ? Poderes elegibles y responsables, desde el jefe del Estado al último
alcalde de la última aldea ; soberanía del Poder civil, reducida la religión a
sus iglesias, el soldado a sus cuarteles, y unificadas y controladas por el Es-
tado toda las actividades económicas ; enaltecidos, garantizados y estimula-
dos los derechos del hombre ; leyes sociales que eleven el proletariado a cola-
borador responsable, activo y proporcionalmente beneficiado de la produc-
ción ; escuela única, que posibilite desde la enseñanza primaria a la Univer-
sidad, llegar libremente a todas las instituciones de cultura del Estado quien
posea condiciones intelectuales probadas para ello ; higiene pública, signifi-
cada por profusión coordinada de sanatorios y preventorios, que fortalezcan
la raza y eviten los estragos que causan en ella enfermedades que, preveni-
das o atendidas a tiempo, pueden evitarse ; sistema tributario basado sobre
impuestos que no graven el trabajo ni el artículo de consumo, y que sean en
su progresión e imposición compensadores de los desniveles sociales, y no
en su unificación, medio eficaz, justo y económico de arbitrarlos ; justicia rá-
pida, garantida y barata, procurando con la independencia económica de
la Magistratura y de responsabilidad ante el Parlamento, la independencia y
austeridad de su actuación ; Código penal y sistema penitenciario huma-
nos : el uno evitando las penas crueles e irreparables, y el otro evolucionando
del sentido prunitivo que aún tiene a un aspecto reformador de las anorma-
lidades morales de la personalidad humana ; racionalización de la industria ;
obligación ineludible de cumplir la propiedad la función social que le es im-
perativa ; sumisión del crédito y de las instituciones bancarias a la vigilan-
Lea usted "NU2VA ESPAÑA'
El resultado de esa gestión lo conocen
todos los españoles.
Demostración: el Patronato del Turis-
mo no ha sabido realizar la campaña de
publicidad que exigía su misión. Si ha-
biendo esas dos magnas Exposiciones no
logró el objetivo propuesto, ¿ qué turismo
ha de desenvolver en años sucesivos,
cuando no existan tales Certámenes?
El Patronato del Turismo ha fracasa-
do. Sus Ouías están llenas de omisiones
y desatinos. Su propaganda es ineficaz.
Y dispuso de 29 millones de pesetas.
Demandamos una seria revisión y una
transforración completa del organismo,
sometiéndose entretanto a un régimen
de tutela.
El Comité, compuesto por un conde,
el de Güell; un marqués, el de Pino;
un duquje, el de Santa telena, Jy de
los señores D. Joaquín Santos Suárez y
D. José Antonio de Sangróniz, ha fraca-
:sado totalmente.
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NUEVA ESPAÑA
EDUARDO ORTEGA Y GASSET
El otro desterrado de hace sein años
ha entrado también en España. Fué, con
Unamuno, et que -mantuvo virilmente
?n ei extranjero La, protesta contra Ui
irresponsable dictadura. Ortega y Gasset
llegó a tal grado de dignidad, que hubo
de ser desterrado dos veces: de España
y de Francia.
Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
NUEVA ESPAÑA le renueva su ad-
hesión más decidida.
ANTONIO MARIA SBERT
También está en Madrid, Ubre, otro
perseguido: el iniciador de las milicias ci-
viles de estudiantes. Una dictadura -per-
sonal tenía que disminuir a pleito de ca-
rácter personal lo que era vigoroso em-
peño de ciudadanía.
"Ahora.empieza lo más duro", ha di-
cho Unamuno a Sbert, transformado de
universitario en luchador político, ¡sin
benevolencia para con el pasado; sin
otros contactos que los que le ofrezcan
soluciones nuevas y bien definidas. NUE-
VA ESPAÑA estará con él en esa línea
de ataque.
NOTICIAS LITERARIAS
Alemania
La Vuelta de D. Miguel de Unamuno
a España ha producido gran contento en
la vida intelectual. Aparte de las gran-
des informaciones sobre el recibimiento
que le dispensó España, publicadas en
todos los grandes periódicos en las pri-
meras planas y en caracteres especiales,
las revistas publican artículos e inter-
vius en los que se estudia la gran perso-
nalidad de Unamuno. Uno de los más
prestigiosos críticos alemanes ha pronun-
ciado un bello discurso radiofónico elo-
giando la figura del maestro. Leo Hirnsch
ocupa las primeras columnas del Lite-
rarische Welt
para hacer un parangón
cívico entre Blasco Ibáñez y D. Miguel
de Unamuno.
cia del Estado y a las normas que éste determine... Todo ello, en un des-
arrollo o plenitud y en posibilidad de ascender siempre a modalidades superio-
res, es ya Europa. Todo ello ha de ser España, si nueva España equivale
a ser Europa. El empeño demanda energías heroicas, porque todo está por
hacer. En España el Poder civil está sometido a las plutocracias financieras, a
las espadas insurrectas y a las oligarquías eclesiásticas ; el hombre se ve fre-
cuentemente desposeído de todos sus derechos ; el proletariado es todavía un
asalariado irresponsable y dé miseria ; la enseñanza primaria consiente aún un
6o por ioo de analfabetos, y la superior sólo es permisible a quien posee condi-
ciones económicas para adquirirla ; la higiene pública, abandonada en absolu-
to, queda entregada a los impulsos de la caridad ; la tributación se basa sobre
impuestos directos lesivos a la economía doméstica y a la producción, y se
percibe por medios onerosos e inmorales ; la justicia es cara, lenta, depen-
diente e irresponsable ; el Código penal acepta la pena de muerte y las penas
crueles ; la industria, sin orden, unidad ni concierto, queda entregada a la
iniciativa privada ; el propietario puede usar, abusar o desusar su propiedad ;
los Bancos se mueven a su antojo. Todo está por hacer en esta España, jdete-
nida en el siglo xvn. Todo es imperativo y urgente hacerlo, si España as-
pira a elevarse a colaboradora activa en la unidad de civilización que simbo-
liza Europa...
¿ Nueva España ? Nueva España, si es el propósito entrañable de las ge-
neraciones audaces y creadoras, críticas y activas, destructivas y forjadoras
que ha producido en todo el mundo la gran guerra revolucionaria, equivale,
en síntesis, a esto : a resucitar la vieja España y sobre ella, en pie y con vida
ya, esculturar una España europea. Si hay heroísmo y sacrificio para la
obra, las mismas generaciones que hayan promovido el deseo podrán contem-
plar con sus ojos la realidad deseada.
ACTUALIDAD POLÍTICA
Gerhard Hauptmann acaba de publi
car una novela, en dos tomos, de 9t
páginas, que se titula: Pasión.
Matisse celebra actualmente una ex-
tensísima exposición de sus obras en
Berlin.
La exposición del teatro japonés, ya
abierta desde hace días, es un espectácu-
lo sorprendente.
Va a levantarse en Berlín, a orillas
del Spree, el primer gran rascacielos eu-
ropeo.
* * *
En la primavera actuará en Alemania
una compañía de teatro chino.
La «Emelka», productora de films so-
cialistas e introductora de la producción
rusa en Alemania, atraviesa una difícil
situación y será adquirida, probablemen-
te, por el Estado.
Susana y los viejos
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NUEVA E SPAÑA
5
Colectivismo contra individualismo
Conferencia de Einsenstein
por
JOSE RODRÍGUEZ MIGUÉIS
los»^—, instrumento, condición del espíri-
tu moderno. La Revolución no se contra-
dice entronizando la máquina. Para eso,
el marxismo esculpió la doctrina del ma-
terialismo histórico. La máquina es el
ala poderosa que transporta el espíritu
de nuestro tiempo. Sin ella, los bellos
sentimientos, las magníficas doctrinas,
quedarían inertes, impotentes. Precisa-
mente, la Revolución rusa es la revolu-
ción de la eficiencia, del constructivismo,
del pensamiento (acción). En su rápida
conferencia, Einsenstein puso de reheve
que en ella se funden las fuerzas mági-
cas, profundas, de los instintos con la
luz clara y calmosa de la inteligencia.
Su obra es la prueba evidente de esta
aserción.
* * *
En la sala obscura del «Casino de San
José» hay un susurro de conversaciones
febriles. «La mitad son judíos o rusos»,
me dice en voz baja la muchacha que me
ha traído a escuchar a Einsenstein. ¿Y la
otra mitad?... Veo aquí 'mujeres elegan-
tes y maquilladas; pero el aspecto gene-
ral de esta sala es la de un comicio pro-
letario. (Pasa por delante de mis ojos la
visión del cortejo obeso de hace unos
días.) Diríase que de un instante para
otro va a surgir sobre la pantalla el per-
fil exótico y duro de un propagandista.
¿Es esto posible en Bruselas? En efec-
to: este público no tiene la insipidez
tranquila, la morosa indiferencia de un
teatro de Bruselas, tan pobres de pasión
como lo son de especias los platos de
la cocina belga. Esta gente aplaude, ru-
ge, protesta, grita, vive. Y su entusias-
mo se comunica pronto. Me doy cuenta
de que no venimos aquí como vamos a
la «brasserie», para malar el tiempo.
Oigo hablar ruso, alemán, francés, es-
pañol? ¿Es un Congreso internacio-
nal? Así parece.
El dueño del cinema es un intelectual
comunista, un «camarada». Aquí está Ser-
ge Einsenstein. «Monsieur» Einsenstein
como él dice. Palmas. Vivas. Gritos. En
su gesto, Tovaritch Einsenstein pide si-
lencio al teatro que lo aclama. No es
Tito Schipa el que sube a escena. Hom-
bre de mediana estatura. Saris fagons.
Nada de extraordinario. Ninguna misse
en scéne
en este genial metteur en sei-
ne.
Apem 5 los ojos pequeños, y vivos
surgen a distancia. Actitud negligente:
las manos en los bolsillos de la chaque-
ta; los calellos altos, despeinados. Juz-
go que de su boca van a salir palabras
como las de «Todo el poder para los so-
viets...». Pero no: «Prometí no hacer pro-
paganda política. Bajo esa condición os
voy a hablar.» Sonrisa irónica. El pú-
blico sabe lo que su presencia signifi-
ca... ¡Tovaritch! ¡Tovaritch!
Personaje extraño y simple. Su rostro,
judío y bolchevique. El pueblo tiene un
sentido penetrante de los valores.
* * *
juició la Rusia soviética ciertos comen-
tadores de la Rusia nueva se apoyan en
consideraciones puramente pesimistas y
procuran darnos, sobre lodo, la visión de
las deficiencias y de las inferioridades,
sería lo mismo que medir la cultura y
la civilización occidental por los barrios
pobres de Londres, por las cocotas fran-
cesas, por el barrio negro de Nueva York,
por el número de crímenes que nuestra
Prensa registra diariamente. El estado
de los pavimentos y de las carreteras
tiene cierta importancia como síntoma
económico. Pero nada nos autoriza a lan-
zar conclusiones contra un sistema social
porque haya lodo en las calles. Pero los
críticos de Rusia van más lejos. Los pa-
vimentos de Moscú, ¿son malos? Rusia es-
tá sepultada en un abismo de desorgani-
zación. ¿Están bien conservados? El bol-
chevismo es ridículo, porque hizo del
asfalto la ra^ón suprema de su existen-
cia... Un ciudadano radical anda de mal
humor porque, en fin de cuentas, el bol-
chevismo se mantiene y el comunismo
progresa en el orden económico. Un dia-
rio conservador le paga una visita al
país de los Soviets. ¡Excelente! Nuestro
amigo abre los ojos espantado sobre el
paisaje social de Rusia. «¡Pero esto no
es el Paraíso! ¡Esto también lo tenemos
nosotros. No valía la pena de hacer la
revolución para tan poco.» Pero, ¿quién
les diría que el bolchevismo iba a im-
plantar el Edén terrenal cerca de los
Urales? «Es de suponer—dijo Einsens-
tein—que en el Occidente europeo cual-
quier niño de la escuela conoce un trac-
tor agrícola. Pero ése no es el caso de
la mayoría de los campesinos rusos.» Sin
máquinas—sin N. E. P.—, la revolución
agraria habría sido un mito, y los perio-
distas galos, muy cultos y espirituales,
afirmarían que la Revolución rusa rasa-
ba el plano medieval. Pero, ¿Rusia tiene
máquinas como Francia, Italia, Ingla-
terra, Alemania? Los periodistas fran-
ceses (siempre muy cultos y espiritua-
les) desdeñarán su materialismo grosero,
su mecanismo desenfrenado y su ameri-
canismo de nuevo rico. Estos «intelec-
tuales», que poseen conduites, viajan en
Pulman y habitan palaces, olvidan que
sus casos psicológicos, sus melindres li-
terarios, o su talento pálido y anémico,
o su hipercriticismo, deben la vida al
ala protectora y metálica de la máquina,
v que ellos mismos son alimentados, ves-
tidos, conducidos y divertidos por la má-
quina, que repudian por snobismo o pre-
concepto literario. La máquina es espí-
ritu y voluntad proyectada sobre el mun-
do—como los poemas y los «rascacie-
«La línea general», sin embargo, no es
sólo esto; es el poema épico de la lucha
contra la rutina, la reacción y el oscu-
rantismo. En ella, la máquina aparece
como la armadura de hierro, al abrigo
de la cual el Espíritu embiste con las
sombras del Pasado. Anatema contra
la vida retrógrada, este «film» es la de-
mostración documental de un momento
decisivo en la historia de un pueblo: el
momento en que el hierro se torna ins-
trumento dócil y poderoso de una fuer-
za espiritual obstinada.
El Dr. Fayard persiste en ver en la
obra de Einsenstein la victoria pura del
genio individual. Pero es el propio Si-
senstein quien afirma la inspiración ní-
tidamente social de su trabajo, ,su técni-
ca, por así decir,' colectivista, sus obje-
tivos doctrinales. En efecto: ¿En qué
país sería posible hoy obtener la fuerte
inspiración social de un «film» de esta
naturaleza? Alemania nos dio «Metrópo-
li», un fracaso como significación. El ci-
nema occidental, cuando no cae en el
optimismo fácil, nauseabundo, de los
americanos, o en su puritanismo odiosa-
mente hipócrita, aborda el drama «a
tres»—mujer, marido, amante—que co-
mienza y acaba en el lecho. Además, lodo
el cinema occidental vive en el régimen
de selección democrática de «la estrella».
Para mostrarnos de una manera dramá-
tica y viva las ventajas del colectivismo
sobre el individualismo, Einsenstein no
sólo recorrió Rusia entera, como puso en
movimiento verdaderas multitudes. Algu-
nos millares de mujeres trabajaron ante
sus ojos para que él pudiera escoger
esa figura simple, obstinada, heroica de
Marfa Lapkina. Mujer fea, pero expresi-
Un crítico francés, M. Jean Fayard,
aun elogiando al genio creador de Ein-
senstein, considera «La línea general»
una «nanserie» y una escandalosa apolo-
gía del maqumismo. Lo que me hace pen-
sar en esos individuos que se ríen del tu-
rismo y se quejan siempre de los malos
hoteles y de los trenes atrasados. La mis-
ma miopía de Georges Lefévre cuando en-
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NUEVA ESPAÑA
lución rusa es el caso en donde ella en-
cuentra el mayor número de oportuni-
dades.
«La línea general» es la demostración
necesaria de una transformación econó-
mica y mental. Con su mentalidad indi-
vidualista, el campesino ruso, lejos de be-
neficiarse con la Revolución, encuentra
en el régimen divisionario de la propie-
dad la miseria, la sumisión al Kulak, su
antigua esclavitud económica. Urgía pre-
parar el espíritu de las masas rurales
para el trabajo lento y costoso de los en-
sayos de cultura colectivista de la tierra.
Tal es la misión social de «La línea* ge-
neral». Marfa Lapkina es la mujer simple
en cuyo espíritu la miseria despertó la
luz. «No podemos seguir trabajando la
tierra cada uno por sí.» En tanto que el
Kulak prospera, engorda, la aldea cae a
pedazos, miserablemente; los pobres no
tienen caballos, ni alfalfa, ni simientes.
Es preciso ir a mendigar a la puerta de
los ricos. Pero los campesinos insisten
en no ver el origen del mal y repudian
las propuestas ingenuas y calurosas de
Marfa. No importa. Escarnios, insultos,
golpes: lodos los sufrimientos no bastan
para arrancarle la fe. Y por su esfuerzo
(apoyado en más altos poderes), la aldea,
poco a poco, se transforma y acaban las
barreras egoístas de la propiedad, y los
campesinos se dan las manos compren-
diendo las ventajas de los métodos
nuevos.
Hábilmente, .sin ninguna apariencia de
proselit-ismo,. Einsenstein pone la máqui-
na en el lugar del pope. Las escenas, ad-
va, sin «pos.se» ni fotogenismo, labrado-
ra inculta, descubierta casualmente en-
tre tantas otras. Marta encarna el espíri-
tu nuevo, el alma heroica y sufriente!, la
inteligencia obscura que se abre camino
a través de la grosería y de los sarcasmos
d.e los hombres de mentalidad primiti-
va. Todas las figuras d'e este «film» fue-
ron arrancadas del cuadro natural de la
vida rusa, para crear este símbolo de la
vida nueva.
Así trabaja Binsenstein. Su genio re-
pudia el cinema literario, el «film» «bur-
gués». «Tengo la preocupación de produ-
cir documéntanos.» En efecto, ni estudio,
ni escena, ni «artistas», ni arcos voltai-
cos. La Naturaleza como cuadro, el sol
como luz, la vida como lema y, como
personaje, la multitud.. El «dictador» del
cinema soviético recorre los campos, las
calles, las oficinas en busca de sus ac-
tores. De este modo, la multitud entra
en su obra—en masa, como en «Octu-
bre», o individualizada en sus típicos re-
presentantes—. «Cada individuo es capaz
de ofrecer alguna cosa. Es la confección
del «film» lo que atribuye un sentido
simbólico y unitario a sus gestos y a sus
expresiones.» A veces, los intérpretes se
le aparecen inesperadamente: es el caso
de Marfa Lapkina. Ä los dos meses de
inútiles ensayos y pesquisas, la fisonomía
de esta labradora se le revela en un mo-
mento. A este genio de la creación colec-
tiva le llama el Sr. Fayard «la simple mi-
rada del genio individual». ¿Y si así fuera?
Todos comprenderían que, lejos de anu-
lar la personalidad' individual, la Revo-
mirables, de la procesión ad pretendam
pluviam
fueron acogidas con risas signifi-
cativas en este país, donde el cura es una
fuerza significativa. El rico labrador, que
niega la limosna a los miserables, fué
recibido con murmullos hostiles en esta
ciudad donde los ricos abundan. Y cuan-
do Marfa Lapkina, auxiliada por un tra-
bajador aldeano, miembro de las organi-
zaciones, arranca el deseado tractor a los
burócratas que dormitan o charlan irre-
verentemente sobre los retratos de Leni-
ne, la sala entera vibra en un clamor de
aprobación. Todo el mundo comprende
SUSCRÍBASE A
••NUEVA ESPAÑA'*
esta sátira admirable contra la burocra-
cia paralizante, de la que Rusia ,se va
libertando. Einsenstein había dicho: «La
escena en que presento a la burocracia
ociosa demostrará que, contra lo que se
dice, la libertad de opinión aun es en
Rusia, a pesar de todo, un poco superior
a la de ciertos Estados europeos.»
«La línea general» no es, pues, .sim-
plemente, el poema de la máquina. Es un
«panfleto» vivo contra la reacción de las
masas incultas, tantas veces incapaces de
comprender los esfuerzos de los creado-
res de mundos nuevos.
El primer libro español sobre Rusia
que alcanza la TERCERA EDICIÓN
BIC« UBDALCe
II n»TAHB#
SPAI1»L Eli
USÍA
Prólogo especial de Henri Bar-
busse, 16 fotografías tomadas por
el autor y un considerable aumen-
to en el texto.
3±.
»IC¡*N
Pedidos contra reembolso a Editorial Cénit, S. A.
Apartado 1.229.—MADRID
Exclusiva de librerías: C. I. A. P. Librería Fe,
Puerta del Sol, 15. — MADRID
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NUEVA ESPAÑA
7
Respuesta a una
carta'semieerrada
CONFIDENCIA
por
P A N A I T ISTRATI
humano, me decía hace poco que todo
eso es biología, y que hago mal en que-
rer cambiar el orden de las cosas.
No conozco la biología ni los Evange-
lios. También es posible que al escribir
mi último libro haya regocijado a todos
ustedes o que yo no me haya explica-
do bien. Como soy un obrero auténtico,
a veces me ocurre que meto la pata;
otras hablo confusamente; «pero siem-
pre sé lo que quiero». Y si cien veces
me tirase usted desde el tejado, otras
tantas caería de pie. Sepa, pues, que mi
libro no se presta a la filosofía, y que
no lo he escrito pensando en usted.
Observe también lo siguiente: no
soy de esos que hacen a su clase única
responsable de todas las desgracias que
suceden en el mundo. Incluso a mi cla-
se no me liga más que el sufrimiento
que viene de su vientre; esto es todo.
Por lo demás, pertenezco a la vida. Es-
to me permite hablar con usted con
entera libertad. La creo buena, justa y
generosa. Estoy convencido de que si el
mando del mundo le hubiese sido con-
fiado, se consagraría usted a crear un
orden social equitativo, aunque se re-
servaría para usted y para los suyos
amables privilegios. Pero puesto que
usted dice que vive en su clase, y como
esta clase gobierna al mundo — yo sé
muy bien cómo—, bueno será que cada
uno de nosotros conserve su puesto; us-
ted el suyo y yo el mío. Y mientras
que nosotros conservemos nuestros pues-
tos respectivos, toda disertación relativa
al «Universo», que «está fundado sobre
bases de ferocidad», sera imposible.
Voy más lejos: en su lugar, y diri-
giéndome a un hombre para el cual
vuestro orden burgués es una ofensa a
la justicia, me sería molesto expresar
un escepticismo tan confortable. ¿Es
preciso conocer a Descartes, o bastaría
carecer de pan para comprender que la
partida no es igual? ¡ El abominable equí-
voco !
Ustedes tienen de su parte el bien-
estar las cenizas de los Evangelios para
consolarse, todos los ejércitos de mar,
tierra y aire para defenderos. Nosotros
no tenemos más que nuestros dos bra-
zos, miserables cuando no están ocu-
pados, y casi tan miserables cuando lo
están. Esto es comparable a la situa-
ción de un hombre que usted obligase
a sentarse sobre un montón de brasas y
luego, sentándose usted enfrente de él,
pero en-una butaca, le preguntase:
—¿ Qué piensa usted, amigo mío, de
este «caso desesperado» que supone la
quiebra de los Evangelios?
—¡ Creo, señora, qué se me quema el
trasero!
Así es como usted filosofa conmigo,
convencida de que nuestra situación es
la misma y de que estarnos completa-
mente de acuerdo. Me lo dice usted des-
de el principio de su carta: «Ha aban-
donado usted todos sus buques, inclu-
so este último: el comunismo ruso. Se
halla usted, pues, solo en su isla de
Robinson. ¿No se ha apercibido usted
de su soledad hasta ahora? Yo, por mi
parte, hace mucho tiempo que me he
dado cuenta de ella.»
Conoce usted, no sólo la suya, sino
también la mía, porque al final de su
carta agrega: «Hace tiempo que he
adivinado en sus libros, y, mejor aún,
en sus ojos, lo que es usted. Pero aho-
ra, después de lo que acabo de leer,
veo que¿ además, permanece usted en
lo Absoluto como un niño.
De donde se deducé que, usted en
su clase, y yo en la mía, en lo «abso-
luto» ambos estamos convencidos de
que para resolver la vida no nos que-
da más que la carabela de la resigna-
ción y una prudencia circunspecta.»
No; no es eso. Lo que yo era-, lo que
soy lo ha adivinado mal en mis libros
y más mal aún en mis ojos, que no
han hecho más que divertir a vuestra al-
ta sociedad ten una noche de melan-
colía.
Ante todo, yo no he abandonado nin-
gún buque, por la sencilla razón de que
jamás he subido en ellos. Durante toda
mi vida no he hecho más que «nave-
gar» en torno a un solo buque: el que
transporta las reivindicaciones de n,i
clase.
Al revés que usted, que siempre La
permanecido en su clase, yo salí de la
mía a la edad de doce años. En esta
edad de los sueños, que los sueños de mi
clase no eran los míos. (¿Ha leído us-
ted Mes Departs?) Mi clase hacía per-
manecer a su progenie diez años en la
casa del mismo tendero de comestibles
para convertirla en un personaje tan iiu-
Me escribe usted, señora, una carta
muy sincera, inspirada en la lectura de
Vers Vautre flamme. Es éste un docu-
mento muy característico, por su origen
y su filosofía y por su concepción de la
naturaleza humana. Veo en él a una cla-
se,- a vuestra clase, que por medio de la
pluma de uno de sus miembros más repre-
presentativos, confiesa su fracaso moral,
su desesperanza, su escepticismo, su re-
signación. Si comparo vuestra carta con
otros testimonios por mí recibidos de per-
sonalidades semejantes a la vuestra, he
de creer en la existencia de un estado
de espíritu, francamente desmoralizan-
te, que reina en las esferas, antaño las
más activas, en las inteligencias más
valerosas del pensamiento francés.
En efecto: desde mi regreso de Rusia
y del grito de revuelta que me ha arran-
cado la. actual dictadura del proletaria-
do, son numerosas las gentes de lä ca-
lidad de usted y de su mundo que me
han participado su descorazonamiento,
la pérdida de la fe en una fuerza ac-
cionante, al servicio del bien general.
Era esto para hacer cambiar la decep-
ción que yo traía y, como usted misma
lo hace, para «saludar» mi «valor» por
haberlo dicho públicamente. Pero esto
era también, para confundir en una so-
la las dos 'decepciones, suprimir todo'
espíritu revolucionario y obligarme a
reconocer que «el bien hasta hoy ad-
quirido es todo lo que podemos espe-
rar de este mundo».
Pero usted es quien se expresa más
. claramente: «Con mis medios apacibles
y mi dulzura -de mujer, viviendo en la
clase en que nací, he llegado a los mis-
mos resultados que usted..., es decir,
a la soledad, al aislamiento, convenci-
da de que la Humanidad que busca-
mos no existe ni existirá jamás más
que en algunos individuos: La colec-
tividad es siempre un monstruo». Y
después: «Mientras haya seres huma-
nos sobre la tierra, los grandes se come-
rán a los pequeños. El universo está
fundado sobre bases de ferocidad.»
¿La conclusión? La vuestra: «Nos
hallamos, pues, ante un coso desespe-
rado.
Ante esto, ¿qué hemos de hacer?
Ninguna revolución llegará más allá de
los Evangelios, y los Evangelios están
en quiebra. ¿Qué más podemos hacer?
Trata, individuo, de ayudar, de mejorar,
de salvar a los individuos. Por mi par-
te, yo no he hecho jamás otra cosa, y mi
trabajo me cuesta esto, tanto en mis
libros como en mi vida privada.»
Señora, es usted demasiado buena
«tomándose tanto trabajo por esto»;
pero la manera que tiene usted de con-
fundirme con usted y con su clase, no
me parece ya tan correcta, a pesar de su
sinceridad. También me molesta verla
filosofar conmigo sobre el tema de «la
quiebra de los Evangelios», como sobre
el de «la Humanidad que nosotros bus-
camos» y acerca de los «grandes que
se comerán a los pequeños». Un exce-
lente amigo mío, médico burgués muy
El primer rascacielos de arquitectura en
color une se ha levantado en Nueva York
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NUEVA ESPAÑA
8
cuatro reinos, no verá más que eso. Só-
lo el ser humano ha pretendido cambiar
la ley. Ha inventado la justicia, la ca-
ridad, el altruismo, etc.. Pero las fuer-
zas de la tierra residen allí.» Sí; esas
fuerzas se hallan allí; pero las otras
también. ¿No lo ve usted? Ellas son
tan imponentes como sus hermanas
malhechoras. Al presente, su voz apo-
calíptica truena sordamente en todo el
universo. Jamás ha tronado esta voz tan
potentemente. A veceSj^ extingue la voz
de las otras, las obliga al silencio. ¿ Quie-
re usted una prueba indiscutible? Hela
aquí:
Figúrese que un día en la plaza
de la Concordia se suben dos hom-
bres sobre ei pedestal del obelisco y
grita uno: «¡Quiero la guerra, la ruina,
el saqueo, la supresión de todas las li-
bertades !», y el otro: «¡ Quiero la paz,
el trabajo, la libertad!»
No hace falta meditar mucho, creo
yo, para saber cuál de los dos sería echa-
do a palos, inmediatamente, por la mu-
chedumbre indignada
Otro ejemplo:
Usted descubre, en un camino solita-
rio, a un hombre que, extendido sobre
el suelo, a penas respira. ¿No se apre-
suraría usted a prestarle auxilio? Y si
descubriera usted que era su peor ene-
migo, ¿ se atrevería usted a abandonar-
lo? Á menos que sea usted un mons-
truo, no necesito su respuesta; no pue-
de ser más que dignamente humana.
Un tercer ejemplo que he visto en la
vida: Dos familias vecinas de un pue-
blecito se odian a muerte; una noche
se "incendia la casa de una de ellas, y la
otra familia, se olvida de todo, y va
inmediatamente a salvar a sus vecinos.
No hago un melodrama; afirmo un
hecho. El egoísmo, la ferocidad, el cri-
men colectivo, son malhechores que la
mayoría de los humanos quiere de todo
corazón extinguir de la vida. Es. éste
un deseo más universal que esa «ley»
del mal de que usted habla. No vivi-
mos, no creamos, no progresamos más
que con este deseo. De él es lo porve-
nir, y es él quien lo traerá.
Si el mal se apodera de nosotros to-
dos los días, a pesar de nuestro deseo de
bien, se debe en gran parte a que nin-
gún orden social, ningún poder del Es-
tado se decide a declararlo delito pú-
blico. Y también se debe a que el cu-
chillo no ha llegado aún a los huesos.
Pero nunca logrón vivir, sino corno la-
drón, como asesino, ocultándose de la
luz. Nunca un ser humano sensato ha
intentado hacer ostentación sin levantar
una indignación universal. Jamás ha
conseguido que se le legitime, que se le
reconozca, que se le conceda derecho de
ciudadanía. Ningún artista, ningún es-
critor, puede hacer su apología sin cu-
brirse de vergüenza. (Cuando Nietzsche
alaba la fuerza y dice que es preciso
aplastar al débil, yo tío entiendo por
fuerza más que una: la que sirve a la
Humanidad.)
¿En dónde ve usted de esto una men-
tira? Observe el bolchevismo. ¿Cree us-
ted que haya salido de la cabeza de un
loco? Ni siquiera ha salido de una ca-
beza ; ha brotado del corazón de la tie-
rra. ¿Y por qué es tan umversalmente
popular? (¡Incluso los salvajes lo com
prenden 1) ¿ Por qué trasciende a mar
obtenido sin dinero: el aire, el sol, el
río, el amigo, la amante. Sólo el puñado
de patatas o algunos plátanos, necesa-
rios a mi estómago, me obligaron cada
tres días aT>ajar la cabeza ante tan gran
bestialidad. Ésto es lo que nunca te
perdonaré, pues un sólo día de ardiente
trabajo, de los diez; a que tengo de-
recho, bastaría para alimentar mi estó-
mago si no existiera tu criminal barba-
ridad, que obliga a los hombres a plan-
tar más postes de telégrafos que pláta-
nos o patatas.
Y el mundo quiere hoy, más que nun-
ca, postes de telégrafos, especialmente
el nuevo mundo, de que se enorgullece
mi clase. Quiere superar al antiguo.
Vosotros construís rascacielos. ¡ He
aquí «casas-montañas»! ¿ Habéis lo-
grado suprimir el cerebro del trabaja-
dor? Nosotros le suprimiremos el alma,
«que, además, no existe».
La Humanidad futura vivirá al ritmo
de un trinquete accionado por un dictador
universal.
¡ No me conviene esto I
Quiero gozar, sufrir, penar, siguien-
do el ritmo que bate su cadencia en el
fondo de mi propio abismo. Siempre he
sido así. No pudiendo explicarme el
misterio de la existencia, lo he obede-
cido, aullando unas veces de alegría,
otras de dolor. A esto es a lo único que
me he sometido. Cualquier otra obe-
diencia me repugna, tanto más cuanto
yo no soy nada peligroso para mi ve-
• ciño; al contrario, le cedo mi única
camisa cuando me he convencido de
.que le hace más falta que a mí. No
tengan ninguna codicia; es fácil no te-
nerlas. Para conseguirlo basta con no
querer aquello que naturalmente se nos
niega. Pero nada de lo que constituye el
gozo del cuerpo y del alma se nos niega
naturalmente; ni nada de todo esto es-
tá bajo el poder del hombre. En cuanto
a lo que los hombres nos niegan, y que
es nuestro derecho natural, es preciso
saber arrancárselo a toda costa; como
sea. En este terreno estoy dispuesto a
ayudar a mi Hermano el hombre. Sin
embargo, mucho de lo que se cree un
derecho natural, no es sino superfluo o
vanidad. En eso no me mezclaré yo.
* * *
Esto es lo que yo soy: soledad y so-
lidaridad.
Maldigo al. hombre ; pero tengo con-
fianza en este magnífico bruto; llegará
un día en que se dará cuenta de que
destruye su vida y la de sus semejan-
tes. Entonces respetará las leyes, cuyo
engranaje es de sangre, de pensamiento
y de alma y cuyo supremo equilibrio
es la contemplación. Hoy las desprecia,
sacrificando su perfecta, armonía a las
innobles manifestaciones de su egoísmo
materialista. Pero esto no puede durar.
El egoísmo es un instinto que devora
al hombre por la masa de satisfaccio-
nes que de él exige. Pronto habrá ago-
tado todos los deseos. Entonces será la
resurrección de la hermosa vida; la que
hará comprender al hombre que el
egoísmo es el vehículo de la muerte co-
tidiana.
¿No lo cree usted? «¿El Universo es-
tá fundado sobre bases de ferocidad 1»
Adonde dirija la mirada, a través de los
portante como él o más aún. Mi buen:i
madre no quiso hacer otra cosa de mi.
Si no lo ha conseguido, es porque y ~>
me opuse a sus deseos desde la edad
de los sueños.
Luego, llegado a la edad de i a con-
ciencia, me di cuenta como en mis
primeros años, de que mi clase in tie-
ne más conciencia que la de usted. I a
«conciencia de clase» — de que habla
cierta doctrina, y con ello aludo a su fe-
rocidad en la defensa y a nuestro de-
ber de ataearla a usted-—no es más que
la «conciencia de los apetitos de clase».
(Se observa en vuestro Estado burgués
y el Estado proletario.) ¡ Gracias por la
conciencia! Como carezco de apetitos,
no tengo necesidad de esta conciencia.
Yo no tengo sino mi conciencia, a secas.
Y deseos. No vivo más que de deseos.
En esto estoy blindado.
Pero puesto que vuestra clase da el
ejemplo de atragantamiento en todo
cuanto es vientre y. sólo vientre, ¿ por
qué desea usted que yo no me solida-
ricé con los apetitos que usted susci-
ta en los míos, quienes, al menos, tie-
nen la excusa de padecer hambre legen-
daria ?
Desde mi infancia adopté el partido
de ellos con el corazón henchido de Tris-
teza, por saber que si nuestra necesi-
dad es la misma, nuestras aspiraciones
no lo son. Y no he luchado menos en
las filas que fuera de ellas con el espí-
ritu a que aludo. Esto es lo que yo lla-
mo «navegar» alrededor del buque que
lleva las reivindicaciones de mi clase.
Vea usted hasta dónde llega mi s-
ledad.
Ha sido casi total' desd.i el día en qus
mis ojos conscientes vieron ia vida. Y
seguirá siéndolo hasta mi muerte. Nada
me importa de todo lo que constituye el
orgullo de vuestra civilización. Tampoco
me interesa lo que es orgullo de mi cla-
se, en lo que ella ejerce su poder y ra-
cionaliza la vida más cruelmente que
usted, en nombre de una libertad fu-
tura.
Las cosas no pueden suceder de otro
modoL lo sé; pero, ¿ por qué he de li-
garme yo a toda esta polilla humana?
¿No tengo mi propia columna vertebral,
mis propios puimoneSj mis miembros,
mis ojos? Entonces, ¿por qué se me
obliga a tomarlos de los otros, cuando
me siento feliz como soy y no hago daño
a nadie?
I Tritúrate, pues, en el engranaje que
te forjas tú misma, polilla de ambos la-
dos de la barricada!; pero no acapa-
res lo que no es obra tuya: mi parte
de tierra, de aire, de sol, de selva; ni me
obligues a amar lo que tú amas, ni a
odiar lo que tú odias. Para amar y para
odiar yo estoy mejor organizado que tú ;
te llevo una delantera de mil'siglos. La
prueba es que, a pesar del acuerdo uni-
versal para la organización mortífera de
la existencia, yo he logrado por mí mis-
mo y cuando he querido
deshacerme de
tu compañía, violar tu conspiración y
tus leyes y vivir como me ha parecido.
Ha sido tan hermosa mi vida, que, a
pesar de sus sufrimientos no puede com-
pararla más que con la de las Bestias
que viven lejos del hombre. Todo lo que
constituye sus inmensos placeres lo he
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NU í V A ESP AÑA
tada en torno a Una inmensa mesa, me
convenciese de que se entregaba a una
criminal glotonería, ya ha visto usted
cómo la he atacado, después de haberla
abrazado tiernamente.
xismo? No; porque destila Humanidad.
Si no es victorioso en seguida, debemos
buscar la explicación en la estupidez
dogmática de sus jefes.
Por esto yo tengo una gran confianza
en el hombre, este innoble bruto. Y le
ayudaré con todas mis fuerzas; pero no
a la manera de usted. «Trata, indivi-
duo, de salvar a los individuos.»
No; yo no puedo salvar individuos.
Nosotros, o salvamos a la Humanidad, o
a nadie. Para mí, los individuos son los
árboles que toco cuando atravieso la
selva. Desde luego, me cuido de los ár-
boles, cuidado a veces heroico—y, con
esto yo soy más amigo que cristiano—;
pero lo que me preocupa es la selva.
Y por eso soy revolucionario. En mis
libros, en mi vida privada y, mejor aún,
en mis ojos. (Si alguna vez ha visto
usted en ellos algún destello de deses-
peración es porque a veces me ocurre
que pienso en todo lo que existe, y que
mejor sería que nunca' hubiera existido
;
pero en este caso yo moriría; lo com-
prendo, _v no me gusta. No puedo amar
lo que me ayuda a morir lamentable-
mente. Pero por encima de todos los
valores de la vida, quiero aquello que
me ayuda a creer en la eternidad de
estos valores. Y para creer me basta el
deseo.)
No; no puedo salvar a individuos. No
se salva a los árboles cuando "'se deja
destruir la selva,.
Y usted no salva na-
da ; más aún: teme usted extender su
deseo de bienestar a la Humanidad en-
tera, porque esto implica una amplia re-
nunciación. Por esto usted sigue en su
clase.
Bien es verdad que usted no la
defiende. Pero, ¿ qué hace usted para
expresarla abiertamente su desprecio?
Nada. Se oonforma con sonreiría escép-
tieamente y con gozar de todos los pri-
vilegios que le concede, al mismo tiem-
po que usted la reprocha, la «quiebra de
los Evangelios».
De modo que su soledad no es otra
cosa que una solidaridad disfrazada, hi-
pócrita. Esta no es la mía. Cierra us-
ted los ojos ante las ignominias de su
clase y se calla, adhiriéndose de este
modo a todos sus crímenes. Yo no hago
lo mismo. El día en que mi clase, sen-
«Mientras que el primer ministro, Mac
Donald, en «tournée» pacífica por los
Estados Unidos y al habla con el Presi-
dente Hoover, hablaba del desarme, In-
glaterra y los Estados Unidos gastaban
unos sesenta mil dólares por hora, es de-
cir,
1.500.000 francos para la preparación
de la guerra. (Le Matin
del 1 de di-
ciembre.)
Esa es 'vuestra civilización, la cual
usted conoce mejor que you porque está
mejor informada, j Gigante sanguijuela
agarrada al cuerpo fano de la Humani-
dad sufriente! Ella devora hoy y anemi-
za todo lo que es energía creadora debi-
da al pensamiento laborioso y a los bra-
zos del obrero. Sabios y trabajadores no
viven más que de las migajas.
Se asombra la gente de que Amé-
rica haya ofrecido a madame Curie cin-
cuenta mil dólares para que compre, un
gramo de radium; pero, ¿ quién se ha
escandalizado al oír que la misma Amé-
rica ha votado 200.000 dólares sólo para
que se pasee por Londres su Delegación
en la Conferencia naval «de los cinco»?
Esta civilización que pretende tener
médicos y alentar la Ciencia para el bien
de la 'Humanidad, se ha instalado en
Egipto, en las Indias y se reparte la
China. Pero, ¿ qué hace para detener «los
estragos del tracoma que en un 95 por
100 castiga a los fellahs y a quince millo-
nes de chinos, tan enfermos de la vista
que caminan ciertamente hacia una ce-
guera total»? (Palabras del doctor Henri
Bouquet.) Sólo en esos tres países, que
disfrutan de' la felicidad de vuestra civi-
lización, hay ya un millón de seres hu-
manos completamente ciegos. Y ya sa-
bemos que no es esa, por muy terrible
que sea, una enfermedad incurable, si
sé la coge a tiempo. ¿ Qué debemos pen-
sar de otras plagas—la tuberculosis, la sí-
filis, la miseria, la ignorancia—que deso-
ían aqueUas clases de la sociedad cuya
única falta es la de sufrir sin protes-
tar?
Habla usted de mi «valor». Yo no soy
ni más valiente ni más cobarde; pero sé
que sólo tengo una vida que perder.
Sé también que esta vida me sería inso-
portable si tuviera que callarme y adhe-
rirme a ese orden, que constituye la fe-
licidad de algunos, de los peores, y la
desgracia de una Humanidad absoluta-
mente inocente, para la cual ningún Po-
der no ha hecho nunca nada completa-
mente humano, y por la cual sólo el
bolchevismo quisiera hacer ahora lo que
ninguna organización ha intentado ja-
más.
Los trabajadores de toda la tierra so-
portan hoy la carga de un régimen, de
una técnica y de un progreso de los que
no conocen más que los vicios, el des-
pilfarro, la superchería, la amenaza, el
crimen. Montañas cotidianas de papel
que contienen nuestra estúpida charla-
tanería. Las masas lo ignoran, y hacen
muy bien. Avalancha, publicidad desen-
frenada de los productos comerciales de
las pildoras Pink a los artículos Coty, y
de los que el más absurdo Vale más caro
que el pan de una familia numerosa du-
rante una semana. Y paralelamente a
esta industria, en apariencia inofensiva,
la industria del homicidio y del espio-
naje con sus ejércitos, su policía, sus má-
quinas.
Pero lo que tal régimen y tal técnica
Medios apacibles, dulzura, resigna-
ción, caridad cristiana, soledad. Son és-
tas las virtudes y la actitud de su clase,
en la parte más inteligente y más gene-
rosa de ella, en esta época sangrienta.
De modo que el mejor de vuestra clase
engaña a la mía, la duerme, cantándo-
le :• «No se puede hacer nada. El mun-
do es y seguirá como siempre ha sido.»
Abdicación cómoda y aparente, esta
moral acapara los espacios. Domina el
universo. Por su arte, detenta todos
los medios de manifestación artística e
inunda lija tierra de obras beatamente
sentimentales, tontamente pacifistas ,
cobardemente neutras, y en ellas todo
es mercancía, comercio, dinero. Un
cuentecito o artículo estúpido de un au-
tor de fama se paga cinco o diez veces
más que la jornada de, trabajo mejor re-
tribuida de un minero, de un soplador
de vidrio, de un electricista. Esto es
charlatanismo auténtico, invitación al
latrocinio.
Por su enseñanza oficial, falsifica a
sabiendas la verdad contemporánea, le-
vanta monumentos a los muertos y¡
prepara a los espíritus jóvenes para fu-
turas hecatombes humanas. Envenena-
miento metódico de los pueblos con el
sudor .de los pueblos. Estafa.-
Por sus, iglesias: terrorismo clerical.
Nunca como hoy, desde hace un siglo,
la hipocresía divina ha manifestado su
feroz deseo de envolver al hombre en
los horrores del oscurantismo. Jamás ha
encontrado más complacencia en vuestra
clase volteriana, en la que halla un ex-
celente cómplice para el dominio de am-
bos.
Por su -política, locarniana, natural-
mente : «abajo los fusiles.» Pero man-
tiene treinta millones de hombres ar-
mados, diez millones más que en 1914.
(He aquí una muestra de su buena fe:
el senador Borah escribía con fecha 30
de noviembre, en el CoUier's weettly:
Una fotografía de las últimas manifestaciones obreras en Berlin
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ESPAÑA
Id
NUEVA
soportar la vida? ¿Cómo no se dan uste-
des cuenta de la falsedad de su resigna-
ción y de todo lo que tiene de criminal?
De modo que no se haga usted ilusiones
sobre mi soledad ni sobre mi desavenen-
cia con los soviets. No estoy en desave-
nencia con el bolchevismo-, sino con los
malos bolcheviques
y con su incompren-
sible sabotaje, consciente o inconscien-
te, de la Revolución. Esta, del mismo
tienen de verdadera civilización—el alum-
brado eléctrico, el gas, el telégrafo, el
teléfono, Ta higiene, la medicina, la ho-
nestidad, la verdadera enseñanza, la ver-
dadera educación, la distracción instruc-
tiva, la habitación sana — lo de: conoce
el 90 por 100 de la Humanidad i n este
primer tercio del siglo XX;
¿ Gomo pueden ustedes tolerar un or-
den social semejante ? ¿ Cómo j ueden
modo qué los sufrimientos de los hom-
bres, que me son bien conocidos y que
jamás olvidaré, merece toda mi; con-
fianza en su futuro y toda mi combati-
vidad:
Siempre he sido, y sigo siéndolo, el
soldado apasionado, el francotirador de
la «melée» social. Junto a los verdade-
ros revolucionarios y por una Humani-
dad mejor.
PSICOLOGÍA MÉDICA
LAS FASES DE LA VIDA DEL HOMBRE
por; ANTONIO ABAUNZA
edad se desplazan hacia motivos alimen-
ticios en beneficio de la nutrición. El
testete marca, otra gran etapa en esta pro-
gresiva separación de que hablamos, i
ni'io entra en este momento en un am-
bi( nte distinto. Fase intrafamiliar. El
pat re se presentará entonces con los atri-
buios del que manda. Y durante este
peí iodo es cuando la psique del niño se
coi forma definitivamente. En ella se en-
tre ila con el complejo de Edipo, que
sui ge de su inconsciente colectivo y cuya
no liquidación constituye para los freu-
di mos la fuente principal de neurosis.
L'i detención de la evolución psíquica en
e ,ta if ase, con la correspondiente fija-
ción del niño a la madre y de la niña al
padre, convierte al ser en parásito'inca-
paz de enfrentarse valientemente con las
exigencias de la vida. Por desplazamien-
to, es ¡en esta fase en la que el niño hará
converger hacia sí su atención erótica, au-
toerotismo, cuando las hormonas sexua-
les despiertan su actividad. Otro sexual
que inicia, una nueva vida, tanto somática
como psíquica. Momento narcisístico que
en determinado instante se convertirá en
impulsos homosexuales, que se satisfa-
cen inocentemente en las relaciones con
los amiguitos de esla edad. Días de an-
gustiosa curiosidad sexual, en los que el
hombrecito ha de manejarse sin una ayu-
da inteligente (mal que existe en todos
los países, en mayor o menor grado; pero
particularmente en el nuestro), ya que la
cuestión sexual ha devenido tabú, peca-
do, y es reprimida brutalmente por los
educadores, como algo de lo que no s?
puede hablar, como si la naturaleza en-
tendiese de las suspicacias y malevolen-
cias humanas. Es en esta edad en la que
la imagen del padre se relleja en la vida
del hombre como el pináculo; de las aspi-
raciones apetecibles. La efectividad en un
primer momento se halla fijada a la ma-
dre y es captativa (Codet). Con el tiempo
se convierte en oblativa (Pichen), es de-
cir, el niño aprende a bastarse a sí mismo.
Y en este momento entra el niño, el
hombre ya, en la fase intra-social (Lafor-
gue la denomina intra-national, como
buen francés y nacionalista por lo tanto).
Es la etapa del destete afectivo en el
que el hombre sacrifica a su madre, apren-
de a pasarse sin su ayuda.
El impulso sexual—la líbidp—se pro-
yecta sobre el objeto adecuado. La mu-
jer—in genere—deviene motivo de cu-
riosidad del jovencito. Mujer abstracta
que responde a un modelo ideal, que en
los estratos inconscientes dei psiquismo
se identifica con Ja madre. Y poco a poco,
el objeto sexual se concreta. Las muje-
res se ven condensadas en una mujer
única en los menos casos, mas general-
mente, en un tipo especial de mujeres.
Y he aquí la razón fundamental por la
que el hombre es normalmente monóga-
mo: porque la elección de mujer está go-
bernada por la imagen ideal inconscien-
te de la madre, que es una. Detrás de la
mujer que amamos se encuentra siempre
la imagen simbólica del cariño más puro
que podemos tener.
En esta edad de la vida es en la que
se empieza a sentir el estímulo del mun-
do ambiente. Es cuando ai hombre co-
mienza a inquietarle el deseo de interve-
nir en el torneo social. Ya formalmente
constituido, quiere actuar como elemento
independiente. En este momento es cuan-
do suelen surgir las desavenencias fami-
liares, el antagonismo de los seres: uno
de los cuales termina y el otro empieza.
Hasta que el hombre consigue librarse
del ambiente familiar. El nuevo hogar se
constituye, y ya completamente sumergi-
do en la actividad social espera—luchan-
do siempre—la decadencia fisiológica del
organismo. Decadencia que se instaura
más rápidamente de lo que parecer pu-
diera, aunque no tan de prisa como en
la mujer. En lisis insensible, sí: de la
que son precursores esos años de la lla-
mada madurez, época en la que el hom-
bre hace la síntesis dei su vida. Movili-
za sus últimos recursos para defenderse
al socaire de su posición conquistada,
del vendaval de la vejez. Regresa a la
situación primera de su vida e identifica
la fortuna adquirida con la imago de la
madfe-alimento que atendió a sus pri-
meras necesidades.
Y ahora meditemos brevemente sobre
el valor etiológico y patogénico que ha
de tener en los trastornos mentale? cual-
quier perturbación de este curso evoluti-
vo normal de la psiquis del hombre. En
la detención en cualquiera de las fases
precitadas. En la regresión a una fase
anterior. Teniendo en cuenta todos estos
motivos nos será permitido captar el me-
canismo de producción de múltiples tras-
tornos mentales, que a primera vista pre-
sentan una complejidad inabordable sí
nos dejamos guiar solamente por la ob-
servación superficial de los síntomas del
cuadro morboso.
Conocida es, desde los estudios de
Freud, la primigenia importancia que tie-
ne la madre en la evolución normal del
psiquismo del hombre.
Es natural que las razones biológicas
de la maternidad, por las cuales la semi-
lla humana germina en el fértil tefrenp
que le presta la arquitectura somática
femenina, repercutan considerablemente
—fundamentalmente—en la formación es-
piritual ulterior del hombre.
No en vano los primeros tiempos del
desarrollo transcurren en completa de-
pendencia del organismo de la madre.
Dependencia absoluta durante la fase in-
trauterina y que poco a poco va convir-
tiéndose en más relativa, según se define
el poder de autosupervivencia que carac-
teriza al hombre adulto.
Y es que si estudiamos las etapas por
las que atraviesa el ser humano desde
que nace hasta que muere, nos conven-
ceremos de que .su vida no es ^;ino una
progresiva separación, un pr( . esivo des-
prendimiento del ser que le llevó en su
seno. Separación que se verifica en etapas
sucesivas, que guardan una estrecha re-
lación órgano-psíquica. Marcadas por la
progresiva evolución somática, regulada
seguramente por el aparato endocrino.
Hasta llegar a su completa formación,
en cuyo instante deviene apto en su be-
neficio y en el de la especie, pasa el hom-
bre por fases decisivas, de cuyo tránsito
normal depende su actuación social be-
neficiosa.
Fase primera: la inlra-ulerina, en la
cual, corno hemos hecho resaltar, la de-
pendencia del hombre a la del organis-
mo materno es absoluta. El momento del
parto, doloroso accidente para la madre
y experiencia primera para el niño—el
recuerdo de cuyo trauma permanecerá en
los estratos más profundos del incons-
ciente individual, dispuesto a resurgir y
vadear ¡neurosis) la censura del conscien-
te con los más variados disfraces (Otto
Rank)—, marca el primer eslabón de la
escalonada separación respecto a su ma-
dre, que ha de significar la vida del ser
que nace.
Durante Ja lactancia, la dependencia es
menos completa; pero, sin embargo, el
infante subsiste a expensas de su madre,
que llena casi todas sus necesidades. Ne-
cesidades de orden órgano-psiquico y de
sexo, como ha demostrado Freud, ya que
los impulsos sexuales existentes en esta
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NU EVA ESPAÑA
11
URBANISMO
EL FUTURO MADRID
por
F. GARCÍA MERCADAL
Arquitecto
Por una vez, el Ayuntamiento de Madrid tomó un acuer- sibilita l.i expansión de la ciudad hacia los terrenos menos
do plausible y digno de elogioso comentario: tal ha sido con- áridos.
vocar el Concurso Internacional del Plano de Extensión
de la villa y corte, poniendo sobre los tableros de los espe-
cialistas nacionales .y extranjeros el tantas veces discutido
problema del extrarradio, contribuyendo al mismo tiempo al
desarrollo del urbanismo nacional, al que, sin duda alguna,
servirán de buen ejemplo los proyectos que se esperan con-
curran al citado concurso.
No sólo aquí quedó él buen hacer de nuestro Ayunta-
miento: lo mejor estuvo en la buena y seria preparación
del concurso, llevada a cabo, al igual que en otras gran-
des capitales extranjeras, por una oficina especial creada
con dicho fin, que en plazo brevísimo y con un ritmo muy
poco municipal ha condensa-
Por una vez más, será pieciso repetir que Madrid, pobre
hoy en superficies verdes publicas, pocas y mal distribuidas,
podría con facilidad ser transformado y elevado en este-
aspecto a la categoría de Berlín, Viena o Londres, tan sólo
con la transformación de la Casa de Campo y del monte
del P; t'do en parques públicos, deseo constantemente mani-
festad > por el sentir popular, medida que tendría pronto una
reperc asión en las estadísticas de mortalidad antes mencio-
nadas y que rodearía a la capital de una cintura verde pro-
pia de una ciudad chilizada.
Bit n es verdad que en cuanto a la imposición del Esta-
tuto municipal a los Ayuntamientos de hacer y aprobar sus
planos de Ensanche y Ex-
do sus trabajos de Informa-
ción sobre la Ciudad
en volu-
*¿-*P—<
tensión, el de Madrid no ha-
bía dado ejemplo al resto de
minosa y bien impresa Me-
moria, primera de su género
en España, en la que se pone
de manifiesto, no solamente
el estado social y económico
de la capital, sino también
sus posibilidades urbanas,
aquellas que los técnicos de-
ben en sus proyectos avalorar
y encauzar fijando normas
para que el futuro desarrollo
de la urbe no siga haciéndo-
se, como hasta hoy, sin plan
alguno, dando por resultado
las vergonzosas y caóticas
                                 •■■■.■.'..■..'•'.>•"■-■.
aglomeraciones urbanas que                          . .......;:         '■"
nos rodean.
Expresivos en verdad son los planos y gráficos que ilus-
tran la Memoria que comentamos, algunos de los cuales
merecen especial comentario, y todos ellos, el conjunto de
la labor realizada, que se expone en el antiguo Hospicio, el
estudio y la atención de todo aquel que sobre el porvenir de
Madrid se interese.
De todos los planos, uno atrae sobre los demás nuestra
atención: tal es el que a los espacios libres se refiere, en
el que, con una simple mirada, descubrimos el estado casi
feudal de los mismos, ya que de la totalidad del término
municipal, cuya superficie es de 66.756.482 metros cuadra-
dos, la Casa de Campo ocupa 17.019.642 metros cuadrados,
elevándose el resto de los espacios verdes públicos de la villa
a 3.891.846 metros cuadrados, dándose el caso de existir
enormes espacios sin un jardín y sin un árbol, aquellos pre-
cisamente en los que se concentran las viviendas insanas,
aquellos en los que la mortalidad infantil se eleva hasta el
10,5 y 8,95 por 1.000, como ocurre en los distritos del Con-
greso y de la Inclusa, respectivamente. Bien podemos, decir
que el aire, la luz, los árboles y la Naturaleza están aquí
materialmente monopolizados en beneficio de unos pocos
y que el enorme vedado del Oeste, antes mencionado, impo-
España, y otras capitales,
entre ellas Barcelona, Bil-
bao, Burgos, El Eerrol, se
habían adelantado, organi-
zando concursos similares o
Vs.
formulando sus proyectos por
encargo directo. El ejemplo
/V"l
de los países más adelanta-
dos que nosotros en estas
cuestiones nos hace ver que
el urbanismo, sin una legis-
lación adecuada que haga po-
sible la realización de los
proyectos, sirve de poco, y
así ocurre qua desde que fué
aprobado el Estatuto muni-
cipal nada consiguió hacerse
en este sentido, tropezando con grandes dificultades, de ca-
rácter económico, principalmente, ya que aquí sólo se ha
pensado en los avales y de nás combinaciones en torno a las
arcas del Tesoro, ¡ in llega se a la aplicación de las contri-
buciones especiales, contra las que los ediles de todos los
Municipios se han manifesludo.
La división hasi a el irdinito de la propiedad del suelo
dificulta el desarrollo del uibanismo, por lo cual existe ya un
movimiento international <n pro de la reforma de la pro-
piedad agraria y de la ten-itorial urbana en el sentido de
Damaschke, tan íntimameate relacionada esta última con
los palpitantes problemas de las viviendas de las clases mo-
destas, imposibles de con; truir partiendo del injustificado
valor actual de los teireno; en las ciudades.
No creemos, por lo :\nte 'iormente dicho, que el Concurso
Internacional resuelva 'os problemas planteados en torno
al crecimiento de Madrid y de. los pueblos limítrofes; pero
bastará con que fuese el origen de que se concediese en nues-
tro país a las cuestiones urbanísticas la importancia y la
atención que merecen.
Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
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NUEVA ESPAÑA
12
sBRI&dSi
X
Huelgan, pues, los comentarios mali-
ciosos. Y sepan los zumbones que no es
lícito traer y llevar de esa manera el nom-
bre sin tacha de un político honorable.
B B
EL MAUEISMO SIN MAUEAS
La zona pintoresca de nuestra política
la ocupa actualmente el maurismo. La
dinastía de los Maura se ha deshecho, co-
mo les sucede siempre a los partidos per-
sonales. Uno, desde la Asamblea, se ha
marchado con el comediante Cambó;
otro ha preferido hacer comedias para
el Eeina Victoria, y otro, el más sim-
pático y el más sincero, se ha pasado
a la Eepública. Sólo le queda al mauris-
mo un hijo político: el Sr. Goicoechea,
honorable asambleísta de la dictadura.
En la política española estamos acos-
tumbrados a estos fenómenos. El mau-
ris sin Mauras, es como el jaimismo sin
D. Jaime. Porque ahora resulta que ni
D. Jaime es jaimista; es constitucional.
Quizás el más constitucional de su fa-
milia.
Todo esto lo ha explicado D. Miguel
Maura con una sola frase después del
discurso de Goicoechea: es que el mau-
rismo ha cambiado de sexo.
a a
CIFEAS DEL PEESUPUESTO DE LA
DICTADUEA
Pesetas
Ahora todos son amigos de Unamuno.
Pero mientras él estaba en el destierro,
viajaban con viático de la Dictadura.
a a
Algunos dicen que han estado deteni-
dos veinticuatro horas por sospechosos.
Pero no dicen que lloraban en la de-
legación, como pequeños Boabdiles de la
poesía pura.
a a
I Homenajes a Unamuno !
Ellos, los apolíticos.
Ellos, los que se sentaron en la Asam-
blea.
Lamentamos tener que ocuparnos otra
vez de Gecé el heraclida.
Este señor, que de seguir en el plan
en que está va a convertirse en el «Silve-
la» de la intelectualidad española, se
permite decir unas cuantas patochadas
a NUEVA ESPAÑA. El hombre, resen-
tido por sus continuos fracasos, se revuel-
ve contra nosotros. Pero a nosotros, ¿ qué
culpa nos incumbe de que él haya tém-
elo que vender La Gaceta porque nadie
compraba sus números, y que traspasar
«La Galería» (donde tantas reuniones
burguesas se celebraron), y que ocultar
su Cine Club en el Eitz, en espera de
tenerlo que retirar muy pronto a cual-
quier rinconcillo de casa ele Molinero,
etcétera, etc.? Ninguna. Ninguna culpa.
Y respecto a propinejas, sólo podemos
afirmarlo siguiente: nosotros no hemos
realizado jamás jiras «culturales» por
Europa con dinero de ningún Centro ofi-
cial. Y menos en la época de la Dic-
tadura.
ei a
Pero estos ataques de Gecé son más
bien de Heraldo de Madrid.
El decrépito diario hispano-franco-ca-
t'alán-tangerino de los conocidos nego-
ciantes de Barcelona Sres. Busquets, no
pudiendo contestar a nuestro editorial
del último número: «Cosas del vetusto
Heraldo», ha tomado como mingo a Gi-
ménez Caballero para Hostilizarnos.
Por cierto que la fotografía en que
nos muestran a Gecé es divina.
Gecé aparece con «pose» y «tenue»
que quiere ser mussolinesca y heraclida.
Sin embargo, por la actitud y el atuen-
do, podría confundírsele con cualquier
chico del comercio dtspuesfo a pasar el
domingo en Cercedilla.
B H
Parece que con los petróleos que aho-
ra se usan, marchan muy bien las es-
tufas de algunos conocidos políticos y
escritores.
Ya hablaremos de las estufas.
a a
Cuando a un político le ocurre lo que
le ocurrió a García Prieto el día 13 de
septiembre de 1923 y aguanta mansa-
mente lo que él aguanto durante seis
años, lo menos que debe hacer al volver
en sí
es callar. Enmudecer y seguir dur-
miendo.
S US CR IBA S E
A "NUEVA ESPAÑA"
'A
Ellos, los apologistas de Felipe II y
de la contrarreforma.
Ellos, los «señoritos satisfechos».
¡ Farsantes!
Esta no es la U. P. Es la doble U.'
a a
Algunas personas, sin duda bromistas
o de intención aviesa, lanzaron el nombre
de D. Pedro Sáinz Eodriguez como futu-
ro ministro de Instrucción Pública. La
especie, además de absurda, resultaba un
poco cruel. Aparte de que, como tpdos
sabemos, la capacidad intelectual del se-
ñor Sáinz Eodriguez es harto sucinta para
el desempeño de un cargo tan elevado y
difícil, los antecedentes políticos de dicho
señor imposibilitarían siempre semejante
designación.
El Sr. Sáinz Eodriguez, empezó sien-
do ossorista y demócrata. Luego, se pasó
con armas y bagajes a la dictadura, pues
no otra cosa significa aceptar el cargo de
asambleísta. Hace poco se mostraba acé-
rrimo partidario de Bereneuer. Y pide
a grandes voces la depuración de respon-
sabilidades de. la Dictadura y el retorno
a la normalidad constitucional... ¡Triste
cosa el prejuicio de los antecedentes po-
líticos ! Sin esta peregrina superstición,
el Sr. Sáinz Eodriguez, en vez de apare-
cer como un logrero y un tránsfuga, apa-
recería como lo que realmente es: como
un evolucionista, o más bien como un
ecléctico.
Ya hemos visto que el general Ber?n-
guer no había pensado en el Sr. Sáinz
Eodriguez para ministro, ni para nada.
Pero aunque así no hubiera sido la conse-
cuencia sería la misma. La fina sensibili-
dad ética del antiguo asambleísta le im-
pediría siempre aceptar la cartera.
Gastos de «acción política y
social» de carácter inter-
nacional ........................
         500.000
Vigilancia en el extranjero
y gastos reservados.........         150.000
«Gratificaciones» del perso-
nal de Secretaría y Cen-
sura .............................
        127.000
Asamblea Nacional. Perso-
nal (además del antiguo
presupuesto del Congreso
y Senado)...................... 1.570.000
Material ........................... 820.827
Patr o n a t o de Eelaciones
Culturales (¿ ?)...............         500.000
Consejo Superior de Aero-
náutica ........................
         183.000
Además, la Dirección Ge-
neral d e Navegación y
Transportes Aéreos......... 4.278.500
Patronato de Firmes Espe-
ciales ............•.............. 10.000.000
Confederación Hidrológ i c a
del Ebro....................... 15.000.000
Confederación Hidrológ i c a
del Duero..................... 5.000.000
Confederación Hidrológ i c a
del Segura..................... 1.124.000
Confederación Hidrológ i c a
del Guadalquivir............. 4.300.000
Las que se creen............... 800.000
LEA USTED
"NUEVA ESPAÑA"
De lo contrario, hay que suponer que
su epidermis es inasequible al rubor.
«Te juro, Manolo, por la salud de mis
hijos, que no lo sabía.»
a a
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17
NUIVA ESPAÑA
LA LIBERTAD INMÓVIL
por
BENJAMÍN I ARNÉS
unos a otros, se copian las ideas y el trajeL evitan escrupu-
losamente toda originalidad, bruñen los emblemas ances-
trales de su viejo uniforme, silban al hombre entrometido
que se atreva a discrepar, oponen un frente hermético—-que
a veces, como en China, dura muchos siglos—-, se aferran
a su estado de momia, que se ve reeditado a sí mismo...
Y todo muy libremente.
Por eso no hay que atribuir a la tornasolada palabra
«libertad» las máximas excelencias. Con una amplia liber-
tad se puede continuar inmóvil. La libertad es necesaria;
pero no es la sola cosa necesaria. La sola cosa necesaria es
el poder espiritual de remover al hombre libre, de invitarle
a hacer fecunda su misma libertad.
III
El hombre libre puede ir hacia atrás, como el tradicio-
nalista—no confundirlo con el amante de la tradición, que
gusta de volver hacia atrás la cabeza sin perder el ritmo
del tiempo—; puede ir hacia adelante y puede quedarse
parado: este es el caso más frecuente, por ser er de postura
más cómoda, por el que, aparentemente, se mantiene la
sociedad.
Decimos «aparentemente», ya que ninguna sociedad pue-
de resignarse a vivir inalterable. El orden es otra cosa. Para
ordenar bien algo es preciso haberlo removido—reevolucio-
nado—antes mucho. Y para removerlo bien es preciso Haber-
se previamente sumergido en todas sus posibilidades de evo-
lución. En tal sentido, sólo podrá verdaderamente llamarse
hombre libre el hombre capaz de encadenarse a todo—como
el ilusionista de la feria—para mejor, y auténticamente, des-
embarazarse de todo. En política, en arte, en filosofía. Sólo
podrá llamarse auténtico hombre libre quien se deje arras-
trar por todo y—como el buen torero—sepa escamotear a
tiempo su propio individualidad.
El hombre inmóvil no se deja encadenar por nada. Es
libre en el desierto. No transcurre, como el tiempo. Lo ve
transcurrir, como un guardacantón. Es un poste con liber-
tad para asistir a] paso de los trenes.
Pero de estos postes hay selvas enteras en el mundo ;
sobre todo, en el mundo político ; sobre todo, en el mundo
político español.
¡ El hacha contra el hombre que no transcurre ! ¡ Contra
la libertad inmóvil!
I
A veces, el hombre libre choca rotundamente con el
hombre progresivo. Hay libertad de retroceso, libertad para
el mal, y no han faltado teólogos que preguntasen si también
Dios podría cometer un crimen.
Una costumbre puede romperse o defenderse en nombre
de la misma libertad. Se es libre para salir del error; pero
también para mantenerse en él. Esto lo tiene muy en cuenta
el obstinado, el coleccionista. «Para continuar una tradición
—dice—también hace falta libertad. Soy libre. Decido, por
tanto, no moverme.» ,
Es el argumento del holgazán inteligente, porque el hol-
gazán inteligente suele trabajar al menos una vez: cuando
le urge defender su propia holgazanería.
«El espíritu de progreso no es siempre un espíritu de liber-
tad, porque puede querer imponer el progreso a gentes que
no se preocupen de él», escribía Stuart Mili. O se preocu-
pen; pero no se deciden a colaborar en él, como suele ocu-
rrir entre nosotros, porque es ya corriente esperar a que la
revolución pase por debajo de la ventana para saludarla tími-
damente con el pañuelo. Muchas gentes advierten la dificul-
tad de continuar por sí mismos la Historia, y prefieren es-
perar a verla rebullir y avanzar a paso de parada, subida
a lomos de la Gaceta.
Pero una Historia así está condenada al estado- catalép-
tico o a una larga sucesión de despotismos. A la costumbre
paralítica o a la movediza arbitrariedad.
Ante los dos peligros debe meditar el escritor. Y el polí-
tico, si uno y otro no son la misma cosa, y dudo que hoy '
no lo deban ser, al menos, cuando el momento nacional lo
exija. Frente a la petrificación como frente a la veleidad
despótica—forma también del no avanzar—, deben la inte-
ligencia y el civismo apretar sus filas. (Civismo, igual a
carácter. Civismo eficaz, igual a carácter enérgico, el único
aprovechable.)
II
Esto que pudiéramos llamar «voluntad de permanecer»
o «libertad para no avanzar», constituye un poderoso ene-
migo, por su número y por su inmejorable campo atrinche-
rado. Como su reposada holgazanería puede confundirse con
el orden, resulta un ejército .permanente, de mansa ocupa-
ción, imposible de ?liminar. Sus soldados se contemplan
más carbón inglés, o por ambos métodos.
Míster Snowden dio en La Haya prue-
bas patrióticas, aunque poco corteses, de
inflexibilidad, y, por haber ahorrado a
sus compatriotas unos cuantos millones
de libras, se vio transformado en héroe
nacional.
Canadá. Mr. Thomas ha estado trabajan-
do febrilmente; mas sin ningún resulta-
do. Semana tras semana, el número de
desocupados ha ido en aumento, hasta
el punto de haber podido decir Mr. Bald-
win que todos los proyectos planeados
don y de la lana, agravan una situación
que va camino de hacerse insoluble, co-
mo no se le haga frente muy pronto con
valor y un poco de imaginación.
Ya en el año que acaba de empezar
el número de obreros parados ha alcan-
zado el millón y medio, y los factores
políticos están trabajando activamente
para preparar una crisis en la primave-
ra próxima.
Puede decirse que el socialismo, en
cuanto partido y en cuanto método de
gobierno, ha de vencer o de fracasar en
esta prueba, según su capacidad para re-
solver el problema del paro forzoso.
(Trad. O. P.)
para resolver ese magna problema tan
sólo podían proporcionar trabajo a una
tercera parte de los obreros que habían
Mientras tanto, y pese a todas esas
maniobras tan interesantes^ «el inglés
medio» sigue agarrado obstinadamente a
su idea fija: la de que es preciso,hallar
una solución al problema del paro for-
perdido su empleo desde las elecciones.
La crisis hullera, resultado de la aver-
sión mostrada por el Gobierno a cumplir
su /promesa electoral de establecer la
jornada de trabajo de siete horas en las
zoso.
minas y las crecientes dificultades que
De regreso de su viaje desalentador al han surgido en las industrias del algo-
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NUEVA ESPAÑA
18
también que esta tarea no es más que
un punto en el plan quinquenal de edu-
cación.
La facilidad de montar cinemas ambu-
lantes que puedan desplazarse con rapi-
dez lo pone en envidiables condiciones
con respecto a las escuelas y maestros,
que no pueden gozar de esas ventajas.
Además, su primacía depende también
de una mayor facilidad- de comprensión,
introducidas las explicaciones por los
ojos, en lugar de hacerlo por los oídos.
No tiene nada de particular, pues, que
cristalicen sus deseos de avance en nú-
meros que a nosotros, acostumbrados a
nuestra pigmea producción, nos han de
parecer absurdos.
En 1928-29 había en Rusia 8.581 ci-
nemas, con 312 millones de espectado-
res. En 1932-33 funcionarán 50.000
—de los cuales 14.000 serán escolares—
y contarán con 1.500 millones de espec-
tadores al año. El 80 por 100 de los
Clubs poseerán cinematógrafo. En cada
distrito funcionarán tres cines, y la pro-
ducción de bandas se elevará de 125 mi-
llones de metros en 1928 a 150 millones
en 1933.
No se crea que sólo es teoría. La prác-
tica ha comprobado que durante el pri-
mer ejercicio 1929-30 los resultados han
superado a la labor marcada a hacer du-
rante el mismo: sólo el número de pan-
tallas, que era, en 1928, de 12.000, ha
ascendido a 23.000 en 1930.
tros de» films en la U. R. S. S. ; pero de
ellos sólo uní ínfima parte están desti-
nados a películas generales de espectácu-
lo, en comparación a las producidas es-
pecialmente con destino al campo, las
documentales (1.800 a 2.000 metros ca-
da una), etnográficas, de vulgarización
científica (1.000 metros^ destinadas ex-
clusivamente a niños (600 a 700 me-
tros), crónicas de actulidades (1) (300
a 400 metros), etc., de lo que se des-
prende la mayor importancia concedida
al lado educativo.
En Rusia se trata de educar rápida-
mente al pueblo. El cinema allí rio es
más que un complemento de la escuela,
la radio, el Club, del mismo teatro, tam-
bién educador.
Hay que tener en cuenta para justifi-
car esta lucha desesperada contra la ig-
norancia que en 1928 sólo sabían leer
un 63,5 por 100 de la población (antes
de la guerra había un 77 por 100 de
analfabetos), y se trata de lograr que
este 63,5 por 100 ascienda a 86,5 en
1933. Si se fija uno en el número gran-
dioso de habitantes (125 millones) de es-
te gran país y su escasa población rela-
tiva, se reconocerán las enormes dificul-
tades con que tienen que luchar para el
logro de sus fines. Hay que considerar
El cinema en Rusia
por JOSE DE LA FUENTE
Plan quincenal
El cinema ruso es eminentemente edu-
cativo., Antes de estar fu manos del
Estado, durante la revolución y la gue-
rra civil, se trataba de rescatarlo de los
mercaderes particulares^ por considerarlo
solamente como industria. Cuando se
logró aquel objetivo, se le agregó al Co-
misariado de Economía. Fué en el mo-
mento de elegir argumentos de produc-
ción cuando se dieron cuenta de su par-
te educativa, al tener que contrarrestar
la propaganda militarista y patriota que
se hacía con las films producidas por
Empresas capitalistas, y entonces dieron
preponderancia sobre él al Comisariado
de Instrucción Pública.
La primera película postrevolucionaria
producida por el Estado fué hecha sobre
un escenario de Lounatcharsky, comisa-
rio de Instrucción Pública que fué hasta
octubre del pasado año. A pesar de sus
innumerables defectos técnicos, marcó el
camino propagandista a seguir por los
posteriores realizadores.
Pronto de la película espectacular de
propaganda se pasó a las meramente edu-
cadoras^ que ganaron rápidamente el te-
rreno a aquéllas.
Se producen muchos millones de me-
(l) Bí diario filmado Makhovik se comenzó en 1924, espe-
cialmente destinado a clubs obreros y teatros ambulantes.
EVISTA NUEVA
L A
su cátedra a D. Miguel de Unamuno y volviendo a las
suyas a cinco catedráticos que, por dignidad, renuncia-
ron a seguir explicando bajo la autoridad de un grotesco
patronato.
He traído a colación las gestas de la juventud esco-
lar, sol de España, gloria de la Universidad, esperanza
de la justicia, como antecedente o preámbulo a un
artículo de Jiménez de Asúa que en NUEVA ESPAÑA
he leído.
El Sr. Jiménez de Asúa ha estado preso, fué confina-
do a un islote africano, se le ha sometido a expediente,
es uno de los que con el buen socialista Fernando de
los Ríos, Sánchez Román, Pepe Ortega y un profesor
de Salamanca han renunciado la cátedra. Puede ha-
blar con dos autoridades : la de su ciencia y la de su
ejemplo, el Sr. Jiménez de Asúa.
Repite en NUEVA ESPAÑA conceptos que la His-
toria consigna contra los santones, por Olózaga contra
Arguelles, por Prim contra Espartero, por Rivero contra
Mendizábal, por Ruiz Zorrilla contra Olózaga.
Los jóvenes en 1854, Pi y Margall, Figueras, Caste-
lar, Salmerón, Garrido, Benot, Sala, se lanzaron contra
los progresistas de 1848, y en 1873, contra las grandes
cumbres de la República, se levantaron en armas los jó-
venes cantonales e intransigentes.
¿Cómo se alzaron Blasco Ibáñez, Lerroux, Sol y Or-
tega, Valles y Ribot con el caudillaje republicano? Vol-
viendo la espalda a los prestigios aureolados por las ca-
nas de Guerrero, Felíu, Ruiz Zorrilla, Salmerón, Pi y
Margall. Los unos por no saber restaurar la República
y los otros por no poder imponerla, han fracasado. Bien.
¿Y qué hace esa juventud que no hace pedestal de los
vi ojos?
Ningún viejo sueña con ser eterno ni con rejuvene-
cerse, y si tiene esas ilusiones, ¡ pobre de él! La juven-
tud ha de confiar en sí misma y desconfiar de los de-
más. Ha de ser injusta, no ha de respetar historias y ha
de ser iconoclasta para con las estatuas de carne vivas
y las muertas de tronce y de mármol. Venga. Ya tarda.
Roberto Castrovido.»
En el Noroeste, de Gijón, publicó
Castrovido este artículo. Lo repro-
ducimos, no tanto por lo que elogia
a
NUEVA ESPAÑA, sino por la
actitud comprensiva del viejo lucha-
dor para con la juventud. Así como
no es fácil ser auténticamente joven,
tampoco resulta sencillo sentir la an-
cianidad sin egolatría. Dejar paso a
la juventud no es una claudicación:
es un deber. Sobre todo en la Espa-
ña del escalafón y de la antigüedad.
«Ha empezado a publicarse NUEVA ESPAÑA. La
saludo agitando el sombrero. NUEVA ESPAÑA es hija
de España y sobrina de Europa. Tiene rancio abolengo :
Nueva Era, Vida Nueva y, en lo remoto, Las Noveda-
des,
del insigne Angel Fernández de los Ríos. Hace
unos meses no más, antes del 1 de marzo del año pa-
sado, NUEVA ESPAÑA habría sido recibida con indi-
ferencia. Será—se habría pensado—un escaparate de
vanidades. Desde marzo aprendimos que hay juventud
en España y que los jóvenes son, por su abnegación,
por su idealidad, por su espíritu de rebeldía, muy su-
periores a los hombres de generaciones anteriores. Los
estudiantes en Madrid, en Valladolid, en Salamanca, en
Murcia, en Santiago, en Oviedo principalmente, algo
en Barcelona y en Valencia, nada en Zaragoza, reali-
zaron lo único serio y viril que, aparte actitudes perso-
nales (Ortega y Gasset, Unamuno, Sánchez Guerra,
Carlos Esplá, los que han tenido el honor—y han sido
muchos—dé pasar por cárceles y prisiones—, se ha rea-
lizado durante estos años.
En la madrugada del 31 salió de la cárcel la bandada
juvenil, la muchachada: eran más de ochenta. Estu-
vieron incomunicados desde el día 2l los que más, des-
de el 28 los menos. Al salir vitorearon algunos al duque
de Alba. El duque puede emular su gloria a la gloria de
Alvareda, el ministro de Fomento liberal que anuló las
miserables tropelías del clerical Orovio, restituyendo en
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10
NUEVA ESPAÑA
tral con la «alta comedia» de la Prince-
sa, sainetillos andaluces y los decorados
llenos de guirnaldas y bombillas eléctri-
cas de Apolo. Ha mejorado el público.
Pero todavíai sigue siendo decisivo el
criterio del mesotipo, de la grey batue-
ca. Y esto es lo inadmisible. Porque
que el bloque conjunto, en bruto, de
toda concurrencia, sea vulgar y de
baja sensibilidad, es natural y ocurre en
todas partes. Pero lo que no sucede en
todas partes es que la, voz de ese bloque
sea la que domine y anule, casi siempre,
a la opinión inteligente.
Nuestro gran público de teatros sigue
sin conceder la menor autoridad a la
inteligencia y a la cultura. Toda obra
teatral que, en nombre del arte, se sal-
ga de las «normas» espesas de lo ram-
plón y lo sentimentaloide es protestado
por la cáfila.
En el estreno de Maya hubo criti-
cas de zapato contra la inmoralidad de
la obra. Acabaron imponiéndose los
aplausos. Mas no por eso todos los tar-
tufos del patio dejaron de exhalar sus
quejas pudibundas. «¡No hay derecho!»,
decían. «Debiera prohibirse traer estas
cosas a escena.» Desde luego, Ma-
ya
no tiene nada de inmoral. Ai contra-
rio: es hondamente moral, puesto que
deviene ejemplar a través de su neutra
formulación estética. (La ejemplaridad
no hay a_ue buscarla sólo en los hoga-
res cristianos y en los claustros del
cenobio—entre otras razones, porque
muchas veces se perdería el tiempo—,
sino también en los panoramas atrayen-
tes de la indignidad. No debemos olvi-
dar que el bien se revela de dos modos:
por acuerdo y por contraste. Procedi-
miento este último preferido por los
verdaderos artistas, los cuales no están
obligados a dar lecciones de moral a na-
die, sino a realizar obras bellas.
Maya nos presenta la vida de las
prostitutas en un puerto mediterráneo. .
Vida austera, lírica y ennoblecida por
virtudes profundas. El hecho, en reali-
dad, fantástico del vicio, del comercio
vil y de los crímenes y apacherías de
todos esos mundos que viven en los ba-
rrios protervos de los puertos, no tiene
importancia. 0 si la tiene^ la tiene como
pura fantasía. En la pura realidad o
bajo fondo (y todo fondo es bajo), los
hombres buenos y los hombres malos
nos hallamos mucho más próximos de
lo que parece. Todos somos unos. La
Humanidad entera es deliciosa mezclilla.
Una Linda de lupanar marítimo y hu-
milde puede también ostentar en su pe-
cho la sagrada panoplia. Y los siete pu-
ñales. ¿Sentimentalismo de galería?
¡ Claro! Se nos antoja oportuno el ma-
nejo de este ingrediente. ¿Si acaba-
remos por descubrir que es un valor
puro? Simón Gantillón, el autor de Ma-
ya,
ha hecho una obra acre. Enrare-
ciendo la poesía dentro de cada brutali-
dad, de cada escándalo, para mejor di-
El Monje, la Linda
y los catetos
Yo, la verdad, fui con mucho miedo
al poema que nos brindaba Marquina
con su Monje blanco. Temía, y no sin
motivo, que el monje fuese uno de esos
eclesiásticos a quienes, por debajo del
halda, se les ven los brodequines y el
pantalón de paisano.
También temí, y en esto no me equi-
voqué absolutamente nada, que la blan-
cura del personaje y la sensibilidad cli-
matológica que suelen tener algunos de
sus congéneres—los monjes que se ven-
den en las tiendas de, aparatos de físi-
ca—hiciesen, transmitiéndole su condi-
ción, del protagonista de Marquina
un monje-barómetro. Un augur, se-
ñalador (y quizá causa) ele meteo-
ros desagradables. La gran capucha
y la materia acartonada que forman el
cuerpo del poético sujeto, me dieron la
impresión ideal del mencionado artilu-
gio. Además, ya recordarán ustedes que,
a raíz del estreno de la obra de don
Eduardo nevó en toda la Península. Y
¿por qué ha de ser siempre el elemento
atmosférico el que influya sobre los ba-
rómetros y no los barómetros los que
influyan sobre el elemento atmosférico?
No lo creo. Sin embargo, ya bien docu-
mentado y después de haber visto y, lo
que es más grave, oído la obra, me atre-
vo a asegurar al lector que no ha sido
ella la que concitó sobre nuestra querida
patria el temporal de nieve. La super-
estructura de El \monje blanco ¡no lo
es de metal atractivo ni repulsor de fuer-
zas y electricidades, sino pasta inocua
de dulce. Leche. Azúcar en molde y nata
acuajaringada con un poco de canela y
cabello de ángel.
Sabíamos de antemano que Eduardo
Marquina, que empezó siendo un eglógi-
co, se hizo luego un épico y después un
cívico. ¿Por qué no había de resultarnos
.ahora un confitórico? El autor de En
Flandes se ha puesto el sol
ha pasado
por todos los modos y trances de lat ver-
sificación y sus patrones; desde la ino-
cente letra del cantar vendimia! hasta
'las militares estrofas del himno. Poeta
monárquico, gran patriota y disciplinado
funcionario administrativo, no pudo des-
oír en cierta ocasión el mayestático con-
sejo de que compusiese unos versos que
pegasen bien y que fueran cantables al
compás gallardo de una marcha. No des-
oyó el consejo, y obró perfectamente. (Y
conste que esta opinión de que obró per-
fectamente no es sólo mía. El otro poe-
ta «en tablas» de nuestra época, el señor
Fernández Ardavín, la mantiene y hace
suya.) ¡Dolorosa impresión la que un
critico agudo y 'veraz, como soy yo, saca
de una obra tan mestiza y casi siempre
enripiada como El monje blanco !
Porque no puedo menos de recordar...
Becordar a un poeta Marquina de ele-
por BONGO
gante verbo, cálida imagen y emoción,
¡sin elocuencia!, de onda sutil. ¿Qué se
hizo de aquel poeta? Si no murió, pues-
to que aún se oyen de vez en cuando
sus claros acentos entre chirridos de tra-
moya, se encuentra seguramente muy
enfermo.
Acogotado por actores, taquilleros, pú-
blico beocio y críticos apacibles. Por los
upetistas del teatro.
a a
Un poco ha mejorado el público ma-
drileño de teatros. Ya no es tan absolu-
tamente ignaro como era hace unos cuan-
tos años, cuando saciaba su avidez tea-
EDITORIAL PLUTARCO
ACABA DE PUBLICARSE:
Segundo tomo y mapas de
LA ESPAÑA DEL CID
DE
RAMÓN MENENDEZ [PIDAL
Director de la Real Academia Española
LECTURAS DE
HISTORIA
DE ESPAÑA
POR
CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ
y AURELIO VIÑAS
VIDAS CAVOUR
DE
MAURICIO PALEÓLOGO
De la Academia Francesa
COLECCIÓN DE AUTORES
CONTEMPORÁNEOS
Ediciones reducidas y numeradas, en papel
de hilo
LA AMANTE
versos, segunda edición, por
RAFAEL ALBERTI
EL ARTE DE BIRLIBIRLOQUE
POR
JOSE BERGAMIN
POEMAS ARÁBIGO-
ANDALUCES
POR
4
E. GARCIA POMER
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NUEVA ESPAÑA
'¿Ú
de lucirse y demostrarnos que él está
al tanto de las cosas que se llevan por
ahí fuera, habría tomado cualquier obra
de autor moderno auténtico (Kaisser,
O'Neill, Bontempelli, Pirandello...) e
inspirándose en ella nos daría algún
trasunto aceptable de buena literatura
teatral.
Pero, ¡ quia ! Ni eso.
Triángulo es una especie de vodevil
sin gracia ni inventiva. A ratos sentimen-
tal, a ratos cursi. Un engendro que su
autor—porque no cabe duda respecto a
la paternidad de la obra—, el Sr. Martí-
nez Sierra, pretende hacer pasar por co-
media nueva y atrevida bajo el título, a
su parecer vanguardista, de Triángulo.
¿
Qué entenderá el lacrimógeno autor de
Canción de cuna por vanguardismo?
Lo mismo podría haber titulado estos
tres largos actos «La inquietud de
amar» o «Corazón insaciable», rótulos
que están más a tono con aquellos otros
conmovedores de su dilatado repertorio.
¡ Ah ! Se me olvidaba una cosa.
La ilustre actriz Catalina Barcena no
me gustó, como actriz, nada, nada.
Pero, vamos, lo que se dice nada.
Cada día se diluyen más sus positivas
facultades en el amaneramiento.
luir el efluvio lírico en toda la farsa.
«Azorín», con la prodigiosa finura de su
tacto, nos ha dado una versión españo-
la de Maya, perfecta.
Y Mignoni compareció con el decora-
do escénico de mejor idea y calidad que
hemos visto en España desde siempre.
H H
De haber sabido a tiempo que la co-
media Triángulo era, efectivamente,
de Martínez Sierra, no me hubiera mo-
lestado en ir a ver los catetos y la hipo-
tenusa de esa jometría. Pero, la verdad,
creí que Martínez Sierra, con el afán
Í^Kquuicena internacicAal
EDITORIAL
La crisis francesa
El accidente de mayor importancia,
mediata e inmediata, de esta última
quincena, ha sido la brusca caída del
Gobierno Tardieu, los esfuerzos de Chau-
temps para formar un Gabinete de con-
centración izquierdista, y su fracaso an-
te la coalición de todos los grupos reac-
cionarios.
No del todo inesperada en Francia, la
caída de Tardieu había sorprendido en
Londres, en la Conferencia Naval, en
la cual había causado indudable im-
presión la fuerte personalidad del primer
ministro galo y su actitud categórica.
La debilidad interna del Gobierno Tar-
dieu consistía, precisamente, en que sus
dos únicos, puntales eran el prestigio per-
sonal de su presidente, por un lado, y
la necesidad de proseguir la trayectoria
trazada anteriormente—en un «concor-
dato» Poincaré-Briand—.para la política
exterior de la Bepública, y que puede
resumirse en el triple lema : «Paz, conci-
liación, seguridad.»
Mas la presencia de un militarista
como Maginot en el-Gobierno desvirtua-
ba en modo considerable esta orientación
pacifista que exige el pueblo francés de
sus gobernantes y a la cual éstos—sean
los que fueren—no pueden sustraerse.
Si Briand representa una voluntad, me-
jor o peor articulada, de paz y concilia-
ción, Maginot ponía un énfasis exagera-
do y exclusivista en la fórmula «segu-
ridad».
En política interior, Tardieu significa-
ba, por su parte, el predominio de la
gran burguesía y de la gran industria.
Es, hoy por hoy, el agente más capaz,
más moderno, resuelto, inteligente—más
temible—de las fuerzas de conservación
social en Francia. Pero si la gran bur-
guesía es actualmente uno de los sec-
tores más potentes y mejor organizados
del país, no es el más numeroso. En
una país como España, y en el actual
panorama político español—con el retra-
so que lleva sobre la vida social euro-
pea—, ese sector habría de colocarse en-
tre el liberalismo casi avanzado. En el
occidente de Europa, los anhelos de jus-
ticia social van ganando capas ascen-
dentes y hacen que un Tardieu signi-
fique freno, reacción casi: devoción in-
teligente a los privilegios de la pluto-
cracia. |
Este desequilibrio entre la voluntad o
los deseos más generales del país y la
orientación social de su Gobierno ma-
nifestábase en la política financiera de
éste. La economía de Francia—merced
a un esfuerzo formidable, hábilmente
dirigido, encauzado y aprovechado—se
ha restaurado hasta una relativa prospe-
ridad. El contribuyente quiere, con lógi-
ca, que los copiosos ingresos del Tesoro
se utilicen para aliviar sus cargas, las
cargas que ha venido soportando, para el
restablecimiento precisamente de la pros-
peridad nacional. Exige que ese alivio
se consiga disminuyendo las gastos mi-
litares, que considera excesivos a pesar
de todas las propagandas en favor de la
obsesión «seguridad». Y, siniultánea-
mente, que favorezca, en primer tér-
mino, a los más necesitados de ello: es
lo que viene llamándose «desgravamien-
to por la base». Aliviar la carga fiscal
empezando por abajo. Finalmente, exis-
te en Francia un popular deseo dé rea-
lizar cuanto antes—aprovechando la re-
cuperada prosperidad—medidas amplias
de asistencia social, de «seguro» para
el productor.
Se ha visto que el Gobierno Tardieu-
Chóron-Maginot pretendía dedicar el
cuantioso superávit de sus ingresos a
medidas de «protección» militar, que,
sin duda, habían de satisfacer altamen-
te a la industria beneficiaría; pero ni
respondían a la voluntad popular de paz
ni procuraban el deseado alivio al ex-
hausto contribuyente. Sobre esta profun-
da discrepancia—y no, como algunos
creen, por una treta de ese parlamenta-
rismo que tanto denigran—ha caído el
Gobierno Tardieu.
De ahí que al intentar Chautemps la
formación de un Gobierno de izquierdas,
el grupo radical, del cual procedía, y los
socialistas al condicionar su apoyo, le se-
ñalaran con toda claridad el programa y
la ruta a seguir—en consonancia con la
voluntad de la mayor parte del país, sean
los que fueren los manejos ole la oposi-
ción derechista—:, alivio del contribu-
yente, y del más pobre en primer lugar;
disminución de los gastos militares; rea-
lización de las grandes reformas demo-
cráticas (escuela «única», seguros socia-
les) ; acentuación de la política exterior
pacifista.
Pero la plutocracia movilizó a todos
sus representantes en el Parlamento pa-
ra un asalto violento y metódico, que lo-
gró derribar al Gobierno Chautemps, ape-
nas nacido y en la primera votación. Y
la plutocracia no se recata en decir que
no tolerará una nueva formación del
«cartel», de la unión de radicales y so-
cialistas, que haría peligrar seriamente
sus privilegios. Ahora irá repitiendo en
su Prensa que «ante el caos parlamen-
tario, que no deja gobernar, se compren-
den y justifican las dictaduras».
Y aún se encontrarán papanatas para
hacer coro, sin advertir que su ingenui-
dad es aprovechada por todos los descui-
deros de la farsa. Cuando en el tinglado
se vitupera contra la verborrea parla-
mentaria, contra los vicios de la política
profesional, nosotros debemos traducir al
público, eterno esquilmado, esos anate-
mas que en realidad tratan de ahogar
la fiscalización popular, el control del
país en la administración de sus nego-
cios, y colocar el consabido cartel:
«Abróchense. Cuidado con los rateros.»
INFORMACIÓN
La Conferencia
de Londres
La crisis francesa ha obligado a la
Conferencia Naval a marcar un compá?
de espera. Puede tener otra repercusión,
si el Gobierno Chautemps logra afian-
zarse en la Cámara contra la ofensiva
combinada de militaristas y representan-
tes de fa oligarquía banqueroindustrfalis-
ta. Puede modificar la actitud de la De-
legación francesa en un sentido más con-
ciliador, y por ende facilitar la solución y
el acuerdo.
Aunque presentada con inteligencia y
decisión por Tardieu, la tesis francesa
resultaba en el contrasentido de un in-
cremento en, las construcciones navales
de algunos países, cuando la Conferen-
cia debía tener un objeto, no solamen-
te la limitación en un porvenir más o
menos inmediato, sino la reducción gene-
ral y rápida.
Los delegados italianos han aprovecha-
do la obligada pausa para tomar contac-
to con el dictador fascista. La posición
adoptada por Italia es la que apuntamos
en el primer número de esta revista:
Limitación, reducción, hasta supresión,
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NUEVA i SPAÑA
áH
si los demás la aceptan. (El estado ver-
daderamente precario de la economía
italiana en estos momentos no es propicio
a dispendiosas construcciones.) Pero el
prestigio fascista no permite que nación
alguna continental — léase Francia —
pueda tener una flota superior a la ita-
liana. Aunque Italia esté encerrada en
el Mediterráneo y Francia tenga que
asegurar sus comunicaciones con lejanas
colonias. En el papel, por lo menos, quie-
re Italia ser igual al más fuerte. Es la
lógica peculiar del prestigio...
Entre los periodistas norteamericanos
que hacen la información de la Confe-
rencia circulaba estos días un rumor op-
timista. «Si. la Conferencia — decían —
dura unas cuantas semanas todavía, se
llegará seguramente a la reducción de-
seada. Los países representados no ten-
drán más remedio que renunciar a la
construcción de nuevos barcos, porque
los gastos de las Delegaciones habrán
agotado el presupuesto.»
La tregua aduanera
Otra Conferencia internacional para el
Desarme. En Ginebra. Se trata allí del
desarme aduanero, en términos algo pa-
recidos a como se planteó en Londres el
problema naval: tregua, por de pronto,
en el aumento de aranceles. Beducción
paulatina y general de las tarifas hasta
retrotraer las barreras económicas a su
mínimo posible en la Europa actual. Y
esperanza lejana, si no de un desarme
total, de una inteligencia—cuando me-
nos europea—capaz tle acabar con las
trabas suicidamente puestas — hoy —al
intercambio comercial.
Si se echa una mirada al famoso «ma-
pa de las barreras aduaneras», tan opor-
tunamente construido y expuesto por
Morrison Bell, se advertirá la obcecada
estupidez del proteccionismo reinante.
Se echará de ver cómo los pueblos se
ahogan económicamente, oprimidos por
ese férreo cerco. Y se explicará la acti-
tud que los respectivos delegados han
adoptado ante la razonable propuesta de
armisticio en la guerra de tarifas.
(España, conviene no olvidarlo,, tiene
en el mapa de Morrison Bell las murallas
más altas. Su arancel total es el más
elevado de Europa: 28 puntos, contra
los ocho de Holanda. Compárese el es-
tado económico actual de los diversos
países europeos y saquen conclusiones
los que quieran.)
En Ginebra, la Delegación española
ha formulado serias reservas contra la
tregua propuesta por la casi totalidad de
los países económicamente importantes.
Portugal ha acentuado aún esa actitud.
Pero el único país que se ha opuesto ro-
tundamente a todo armisticio en la gue-
rra proteccionista es Italia.
Y es que la política general de los pue-
blos, hoy más que nunca, sigue forzosa-
mente una trayectoria en íntima relación
con su administración interior.
El nuevo
partido inglés
La «cruzada» predicada por lord Bea-
verbrook en favor de lo que él llama
«Empire Free Trade», librecambio im-
perial —• eufemismo prudente que debe
traducirse «proteccionismo imperialis-
ta»—7, ha cuajado en su separación del
partido conservador, arrastrando consigo
a su colega y ex rival lord Eothermere,
para fundar un nuevo partido imperia-
lista, el «United Empire Party».
Mister Baldwin y el partido conserva-
dor, aunque favorables a un proteccio-
nismo «prudente», que a su vez disfra-
zan con el vocablo «salvaguardia», sa-
ben que el pueblo británico no ha de con-
sentir en un sistema que resulte, en de-
finitiva, un impuesto indirecto sobre las
subsistencias. No ignoran, además, que
los'primeros en rechazar un Zollverein
imperial son los Dominios de Ultramar.
Quedan, por lo tanto, escasas probabili-
dades de éxito a los dos lores. Disponen,
es cierto, de dos grandes periódicos po-
pulacheros, los de mayor tirada en las
Islas Británicas. Pero las últimas elec-
ciones han demostrado lo que muchos
sospechaban : que detrás de esa Prensa
sensacionalista no existe fuerza política
alguna.
Ya vaticinan los órganos conservado-
res que si el nuevo partido cumple su
promesa de presentar una nutrida candi-
datura en las primeras elecciones resta-
rá a los tories un cierto número de vo-
tos y favorecerá así indirectamente a la-
boristas y liberales, sin provecho para
su propia causa, que pocos toman en
serio.
TRADUCIDO FIELMENTE AL
ESPAÑOL POR VEZ PRIMERA
I „ i Tu * i
• ■■ ;;;:~:-::*::*.:i;.ä;4s,
: '■ ■■:                                                  •'..
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AUTOR PARA ESTA EDICIÓN
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NUEVA ESPAÑA
"LA GACETA LITERARIA" | CIRCUITO IMPERIAL
(12.302 KILÓMETROS LITERATURA)
Este libro, una de las obras más extraordi-
narias por su estilo, su profundidad y su
cultura, de ERNESTO GIMÉNEZ CABA-
LLERO, relata las impresiones de su autor
por tierras de Portugal, Italia, Holanda,
Alemania, Bélgica, Francia. Libro donde
aparece unido el interés del paisaje al in-
terés espiritual o artístico, particularmente
literario, de los distintos países.
La única revista española que informa con
serenidad de criterio, imparcialidad y am-
plitud, del movimiento literario español,
europeo y americano. Cuenta con las me-
jores firmas españolas y los más finos crí-
ticos de Alemania, Italia, Francia, Bélgica,
Inglaterra.
En España no hay medio de estar al tanto
de la Literatura española, y fuera de Espa-
ña, si no se lee esta espléndida revista, tan
ecuánime en su postura rigurosamente lite-
raria, informativa y cultural.
Número suelto: 30 céntimos. Por sus-
cripción de un año, para España y Amé-
rica: 7,50. Extranjero: 10 pesetas.
(Lea el' próximo número de La Gaceta
literaria, de homenaje a D. Miguel de
Unamuno. Colaboran en él las grandes
figuras españolas y europeas.)
3,75 pesetas
Corresponde esta obra a los cuadernos
de La Gaceta literaria, que ha editado
últimamente Salón de Estío, de Benja-
mín Jarnés, y Novísimas greguerías, de
Ramón Gómez de la Serna.
* ' LA RAZA99
EL próximo día 7 de marzo aparecerá la antigua Revista de "LA RAZA", que cuenta más de
quince años de existencia, rejuvenecida merced a grandes y atinadísimas reformas. Constará de treinta y
dos páginas en papel satinado. Publicará sólo dibujos. Llevará una portada de actualidad, en tricolor,
por Bartolozzi, Penagos, Ribas, Baldrich o Ferrer.
"LA RAZA" atenderá a la política con artículos de Rafael Altamira, Antonio Zozaya, Miguel de
Unamuno, Dionisio Pérez, Gregorio Marañen, Soldevila. Atenderá a la Literatura, con Alberto Insúa,
Pío Baroja, Martínez Sierra, Montero Alonso, Eduardo Zamacois. Y al libro de actualidad, por
E. Salazar y Chapela.
"LA RAZA" informará del teatro, por Rafael Marquina. Del cinema, por Fernando G. Man-
tilla. De finanzas, industria y comercio, por Rafael de Morales.
"LA RAZA" no excluirá el mundo americano. Se ocuparán de él: Benjamín Jarnés, R. Blanco-
Fombona, Alberto Ghiraldo. No excluirá el mundo musulmán; llevará informaciones de Santos Fernán-
dez y Gil Benumeya. Ni al mundo sefardí, del cual ha de informar extensamente Rodolfo Gil.
"LA RAZA" se ocupará asimismo de la mujer y el niño, y estas secciones correrán a cargo de
Concha Espina, Carmen de Burgos, María de Echarri, María Luz Morales, Matilde Muñoz, Rene de
Hernández.
"LA RAZA", que no llevará nunca fotografías, se verá en cambio ilustrada artísticamente con
dibujos de Augusto, Sileno, Puyol, Osear, Solís Avila y Aristo Téllez.
"LA RAZA aparecerá quincenalmente, los días 7 y 22.
Número suelto: 40 céntimos
Por suscripción, un año: 9 pesetas
REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: PRINCIPE DE VERGARA, 42 Y 44
Compañía Iberoamericana de Publicaciones. Librería Fernando Fe, Puerta del Sol, 15. Librería Rena-
cimiento, Preciados, 46, y Plaza del Callao, 1, Madrid. Librería Barcelona, Ronda de la Universidad, 1,
Barcelona. Librería Fe, Campana y Martín Villa, Sevilla. Librería Fe, Isaac Peral, 14, Cartagena. Librería
Fe, Mariano Catalina, 12, Cuenca. Librería Fe, Larga, 8, Jerez. En Tánger, Antigua calle del Banco de
España. En Buenos Aires, Florida, 251.
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NUBVA ESPAÑA
23
ROS
rarecimiento de aire y de luz,, frío y has-
ta angustioso. Baroja, a solas con las
ideas, es inexorable con la Naturaleza.
Entonces vence en él Castilla y la mi-
santropía torva de un individualismo so-
berbio. La energía mística, de raíz anar-
quista. En los libros de ambiente eu-
ropeo, ya mezcla de ritmo ideológico,
tonos románticos extraídos de una rea-
lidad exterior, ante cuyos tipos o pai-
sajes desenfrena, adrede, su excepcional
sentido crítico y su gracia satírica. Pero
es en el mar y con dos tipos de aventu-
reros vascos donde le vemos moverse
a sus anchas, desplegando todas sus
facultades de novelista—-esto es, de in-
ventor—y, divirtiéndose al propio tiem-
po que nos divierte, con las intrigas de
líl, narración y el laconismo magistral
de los retratos. Los pilotos de altura "y
La estrella del Capitán Chimista son,
ante todo, grandes espacios libres. Na-
turaleza magnífica, luz y viento en las
velas, calmas ardientes del trópico ¡y
brumas y tormentas heladas. Puertos,
aventuras, acción viva. El litoral ame-
ricano, la trata de negros en la primera
mitad del siglo XIX, y también:. esce-
nas de mestiza vida social y de pirate-
ría amarilla en el Extremo Oriente.
Yo creo que nunca ha manejado Pío
Baroja los elementos y valores de la na-
rración con tanta soltura y vigor como
ahora, en estos libros. Son libros des-
bordantes de vitalidad,, dionisiacos, ple-
nos de fresca amoralidad y determinis-
mo. El espíritu barojiano se muestra
en eljos diáfano, de una finura gris,
casi azul, sin nubarrones. Todo es mo-
vimiento y despreocupación en el carác-
ter de Chimista. Todo es encanto de
emoción marinera en la estampa y la
historia de estas goletas, estos bergan-
tines que se llaman «La Unión», «La
Bella Vascongada», «La Estrella»... "Y
en las figuras que van y vienen, senci-
llas o barrocas, alocadas o razonables,
como mecanismos de inteligencia, he-
chos para la acción.
El terrible doctor Mackra tratado sin
la precisión y el tacto psicológico con
que el novelista le trata, se converti-
ría, fácilmente, en un personaje de fo-
lletín. No lo es porque se halla muy
encajado en el cuadro dramático. (Dolly
es una de las siluetas femeninas más
delicadas del mundo barojiano.)
Muchas sugerencias y reflexiones téc-
nicas, concitan los dos últimos libros de
Pío Baroja. En otra ocasión hablaré de
lo que se advierte en ellos de—en len-
guaje cinematográfico—manejo ide pla-
nos.
A. E/
LUIGI-STURZO.—¡talla y el fascismo,
El autor de Italia y el fascismo es
un perseguido por la dictadura de su
país. El libro del abate Sturzo no se
ha podido—por este motivo—publicar
en su lengua. Tenemos entre manos : la
interesante traducción española que
■—acompañada de un prólogo informati-
vo o estudio preliminar—ha compuesto
el docto catedrático de la Universidad
de Murcia Mariano Euiz-Funes.
LOS
AZORIN.—Superrealismo (Pronovela).
Ruiz Castillo, Madrid.
La novela en nebulosa puede que no
sea un género ni signifique la posibilidad
de una nueva fórmula de expresión li-
teraria. Pero eso no resta originalidad
a la obra de «Azorín», que explora ele-
mentos subconscientes previos. En rea-
lidad, lo que viene después es lo acce-
sorio : la técnica, la composición, el en-
granaje. «Azorín» es un escritor «que
está de vuelta», y se decide a discri-
minar las partes más oscuras y difíciles
de la creación.
, Conviene tener en cuenta lo que en él
significa el concepto de superrealismo.
El modo francés, con Andre Breton a la
cabeza, intentaba sorprender esas fun-
ciones de subconsciencia por el procedi-
miento freudiano. El escritor se acosta-
ba después de echar las redes en ese
océano misterioso del sueño, y al levan-
tarse volcaba sobre las cuartillas la re-
dada de insinuaciones, sorpresas y re-
cuerdos. Pero esto es, por lo general, un
arte en potencia, un arte de reflejos y
nebulosidades, un arte de resonancia y
lejanías. El superrealismo de «Azorín»
agudiza la conciencia, la superpone a la
vida hasta colocarla en el primer plano
de las realidades auténticas. De ahí esa
mezcla de fantasía y realismo que arro-
ja un precipitado artístico original y sor-
prendente.
Su obra es también una obra de estilo,
arquitecturada, como no podía menos de
suceder, tratándose de un escritor que ha
hecho en nuestras letras un estilo de
rasgos concretos. Sólo que la arquitectu-
ra está formada de elementos autónomos
que se integran después en la obra de
una manera unitaria y total. El libro de
«Azorín» es un compíéjo de formas esen-
ciales dentro de un esquema estético de
explícita novedad.
D. F.
PIÓ BAROJA.—Los pilotos de altura
y La estrella del capitán chimista.
Editorial Caro Ragg-io. Madrid, 1930.
Con estos dos nuevos libros continúa
Baroja la serie de las novelas del mar,
cuyos anteriores volúmenes fueron Las
inquietudes de Santhi India
y El labe-
rinto de las Sirenas.
Baroja, también piloto de altura de
la novela, se nos ofrece ahora en un
momento interesante de su trayectoria
literaria. Sin olvidar esos acres tan per-
sonales de su estilo—acres que son como
los ocres de los pintores—ni su. fuer-
za de expresión, parece sentir un liris-
mo nuevo. Un lirismo más claro, más
abierto. Los tonos sombríos de la des-
jripción, y sobre todo del humor, que en
algunas obras de .Baroja tienen un valor
decisivo, se han ido aclarando como se
aclara ei cielo de nubes cuando las ba-
rre el viento. ¿Es el mar? ¿Es el tema
del mar el que con su poesía natural,
inmensa y sin literatura, fluidifica las
sensaciones del gran escritor?
En los libros de pura introspección
■—Las horas solitarias, Las cavernas del
humorismo,
etc.—hay, a veces, un en-
L I B
^—"——«M—IUH.....■■ II N' WH1-W P« ■'-*-
_
Nueva España no nece-
sita afirmar por su propia
cuenta, a tanto la línea,
que es la única revista es-
pañola que alcanza todos
los frentes del pensamien-
to contemporáneo. NUE-
VA ESPAÑA lo acredita con
su texto y con su conduc-
ta. Desligada de toda suer-
te de compromisos, inclu-
so de compromisos edi-
toriales, nuestra revista no
es órgano de ningún mo-
nopolio publicitario, ni in-
forma tendenciosamente
acerca de la producción
-:- -:- librera. -:- -:-
Nueva España, en fin, no
utiliza los resortes eco-
nómicos para vincular la
obra de la inteligencia y
el espíritu a los intereses
de una casa editorial o de
un grupo plutocrático.
Para significar la impor-
tancia de Nueva España
basta observar que hasta
alguno de sus enemigos
-:- se anuncia en ella. -:-
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NUEVA ESPAÑA
24
velista que acierta a tal equilibrio téc-
nico bien puede alardear, después, de
ista del pasado o de hiperista del fu-
turo.
Puede, sin duda, alardear de los tó-
picos cotizables en los cenáculos de las
minorías petulantes. Y despistadas.
Pero por eso mismo, por no ser Bon-
tempelli un Curzio cualquiera, prescin-
de con elegancia de ila aídscripción a
ningún ismo. Sin desdeñarlos tampoco
en nombre de un imposible gesto bur-
Sturzo es un batallador por la demo-
cracia del cristianismo. Su silueta firme
se dibuja como una gran afirmación
—ahora como una gran negación—en el
panorama social de Italia. Desde 1895
se dio a las organizaciones católicas, y
desde entonces ha desempeñado cargos
públicos y ha tomado parte en la oposi-
ción como enemigo personal de Mussoli-
ni. A raíz del armisticio le vimos acau-
dillar el partido popular italiano.
Así es la vida de Sturzo. Vida inquie-
ta de perseguido, que le ha llevado a
Londres, donde ahora se encuentra, por-
que el- fascio ha cometido muchos crí-
menes y el participar una vez más de
uno nuevo no le importaría gran cosa.
Sturzo ha sido numerosas veces amena-
zado de muerte desde la misma Prensa
fascista. Presidió su partido hasta el
asesinato de Matteoti, continuando des-
de entonces ocupado en la publicación de
libros, unos sobre cuestiones de sociolo-
gía y derecho y otros que se enfrentan
directamente con el problema político
de su país, como ha libertad de Ita-
lia,
el Pensamiento antifascista y su
Italia y el fascismo, merced al cual
escribo estas líneas.
El libro de Sturzo constituye una
fuente copiosa de información al alcan-
ce de todos. Comienza por trasladarnos
al siglo xix, a la unidad italiana. Ss
consideraba «liberalismo» todo lo qua
tendía al rompimiento del poder absolu-
to, y Sturzo, con un conocimiento exacto
de ellas, analiza las luchas todas de ese
tiempo, las actitudes de la Iglesia, hn
maniobras del papado, la política inte-
rior y exterior del país, etc.
Asistimos de su mano al aconteci-
miento de la gran guerra. Entonces Ita-
lia tenía una crecida falanje de dipu-
tados socialistas y se declaraba neutral.
Hubo una «semana roja» que inquietó
a todos y que fué dirigida por Mussoli-
ni... Después del fracaso de toda nego-
ciación pacifista, Italia fué a la guerra.
¿Por qué? Con el único objeto de en-
frentarse con Austria para fines nacio-
nalistas y ambiciones territoriales. Ana-
liza el autor la actuación de cada país en
la guerra, terminando sus comentarios
sobre el problema con la intervención
americana. Señala inmediatamente la
aparición de la secta comunista, ya ro-
tunda, y nos dibuja la Italia de la post-
guerra, con la desvalorización de la lira,
que llenó de pesimismo a las clases em-
pobrecidas.
Al término «clase política» dedica
Sturzo especial atención. El choque en-
tre la «clase política» y los esfuerzos di-
seminados de un liberalismo joven, com-
batido por el procedimiento conservador,
que desarmaba a los socialistas y a toda
la izquierda: he aquí e1 panorama som-
brío de aquella hora ¿Y las Universida-
des? Los universitarios, después de la
guerra nadaron en un frío apoliticismo;
eso fué todo. Buscaron la cultura alema-
na. Se desacreditó la palabra política en
boca de los profesores escépticos.
Señala Sturzo las abdicaciones de la
manera gubernamental, que se llaman:
expedición de D'Annunzio a Fiume
(1919), sublevación de Ancona y evacua-
ción de Yallona (1920), ocupación de las
fábricas (1920) y marcha .sobre Ro-
ma (1922).
Se había lanzado en el 19 el llama-
miento político de aquel partido ante-
rior al fascio que se dirigía «a todos los
hombres libres y fuertes».
Y llegamos a la aparición del movi-
miento fascista. El fascismo fué un hijo
de la guerra, que se apoderó del espíritu
de las gentes por cobardía, por miedo
—un miedo superior—g a Busia. Lo ve
Sturzo como una transposición del so-
cialismo realizado en nombre de los in-
tereses nacionales. «Queremos—-había di-
cho Mussolini, cuando el problema agra-
rio de 1919—dar la tierra a los campe-
sinos. Estos no saben lo que es el Es-
tado. Quieren la tierra para ellos en pro-
piedad y deben tenerla.»
Lo sucedido fué verdaderamente in-
sólito. Un partido político que se milita-
riza y se apodera del Poder, batallando
contra la propia milicia organizadora...
Mussolini, «hombre de cultura general
y de formación política mediocre, posee
brillantes cualidades de improvisador».
Cierto. Improvisó un partido que. sostu-
vo con la tiranía. De revolucionario se
hizo conservador, de la negación del con-
cepto Patria pasó al imperialismo más
intransigente. Eso es Mussolini. Un re-
accionario, un producto necio e intolera-
ble de la más bárbara estética primitiva.
(Estéticamente, su figura tampoco es
tanto. No creo que haya quien le recuer-
de siquiera a Napoleón.)
Ya Ruiz-Funes nos habla, en el prólo-
go de Italia y el fascismo, del «mito»
de la Marcha sobre Eoma, mejor dicho,
de la marcha sobre Eoma. «Desde Mi-
lán—-dice—es anunciada por el duce. Por
teléfono, se le ofrece el Poder y lo acep-
ta. Hay un previo convenio con el
Rey...» La definición que del movimien-
to da Ruiz-Funes me ha cautivado: «Un
alarde de escenografía política, hábilmen-
te asegurado por un sagacísimo meítenr
en
sce'we.»
Sturzo, abate, amante de la democra
cia cristiana, termina su interesantísi-
mo libro con un canto a su doctrina de
paz. «Los populares sirven su ideal—di-
ce—. Ellos harán triunfar la Democra-
cia sobre la Oli/garquía.» Y después:
«También en Italia llegará n hora del
advenimiento de una democracia que,
con métodos de libertad, reconciliará a
todos los partidos y devolverá al país
—con respecto a Europa—su verdadero
carácter de gran potencia pacífica...» ■
Antonio de OBREGON
REVISTAS RECIBIDAS
Política
Hemos recibido el primer número de
esta publicación-mensual, de espíritu li-
beral y vigorosa información y doctrina,
dirigida por J. Miargano San Martín.
Avaloran su texto originales de Fer-
nández Almagro, Santiago de Orbe,
Manuel Azaña, César Falcón y otros
distinguidos y conocidos escritores.
Universidad (Madrid)
Primer número: «Para Universidad»,
por D. José Sánchez Guerra; artícu-
los de Bartolomé y Más, Antonio Car-
pintier, López Alonso.
El Obrero Astur (Oviedo)
«La piratería de la paz», por Ro-
main Rolland; «Problemas de orienta-
ción», por Mariano A. Fuente; otros
trabajos de Harduya e Izquierdo.
Estudios (Valencia)
Unas palabras de Ortega y Gasset. Co-
laboración de Isaac Puente, Max Rein-
hardt, Samblancat, etc.
Orbayo (Sama de Langreo)
Colaboración de Juan A. Cabezas,
José Antonio Hernández, Silvio Itáli-
co. Poemas de Rivas, Panedas y Ovidio
Gondi.
Rioja Republicana (Logroño)
Reproduce el artículo de Jiménez
Asúa, en NUEVA ESPAÑA.
Revista de las Espartas
La República
Rolfvar
Se ha empezado a publicar esta inte-
resante revista hispanoamericana, a cu-
yo frente figuran los distinguidos escri-
tores Pablo Abril de Vivero y J. Pérez
Domenech.
Los dos números que hasta ahora han
salido contienen notables originales.
El segundo número de esta revista es,
si cabe, más interesante que el primero.
Con nutridísima colaboración hispano-
americana,
MASSIMO BONTEMPELLI.—// figlio
di due madri.
Edición «900». Roma.
La agilidad dramática y humorística
de Bontempelli, el destacado y verda-
deramente nuevo escritor ital i a n o
—Bontempelli no es un infeliz Curzio
Malaparte cualquiera—alza su tinglado
de ingenio en esta su última novela-.
Desde luego podemos afirmar que
aquí hay novela. Bontempelli, como to-
dos los vanguardistas (mote de ayer) res-
ponsables, ha iniciado ya ese cuarto de
vuelta hacia lo argumenta!, y la tex-
tura, sin detrimento de la imagen y el
humor, que empiezan a caracterizar a
los mejores narradores de ahora.
En II figlio di due madri se manejan
los que pudiéramos llamar elementos de ■
arbitrariedad con un pulso y exactitud
en las dosis¿ bien significativos. El no-
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NUEVA ESPAÑA
25
E S P A
valor de la obra personal de cada uno
de nosotros—me refiero a la labor inte-
lectual «pura»—, tenemos ese sentido
de encontrarnos al servicio de un pue-
blo. Por pequeño que sea nuestro es-
fuerzo, al estar así orientado, no podrá
perderse. Comparadlo entonces con el
fruto de otros jóvenes desprovistos de
tal sentido.
JESÚS BAL Y GAY
Una baja en
las letras gallegas
Confusa, entre una cruel y vacua re-
tórica de seudovanguardia, nos llegó la
noticia de la muerte de Manuel Antonio.
La conciencia.de Galicia siente en estos
momento la amargura de este segundo
desgarrón que la muerte produce entre
ÑOLA
sus huestes juveniles. Hace unos años
murió Amado Corballo. Ahora es Manuel
Antonio, otro joven que, como aquél, no
llegara a los treinta años, quien nos
deja.
.Dentro de la mocedad gallega repre-
sentaba el paradigma del galleguismo.
Insobornable en su exaltada rebelión, de
una cordialidad intensa y recogida, de
una pureza estética sin precedente en
nuesitras letras, Manuel Antonio jalo-
naba con ejemplar gallardía nuestro ca-
mino de íntima redención.
Su obra es corta, pero definitiva. Es-
crupuloso y exigente hasta la exagera-
ción, teníamos sus amigos que incautar-
nos de los originales antes de que, des-
contento siempre, los destruyese. Tras
muchos ruegos, publicó en 1928 su úni-
co libro: De catro a cairo, que mereció
una acogida jubilosa. Mas, a pesar de
su exigua producción, su eternidad que-
dó asegurada en el año firme de sus poe-
mas. Manuel Antonio vive y tiembla en
la malla sutil de cada verso con la inten-
sidad de un segundo definitivo y total.
Enamorado del mar—dejó la carrera de
Filosofía para hacerse piloto y vivir la
vida obscura y heroica del navegante—,
sorprendió en atisbos geniales sus estre-
mecimientos de tragedia, sus múltiples
voluntades de lucha y el álgebra de sus
horizontes.
Descanse en paz el camarada. cuyo re-
cuerdo llameará siempre en Ta concien-
cia más pura de Galicia.
0. E.
Política de realidades
Una de las obras de misericordia de
que habla el Catecismo cristiano es
la de redimir al cautivo. Pues el primer
problema político gallego, problema pre-
vio y urgente, no creemos que pueda
apartarse mucho de esto. Galicia se en-
cuentra en serio cautiverio y mientras
no se realice su manumisión en debida
forma será un peso muerto .para la no-
ble empresa de palingenesia nacional.
Ante esta realidad que queremos ha-
cer destacar crudamente todo el esfuer-
zo generoso de nuestras breves mino-
rías selectas viene estrellándose de modo
fatal, dejando, cuando más, una minús-
cula huella, menor que la de la ola
en la roca, en determinadas zonas del
país.
Galicia se halla presa en las redes del
ruralismo. Galicia son cerca de dos millo-
nes de habitantes de campo y marina,
y. apenas treinta mil moradores de ciu-
dades y villas. Galicia carece de grandes
urbes, por lo tanto, contra la voluntad de
los mejores, es toda ella esclava del caci-
quismo ; en unos sitios directa y en otros
indirectamente. Para incorporarla a Eu-
ropa se precisa «civilizarla». Sólo «civili-
zándola» podrá ser útil a sí misma y a
España. Hasta ahora, defecto muy galle-
go y también muy español, apenas se ha
pensado en los habitantes del «rus», y
cuando se pensó fué de modo esporádico
e intermitente, con lo cual resulta que
más de media España está inédita y vir-
gen para la política, viviendo de espaldas
a la ciudadanía o, lo que es igual, siendo
remora continua para toda actuación ci-
vil. Aquéllos, sin los cuales la existencia
VIDA
GALICIA
La nueva generación
Todo joven gallego que escribe, que
pinta, que esculpe, que hace música,
trabaja desde y para Galicia. Si es es-
critor, busca sus temas en los problemas
circundantes y trae a éstos una mira-
da templada en europeas normas. Si es
artistt, se bebe el paisaje y el folkore
mientras trabaja. En todos late el mis-
mo anhelo, hijo de idéntica conciencia.
La conciencia: tener en las manos un
período de la cultura gallega. El anhe-
lo : hacer avanzar esa cultura. Así se
explican hechos como el de un poeta
«puro», por ejemplo, que se interesa,
escribe artículos en los periódicos en
pro de la construcción de una Besiden-
cia de Estudiantes compostelana. Así
se explica el reiterado debate para la
unificación ortográfica del idioma galle-
go. Y así se explica, finalmente—para
no citar más hechos—, que en estos días
nos hayamos planteado unos cuantos la
cuestión del periodismo.
Todo cuanto hacemos, lo hacemos
■—muchas veces ya inconscientemente—
desde el punto de vista gallego. Nuestra
labor va lastrada, indefectiblemente,
de galleguismo. Por tanto, aun en el
caso del pintor, del poeta y del músico
«puros», la obra tiene un sentido hu-
mano, político. Un sentido verdadera-
mente «cultural», ya que está engen-
drada en el sentimiento de estar vivien-
do y de hacer vivir más toda una cul-
tura.
Eso constituye, a mi juicio, el signo
de nuestro futuro. Entre otras juven-
tudes ibéricas—falsas, de toda false-
dad—, nosotros tenemos, desde que
nacimos a la vida intelectual, concien-
cia de nuestro destino. Sabemos para
qué trabajamos. Nos sentimos hombres
de un pueblo. Vemos que ese pueblo es-
pera algo de nosotros. Nuestro esfuerzo
tiene, pues, sentido.
Por eso nuestra posición entre las
juventudes ibéricas, es clara. Badical-
mente opuestos a ciertos sectores, nos
encontramos fraternalmente simpatizan-
tes con todos aquellos que sienten el
porvenir de los pueblos. Opuestos adver-
sarios de todo el que se sienta desarrai-
gado de la Humanidad o pretenda un re-
troceso en algo.
Y por si en mis palabras se quisiera
adivinar un rastro de nacionalismo a la
moda, diré que todos mis jóvenes ami-
gos de Galicia, los de firme solvencia
morral e intelectual, galleguistas en to-
dos sus actos, detestan cordialmente a
todas las juventudes nacionalistas del
mundo. Nuestro nacionalismo, si así se
empeña' alguien en denominar nuestra
actitud, se limita al estudio de nuestros
problemas peculiares y a la exaltación
de nuestras características, con miras al
enriquecimiento en notas humanas de
la armonía del mundo. Si alguna deno-
minación actual nos conviene, será, úni-
camente, la de socialistas—en el más
estricto sentido de esta palabra.
. No sé si me cegará la pasión. Pero,
por todo lo dicho anteriormente, yo creo
que la nueva generación gallega tiene
asegurado un bello porvenir. A parte el
COMPAÑÍA TELEFÓNICA
NACIONAL DE ESPAÑA
Capital desembolsado:
500 MILLONES DE PESETAS
A partir de 1 de marzo próximo se pa-
gará a las acciones preferentes, contra el
cupón número 21, un dividendo a cuenta, de
pesetas 7,93, ya deducidos todos los im-
puestos.
El pago se efectuará en los Bancos que a
continuación se expresan o en cualquiera
de sus Sucursales, Filiales o Agencias:
Banco Hispano Americano
Banco Urquijo
Banco de Bilbao
Banco Hispano Colonial
< Banca Marsáns, 3. A.
S. A. Arnús Garí
Banco Urquijo Catalán
Banco Herrero
Banco Guipuzcoano
Banco Mercantil
Banco Pastor
Madrid, 21 de febrero de 1930.
GUMERSINDO RICO,
Consejero Secretarlo
-ocr page 22-
NUEVA ESPAÑA
26
ción y tratar singularmente de cuestio-
nes, de necesidades varias de la región
valenciana.
Lstas han de constituir la principal pre-
ocupación del Congreso de la democracia
valenciana, ahora, en este primer Con-
greso que va a reunirse a principios de
marzo y en los futuros, porque, aspirando
como aspira el republicanismo a gober-
nar, a míiuir de moao decisivo en los
destinos del país, ha -de conocer y estu-
diar con el acucioso interés que debe ha-
cerlo quien tiene la ambición y sensibi-
lidad ue gobernante todos los problemas
planteados en la región valenciana de or-
den jurídico, social o económico, esti-
mando que con ello realiza la labor más
eficaz y fecunda que se le puede atri-
buir, rindiendo, por otra parte, el servi-
cio más importante que puede rendir al
republicanismo nacional.
Y no son pocos y de poca entidad los
problemas que ha de tratar el republica-
nismo valenciano. Esos pueblos a que nos
referíamos antes, Alcira, Játiba, Carca-
gente y Gandía, representan intereses
muy cuantiosos; intereses económicos,
en primer término. Son el centro de ex-
tensos distritos agrícolas, cuya principal
fuente de ingresos la tienen en la expor-
tación a Inglaterra, Alemania y Holan-
da y otros países del Báltico, de naran-
jas y algunas otras frutas y hortalizas.
Reclaman éstos, como lo reclaman igual-
mente Liria y Torrente, con sus vinos,
y Sueca y Cutiera, con sus arroces, pue-
blos de robusta vitalidad también, muy
densos, una política arancelaria caracte-
rística, de perfil muy distinto al que pue-
dan pretender tener, y en realidad ya
tienen ahora, los siderúrgicos vizcaínos,
los trigueros castellanos y los cultivado-
res de la remolacha en Aragón y los teje-
dores catalanes. Pero, además de esto,
estos pueblos valencianos, grandes como
capitales de provincia, ya lo hemos dicho,
recios, de poderosa vitalidad, reclaman
de una política nueva, de una política au-
ténticamente republicana, otro cúmulo
de atenciones. Unas son de orden social,
y se refieren a las organizaciones obreras,
a los Sindicatos, al régimen de contrata-
ción ; otras son de orden jurídico, y se
refieren al derecho de propiedad; otras
son de orden espiritual, ya que esa polí-
tica auténticamente republicana a la cual
nos hemos referido, no sólo ha de atender
al fomento de los bienes materiales, a
guardar determinados intereses económi-
cos, sino que ha de levantar la cultura
de ellos, ha de infundirles un ideal, ha
de fomentar la instrucción pública, esta-
bleciendo escuelas.de toda clase, bibliote-
cas circulantes, ateneos, trocando, en su-
ma, el ..espíritu rural de estas poblacio-
nes por el espíritu de ciudad, por una
civilización que contenga mayores y
más enérgicos estímulos de progreso, de
superación, que sea menos conformista.
Hay, además, otros asuntos muy inte-
resantes, que afectan grandemente a Va-
lencia ; es, por ejemplo, la repoblación
forestal de las montañas que unen el te-
rritorio valenciano a Castilla y Aragón,
hoy casi por completo desnudas, con la
consiguiente repercusión en el clima, en
el régimen de lluvias de las vegas del lito-
ral. Repoblación, por otra parte, que
debe realizarse tendiendo a satisfacer en
lo posible necesidades de la riquísima in-
dustria mueblera de Valencia y la de la
sería imposible, porque se puede vivir sin
comerciantes, sin industriales, sin médi-
cos, sin artistas, sin cuna, pero no sin
sembradores de pan, se encuentran en
(jaiicia—y que cada uno hable de lo que
conozca y palpe, única manera de llegar
a una coordinación de realidades^ políticas,
poniendo en práctica la ley del menor es-
luerzo—:tan . desposeídos de todo apoyo
ciudadano, tan imposibilitados para po-
der sentirse personas, que bien pudiéra-
mos afirmar que, con relación a los mis-
mos, todavía son algo mítico y legenda-
rio los derechos, del hombre que en el
mundo civilizado privam
Para cerca de dos millones de gallegos
que parecen rimar sus angustias con los
sollozos de la carreta que vuelan por el
aire saliendo del fondo de las corredoiras,
no hay otra forma de vida política que la
sumisión absoluta a la voluntad de unos
cuantos cacicuelos aldeanos que contac-
tan con los cacicones de las capitales de
provincia, como éstos a su vez con uno o
varios oligarcas residentes en Madrid, so
pena de verse agobiados por la ley del
embudo, que tiene a su servicio los im-
puestos municipales, los gravámenes de
la contribución, el juzgado de paz, todas
las armas precisas, en una palabra, para
que los labradores gallegos de hoy se
vean más esclavos de la caciquería an-
dante que los siervos de la gleba lo eran
ayer de los despóticos señores feudales.
Cualquier voz ciudadana que se levante,
pues, en el campo de nuestra tierra, será
ahora, como antes, vox clemcntis in de-
serto,
si no nos aprestamos todos ¡os ga-
llegos liberales—hay que ser liberal para
sentirse liberador—a emprender sin tre-
gua ni cansancio la humanitaria cruzada
de la «civilización» del agro.
Es este un problema de solución inapla-
zable para Galicia. Una labor apostólica
y cristiana, en que se hallan obligados a
colaborar todos los izquierdistas del país.
.Mientras no haya sentimiento cívico en
el «rus», ¿para qué hablar de partidos'?
Mientras nuestras taifas caciquiles se lla-
men conservadoras—aquí, donde no hay
nada que conservar—, llevando a Madrid
la ficción de un conservadurismo gallego,
inri ,de inris, que cultiva el garcíaprietis-
mo con disfraz de liberal y el bugallalis-
mo sin disfraz alguno, ¿ qué es lo que pro-
.cede?
Pues, sencillamente, una unión sagra-
da de todos los devotos de la ciudadanía,
una evaluación de elementos de puro fer-
vor democrático, nueva hermandad galle-
ga, donde caben jóvenes y viejos, intelec-
tuales y no intelectuales, que caiga en el
campo como una tromba siempre que sea
. preciso, sin dejar nunca el contacto con
la masa labriega, previa la organización
de una buena oficina de reclamaciones y
orientaciones. Y ningún concurso más
idóneo podría solicitarse para esta santa
empresa de cultura liberadora que el de
los mozos universitarios, que supieron en
los últimos tiempos de la dictadura des-
plegar una bella rebeldía como quien rea-
liza un deporte, llevando la sonrisa en los
labios, la burla en los ojos y un noble
sentimiento liberal en el fondo de sus co-
razones. Si queremos ofrecerle una nue-
va Galicia a la nueva España precísase
hacer lo que nosotros propugnamos. Un
bloque fomentador de la ciudadanía a
au trance, que fuerce a los campesinos a
ser libres, de amplia tendencia fisiocrá-
tica, que cabría denominar la Hermandad
verde, y que, de organizarse seriamente,
obtendría éxito rápido y feliz. No sabemos
de una misión más alta, más justa y hu-
manitaria para las generaciones gallegas
del momento. La responsabilidad de éstas
será grande si no lo entienden así y
continúan profesando el laisse ¡aire, laisse
paser
ante las bárbaras arbitrariedades de
las taifas caciquiles que constituyen la
mayor afrenta de nuestra tierra. No olvi-
demos que en las estrofas de los grandes
poetas gallegos vive angustiosamente en-
carcelado tan generoso anhelo.
A. VILLAB PONTE
VALENCIA
Nueva política
republicana
Próximamente será convocada una
Asamblea del partido de Unión Republi-
cana, en la que estarán representados
dos distritos de la capital y todos los
pueblos de la provincia. Pueblos muchos
de ellos que tienen más habitantes—Al-
cira, Játiba, Gandía, Careagente y otros--
y son más ricos que muchas capitales
de provincia: Avila, Toledo y Soria, por
ejemplo.
Las cuestiones a, discutir, a estudiar en
este verdadero congreso de la democracia
valenciana, son de extraordinaria impor-
tancia. Se ha de someter a la deliberación
de los asambleístas un proyecto de pro-
grama que estos días últimos se ha pu-
blicado en El Pueblo, órgano del repu-
blicanismo valenciano, para que puedan
todos estudiarlo debidamente, formando
juicio sobre los múltiples aspectos tra-
tados en ói. Programa que se funda, en
cuanto a la doctrina democrática y la fu-
tura estructuración del Estado republi-
cano, en el programa federal de Pi y Mar-
gall ; pero al que se aportan, en orden
a las preocupaciones de los tiempos nue-
vos y a las experiencias obtenidas en los
años corridos desde 1896, en que aquel
ideario de los federales españoles fué
aprobado, reivindicaciones políticas y, so-
bre todo, reivindicaciones de carácter eco-
nómico y social por demás interesantes.
Supone, en este aspecto, el proyecto de
programa a que aludimos un evidente
avance sobre otros programas republica-
nos, revelando la preocupación de sus
autores de dar con ello satisfacciön a le-
gítimas necesidades y a fundadas ansias
del elemento trabajador, que en Valen-
cia, gracias a la obra política y social de
Blasco, inspirada en principios de vivo
amor a los humildes, a las clases deshe-
redadas, estuvo siempre bajo la bandera
republicana.
Se tratará, pues, en esa Asamblea so-
bre la doctrina, sobre los principios idea-
Ios vertidos en ese proyecto de programa
introduciendo en él las modificaciones que
los asambleístas acuerden. Se discutirán
igualmente otros proyectos presentados
por una Comisión delegada para esos efec-
tos por la Comisión reorganizadora de
partido, que a la muerte de Azzati, y para
impedir toda disidencia, fué nombrada,
disolviendo organismos nombrados con
arreglo a bases y Reglamentos vigentes
hasta entonces en el partido de Unión
Republicana; esos proyectos a que nos
referimos son: uno de bases y otro de
Reglamento de la Asamblea que ahora va
a ser reunida, y q"ue se prevé debe ser
convocada todos los años para tratar de
los problemas interiores de la organiza
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NUEVA ESPANA
carpintería, y al establecimiento de una
industria química que contribuya también
a facilitar a la citada industria ebanistera
barnices y gomas, que ahora ha de com-
prar en otras partes. Es también asunto
importantísimo el hidroeléctrico, pues de-
be procurarse por todos los medios cap-
tar de los ríos que cruzan el país el po-
tencial necesario para alumbrar todos los
pueblos y mover todas las instalaciones
de riego del país sin necesidad de quemar
un kilogramo de carbón, ya que éste no
se tiene en Valencia. Asunto importante
es también promover la mejor repoblación
humana del país, muy desigual hoy, pues
en tanto que en las vegas de Valencia,
desde Catarroja a Sagunto, se llegan a
contar 250 habitantes por kilómetro cua-
drado, en el interior sólo hay 60, y en al-
gunos casos, 40.
Este rápido índice de las cuestiones que
han de preocupar al republicanismo va-
lenciano dará idea, aunque ligera, de la
importancia que ha de tener el Congreso
que se convoca. Tal vez en éste no se
traten aún esas cuestiones, porque es el
primero y en el que se inician corrientes
nuevas para el republicanismo valencia-
no ; pero el hecho de plantearlas y de
crear los organismos que deben estudiar-
las y dar, si es posible, a las soluciones
que se propongan categoría de gacetables,
es motivo suficiente para concederle im-
portancia y suscitar el interés de todos los
republicanos españoles.
JULIO JUST
CASTILLA
El campo
y la literatura
Sea ésta una nota bibliográfica a la
novela desconocida. Es decir, no hare-
mos aquí ese extracto o éxégesis de un
volumen determinado de reciente apari-
ción, ni siquiera una discriminación de
su anécdota, de sus partes, con ese pru-
rito tan actual de mecanizar la literatu-
ra, de utilizar la «estilo» como una lla-
ve d'e tuercas y desmontar una novela
como quien desmonta un motor de explo-
sión: hacer de un todo armónico un caos
de tornillos, pistones, bielas, válvulas,
etcétera.
Se ésta una nota crítica del libro o,
mejor aún, de los libros que están por
aparecer, y que harían referencia a un
gran sector de la vida española. Porque
España, que supo descubrir a América,
todavía no se ha descubierto a sí mis-
ma. España, que supo transportar las
huellas de su derecho y de su fe a nue-
vas tierras, todavía casi Ignora cómo se
arrastra la vida cotidiana de un sinfín
de pueblos españoles.
La vida rural, con toda su miseria, con
toda su seriedad, con todo su dramatis-
mo, es ignorada por casi todos los ciu-
dadanos cultos.
Cultura significa vivir eñ ciudad. Con-
vivencia en universidades, ateneos, bi-
bliotecas; lectura de periódicos, revistas
y libros; grata asistencia a teatros, cine-
matógrafos y centros de recreo. Y en el
campo no hay nada de eso. En el campo
sólo hay un agro extenso que se' agi-
ganta y que parece adquirir corporeidad
viva para enfrentarse como un enemigo
ante el obrero que ha de trabajarla. En
el campo sólo hay un cielo azul, pero
cuya pureza de solor acusa más su le-
janía, y un clima áspero e implacable
que agarrota las manos con fós fríos de
la madrugada—cuando hay que empezar
la labor—y es fuego tórrido sobre los
cuerpos jadeantes a las horas del medio
día
Hasta ahora, la visión de la vida rural
sólo nos la han dado los turistas: el po-
lítico-turista y el literato-turista.
El viejo político, que ahora está dis-
puesto a revivir—tras seis años d'e quie-
tud latente, como las lagartijas—y que
antes solía ser proclamado por el artícu-
lo 29. Era aquel tipo de político turista
encasillado en Gobernación, y que salía
desde la misma Puerta del Sol en su au-
tomóvil para hacer un grácil recorrido
al distrito. ¡Qué bellos los sembrados,
matizados de verdor! ¡Qué tonalidad
más limpia la d'e las barbecheras, recién
alomadas! ¡Qué sanidad la de aquel oli-
var, qué lindos aquellos chopos junto al
caz del derruido molino!...
La estancia del político cunero en cada
pueblo se reducía a media hora. Una ri-
tuaria visita al cacique máximo—un señor
d'e recio bigote y no menos recias pelu-
conas—, al alcalde y al secretario; un
vino de honor en la casa del primero,
y a continuar la visita cívico-pastoral...
Al elector no había precisión de verlo.
Por otra parle, no se encontraría en el
pueblo. El que más, el que menos—todo
hombre útil-—, se hallaba adscrito a aque-
llas horas a (su haza, a su fundo—o al
haza o al fundó del señor arrio—, y hasta
bien cerrada la noche no voItj
hogar a poderse reclinar en
jada silla de anea, junto a la luml
abstraerse con la mirada perdida
crepitar de la leña. Su mujer, como
chisme más de vecindad, le contará
visita del «diputado». Un simple ene
gimiento de hombros será la respuesta
del «elector».
Del escritor-turista podríamos decir lo
mismo. Acude a los lugares ya con un
plan preestablecido. El influjo de las
anteriores lecturas seudorrurales ha pues-
to ante sus ojos un vidrio multicolor.
¡Qué difícil es sintonizar la sensibilidad
pueblera con la sensibilidad ciudadana!
Para el hombre de población, cada cam-
pesino es un enigma. ¡Qué difícil es ave-
riguar lo que piensa aquella cabeza tras
sus ojos claros de esfinge!... Tal vez en
nada de lo que se imagina el intelectual.
En comer..., cuando le espolea el apetito...
En dormir..., cuando sus párpados se
hacen plúmbeos... El frío agudo y el ca-
lor tórrido han ido insensibilizando su
epidermis gruesa y áspera como la de un
saurio. El excesivo trabajo corporal ha
aquietado la fragua del cerebro...
A la novela rural conocida hasta hoy
le sobra literatura... ¡Esos héroes cam-
pesinos de una fina delicadeza espiri-
tual!... ¡La elegancia aristocrática de
aquella jornalera!...
Como a la política rural le sobra eso:
«política»..., la entraña campesina ,se ha-
lla todavía virgen, en espera d'e una
pluma viril que la desflore... Y es porque
no basta el ademán de una simple ca-
ricia epidérmica. Hay que penetrar hon-
do, cavar en las conciencias, labrar por
bajo de su pasividad—que no es resig-
nación—como ellos lo hacen con la aza-
da o el arado ante la tierra hostil.
Y los políticos que vayan al campo,
que ,sean maestros o apóstoles. ¡Que ten-
gan la vocación de su apostolado! Que
dejen el automóvil y emprendan su pe-
regrinación andando o a horcajadas so-
bre un mulo romo, como en sus vi-
sitas Luis Bello. Y sea requisito esencial
una convivencia d'e varios días con los
electores, para así adivinar sus apeten-
cias, sus aspiraciones...
Novela rural, novela desconocida.
¡Un Dostoiewski o Un Pío Baroja, aje-
no ya a esa labor del siglo XIX!
LUIS DE VILLAVA
EL DISCURSO DEL SR. SÁNCHEZ GUERRA
No creemos que los antidinásticos
españoles esperasen del discurso del
Sr. Sánchez Guerra otra cosa que un
pliego de cargos al titular de la Coro-
na y una especie de arrepentimiento
de sus servicios a la dinastía. Nos-
otros no esperábamos otra cosa, y lo
mismo qué no nos hemos entusiasma-
do antes no nos sentimos ahora de-
cepcionados. Al contrario, creemos
que el Sr. Sánchez Guerra ha hecho
un favor a las ideas republicanas ne-
gándose a formar en el republicanis-
mo. Una República que naciese con el
pecado original de antiguos monár-
quicos, no sería sino un sistema en
decrepitud apenas nacido.
El Sr. Sánchez Guerra ha hecho en
la política su «canto del cisne». Ni
siquiera ha aceptado el programa mí-
nimo dé las Cortes Constituyentes.
Se ha limitado a decir que no gober-
nará con el Rey y a pedir responsabi-
lidades. Y como no es republicano,
tampoco gobernará con la Repúbli-
ca. Por lo tanto, su caudillaje políti-
co ha terminado.
Sin embargo, no dejamos de reco-
nocer su sinceridad política y su ga-
llardía en los últimos años de la dic-
tadura. Personalmente, lleva por le-
ma la decencia. Su actitud correspon-
de a convicciones mantenidas sin ti-
bieza. Y denuncia, además, el estado
de ánimo de algunas fuerzas de de-
recha, qué no viven a espaldas de la
realidad.
                                                 - . :•.
No.es, sin embargo, el estadista, el
hombre histórico que algunos han
querido ver en él antes del discurso de
la Zarzuela.
Lea usted
NUEVA ESPAÑA
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NUEVA ESPAÑA
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TICA POLÍTICA
DEPURACIÓN DE LAS CONDUCTAS
por jóse díaz Fernandez
jurídica de España, sino que se han acercado al Poder anor-
mal amparados en cargos y organismos que serán todo lo
apolíticos que se quieran, pero que servían de apoyo y for-
taleza a la Dictadura. Existen también los participantes en
organismos neutros, silenciosos, creados por iniciativa dicta-
torial, que, amparados en la penumbra burocrática, han
aceptado - sueldos, subvenciones y encargos de procedencia
recusable. ¿Cómo pueden estos hombres intentar mezclarse
con los que han conocido el destierro y los calabozos carce-
larios, la necesidad económica y el desamparo civil? ¿Cómo
es posible que la opinión pública confunda a unos y a otros
y no distinga de entre la algarabía política las voces sinceras
que han dado ejemplo de perseverancia y de rectitud?
Tan culpables de la Dictadura son los viejos políticos
como los miembros de la U. P., como los sedicentes
intelectuales que no se atrevieron a condenarla, como los que
hicieron la oposición nominal sin definirla en actos concre-
tos, como los que figuraron en nóminas de organismos am-
biguos, como los que se entregaron a la vida fácil y tran-
quila cuando su posición y sus medios les permitían obstacu-
lizarla y contradecir el régimen. Un inexcusable deber civil,
de ética política, exige la depuración inmediata de actos y
conductas, para que la opinión pública, sepa quiénes mere-
cen, para el porvenir, su confianza y quiénes deben ser ani-
quilados o residenciados. «La organización de la decencia
nacional», de que habla Ortega y Gasset, sólo podrá llevarse
a la realidad con esta obra inaplazable y previa. Tan inapla-
zable y tan previa como la revisión de los actos políticos y
administrativos de la Dictadura.
Porque, al parecer, de lo que se trata ahora es de con-
tinuar la organización de la picardía nacional por parte de
conservadores y de liberales, de colaboracionistas y de seu-
doindependientes. Quieren que la funesta tradición de nues-
tra técnica política, olvidadiza de procedimientos y conduc-
tas, continúe rigiendo en las horas más graves y difíciles.
Quieren liberales y conservadores, intelectuales y analfabe-
tos, que continúe el intercambio de intereses y compromi-
sos, el cruce de amistades y simpatías, la tolerancia, el pacto
y la desvergüenza. Madrid, el abominable Madrid del caci-
quismo plural, se alarma cuando el país entero les reclama
a los hombres públicos su documentación de procederes y
actitudes. A la nueva generación política, que con contados
hombres de otra época ha sido la única que dio el pecho
de veras a las violencias desatadas, cumple exterminar a
los picaros y exaltar a los decentes.
La política no es sólo un mecanismo de ideas puesto en
juego para afrontar los problemas de un país y de una época.
La política es, también, un despliegue de conductas, porque
a los hombres hay que conocerlos por sus obras. La ética
individual puede no tener importancia superlativa en genios
políticos como Danton o Mirabeau, productos revoluciona-
rios, eminentes cristalizaciones de la íntima transformación
de un pueblo. Pero es esencial en la política cotidiana, en la
política como técnica, cuyo objetivo más próximo es utili-
zar instituciones estabilizadas y vigentes. Obsérvese que, aun
en los períodos revolucionarios culminantes, cuando está
más alta la marea de la Historia, las figuras íntegras son
las que llevan la muchedumbre detrás de sí: Eobespierre,
Lenin. Y es que la política que no se siente en función de
sacrificio, no ofrece ninguna virtualidad ejecutiva. Gorki
cuenta cómo Lenin llegaba a prescindir de la música para
evitar la invalidez sentimental.
En España, país de picaresca, los picaros se acogieron
habitualmente a la política. Esa larga teoría de validos que
encontramos en toda la historia de España, es el precedente
directo del vasto caciquismo rural, que desde la corte se
extendía hasta la más recóndita aldehuela. Organización in-
trincada de poderes personales que destruía la eficacia del
sufragio e inmovilizaba la conciencia pública. Los homúncu-
los de nuestra política eran los enanos de Gulliver, mania-
tando al pueblo, impidiéndole toda voluntad de participación
activa en sus propios destinos. Yo no digo que en el Estado
español se registrasen mayores inmoralidades de orden eco-
nómico que en otros Estados más adelantados y liberales
(los Estados Unidos, por ejemplo, cuya política de escándalo
sólo se concibe en el país plutocrático por antonomasia);
pero la simonía y el peculado importan poco en relación con
resultados más peligrosos. Por ejemplo: el desaliento que
llegó a apoderarse de la muchedumbre hasta hacerla sopor-
tar sin protesta, y lo que es peor, sin escrúpulos, el régimen
de dictaduras.
Lo primero que aquí se precisa para poner en marcha una
nueva política es una escrupulosa revisión de conductas.
Se está dando el caso de que, gentes que de una manera u
otra han colaborado en los seis años anticonstitucionales, agi-
tan ahora el banderín constitucional y pretenden encabezar
movimientos renovadores. Hay otras que, denominándose
liberales y dejando a salvo ese vago concepto de «los prin-
cipios», no sólo han presenciado pacíficamente la fractura
Se advierte a los señores que nos honran en viéndonos eolaboraeién espontánea, que
no se devuelven los originales ni se mantiene correspondencia acerca de ellos.