DIRECTORES: ANTONIO ESPINA, JOSE DÍAZ FERNANDEZ
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SUMA
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I O
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Editoriales: ¿ Dictadura-letrada? ; Frente sin afrenta; Los nuevos Ayun-
tamientos y Diputaciones; Cambó y las derechas; «La Liga Laica»; El Patronato del Turismo.—La realización de la Nueva España, Mar- celino Domingo.—Caricatura, Maside.—Eduardo Ortega y Gösset.— Antonio Maria Sbert.—Noticias literarias : Alemania.—Conferencia de Einsenstein, J. Rodríguez Miguéis.—Respuesta a una carta semicerrada, Panait Istrati.—Las fases de la vida del hombre, Antonio Abaunza.— El futuro Madrid, F. García Mercadal.—Rifi-Rafe.—El sepulcro de Don Quijote, Emilio Palomo.—Valle Inclán, la política y la cárcel, Ramón J. Sender.—El año político en Inglaterra, Rene de Deney.—La libertad inmóvil, Benjamín Jarnés.'—El cinema en Rusia, José de la Fuente.—■ La Revista Nueva, Roberto Castrovido.—Reseña teatral, Dongo.—La Quincena Internacional.—Los libros.—Vida española : Galicia : La nue- va generación, Jesús Bal y Gay; Una baja en las letras gallegas, O. B.— Política de realidades, A. Villar Ponte.—Valencia: Nueva política re- publicana, Julio Just.—Castilla: El campo y la literatura, Luis de Vi- llava.—El discurso del Sr. Sánchez Guerra.—Etica política : Depuración de las conductas, José Díaz Fernández. |
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NUM. 3
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35 CTS.
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ANO I
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NUEVA ESPAÑA
fecto es privar a las Corporaciones de su
derecho a la elección de alcalde. El ter- cero, permitir que puedan formar parte- de las mismas los concejales de la dicta- dura. Como si una de las más urgentes- funciones de los nuevos Ayuntamientos- no fuera la de investigar la obra admi- nistrativa de los últimos, en algunos- pueblos realmente desastrosa. Por lo que se refiere a las Diputacio-
nes, es inadmisible que las organizacio- nes obreras no tengan derecho a repre- sentación, cuando se les concede a las- capitalistas, como son las Cámaras Agrí- colas y de Comercio. Y lo mismo opina- mos acerca de la excepción que se hace con las entidades intelectuales libres, co- mo, por ejemplo, los Ateneos, que debie- ran participar mejor que nadie en la di- rección de la vida provincial. CAMBÓ Y
LAS DERECHAS
Parece que las esperanzas que desper-
tó el Sr. Cambó en las derechas espa- ñolas se va amortiguando poco a poco. No quiere decir esto que el gran nú¿Ie.-- del capitalismo, la plutocracia j la bur- guesía de nuestro país deje de mirar con simpatía al político catalán, caudillo de especuladores y sostén de patronos. Pero las declaraciones que hizo en Madrid, demasiado audaces, han surtido un efec- to contraproducente. Cambó propuso una especie de dicta-
dura civil, basada en el alejamiento temporal de las Cortes y en la concen- tración de fuerzas conservadoras alre- dedor del trono. Ambas cosas les pa- recen admirablemente a las derechas. Pero ya nos les parece tan bien que se digan con la abierta franqueza con que las dijo el Sr. Cambó. En esto no ha dado el viejo político de la «Lliga» prue- bas de esa perspicacia que generalmen- te se le atribuye. Las derechas españolas son, por na-
turaleza y tradición, maniobreras y cau- telosas. El largo tiempo que vienen disfrutando del Poder les ha enseñado a proceder siempre con ventaja y con la clásica hipocresía gubernamental. Por eso, cuando desean ardientemente una cosa, lo primero que hacen es ocultar que la quieren, o, al menos, que la quie- ren del todo. Cambó ha debido comprender y se-
cundar la táctica actual de dichos gru- pos. Ha debido proclamar lo mismo que a diario proclaman el A B C, y Buga- llal, y Bergamín, y Romanones: «Res- tablecimiento de la Constitución del 76 y Cortes ordinarias.» De este modo, Cambó no habría asustado a nadie. No hubiera quebrantado la tácita consigna derechista y, a su tiempo, si este tiem- po llega, después de conquistado el Po- der, podría, con Constitución o sin Cons- titución, con Cortes o sin ellas, ejercer una verdadera dictadura. Corno la que ejerció en su época el Sr. Sánchez Guerra. »LA LIGA LAICA"
Se ha constituido en Madrid la «Liga
Laica», organismo integrado por cuantas personas tienen en España el cerebro sano y la conciencia libre. Era una enti- dad que hacía mucha falta. Las constan- tes intromisiones del clero en la vida so- cial y en las vidas privadas exigen una |
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NUEVA ESPAÑA
REVISTA QUINCENAL
Affo I * 1 de marzo de 1930 > N.° 3
Redacción, Adminis-
tración y Talleres: ALTAMIRANO, NUMERO 18
MADRID
Teléfonos números 40643 y 40505
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ADOLFO SALAZAR
Nuestro cordial amigo y compañero
Adolfo Salazar ha dejado de pertenecer al Comité directivo de NUEVA ESP ASA. Según nos dice, no se halla conforme con el tono vivo y polémico de algunas sec- ciones de la Envista. No nos extraña su decisión. Hombre de
especialidad, ajeno a las asperezas de la lucha política, no quiere participar de las inevitables violencias que nos aguardan a nosotros. Lo lamentamos. Siempre tu- vimos en alta estima el talento y la cul- tura del ilustre musicógrafo, y en algu- nos aspectos de la obra de NUEVA ES- PASTA su ausencia nos privará de un va- lor insustituible Pero no por esto se debilita en lo más
mínimo nuestro entusiasmo y resolucio- nes. Nosotros, aquí quedamos, lector, tan tranquilos y satisfechos al frente de la Eevista y al pie del Bifi. EDITORIALES
¿DICTADURA
LETRADA? A su advenimiento a España, después
del destierro, han sido estas las primeras palabras de Unamuno: No más dictadu- ras. Hay quien sueña todavía, entre la gente de buena fe, con dictaduras. Con una dictadura inteligente, de acuerdo con principios radicales izquierdistas, o con una dictadura culta, lelrada. Para ello se echa mano, como argumento, de la in- fancia política de España y de la incapa- cidad, a juicio de algunos, de gobernarse a sí propia. Una.dictadura sana, una dic- tadura de extracción revolucionaria, una dictadura intelectual, sería el mejor me- dio para salvar el foso de • años que nos viene separando cada vez más, desde la Eeforma, de Europa. Pero nosotros no podemos desear dic-
tadura alguna. Ni mala ni buena. Y mu- cho menos dictaduras letradas, que son, a nuestro juicio, las peores. Lo más malo de la peor dictadura que hubo en España, no fué lo que tuvo de dictadura, militar. Lo peor fué lo que tuvo, en proporciones inconcebibles, más de lo que la gente se figura, de dictadura letrada. Esto es, de dictadura clerical. En una capital de Es- paña de 150.000 almas, el alcalde, du- rante varios años, recibió todas las ma- ñanas dé* su confesor (un sacerdote je- suíta) la orden del'día del Ayuntamiento.' Lo peor de la dictadura de Primo de
Eivera fué lo que tuyo de clericial. Y lo peor de toda dictadura clericial es lo que tiene de letrada. - ■ |
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FRENTE
SIN AFRENTA
El Sr. Lerroux, al que reconocemos
altas cualidades políticas, tiene en mu- cnos momentos de su vida una actuación que pudiéramos llamar paradoxal. Cuan- do parece imputar más rotundamente una movilización republicana, nos sor- prende con el consejo de un frente úni- co, no sólo con republicanos y socialis- tas, sino con monárquicos. Esto es ab- surdo. Todas las alianzas parecen lógi- cas menos esta: la alianza con los ene- migos. Por lo visto, el Sr. Lerroux lle- ga al delirio en esta clase de gestiones. Aceptar compromisos con elementos que vayan a las Cortes a votar otra Constitu- ción que no sea la republicana, es una insensatez impropia de un jefe político responsable. Este es un momento decisivo y re-
suelto. Está planteado el dilema : o re- publicanos, o monárquicos. La ambigüe- dad que ha caracterizado siempre nues- tra política, está esquivada por el sis- tema de dictadura. Un pacto así, no sólo es una deslealtad política, sino un en- gaño a la opinión, una afrenta para las ideas y las convicciones sinceras. Creer que puede salir una República de unas Cortes Constituyentes hechas bajo un ré- gimen monárquico es, o una ingenuidad, o una habilidad tan burda como los pro- cedimientos electorales del viejo . régi- men. Porque, además, los que hablan de Cortes Constituyentes no aluden a un cambio de sistema, sino a una leve en- mienda constitucional. Los republicanos no pueden aliarse
más que con los socialistas y con los par- tidos obreros de extrema izquierda. Son los únicos que tienen actitudes francas y definitivas : los únicos que no pueden alterar sus programas con el oportunismo político que hace años ofreció alguna promesa; pero, que hoy está desacredi- tado totalmente. LOS NUEVOS
AYUNTAMIENTOS Y DIPUTACIONES Esperamos que se nos permita discre-
par del procedimiento seguido para la sustitución de los Ayuntamientos y Di- putaciones de la dictadura. El sistema padece varios defectos substanciales. El primero es el de. automatizar la forma- ción de las Corporaciones locales con los mayores contribuyentes. De este modo, se las entrega en manos del capitalismo y de la gran propiedad, y' se concede sal- voconducto de ciudadanos de primera clase.a los que ya disfrutan el privilegio de la riqueza. Para que el privilegio re- sultase justo habría que conceder una parte a los menores contribuyentes ca- pacitados' para el cargo. El segundo de- |
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Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
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Una dictadura letrada, inteligentísima,
no seria mejor. Seria—con distintas va- riantes—lo mismo. Cercenaría un cuerpo de la nación en nombre de principios muy respetables. Una dictadura es siempre una imposición, una humillación, un des- crédito histórico. Y el peor de los descré- ditos, a nuestro juicio, la dictadura letra- da. Por algo ha dicho el más individualis- ta, de los intelectuales, al entrar en Es- paña, después de su destierro: No más dictaduras. |
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NUEVA ESPAÑA
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IDEAS POLÍTICAS
La realización de la nueva España
por MARCELINO DOMINGO
¿ Nueva España ? ¿ Qué significan el pensamiento y el deseo ? ¿ Significan
el anhelo y el empeño de remozar España ; de obligarla a entrar en el siglo xx y en Europa ? ¿ De limpiarla de todas sus costras ; de salvarla de todos sus prejuicios? ¿De librarla de todos sus obstáculos? ¿De forzarla a ser lo que debe ser una Nación en nuestro tiempo y en nuestro continente? Si éste es el afán que guarda en sus entrañas la divisa, lo primero para
que la nueva España se imponga, es esto : despertar, resucitar, incorporar la vieja España. Es decir : para que España sea lo que debe ser, lo primero consiste en que España sea lo que es. Esto que se rotula con el nombre de España en los mapas históricos y geográficos, desde los siglos xvi y xvii, no es España : no es la España que es. Para que la nueva España sea posible, urge restaurar, reconstruir, recons-
tituir la vieja España, que, por la calidad moral de sus hombres, la riqueza de sus variedades peninsulares, la pureza de su jurisprudencia consuetudinaria, puede representar un valor original, virgen y fecundo, en el continente europeo. REVISADO POR LA CENSURA
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espeeialización de la actividad ciudadana,
que garantice el ejercicio sin trabas de la libertad de pensamiento. No se trata de fomentar ningún secta-
rismo. Pero el respeto a toda clase de opi- niones religiosas ha de partir de la igual- dad de trato a las opiniones contrarias, deterministas y ateas. Por otra parte, el laicism© político no significa otra cosa que la neutralidad del Estado en cuanto a las creencias religiosas de los ciudadanos. Puesto que entre éstos los ha que creen, con Bossuet, que la réTigión es la poesía de la verdad y que (como nosotros) creen con Lemier que la religión es el opio del pueblo. |
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EL PATRONATO
DEL TURISMO Denunciamos ante el Gobierno al Pa-
tronato Nacional del Turismo por tratar- se de un Centro burocrático más que no reporta ningún beneficio al país ni es la «fuente de riqueza y de prestigio nacio- nales» de que hablaba el decreto de su creación. Pedimos que se revise la función de ese
Patronato, la obra llevada a cabo en él y que se le dé una estructura diferente. El Patronato del Turismo lo paga el
español que viaja. Los viajeros de segun- da pagan doble que los de tercera, y los de primera triple. Pero como el impuesto no puede exceder de tres pesetas, y cuan- to más largo es el viaje mayor es la pri- ma del seguro, se da el caso de que la persona modesta que haga un viaje lar- go en tercera, y pague la prima máxima de tres pesetas, abonará la misma canti- dad del viajero de primera que haga igual recorrido. Esa es la justicia tributaria en que se
basa el opulento Patronato. Se asignan a éste cuatro millones de
pesetas. Pero después se concedió al Pa- tronato un empréstito de 25 millones. To- tal : 29 millones. Se le encargaba de ges- tionar la llegada de turistas a España, «habida cuenta de la proximidad de las Exposiciones de Barcelona y Sevilla». |
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Ya en pie la vieja España, que es la España entrañable, la nueva Es-
paña ha de pensar esto : que, en lo presente y en lo futuro, la Humanidad se dividirá en dos categorías de naciones o pueblos : las naciones y los pueblos que viven de acuerdo con los principios de la civilización europea, y las na- ciones o pueblos que permanecen cristalizados e inconmovibles en formas in- feriores a esta civilización. ¿ Cuáles son los principios de la civilización europea ? Poderes elegibles y responsables, desde el jefe del Estado al último alcalde de la última aldea ; soberanía del Poder civil, reducida la religión a sus iglesias, el soldado a sus cuarteles, y unificadas y controladas por el Es- tado toda las actividades económicas ; enaltecidos, garantizados y estimula- dos los derechos del hombre ; leyes sociales que eleven el proletariado a cola- borador responsable, activo y proporcionalmente beneficiado de la produc- ción ; escuela única, que posibilite desde la enseñanza primaria a la Univer- sidad, llegar libremente a todas las instituciones de cultura del Estado quien posea condiciones intelectuales probadas para ello ; higiene pública, signifi- cada por profusión coordinada de sanatorios y preventorios, que fortalezcan la raza y eviten los estragos que causan en ella enfermedades que, preveni- das o atendidas a tiempo, pueden evitarse ; sistema tributario basado sobre impuestos que no graven el trabajo ni el artículo de consumo, y que sean en su progresión e imposición compensadores de los desniveles sociales, y no en su unificación, medio eficaz, justo y económico de arbitrarlos ; justicia rá- pida, garantida y barata, procurando con la independencia económica de la Magistratura y de responsabilidad ante el Parlamento, la independencia y austeridad de su actuación ; Código penal y sistema penitenciario huma- nos : el uno evitando las penas crueles e irreparables, y el otro evolucionando del sentido prunitivo que aún tiene a un aspecto reformador de las anorma- lidades morales de la personalidad humana ; racionalización de la industria ; obligación ineludible de cumplir la propiedad la función social que le es im- perativa ; sumisión del crédito y de las instituciones bancarias a la vigilan- |
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Lea usted "NU2VA ESPAÑA'
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El resultado de esa gestión lo conocen
todos los españoles. Demostración: el Patronato del Turis-
mo no ha sabido realizar la campaña de publicidad que exigía su misión. Si ha- biendo esas dos magnas Exposiciones no logró el objetivo propuesto, ¿ qué turismo ha de desenvolver en años sucesivos, cuando no existan tales Certámenes? El Patronato del Turismo ha fracasa-
do. Sus Ouías están llenas de omisiones y desatinos. Su propaganda es ineficaz. Y dispuso de 29 millones de pesetas. Demandamos una seria revisión y una
transforración completa del organismo, sometiéndose entretanto a un régimen de tutela. El Comité, compuesto por un conde,
el de Güell; un marqués, el de Pino; un duquje, el de Santa telena, Jy de los señores D. Joaquín Santos Suárez y D. José Antonio de Sangróniz, ha fraca- :sado totalmente. |
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NUEVA ESPAÑA
EDUARDO ORTEGA Y GASSET
El otro desterrado de hace sein años
ha entrado también en España. Fué, con Unamuno, et que -mantuvo virilmente ?n ei extranjero La, protesta contra Ui irresponsable dictadura. Ortega y Gasset llegó a tal grado de dignidad, que hubo de ser desterrado dos veces: de España y de Francia. Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
NUEVA ESPAÑA le renueva su ad-
hesión más decidida. ANTONIO MARIA SBERT
También está en Madrid, Ubre, otro
perseguido: el iniciador de las milicias ci- viles de estudiantes. Una dictadura -per- sonal tenía que disminuir a pleito de ca- rácter personal lo que era vigoroso em- peño de ciudadanía. "Ahora.empieza lo más duro", ha di-
cho Unamuno a Sbert, transformado de universitario en luchador político, ¡sin benevolencia para con el pasado; sin otros contactos que los que le ofrezcan soluciones nuevas y bien definidas. NUE- VA ESPAÑA estará con él en esa línea de ataque. NOTICIAS LITERARIAS
Alemania
La Vuelta de D. Miguel de Unamuno
a España ha producido gran contento en la vida intelectual. Aparte de las gran- des informaciones sobre el recibimiento que le dispensó España, publicadas en todos los grandes periódicos en las pri- meras planas y en caracteres especiales, las revistas publican artículos e inter- vius en los que se estudia la gran perso- nalidad de Unamuno. Uno de los más prestigiosos críticos alemanes ha pronun- ciado un bello discurso radiofónico elo- giando la figura del maestro. Leo Hirnsch ocupa las primeras columnas del Lite- rarische Welt para hacer un parangón cívico entre Blasco Ibáñez y D. Miguel de Unamuno. |
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cia del Estado y a las normas que éste determine... Todo ello, en un des-
arrollo o plenitud y en posibilidad de ascender siempre a modalidades superio- res, es ya Europa. Todo ello ha de ser España, si nueva España equivale a ser Europa. El empeño demanda energías heroicas, porque todo está por hacer. En España el Poder civil está sometido a las plutocracias financieras, a las espadas insurrectas y a las oligarquías eclesiásticas ; el hombre se ve fre- cuentemente desposeído de todos sus derechos ; el proletariado es todavía un asalariado irresponsable y dé miseria ; la enseñanza primaria consiente aún un 6o por ioo de analfabetos, y la superior sólo es permisible a quien posee condi- ciones económicas para adquirirla ; la higiene pública, abandonada en absolu- to, queda entregada a los impulsos de la caridad ; la tributación se basa sobre impuestos directos lesivos a la economía doméstica y a la producción, y se percibe por medios onerosos e inmorales ; la justicia es cara, lenta, depen- diente e irresponsable ; el Código penal acepta la pena de muerte y las penas crueles ; la industria, sin orden, unidad ni concierto, queda entregada a la iniciativa privada ; el propietario puede usar, abusar o desusar su propiedad ; los Bancos se mueven a su antojo. Todo está por hacer en esta España, jdete- nida en el siglo xvn. Todo es imperativo y urgente hacerlo, si España as- pira a elevarse a colaboradora activa en la unidad de civilización que simbo- liza Europa... ¿ Nueva España ? Nueva España, si es el propósito entrañable de las ge-
neraciones audaces y creadoras, críticas y activas, destructivas y forjadoras que ha producido en todo el mundo la gran guerra revolucionaria, equivale, en síntesis, a esto : a resucitar la vieja España y sobre ella, en pie y con vida ya, esculturar una España europea. Si hay heroísmo y sacrificio para la obra, las mismas generaciones que hayan promovido el deseo podrán contem- plar con sus ojos la realidad deseada. ACTUALIDAD POLÍTICA
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Gerhard Hauptmann acaba de publi
car una novela, en dos tomos, de 9t páginas, que se titula: Pasión. |
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Matisse celebra actualmente una ex-
tensísima exposición de sus obras en Berlin. |
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La exposición del teatro japonés, ya
abierta desde hace días, es un espectácu- lo sorprendente. |
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Va a levantarse en Berlín, a orillas
del Spree, el primer gran rascacielos eu- ropeo. * * *
En la primavera actuará en Alemania
una compañía de teatro chino. |
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La «Emelka», productora de films so-
cialistas e introductora de la producción rusa en Alemania, atraviesa una difícil situación y será adquirida, probablemen- te, por el Estado. |
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Susana y los viejos
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NUEVA E SPAÑA
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Colectivismo contra individualismo
Conferencia de Einsenstein
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por
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JOSE RODRÍGUEZ MIGUÉIS
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los»^—, instrumento, condición del espíri-
tu moderno. La Revolución no se contra- dice entronizando la máquina. Para eso, el marxismo esculpió la doctrina del ma- terialismo histórico. La máquina es el ala poderosa que transporta el espíritu de nuestro tiempo. Sin ella, los bellos sentimientos, las magníficas doctrinas, quedarían inertes, impotentes. Precisa- mente, la Revolución rusa es la revolu- ción de la eficiencia, del constructivismo, del pensamiento (acción). En su rápida conferencia, Einsenstein puso de reheve que en ella se funden las fuerzas mági- cas, profundas, de los instintos con la luz clara y calmosa de la inteligencia. Su obra es la prueba evidente de esta aserción. * * *
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En la sala obscura del «Casino de San
José» hay un susurro de conversaciones febriles. «La mitad son judíos o rusos», me dice en voz baja la muchacha que me ha traído a escuchar a Einsenstein. ¿Y la otra mitad?... Veo aquí 'mujeres elegan- tes y maquilladas; pero el aspecto gene- ral de esta sala es la de un comicio pro- letario. (Pasa por delante de mis ojos la visión del cortejo obeso de hace unos días.) Diríase que de un instante para otro va a surgir sobre la pantalla el per- fil exótico y duro de un propagandista. ¿Es esto posible en Bruselas? En efec- to: este público no tiene la insipidez tranquila, la morosa indiferencia de un teatro de Bruselas, tan pobres de pasión como lo son de especias los platos de la cocina belga. Esta gente aplaude, ru- ge, protesta, grita, vive. Y su entusias- mo se comunica pronto. Me doy cuenta de que no venimos aquí como vamos a la «brasserie», para malar el tiempo. Oigo hablar ruso, alemán, francés, es- pañol? ¿Es un Congreso internacio- nal? Así parece. El dueño del cinema es un intelectual
comunista, un «camarada». Aquí está Ser- ge Einsenstein. «Monsieur» Einsenstein como él dice. Palmas. Vivas. Gritos. En su gesto, Tovaritch Einsenstein pide si- lencio al teatro que lo aclama. No es Tito Schipa el que sube a escena. Hom- bre de mediana estatura. Saris fagons. Nada de extraordinario. Ninguna misse en scéne en este genial metteur en sei- ne. Apem 5 los ojos pequeños, y vivos surgen a distancia. Actitud negligente: las manos en los bolsillos de la chaque- ta; los calellos altos, despeinados. Juz- go que de su boca van a salir palabras como las de «Todo el poder para los so- viets...». Pero no: «Prometí no hacer pro- paganda política. Bajo esa condición os voy a hablar.» Sonrisa irónica. El pú- blico sabe lo que su presencia signifi- ca... ¡Tovaritch! ¡Tovaritch! Personaje extraño y simple. Su rostro,
judío y bolchevique. El pueblo tiene un sentido penetrante de los valores. * * *
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juició la Rusia soviética ciertos comen-
tadores de la Rusia nueva se apoyan en consideraciones puramente pesimistas y procuran darnos, sobre lodo, la visión de las deficiencias y de las inferioridades, sería lo mismo que medir la cultura y la civilización occidental por los barrios pobres de Londres, por las cocotas fran- cesas, por el barrio negro de Nueva York, por el número de crímenes que nuestra Prensa registra diariamente. El estado de los pavimentos y de las carreteras tiene cierta importancia como síntoma económico. Pero nada nos autoriza a lan- zar conclusiones contra un sistema social porque haya lodo en las calles. Pero los críticos de Rusia van más lejos. Los pa- vimentos de Moscú, ¿son malos? Rusia es- tá sepultada en un abismo de desorgani- zación. ¿Están bien conservados? El bol- chevismo es ridículo, porque hizo del asfalto la ra^ón suprema de su existen- cia... Un ciudadano radical anda de mal humor porque, en fin de cuentas, el bol- chevismo se mantiene y el comunismo progresa en el orden económico. Un dia- rio conservador le paga una visita al país de los Soviets. ¡Excelente! Nuestro amigo abre los ojos espantado sobre el paisaje social de Rusia. «¡Pero esto no es el Paraíso! ¡Esto también lo tenemos nosotros. No valía la pena de hacer la revolución para tan poco.» Pero, ¿quién les diría que el bolchevismo iba a im- plantar el Edén terrenal cerca de los Urales? «Es de suponer—dijo Einsens- tein—que en el Occidente europeo cual- quier niño de la escuela conoce un trac- tor agrícola. Pero ése no es el caso de la mayoría de los campesinos rusos.» Sin máquinas—sin N. E. P.—, la revolución agraria habría sido un mito, y los perio- distas galos, muy cultos y espirituales, afirmarían que la Revolución rusa rasa- ba el plano medieval. Pero, ¿Rusia tiene máquinas como Francia, Italia, Ingla- terra, Alemania? Los periodistas fran- ceses (siempre muy cultos y espiritua- les) desdeñarán su materialismo grosero, su mecanismo desenfrenado y su ameri- canismo de nuevo rico. Estos «intelec- tuales», que poseen conduites, viajan en Pulman y habitan palaces, olvidan que sus casos psicológicos, sus melindres li- terarios, o su talento pálido y anémico, o su hipercriticismo, deben la vida al ala protectora y metálica de la máquina, v que ellos mismos son alimentados, ves- tidos, conducidos y divertidos por la má- quina, que repudian por snobismo o pre- concepto literario. La máquina es espí- ritu y voluntad proyectada sobre el mun- do—como los poemas y los «rascacie- |
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«La línea general», sin embargo, no es
sólo esto; es el poema épico de la lucha contra la rutina, la reacción y el oscu- rantismo. En ella, la máquina aparece como la armadura de hierro, al abrigo de la cual el Espíritu embiste con las sombras del Pasado. Anatema contra la vida retrógrada, este «film» es la de- mostración documental de un momento decisivo en la historia de un pueblo: el momento en que el hierro se torna ins- trumento dócil y poderoso de una fuer- za espiritual obstinada. El Dr. Fayard persiste en ver en la
obra de Einsenstein la victoria pura del genio individual. Pero es el propio Si- senstein quien afirma la inspiración ní- tidamente social de su trabajo, ,su técni- ca, por así decir,' colectivista, sus obje- tivos doctrinales. En efecto: ¿En qué país sería posible hoy obtener la fuerte inspiración social de un «film» de esta naturaleza? Alemania nos dio «Metrópo- li», un fracaso como significación. El ci- nema occidental, cuando no cae en el optimismo fácil, nauseabundo, de los americanos, o en su puritanismo odiosa- mente hipócrita, aborda el drama «a tres»—mujer, marido, amante—que co- mienza y acaba en el lecho. Además, lodo el cinema occidental vive en el régimen de selección democrática de «la estrella». Para mostrarnos de una manera dramá- tica y viva las ventajas del colectivismo sobre el individualismo, Einsenstein no sólo recorrió Rusia entera, como puso en movimiento verdaderas multitudes. Algu- nos millares de mujeres trabajaron ante sus ojos para que él pudiera escoger esa figura simple, obstinada, heroica de Marfa Lapkina. Mujer fea, pero expresi- |
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Un crítico francés, M. Jean Fayard,
aun elogiando al genio creador de Ein- senstein, considera «La línea general» una «nanserie» y una escandalosa apolo- gía del maqumismo. Lo que me hace pen- sar en esos individuos que se ríen del tu- rismo y se quejan siempre de los malos hoteles y de los trenes atrasados. La mis- ma miopía de Georges Lefévre cuando en- |
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NUEVA ESPAÑA
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lución rusa es el caso en donde ella en-
cuentra el mayor número de oportuni- dades. «La línea general» es la demostración
necesaria de una transformación econó- mica y mental. Con su mentalidad indi- vidualista, el campesino ruso, lejos de be- neficiarse con la Revolución, encuentra en el régimen divisionario de la propie- dad la miseria, la sumisión al Kulak, su antigua esclavitud económica. Urgía pre- parar el espíritu de las masas rurales para el trabajo lento y costoso de los en- sayos de cultura colectivista de la tierra. Tal es la misión social de «La línea* ge- neral». Marfa Lapkina es la mujer simple en cuyo espíritu la miseria despertó la luz. «No podemos seguir trabajando la tierra cada uno por sí.» En tanto que el Kulak prospera, engorda, la aldea cae a pedazos, miserablemente; los pobres no tienen caballos, ni alfalfa, ni simientes. Es preciso ir a mendigar a la puerta de los ricos. Pero los campesinos insisten en no ver el origen del mal y repudian las propuestas ingenuas y calurosas de Marfa. No importa. Escarnios, insultos, golpes: lodos los sufrimientos no bastan para arrancarle la fe. Y por su esfuerzo (apoyado en más altos poderes), la aldea, poco a poco, se transforma y acaban las barreras egoístas de la propiedad, y los campesinos se dan las manos compren- diendo las ventajas de los métodos nuevos. Hábilmente, .sin ninguna apariencia de
proselit-ismo,. Einsenstein pone la máqui- na en el lugar del pope. Las escenas, ad- |
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va, sin «pos.se» ni fotogenismo, labrado-
ra inculta, descubierta casualmente en- tre tantas otras. Marta encarna el espíri- tu nuevo, el alma heroica y sufriente!, la inteligencia obscura que se abre camino a través de la grosería y de los sarcasmos d.e los hombres de mentalidad primiti- va. Todas las figuras d'e este «film» fue- ron arrancadas del cuadro natural de la vida rusa, para crear este símbolo de la vida nueva. Así trabaja Binsenstein. Su genio re-
pudia el cinema literario, el «film» «bur- gués». «Tengo la preocupación de produ- cir documéntanos.» En efecto, ni estudio, ni escena, ni «artistas», ni arcos voltai- cos. La Naturaleza como cuadro, el sol como luz, la vida como lema y, como personaje, la multitud.. El «dictador» del cinema soviético recorre los campos, las calles, las oficinas en busca de sus ac- tores. De este modo, la multitud entra en su obra—en masa, como en «Octu- bre», o individualizada en sus típicos re- presentantes—. «Cada individuo es capaz de ofrecer alguna cosa. Es la confección del «film» lo que atribuye un sentido simbólico y unitario a sus gestos y a sus expresiones.» A veces, los intérpretes se le aparecen inesperadamente: es el caso de Marfa Lapkina. Ä los dos meses de inútiles ensayos y pesquisas, la fisonomía de esta labradora se le revela en un mo- mento. A este genio de la creación colec- tiva le llama el Sr. Fayard «la simple mi- rada del genio individual». ¿Y si así fuera? Todos comprenderían que, lejos de anu- lar la personalidad' individual, la Revo- |
mirables, de la procesión ad pretendam
pluviam fueron acogidas con risas signifi- cativas en este país, donde el cura es una fuerza significativa. El rico labrador, que niega la limosna a los miserables, fué recibido con murmullos hostiles en esta ciudad donde los ricos abundan. Y cuan- do Marfa Lapkina, auxiliada por un tra- bajador aldeano, miembro de las organi- zaciones, arranca el deseado tractor a los burócratas que dormitan o charlan irre- verentemente sobre los retratos de Leni- ne, la sala entera vibra en un clamor de aprobación. Todo el mundo comprende |
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SUSCRÍBASE A
••NUEVA ESPAÑA'* |
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esta sátira admirable contra la burocra-
cia paralizante, de la que Rusia ,se va libertando. Einsenstein había dicho: «La escena en que presento a la burocracia ociosa demostrará que, contra lo que se dice, la libertad de opinión aun es en Rusia, a pesar de todo, un poco superior a la de ciertos Estados europeos.» «La línea general» no es, pues, .sim-
plemente, el poema de la máquina. Es un «panfleto» vivo contra la reacción de las masas incultas, tantas veces incapaces de comprender los esfuerzos de los creado- res de mundos nuevos. |
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El primer libro español sobre Rusia
que alcanza la TERCERA EDICIÓN |
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BIC« UBDALCe
II n»TAHB#
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SPAI1»L Eli
USÍA
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Prólogo especial de Henri Bar-
busse, 16 fotografías tomadas por el autor y un considerable aumen- to en el texto. |
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3±.
»IC¡*N
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Pedidos contra reembolso a Editorial Cénit, S. A.
Apartado 1.229.—MADRID
Exclusiva de librerías: C. I. A. P. Librería Fe,
Puerta del Sol, 15. — MADRID
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NUEVA ESPAÑA
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7
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Respuesta a una
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carta'semieerrada
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CONFIDENCIA
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por
P A N A I T ISTRATI humano, me decía hace poco que todo
eso es biología, y que hago mal en que- rer cambiar el orden de las cosas. No conozco la biología ni los Evange-
lios. También es posible que al escribir mi último libro haya regocijado a todos ustedes o que yo no me haya explica- do bien. Como soy un obrero auténtico, a veces me ocurre que meto la pata; otras hablo confusamente; «pero siem- pre sé lo que quiero». Y si cien veces me tirase usted desde el tejado, otras tantas caería de pie. Sepa, pues, que mi libro no se presta a la filosofía, y que no lo he escrito pensando en usted. Observe también lo siguiente: no
soy de esos que hacen a su clase única responsable de todas las desgracias que suceden en el mundo. Incluso a mi cla- se no me liga más que el sufrimiento que viene de su vientre; esto es todo. Por lo demás, pertenezco a la vida. Es- to me permite hablar con usted con entera libertad. La creo buena, justa y generosa. Estoy convencido de que si el mando del mundo le hubiese sido con- fiado, se consagraría usted a crear un orden social equitativo, aunque se re- servaría para usted y para los suyos amables privilegios. Pero puesto que usted dice que vive en su clase, y como esta clase gobierna al mundo — yo sé muy bien cómo—, bueno será que cada uno de nosotros conserve su puesto; us- ted el suyo y yo el mío. Y mientras que nosotros conservemos nuestros pues- tos respectivos, toda disertación relativa al «Universo», que «está fundado sobre bases de ferocidad», sera imposible. Voy más lejos: en su lugar, y diri-
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giéndome a un hombre para el cual
vuestro orden burgués es una ofensa a la justicia, me sería molesto expresar un escepticismo tan confortable. ¿Es preciso conocer a Descartes, o bastaría carecer de pan para comprender que la partida no es igual? ¡ El abominable equí- voco ! Ustedes tienen de su parte el bien-
estar las cenizas de los Evangelios para consolarse, todos los ejércitos de mar, tierra y aire para defenderos. Nosotros no tenemos más que nuestros dos bra- zos, miserables cuando no están ocu- pados, y casi tan miserables cuando lo están. Esto es comparable a la situa- ción de un hombre que usted obligase a sentarse sobre un montón de brasas y luego, sentándose usted enfrente de él, pero en-una butaca, le preguntase: —¿ Qué piensa usted, amigo mío, de
este «caso desesperado» que supone la quiebra de los Evangelios? —¡ Creo, señora, qué se me quema el
trasero! Así es como usted filosofa conmigo,
convencida de que nuestra situación es la misma y de que estarnos completa- mente de acuerdo. Me lo dice usted des- de el principio de su carta: «Ha aban- donado usted todos sus buques, inclu- so este último: el comunismo ruso. Se halla usted, pues, solo en su isla de Robinson. ¿No se ha apercibido usted de su soledad hasta ahora? Yo, por mi parte, hace mucho tiempo que me he dado cuenta de ella.» Conoce usted, no sólo la suya, sino
también la mía, porque al final de su carta agrega: «Hace tiempo que he adivinado en sus libros, y, mejor aún, en sus ojos, lo que es usted. Pero aho- ra, después de lo que acabo de leer, veo que¿ además, permanece usted en lo Absoluto como un niño. De donde se deducé que, usted en
su clase, y yo en la mía, en lo «abso- luto» ambos estamos convencidos de que para resolver la vida no nos que- da más que la carabela de la resigna- ción y una prudencia circunspecta.» No; no es eso. Lo que yo era-, lo que
soy lo ha adivinado mal en mis libros y más mal aún en mis ojos, que no han hecho más que divertir a vuestra al- ta sociedad ten una noche de melan- colía. Ante todo, yo no he abandonado nin-
gún buque, por la sencilla razón de que jamás he subido en ellos. Durante toda mi vida no he hecho más que «nave- gar» en torno a un solo buque: el que transporta las reivindicaciones de n,i clase. Al revés que usted, que siempre La
permanecido en su clase, yo salí de la mía a la edad de doce años. En esta edad de los sueños, que los sueños de mi clase no eran los míos. (¿Ha leído us- ted Mes Departs?) Mi clase hacía per- manecer a su progenie diez años en la casa del mismo tendero de comestibles para convertirla en un personaje tan iiu- |
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Me escribe usted, señora, una carta
muy sincera, inspirada en la lectura de Vers Vautre flamme. Es éste un docu- mento muy característico, por su origen y su filosofía y por su concepción de la naturaleza humana. Veo en él a una cla- se,- a vuestra clase, que por medio de la pluma de uno de sus miembros más repre- presentativos, confiesa su fracaso moral, su desesperanza, su escepticismo, su re- signación. Si comparo vuestra carta con otros testimonios por mí recibidos de per- sonalidades semejantes a la vuestra, he de creer en la existencia de un estado de espíritu, francamente desmoralizan- te, que reina en las esferas, antaño las más activas, en las inteligencias más valerosas del pensamiento francés. En efecto: desde mi regreso de Rusia
y del grito de revuelta que me ha arran- cado la. actual dictadura del proletaria- do, son numerosas las gentes de lä ca- lidad de usted y de su mundo que me han participado su descorazonamiento, la pérdida de la fe en una fuerza ac- cionante, al servicio del bien general. Era esto para hacer cambiar la decep- ción que yo traía y, como usted misma lo hace, para «saludar» mi «valor» por haberlo dicho públicamente. Pero esto era también, para confundir en una so- la las dos 'decepciones, suprimir todo' espíritu revolucionario y obligarme a reconocer que «el bien hasta hoy ad- quirido es todo lo que podemos espe- rar de este mundo». Pero usted es quien se expresa más
. claramente: «Con mis medios apacibles y mi dulzura -de mujer, viviendo en la clase en que nací, he llegado a los mis- mos resultados que usted..., es decir, a la soledad, al aislamiento, convenci- da de que la Humanidad que busca- mos no existe ni existirá jamás más que en algunos individuos: La colec- tividad es siempre un monstruo». Y después: «Mientras haya seres huma- nos sobre la tierra, los grandes se come- rán a los pequeños. El universo está fundado sobre bases de ferocidad.» ¿La conclusión? La vuestra: «Nos
hallamos, pues, ante un coso desespe- rado. Ante esto, ¿qué hemos de hacer? Ninguna revolución llegará más allá de los Evangelios, y los Evangelios están en quiebra. ¿Qué más podemos hacer? Trata, individuo, de ayudar, de mejorar, de salvar a los individuos. Por mi par- te, yo no he hecho jamás otra cosa, y mi trabajo me cuesta esto, tanto en mis libros como en mi vida privada.» Señora, es usted demasiado buena
«tomándose tanto trabajo por esto»; pero la manera que tiene usted de con- fundirme con usted y con su clase, no me parece ya tan correcta, a pesar de su sinceridad. También me molesta verla filosofar conmigo sobre el tema de «la quiebra de los Evangelios», como sobre el de «la Humanidad que nosotros bus- camos» y acerca de los «grandes que se comerán a los pequeños». Un exce- lente amigo mío, médico burgués muy |
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El primer rascacielos de arquitectura en
color une se ha levantado en Nueva York |
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NUEVA ESPAÑA
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cuatro reinos, no verá más que eso. Só-
lo el ser humano ha pretendido cambiar la ley. Ha inventado la justicia, la ca- ridad, el altruismo, etc.. Pero las fuer- zas de la tierra residen allí.» Sí; esas fuerzas se hallan allí; pero las otras también. ¿No lo ve usted? Ellas son tan imponentes como sus hermanas malhechoras. Al presente, su voz apo- calíptica truena sordamente en todo el universo. Jamás ha tronado esta voz tan potentemente. A veceSj^ extingue la voz de las otras, las obliga al silencio. ¿ Quie- re usted una prueba indiscutible? Hela aquí: Figúrese que un día en la plaza
de la Concordia se suben dos hom- bres sobre ei pedestal del obelisco y grita uno: «¡Quiero la guerra, la ruina, el saqueo, la supresión de todas las li- bertades !», y el otro: «¡ Quiero la paz, el trabajo, la libertad!» No hace falta meditar mucho, creo
yo, para saber cuál de los dos sería echa- do a palos, inmediatamente, por la mu- chedumbre indignada Otro ejemplo:
Usted descubre, en un camino solita-
rio, a un hombre que, extendido sobre el suelo, a penas respira. ¿No se apre- suraría usted a prestarle auxilio? Y si descubriera usted que era su peor ene- migo, ¿ se atrevería usted a abandonar- lo? Á menos que sea usted un mons- truo, no necesito su respuesta; no pue- de ser más que dignamente humana. Un tercer ejemplo que he visto en la
vida: Dos familias vecinas de un pue- blecito se odian a muerte; una noche se "incendia la casa de una de ellas, y la otra familia, se olvida de todo, y va inmediatamente a salvar a sus vecinos. No hago un melodrama; afirmo un
hecho. El egoísmo, la ferocidad, el cri- men colectivo, son malhechores que la mayoría de los humanos quiere de todo corazón extinguir de la vida. Es. éste un deseo más universal que esa «ley» del mal de que usted habla. No vivi- mos, no creamos, no progresamos más que con este deseo. De él es lo porve- nir, y es él quien lo traerá. Si el mal se apodera de nosotros to-
dos los días, a pesar de nuestro deseo de bien, se debe en gran parte a que nin- gún orden social, ningún poder del Es- tado se decide a declararlo delito pú- blico. Y también se debe a que el cu- chillo no ha llegado aún a los huesos. Pero nunca logrón vivir, sino corno la- drón, como asesino, ocultándose de la luz. Nunca un ser humano sensato ha intentado hacer ostentación sin levantar una indignación universal. Jamás ha conseguido que se le legitime, que se le reconozca, que se le conceda derecho de ciudadanía. Ningún artista, ningún es- critor, puede hacer su apología sin cu- brirse de vergüenza. (Cuando Nietzsche alaba la fuerza y dice que es preciso aplastar al débil, yo tío entiendo por fuerza más que una: la que sirve a la Humanidad.) ¿En dónde ve usted de esto una men-
tira? Observe el bolchevismo. ¿Cree us- ted que haya salido de la cabeza de un loco? Ni siquiera ha salido de una ca- beza ; ha brotado del corazón de la tie- rra. ¿Y por qué es tan umversalmente popular? (¡Incluso los salvajes lo com prenden 1) ¿ Por qué trasciende a mar |
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obtenido sin dinero: el aire, el sol, el
río, el amigo, la amante. Sólo el puñado de patatas o algunos plátanos, necesa- rios a mi estómago, me obligaron cada tres días aT>ajar la cabeza ante tan gran bestialidad. Ésto es lo que nunca te perdonaré, pues un sólo día de ardiente trabajo, de los diez; a que tengo de- recho, bastaría para alimentar mi estó- mago si no existiera tu criminal barba- ridad, que obliga a los hombres a plan- tar más postes de telégrafos que pláta- nos o patatas. Y el mundo quiere hoy, más que nun-
ca, postes de telégrafos, especialmente el nuevo mundo, de que se enorgullece mi clase. Quiere superar al antiguo. Vosotros construís rascacielos. ¡ He aquí «casas-montañas»! ¿ Habéis lo- grado suprimir el cerebro del trabaja- dor? Nosotros le suprimiremos el alma, «que, además, no existe». La Humanidad futura vivirá al ritmo
de un trinquete accionado por un dictador universal. ¡ No me conviene esto I
Quiero gozar, sufrir, penar, siguien-
do el ritmo que bate su cadencia en el fondo de mi propio abismo. Siempre he sido así. No pudiendo explicarme el misterio de la existencia, lo he obede- cido, aullando unas veces de alegría, otras de dolor. A esto es a lo único que me he sometido. Cualquier otra obe- diencia me repugna, tanto más cuanto yo no soy nada peligroso para mi ve- • ciño; al contrario, le cedo mi única camisa cuando me he convencido de .que le hace más falta que a mí. No tengan ninguna codicia; es fácil no te- nerlas. Para conseguirlo basta con no querer aquello que naturalmente se nos niega. Pero nada de lo que constituye el gozo del cuerpo y del alma se nos niega naturalmente; ni nada de todo esto es- tá bajo el poder del hombre. En cuanto a lo que los hombres nos niegan, y que es nuestro derecho natural, es preciso saber arrancárselo a toda costa; como sea. En este terreno estoy dispuesto a ayudar a mi Hermano el hombre. Sin embargo, mucho de lo que se cree un derecho natural, no es sino superfluo o vanidad. En eso no me mezclaré yo. * * *
Esto es lo que yo soy: soledad y so-
lidaridad. Maldigo al. hombre ; pero tengo con-
fianza en este magnífico bruto; llegará un día en que se dará cuenta de que destruye su vida y la de sus semejan- tes. Entonces respetará las leyes, cuyo engranaje es de sangre, de pensamiento y de alma y cuyo supremo equilibrio es la contemplación. Hoy las desprecia, sacrificando su perfecta, armonía a las innobles manifestaciones de su egoísmo materialista. Pero esto no puede durar. El egoísmo es un instinto que devora al hombre por la masa de satisfaccio- nes que de él exige. Pronto habrá ago- tado todos los deseos. Entonces será la resurrección de la hermosa vida; la que hará comprender al hombre que el egoísmo es el vehículo de la muerte co- tidiana. ¿No lo cree usted? «¿El Universo es-
tá fundado sobre bases de ferocidad 1» Adonde dirija la mirada, a través de los |
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portante como él o más aún. Mi buen:i
madre no quiso hacer otra cosa de mi. Si no lo ha conseguido, es porque y ~> me opuse a sus deseos desde la edad de los sueños. Luego, llegado a la edad de i a con-
ciencia, me di cuenta como en mis primeros años, de que mi clase in tie- ne más conciencia que la de usted. I a «conciencia de clase» — de que habla cierta doctrina, y con ello aludo a su fe- rocidad en la defensa y a nuestro de- ber de ataearla a usted-—no es más que la «conciencia de los apetitos de clase». (Se observa en vuestro Estado burgués y el Estado proletario.) ¡ Gracias por la conciencia! Como carezco de apetitos, no tengo necesidad de esta conciencia. Yo no tengo sino mi conciencia, a secas. Y deseos. No vivo más que de deseos. En esto estoy blindado. Pero puesto que vuestra clase da el
ejemplo de atragantamiento en todo cuanto es vientre y. sólo vientre, ¿ por qué desea usted que yo no me solida- ricé con los apetitos que usted susci- ta en los míos, quienes, al menos, tie- nen la excusa de padecer hambre legen- daria ? Desde mi infancia adopté el partido
de ellos con el corazón henchido de Tris- teza, por saber que si nuestra necesi- dad es la misma, nuestras aspiraciones no lo son. Y no he luchado menos en las filas que fuera de ellas con el espí- ritu a que aludo. Esto es lo que yo lla- mo «navegar» alrededor del buque que lleva las reivindicaciones de mi clase. Vea usted hasta dónde llega mi s-
ledad. Ha sido casi total' desd.i el día en qus
mis ojos conscientes vieron ia vida. Y seguirá siéndolo hasta mi muerte. Nada me importa de todo lo que constituye el orgullo de vuestra civilización. Tampoco me interesa lo que es orgullo de mi cla- se, en lo que ella ejerce su poder y ra- cionaliza la vida más cruelmente que usted, en nombre de una libertad fu- tura. Las cosas no pueden suceder de otro
modoL lo sé; pero, ¿ por qué he de li- garme yo a toda esta polilla humana? ¿No tengo mi propia columna vertebral, mis propios puimoneSj mis miembros, mis ojos? Entonces, ¿por qué se me obliga a tomarlos de los otros, cuando me siento feliz como soy y no hago daño a nadie? I Tritúrate, pues, en el engranaje que
te forjas tú misma, polilla de ambos la- dos de la barricada!; pero no acapa- res lo que no es obra tuya: mi parte de tierra, de aire, de sol, de selva; ni me obligues a amar lo que tú amas, ni a odiar lo que tú odias. Para amar y para odiar yo estoy mejor organizado que tú ; te llevo una delantera de mil'siglos. La prueba es que, a pesar del acuerdo uni- versal para la organización mortífera de la existencia, yo he logrado por mí mis- mo y cuando he querido deshacerme de tu compañía, violar tu conspiración y tus leyes y vivir como me ha parecido. Ha sido tan hermosa mi vida, que, a
pesar de sus sufrimientos no puede com- pararla más que con la de las Bestias que viven lejos del hombre. Todo lo que constituye sus inmensos placeres lo he |
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NU í V A ESP AÑA
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tada en torno a Una inmensa mesa, me
convenciese de que se entregaba a una criminal glotonería, ya ha visto usted cómo la he atacado, después de haberla abrazado tiernamente. |
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xismo? No; porque destila Humanidad.
Si no es victorioso en seguida, debemos buscar la explicación en la estupidez dogmática de sus jefes. Por esto yo tengo una gran confianza
en el hombre, este innoble bruto. Y le ayudaré con todas mis fuerzas; pero no a la manera de usted. «Trata, indivi- duo, de salvar a los individuos.» No; yo no puedo salvar individuos.
Nosotros, o salvamos a la Humanidad, o a nadie. Para mí, los individuos son los árboles que toco cuando atravieso la selva. Desde luego, me cuido de los ár- boles, cuidado a veces heroico—y, con esto yo soy más amigo que cristiano—; pero lo que me preocupa es la selva. Y por eso soy revolucionario. En mis libros, en mi vida privada y, mejor aún, en mis ojos. (Si alguna vez ha visto usted en ellos algún destello de deses- peración es porque a veces me ocurre que pienso en todo lo que existe, y que mejor sería que nunca' hubiera existido ; pero en este caso yo moriría; lo com- prendo, _v no me gusta. No puedo amar lo que me ayuda a morir lamentable- mente. Pero por encima de todos los valores de la vida, quiero aquello que me ayuda a creer en la eternidad de estos valores. Y para creer me basta el deseo.) No; no puedo salvar a individuos. No
se salva a los árboles cuando "'se deja destruir la selva,. Y usted no salva na- da ; más aún: teme usted extender su deseo de bienestar a la Humanidad en- tera, porque esto implica una amplia re- nunciación. Por esto usted sigue en su clase. Bien es verdad que usted no la defiende. Pero, ¿ qué hace usted para expresarla abiertamente su desprecio? Nada. Se oonforma con sonreiría escép- tieamente y con gozar de todos los pri- vilegios que le concede, al mismo tiem- po que usted la reprocha, la «quiebra de los Evangelios». De modo que su soledad no es otra
cosa que una solidaridad disfrazada, hi- pócrita. Esta no es la mía. Cierra us- ted los ojos ante las ignominias de su clase y se calla, adhiriéndose de este modo a todos sus crímenes. Yo no hago lo mismo. El día en que mi clase, sen- |
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«Mientras que el primer ministro, Mac
Donald, en «tournée» pacífica por los Estados Unidos y al habla con el Presi- dente Hoover, hablaba del desarme, In- glaterra y los Estados Unidos gastaban unos sesenta mil dólares por hora, es de- cir, 1.500.000 francos para la preparación de la guerra. (Le Matin del 1 de di- ciembre.) Esa es 'vuestra civilización, la cual
usted conoce mejor que you porque está mejor informada, j Gigante sanguijuela agarrada al cuerpo fano de la Humani- dad sufriente! Ella devora hoy y anemi- za todo lo que es energía creadora debi- da al pensamiento laborioso y a los bra- zos del obrero. Sabios y trabajadores no viven más que de las migajas. Se asombra la gente de que Amé-
rica haya ofrecido a madame Curie cin- cuenta mil dólares para que compre, un gramo de radium; pero, ¿ quién se ha escandalizado al oír que la misma Amé- rica ha votado 200.000 dólares sólo para que se pasee por Londres su Delegación en la Conferencia naval «de los cinco»? Esta civilización que pretende tener médicos y alentar la Ciencia para el bien de la 'Humanidad, se ha instalado en Egipto, en las Indias y se reparte la China. Pero, ¿ qué hace para detener «los estragos del tracoma que en un 95 por 100 castiga a los fellahs y a quince millo- nes de chinos, tan enfermos de la vista que caminan ciertamente hacia una ce- guera total»? (Palabras del doctor Henri Bouquet.) Sólo en esos tres países, que disfrutan de' la felicidad de vuestra civi- lización, hay ya un millón de seres hu- manos completamente ciegos. Y ya sa- bemos que no es esa, por muy terrible que sea, una enfermedad incurable, si sé la coge a tiempo. ¿ Qué debemos pen- sar de otras plagas—la tuberculosis, la sí- filis, la miseria, la ignorancia—que deso- ían aqueUas clases de la sociedad cuya única falta es la de sufrir sin protes- tar? Habla usted de mi «valor». Yo no soy
ni más valiente ni más cobarde; pero sé que sólo tengo una vida que perder. Sé también que esta vida me sería inso- portable si tuviera que callarme y adhe- rirme a ese orden, que constituye la fe- licidad de algunos, de los peores, y la desgracia de una Humanidad absoluta- mente inocente, para la cual ningún Po- der no ha hecho nunca nada completa- mente humano, y por la cual sólo el bolchevismo quisiera hacer ahora lo que ninguna organización ha intentado ja- más. Los trabajadores de toda la tierra so-
portan hoy la carga de un régimen, de una técnica y de un progreso de los que no conocen más que los vicios, el des- pilfarro, la superchería, la amenaza, el crimen. Montañas cotidianas de papel que contienen nuestra estúpida charla- tanería. Las masas lo ignoran, y hacen muy bien. Avalancha, publicidad desen- frenada de los productos comerciales de las pildoras Pink a los artículos Coty, y de los que el más absurdo Vale más caro que el pan de una familia numerosa du- rante una semana. Y paralelamente a esta industria, en apariencia inofensiva, la industria del homicidio y del espio- naje con sus ejércitos, su policía, sus má- quinas. Pero lo que tal régimen y tal técnica
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Medios apacibles, dulzura, resigna-
ción, caridad cristiana, soledad. Son és- tas las virtudes y la actitud de su clase, en la parte más inteligente y más gene- rosa de ella, en esta época sangrienta. De modo que el mejor de vuestra clase engaña a la mía, la duerme, cantándo- le :• «No se puede hacer nada. El mun- do es y seguirá como siempre ha sido.» Abdicación cómoda y aparente, esta
moral acapara los espacios. Domina el universo. Por su arte, detenta todos los medios de manifestación artística e inunda lija tierra de obras beatamente sentimentales, tontamente pacifistas , cobardemente neutras, y en ellas todo es mercancía, comercio, dinero. Un cuentecito o artículo estúpido de un au- tor de fama se paga cinco o diez veces más que la jornada de, trabajo mejor re- tribuida de un minero, de un soplador de vidrio, de un electricista. Esto es charlatanismo auténtico, invitación al latrocinio. Por su enseñanza oficial, falsifica a
sabiendas la verdad contemporánea, le- vanta monumentos a los muertos y¡ prepara a los espíritus jóvenes para fu- turas hecatombes humanas. Envenena- miento metódico de los pueblos con el sudor .de los pueblos. Estafa.- Por sus, iglesias: terrorismo clerical.
Nunca como hoy, desde hace un siglo, la hipocresía divina ha manifestado su feroz deseo de envolver al hombre en los horrores del oscurantismo. Jamás ha encontrado más complacencia en vuestra clase volteriana, en la que halla un ex- celente cómplice para el dominio de am- bos. Por su -política, locarniana, natural-
mente : «abajo los fusiles.» Pero man- tiene treinta millones de hombres ar- mados, diez millones más que en 1914. (He aquí una muestra de su buena fe: el senador Borah escribía con fecha 30 de noviembre, en el CoUier's weettly: |
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Una fotografía de las últimas manifestaciones obreras en Berlin
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soportar la vida? ¿Cómo no se dan uste-
des cuenta de la falsedad de su resigna- ción y de todo lo que tiene de criminal? De modo que no se haga usted ilusiones sobre mi soledad ni sobre mi desavenen- cia con los soviets. No estoy en desave- nencia con el bolchevismo-, sino con los malos bolcheviques y con su incompren- sible sabotaje, consciente o inconscien- te, de la Revolución. Esta, del mismo |
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tienen de verdadera civilización—el alum-
brado eléctrico, el gas, el telégrafo, el teléfono, Ta higiene, la medicina, la ho- nestidad, la verdadera enseñanza, la ver- dadera educación, la distracción instruc- tiva, la habitación sana — lo de: conoce el 90 por 100 de la Humanidad i n este primer tercio del siglo XX; ¿ Gomo pueden ustedes tolerar un or-
den social semejante ? ¿ Cómo j ueden |
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modo qué los sufrimientos de los hom-
bres, que me son bien conocidos y que jamás olvidaré, merece toda mi; con- fianza en su futuro y toda mi combati- vidad: Siempre he sido, y sigo siéndolo, el
soldado apasionado, el francotirador de la «melée» social. Junto a los verdade- ros revolucionarios y por una Humani- dad mejor. |
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PSICOLOGÍA MÉDICA
LAS FASES DE LA VIDA DEL HOMBRE
por; ANTONIO ABAUNZA
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edad se desplazan hacia motivos alimen-
ticios en beneficio de la nutrición. El testete marca, otra gran etapa en esta pro- gresiva separación de que hablamos, i ni'io entra en este momento en un am- bi( nte distinto. Fase intrafamiliar. El pat re se presentará entonces con los atri- buios del que manda. Y durante este peí iodo es cuando la psique del niño se coi forma definitivamente. En ella se en- tre ila con el complejo de Edipo, que sui ge de su inconsciente colectivo y cuya no liquidación constituye para los freu- di mos la fuente principal de neurosis. L'i detención de la evolución psíquica en e ,ta if ase, con la correspondiente fija- ción del niño a la madre y de la niña al padre, convierte al ser en parásito'inca- paz de enfrentarse valientemente con las exigencias de la vida. Por desplazamien- to, es ¡en esta fase en la que el niño hará converger hacia sí su atención erótica, au- toerotismo, cuando las hormonas sexua- les despiertan su actividad. Otro sexual que inicia, una nueva vida, tanto somática como psíquica. Momento narcisístico que en determinado instante se convertirá en impulsos homosexuales, que se satisfa- cen inocentemente en las relaciones con los amiguitos de esla edad. Días de an- gustiosa curiosidad sexual, en los que el hombrecito ha de manejarse sin una ayu- da inteligente (mal que existe en todos los países, en mayor o menor grado; pero particularmente en el nuestro), ya que la cuestión sexual ha devenido tabú, peca- do, y es reprimida brutalmente por los educadores, como algo de lo que no s? puede hablar, como si la naturaleza en- tendiese de las suspicacias y malevolen- cias humanas. Es en esta edad en la que la imagen del padre se relleja en la vida del hombre como el pináculo; de las aspi- raciones apetecibles. La efectividad en un primer momento se halla fijada a la ma- dre y es captativa (Codet). Con el tiempo se convierte en oblativa (Pichen), es de- cir, el niño aprende a bastarse a sí mismo. Y en este momento entra el niño, el hombre ya, en la fase intra-social (Lafor- gue la denomina intra-national, como buen francés y nacionalista por lo tanto). Es la etapa del destete afectivo en el que el hombre sacrifica a su madre, apren- de a pasarse sin su ayuda. El impulso sexual—la líbidp—se pro-
yecta sobre el objeto adecuado. La mu- jer—in genere—deviene motivo de cu- |
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riosidad del jovencito. Mujer abstracta
que responde a un modelo ideal, que en los estratos inconscientes dei psiquismo se identifica con Ja madre. Y poco a poco, el objeto sexual se concreta. Las muje- res se ven condensadas en una mujer única en los menos casos, mas general- mente, en un tipo especial de mujeres. Y he aquí la razón fundamental por la que el hombre es normalmente monóga- mo: porque la elección de mujer está go- bernada por la imagen ideal inconscien- te de la madre, que es una. Detrás de la mujer que amamos se encuentra siempre la imagen simbólica del cariño más puro que podemos tener. En esta edad de la vida es en la que
se empieza a sentir el estímulo del mun- do ambiente. Es cuando ai hombre co- mienza a inquietarle el deseo de interve- nir en el torneo social. Ya formalmente constituido, quiere actuar como elemento independiente. En este momento es cuan- do suelen surgir las desavenencias fami- liares, el antagonismo de los seres: uno de los cuales termina y el otro empieza. Hasta que el hombre consigue librarse del ambiente familiar. El nuevo hogar se constituye, y ya completamente sumergi- do en la actividad social espera—luchan- do siempre—la decadencia fisiológica del organismo. Decadencia que se instaura más rápidamente de lo que parecer pu- diera, aunque no tan de prisa como en la mujer. En lisis insensible, sí: de la que son precursores esos años de la lla- mada madurez, época en la que el hom- bre hace la síntesis dei su vida. Movili- za sus últimos recursos para defenderse al socaire de su posición conquistada, del vendaval de la vejez. Regresa a la situación primera de su vida e identifica la fortuna adquirida con la imago de la madfe-alimento que atendió a sus pri- meras necesidades. Y ahora meditemos brevemente sobre
el valor etiológico y patogénico que ha de tener en los trastornos mentale? cual- quier perturbación de este curso evoluti- vo normal de la psiquis del hombre. En la detención en cualquiera de las fases precitadas. En la regresión a una fase anterior. Teniendo en cuenta todos estos motivos nos será permitido captar el me- canismo de producción de múltiples tras- tornos mentales, que a primera vista pre- sentan una complejidad inabordable sí nos dejamos guiar solamente por la ob- servación superficial de los síntomas del cuadro morboso. |
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Conocida es, desde los estudios de
Freud, la primigenia importancia que tie- ne la madre en la evolución normal del psiquismo del hombre. Es natural que las razones biológicas
de la maternidad, por las cuales la semi- lla humana germina en el fértil tefrenp que le presta la arquitectura somática femenina, repercutan considerablemente —fundamentalmente—en la formación es- piritual ulterior del hombre. No en vano los primeros tiempos del
desarrollo transcurren en completa de- pendencia del organismo de la madre. Dependencia absoluta durante la fase in- trauterina y que poco a poco va convir- tiéndose en más relativa, según se define el poder de autosupervivencia que carac- teriza al hombre adulto. Y es que si estudiamos las etapas por
las que atraviesa el ser humano desde que nace hasta que muere, nos conven- ceremos de que .su vida no es ^;ino una progresiva separación, un pr( . esivo des- prendimiento del ser que le llevó en su seno. Separación que se verifica en etapas sucesivas, que guardan una estrecha re- lación órgano-psíquica. Marcadas por la progresiva evolución somática, regulada seguramente por el aparato endocrino. Hasta llegar a su completa formación,
en cuyo instante deviene apto en su be- neficio y en el de la especie, pasa el hom- bre por fases decisivas, de cuyo tránsito normal depende su actuación social be- neficiosa. Fase primera: la inlra-ulerina, en la
cual, corno hemos hecho resaltar, la de- pendencia del hombre a la del organis- mo materno es absoluta. El momento del parto, doloroso accidente para la madre y experiencia primera para el niño—el recuerdo de cuyo trauma permanecerá en los estratos más profundos del incons- ciente individual, dispuesto a resurgir y vadear ¡neurosis) la censura del conscien- te con los más variados disfraces (Otto Rank)—, marca el primer eslabón de la escalonada separación respecto a su ma- dre, que ha de significar la vida del ser que nace. Durante Ja lactancia, la dependencia es
menos completa; pero, sin embargo, el infante subsiste a expensas de su madre, que llena casi todas sus necesidades. Ne- cesidades de orden órgano-psiquico y de sexo, como ha demostrado Freud, ya que los impulsos sexuales existentes en esta |
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NU EVA ESPAÑA
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11
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URBANISMO
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EL FUTURO MADRID
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por
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F. GARCÍA MERCADAL
Arquitecto
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Por una vez, el Ayuntamiento de Madrid tomó un acuer- sibilita l.i expansión de la ciudad hacia los terrenos menos
do plausible y digno de elogioso comentario: tal ha sido con- áridos. |
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vocar el Concurso Internacional del Plano de Extensión
de la villa y corte, poniendo sobre los tableros de los espe- cialistas nacionales .y extranjeros el tantas veces discutido problema del extrarradio, contribuyendo al mismo tiempo al desarrollo del urbanismo nacional, al que, sin duda alguna, servirán de buen ejemplo los proyectos que se esperan con- curran al citado concurso. No sólo aquí quedó él buen hacer de nuestro Ayunta-
miento: lo mejor estuvo en la buena y seria preparación del concurso, llevada a cabo, al igual que en otras gran- des capitales extranjeras, por una oficina especial creada con dicho fin, que en plazo brevísimo y con un ritmo muy poco municipal ha condensa- |
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Por una vez más, será pieciso repetir que Madrid, pobre
hoy en superficies verdes publicas, pocas y mal distribuidas, podría con facilidad ser transformado y elevado en este- aspecto a la categoría de Berlín, Viena o Londres, tan sólo con la transformación de la Casa de Campo y del monte del P; t'do en parques públicos, deseo constantemente mani- festad > por el sentir popular, medida que tendría pronto una reperc asión en las estadísticas de mortalidad antes mencio- nadas y que rodearía a la capital de una cintura verde pro- pia de una ciudad chilizada. Bit n es verdad que en cuanto a la imposición del Esta-
tuto municipal a los Ayuntamientos de hacer y aprobar sus planos de Ensanche y Ex-
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do sus trabajos de Informa-
ción sobre la Ciudad en volu- |
*¿-*P—<
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tensión, el de Madrid no ha-
bía dado ejemplo al resto de |
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minosa y bien impresa Me-
moria, primera de su género en España, en la que se pone de manifiesto, no solamente el estado social y económico de la capital, sino también sus posibilidades urbanas, aquellas que los técnicos de- ben en sus proyectos avalorar y encauzar fijando normas para que el futuro desarrollo de la urbe no siga haciéndo- se, como hasta hoy, sin plan alguno, dando por resultado las vergonzosas y caóticas •■■■.■.'..■..'•'.>•"■-■. aglomeraciones urbanas que . .......;: '■"
nos rodean.
Expresivos en verdad son los planos y gráficos que ilus-
tran la Memoria que comentamos, algunos de los cuales merecen especial comentario, y todos ellos, el conjunto de la labor realizada, que se expone en el antiguo Hospicio, el estudio y la atención de todo aquel que sobre el porvenir de Madrid se interese. De todos los planos, uno atrae sobre los demás nuestra
atención: tal es el que a los espacios libres se refiere, en el que, con una simple mirada, descubrimos el estado casi feudal de los mismos, ya que de la totalidad del término municipal, cuya superficie es de 66.756.482 metros cuadra- dos, la Casa de Campo ocupa 17.019.642 metros cuadrados, elevándose el resto de los espacios verdes públicos de la villa a 3.891.846 metros cuadrados, dándose el caso de existir enormes espacios sin un jardín y sin un árbol, aquellos pre- cisamente en los que se concentran las viviendas insanas, aquellos en los que la mortalidad infantil se eleva hasta el 10,5 y 8,95 por 1.000, como ocurre en los distritos del Con- greso y de la Inclusa, respectivamente. Bien podemos, decir que el aire, la luz, los árboles y la Naturaleza están aquí materialmente monopolizados en beneficio de unos pocos y que el enorme vedado del Oeste, antes mencionado, impo- |
España, y otras capitales,
entre ellas Barcelona, Bil- bao, Burgos, El Eerrol, se habían adelantado, organi- zando concursos similares o |
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Vs.
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formulando sus proyectos por
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encargo directo. El ejemplo
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/V"l
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de los países más adelanta-
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dos que nosotros en estas
cuestiones nos hace ver que el urbanismo, sin una legis- lación adecuada que haga po- sible la realización de los proyectos, sirve de poco, y así ocurre qua desde que fué aprobado el Estatuto muni- cipal nada consiguió hacerse en este sentido, tropezando con grandes dificultades, de ca- rácter económico, principalmente, ya que aquí sólo se ha pensado en los avales y de nás combinaciones en torno a las arcas del Tesoro, ¡ in llega se a la aplicación de las contri- buciones especiales, contra las que los ediles de todos los Municipios se han manifesludo. La división hasi a el irdinito de la propiedad del suelo
dificulta el desarrollo del uibanismo, por lo cual existe ya un movimiento international <n pro de la reforma de la pro- piedad agraria y de la ten-itorial urbana en el sentido de Damaschke, tan íntimameate relacionada esta última con los palpitantes problemas de las viviendas de las clases mo- destas, imposibles de con; truir partiendo del injustificado valor actual de los teireno; en las ciudades. No creemos, por lo :\nte 'iormente dicho, que el Concurso
Internacional resuelva 'os problemas planteados en torno al crecimiento de Madrid y de. los pueblos limítrofes; pero bastará con que fuese el origen de que se concediese en nues- tro país a las cuestiones urbanísticas la importancia y la atención que merecen. Lea usted "NUEVA ESPAÑA"
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NUEVA ESPAÑA
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12
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sBRI&dSi
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X
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Huelgan, pues, los comentarios mali-
ciosos. Y sepan los zumbones que no es lícito traer y llevar de esa manera el nom- bre sin tacha de un político honorable. B B
EL MAUEISMO SIN MAUEAS
La zona pintoresca de nuestra política la ocupa actualmente el maurismo. La dinastía de los Maura se ha deshecho, co- mo les sucede siempre a los partidos per- sonales. Uno, desde la Asamblea, se ha marchado con el comediante Cambó; otro ha preferido hacer comedias para el Eeina Victoria, y otro, el más sim- pático y el más sincero, se ha pasado a la Eepública. Sólo le queda al mauris- mo un hijo político: el Sr. Goicoechea, honorable asambleísta de la dictadura. En la política española estamos acos-
tumbrados a estos fenómenos. El mau- ris sin Mauras, es como el jaimismo sin D. Jaime. Porque ahora resulta que ni D. Jaime es jaimista; es constitucional. Quizás el más constitucional de su fa- milia. Todo esto lo ha explicado D. Miguel
Maura con una sola frase después del discurso de Goicoechea: es que el mau- rismo ha cambiado de sexo. a a
CIFEAS DEL PEESUPUESTO DE LA
DICTADUEA Pesetas
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Ahora todos son amigos de Unamuno.
Pero mientras él estaba en el destierro, viajaban con viático de la Dictadura. a a
Algunos dicen que han estado deteni-
dos veinticuatro horas por sospechosos. Pero no dicen que lloraban en la de-
legación, como pequeños Boabdiles de la poesía pura. a a
I Homenajes a Unamuno !
Ellos, los apolíticos. Ellos, los que se sentaron en la Asam- blea. |
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Lamentamos tener que ocuparnos otra
vez de Gecé el heraclida. Este señor, que de seguir en el plan
en que está va a convertirse en el «Silve- la» de la intelectualidad española, se permite decir unas cuantas patochadas a NUEVA ESPAÑA. El hombre, resen- tido por sus continuos fracasos, se revuel- ve contra nosotros. Pero a nosotros, ¿ qué culpa nos incumbe de que él haya tém- elo que vender La Gaceta porque nadie compraba sus números, y que traspasar «La Galería» (donde tantas reuniones burguesas se celebraron), y que ocultar su Cine Club en el Eitz, en espera de tenerlo que retirar muy pronto a cual- quier rinconcillo de casa ele Molinero, etcétera, etc.? Ninguna. Ninguna culpa. Y respecto a propinejas, sólo podemos afirmarlo siguiente: nosotros no hemos realizado jamás jiras «culturales» por Europa con dinero de ningún Centro ofi- cial. Y menos en la época de la Dic- tadura. ei a
Pero estos ataques de Gecé son más
bien de Heraldo de Madrid. El decrépito diario hispano-franco-ca-
t'alán-tangerino de los conocidos nego- ciantes de Barcelona Sres. Busquets, no pudiendo contestar a nuestro editorial del último número: «Cosas del vetusto Heraldo», ha tomado como mingo a Gi- ménez Caballero para Hostilizarnos. Por cierto que la fotografía en que
nos muestran a Gecé es divina. Gecé aparece con «pose» y «tenue»
que quiere ser mussolinesca y heraclida. Sin embargo, por la actitud y el atuen- do, podría confundírsele con cualquier chico del comercio dtspuesfo a pasar el domingo en Cercedilla. B H
Parece que con los petróleos que aho-
ra se usan, marchan muy bien las es- tufas de algunos conocidos políticos y escritores. Ya hablaremos de las estufas.
a a
Cuando a un político le ocurre lo que
le ocurrió a García Prieto el día 13 de septiembre de 1923 y aguanta mansa- mente lo que él aguanto durante seis años, lo menos que debe hacer al volver en sí es callar. Enmudecer y seguir dur- miendo. |
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S US CR IBA S E
A "NUEVA ESPAÑA" |
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'A
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Ellos, los apologistas de Felipe II y
de la contrarreforma. Ellos, los «señoritos satisfechos». ¡ Farsantes! Esta no es la U. P. Es la doble U.' a a
Algunas personas, sin duda bromistas
o de intención aviesa, lanzaron el nombre de D. Pedro Sáinz Eodriguez como futu- ro ministro de Instrucción Pública. La especie, además de absurda, resultaba un poco cruel. Aparte de que, como tpdos sabemos, la capacidad intelectual del se- ñor Sáinz Eodriguez es harto sucinta para el desempeño de un cargo tan elevado y difícil, los antecedentes políticos de dicho señor imposibilitarían siempre semejante designación. El Sr. Sáinz Eodriguez, empezó sien-
do ossorista y demócrata. Luego, se pasó con armas y bagajes a la dictadura, pues no otra cosa significa aceptar el cargo de asambleísta. Hace poco se mostraba acé- rrimo partidario de Bereneuer. Y pide a grandes voces la depuración de respon- sabilidades de. la Dictadura y el retorno a la normalidad constitucional... ¡Triste cosa el prejuicio de los antecedentes po- líticos ! Sin esta peregrina superstición, el Sr. Sáinz Eodriguez, en vez de apare- cer como un logrero y un tránsfuga, apa- recería como lo que realmente es: como un evolucionista, o más bien como un ecléctico. Ya hemos visto que el general Ber?n-
guer no había pensado en el Sr. Sáinz Eodriguez para ministro, ni para nada. Pero aunque así no hubiera sido la conse- cuencia sería la misma. La fina sensibili- dad ética del antiguo asambleísta le im- pediría siempre aceptar la cartera. |
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Gastos de «acción política y
social» de carácter inter- nacional ........................ 500.000 Vigilancia en el extranjero
y gastos reservados......... 150.000
«Gratificaciones» del perso-
nal de Secretaría y Cen- sura ............................. 127.000 Asamblea Nacional. Perso-
nal (además del antiguo presupuesto del Congreso y Senado)...................... 1.570.000 Material ........................... 820.827
Patr o n a t o de Eelaciones
Culturales (¿ ?)............... 500.000
Consejo Superior de Aero-
náutica ........................ 183.000 Además, la Dirección Ge-
neral d e Navegación y Transportes Aéreos......... 4.278.500 Patronato de Firmes Espe-
ciales ............•.............. 10.000.000 Confederación Hidrológ i c a
del Ebro....................... 15.000.000
Confederación Hidrológ i c a
del Duero..................... 5.000.000
Confederación Hidrológ i c a
del Segura..................... 1.124.000
Confederación Hidrológ i c a
del Guadalquivir............. 4.300.000 Las que se creen............... 800.000
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LEA USTED
"NUEVA ESPAÑA" De lo contrario, hay que suponer que
su epidermis es inasequible al rubor. «Te juro, Manolo, por la salud de mis
hijos, que no lo sabía.» a a
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NUIVA ESPAÑA
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LA LIBERTAD INMÓVIL
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por
BENJAMÍN I ARNÉS |
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unos a otros, se copian las ideas y el trajeL evitan escrupu-
losamente toda originalidad, bruñen los emblemas ances- trales de su viejo uniforme, silban al hombre entrometido que se atreva a discrepar, oponen un frente hermético—-que a veces, como en China, dura muchos siglos—-, se aferran a su estado de momia, que se ve reeditado a sí mismo... Y todo muy libremente.
Por eso no hay que atribuir a la tornasolada palabra
«libertad» las máximas excelencias. Con una amplia liber- tad se puede continuar inmóvil. La libertad es necesaria; pero no es la sola cosa necesaria. La sola cosa necesaria es el poder espiritual de remover al hombre libre, de invitarle a hacer fecunda su misma libertad. III
El hombre libre puede ir hacia atrás, como el tradicio-
nalista—no confundirlo con el amante de la tradición, que gusta de volver hacia atrás la cabeza sin perder el ritmo del tiempo—; puede ir hacia adelante y puede quedarse parado: este es el caso más frecuente, por ser er de postura más cómoda, por el que, aparentemente, se mantiene la sociedad. Decimos «aparentemente», ya que ninguna sociedad pue-
de resignarse a vivir inalterable. El orden es otra cosa. Para ordenar bien algo es preciso haberlo removido—reevolucio- nado—antes mucho. Y para removerlo bien es preciso Haber- se previamente sumergido en todas sus posibilidades de evo- lución. En tal sentido, sólo podrá verdaderamente llamarse hombre libre el hombre capaz de encadenarse a todo—como el ilusionista de la feria—para mejor, y auténticamente, des- embarazarse de todo. En política, en arte, en filosofía. Sólo podrá llamarse auténtico hombre libre quien se deje arras- trar por todo y—como el buen torero—sepa escamotear a tiempo su propio individualidad. El hombre inmóvil no se deja encadenar por nada. Es
libre en el desierto. No transcurre, como el tiempo. Lo ve transcurrir, como un guardacantón. Es un poste con liber- tad para asistir a] paso de los trenes. Pero de estos postes hay selvas enteras en el mundo ;
sobre todo, en el mundo político ; sobre todo, en el mundo político español. ¡ El hacha contra el hombre que no transcurre ! ¡ Contra
la libertad inmóvil! |
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I
A veces, el hombre libre choca rotundamente con el
hombre progresivo. Hay libertad de retroceso, libertad para el mal, y no han faltado teólogos que preguntasen si también Dios podría cometer un crimen. Una costumbre puede romperse o defenderse en nombre
de la misma libertad. Se es libre para salir del error; pero también para mantenerse en él. Esto lo tiene muy en cuenta el obstinado, el coleccionista. «Para continuar una tradición —dice—también hace falta libertad. Soy libre. Decido, por tanto, no moverme.» , Es el argumento del holgazán inteligente, porque el hol-
gazán inteligente suele trabajar al menos una vez: cuando le urge defender su propia holgazanería. «El espíritu de progreso no es siempre un espíritu de liber-
tad, porque puede querer imponer el progreso a gentes que no se preocupen de él», escribía Stuart Mili. O se preocu- pen; pero no se deciden a colaborar en él, como suele ocu- rrir entre nosotros, porque es ya corriente esperar a que la revolución pase por debajo de la ventana para saludarla tími- damente con el pañuelo. Muchas gentes advierten la dificul- tad de continuar por sí mismos la Historia, y prefieren es- perar a verla rebullir y avanzar a paso de parada, subida a lomos de la Gaceta. Pero una Historia así está condenada al estado- catalép-
tico o a una larga sucesión de despotismos. A la costumbre paralítica o a la movediza arbitrariedad. Ante los dos peligros debe meditar el escritor. Y el polí-
tico, si uno y otro no son la misma cosa, y dudo que hoy ' no lo deban ser, al menos, cuando el momento nacional lo exija. Frente a la petrificación como frente a la veleidad despótica—forma también del no avanzar—, deben la inte- ligencia y el civismo apretar sus filas. (Civismo, igual a carácter. Civismo eficaz, igual a carácter enérgico, el único aprovechable.) II
Esto que pudiéramos llamar «voluntad de permanecer»
o «libertad para no avanzar», constituye un poderoso ene- migo, por su número y por su inmejorable campo atrinche- rado. Como su reposada holgazanería puede confundirse con el orden, resulta un ejército .permanente, de mansa ocupa- ción, imposible de ?liminar. Sus soldados se contemplan |
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más carbón inglés, o por ambos métodos.
Míster Snowden dio en La Haya prue- bas patrióticas, aunque poco corteses, de inflexibilidad, y, por haber ahorrado a sus compatriotas unos cuantos millones de libras, se vio transformado en héroe nacional. |
Canadá. Mr. Thomas ha estado trabajan-
do febrilmente; mas sin ningún resulta- do. Semana tras semana, el número de desocupados ha ido en aumento, hasta el punto de haber podido decir Mr. Bald- win que todos los proyectos planeados |
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don y de la lana, agravan una situación
que va camino de hacerse insoluble, co- mo no se le haga frente muy pronto con valor y un poco de imaginación. Ya en el año que acaba de empezar
el número de obreros parados ha alcan- zado el millón y medio, y los factores políticos están trabajando activamente para preparar una crisis en la primave- ra próxima. Puede decirse que el socialismo, en
cuanto partido y en cuanto método de gobierno, ha de vencer o de fracasar en esta prueba, según su capacidad para re- solver el problema del paro forzoso. (Trad. O. P.)
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para resolver ese magna problema tan
sólo podían proporcionar trabajo a una tercera parte de los obreros que habían |
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Mientras tanto, y pese a todas esas
maniobras tan interesantes^ «el inglés medio» sigue agarrado obstinadamente a su idea fija: la de que es preciso,hallar una solución al problema del paro for- |
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perdido su empleo desde las elecciones.
La crisis hullera, resultado de la aver- sión mostrada por el Gobierno a cumplir su /promesa electoral de establecer la jornada de trabajo de siete horas en las |
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zoso.
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minas y las crecientes dificultades que
De regreso de su viaje desalentador al han surgido en las industrias del algo- |
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NUEVA ESPAÑA
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también que esta tarea no es más que
un punto en el plan quinquenal de edu- cación. La facilidad de montar cinemas ambu-
lantes que puedan desplazarse con rapi- dez lo pone en envidiables condiciones con respecto a las escuelas y maestros, que no pueden gozar de esas ventajas. Además, su primacía depende también
de una mayor facilidad- de comprensión, introducidas las explicaciones por los ojos, en lugar de hacerlo por los oídos. No tiene nada de particular, pues, que
cristalicen sus deseos de avance en nú- meros que a nosotros, acostumbrados a nuestra pigmea producción, nos han de parecer absurdos. En 1928-29 había en Rusia 8.581 ci-
nemas, con 312 millones de espectado- res. En 1932-33 funcionarán 50.000 —de los cuales 14.000 serán escolares— y contarán con 1.500 millones de espec- tadores al año. El 80 por 100 de los Clubs poseerán cinematógrafo. En cada distrito funcionarán tres cines, y la pro- ducción de bandas se elevará de 125 mi- llones de metros en 1928 a 150 millones en 1933. No se crea que sólo es teoría. La prác-
tica ha comprobado que durante el pri- mer ejercicio 1929-30 los resultados han superado a la labor marcada a hacer du- rante el mismo: sólo el número de pan- tallas, que era, en 1928, de 12.000, ha ascendido a 23.000 en 1930. |
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tros de» films en la U. R. S. S. ; pero de
ellos sólo uní ínfima parte están desti- nados a películas generales de espectácu- lo, en comparación a las producidas es- pecialmente con destino al campo, las documentales (1.800 a 2.000 metros ca- da una), etnográficas, de vulgarización científica (1.000 metros^ destinadas ex- clusivamente a niños (600 a 700 me- tros), crónicas de actulidades (1) (300 a 400 metros), etc., de lo que se des- prende la mayor importancia concedida al lado educativo. En Rusia se trata de educar rápida-
mente al pueblo. El cinema allí rio es más que un complemento de la escuela, la radio, el Club, del mismo teatro, tam- bién educador. Hay que tener en cuenta para justifi-
car esta lucha desesperada contra la ig- norancia que en 1928 sólo sabían leer un 63,5 por 100 de la población (antes de la guerra había un 77 por 100 de analfabetos), y se trata de lograr que este 63,5 por 100 ascienda a 86,5 en 1933. Si se fija uno en el número gran- dioso de habitantes (125 millones) de es- te gran país y su escasa población rela- tiva, se reconocerán las enormes dificul- tades con que tienen que luchar para el logro de sus fines. Hay que considerar |
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El cinema en Rusia
por JOSE DE LA FUENTE
Plan quincenal
El cinema ruso es eminentemente edu-
cativo., Antes de estar fu manos del Estado, durante la revolución y la gue- rra civil, se trataba de rescatarlo de los mercaderes particulares^ por considerarlo solamente como industria. Cuando se logró aquel objetivo, se le agregó al Co- misariado de Economía. Fué en el mo- mento de elegir argumentos de produc- ción cuando se dieron cuenta de su par- te educativa, al tener que contrarrestar la propaganda militarista y patriota que se hacía con las films producidas por Empresas capitalistas, y entonces dieron preponderancia sobre él al Comisariado de Instrucción Pública. La primera película postrevolucionaria
producida por el Estado fué hecha sobre un escenario de Lounatcharsky, comisa- rio de Instrucción Pública que fué hasta octubre del pasado año. A pesar de sus innumerables defectos técnicos, marcó el camino propagandista a seguir por los posteriores realizadores. Pronto de la película espectacular de
propaganda se pasó a las meramente edu- cadoras^ que ganaron rápidamente el te- rreno a aquéllas. Se producen muchos millones de me-
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(l) Bí diario filmado Makhovik se comenzó en 1924, espe-
cialmente destinado a clubs obreros y teatros ambulantes. |
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EVISTA NUEVA
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L A
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su cátedra a D. Miguel de Unamuno y volviendo a las
suyas a cinco catedráticos que, por dignidad, renuncia- ron a seguir explicando bajo la autoridad de un grotesco patronato. He traído a colación las gestas de la juventud esco-
lar, sol de España, gloria de la Universidad, esperanza de la justicia, como antecedente o preámbulo a un artículo de Jiménez de Asúa que en NUEVA ESPAÑA he leído. El Sr. Jiménez de Asúa ha estado preso, fué confina-
do a un islote africano, se le ha sometido a expediente, es uno de los que con el buen socialista Fernando de los Ríos, Sánchez Román, Pepe Ortega y un profesor de Salamanca han renunciado la cátedra. Puede ha- blar con dos autoridades : la de su ciencia y la de su ejemplo, el Sr. Jiménez de Asúa. Repite en NUEVA ESPAÑA conceptos que la His-
toria consigna contra los santones, por Olózaga contra Arguelles, por Prim contra Espartero, por Rivero contra Mendizábal, por Ruiz Zorrilla contra Olózaga. Los jóvenes en 1854, Pi y Margall, Figueras, Caste-
lar, Salmerón, Garrido, Benot, Sala, se lanzaron contra los progresistas de 1848, y en 1873, contra las grandes cumbres de la República, se levantaron en armas los jó- venes cantonales e intransigentes. ¿Cómo se alzaron Blasco Ibáñez, Lerroux, Sol y Or-
tega, Valles y Ribot con el caudillaje republicano? Vol- viendo la espalda a los prestigios aureolados por las ca- nas de Guerrero, Felíu, Ruiz Zorrilla, Salmerón, Pi y Margall. Los unos por no saber restaurar la República y los otros por no poder imponerla, han fracasado. Bien. ¿Y qué hace esa juventud que no hace pedestal de los vi ojos? Ningún viejo sueña con ser eterno ni con rejuvene-
cerse, y si tiene esas ilusiones, ¡ pobre de él! La juven- tud ha de confiar en sí misma y desconfiar de los de- más. Ha de ser injusta, no ha de respetar historias y ha de ser iconoclasta para con las estatuas de carne vivas y las muertas de tronce y de mármol. Venga. Ya tarda. Roberto Castrovido.»
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En el Noroeste, de Gijón, publicó
Castrovido este artículo. Lo repro- ducimos, no tanto por lo que elogia a NUEVA ESPAÑA, sino por la actitud comprensiva del viejo lucha- dor para con la juventud. Así como no es fácil ser auténticamente joven, tampoco resulta sencillo sentir la an- cianidad sin egolatría. Dejar paso a la juventud no es una claudicación: es un deber. Sobre todo en la Espa- ña del escalafón y de la antigüedad. «Ha empezado a publicarse NUEVA ESPAÑA. La
saludo agitando el sombrero. NUEVA ESPAÑA es hija de España y sobrina de Europa. Tiene rancio abolengo : Nueva Era, Vida Nueva y, en lo remoto, Las Noveda- des, del insigne Angel Fernández de los Ríos. Hace unos meses no más, antes del 1 de marzo del año pa- sado, NUEVA ESPAÑA habría sido recibida con indi- ferencia. Será—se habría pensado—un escaparate de vanidades. Desde marzo aprendimos que hay juventud en España y que los jóvenes son, por su abnegación, por su idealidad, por su espíritu de rebeldía, muy su- periores a los hombres de generaciones anteriores. Los estudiantes en Madrid, en Valladolid, en Salamanca, en Murcia, en Santiago, en Oviedo principalmente, algo en Barcelona y en Valencia, nada en Zaragoza, reali- zaron lo único serio y viril que, aparte actitudes perso- nales (Ortega y Gasset, Unamuno, Sánchez Guerra, Carlos Esplá, los que han tenido el honor—y han sido muchos—dé pasar por cárceles y prisiones—, se ha rea- lizado durante estos años. En la madrugada del 31 salió de la cárcel la bandada
juvenil, la muchachada: eran más de ochenta. Estu- vieron incomunicados desde el día 2l los que más, des- de el 28 los menos. Al salir vitorearon algunos al duque de Alba. El duque puede emular su gloria a la gloria de Alvareda, el ministro de Fomento liberal que anuló las miserables tropelías del clerical Orovio, restituyendo en |
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NUEVA ESPAÑA
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tral con la «alta comedia» de la Prince-
sa, sainetillos andaluces y los decorados llenos de guirnaldas y bombillas eléctri- cas de Apolo. Ha mejorado el público. Pero todavíai sigue siendo decisivo el criterio del mesotipo, de la grey batue- ca. Y esto es lo inadmisible. Porque que el bloque conjunto, en bruto, de toda concurrencia, sea vulgar y de baja sensibilidad, es natural y ocurre en todas partes. Pero lo que no sucede en todas partes es que la, voz de ese bloque sea la que domine y anule, casi siempre, a la opinión inteligente. Nuestro gran público de teatros sigue
sin conceder la menor autoridad a la inteligencia y a la cultura. Toda obra teatral que, en nombre del arte, se sal- ga de las «normas» espesas de lo ram- plón y lo sentimentaloide es protestado por la cáfila. En el estreno de Maya hubo criti-
cas de zapato contra la inmoralidad de la obra. Acabaron imponiéndose los aplausos. Mas no por eso todos los tar- tufos del patio dejaron de exhalar sus quejas pudibundas. «¡No hay derecho!», decían. «Debiera prohibirse traer estas cosas a escena.» Desde luego, Ma- ya no tiene nada de inmoral. Ai contra- rio: es hondamente moral, puesto que deviene ejemplar a través de su neutra formulación estética. (La ejemplaridad no hay a_ue buscarla sólo en los hoga- res cristianos y en los claustros del cenobio—entre otras razones, porque muchas veces se perdería el tiempo—, sino también en los panoramas atrayen- tes de la indignidad. No debemos olvi- dar que el bien se revela de dos modos: por acuerdo y por contraste. Procedi- miento este último preferido por los verdaderos artistas, los cuales no están obligados a dar lecciones de moral a na- die, sino a realizar obras bellas. Maya nos presenta la vida de las
prostitutas en un puerto mediterráneo. . Vida austera, lírica y ennoblecida por virtudes profundas. El hecho, en reali- dad, fantástico del vicio, del comercio vil y de los crímenes y apacherías de todos esos mundos que viven en los ba- rrios protervos de los puertos, no tiene importancia. 0 si la tiene^ la tiene como pura fantasía. En la pura realidad o bajo fondo (y todo fondo es bajo), los hombres buenos y los hombres malos nos hallamos mucho más próximos de lo que parece. Todos somos unos. La Humanidad entera es deliciosa mezclilla. Una Linda de lupanar marítimo y hu- milde puede también ostentar en su pe- cho la sagrada panoplia. Y los siete pu- ñales. ¿Sentimentalismo de galería? ¡ Claro! Se nos antoja oportuno el ma- nejo de este ingrediente. ¿Si acaba- remos por descubrir que es un valor puro? Simón Gantillón, el autor de Ma- ya, ha hecho una obra acre. Enrare- ciendo la poesía dentro de cada brutali- dad, de cada escándalo, para mejor di- |
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El Monje, la Linda
y los catetos Yo, la verdad, fui con mucho miedo
al poema que nos brindaba Marquina con su Monje blanco. Temía, y no sin motivo, que el monje fuese uno de esos eclesiásticos a quienes, por debajo del halda, se les ven los brodequines y el pantalón de paisano. También temí, y en esto no me equi-
voqué absolutamente nada, que la blan- cura del personaje y la sensibilidad cli- matológica que suelen tener algunos de sus congéneres—los monjes que se ven- den en las tiendas de, aparatos de físi- ca—hiciesen, transmitiéndole su condi- ción, del protagonista de Marquina un monje-barómetro. Un augur, se- ñalador (y quizá causa) ele meteo- ros desagradables. La gran capucha y la materia acartonada que forman el cuerpo del poético sujeto, me dieron la impresión ideal del mencionado artilu- gio. Además, ya recordarán ustedes que, a raíz del estreno de la obra de don Eduardo nevó en toda la Península. Y ¿por qué ha de ser siempre el elemento atmosférico el que influya sobre los ba- rómetros y no los barómetros los que influyan sobre el elemento atmosférico? No lo creo. Sin embargo, ya bien docu- mentado y después de haber visto y, lo que es más grave, oído la obra, me atre- vo a asegurar al lector que no ha sido ella la que concitó sobre nuestra querida patria el temporal de nieve. La super- estructura de El \monje blanco ¡no lo es de metal atractivo ni repulsor de fuer- zas y electricidades, sino pasta inocua de dulce. Leche. Azúcar en molde y nata acuajaringada con un poco de canela y cabello de ángel. Sabíamos de antemano que Eduardo
Marquina, que empezó siendo un eglógi- co, se hizo luego un épico y después un cívico. ¿Por qué no había de resultarnos .ahora un confitórico? El autor de En Flandes se ha puesto el sol ha pasado por todos los modos y trances de lat ver- sificación y sus patrones; desde la ino- cente letra del cantar vendimia! hasta 'las militares estrofas del himno. Poeta monárquico, gran patriota y disciplinado funcionario administrativo, no pudo des- oír en cierta ocasión el mayestático con- sejo de que compusiese unos versos que pegasen bien y que fueran cantables al compás gallardo de una marcha. No des- oyó el consejo, y obró perfectamente. (Y conste que esta opinión de que obró per- fectamente no es sólo mía. El otro poe- ta «en tablas» de nuestra época, el señor Fernández Ardavín, la mantiene y hace suya.) ¡Dolorosa impresión la que un critico agudo y 'veraz, como soy yo, saca de una obra tan mestiza y casi siempre enripiada como El monje blanco ! Porque no puedo menos de recordar...
Becordar a un poeta Marquina de ele- |
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por BONGO
gante verbo, cálida imagen y emoción,
¡sin elocuencia!, de onda sutil. ¿Qué se hizo de aquel poeta? Si no murió, pues- to que aún se oyen de vez en cuando sus claros acentos entre chirridos de tra- moya, se encuentra seguramente muy enfermo. Acogotado por actores, taquilleros, pú-
blico beocio y críticos apacibles. Por los upetistas del teatro. a a
Un poco ha mejorado el público ma-
drileño de teatros. Ya no es tan absolu- tamente ignaro como era hace unos cuan- tos años, cuando saciaba su avidez tea- |
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EDITORIAL PLUTARCO
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NUEVA ESPAÑA
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'¿Ú
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de lucirse y demostrarnos que él está
al tanto de las cosas que se llevan por ahí fuera, habría tomado cualquier obra de autor moderno auténtico (Kaisser, O'Neill, Bontempelli, Pirandello...) e inspirándose en ella nos daría algún trasunto aceptable de buena literatura teatral. Pero, ¡ quia ! Ni eso.
Triángulo es una especie de vodevil
sin gracia ni inventiva. A ratos sentimen- tal, a ratos cursi. Un engendro que su autor—porque no cabe duda respecto a la paternidad de la obra—, el Sr. Martí- nez Sierra, pretende hacer pasar por co- |
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media nueva y atrevida bajo el título, a
su parecer vanguardista, de Triángulo. ¿ Qué entenderá el lacrimógeno autor de Canción de cuna por vanguardismo? Lo mismo podría haber titulado estos tres largos actos «La inquietud de amar» o «Corazón insaciable», rótulos que están más a tono con aquellos otros conmovedores de su dilatado repertorio. ¡ Ah ! Se me olvidaba una cosa.
La ilustre actriz Catalina Barcena no
me gustó, como actriz, nada, nada. Pero, vamos, lo que se dice nada.
Cada día se diluyen más sus positivas
facultades en el amaneramiento. |
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luir el efluvio lírico en toda la farsa.
«Azorín», con la prodigiosa finura de su tacto, nos ha dado una versión españo- la de Maya, perfecta. Y Mignoni compareció con el decora-
do escénico de mejor idea y calidad que hemos visto en España desde siempre. H H
De haber sabido a tiempo que la co-
media Triángulo era, efectivamente, de Martínez Sierra, no me hubiera mo- lestado en ir a ver los catetos y la hipo- tenusa de esa jometría. Pero, la verdad, creí que Martínez Sierra, con el afán |
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Í^Kquuicena internacicAal
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EDITORIAL
La crisis francesa
El accidente de mayor importancia,
mediata e inmediata, de esta última quincena, ha sido la brusca caída del Gobierno Tardieu, los esfuerzos de Chau- temps para formar un Gabinete de con- centración izquierdista, y su fracaso an- te la coalición de todos los grupos reac- cionarios. No del todo inesperada en Francia, la
caída de Tardieu había sorprendido en Londres, en la Conferencia Naval, en la cual había causado indudable im- presión la fuerte personalidad del primer ministro galo y su actitud categórica. La debilidad interna del Gobierno Tar-
dieu consistía, precisamente, en que sus dos únicos, puntales eran el prestigio per- sonal de su presidente, por un lado, y la necesidad de proseguir la trayectoria trazada anteriormente—en un «concor- dato» Poincaré-Briand—.para la política exterior de la Bepública, y que puede resumirse en el triple lema : «Paz, conci- liación, seguridad.» Mas la presencia de un militarista
como Maginot en el-Gobierno desvirtua- ba en modo considerable esta orientación pacifista que exige el pueblo francés de sus gobernantes y a la cual éstos—sean los que fueren—no pueden sustraerse. Si Briand representa una voluntad, me- jor o peor articulada, de paz y concilia- ción, Maginot ponía un énfasis exagera- do y exclusivista en la fórmula «segu- ridad». En política interior, Tardieu significa-
ba, por su parte, el predominio de la gran burguesía y de la gran industria. Es, hoy por hoy, el agente más capaz, más moderno, resuelto, inteligente—más temible—de las fuerzas de conservación social en Francia. Pero si la gran bur- guesía es actualmente uno de los sec- tores más potentes y mejor organizados del país, no es el más numeroso. En una país como España, y en el actual panorama político español—con el retra- so que lleva sobre la vida social euro- pea—, ese sector habría de colocarse en- tre el liberalismo casi avanzado. En el occidente de Europa, los anhelos de jus- ticia social van ganando capas ascen- dentes y hacen que un Tardieu signi- fique freno, reacción casi: devoción in- |
teligente a los privilegios de la pluto-
cracia. | Este desequilibrio entre la voluntad o
los deseos más generales del país y la orientación social de su Gobierno ma- nifestábase en la política financiera de éste. La economía de Francia—merced a un esfuerzo formidable, hábilmente dirigido, encauzado y aprovechado—se ha restaurado hasta una relativa prospe- ridad. El contribuyente quiere, con lógi- ca, que los copiosos ingresos del Tesoro se utilicen para aliviar sus cargas, las cargas que ha venido soportando, para el restablecimiento precisamente de la pros- peridad nacional. Exige que ese alivio se consiga disminuyendo las gastos mi- litares, que considera excesivos a pesar de todas las propagandas en favor de la obsesión «seguridad». Y, siniultánea- mente, que favorezca, en primer tér- mino, a los más necesitados de ello: es lo que viene llamándose «desgravamien- to por la base». Aliviar la carga fiscal empezando por abajo. Finalmente, exis- te en Francia un popular deseo dé rea- lizar cuanto antes—aprovechando la re- cuperada prosperidad—medidas amplias de asistencia social, de «seguro» para el productor. Se ha visto que el Gobierno Tardieu-
Chóron-Maginot pretendía dedicar el cuantioso superávit de sus ingresos a medidas de «protección» militar, que, sin duda, habían de satisfacer altamen- te a la industria beneficiaría; pero ni respondían a la voluntad popular de paz ni procuraban el deseado alivio al ex- hausto contribuyente. Sobre esta profun- da discrepancia—y no, como algunos creen, por una treta de ese parlamenta- rismo que tanto denigran—ha caído el Gobierno Tardieu. De ahí que al intentar Chautemps la
formación de un Gobierno de izquierdas, el grupo radical, del cual procedía, y los socialistas al condicionar su apoyo, le se- ñalaran con toda claridad el programa y la ruta a seguir—en consonancia con la voluntad de la mayor parte del país, sean los que fueren los manejos ole la oposi- ción derechista—:, alivio del contribu- yente, y del más pobre en primer lugar; disminución de los gastos militares; rea- lización de las grandes reformas demo- cráticas (escuela «única», seguros socia- les) ; acentuación de la política exterior pacifista. |
Pero la plutocracia movilizó a todos
sus representantes en el Parlamento pa- ra un asalto violento y metódico, que lo- gró derribar al Gobierno Chautemps, ape- nas nacido y en la primera votación. Y la plutocracia no se recata en decir que no tolerará una nueva formación del «cartel», de la unión de radicales y so- cialistas, que haría peligrar seriamente sus privilegios. Ahora irá repitiendo en su Prensa que «ante el caos parlamen- tario, que no deja gobernar, se compren- den y justifican las dictaduras». Y aún se encontrarán papanatas para
hacer coro, sin advertir que su ingenui- dad es aprovechada por todos los descui- deros de la farsa. Cuando en el tinglado se vitupera contra la verborrea parla- mentaria, contra los vicios de la política profesional, nosotros debemos traducir al público, eterno esquilmado, esos anate- mas que en realidad tratan de ahogar la fiscalización popular, el control del país en la administración de sus nego- cios, y colocar el consabido cartel: «Abróchense. Cuidado con los rateros.» INFORMACIÓN
La Conferencia
de Londres La crisis francesa ha obligado a la
Conferencia Naval a marcar un compá? de espera. Puede tener otra repercusión, si el Gobierno Chautemps logra afian- zarse en la Cámara contra la ofensiva combinada de militaristas y representan- tes de fa oligarquía banqueroindustrfalis- ta. Puede modificar la actitud de la De- legación francesa en un sentido más con- ciliador, y por ende facilitar la solución y el acuerdo. Aunque presentada con inteligencia y
decisión por Tardieu, la tesis francesa resultaba en el contrasentido de un in- cremento en, las construcciones navales de algunos países, cuando la Conferen- cia debía tener un objeto, no solamen- te la limitación en un porvenir más o menos inmediato, sino la reducción gene- ral y rápida. Los delegados italianos han aprovecha-
do la obligada pausa para tomar contac- to con el dictador fascista. La posición adoptada por Italia es la que apuntamos en el primer número de esta revista: Limitación, reducción, hasta supresión, |
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NUEVA i SPAÑA
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si los demás la aceptan. (El estado ver-
daderamente precario de la economía italiana en estos momentos no es propicio a dispendiosas construcciones.) Pero el prestigio fascista no permite que nación alguna continental — léase Francia — pueda tener una flota superior a la ita- liana. Aunque Italia esté encerrada en el Mediterráneo y Francia tenga que asegurar sus comunicaciones con lejanas colonias. En el papel, por lo menos, quie- re Italia ser igual al más fuerte. Es la lógica peculiar del prestigio... Entre los periodistas norteamericanos
que hacen la información de la Confe- rencia circulaba estos días un rumor op- timista. «Si. la Conferencia — decían — dura unas cuantas semanas todavía, se llegará seguramente a la reducción de- seada. Los países representados no ten- drán más remedio que renunciar a la construcción de nuevos barcos, porque los gastos de las Delegaciones habrán agotado el presupuesto.» La tregua aduanera
Otra Conferencia internacional para el
Desarme. En Ginebra. Se trata allí del desarme aduanero, en términos algo pa- recidos a como se planteó en Londres el problema naval: tregua, por de pronto, en el aumento de aranceles. Beducción paulatina y general de las tarifas hasta retrotraer las barreras económicas a su mínimo posible en la Europa actual. Y esperanza lejana, si no de un desarme total, de una inteligencia—cuando me- nos europea—capaz tle acabar con las |
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trabas suicidamente puestas — hoy —al
intercambio comercial. Si se echa una mirada al famoso «ma-
pa de las barreras aduaneras», tan opor- tunamente construido y expuesto por Morrison Bell, se advertirá la obcecada estupidez del proteccionismo reinante. Se echará de ver cómo los pueblos se ahogan económicamente, oprimidos por ese férreo cerco. Y se explicará la acti- tud que los respectivos delegados han adoptado ante la razonable propuesta de armisticio en la guerra de tarifas. (España, conviene no olvidarlo,, tiene
en el mapa de Morrison Bell las murallas más altas. Su arancel total es el más elevado de Europa: 28 puntos, contra los ocho de Holanda. Compárese el es- tado económico actual de los diversos países europeos y saquen conclusiones los que quieran.) En Ginebra, la Delegación española
ha formulado serias reservas contra la tregua propuesta por la casi totalidad de los países económicamente importantes. Portugal ha acentuado aún esa actitud. Pero el único país que se ha opuesto ro- tundamente a todo armisticio en la gue- rra proteccionista es Italia. Y es que la política general de los pue-
blos, hoy más que nunca, sigue forzosa- mente una trayectoria en íntima relación con su administración interior. El nuevo
partido inglés La «cruzada» predicada por lord Bea-
verbrook en favor de lo que él llama |
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«Empire Free Trade», librecambio im-
perial —• eufemismo prudente que debe traducirse «proteccionismo imperialis- ta»—7, ha cuajado en su separación del partido conservador, arrastrando consigo a su colega y ex rival lord Eothermere, para fundar un nuevo partido imperia- lista, el «United Empire Party». Mister Baldwin y el partido conserva-
dor, aunque favorables a un proteccio- nismo «prudente», que a su vez disfra- zan con el vocablo «salvaguardia», sa- ben que el pueblo británico no ha de con- sentir en un sistema que resulte, en de- finitiva, un impuesto indirecto sobre las subsistencias. No ignoran, además, que los'primeros en rechazar un Zollverein imperial son los Dominios de Ultramar. Quedan, por lo tanto, escasas probabili-
dades de éxito a los dos lores. Disponen, es cierto, de dos grandes periódicos po- pulacheros, los de mayor tirada en las Islas Británicas. Pero las últimas elec- ciones han demostrado lo que muchos sospechaban : que detrás de esa Prensa sensacionalista no existe fuerza política alguna. Ya vaticinan los órganos conservado-
res que si el nuevo partido cumple su promesa de presentar una nutrida candi- datura en las primeras elecciones resta- rá a los tories un cierto número de vo- tos y favorecerá así indirectamente a la- boristas y liberales, sin provecho para su propia causa, que pocos toman en serio. |
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TRADUCIDO FIELMENTE AL
ESPAÑOL POR VEZ PRIMERA |
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EDICIÓN POPULAR. 305 páginas
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3,50 PESETAS
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PROLOGO ESPECIAL DEL
AUTOR PARA ESTA EDICIÓN |
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Pedidos contra reembolso a Editorial Cénit, S. A.
Apartado 1.229.—MADRID
Exclusiva de librería: C. I. A. P. Librería Fe,
Puerta del Sol, 15.—MADRID
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NUEVA ESPAÑA
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"LA GACETA LITERARIA" | CIRCUITO IMPERIAL
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(12.302 KILÓMETROS LITERATURA)
Este libro, una de las obras más extraordi-
narias por su estilo, su profundidad y su cultura, de ERNESTO GIMÉNEZ CABA- LLERO, relata las impresiones de su autor por tierras de Portugal, Italia, Holanda, Alemania, Bélgica, Francia. Libro donde aparece unido el interés del paisaje al in- terés espiritual o artístico, particularmente literario, de los distintos países. |
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La única revista española que informa con
serenidad de criterio, imparcialidad y am- plitud, del movimiento literario español, europeo y americano. Cuenta con las me- jores firmas españolas y los más finos crí- ticos de Alemania, Italia, Francia, Bélgica, Inglaterra. En España no hay medio de estar al tanto
de la Literatura española, y fuera de Espa- ña, si no se lee esta espléndida revista, tan ecuánime en su postura rigurosamente lite- raria, informativa y cultural. Número suelto: 30 céntimos. Por sus-
cripción de un año, para España y Amé- rica: 7,50. Extranjero: 10 pesetas. (Lea el' próximo número de La Gaceta
literaria, de homenaje a D. Miguel de
Unamuno. Colaboran en él las grandes
figuras españolas y europeas.)
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3,75 pesetas
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Corresponde esta obra a los cuadernos
de La Gaceta literaria, que ha editado últimamente Salón de Estío, de Benja- mín Jarnés, y Novísimas greguerías, de Ramón Gómez de la Serna. |
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* ' LA RAZA99
EL próximo día 7 de marzo aparecerá la antigua Revista de "LA RAZA", que cuenta más de
quince años de existencia, rejuvenecida merced a grandes y atinadísimas reformas. Constará de treinta y dos páginas en papel satinado. Publicará sólo dibujos. Llevará una portada de actualidad, en tricolor, por Bartolozzi, Penagos, Ribas, Baldrich o Ferrer.
"LA RAZA" atenderá a la política con artículos de Rafael Altamira, Antonio Zozaya, Miguel de Unamuno, Dionisio Pérez, Gregorio Marañen, Soldevila. Atenderá a la Literatura, con Alberto Insúa, Pío Baroja, Martínez Sierra, Montero Alonso, Eduardo Zamacois. Y al libro de actualidad, por E. Salazar y Chapela.
"LA RAZA" informará del teatro, por Rafael Marquina. Del cinema, por Fernando G. Man- tilla. De finanzas, industria y comercio, por Rafael de Morales. "LA RAZA" no excluirá el mundo americano. Se ocuparán de él: Benjamín Jarnés, R. Blanco- Fombona, Alberto Ghiraldo. No excluirá el mundo musulmán; llevará informaciones de Santos Fernán- dez y Gil Benumeya. Ni al mundo sefardí, del cual ha de informar extensamente Rodolfo Gil. "LA RAZA" se ocupará asimismo de la mujer y el niño, y estas secciones correrán a cargo de
Concha Espina, Carmen de Burgos, María de Echarri, María Luz Morales, Matilde Muñoz, Rene de Hernández.
"LA RAZA", que no llevará nunca fotografías, se verá en cambio ilustrada artísticamente con dibujos de Augusto, Sileno, Puyol, Osear, Solís Avila y Aristo Téllez.
"LA RAZA aparecerá quincenalmente, los días 7 y 22. Número suelto: 40 céntimos
Por suscripción, un año: 9 pesetas REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: PRINCIPE DE VERGARA, 42 Y 44
Compañía Iberoamericana de Publicaciones. Librería Fernando Fe, Puerta del Sol, 15. Librería Rena-
cimiento, Preciados, 46, y Plaza del Callao, 1, Madrid. Librería Barcelona, Ronda de la Universidad, 1, Barcelona. Librería Fe, Campana y Martín Villa, Sevilla. Librería Fe, Isaac Peral, 14, Cartagena. Librería Fe, Mariano Catalina, 12, Cuenca. Librería Fe, Larga, 8, Jerez. En Tánger, Antigua calle del Banco de España. En Buenos Aires, Florida, 251.
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NUBVA ESPAÑA
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ROS
rarecimiento de aire y de luz,, frío y has-
ta angustioso. Baroja, a solas con las ideas, es inexorable con la Naturaleza. Entonces vence en él Castilla y la mi- santropía torva de un individualismo so- berbio. La energía mística, de raíz anar- quista. En los libros de ambiente eu- ropeo, ya mezcla de ritmo ideológico, tonos románticos extraídos de una rea- lidad exterior, ante cuyos tipos o pai- sajes desenfrena, adrede, su excepcional sentido crítico y su gracia satírica. Pero es en el mar y con dos tipos de aventu- reros vascos donde le vemos moverse a sus anchas, desplegando todas sus facultades de novelista—-esto es, de in- ventor—y, divirtiéndose al propio tiem- po que nos divierte, con las intrigas de líl, narración y el laconismo magistral de los retratos. Los pilotos de altura "y La estrella del Capitán Chimista son, ante todo, grandes espacios libres. Na- turaleza magnífica, luz y viento en las velas, calmas ardientes del trópico ¡y brumas y tormentas heladas. Puertos, aventuras, acción viva. El litoral ame- ricano, la trata de negros en la primera mitad del siglo XIX, y también:. esce- nas de mestiza vida social y de pirate- ría amarilla en el Extremo Oriente. Yo creo que nunca ha manejado Pío
Baroja los elementos y valores de la na- rración con tanta soltura y vigor como ahora, en estos libros. Son libros des- bordantes de vitalidad,, dionisiacos, ple- nos de fresca amoralidad y determinis- mo. El espíritu barojiano se muestra en eljos diáfano, de una finura gris, casi azul, sin nubarrones. Todo es mo- vimiento y despreocupación en el carác- ter de Chimista. Todo es encanto de emoción marinera en la estampa y la historia de estas goletas, estos bergan- tines que se llaman «La Unión», «La Bella Vascongada», «La Estrella»... "Y en las figuras que van y vienen, senci- llas o barrocas, alocadas o razonables, como mecanismos de inteligencia, he- chos para la acción. El terrible doctor Mackra tratado sin
la precisión y el tacto psicológico con que el novelista le trata, se converti- ría, fácilmente, en un personaje de fo- lletín. No lo es porque se halla muy encajado en el cuadro dramático. (Dolly es una de las siluetas femeninas más delicadas del mundo barojiano.) Muchas sugerencias y reflexiones téc-
nicas, concitan los dos últimos libros de Pío Baroja. En otra ocasión hablaré de lo que se advierte en ellos de—en len- guaje cinematográfico—manejo ide pla- nos. A. E/
LUIGI-STURZO.—¡talla y el fascismo,
El autor de Italia y el fascismo es
un perseguido por la dictadura de su país. El libro del abate Sturzo no se ha podido—por este motivo—publicar en su lengua. Tenemos entre manos : la interesante traducción española que ■—acompañada de un prólogo informati- vo o estudio preliminar—ha compuesto el docto catedrático de la Universidad de Murcia Mariano Euiz-Funes. |
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LOS
AZORIN.—Superrealismo (Pronovela).
Ruiz Castillo, Madrid.
La novela en nebulosa puede que no
sea un género ni signifique la posibilidad de una nueva fórmula de expresión li- teraria. Pero eso no resta originalidad a la obra de «Azorín», que explora ele- mentos subconscientes previos. En rea- lidad, lo que viene después es lo acce- sorio : la técnica, la composición, el en- granaje. «Azorín» es un escritor «que está de vuelta», y se decide a discri- minar las partes más oscuras y difíciles de la creación. , Conviene tener en cuenta lo que en él
significa el concepto de superrealismo. El modo francés, con Andre Breton a la cabeza, intentaba sorprender esas fun- ciones de subconsciencia por el procedi- miento freudiano. El escritor se acosta- ba después de echar las redes en ese océano misterioso del sueño, y al levan- tarse volcaba sobre las cuartillas la re- dada de insinuaciones, sorpresas y re- cuerdos. Pero esto es, por lo general, un arte en potencia, un arte de reflejos y nebulosidades, un arte de resonancia y lejanías. El superrealismo de «Azorín» agudiza la conciencia, la superpone a la vida hasta colocarla en el primer plano de las realidades auténticas. De ahí esa mezcla de fantasía y realismo que arro- ja un precipitado artístico original y sor- prendente. Su obra es también una obra de estilo,
arquitecturada, como no podía menos de suceder, tratándose de un escritor que ha hecho en nuestras letras un estilo de rasgos concretos. Sólo que la arquitectu- ra está formada de elementos autónomos que se integran después en la obra de una manera unitaria y total. El libro de «Azorín» es un compíéjo de formas esen- ciales dentro de un esquema estético de explícita novedad. D. F.
PIÓ BAROJA.—Los pilotos de altura
y La estrella del capitán chimista. Editorial Caro Ragg-io. Madrid, 1930. Con estos dos nuevos libros continúa
Baroja la serie de las novelas del mar, cuyos anteriores volúmenes fueron Las inquietudes de Santhi India y El labe- rinto de las Sirenas. Baroja, también piloto de altura de
la novela, se nos ofrece ahora en un momento interesante de su trayectoria literaria. Sin olvidar esos acres tan per- sonales de su estilo—acres que son como los ocres de los pintores—ni su. fuer- za de expresión, parece sentir un liris- mo nuevo. Un lirismo más claro, más abierto. Los tonos sombríos de la des- jripción, y sobre todo del humor, que en algunas obras de .Baroja tienen un valor decisivo, se han ido aclarando como se aclara ei cielo de nubes cuando las ba- rre el viento. ¿Es el mar? ¿Es el tema del mar el que con su poesía natural, inmensa y sin literatura, fluidifica las sensaciones del gran escritor? En los libros de pura introspección
■—Las horas solitarias, Las cavernas del humorismo, etc.—hay, a veces, un en- |
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Nueva España no nece-
sita afirmar por su propia cuenta, a tanto la línea, que es la única revista es- pañola que alcanza todos los frentes del pensamien- to contemporáneo. NUE- VA ESPAÑA lo acredita con su texto y con su conduc- ta. Desligada de toda suer- te de compromisos, inclu- so de compromisos edi- toriales, nuestra revista no es órgano de ningún mo- nopolio publicitario, ni in- forma tendenciosamente acerca de la producción -:- -:- librera. -:- -:- Nueva España, en fin, no
utiliza los resortes eco-
nómicos para vincular la obra de la inteligencia y el espíritu a los intereses de una casa editorial o de un grupo plutocrático. Para significar la impor- tancia de Nueva España basta observar que hasta alguno de sus enemigos -:- se anuncia en ella. -:- |
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NUEVA ESPAÑA
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velista que acierta a tal equilibrio téc-
nico bien puede alardear, después, de ista del pasado o de hiperista del fu- turo. Puede, sin duda, alardear de los tó-
picos cotizables en los cenáculos de las minorías petulantes. Y despistadas. Pero por eso mismo, por no ser Bon-
tempelli un Curzio cualquiera, prescin- de con elegancia de ila aídscripción a ningún ismo. Sin desdeñarlos tampoco en nombre de un imposible gesto bur- |
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Sturzo es un batallador por la demo-
cracia del cristianismo. Su silueta firme se dibuja como una gran afirmación —ahora como una gran negación—en el panorama social de Italia. Desde 1895 se dio a las organizaciones católicas, y desde entonces ha desempeñado cargos públicos y ha tomado parte en la oposi- ción como enemigo personal de Mussoli- ni. A raíz del armisticio le vimos acau- dillar el partido popular italiano. Así es la vida de Sturzo. Vida inquie-
ta de perseguido, que le ha llevado a Londres, donde ahora se encuentra, por- que el- fascio ha cometido muchos crí- menes y el participar una vez más de uno nuevo no le importaría gran cosa. Sturzo ha sido numerosas veces amena- zado de muerte desde la misma Prensa fascista. Presidió su partido hasta el asesinato de Matteoti, continuando des- de entonces ocupado en la publicación de libros, unos sobre cuestiones de sociolo- gía y derecho y otros que se enfrentan directamente con el problema político de su país, como ha libertad de Ita- lia, el Pensamiento antifascista y su Italia y el fascismo, merced al cual escribo estas líneas. El libro de Sturzo constituye una
fuente copiosa de información al alcan- ce de todos. Comienza por trasladarnos al siglo xix, a la unidad italiana. Ss consideraba «liberalismo» todo lo qua tendía al rompimiento del poder absolu- to, y Sturzo, con un conocimiento exacto de ellas, analiza las luchas todas de ese tiempo, las actitudes de la Iglesia, hn maniobras del papado, la política inte- rior y exterior del país, etc. Asistimos de su mano al aconteci-
miento de la gran guerra. Entonces Ita- lia tenía una crecida falanje de dipu- tados socialistas y se declaraba neutral. Hubo una «semana roja» que inquietó a todos y que fué dirigida por Mussoli- ni... Después del fracaso de toda nego- ciación pacifista, Italia fué a la guerra. ¿Por qué? Con el único objeto de en- frentarse con Austria para fines nacio- nalistas y ambiciones territoriales. Ana- liza el autor la actuación de cada país en la guerra, terminando sus comentarios sobre el problema con la intervención americana. Señala inmediatamente la aparición de la secta comunista, ya ro- tunda, y nos dibuja la Italia de la post- guerra, con la desvalorización de la lira, que llenó de pesimismo a las clases em- pobrecidas. Al término «clase política» dedica
Sturzo especial atención. El choque en- tre la «clase política» y los esfuerzos di- seminados de un liberalismo joven, com- batido por el procedimiento conservador, que desarmaba a los socialistas y a toda la izquierda: he aquí e1 panorama som- brío de aquella hora ¿Y las Universida- des? Los universitarios, después de la guerra nadaron en un frío apoliticismo; eso fué todo. Buscaron la cultura alema- na. Se desacreditó la palabra política en boca de los profesores escépticos. Señala Sturzo las abdicaciones de la
manera gubernamental, que se llaman: expedición de D'Annunzio a Fiume (1919), sublevación de Ancona y evacua- ción de Yallona (1920), ocupación de las fábricas (1920) y marcha .sobre Ro- ma (1922). Se había lanzado en el 19 el llama-
miento político de aquel partido ante- |
rior al fascio que se dirigía «a todos los
hombres libres y fuertes». Y llegamos a la aparición del movi-
miento fascista. El fascismo fué un hijo de la guerra, que se apoderó del espíritu de las gentes por cobardía, por miedo —un miedo superior—g a Busia. Lo ve Sturzo como una transposición del so- cialismo realizado en nombre de los in- tereses nacionales. «Queremos—-había di- cho Mussolini, cuando el problema agra- rio de 1919—dar la tierra a los campe- sinos. Estos no saben lo que es el Es- tado. Quieren la tierra para ellos en pro- piedad y deben tenerla.» Lo sucedido fué verdaderamente in-
sólito. Un partido político que se milita- riza y se apodera del Poder, batallando contra la propia milicia organizadora... Mussolini, «hombre de cultura general y de formación política mediocre, posee brillantes cualidades de improvisador». Cierto. Improvisó un partido que. sostu- vo con la tiranía. De revolucionario se hizo conservador, de la negación del con- cepto Patria pasó al imperialismo más intransigente. Eso es Mussolini. Un re- accionario, un producto necio e intolera- ble de la más bárbara estética primitiva. (Estéticamente, su figura tampoco es tanto. No creo que haya quien le recuer- de siquiera a Napoleón.) Ya Ruiz-Funes nos habla, en el prólo-
go de Italia y el fascismo, del «mito» de la Marcha sobre Eoma, mejor dicho, de la marcha sobre Eoma. «Desde Mi- lán—-dice—es anunciada por el duce. Por teléfono, se le ofrece el Poder y lo acep- ta. Hay un previo convenio con el Rey...» La definición que del movimien- to da Ruiz-Funes me ha cautivado: «Un alarde de escenografía política, hábilmen- te asegurado por un sagacísimo meítenr en sce'we.» Sturzo, abate, amante de la democra
cia cristiana, termina su interesantísi- mo libro con un canto a su doctrina de paz. «Los populares sirven su ideal—di- ce—. Ellos harán triunfar la Democra- cia sobre la Oli/garquía.» Y después: «También en Italia llegará n hora del advenimiento de una democracia que, con métodos de libertad, reconciliará a todos los partidos y devolverá al país —con respecto a Europa—su verdadero carácter de gran potencia pacífica...» ■ Antonio de OBREGON
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REVISTAS RECIBIDAS
Política
Hemos recibido el primer número de
esta publicación-mensual, de espíritu li- beral y vigorosa información y doctrina, dirigida por J. Miargano San Martín. Avaloran su texto originales de Fer-
nández Almagro, Santiago de Orbe, Manuel Azaña, César Falcón y otros distinguidos y conocidos escritores. Universidad (Madrid)
Primer número: «Para Universidad»,
por D. José Sánchez Guerra; artícu- los de Bartolomé y Más, Antonio Car- pintier, López Alonso. El Obrero Astur (Oviedo)
«La piratería de la paz», por Ro-
main Rolland; «Problemas de orienta- ción», por Mariano A. Fuente; otros trabajos de Harduya e Izquierdo. Estudios (Valencia)
Unas palabras de Ortega y Gasset. Co-
laboración de Isaac Puente, Max Rein- hardt, Samblancat, etc. Orbayo (Sama de Langreo)
Colaboración de Juan A. Cabezas,
José Antonio Hernández, Silvio Itáli- co. Poemas de Rivas, Panedas y Ovidio Gondi. Rioja Republicana (Logroño)
Reproduce el artículo de Jiménez
Asúa, en NUEVA ESPAÑA. Revista de las Espartas
La República Rolfvar
Se ha empezado a publicar esta inte-
resante revista hispanoamericana, a cu- yo frente figuran los distinguidos escri- tores Pablo Abril de Vivero y J. Pérez Domenech. Los dos números que hasta ahora han
salido contienen notables originales. El segundo número de esta revista es,
si cabe, más interesante que el primero. Con nutridísima colaboración hispano- americana, |
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MASSIMO BONTEMPELLI.—// figlio
di due madri. Edición «900». Roma. La agilidad dramática y humorística
de Bontempelli, el destacado y verda- deramente nuevo escritor ital i a n o —Bontempelli no es un infeliz Curzio Malaparte cualquiera—alza su tinglado de ingenio en esta su última novela-. Desde luego podemos afirmar que
aquí hay novela. Bontempelli, como to- dos los vanguardistas (mote de ayer) res- ponsables, ha iniciado ya ese cuarto de vuelta hacia lo argumenta!, y la tex- tura, sin detrimento de la imagen y el humor, que empiezan a caracterizar a los mejores narradores de ahora. En II figlio di due madri se manejan
los que pudiéramos llamar elementos de ■ arbitrariedad con un pulso y exactitud en las dosis¿ bien significativos. El no- |
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NUEVA ESPAÑA
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25
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E S P A
valor de la obra personal de cada uno
de nosotros—me refiero a la labor inte- lectual «pura»—, tenemos ese sentido de encontrarnos al servicio de un pue- blo. Por pequeño que sea nuestro es- fuerzo, al estar así orientado, no podrá perderse. Comparadlo entonces con el fruto de otros jóvenes desprovistos de tal sentido. JESÚS BAL Y GAY
Una baja en
las letras gallegas
Confusa, entre una cruel y vacua re-
tórica de seudovanguardia, nos llegó la noticia de la muerte de Manuel Antonio. La conciencia.de Galicia siente en estos momento la amargura de este segundo desgarrón que la muerte produce entre |
ÑOLA
sus huestes juveniles. Hace unos años
murió Amado Corballo. Ahora es Manuel Antonio, otro joven que, como aquél, no llegara a los treinta años, quien nos deja. .Dentro de la mocedad gallega repre-
sentaba el paradigma del galleguismo. Insobornable en su exaltada rebelión, de una cordialidad intensa y recogida, de una pureza estética sin precedente en nuesitras letras, Manuel Antonio jalo- naba con ejemplar gallardía nuestro ca- mino de íntima redención. Su obra es corta, pero definitiva. Es-
crupuloso y exigente hasta la exagera- ción, teníamos sus amigos que incautar- nos de los originales antes de que, des- contento siempre, los destruyese. Tras muchos ruegos, publicó en 1928 su úni- co libro: De catro a cairo, que mereció una acogida jubilosa. Mas, a pesar de su exigua producción, su eternidad que- dó asegurada en el año firme de sus poe- mas. Manuel Antonio vive y tiembla en la malla sutil de cada verso con la inten- sidad de un segundo definitivo y total. Enamorado del mar—dejó la carrera de Filosofía para hacerse piloto y vivir la vida obscura y heroica del navegante—, sorprendió en atisbos geniales sus estre- mecimientos de tragedia, sus múltiples voluntades de lucha y el álgebra de sus horizontes. Descanse en paz el camarada. cuyo re-
cuerdo llameará siempre en Ta concien- cia más pura de Galicia. 0. E.
Política de realidades Una de las obras de misericordia de
que habla el Catecismo cristiano es la de redimir al cautivo. Pues el primer problema político gallego, problema pre- vio y urgente, no creemos que pueda apartarse mucho de esto. Galicia se en- cuentra en serio cautiverio y mientras no se realice su manumisión en debida forma será un peso muerto .para la no- ble empresa de palingenesia nacional. Ante esta realidad que queremos ha-
cer destacar crudamente todo el esfuer- zo generoso de nuestras breves mino- rías selectas viene estrellándose de modo fatal, dejando, cuando más, una minús- cula huella, menor que la de la ola en la roca, en determinadas zonas del país. Galicia se halla presa en las redes del
ruralismo. Galicia son cerca de dos millo- nes de habitantes de campo y marina, y. apenas treinta mil moradores de ciu- dades y villas. Galicia carece de grandes urbes, por lo tanto, contra la voluntad de los mejores, es toda ella esclava del caci- quismo ; en unos sitios directa y en otros indirectamente. Para incorporarla a Eu- ropa se precisa «civilizarla». Sólo «civili- zándola» podrá ser útil a sí misma y a España. Hasta ahora, defecto muy galle- go y también muy español, apenas se ha pensado en los habitantes del «rus», y cuando se pensó fué de modo esporádico e intermitente, con lo cual resulta que más de media España está inédita y vir- gen para la política, viviendo de espaldas a la ciudadanía o, lo que es igual, siendo remora continua para toda actuación ci- vil. Aquéllos, sin los cuales la existencia |
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VIDA
GALICIA
La nueva generación
Todo joven gallego que escribe, que
pinta, que esculpe, que hace música, trabaja desde y para Galicia. Si es es- critor, busca sus temas en los problemas circundantes y trae a éstos una mira- da templada en europeas normas. Si es artistt, se bebe el paisaje y el folkore mientras trabaja. En todos late el mis- mo anhelo, hijo de idéntica conciencia. La conciencia: tener en las manos un período de la cultura gallega. El anhe- lo : hacer avanzar esa cultura. Así se explican hechos como el de un poeta «puro», por ejemplo, que se interesa, escribe artículos en los periódicos en pro de la construcción de una Besiden- cia de Estudiantes compostelana. Así se explica el reiterado debate para la unificación ortográfica del idioma galle- go. Y así se explica, finalmente—para no citar más hechos—, que en estos días nos hayamos planteado unos cuantos la cuestión del periodismo. Todo cuanto hacemos, lo hacemos
■—muchas veces ya inconscientemente— desde el punto de vista gallego. Nuestra labor va lastrada, indefectiblemente, de galleguismo. Por tanto, aun en el caso del pintor, del poeta y del músico «puros», la obra tiene un sentido hu- mano, político. Un sentido verdadera- mente «cultural», ya que está engen- drada en el sentimiento de estar vivien- do y de hacer vivir más toda una cul- tura. Eso constituye, a mi juicio, el signo
de nuestro futuro. Entre otras juven- tudes ibéricas—falsas, de toda false- dad—, nosotros tenemos, desde que nacimos a la vida intelectual, concien- cia de nuestro destino. Sabemos para qué trabajamos. Nos sentimos hombres de un pueblo. Vemos que ese pueblo es- pera algo de nosotros. Nuestro esfuerzo tiene, pues, sentido. Por eso nuestra posición entre las
juventudes ibéricas, es clara. Badical- mente opuestos a ciertos sectores, nos encontramos fraternalmente simpatizan- tes con todos aquellos que sienten el porvenir de los pueblos. Opuestos adver- sarios de todo el que se sienta desarrai- gado de la Humanidad o pretenda un re- troceso en algo. Y por si en mis palabras se quisiera
adivinar un rastro de nacionalismo a la moda, diré que todos mis jóvenes ami- gos de Galicia, los de firme solvencia morral e intelectual, galleguistas en to- dos sus actos, detestan cordialmente a todas las juventudes nacionalistas del mundo. Nuestro nacionalismo, si así se empeña' alguien en denominar nuestra actitud, se limita al estudio de nuestros problemas peculiares y a la exaltación de nuestras características, con miras al enriquecimiento en notas humanas de la armonía del mundo. Si alguna deno- minación actual nos conviene, será, úni- camente, la de socialistas—en el más estricto sentido de esta palabra. . No sé si me cegará la pasión. Pero, por todo lo dicho anteriormente, yo creo que la nueva generación gallega tiene asegurado un bello porvenir. A parte el |
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COMPAÑÍA TELEFÓNICA
NACIONAL DE ESPAÑA Capital desembolsado:
500 MILLONES DE PESETAS |
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A partir de 1 de marzo próximo se pa-
gará a las acciones preferentes, contra el cupón número 21, un dividendo a cuenta, de pesetas 7,93, ya deducidos todos los im- puestos. El pago se efectuará en los Bancos que a
continuación se expresan o en cualquiera de sus Sucursales, Filiales o Agencias: Banco Hispano Americano
Banco Urquijo Banco de Bilbao Banco Hispano Colonial < Banca Marsáns, 3. A. S. A. Arnús Garí Banco Urquijo Catalán Banco Herrero Banco Guipuzcoano Banco Mercantil Banco Pastor Madrid, 21 de febrero de 1930.
GUMERSINDO RICO,
Consejero Secretarlo |
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NUEVA ESPAÑA
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ción y tratar singularmente de cuestio-
nes, de necesidades varias de la región valenciana. Lstas han de constituir la principal pre-
ocupación del Congreso de la democracia valenciana, ahora, en este primer Con- greso que va a reunirse a principios de marzo y en los futuros, porque, aspirando como aspira el republicanismo a gober- nar, a míiuir de moao decisivo en los destinos del país, ha -de conocer y estu- diar con el acucioso interés que debe ha- cerlo quien tiene la ambición y sensibi- lidad ue gobernante todos los problemas planteados en la región valenciana de or- den jurídico, social o económico, esti- mando que con ello realiza la labor más eficaz y fecunda que se le puede atri- buir, rindiendo, por otra parte, el servi- cio más importante que puede rendir al republicanismo nacional. Y no son pocos y de poca entidad los
problemas que ha de tratar el republica- nismo valenciano. Esos pueblos a que nos referíamos antes, Alcira, Játiba, Carca- gente y Gandía, representan intereses muy cuantiosos; intereses económicos, en primer término. Son el centro de ex- tensos distritos agrícolas, cuya principal fuente de ingresos la tienen en la expor- tación a Inglaterra, Alemania y Holan- da y otros países del Báltico, de naran- jas y algunas otras frutas y hortalizas. Reclaman éstos, como lo reclaman igual- mente Liria y Torrente, con sus vinos, y Sueca y Cutiera, con sus arroces, pue- blos de robusta vitalidad también, muy densos, una política arancelaria caracte- rística, de perfil muy distinto al que pue- dan pretender tener, y en realidad ya tienen ahora, los siderúrgicos vizcaínos, los trigueros castellanos y los cultivado- res de la remolacha en Aragón y los teje- dores catalanes. Pero, además de esto, estos pueblos valencianos, grandes como capitales de provincia, ya lo hemos dicho, recios, de poderosa vitalidad, reclaman de una política nueva, de una política au- ténticamente republicana, otro cúmulo de atenciones. Unas son de orden social, y se refieren a las organizaciones obreras, a los Sindicatos, al régimen de contrata- ción ; otras son de orden jurídico, y se refieren al derecho de propiedad; otras son de orden espiritual, ya que esa polí- tica auténticamente republicana a la cual nos hemos referido, no sólo ha de atender al fomento de los bienes materiales, a guardar determinados intereses económi- cos, sino que ha de levantar la cultura de ellos, ha de infundirles un ideal, ha de fomentar la instrucción pública, esta- bleciendo escuelas.de toda clase, bibliote- cas circulantes, ateneos, trocando, en su- ma, el ..espíritu rural de estas poblacio- nes por el espíritu de ciudad, por una civilización que contenga mayores y más enérgicos estímulos de progreso, de superación, que sea menos conformista. Hay, además, otros asuntos muy inte-
resantes, que afectan grandemente a Va- lencia ; es, por ejemplo, la repoblación forestal de las montañas que unen el te- rritorio valenciano a Castilla y Aragón, hoy casi por completo desnudas, con la consiguiente repercusión en el clima, en el régimen de lluvias de las vegas del lito- ral. Repoblación, por otra parte, que debe realizarse tendiendo a satisfacer en lo posible necesidades de la riquísima in- dustria mueblera de Valencia y la de la |
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sería imposible, porque se puede vivir sin
comerciantes, sin industriales, sin médi- cos, sin artistas, sin cuna, pero no sin sembradores de pan, se encuentran en (jaiicia—y que cada uno hable de lo que conozca y palpe, única manera de llegar a una coordinación de realidades^ políticas, poniendo en práctica la ley del menor es- luerzo—:tan . desposeídos de todo apoyo ciudadano, tan imposibilitados para po- der sentirse personas, que bien pudiéra- mos afirmar que, con relación a los mis- mos, todavía son algo mítico y legenda- rio los derechos, del hombre que en el mundo civilizado privam Para cerca de dos millones de gallegos
que parecen rimar sus angustias con los sollozos de la carreta que vuelan por el aire saliendo del fondo de las corredoiras, no hay otra forma de vida política que la sumisión absoluta a la voluntad de unos cuantos cacicuelos aldeanos que contac- tan con los cacicones de las capitales de provincia, como éstos a su vez con uno o varios oligarcas residentes en Madrid, so pena de verse agobiados por la ley del embudo, que tiene a su servicio los im- puestos municipales, los gravámenes de la contribución, el juzgado de paz, todas las armas precisas, en una palabra, para que los labradores gallegos de hoy se vean más esclavos de la caciquería an- dante que los siervos de la gleba lo eran ayer de los despóticos señores feudales. Cualquier voz ciudadana que se levante, pues, en el campo de nuestra tierra, será ahora, como antes, vox clemcntis in de- serto, si no nos aprestamos todos ¡os ga- llegos liberales—hay que ser liberal para sentirse liberador—a emprender sin tre- gua ni cansancio la humanitaria cruzada de la «civilización» del agro. Es este un problema de solución inapla-
zable para Galicia. Una labor apostólica y cristiana, en que se hallan obligados a colaborar todos los izquierdistas del país. .Mientras no haya sentimiento cívico en
el «rus», ¿para qué hablar de partidos'? Mientras nuestras taifas caciquiles se lla- men conservadoras—aquí, donde no hay nada que conservar—, llevando a Madrid la ficción de un conservadurismo gallego, inri ,de inris, que cultiva el garcíaprietis- mo con disfraz de liberal y el bugallalis- mo sin disfraz alguno, ¿ qué es lo que pro- .cede?
Pues, sencillamente, una unión sagra-
da de todos los devotos de la ciudadanía, una evaluación de elementos de puro fer- vor democrático, nueva hermandad galle- ga, donde caben jóvenes y viejos, intelec- tuales y no intelectuales, que caiga en el campo como una tromba siempre que sea . preciso, sin dejar nunca el contacto con
la masa labriega, previa la organización de una buena oficina de reclamaciones y orientaciones. Y ningún concurso más idóneo podría solicitarse para esta santa empresa de cultura liberadora que el de los mozos universitarios, que supieron en los últimos tiempos de la dictadura des- plegar una bella rebeldía como quien rea- liza un deporte, llevando la sonrisa en los labios, la burla en los ojos y un noble sentimiento liberal en el fondo de sus co- razones. Si queremos ofrecerle una nue- va Galicia a la nueva España precísase hacer lo que nosotros propugnamos. Un bloque fomentador de la ciudadanía a au trance, que fuerce a los campesinos a ser libres, de amplia tendencia fisiocrá- tica, que cabría denominar la Hermandad |
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verde, y que, de organizarse seriamente,
obtendría éxito rápido y feliz. No sabemos de una misión más alta, más justa y hu- manitaria para las generaciones gallegas del momento. La responsabilidad de éstas será grande si no lo entienden así y continúan profesando el laisse ¡aire, laisse paser ante las bárbaras arbitrariedades de las taifas caciquiles que constituyen la mayor afrenta de nuestra tierra. No olvi- demos que en las estrofas de los grandes poetas gallegos vive angustiosamente en- carcelado tan generoso anhelo. A. VILLAB PONTE
VALENCIA
Nueva política
republicana Próximamente será convocada una
Asamblea del partido de Unión Republi- cana, en la que estarán representados dos distritos de la capital y todos los pueblos de la provincia. Pueblos muchos de ellos que tienen más habitantes—Al- cira, Játiba, Gandía, Careagente y otros-- y son más ricos que muchas capitales de provincia: Avila, Toledo y Soria, por ejemplo. Las cuestiones a, discutir, a estudiar en
este verdadero congreso de la democracia valenciana, son de extraordinaria impor- tancia. Se ha de someter a la deliberación de los asambleístas un proyecto de pro- grama que estos días últimos se ha pu- blicado en El Pueblo, órgano del repu- blicanismo valenciano, para que puedan todos estudiarlo debidamente, formando juicio sobre los múltiples aspectos tra- tados en ói. Programa que se funda, en cuanto a la doctrina democrática y la fu- tura estructuración del Estado republi- cano, en el programa federal de Pi y Mar- gall ; pero al que se aportan, en orden a las preocupaciones de los tiempos nue- vos y a las experiencias obtenidas en los años corridos desde 1896, en que aquel ideario de los federales españoles fué aprobado, reivindicaciones políticas y, so- bre todo, reivindicaciones de carácter eco- nómico y social por demás interesantes. Supone, en este aspecto, el proyecto de programa a que aludimos un evidente avance sobre otros programas republica- nos, revelando la preocupación de sus autores de dar con ello satisfacciön a le- gítimas necesidades y a fundadas ansias del elemento trabajador, que en Valen- cia, gracias a la obra política y social de Blasco, inspirada en principios de vivo amor a los humildes, a las clases deshe- redadas, estuvo siempre bajo la bandera republicana. Se tratará, pues, en esa Asamblea so-
bre la doctrina, sobre los principios idea- Ios vertidos en ese proyecto de programa introduciendo en él las modificaciones que los asambleístas acuerden. Se discutirán igualmente otros proyectos presentados por una Comisión delegada para esos efec- tos por la Comisión reorganizadora de partido, que a la muerte de Azzati, y para impedir toda disidencia, fué nombrada, disolviendo organismos nombrados con arreglo a bases y Reglamentos vigentes hasta entonces en el partido de Unión Republicana; esos proyectos a que nos referimos son: uno de bases y otro de Reglamento de la Asamblea que ahora va a ser reunida, y q"ue se prevé debe ser convocada todos los años para tratar de los problemas interiores de la organiza |
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NUEVA ESPANA
carpintería, y al establecimiento de una
industria química que contribuya también a facilitar a la citada industria ebanistera barnices y gomas, que ahora ha de com- prar en otras partes. Es también asunto importantísimo el hidroeléctrico, pues de- be procurarse por todos los medios cap- tar de los ríos que cruzan el país el po- tencial necesario para alumbrar todos los pueblos y mover todas las instalaciones de riego del país sin necesidad de quemar un kilogramo de carbón, ya que éste no se tiene en Valencia. Asunto importante es también promover la mejor repoblación humana del país, muy desigual hoy, pues en tanto que en las vegas de Valencia, desde Catarroja a Sagunto, se llegan a contar 250 habitantes por kilómetro cua- drado, en el interior sólo hay 60, y en al- gunos casos, 40. Este rápido índice de las cuestiones que
han de preocupar al republicanismo va- lenciano dará idea, aunque ligera, de la importancia que ha de tener el Congreso que se convoca. Tal vez en éste no se traten aún esas cuestiones, porque es el primero y en el que se inician corrientes nuevas para el republicanismo valencia- no ; pero el hecho de plantearlas y de crear los organismos que deben estudiar- las y dar, si es posible, a las soluciones que se propongan categoría de gacetables, es motivo suficiente para concederle im- portancia y suscitar el interés de todos los republicanos españoles. JULIO JUST
CASTILLA
El campo
y la literatura
Sea ésta una nota bibliográfica a la
novela desconocida. Es decir, no hare- mos aquí ese extracto o éxégesis de un volumen determinado de reciente apari- ción, ni siquiera una discriminación de su anécdota, de sus partes, con ese pru- rito tan actual de mecanizar la literatu- ra, de utilizar la «estilo» como una lla- ve d'e tuercas y desmontar una novela como quien desmonta un motor de explo- sión: hacer de un todo armónico un caos de tornillos, pistones, bielas, válvulas, etcétera. Se ésta una nota crítica del libro o,
mejor aún, de los libros que están por aparecer, y que harían referencia a un gran sector de la vida española. Porque España, que supo descubrir a América, |
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todavía no se ha descubierto a sí mis-
ma. España, que supo transportar las huellas de su derecho y de su fe a nue- vas tierras, todavía casi Ignora cómo se arrastra la vida cotidiana de un sinfín de pueblos españoles. La vida rural, con toda su miseria, con
toda su seriedad, con todo su dramatis- mo, es ignorada por casi todos los ciu- dadanos cultos. Cultura significa vivir eñ ciudad. Con-
vivencia en universidades, ateneos, bi- bliotecas; lectura de periódicos, revistas y libros; grata asistencia a teatros, cine- matógrafos y centros de recreo. Y en el campo no hay nada de eso. En el campo sólo hay un agro extenso que se' agi- ganta y que parece adquirir corporeidad viva para enfrentarse como un enemigo ante el obrero que ha de trabajarla. En el campo sólo hay un cielo azul, pero cuya pureza de solor acusa más su le- janía, y un clima áspero e implacable que agarrota las manos con fós fríos de la madrugada—cuando hay que empezar la labor—y es fuego tórrido sobre los cuerpos jadeantes a las horas del medio día Hasta ahora, la visión de la vida rural
sólo nos la han dado los turistas: el po- lítico-turista y el literato-turista. El viejo político, que ahora está dis-
puesto a revivir—tras seis años d'e quie- tud latente, como las lagartijas—y que antes solía ser proclamado por el artícu- lo 29. Era aquel tipo de político turista encasillado en Gobernación, y que salía desde la misma Puerta del Sol en su au- tomóvil para hacer un grácil recorrido al distrito. ¡Qué bellos los sembrados, matizados de verdor! ¡Qué tonalidad más limpia la d'e las barbecheras, recién alomadas! ¡Qué sanidad la de aquel oli- var, qué lindos aquellos chopos junto al caz del derruido molino!... La estancia del político cunero en cada
pueblo se reducía a media hora. Una ri- tuaria visita al cacique máximo—un señor d'e recio bigote y no menos recias pelu- conas—, al alcalde y al secretario; un vino de honor en la casa del primero, y a continuar la visita cívico-pastoral... Al elector no había precisión de verlo.
Por otra parle, no se encontraría en el pueblo. El que más, el que menos—todo hombre útil-—, se hallaba adscrito a aque- llas horas a (su haza, a su fundo—o al haza o al fundó del señor arrio—, y hasta |
bien cerrada la noche no voItj
hogar a poderse reclinar en jada silla de anea, junto a la luml abstraerse con la mirada perdida crepitar de la leña. Su mujer, como chisme más de vecindad, le contará visita del «diputado». Un simple ene gimiento de hombros será la respuesta del «elector». Del escritor-turista podríamos decir lo
mismo. Acude a los lugares ya con un plan preestablecido. El influjo de las anteriores lecturas seudorrurales ha pues- to ante sus ojos un vidrio multicolor. ¡Qué difícil es sintonizar la sensibilidad pueblera con la sensibilidad ciudadana! Para el hombre de población, cada cam- pesino es un enigma. ¡Qué difícil es ave- riguar lo que piensa aquella cabeza tras sus ojos claros de esfinge!... Tal vez en nada de lo que se imagina el intelectual. En comer..., cuando le espolea el apetito... En dormir..., cuando sus párpados se hacen plúmbeos... El frío agudo y el ca- lor tórrido han ido insensibilizando su epidermis gruesa y áspera como la de un saurio. El excesivo trabajo corporal ha aquietado la fragua del cerebro... A la novela rural conocida hasta hoy
le sobra literatura... ¡Esos héroes cam- pesinos de una fina delicadeza espiri- tual!... ¡La elegancia aristocrática de aquella jornalera!... Como a la política rural le sobra eso:
«política»..., la entraña campesina ,se ha- lla todavía virgen, en espera d'e una pluma viril que la desflore... Y es porque no basta el ademán de una simple ca- ricia epidérmica. Hay que penetrar hon- do, cavar en las conciencias, labrar por bajo de su pasividad—que no es resig- nación—como ellos lo hacen con la aza- da o el arado ante la tierra hostil. Y los políticos que vayan al campo,
que ,sean maestros o apóstoles. ¡Que ten- gan la vocación de su apostolado! Que dejen el automóvil y emprendan su pe- regrinación andando o a horcajadas so- bre un mulo romo, como en sus vi- sitas Luis Bello. Y sea requisito esencial una convivencia d'e varios días con los electores, para así adivinar sus apeten- cias, sus aspiraciones... Novela rural, novela desconocida.
¡Un Dostoiewski o Un Pío Baroja, aje-
no ya a esa labor del siglo XIX! LUIS DE VILLAVA
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EL DISCURSO DEL SR. SÁNCHEZ GUERRA
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No creemos que los antidinásticos
españoles esperasen del discurso del Sr. Sánchez Guerra otra cosa que un pliego de cargos al titular de la Coro- na y una especie de arrepentimiento de sus servicios a la dinastía. Nos- otros no esperábamos otra cosa, y lo mismo qué no nos hemos entusiasma- do antes no nos sentimos ahora de- cepcionados. Al contrario, creemos que el Sr. Sánchez Guerra ha hecho un favor a las ideas republicanas ne- gándose a formar en el republicanis- mo. Una República que naciese con el pecado original de antiguos monár- |
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quicos, no sería sino un sistema en
decrepitud apenas nacido. El Sr. Sánchez Guerra ha hecho en
la política su «canto del cisne». Ni siquiera ha aceptado el programa mí- nimo dé las Cortes Constituyentes. Se ha limitado a decir que no gober- nará con el Rey y a pedir responsabi- lidades. Y como no es republicano, tampoco gobernará con la Repúbli- ca. Por lo tanto, su caudillaje políti- co ha terminado. Sin embargo, no dejamos de reco-
nocer su sinceridad política y su ga- llardía en los últimos años de la dic- |
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tadura. Personalmente, lleva por le-
ma la decencia. Su actitud correspon- de a convicciones mantenidas sin ti- bieza. Y denuncia, además, el estado de ánimo de algunas fuerzas de de- recha, qué no viven a espaldas de la realidad. - . :•. No.es, sin embargo, el estadista, el
hombre histórico que algunos han querido ver en él antes del discurso de la Zarzuela. Lea usted
NUEVA ESPAÑA
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NUEVA ESPAÑA
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TICA POLÍTICA
DEPURACIÓN DE LAS CONDUCTAS
por jóse díaz Fernandez
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jurídica de España, sino que se han acercado al Poder anor-
mal amparados en cargos y organismos que serán todo lo apolíticos que se quieran, pero que servían de apoyo y for- taleza a la Dictadura. Existen también los participantes en organismos neutros, silenciosos, creados por iniciativa dicta- torial, que, amparados en la penumbra burocrática, han aceptado - sueldos, subvenciones y encargos de procedencia recusable. ¿Cómo pueden estos hombres intentar mezclarse con los que han conocido el destierro y los calabozos carce- larios, la necesidad económica y el desamparo civil? ¿Cómo es posible que la opinión pública confunda a unos y a otros y no distinga de entre la algarabía política las voces sinceras que han dado ejemplo de perseverancia y de rectitud? Tan culpables de la Dictadura son los viejos políticos
como los miembros de la U. P., como los sedicentes intelectuales que no se atrevieron a condenarla, como los que hicieron la oposición nominal sin definirla en actos concre- tos, como los que figuraron en nóminas de organismos am- biguos, como los que se entregaron a la vida fácil y tran- quila cuando su posición y sus medios les permitían obstacu- lizarla y contradecir el régimen. Un inexcusable deber civil, de ética política, exige la depuración inmediata de actos y conductas, para que la opinión pública, sepa quiénes mere- cen, para el porvenir, su confianza y quiénes deben ser ani- quilados o residenciados. «La organización de la decencia nacional», de que habla Ortega y Gasset, sólo podrá llevarse a la realidad con esta obra inaplazable y previa. Tan inapla- zable y tan previa como la revisión de los actos políticos y administrativos de la Dictadura. Porque, al parecer, de lo que se trata ahora es de con-
tinuar la organización de la picardía nacional por parte de conservadores y de liberales, de colaboracionistas y de seu- doindependientes. Quieren que la funesta tradición de nues- tra técnica política, olvidadiza de procedimientos y conduc- tas, continúe rigiendo en las horas más graves y difíciles. Quieren liberales y conservadores, intelectuales y analfabe- tos, que continúe el intercambio de intereses y compromi- sos, el cruce de amistades y simpatías, la tolerancia, el pacto y la desvergüenza. Madrid, el abominable Madrid del caci- quismo plural, se alarma cuando el país entero les reclama a los hombres públicos su documentación de procederes y actitudes. A la nueva generación política, que con contados hombres de otra época ha sido la única que dio el pecho de veras a las violencias desatadas, cumple exterminar a los picaros y exaltar a los decentes. |
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La política no es sólo un mecanismo de ideas puesto en
juego para afrontar los problemas de un país y de una época. La política es, también, un despliegue de conductas, porque a los hombres hay que conocerlos por sus obras. La ética individual puede no tener importancia superlativa en genios políticos como Danton o Mirabeau, productos revoluciona- rios, eminentes cristalizaciones de la íntima transformación de un pueblo. Pero es esencial en la política cotidiana, en la política como técnica, cuyo objetivo más próximo es utili- zar instituciones estabilizadas y vigentes. Obsérvese que, aun en los períodos revolucionarios culminantes, cuando está más alta la marea de la Historia, las figuras íntegras son las que llevan la muchedumbre detrás de sí: Eobespierre, Lenin. Y es que la política que no se siente en función de sacrificio, no ofrece ninguna virtualidad ejecutiva. Gorki cuenta cómo Lenin llegaba a prescindir de la música para evitar la invalidez sentimental. En España, país de picaresca, los picaros se acogieron
habitualmente a la política. Esa larga teoría de validos que encontramos en toda la historia de España, es el precedente directo del vasto caciquismo rural, que desde la corte se extendía hasta la más recóndita aldehuela. Organización in- trincada de poderes personales que destruía la eficacia del sufragio e inmovilizaba la conciencia pública. Los homúncu- los de nuestra política eran los enanos de Gulliver, mania- tando al pueblo, impidiéndole toda voluntad de participación activa en sus propios destinos. Yo no digo que en el Estado español se registrasen mayores inmoralidades de orden eco- nómico que en otros Estados más adelantados y liberales (los Estados Unidos, por ejemplo, cuya política de escándalo sólo se concibe en el país plutocrático por antonomasia); pero la simonía y el peculado importan poco en relación con resultados más peligrosos. Por ejemplo: el desaliento que llegó a apoderarse de la muchedumbre hasta hacerla sopor- tar sin protesta, y lo que es peor, sin escrúpulos, el régimen de dictaduras. Lo primero que aquí se precisa para poner en marcha una
nueva política es una escrupulosa revisión de conductas. Se está dando el caso de que, gentes que de una manera u otra han colaborado en los seis años anticonstitucionales, agi- tan ahora el banderín constitucional y pretenden encabezar movimientos renovadores. Hay otras que, denominándose liberales y dejando a salvo ese vago concepto de «los prin- cipios», no sólo han presenciado pacíficamente la fractura |
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Se advierte a los señores que nos honran en viéndonos eolaboraeién espontánea, que
no se devuelven los originales ni se mantiene correspondencia acerca de ellos. |
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