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DIRECTORES: ANTONIO ESPINA, JOSE DÍAZ FERNANDEZ
S U M A R I O
Editoriales: Las fuerzas nuevas; Las reformas de la enseñanza; Los
obreros y las circunstancias actuales; La obra de tos periodistas.
Ideas
políticas,
por Julián Zugazagoitia.—El próximo futuro, por Jacinto
Grau.—La Unión Monárquica. Cooperativa Local y Nacional de Nego-
cios y Coustrucciones, S. A:,
por J. de Abendaño.—Noticias literarias.—
Ensayo sobre el caciquismo (conclusión), por Juan Díaz del Moral.
Las bajezas de la Dictadura Húngara, por León Blum.—Romanticismo
y naturalismo,
por J. (5. Gorkin.—Rifi-Rafe.—Caricatura por Maside.—
Células al servicio de la justicia, por Maximiano G. Venero.—Carta de
Berlin: E: sentido popular de la crisis,
por F. Fernández Armesto.—
Del viejo al nuevo naturalismo, por Alfred' Doeblin.—El momento his-
tórico,
por C. Ferga.— Bosch y la democracia, por Antonio de Obre-
gón.— Panorama de la nueva arquitectura más allá y más acá de los
/'trineos,
por F. García Mercada!.—Algunos problemas de antropolo-
gía vistos por un darwinista moderno
conclusión), por N. Percas.—Ci-
nema: La imagen y la luz, por José de la. Fuente.—Los libros: El Go-
bierno de los caudillos militares,
por M. G. P.; Et ocaso de un
régimen,
por E.; Trigeminoterapin, por A. Abatfnza.—El banquete a
Marcelino Domingo.
El homenaje a Pablo Iglesias.Un Congreso Mé-
dico.
La Quincena Internacional.—Editorial: Un puesto difícil.—In-
formación: El parto de tos montes; El Gesto de Ghandi; El problema
agrario en Rusia.
—Música: Escarlatti, a través de Casella, por V. Sa-
las Viü.—Vicia Española; Aragón (Oriol), por Augusto M. Alend.La
unión de las Izquierdas,
por Antonio Espina
AÑO I
NUM. 6
35 CTS.
EL H O MB R
ARTIFICIAL
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2
EDITORIALES
LAS FUERZAS NUEVAS
Con frecuencia recibimos manifiestos,
cartas y periódicos que dan cuenta de la
actividad política de las izquierdas espa-
ñolas en las distintas provincias. Sobre
todo en lo que se refiere a publicaciones
periódicas, a pesar de que todavía sub-
siste la censura, es muy halagüeño ob-
servar cómo todas las semanas brota al-
gún nuevo semanario izquierdista, que,
por humilde que sea, cumple su obra de
propaganda y divulgación.
Es necesario que esta labor se identi-
fique aún más y que los hombres de
izquierdas de las provincias españolas se
dispongan a actuar de una manera per-
sistente en la Prensa, en el mitin y la
conferencia, fortaleciendo el ideario re-
publicano, las organizaciones locales y
provinciales y extendiendo, los progra-
mas renovadores por todos los medios a
su alcance.
Sobre todo a la juventud le incumbe
intervenir de manera eficaz en esta pro-
paganda, inscribiéndose en los núcleos
de izquierda y fundando órganos de opi-
nión que lleven hasta los pueblos más
apartados la necesidad de una nueva
política de democracia y de interven-
ción en la vida pública. A ellos corres-
ponde combatir al cacique con todos los
medios y dar el pecho a las fuerzas vie-
jas que pretenden ahora rehacerse. Hay
que arrostrar toda suerte de ^dificultades
y molestias para crear una opinión iz-
quierdista sin contactos con el pasado.
La nueva conciencia reside en las fuer-
zas jóvenes de cada pueblo, que son las
encargadas de trasmitir alientos y en-
tusiasmos a los antiguos militantes. Los
jóvenes deben tener muy en cuenta que
son ellos los que han de recibir en depó-
sito los destinos de la España futura, y
que todo sacrificio estará compensado
con la obra que de modo fatal tiene que
llevarse a cabo.
Es preciso, pues, que la juventud se
ponga en pie valientemente y que en
los momentos próximos de lucha civil
tenga preparados sus órganos interven-
tores para que llegué sin tardanza una
reforma total de la política española.
LAS REFORMAS
DE LA ENSEÑANZA
Todavía no se nos ha dicho oficialmen-
te que exista una huelga en toda Espa-
ña de alumnos de sexto curso del bachi-
llerato. Son pocos los huelguistas, por-
que sólo tienen carácter de tal los alum-
nos oficiales, y éstos, dado el plan vi-
gente, son escasísimos. En Madrid, los
centenares de antaño han quedado re-
ducidos a dos o tres docenas por Insti-
tuto. Fácil es, pues, ahogarlos en el
vacío y hacer que los pobrecitos se con-
suman en su propia salsa. Pero, pocos o
muchos, la huelga tiene un alcance tan
importante que queremos hacerlo resal-
tar.
El plan Callejo tiene como finalidad
destrozar y desprestigiar los Institutos,
como paso previo, y ello logrado, en vis-
ta de que no responden eficazmente al
NUEVA ESPAÑA
versidades, Normales, Escuelas de Co-
mercio, etc., etc.?
Vemos una excepción con los Institu-
tos y que quienes defienden este criterio
de exámenes en la Universidad son las
mismas entidades y personas que traje-
ron el plan actual.
Las cuestiones de enseñanza están to-
mando un cariz marcadamente político,
y es preciso que se adopten actitudes
claras, muy claras, que no se presten a
ninguna clase de equívocos ni a mani-
obras de carácter reaccionario.
NUEVA ESPAÑA
¡REVISTA QUINCENA
Año I • 15 de abril de 1930 > N,';6
Redacción, Adminis-
tración y Talleres.
ALTAMIRANO, NUMERO 18
MADRID
Teléfonos números 40643 y 40505
Apartado de Correos: 8.046
LOS OBREROS
Y LAS CIRCUNSTANCIAS
ACTUALES
Hay que registrar con alegría la acti-
tud de los diferentes núcleos obreros
ante las circunstancias actuales. En al-
una otra ocasión hemos dicho que si se
quiere ir a. una auténtica trasformacióa
de la vida española es preciso contar
con las organizaciones proletarias, cu-
yas fuerzas, no sólo por su cantidad,
sino por sus virtudes intrínsecas, repre-
sentan el mejor instrumento de reno-
vación práctica en el país. Hasta 1923,
los obreros estuvieron residenciados por
los elementos directores de la vida espa-
ñola, que no supieron jamás interpretar
el sentido de los movimientos populares.
Si se quiere conseguir la existencia de
más izquierdas sanas, fuertes, capaces
de llegar hasta sus últimos objetivos,
hay que incorporar de modo total a. la
vida política de nuestro país a los ele-
mentos trabajadores.
Queremos recoger, porque representan
un alentador ejemplo en estos instantes,
dos actitudes de gran significación para
las luchas de todo carácter que se ave-
cinan. Nos referimos a la actitud de la
Unión General de Trabajadores y de
la Confederación Nacional del Trabajo.
Aunque el primer organismo está inte-
grado por fuerzas de diferentes tenden-
cias societarias, sus dirigentes, que per-
tenecen al partido socialista, han ex-
presado en los últimos actos en memo-
ria de Pablo Iglesias—para cuya figura
y cuya obra tenemos la máxima admi-
ración—que los obreros están dispuestos
a toda clase de alianzas con las demás
izquierdas políticas. Creemos que los
partidos republicanos ¡deben recoger a
toda prisa tales propósitos y establecer
un contacto estrecho con los obreros or-
ganizados. Para cuanto sea contribuir a
que un régimen de verdadera democra-
cia se establezca en España con urgen-
cia, todos los núcleos izquierdistas de-
ben ponerse de acuerdo. Incluso para
acudir a unas elecciones, si éstas ofre-
cen al cuerpo electoral y a las minorías
dirigentes las garantías de solvencia y
moralidad política que son exigibles en
todos los momentos.
Por lo que se refiere a la Confedera-
ción del Trabajo, tenemos delante un
manifiesto, publicado por el Comité de
la Confederación, que tiene verdadera
trascendencia. En este documento, don-
de se expone con gran claridad el pro-
blema político de España, se dice que
«la C. N. T, debe proclamar su solida-
ridad circunstancial con todas las fuer-
deseo de una enseñanza, función del Es-
tado, declararla función social, quedando
así automáticamente en brazos de las
Comunidades religiosas, ya que en las
manos de ellas está una parte de la
masa escolar, sobre la ■ cual influyen
constantemente.
Conseguido esto, los colegios 'de las
Comunidades adquirirían un prestigio y
personalidad que hoy no tienen (todo se
andará); se lograría la exclusiva de la
formación de una juventud, que el día
de mañana, más decisivamente que nin-
guna otra, influiría en los destinos de
la nación y, por ende, en los negocios
del Estado.
Este es, escuetamente dicho, el nervio
del plan de enseñanza vigente, iniciado
y concebido en Deusto y El Escorial,
que tomó forma en el ministerio de Es-
tado y sacó a luz el Sr. Callejo, tras
añadirle unas apostillas que lo acabaron
de perfilar...
Ahora entra en acción el Sr. Tormo,
el cual, a juzgar por las apariencias, por
sus declaraciones y por sus primeros
actos explícitos o silenciados, da lugar
a la sospecha de que viene a amartillar
el plan actual, aunque adecentándole
con una fachada europea que en nada
altere las orientaciones básicas y monás-
ticas.
¿Cuál es la piedra angular de todo
esto ? ¿ Los exámenes en la Universidad ?
Sin duda.
Los alumnos piden ser examinados en
los Institutos, por asignaturas y por cur-
sos, con profesorado apto para dichos
menesteres. No piden clemencia, sino
racionalidad en la función.
Es tan lógica esta demanda que el mi-
nistro no podría negarla. Pero si accede,
sentará un precedente peligroso para la
marcha normal de la nueva reforma en
gestación.
Si la función del profesor de Instituto
es formativa, desarrolladora de las facul-
tades del espíritu del alumno, tendiendo
más, mucho más, a enseñarle a pensar,
a discurrir, a obrar como hombre y como
ciudadano que. a saturarle de ciencia,
¿por qué quiere suplantársele en la fun-
ción examinadora por un profesor uni-
versitario, que nada tiene que ver con
esta clase de enseñanzas, aunque sea un
profesor eminentísimo?
Si se quiere separar la función docen-
te de la examinadora (es un criterio muy
atendible), ¿por qué no se hace este cri-
terio norma general también para Uni-
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N U E V;A F8PÄ A'A
9
IDEAS POLÍTICAS
zas políticas y sociales que coincidan en
el punto concreto de exigir la convoca-
toria de Cortes constituyentes que li-
quiden el pasado y abran nuevo cauce a
la corriente del pensamiento moderno.»
Estas manifestaciones son bien explíci-
tas. ¿Cómo los partidos de izquierda no
han iniciado ya las conversaciones con
la Confederación Nacional del Trab a jo
para establecer el pacto que se indica
en el manifiesto? Es indispensable que
esto se haga, si no se quiere desaprove-
char la buena disposición de la clase tra-
bajadora organizada en sindicatos, cu-
yas conclusiones son las siguientes:
«La Confederación apoyará a la opi-
nión del país en*todo esfuerzo tendente.
a que sean convocadas unas Cortes cons-
tituventes.
AT restablecimiento de las garantías
constitucionales y todos los derechos de
ciudadanía.
71.a más absoluta y estricta libertad
sindical.
El respeto a la jornada legal de ocho
horas ya toda« las reivindicaciones que
teníamos conquistadas.
La libertad de todos los presos políti-
co-sociales v la revisión de procesos.»
Es de esnerar que esas izouierdas noli-
ticas esnañolas se den cuenta de la dis-
posición de ánimo en que se encuentran
las clases trabajadoras para resolver el
actual proBlema político de España.
LA OBRA
DE
LOS PERIODISTAS
Se ha inaugurado el Palacio de la, Pren-
sa, magnífico esfuerzo de la Asociación
de Madrid. Pero lo aue lamentamos es
oue se brava inaugurado con censura. El
Cobierno actual, que tiene el propósito
do. dar libertad a la Prensa, según ha
manifestado reiteradamente, debió hacer
coincidir este acontecimiento con el le-
vantamiento de la censura que los dic-
tadores establecieron hace cerca de sie-
te años.
La- Prensa española, y ñor lo tanto
la madrileña, está.en condiciones de re-
girse siempre por sí misma. El propio
general Primo de Bivera hubo de reco-
nocer en muchas ocasiones que era la
nuestra una de las más honradas del
mundo. Los periodistas que, han logra-
do, construir ese edificio modelo, han pro-
gresado igualmente en el orden técnico v
moral, aunque va no se puede hablar
de que las plumas están regidas ñor los
virreyes de la política. Necesitan, sin
embargo, los periodistas toda la liber-
tan que garantizan en el mundo los de-
rechos del hombre para que su función
dentro de la vida pi'iblica pueda desen-
volverse con la fecundidad propia de la
letra de molde. Además de esto, convie-
ne observar que el lujoso edificio de la
Oran "Vía no significa el último paso en
la obra de los periodistas profesionales.
Es. preciso extender la cooperación hasta
lograr que el periodista tenga todas
las garantías económicas posibles en caso
de enfermedad, de cesantía y de vejez.
Hasta ahora, sólo existe el fondo de so-
corro de la Asociación, que no basta para
llenar las necesidades profesional.es.
REVISADO POR LA CENSURA
¿Quiénes son los socialistas? Pues los
socialistas son unos señores que. navegan
a favor de corriente y a quienes el nau-
fragio de nuestra civilidad les tiene sin
cuidado. Filosofía del estómago. Su doc-
trina nacional está hecha con zumos con-
centrados de egoísmo. Sálveme yo y hún-
dase el Universo. Tal es la respuesta más
corriente, y no hay que decir si equivoca-
da. Equivocadísima. Respuesta de cuan-
tos no se han tomado la molestia de ana-
lizar las razones de la política socialista
en estos últimos años. ¿ Quiénes son los
republicanos? | Bah ! ¿Y quién se ocupa
de ellos y los toma en serio? Los repu-
blicanos son Don Nadie. Incapaces de
una organización de fuste y, además, ati-
borrados de prejuicios burgueses, encari-
ñados no más que con las formas exter-
nas de todo régimen republicano. No hay
forma de fiarse de un republicano. El
viento de cada cuadrante le da un color
distinto. ¿Y los universitarios? Respues-
ta : Debajo de la agitación escolar no hay
nada. Si acaso la afición, tradicional, a
las algaradas. Menos clases y más billa-
res ; menos disciplina y mayor holganza.
Ya iremos viendo encajarse en la vida a
los universitarios de hoy y asumir los sen-
timientos conservadores de sus papas. Se
salvará una ínfima minoría que, a la pos-
tre, después de reñir inútilmente con el
medio, tomarán el camino de las menores
resistencias, como esos héroes barojia-
nos. ¿Sindicalistas? ¿Comunistas? ¿Li-
berales? Ni hablar, ¿para qué? Tal es,
sumariamente, la opinión de muchos
hombres de izquierda que juzgan, con
la mejor buena fe, pero también con la
mayor estupidez, con el mismo naipe di-
nástico del más acendrado monárquico.
Y omitimos, deliberadamente, otras opi-
niones de mayor eficacia monárquica.
Dígasenos si no tenemos más de una ra-
zón para consentir que el pesimismo nos
invada y nos enfríe la pluma^ acostura-
MARCEIINO DOMINGO
A cuyo homenaje nos referimos en la página 24
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NUEVA ESPAÑA
4
EL PRÓXIMO FUTURO
gía de la moral, el próximo imperativo
de una revisión y trasmutación de va-
lores. En la dirección de esa trasmuta-
ción estriba hoy, en el escenario del
Mundo, el problema capital.
* * •
El gran museo de la Historia, repleto
de ideales archivados, apenas sirve a la
nueva concepción del Mundo. La actual
Humanidad, en su representación más
activamente viva, tiene unos nervios ten-
sos incapaces de confinarse en la metafí-
sica y en la religión. Ambas precisan de
un ocio y de una resignación fuera del
ritmo de los tiempos. El actual espíritu
pragmático y práctico sólo entiende de
lo presente: de los problemas del ins-
tante, de la peripecia y de la aventura.
Se soslayan todos los paraísos sentimen-
tales, sólo posibles en un futuro de ultra-
tumba. El hablar de ello hoy suena a
insoportable charlatanismo en todo oído
fino. Sólo interesan hoy aquellos paraísos
posibles en la Tierra. La biología va sus-
tituyendo a la moral circunstancial y
aleatoria. Surge el predominio de la ma-
sa. Ella, hasta ahora, ha sustentado el
peso vivo y el peso muerto de una sabia
organización social cerca ya de la decre-
pitud, término de todo lo que vive. En
este futuro imperio de los más, gobier-
no de multitudes, el héroe y lo que se
llaman hoy «minorías selectas» actuarán
en el anónimo, sin el lastre de la vani-
dad. Sobrevendrá el ocaso de los morta-
les aislados y distinguidos que siguen
practicando el precepto horaciano: el
odio al profano vulgo. Pero el vulgo de
mañana probablemente no será el de hoy.
Habrán desaparecido muchos actuales
opios enervadores. Los humildes de an-
taño no serán aquellos espectros resig-
nados que despreció tan olímpicamente
Goethe. El Júpiter de la poesía a que
aludimos no habrá conservado, como
hasta ahora, limpia la frente altiva. Ha-
brán llegado quizá hasta ella las injurias
de los rebeldes. No serán visibles tal vez:
los gigantes, pero desaparecerán también
los enanos. Y se resolverá la ecuación,
tenida por insoluble. planteada aguda-
mente en un magistral ensayo sobre Mon-
taigne, del Carlyle norteamericano: el
desprecio irreductible entre dos viejas
castas, la que hace y sostiene todo el
mundo materialmente sensible y la que
se refugia en una aristocrática soledad
para comprenderlo. La reducida v or-
gullosa familia platónica y la ávida es-
pecie activa con horror al vacío y un
amor instintivo y frenético a gozar prác-
ticamente la divina fugacidad de los ins-
tantes que viven bajo el sol.
por JACINTO 6RAE
destinado fatalmente a ser también his-
toria en breve tiempo.
Mientras más grande e» el
hombre, más fácilmente lo
alcanzan los dardos de la bur-
la: a los enanos es muy di-
fícil apuntarles.
Heine
* * *
Pero, actualmente, formas que al-
gunos llaman viejas, colectivismo, so-
cialismo, comunismo y el gran pleito en-
tablado entre el capifal y el trabajo, dan
a nuestros días un tono diverso a la rea-
lidad histórica conocida hasta ahora. No
se trata de filiar aquí el conocido origen
de estos ismos, ni de recurrir a las con-
sabidas Grecia y Eoma, clásicas madres
fecundas de casi todas las ideas presen-
tes. Tampoco viene al caso el creciente
predominio industrial, que ha contornea-
do el moderno socialismo en todos sus
grupos y subgrupos, ni para el objeto
de estas líneas importa contar el núme-
ro de años trascurrido desde que Carlos
Marx formuló, en su trasegada obra El
capital,
las bases en que se apoya la
revolución rusa. Lo insólido hasta ahora
es la implantación violenta—sean cuales
fueran las circunstancias—de un régimen
comunista en un país no bien apto para
el intento, por ser mucho más agrícola
que industrial, lo que ha dificultado el
ensayo, y a pesar de ello, la persisten-
cia y afianzamiento de ese régimen con-
tra todas las previsiones de los que se
llaman sensatos y contra la general y
activa enemiga de dos mundos: Europa
y América.
Pero los hechos en síL una vez consu-
mados, pertenecen ya a lo histórico. No
son interesantes por su génesis y su mor-
fología, faltos de perspectiva espacial,
sino por su vitalidad y encaje con las
realidades presentes que se nos alcanzan.
Dos características visibles ofrece el
Occidente europeo. De un lado, vejez.
Eesonancias estrepitosas y déb'les de una
organización social en crisis. Chirridos de
vieja máquina cansada, rebelde a todos
los desgastados lubrificantes de la retó-
rica agotada. Ocaso irremediable de ído-
los vetustos. Algo así como un Mundo
víctima de una arterieesclerosis irreme-
diable. De otro lado, la aurora de un
renacer vital, dispuesto a abandonar el
viejo tinglado de una farsa ya sin pres-
tigio, gastada en miles de representacio-
nes, agotada ya por una tradición dond'e
no caben sorpresas. Nietzsche vio va bien
claro, en el pasado siglo, en su Genealo-
La idea de futuro social es siempre
algo contrario a la precisión. Nada más
contingente que las previsiones, aunque
se apoyen en el buen juicio y se basen
en el mejor cálculo de probabilidades. La
idea, tan traída y llevada en nuestro
tiempo, de enterrar lo pretérito en busca
de originalidades que se acoplen a lo
inquieto de la conciencia moderna, ha
sido una idea tópico, hasta el presente,
sentida en todo el Occidente civili.'ado.
Ya un agudo escritor germano, de prin-
cipios del aborrecido siglo xix, escribía
a un amigo: «Mi frecuente cambio de
opiniones me da idea de la remoción que
existe en el pensamiento actual: lo que
admiramos ayer lo odiamos hoy, y ma-
ñana quizá nos hará sonreír con indife-
rencia.» Lo que no le impidió al mismo
autor escribir en una de sus páginas fa-
mosas : «Muchos grandes hombres han
pasado ya sobre la Tierra, y aquí y allá
percibimos, de tiempo en tiempo, las
huellas luminosas de su paso. En las ho-
ras solemnes se nos aparecen, cual va-
porosos fantasmas fugitivos; pero el
hombre grande ve perfectamente a sus
gloriosos predecesores : le basta una chis-
pa para reconocer su influencia secreta,
y la tradición de una sola de sus palabras
le muestra hasta en sus repliegues pro-
fundos los corazones. Y merced a esta
compenetración sublime viven en la in-
timidad misteriosa los grandes hombres
de todos los tiempos y se saludan a tra-
vés de los siglos sobre las generaciones
que los separan.»
Estas dos ideas, la de librarse de todo
atadero y prejuicio sentimental del ayer,
y la de empalmar en una dirección lu-
minosa en el tiempo las grandes repre-
sentaciones del pensamiento de los ele-
gidas, siguen siendo monótonamente has-
ta ahora, sin cambio notorio, las dos ten-
dencias eternas : el sentimiento de lo his-
tórico y el sentimiento de lo presente,
rebelde a todo pasado, presente fugaz.
era
to. ¿No dicen ellas que la batalla está
perdida antes de darse? Cuando compa:
rezcamos ante el mañana, malograda
toda oportunidad, desalentada la espe-
ranza, tendremos que resignarnos a que
no nos sirvan de nada las disculpas de
hoy... Pero no vaticinemos. Que no se
nos apague, definitivamente, la lucecíta
de la esperanza. Confiemos en que el
deber de la hora nos coloque sobre las
diferencias y los recelos.
Julian ZUGAZAGOITIA
tunista. Teóricamente, estamos propicios
a toda fusión; prácticamente, todas son
imposibles-. Pedimos de afín lo que no
somos capaces de entregarle, y él nos
pide lo que se niega a darnos. Teoría,
mucha teoría. Con ella justificamos nues-
tra buena disposición. Parece como si lo
único que nos preocupase hondamente
es poder oponer de reproche de mañana
estas declaraciones de hoy: —Nosotros
quisimos. Y en este preparar las discul-
pas está la sustancia de nuestro desalien-
brada a temas de pasión y de pequeña
violencia.
Y entre tanto, los problemas esperan,
diferidos para cuando cesen las discusio-
nes bizantinas, una educación plena.
Aguardan a que podamos tomarlos en se-
rio. Encerrados en nuestras convicciones,
prisioneros de ellas, no osamos preterirlas
circunstancialmente para una labor ur-
gente, inaplazable, que nos .devuelva la
dignidad civil. El dogmatismo nos ciega,
cerrando el camino de toda acción opor-
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NUEVA iSPAKA
§
LA UNION MONÁRQUICA
Cooperativa local y nacional de Negocios y Construcciones, S. A.
por J. DE ABENDAÑO
Los ex ministros civiles (¿) de la dic-
tadura han lanzado un llamamiento para
la formación de un partido monárquico
—ni que decir tiene que impunista—,
humorísticamente ealiticado de constitu-
cional y aun creemos que de parlamen-
tario. En el fondo, se dice que éste se
propone ser el partido de la reconstruc-
ción española... Ante empeño tan gro-
tesco, dadas la significación y carencia
de personalidad de los aludidos, debería
ser ocioso el comentario en un país seria-
mente ejercitado en la política. No obs-
tanteL la dictadura creó tal maraña de
intereses bastardos, y de tal modo entre-
gó durante más de un lustro el usufruc-
to de la cosa pública a las gentes más
turbias del país,, que no estará de más
puntualizar un poco en torno al propó-
sito, cuyo simple enunciado supone una
verdadera desfachatez^ posible sólo don-
de, como aquí, un «sirocco» político co-
mo el pasado haya dejado todo confun-
dido y amargo.
En primer término, ¿qué significaban
los secretarios de despacho del dictador,
tan oscurecidos hasta que la voluntad
de éste los levantara de la nada?
Si repasamos la lista de quienes des-
empeñaron aquellas modestas funciones
a la voz de mando del difunto general,
sólo encontramos en ella una personali-
dad y media: el ex gobernador, eufémi-
camente llamado civil, de Barcelona, ge-
neral Martínez Anido, y el ex joven Mau-
rista señor Calvo Sotelo. Excluido éste
moralmente del primer plano, según se
afirma, por una carta que casi «in artícu-
lo mortis» escribió el ex dictador, conde-
nando el nuevo cauce por el que el ex
ministro de Hacienda canaliza sus acti-
vidades—razón por la cual, seguramente,
se alza sobre el pavés al conde'de Gua-
dalhorce—, la figura de Martínez Anido
se amplifica en las sombras como la de
significación más precisa, que imprime
carácler, quieran o no, a los hombres
de paja que forman el resto del equipo.
Socialmente ya sabemos, pues, a qué
atenernos, y un indicio más lo constitu-
ye la eliminación voluntaria del señor
Aunós, cuya presencia, por haber inicia-
do la organización corporativa, es in-
compatible con la del animador de los
Sindicatos Libres.
Pero Martínez Anido es un general y
además su «estilo» se aviene mal con la
actuación arrojada y sujeta a la crítica
que la oposición impone. La ideología
y la «manera» del salvador del orden
necesitan para brillar en todo su esplen-
dor—como el hongo del mantillo—de
cuanto el poder significa en los países
en que la irresponsabilidad es dogma:
cuantiosos fondos secretos, brigadas de
espías, delatores y fuerzas de choque y,
sobre todo, una guardia negra que garan-
tice—-por inauditas represalias y coaccio-
nes—la seguridad del héroe. De aquí- que
en la oposición se esfume del primer pla-
no, acogiéndose a su personalidad mili- -
tar, que le priva de mezclarse. en estas
cuestiones, en que tan devastadoramen-
te actúa en cuanto se le dan mimbres.
Estas eiirninaciones, medio reales, me-
dio voluntarias, sitúan en el primer plano
de la üga de los «proüteurs» de la dicta-
dura al que durante cinco años actuó de
limosnero mayor del reino, deshaciendo
económicamente al país so capa de en-
grandecerlo. Es natural^ al fin y al cabo,
ya que entre los ianguas. Callejo, Ponte
y compañía la personalidad de (iuadal-
noree es tan imponente como la de una
sima junto a las madrigueras de cone-
jos abiertas en sus bordes.
¿Cómo se ha labrado esta personali-
dad y cómo puede sostenerse en lo futu-
ro? A costa únicamente de la ruina eco-'
nómica de España; a costa de una in-
corporación de los negocios a la pplítica
que -suponga una más profunda y defi-
nitiva corrupción de ésta, harto prostitui-
da ya antes de 1923, si bien por causas
generalmente ajenas a los negocios. Hay
que decirio en ñonor de la vieja política
—tan desprestigiada con justicia por otros
conceptos—: como muchas veces en la
historia de los pueblos, al atravesar un
período de decadencia, la cúspide de la
corrupción se había de alcanzar en una
etapa de dictadura, al desaparecer toda
posibilidad de crítica y de agitación ideo-
lógica y pasar al primer plano los ape-
titos—que no las necesidades—de los
núcleos sociales menos aprensivos y de
las colectividades menos educadas ciu-
dadanamente.
Imposibilitada toda dictadura para dar
satisfacciones que no sean de otro orden
que las puramente materiales—y éstas
con su buena comisión y corretaje—, el
arbitrismo megalómano del dictador en-
contró intérprete ideal en su no menos
megalómano secretario de Eornento,
mentalidad extraviada por todas las
monstruosidades que un puro desenvol-
vimiento de la técnica puede incubar en
un temperamento desprovisto de toda
idea de mesura y sentido crítico.
iNo es de extrañar, pues, que, así las
cosas1 no auedara ensueño comarcal o
apetencia personal de medio que no en-
contrara congrua expresión o arrimo en
uno de esos tenoménales planes con que
el conde de Cxuadaiñoree nos deslumhra-
ba cada lunes y cada martes, cuyo coste
se cifraba por centenares y aun por mi-
les de millones de pesetas, como si se
tratara de desnivelar el presupuesto de
ios Estados Unidos.
Pero esto había de tener una contra-
partida : la ruina del país, y, a la postre,
tenía que suscitar la alarma en los mis-
mos sectores financieros que tanto aplau-
dían en principio la danza de ios millo-
nes, aun cuando no fuese más que por
las rivalidades que, inevitablemente, te-
nían que estallar entre los beneficiadores
del revuelto río. Y he aquí explicada
una de las causas esenciales de la caída
de la dictadura, que si no llegó a con-'
sumir la completa ruina de España fué
porque no tuvo tiempo de desenvolver
la totalidad de los planes incubados por
Guadalhorce.
Como era lógico, éstos han alimentado
muchos apetitos e ilusiones individuales
y colectivas, que ahora se trata de agru-
par en torno al equipo ministerial de la
dictadura, con el designio de consolidar
una etapa de injerencia de los negocios
y los intereses más estrictamente ma-
teriales en la política, que supone una
Mahatma Ghandi (a la derecha), acompañado de su lugarteniente Manila! Kothari,
al emprender su peregrinación para preparar la campana de desobediencia civil
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s
NUAVA ISPAÑA
lamentable vasta dirección de ésta. No
hay ambición .insatisfecha o estúpida y
vana pretensión rural que—sobre todo
desde la oposición—no pueda ser acogida
por quienes gobernaron con tal carencia
de sentido de responsabilidad. Las tales
pretensiones de reconstrucción nacional,
planeadas sin noción de las verdaderas
necesidades y posibilidades colectivas,
constituyen la más pésima escuela de
ciudadanía. Esa es la labor que está re-
servada a la ñamante Unión Monárqui-
ca, y contra ella debían alzarse especial-
mente todas las fuerzas económicas del
país, conscientes de su verdadera misión
nacional.
A nuestro entender, el nuevo partido,
impunista y absolutista por esencia, sig-
nifica un peligrosísimo ensayo de despla-
zamiento de las motivaciones espirituales
y morales, que deben preñar de sentido
a la política mediante la instauración de
una simple cooperativa de intereses ma-
teriales, pocas veces justificados y claros
para mayor desdicha. De aquí la nece-
sidad de combatirlo—así como a sus
hombres—implacablemente.
Toda la correspondencia de
NUEVA ESPAÑA, diríjase
al Apartado de Correos 8.046
ENSAYO SOBRE EL CACIQUISMO
i por JUAN DÍAZ DEL MORAL
11
La secular educación en el régimen
de esclavitud había borrado del alma es-
pañola todo interés por la vida pública.
Mas ¿por qué no sucede otro tanto en
ios demás países gobernados por Monar-
cas absolutos ? Tal era el problema plan-
teado en el artículo, anterior.
I)e todas las naciones de Europa, es
la ¿'rancia de Luis XIV la que suele
presentarse como arquetipo de monar-
quías absolutas. ¿ Cómo explicarse,
pues, que haya sido también et vive-
ro
de las libertades públicas? El abso-
lutismo no alcanzó en Erancia perma-
nencia bastante para troquelar el alma
nacional; el absolutismo fué allí una si-
tuación transitoria, un sueño y un re-
poso, anhelados por el pueblo mismo,
sin cuyo cansancio tal vez no hubiera
llegado a dominar. Guerras civiles y
guerras religiosas incesantes llenaron su
vida durante la segunda mitad del si-
glo xvi. Ahora bien; en estas guerras
se discutían siempre problemas de ciu-
dadanía ; la Santa Liga inscribía como
señuelo en su bandera el restablecimien-
to de las libertades medievales, y para
garantizar la de conciencia, el Edicto de
Nantes tuvo que acometer la ordenación
de toda una serie de derechos políticos
(igualdad civil de católicos y reformados,
libre aceso de unos y otros a los cargos
públicos, facultad de celebrar asambleas,
etcétera). En la primera mitad del si-
glo xvii continuaron las luchas religio-
sas (guerra y conquista de La Rochela),
y hasta en la menor edad de Luis XIV
estallaban las revueltas de La Fronda
con un programa, político de limitación
del Poder real. Sólo desde la muerte de
Mazarino hasta la del Monarca (1661-
1715) está regida Francia por el absolu-
tismo. Y ni siquiera en este medio siglo
dejó de latir en el ambiente francés la
emoción de la ciudadanía. Las drago-
nadas
y el Edicto de Revocación susci-
taron vivas protestas; la insurrección de
los campesinos de Cevennes replanteó
el probiema religioso; atrevidos publi-
cistas censuraban sin ambages la admi-
nistración real (carta de Feneión al Rey ;
Pedro Le Pesant, Detail de la France
y Factum de la France;
Vauban, Pro-
jet d'une dime royale),
y cuando se di-
fundió la noticia de la muerte del gran
üéspota, sus vasallos la recibieron con la
alegría del despertar de una pesadilla.
)C el reinado de Luis XV fué el prefa-
cio de la gran Revolución. En él se for-
jaron todos los explosivos que hicieron
saltar en pedazos los poderes de derecho
envino; durante él (mayo de 1750), ensa-
yó el populacho de París algunas de las
gestas que tan brillantemente desarrolló
después; durante él, la extensa y culta
clase burguesa se saturó de los princi-
pios que habían de constituir más tarde
el derecho publico europeo y minó los ci-
mientos de la Realeza con las campañas
de inquietud y de descrédito, precurso-
ras de la gran tragedia. En cuanto a Tn-
glatera( ei absolutismo no llegó nunca a
cuajar. El ensayo del sistema durante
dos o tres lustros costó la cabeza a Car-
los 1, y el saludable efecto intirnidatorio
del hecho sugirió probablemente a Ja-
cobo II la prudente resolución de fugar-
se a Francia, devolviendo tácitamente a
su pueblo la plenitud de su soberanía.
Cien años justos antes de la Revolución
francesa, los ingleses hacían jurar su
Declaración de Derechos a Guillermo de
Orange, Bey -por la voluntad del pueblo
y no por la gracia de Dios,
e iniciaban
en el Mundo un nuevo régimen de go-
bierno: el sistema constitucional. De
esta suerte, Inglaterra y Francia, las dos
maestras del pensamiento político mo-
derno, sacaban a flote el espíritu de ciu-
NOTICIAS LITERARIAS
Alemania
Las revistas y periódicos publican el
mensaje de salutación que la intelectua-
lidad alemana ha dirigido a D. Miguel
de Unamuno, felicitándole por su regre-
so a España. La intelectualidad alemana
fué la única que, cuando se le despojó
vilmente a D. Miguel de su cátedra, le-
vantó una vibrante protesta colectiva, y
la única del mundo que, cuando las Uni-
versidades españolas fueron atropelladas,
protestó virilmente. Manifiestos de gran
valor que en su día no pudieron publicar-
se en España.
Ernste Glaeser, el joven autor de Los
que teníamos doce años,
publicará uno
de estos días su nuevo libro Reconstruc-
ción.
Los cinco teatros del Estado que fun-
cionan en Berlín van a unirse con los
cuatro que dirige Max Reinhardt, para
formar un gran trust teatral.
Ramón Gómez de la Serna ha sido
invitado por la Universidad de Berlín
para dar una conferencia en sus aulas.
Ramón llegará a Berlín a primeros de
mayo, y la conferencia tendrá lugar el
día 7. Hablará del Humorismo español.
Es posible que sostenga otra conferencia
en la Universidad de Hamburgo.
Emil Ludwig, el reportero inconmen-
surable, acaba de agregar a su serie de
grandes biografías la de Lincoln.
IíB Policía atontada de Nueva York persiguiendo a los iitaiiííestantes en una de las
calles contiguas a Unión Square, en donde fué disuelta la manifestación de obre-
ros sin trábalo
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NÜSVA ÉáPANÁ
7
dadanía del tremendo oleaje del absolu-
tismo, que estuvo a punto do anegarlo.
Y como en .Francia y en Inglaterra, el
sentimiento de la libertad perduró incó-
lume en cuantos países shitieron la tre-
jjidación de las guerras religiosas. En to-
dos ellos los problemas de conciencia es-
tallan matizados y aun condicionados
por otros de carácter político y social.
.Felipe 11 y sus vasallos, los flamencos,
ventilaban en sus luchas, tanto las liber-
tades ciudadanas como la de profesión
religiosa; la insurrección de los campe-
sinos en tiempo de Lutero y la que pro-
movieron después los de la Alta Austria
(1595) revestían ya los caracteres de las
luchas sociales; al amparo de la bandera
protestante, como antes bajo la de Juan
Huss, Bohemia se esforzaba por salvar
su personalidad racial. Con la defenes-
tración
de Praga, pretendían los Defen-
sores de la Fe
sacar a flote la existencia
y la libertad del pueblo eslavo, a la par
que la pureza de sus convicciones lute-
ranaSj y, mediante la victoria del Monte
Blanco, Fernando II emprendía resuel-
tamente la gernianización de los tche-
cos, a la par que los catolizaba y los
despojaba de sus tierras. Mientras el ab-
solutismo, cediendo ante el empuje po-
pulart retrocedía en las comarcas agita-
das por la reforma, se instalaba sólida-
mente, permanentemente, en los países
de unidad de fe católica, como Italia y
Esjiaña, y lograba al cabo adormecer el
sentimiento de la libertad y Jos anhelos
de vida ciudadana. Y es el caso que fue-
ron precisamente los reformadores quie-
nes con mayor fervor sostenían la santi-
dad del Poder real, y fueron precisamen-
te los teorizantes católicos quienes de-
fendían los derechos de los pueblos' con-
tra los Reyes. ¿ Cómo explicar la para-
doja'^ Lutero sostiene la autoridad divi-
na de los Príncipes y reprueba como un
pecado grave la resistencia a sus manda-
tos. Jacobo I (verdadero derecho de la
Monarquía' libre) afirma rotundamente
que el Bey recibe su Poder directamente
de Dios. Bodín explica la autoridad so-
berana corno un Poder inalienable, im-
prescriptiblle, hereditario y sin limita-
ción; el Bey está exento de toda obliga-
ción, incluso la de su propia promesa;
la ley es la expresión de su voluntad y,
por tanto, no está sometido a ella. Gro-
cio invoca el salmo 51 como prueba de
la irresponsabilidad de los Eeyes. Y lo
mismo Guillermo Tyndale. En cambio,
la Iglesia católica viene sosteniento des-
de la Edad Media (Bocio, Agustín
Triunfo) que todo poder procede de Dios
y, por tanto, de su vicario en la Tierra,
mientras que la autoridad re.al trae su
origen del pueblo, en virtud de una lex
regia.
Y ya en el momento de la con-
trarreforma, Belarmino y Cartwright de-
fienden el origen divino del Poder papal,
el origen humano de la realeza y la su-
premacía de aquél sobrevesta, como la
del alma sobre el cuerpo. Sólo la adhe-
sión a los mandatos de la Iglesia es ca-
paz de infundir el espíritu de justicia,
sin el cual los reinos de la Tierra son.
magna lalrocinia. Lainez piensa que el
Poder de los Reyes se nutre y se asien-
ta en ha voluntad de log pueblos, los
cuales pueden imponer al Monarca, co-
mo condición de obediencia, la fidelidad
a la doctrina católica. La heterodoxia
del Príncipe lo despoja, ipso facto, de
toda autoridad y faculta a su pueblo
Reunión celebrada en Berlín por los hindúes que habitan en la capital alemana
para zanjar las diferencias que les dividen en partidarios y adversarios de Gandhi
para proceder a su destitución. La con-
traposición de los dos grupos de teorías
pone, de relieve la verdadera finalidad de
ia disputa, en cuyo seno latían propó-
sitos distintos a la tesis que cada una
parece sustentar. La Reforma aspiraba,
en el fondo, a la secularización del Es-
tado mediante la exaltación de la majes-
tad del Príncipe sobre la del Papa, y la
secularización implica la existencia de la
sociedad civil como institución de dere-
cho inmanente, asentada sobre cimien-
tos jurídicos puramente terrenales, in-
dependientes de la profesión religiosa de
sus miembros. La Contrarreforma aspi-
raba en el fondo al imperio universal. Si
t;l 'Estado y la Iglesia son sociedades
perfectas con subditos comunes, según
opina Molina; si la ley positiva debe ser
mero trasunto de la natural; si ésta
tiene su raíz en la Moral y en la Religión,
es evidente que al Pontífice incumbe en
última instancia el control y la decisión
en el régimen jurídico de los pueblos.
Bajo los primeros planos con que se
ofrecen inmediatamente a la conciencia,
las teorías atesoran en sus entrañas con-
clusiones distintas y a veces contradic-
torias de las que, estaban en la intención
de sus autores y que reflexiones ulterio-
res'se encargan de alumbrar. La unidad
de fé católica, como verdad absoluta, no
consiente la coexistencia simultánea de
verdades relativas; la unanimidad de
creencia como ley del Estado conduce
necesariamente a la intolerancia y, por
tanto, al aniquilamiento de los disiden-
tes : cuando son subditos, la Inquisi-
ción ; cuando es el Rey, el tiranicidio.
El principio de unidad, aplicado a la go-
bernación de los pueblos, se traduce por
la concentración del Poder; la sugestión
del ejemplo lleva al Estado la adopción
de la Monarquía absoluta, forma de go-
bierno de la Iglesia; el unum ovile et
unum pastor
es el tipo más perfecto de
la organización política. De esta suerte,
a pesar de los teorizantes de la Contra-
rreforma, en los pueblos unánimemente
católicos, como España, triunfó sin res-
tricciones el principio del derecho divino
y absoluto de los Reyes. Por el contra-
rio, la Reforma, que encarna la oposición
al principio de unidad, representado por
el Papa, lleva latente en su seno la de-
fensa de la individualidad y, por tanto,
de la libertad; los reformadores acaba-
ron por defender los derechos populares,
no obstante la opinión contraria de Lu-
tero y de Calvino. ¿No era la revelación
individual la inspiración en las lecturas
evangélicas, el instrumento de salva-
ción? Los inventores y propagadores de
las doctrinas de las libertades políticas
y de la tolerancia religiosa fueron casi
todos protestantes o vivieron en países
intensamente batidos por las guerras de
religión. (Altusio, Buchanan, Browne,
Brenz, Hotman, Locke, el autor de
Vindiciae contra tyranos, y después sus
continuadores y divulgadores, Montes-
quieu, Voltaire, Rousseau y los enciclo-
pedistas.) La terrible enseñanza de los
hechos y la suave persuasión de las doc-
trinas infundieron en los hombres del
centro y del occidente europeos la con-
vicción de que su verdad, la verdad de
cada uno, tiene un valor puramente re-
lativo dependiente de su propia vitali-
dad y totalmente ajeno a la violencia;
la experiencia secular de la lucha les
había enseñado los peligros de la inhibi-
ción ; el tema religioso, gran comburen-
te de las almas, dos había dotado del
fervor y del entusiasmo con que afron.-
taron entonces y después las contiendas
ciudadanas. De tal modo, cuando sonó
la hora de los pueblos en el reloj de la
Historia, el francés, el inglés, el centro-
europeo, espléndidamente educados, em-
puñaron sin vacilar el timón del Estado
y lo condujeron, como expertos, por los
campos Se la prosperidad y de la gloria.
Y, mientras tanto, el pueblo español,
compuesto de particulares, no de ciuda-
danos, de alma fría para lo colectivo,
carente de toda preparación para la vida
pública, desmoralizado por una servi-
dumbre secular, recorre dando tumbos
las rutas del Mundo, atacado del terri-
ble morbo del caciquismo, cuyos carac-
teres estudiaremos en otro artículo.
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8
NÜÉVA ESPAÑA
LAS BAJEZAS DE LA DICTADURA HÚNGARA
por LEON BLUM (Jefe del partido socialista francés)
Los recientes debates sobre la ratifi-
cación del Plan Young en Francia y en
Alemania nos recuerda que en La Haya
se trató de algo más que de Alemania y
de las otras potencias acreedoras. La
Conferencia ha venido esforzándose en
arreglar a¡l mismo tiempo las dificultades
de toda cTáse que subsistían entre las
potencias centrales y las orientales:
Austria, Hungría, Grecia, Bulgaria, Es-
tados de la Pequeña Entente. Todavía,
el reglamento acordado no es completo
ni definitivo. Pero no estará de más se-
ñalar una de sus cláusulas, bastante
singular.
Hungría, como Estado sucesor de la
antigua monarquía austro-húngara, tie-
ne que responder de una fracción de la
deuda por reparaciones, y, por otra par-
te, dicha nación fué declarada, lo mismo
que Austria, solidaria de la deuda ale-
mana. En 1924, los aliados se pusieron
de acuerdo para beneficiarla con su ré-
gimen de pagos, extremadamente redu-
cidos, al cual habría que añadir, a partir
de 1944, unos «créditos especiales», pro-
vechosos para la «Petit Entente». Pues
bien: en La Haya ha sido estipulado,
de acuerdo con Eumania, Checoeslova-
quia y Yugoeslavia, que de los pagos
húngaros habrá de constituirse un «fon-
do agrario», sobre el cual recaerán pri-
mordialmente las indemnizaciones recla-
madas por los propietarios húngaros
que a ello tengan opción.
Conviene recordar en dos palabras lo
esencial de esta confusa cuestión. Los
grandes, propietarios magyares no po-
seían solamente dominios sobre los te-
rritorios de la Hungría actual, sino tam-
bién en las antiguas provincias húnga-
ras, que hoy son tierra rumana, checo-
eslovaca y yugoeslava.
A consecuencia de ello han sufrido los
efectos de las reformas agrarias aplica-
das en Eumania lo mismo que los demás
propietarios rumanos. Ahora, en virtud
de aquella cláusula del Tratado de Tria-
non, indemnizaciones considerables. Si
la jurisdicción arbitral les diese la ra-
zón, las cantidades que tendrían qu®
recibir saldrían preferentemente del fon-
do agrario, nutrido por su parte con las
anualidades húngaras. Es decir, que los
desembolsos de Hungría a título de re-
paraciones caerían, en reali'dad, en el
bolsillo de algunas docenas de magnates
húngaros.
¿No es admirable la combinación? El
pueblo húngaro entero abonará, hasta
1966, contribuciones aparentemente des-
tinadas al pago de las reparaciones de
guerra debidas a los aliados. Estas con-
tribuciones serán extraídas de los im-
puestos, cuya carga recaerá sobre la to-
talidad de los ciudadanos húngaros. Lue-
go irán a formar parte del fondo agrario.
Y de aquí se destinarán, ¿a qué? A pro-
veer, a «engordar» a un centenar de
grandes propietarios.
Entre estos grandes propietarios, ¿sa-
ben ustedes a quién va a corresponder
la mayor parte? Sencillamente, al conde
Bethlen en persona. Al' conde Bethlen,
primer ministro y dictador de Hungría;
al conde Bethlen, el de los billetes fal-
sos ; al conde Bethlen, el de las ametra-
lladoras de San Gotardo. Porque el con-
de Bethlen poseía antes de la guerra
inmensos dominios en TransilvaniaL que
ahora es una provincia rumana. Y figura
el conde en la primera fila de los optan-
tes que, después de un corto pasaje por
el fondo agrario, se repartirán las anua-
lidades húngaras de las reparaciones.
He aquí lo que se ha decidido en La
Haya. Verdad es que el representante
húngaro en La Haya no era otro que el
conde Bethlen.
¿ Qué pensar de un hombre que pro-
visto de un poder absoluto abusa de él
para despojar a su país en provecho de
algunos hombres de su casta y, sobre
todo, en provecho suyo? ¿Puede imagi-
narse un abuso de confianza más escan-
daloso, más indignante ? Nosotros ya sa-
bíamos perfectamente la brutalidad des-
pótica del conde Bethlen, su crueldad,
su doblez; sin escrúpulo. Pero este acto
suyo colma toda medida. Lo acaecido
en La Haya se ha disimulado hasta
ahora, cuidadosamente, al pueblo hún-
garo; tarea fácil en un país en el que
la Prensa está asalariada; la tribuna,
muda; en el que todo signo de oposición
puede costar la libertad y la vida. Pero
la verdad acabará esclareciéndose, a pe-
sar de todos los obstáculos.
Estatua de un minero, obra del escultor Fritz Koelle, que ha sido colocada a la
entrada del Museo Nacional de Berlin
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NUEVA ESPAÑA
a
Romanticismo y naturalismo £aat£deparis
por J. G. GORKIN
éstos siguen a cierta distancia a los gran-
des acontecimientos históricos que les
sirven de inspiración. Un régimen tran-
sitorio no puede inspirar más que una
literatura y un arte inciertos, transito-
rios también; un régimen asentado sobre
bases sólidas inspira, por el contrario,
un arte y una literatura robustos y lle-
nos de la savia del nuevo orden. La bur-
guesía venció en toda la línea a la aris-
tocracia, con ayuda del pueblo ; el roman-
ticismo, impregnado ai comienzo de im-
pulsos populares, venció en toda la li-
nea al clasicismo aristocrático, a pesar
de su defensa desesperada.
El romanticismo llegó, es verdad, a
estar en desacuerdo con la clase de la
cual había, nacido y a la cual tenía la
misión de servir. Después de exaltar el
triunfo de la cíase burguesa sobre la
base aristocrática y de glorificar a Na-
poleón—Víctor Hugo conservó hasta la
muerte el culto al Emperador—., el ro-
manticismo chocó con los apetitos des-
caradamente materialistas de la burgue-
sía. Esta, que .corno todo Poder quiere
el sometimiento-absoluto del pensamien-
to y su adaptación gregaria, no compren-
día la persistencia de la exaltación lírica
de los románticos. Y éstos huían de su
medio social, renegaban de la burguesía
egoísta^ de su clase y se refugiaban en
sí mismos o en las épocas pasadas. Jor-
ge Sand se introduce en la «búsqueda
de la verdad ideal». Gautier proclama la
famosa teoría del arte por el arte. Este
desacuerdo con su clase y este refugio en
la falsa teoría que acabamos de apun-
tar, prueban a lo más que el romanticis-
mo había cumplido su misión histórica
y que, para subsistir, tenía que huir de
la realidad y alimentarse tan sólo de
ideal, de abstracción.
La nueva clase necesitaba un intérpre-
te digno de ella: éste fué Balzac, el
padre de la novela moderna. Lejos de
huir de la sociedad y de. la época, como
hacían los románticos, Balzac las descri-
be magistralmente en su Comedia huma-
na.
En sus noventa novelas encontramos
a todos los tipos de la burguesía en ple-
no desarrollo, en plena formación como
clase, especulando con las victorias y con
las derrotas napoleónicas. En cambio, se
encuentra apenas al elemento obrero...
Francia, la Francia burguesa de la Bes-
tauración y de la Monarquía de julio, no
ha tenido historiador más precioso que
Balzac, ese gigante de la novela.
Pero lleguemos al naturalismo... Se
celebra ahora su cincuentenario—el cin-
cuentenario del naturalismo como escue-
la/—; pero la ruta de este movimiento
arranca de mucho antes. Flaubert da
Madama Bovary, esa obra maestra de
la literatura, en 1857; los Goncourt pu-
blican Germinie Lacerteux en 1865. Es-
tas dos novelas, con Educación sentimen-
tal, Bouvard y Beconchet,
etc., constitu-
yen los primeros jalones del naturalismo.
Flaubert sentía un profundo desprecio
hacia el medio social en que vivía y un
gran odio hacia su clase. «Le llamo bur-_
guós a todo ser capaz de pensar baja-
mente», decía. Y en sus novelas, espe-
cialmente en la última citada, pone al
■desnudo los egoísmos, las bajezas, la
mediocridad, la estupidez de su clase. (El
Después del centenario del romanticis-
mo, ei cincuentenario del naturalismo.
Se ha gastado mucha tinta para la con-
memoración del estreno—en 1830—de
Hernani; se gasta mucha menos para
la conmemoración de Les soirées de Me-
dan,
publicados en 1880. ¿Quiere ello
decir que el romanticismo ejerce mayo-
res influencias sobre las actuales gene-
raciones literarias que el naturalismo?
En manera alguna. Y si alguien, en su
admiración hacia Hugo, Gautier, Nerval,
Saint-Beuve—y en la pintura hacia JJe-
lacroix—y en su aversión persistente ha-
cia Zola y los Goncourt—y hacia el gran
pintor realista Combet—afirmara lo con-
trario, provocaría no pocas risas.
Una brillante conmemoración es mu-
chas veces un segundo entierro. No se
vea en estas palabras el menor asomo de
crueldad. Casi todos hemos leído con
devoción y exaltación, en esa edad fron-
teriza entre la niñez y la adolescencia,
al gran pontífice del romanticismo: a
Víctor Hugo. A más de uno, de instinto
rebelde, habrá arrojado en el umbral de
la Eevolución. Yo he conocido incluso a
no pocos revolucionarios que, tras diez
o doce años de luchas, de fracasos, de
decepciones—en estos tiempos, en que la
democracia se niega a sí misma, en que
el fascismo pugnar por convertir al si-
glo xx en un siglo social propio de la
.Edad Media, en que el comunismo devo-
ra a sus mejores y más leales militan-
tes—, buscan en Víctor Hugo un refu-
gio y en el romanticismo una especie de
antídoto contra el escepticismo. Pero to-
do esto, y el que sigamos admirando co-
mo obras maestras del' arte literario y
pictórico Los miserables y La libertad en
las barricadas,
no puede impedirnos pro-
clamar la muerte del romanticismo ante
el empuje del realismo y del naturalis-
mo. Hernani está muy lejos de nosotros
—cien años efectivos—?, miramos a sus
personajes y oímos sus tiradas con una
sonrisa irónica; en cambio, ¡ cuan cerca
están aún de nosotros Los cuervas, esa
obra maestra de Bócquer y del teatro na-
turalista I
Nos explicamos perfectamente ¡jue la
burguesía gaste tanto en incienso para
conmemorar el romanticismo y que gas-
te muy poco, casi nada, para el natura-
lismo. El romanticismo francos represen-
tó la Eevolución en el dominio literario.
Su lucha violenta contra la tragedia clá-
sica y en favor de la Libertad y de la
Verdad, equivalió literariamente a la lu-
cha de la burguesía, económica y políti-
camente, contra los restos de la aristo-
cracia, cuyo esplendor declina con la
muerte de Luis XIV hasta seguir a la
guillotina a Luis XVI. La Eevolución
francesa es el triunfo de la burguesía
naciente y del pueblo—del tercer Esta-
do—contra la aristocracia y la realeza.
Napoleón es el triunfo de "la burguesía
sobre el bajo pueblo y la entronización,
de la primera como clase social. Las tro-
pas napoleónicas combaten en el Mundo
entero por los intereses y en nombre de
los ideales de la nueva clase en el Po-
der, que encuentra su orden jurídico en
el Código de Napoleón. Pero esta clase
necesitaba también su revolución en la
literatura y en el arte. Sabido es que;
drama de Flaubert se asemeja mucho al
de no pocos escritores de la nueva gene-
ración; aquél, en su odio hacia su clase,
se refugió en su torre de marfil; éstos
inventan regiones fronterizas entre las
clases.)
Pero el jefe indiscutible do la nueva
escuela es Emilio Zola. Su gran ciclo
Los Rongon-Macquart nos dan la histo-
ria viva de la Francia de la segunda mi-
tad del siglo xix. La obra de Zola, como
anteriormente la de Balzac, no es sólo
obra de novelista, sino de historiador.
Paul-Lonis, el conocido historiador del
movimiento obrero francés, publicó hace
años un librito sobre los tipos sociales de
Balzac y Zola. ¡ Qué muchedumbre hu-
mana, perteneciente a sus respectivas
épocas' y a las diferentes clases sociales,
moviéndose en todos los engranajes de
la sociedad capitalista! ¡ Y qué gran pa-
so da esta misma sociedad de uno a oti >
autor en el camino de su desarrollo eco-
nómico y político, del progreso social!
Industriales, financieros, comerciantes,
políticos, militares, eclesiásticos, peque-
ños burgueses, obreros, campesinos, ar-
tistas: todos desfilan ante nuestros ojos
dejándonos una sensación de vida, impo-
niéndose a nosotros como personajes de
carne y hueso. Y, paralelamente, asisti-
mos a diversas combinaciones financie-
ras, en uña sociedad en que el dinero
es rey; a intrigas políticas, cuyos hilos
invisibles tienen en sus manos los hom-
bres de negocios; a guerras entre Esta-
dos, declaradas por bastardos intereses
capitalistas; a escenas de cruda miseria
en los medios obreros; a odios y rivali-
dades de familia por la posesión de la
tierra; a la prostitución del arte y del
artista, del intelectual...
Alguien ha dicho, creo que Sombart,
que «si se quiere estudiar la economía
de la sociedad capitalista es menester
leer las novelas de Zola». La economía
de la sociedad capitalista de su tiempo,
naturalmente. La sociedad actual, con
sus colosales trusts y cartels inter-
nacionales ; sus grandes jugadas de Bol-
sa, capaces de enriquecer fabulosamente
a unos cuantos en detrimento de miles
y miles de pequeños rentistas, o a un
país en detrimento de otro; con el in-
menso desarrollo de los mercados colo-
niales y la esclavitud económica de mi-
llones y millones de seres humanos; con
la racionalización industrial y el gigan-
tesco desarrollo del maqumismo, no ha
encontrado todavía su Zola. Pero son
muchos los escritores que, en casi todos
los países, han seguido y siguen aún las
huellas del gran escritor francés. El «po-
pulismo» que preconizan los escritores
franceses Thórive y Lemonnier, ¿ no es
después de todo un disfraz del natura-
lismo ?
El romanticismo, como movimiento li-
terario, ha muerto y la burguesía incien-
sa su cadáver. Pero no inciensa lo mis-
mo al naturalismo, que ha sabido poner
al desnudo sus egoísmos, sus lacras, si-
no que sigue insultándolo tímidamente,
después de haberlo cubierto de impro-
perios violentos. Es esta la mejor prueba
de que vive en las corrientes literarias
avanzadas de nuestro tiempo.
París, abril de 19§Q.
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ESPAÑA
NUEVA
10
SBPW&Jl&ä
años seguidos. Y seguirán tomándoselo. ¡ Qué hacha | ¡ Qué ventisquero! ¡ Qué sin
No es eí conde de las codornices. Es versión de lo ordenado en el decreto
una codorniz.
                                                   de diciembre de 192B!
El joven escritor birlibirloquista señor
Bergamín (D. José) se halla estos días
muy atareado haciendo los Ejercicios es-
pirituales de San Ignacio.
Eeza, ayuna, confiesa y comulga. No
nos choca. El Sr. Bergamín es un lite-
rato puro. Y para un literato puro el
fondo es lo de menos; pero la forma es
sagrada.
^
SS
Nuestro querido camarada E. N. nos
envía la siguiente nota, de cuya auten-
ticidad no nos hacemos responsables :
«En vista del entusiasmo que reina
por el acto de afirmación monárquica y
del deseo expresado por algunas señoras
de oír de cerca la elocuente palabra del
Sr. Goieoechea, la Comisión organizado-
ra ha acordado no efectuar dicho acto
en la Plaza de Toros y en la fecha que
se señaló, sino celebrarlo el día 20 de
abril y en el teatro Lara.»
¿Y García Prieto? Otro Lázaro que
ha resucitado tan monárquico como
en 1923.
Todavía no han pasado sobre su cadá-
ver.
■■
El rigor judicial de algunos directo-
ristas de toga y birrete es una de las
cosas que máe perjuicios han causado a
numerosas personas.
Actualmente se hallan sujetos a pro-
ceso y comparecerán en el banquillo tres
dignos estudiantes, los Sres. Troyano,
Inevarti y Ruiz-Castillo, víctimas de
grotescas acusaciones. Su culpabilidad
entrañó un acto político y deriva tan sólo
en un acto políticamente subversivo.
¿Por qué no les alcanza la amnistía?
¿Es que el delito que realizaron estos
tres jóvenes es más grave que el de re-
belión y sedición militar que cometieron
elevados personajes, hoy tranquilos bajo
los beneficios de la amnistía?
Se dice que quieren presentar candi-
dato reformista por Gijón a un banquero
hispanoamericano que dice «haiga» y
que anda en busca de un título.
Le ajustaremos las cuentas con toda
oportunidad.
SS                                                                           El gran Ramirotas Matezupangalos,
como ya le llamábamos en aquella Es-
Calvo Sotelo pretende salir diputado pmU de ifelioe rec0rdaéión, viene más
por el distrito de Noya.
                                 curoide que se fué.
Suponemos que quedarán en ese dis- En Buenos Aires dicen que era atroz,
trito bastantes personas honorables para ge embriagaba de incienso, se comía los
impedirlo.
                                                          santos, se tragaba la Biblia...
Aquí hará lo mismo. Y, además, escri-
58
                                                                       birá artículos.
ss
«Miss Valencia» quiere reivindicarse.
Por nosotros, que la hagan caballero
calatravo o que la coloquen una llave a
la espalda.
Hay que ser benévolos con las seño-
ras.
SS
El Sr. Salinas ha dicho, en una con-
ferencia para señoritas, que el mejor
poeta será el que más vago sea, es decir,
el que no sirva para nada.
Y, como ejemplo, dio el nombre de
Rafael Alberti.
No estamos conformes. Alberti es de
los que merecen la medalla del Trabajo.
Cambó va y viene de París a Madrid
y de Madrid a París en calidad de co-
rreo de gabinete. De un gabinete, ¡ay!,
que no es el gabinete con que él so-
ñaba.
En París trata de convencer a Alba.
Le suplica, se postra a sus pies, le tras-
mite las promesas rendidas de «determi-
nados elementos» y le ofrece la vicepre-
sidencia de la Chade.
Cambó no pierde la esperanza de di-
rigir un gran partido de derechas, y pa-
ra ello necesita la colaboi*ació'n de la
Esfinge del Hotel Claridge, que dirigi-
ría un gran partido de izquierdas. Todo
ello dentro de la Monarquía y del unv
tario y tradicional reino.de España.
El gran empresario catalán no pier-
da ripio. Hombre hasta cierto punto ro-
mántico, todavía mantiene vivo el ideal
Si
La Nación, el noticiero huérfano de
lodos los días, menos los lunes, afirma
que el manifiesto de la Liga antimonár-
quica está escrito en un lenguaje oscuro
e indescifrable.
Y para demostrarlo reproduce el si-
guiente párrafo:
«A todos aquellos que sientan la emo-
ción del momento y la responsabilidad
que supone tomar en sus brazos la futu-
ra Espafta para elevarla al nivel que los
tiempos actuales exigen...»
A nuestro parecer, la cosa es bien cla-
ra. ¿Cómo es que no lo entiende La
Nación
?
¡ Ni que fuera un acróstico !•
El partido de «los Lázaros» le llaman
al de los supervivientes de la dictadura.
Mejor sería llamarlo el de «las Mag-
dalenas».
Antes de conocer a Jesús.
:s
Como está de moda ser republicano,
Romanones ha dicho que él también es
s
U
s
C
R
1 B A S E
A
■ i
NUEVA
ESPAÑA"
LEA USTED
"NUEVA ESPAÑA"
El divino Calvo—que ya no lo es el
Gallo,
sino el ex ministro de los para-
fernales—preside el Consejo de Admi-
nistración del Banco Central, a pesar del
decreto de 24 de diciembre de 1928, que
establece la incompatibilidad de los mi-
nistros con los altos cargos de las so-
ciedades financieras durante el período
de su mandato y cinco años después.
Pero el divino Calvo no hace caso. Es
insaciable. Y además no es tan calvo,
como parece, porque tiene im tupé...
partidario de una República... coronada.
Es un viejo histrión, una especie de
Pére?; Zúñiga de la política.
Pero ya no tiene ni gracia.
Los papanatas nacionales no cesan de
repetir: «¡Pero qué pillo es este Ro-
manones ! ¡ Entiende el tinglado como
nadie 1»
Y le han estado tomando el pelo siete
irrealizable de una concentración de de-
rechas bajo su mando.
¡ Pobrecillo ! Ni los fracasos le despier-
tan ni el ridículo le arredra.
Con tal de no perder del todo sus ilu-
siones, no vacila en convertirse en el
correveidile de los viejos y ladinos polí-
ticos de Castilla. (Es el Estelrich de la
Monarquía.)
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Teatro Espaftol
¡El autor! ¡El autor!
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12
NUEVA ESPAÑA
número, el proletariado^ afirmó la con-
veniencia de la unión para trasformar
la vieja economía. Quienes amamos a
la libertad sobre todas las cosas, debe-
mos aceptar ese símbolo de las manos
estrechadas que los carteles de la Pri-
mera Internacional llevó a todos los con-
fines. Ya sabemos cómo el mundo bur-
gués achaca calidad de tópico a estas
afirmaciones del proletariado. Tópicos
más frecuentes e inaceptables circulan
a diario en la Prensa capitalista, en los
libros de los escritores burgueses y en la
dirección de una podrida economía. Los
tópicos del proletariado—«La unión hace
la fuerza»,, «Trabajadores del Mundo,
unios»—deben repetirse con fervorosa
constancia hasta que se claven en el
cerebro de todos los productores.
Aceptémoslos nosotros ahora para po-
nerlos al servicio de la libertad. Sería-
mos reos de lesa Humanidad, los jóve-
nes de España, si la voluntad de ser li-
bres y el amor a la justicia nos faltan
en un momento decisivo.
Cada uno de nosotros tiene su puesto
en el sindicato de productores de su
especialidad. Acaso con preferencia a
ningún otro anhelo, el proletario debe
incorporarse al núcleo actuante de sus
camaradas de profesión. No podemos
permanecer impasibles ante la lucha de
clases. La soledad nos hiere mortalmen-
te. Un productor aislado es un cero con
signo negativo en la suma social. Un
vasallo de todas las arbitrariedades y de
todos los despotismos.
CÉLULAS AL SERVICIO
DE LA JUSTICIA
por MAXIMIANO G. VENERO
Es deseable que todos los jóvenes ami-
gos de la justicia lean un libro conmo-
vedor de dos ex educandos de una es-
cuela soviética _ de mozos anormales y
predelincuentes. Me refiero al libro de
Belyk y Panteleev La República de' los
Vagabundos.
Es una voz de aliento que
parte de lo más humilde e indeseable
de la organización social. Equivale al
suspiro de los parias por la justicia. La
escuela soviética los ha recogido—aula
y sanatorio—cuando ellos sentían sola-
mente una rebeldía indecisa, una rebeldía
de ladrones infantiles, que habría de ma-
durar, por futuras influencias corrosivas,
en una anormalidad de bandidaje. Los
adolescentes se reeducan y proscriben
su rebeldía indecisa. La transforman en
una actividad social puramente marxis-
ta. Aspiran a expropiar, en beneficio de
la Humanidad. Ya no son individuos que
escalan una casa para saquear los mue-
bles. Son las células de una clase, del
mundo productor, que se preparan para
el abordaje a las viejas economías, a las
antiguas organizaciones sociales. Se con-
vierten, pues, en miembros de los «Kon-
somolzen».
_ Los alumnos de la Escuela Dostoiews-
ki han variado, acaso principalmente
por la acción eficaz del ejemplo. Eusia
tiene que hacer grandes reducciones en
el presupuesto de las Kepúblicas soviéti-
cas y no puede darles alimentos exce-
lentes y someterles a una cura científi-
ca amplia. Pero el ejemplo y la abnega-
ción de los camaradas profesores, son el
sanatorio auténtico y hermoso de los mu-
chachos recogidos de la calle.
Uno, dos, tres, constituyen la primera
célula al servicio de la justicia. La célu-
la va modificando los tejidos espiritua-
les de los camaradas, penetrando en lo
hondo de los cerebros y de los corazo-
nes. La célula es un cáncer que destru-
ye únicamente lo impuro. Lágrimas de
alegría se amontonan en lps ojos del lec-
tor. Yo he sentido una angustia inefable
mientras pasaba las páginas de este li-
bro. Me parecía tener en mis manos un
pedazo de carne pueril, que se iba tras-
formando en un hombre puro, hermoso
y noble.
* *
Yo sé que escribo ahora para un field
donde sólo hay convencidos de la jus-
ticia. No es fácil que los hechos con-
tradigan nuestro optimismo. La juventud
de la España que nace enfila su mente
y su voluntad a los ideales justicieros.
No es necesario mencionar, ni siquiera
esquemáticamente, ;qué ideario inspira
estas inquietudes. Para un hombre de
este año 30, que ha de ser tan fecundo,
el ideal primario es conseguir la liber-
tad : libertad de pensamiento y de ac-
ción. Y después, poner esa libertad al
* *
servicio de la justicia. Será menester
que trascurra un debate, todo lo amplio
y enérgico que sea necesario, para im-
plantar el dominio absoluto de la equi-
dad.
Pero, en disgregación, los esfuerzos
resultan estériles. Hace muchos años que
la clase social más rica de energías y de
Políticamente, un joven es una célu-
la que necesita la agregación a células
afines. Nadie transita por la vida sin ha-
Uar'coincidencias de pensamiento. Los jó-
venes de esta España, que todos vamos
formando a costa de nuestro dolor, tie-
nen, por fortuna, múltiples coincidencias.
No es difícil hallar, cada uno la docena, o
las dos docenas o las tres docenas de
células afines. Ocurrido el hallazgo, debe
sobrevenir, inmediatamente, la forma-
ción del grupo al servicio de la libertad
y de la justicia. Lo urgente es abrir
debate y cauce para la acción.
El sumarse a las organizaciones na-
cionales es obra posterior. Una célula
cualquiera, puesta al servicio de la justi-
cia, encontrará solidaridad en sus afines
del resto de España. Amplia solidaridad,
más amplia, si cabe, que la ejercitada
durante la dictadura con quienes eran
perseguidos y acorralados.
En resumen, esta exhortación va di-
rigida a los jóvenes que habitan en áreas
rurales. La juventud de las urbes halla
menos dificultades para su actuación ci-
vil. Pero las opresiones clericales y bur-
guesas en las poblaciones rurales que
no tienen gran población proletaria, co-
accionan el impulso civil de los jóvenes.
Para animar a éstos hemos querido co-
menzar nuestras líneas consignando la
obra heroica de los educandos de una
escuela soviética que tenían necesidad
de luchar contra los agentes exteriores
y,, acaso más principalmente, contra sí
mismos. Y, empero, la contienda les ha
sido favorable. Tan favorable como lo
será para los jóvenes de nuestra España,
que sienten la inquietud más viva del
siglo.
tas autoridades francesas haciendo indagaciones en el lagar en que reciente,
mente dos obreros esquiroles han sido secuestrados por varios huelguistas, que
les condujeron al Centro de los [Sindicatos para amedrentarlos y maltratarlos
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NUEVA ESPAÑA
13
bres artificioso adaptable a las circuns-
tancias. El socialismo se olvidó de su
procedencia y de su fuerza, de a lo que
le obligan lo uno y lo otro, y chalaneó
y se tuteó, campechanamente, con el
populista y el centrista. El socialismo, y
en ello están sus características más efi-
caces, es un sistema político integral y
exclusivista; por ello, es el único siste-
ma político que embarga la personalidad
completa del hombre en sus diversos as-
pectos : económico, social, ideal extra,
mientras los demás sistemas políticos
sólo se refieren a uno u otro de esos
aspectos. Así, al perder su esencia carac-
terística, el socialismo se confundió en
Alemania con los partidos más hetero-
géneos y perdió la fuerza original con
que le asistía directamente el pueblo,
hasta verse convertido en un partido de
turno, oportunista.
La dimisión de poderes que acaba de
hacer no es sino un intento de una vuel-
ta en seco hacia las fuentes populares
de que se había perdido. Pero ni siquie-
ra lo ha sabido hacer con gallardía que
fuera grata a la multitud, sino entregan-
do, con manejos inhábiles, el Poder en
manos de los católicos, abandonado a
cualquier furor dictatorial. Si hoy ¡no
pesa una dictadura sobre Alemania, no
es al partido socialista, precisamente, a
quien hay que agradecérselo. Alemania
no puede ser sometida a una dictadura,
porque es un pueblo orgánico y vivo, pen-
diente del trabajo; el dfa que se inten-
tara una dictadura, los Sindicatos obre-
ros la habrían aniquilado con la sola or-
den de veinticuatro horas de huelga ge-
neral, y esta orden está tan segura en
la mano de los sindicatos como la llave
de las cajas de caudales en las de los
burgueses; pero los socialistas no han
hecho nada eficaz- para evitarla.
• En las próximas, muy próximas, elec-
ciones, el socialismo sufrirá el revés pro-
pio de sus impericias. ¿ Quién recogerá
la herencia del socialismo en las urnas?
Intrincada pregunta. El comunismo ale-
mán, no obstante su actividad, su fuerte
organización y su audacia, carece de
condiciones—y de personalidades—para
producir en su favor un movimiento ge-
neral del pueblo. Ninguno de los otros
partidos burgueses o nacionalistas, no
sólo no pueden ni lejanamente recibir
la deserción del socialismo, sino que la
mayor parte de ellos se encontrarán con
que les sobra el nombre, que es casi lo
único que ahora tienen, ya que son par-
tidos artificiosos nacidos al amparo de
circunstancias excepcionales. La descom-
posición de la política alemana es una
descomposición de partidos, es decir, una
falta de relación de los partidos con el
pueblo y con sus necesidades reales. La
división, subdivisión y multidivision del
nacionalismo y la división del trabajador
entre el comunismo y el socialismo, han
desequilibrado y desconcertado la políti-
ca alemana, sobre todo la han desconcer-
tado de sus fuentes propulsoras, y a la
hora de hoy ningún partido sabe lo que
representa ni lo que es.
De las nuevas elecciones, a las que
se va inminente y fatalmente, podrá co-
menzar a salir el perfil de Alemania, si
no, Alemania buscará otro camino para
señalarse la verdadera Alemania, la que
está naciendo bajo esta desorientación.
Berlín, abril.
.■■■■■                               . . '. i:--- : y ,. ':':■'■: ■
'"■:■■;■■::■■ \ ■;
Tres de las gigantescas caricaturas que han sido exhibidas en nn mitin cele-
brado en Nueva York como réplica a las reuniones celebradas en diversas
iglesias de la ciudad para protestar contra la persecución religiosa en Rusia.
Las figuras representan, de izquierda a derecha, a Rasputfn, al Zar fenecido y
al Jefe de Policía de Nueva York
El sentido popular de la crisis
CARTA DE BERLIN
por F. FERNANDEZ ARMESTO
La política concreta, los acontecimien-
tos de gobierno, ponen hoy sus exigen-
cias sobre esta carta. Al fin, uno no se
puede evadir a las grandes titulares de
los periódicos ni a la seducción de ese
público indefinido que llenó todos estos
días las tribunas del Reichstag y se ex-
tendía por la plaza de la República a
ver la cara que los políticos le hacían
a los sucesos. La crisis gubernamental
que acaba de ocurrir no ha sido sino
una parada política, que le tiene sin cui-
dado al pueblo, al verdadero pueblo, el
cual está con las manos y el pensamien-
to empleado en labores menos ficticias.
Alguien le ha llamado la crisis de los
desocupados.
Quisiera comentar aquí otros fenóme-
nos alemanes más auténticos, y en los
que hay un relieve más claro de la vida.
Por ejemplo, esa liuelga de escolares
comunistas en Nen Koeln, el importante
barrio obrero de Berlín, que ha produci-
do ya el cierre de cuatro grandes escue-
las y que es una gran señal de que la
ciudadanía no tiene edad. [Atroz ejem-
plo el de estos muchachos, que todavía
no han llegado a los dieciséis años!
¡ Atroz reflejo el que deben producir en
pueblos como España ! Basta con imagi-
narse a estos muchachos, firmes en sus
filas, marchando por las calles de Berlín
contra el frente armado de la Policía,
para comprender la pusilánime villanía
de pueblos enteros. Quisiera hablar, si
no, del número que la Literarische Welt
dedica a una aguda encuesta, titulada:
«¿Cómo se desea Alemania?», o del cla-
moroso eco que ha logrado desde la
Stresemann Strase el teatro de Me-
yerhold . Pero también hablando de
política gubernamental, aunque sea de
política entre católicos, populistas, de-
mócratas y social-demócratas, se puede
llegar a ver al pueblo, porque cuando
nos encontramos con la ausencia de pue-
blo nos habremos encontrado con él, ya
que él sí que es lo que nunca puede fal-
tar ; el pueblo es lo inmanente, lo in-
sobornable y lo eterno. Y aquellos que
creen haberlo burlado, no están sino
burlándose a sí mismos.
Esto es lo que le pasó al socialismo
alemán, a la «social-democracia», como
él se llama; creyó poderse escamotear
de la fuerza de gravedad del pueblo y
burlarle desde las barreras de la gober-
nación. Creyó que Marx, Engels, Bebel,
Kautsky, Liebknecht, Rosa Luxemburg
y Lenin, con toda su fuerte pasión pro-
yectada sobre el proletariado universal,
no eran sino un conglomerado de nom-
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14
NU
DEL VIEJO AL NUEVO NATURALISMO
(TROZOS DE UN DISCURSO EN LA "ACÁ*
DEMIA DE PRUSIA" SOBRE ARNO HOLZ)
por ALFRED DOEBLIN
consecución depende de las condiciones
de reproducción y de la técnica.» Yo lo
expreso sencillamente así: Holz quiere
crear una existencia proletaria como de-
nominador de la vida; ésta existencia
proletaria es la Naturaleza ; «condiciones
de reproducción» son el actual teatro, los
medios instrumentales y la palabra. Si
pretendemos encerrar en un contenido
formal su concepto de las relaciones en-
Creo que es esta la primera
vez que la palabra de Alfred
Doeblin aparece en español.
No quiero disimular el orgu-
llo que siento al presentar en
España
tan explotada por la
importación de todo snobis-
mo intrascendente
un va-
lor auténtico, uno de los más
fuertes valores del mundo de
hoy. Alfredo Doeblin, cin-
cuenta y un hños, médico
psiquiatra, con ejercicio en
Berlin, es el más grande es-
critor de Alemania. Su últi-
ma novela,
Berlín, Alexan-
der Platz, ha sido considera-
da por los veintiocho de los
más famosos escritores ale-
manes el mejor libro apareci-
do en el Mundo el año
1929
{novela que yo encomiendo a
la vigilancia de Giménez Si-
les). Es-te su artículo es un
gran discurso pronunciado en
una sesión que dedicó la Aco-
mia de Prusia a Arno Holz,
y es doblemente interesante
porque coinciden en él la ex-
presión del recio pensamiento
de Doeblin, definiéndose a si'
mismo, y la información so-
bre uno de los fenómenos
más notables y fecundos del
nuevo pensamiento alemán.
La difícil personalidad de
Doeblin no es posible tratar-
la en una nota; por eso estas
palabras no pretenden seí-
smo un aviso al lector. En
un pfóximo libro sobre la
nueva literatura alemana in-
tento una valoración justa de
Alfred Doeblin.—Y.
F. A.
do, decía Holz, una realización inmensa,
y no podrá ponérsele delante la labor de
ningún artista por grande que sea. Yo no
tengo la intención de examinar ahora el
polo opuesto a la fórmula dé Holz ; yo
no quiero sino ofrecerles a- ustedes pro-
ductos afirmativos, de apasionada serie-
dad, ante la dura verdad de este Mundo.
Servirá esta representación del conteni-
do de la obra nolzaliana para evidenciar
el husmeo con que en pieria decadencia
algunos de sus enemigos siguen o sirven
a la reacción. Me parece que pronto se
hará necesario mirar hacia ese peligro y
escribir las fuertes frases de Holz en
tono seriamente combativo.
* * *
Holz comprendió que el medio repro-
ductivo de la literatura, la palabra, se
encuentra en un estado indigente. No es
posible con nuestra actual palabra, des-
mandada de la realidad, con este esque-
leto lírico, con la opresión de la métrica
y del ritmo, acercarse a la Naturaleza. Y
también la llamada libre rítmica es tan
esclava como la otra, porque bajo su apa-
riencia de libertad está tiranizante el son-
sonete del organillo. A esta forma de
lenguaje y este lenguaje formal lo ha ex-
tirpado de contenido la literatura burgue-
sa, y sigue en pie, sostenido solamente,
por epígonos de segundo o tercer grado.
La lucha social no podía expresarse en
esta forma de lenguaje. Asi como las
nuevas masas sociales buscan inexplora-
dos^ espacios de la vida, su literatura bus-
ca inexplorados espacios del pensamien-
to, a los cuales pertenece un idioma nue-
vo. La Naturaleza debe penetrar en las
formas de arte conducida por la expre-
sión. De modo absolutamente nuevo es,
ahora, apresable un poema. Porque no se
entiende la nueva expresión del ritmo
se tiene a la lírica y la ritma revolucio-
naria tachado de «prosa», en la que no
había de poesía sino la merced del im-
presor. También a la música de los úl-
timos decenios se le han hecho parecidos
reproches. Pero toda renovación es algo
más oue «prosa».
Debemos preguntarnos ahora: «¿Qué
Ha hecho Holz con el refinamiento v el
enriquecimiento del idioma? ¿Hacia d"ón-
de ha dirigido el movimiento revolucio-
nario del naturalismo? ¿Con qué inten-
sidad ha abierto brecha en la Naturaleza,
en lo social, lo político o lo'psicológico ?
Estas son las preguntas decisivas y crí-
tica3, y si nosotros como vivientes esta-
mos apte lo viviente dispuestos a levan-
tar su nombre como el de un campeón,
no sentimos vacilar ahora nuestra situa-
ción. Ustedes saben que el naturalismo
tan ardientemente predicado en Alema-
Alírert Doeblin
tre el arte y la Naturaleza, habremos de
expresarlo así: «Obra de arte, igual a na-
turaleza, menos la técnica del autor.» Así,
a=n — t. Contémplese con atención es-
ta fórmula ; jamás la subordinación entre
arte naturalista y Naturaleza ha sido me-
jor precisada. Í>el otro lado, en el polo
opuesto, se prefiere decir, más divina que
humanamente y con orgullo ilimitado,
que la obra de arte toma, es verdad, un
trozo de la Naturaleza, pero que esto no
es importante sino como material al ser-
vicio del autor, que lo determinante os;
precisamente, la x, esto es, las disposi-
ciones técnicas del artista; así, obra de
arte ±= Naturaleza + técnica del artista:
a = n + t. Aquí se puede comprobar el
contenido revolucionario de la obra de
Arno Holz. Todo el arte no podría resis-
tir, en contraste, la verdad de un produc-
to de la Naturaleza. Si nosotros hemos
imprimido un polvillo de material reali-
dad en la obra de arte, hemos consegui-
El Libro del Tiempo hizo a Holz cono-
cido. Detrás de este Libro del Tiempo
estaban fuertes influencias extranjeras y
el movimiento de los trabajadores ale-
manes. Aquel tomo de poesías evidencia-
ba el auge de la lucha social en Alema-
nia y señalaba cómo la literatura podía
recoger, en el campo de su mirada, al
movimiento obrero. Sobre el libro dijo
el mismo Holz, algún tiempo después de
su publicación, un juicio que podemos
aceptar todavía hoy: «Este libro ha sido
solamente un primer paso hacia la litera-
tura de contenido revolucionario, hacia el
deshanque de la vieja literatura.» Sabe-
mos que las pocas obras del naturalismo
alemán tienen determinada su existencia
por la obra de Holz. Su formulación era
absolutamente precisa: «El arte tiene la
tendencia a ser de nuevo naturaleza. Su
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NUEVA ESPAÑA
IB
qué? Téngase en cuenta el monopolio
de la ilustración. Para conseguir consus-
tancialízar al obrero con el naturalismo
le hubiera sido preciso romper con la li-
teratura al uso desde las más enterradas
raíces, y para esto le faltó convenci-
miento. Así permanece siendo el natura-
lista, entre la clase. El debiera haber
llegado al absoluto aislamiento, a un ais-
lamiento libre de esperanza, si no quería
llegar a escribir dramas y lírica al de-
seo de los burgueses. El creía de seguro
que él sería al fin reconocido. El no se
equivocó, pero equivocó su situación y su
posición.
* * *
cias. De nuevo es reconocido que la lite-
ratura pertenece y se debe al pueblo vi-
viente. Nosotros miramos hacia el tiem-
po de Holz: una orgánica y funcional
relación entre pueblo y literatura es ur-
gentemente precisa; pero esto no se po-
día establecer en 1900. Dos cosas son bá-
sicamente exigibles: ampliación de la
ilustración común por desbancamiento
del monopolio
(capítulo inmenso), y del
lado de los autores vuelta hacia la gran
masa.
Para alcanzar un auténtico natu-
ralismo tenemos necesidad, en Alema-
nia, de rebajar el nivel general de la li-
teratura.
fFuera de las jaulas donde hoy
está subida nuestra literatura y donde la
ve la masa del pueblo sólo como atributo
de «gente fina». El interrumpido cami-
no
(Je Amo Hola debe ser proseguido.
Como un fuerte y ejemplar hombre vi-
ve Arno Holz bajo nosotros. Su grito de
batalla y el de los naturalistas es tam-
bién el nuestro: ¡La Naturaleza, la rea-
lidad ! ¡ El arte dedicado con todos sus
medios a la verdad! ¡Para la vida real
y para un pueblo real!"
nía por Holz se murió hace ya casi diez
años. Podemos preguntarnos si en la de-
rrota o la asfixia del movimiento revo-
lucionario participan de culpa los mismos
que habían dirigido la lucha y cuáles
fueron las causas que produjeron la de-
rrota. El movimiento social, que había
recibido tan elevados impulsos del natu-
ralismo, no ha crecido desde hace diez
años. Lo que ocurrió es que la ola social
y el movimiento obrero alemanes pudie-
ron crear y dar a luz el naturalismo, pero
no pudieron sostenerlo en la vida. El
burguesismo, por su parte, no podía evi-
tar el nacimiento del naturalismo, pero
deseaba poder destruirle. ¿Por qué no
pudo el movimiento de los trabajadores
sostener en Alemania el naturalismo li-
terario? Sigamos preguntando: ¿Quiénes
son en Alemania los consumidores de li-
teratura? Contestación: la alta burgue-
sía. ¿Por qué solamente la alta burgue-
sía? Contestación: porque ella posee el
monopolio de la cultura. Puede señalarse
expresivamente que la literatura alema-
na está escrita apenas para un 10-20 por
100 del ¡pueblo alemán. El restante 80
por 100 es extranjero a la literatura, y
lo es tanto más cuanto qué jamás se
podría traducir a su idioma. Así era la
situación a la vuelta del siglo xix y así
es hoy. Angosta es la base de la común
ilustración alemana, y la postguerra ha
señalado que casi es mortalmente an-
gosta. La frase de Nietzsche de que el
espíritu vuela sobro el pueblo alemán
como bandada de cuervos, sigue siendo
todavía verdad. Lo mismo entonces como
hoy se encuentran los autores de litera-
tura s'n resonancia en la masa, en el
80 por 100 del pueblo alemán. Así están
¡lisiados v sirven exclusivamente a una
alta y refinada clase. La otra Alemania,
la kaiserista, la militarista y burócrata,
esa no tiene ninguna apetencia de lite-
ratura : le basta con trabajo, subordina-
ción y obediencia.
Cuando osos dos frentes asfixiaron el
naturalismo, un cierto número de auto-
res comenzó a vacilar entre un romaníí-
oismo recién encharolado, el individua-
lismo y la mística. Comenzó a florecer
la inconsciencia y sp, quería adscribir la
nuevo camino revolucionario toda exci-
tación. Entonces fué cuando una falsa
marcha reaccionaria pretendió hacer de
Holz su abanderado.
Podemos estar seguros de que Amo
Holz es el precursor y el campeón del
movimiento literario, que luchó por la
realidad bajo el nombre de naturalismo
y hoy se acerca a la Naturaleza en for-
ma de teatro político y arte de tenden-
atisii
* * *
Ustedes recuerdan la fórmula de ar-
te : arte = naturaleza — x. Un hombro
que define tan radicalmente, no se deja
desviar fácilmente aun cuando sea ven-
cido en la lucha. Holz abandonó el na-
turalismo para volver a las formas co-
munes de la literatura, se ha dicho. Pero
yo quiero afirmar: la última obra de
Arno Holz es un reducto del naturalis-
mo. Holz no ha ido con bandera levan-
tada al campo de la burguesía. Visibles
posiciones del naturalismo le han sido
arrebatadas. Pero ha muerto con la des-
garrada bandera en las manos. Si hubie-
ra tenido la posibilidad de introducir el
naturalismo en la clase trabajadora, en-
tonces hubiera descubierto Holz que la
literatura, antes que una cosa en sí o
una asignatura universitaria, es la fun-
ción del pueblo. Pero no lo hizo. ¿Por
Cuadro titulado "la celda", uno de los varios lienzos que el revolucionario francés
Vaillant Couturier ha ejecutado durante su permanencia en la Santé y que aho-
ra expone en la Galerie de la Renaissance
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NU
16
EL MOMENTO HISTÓRICO
por G. FERGA
mala, amoral o superflua, no vital, los
más viven predispuestos a reaccionar con-
tra ella o se atomizan pasivamente en
el seno colectivo ; el pueblo, en todo caso,
está ausente de los acuerdos y decisiones
que toman los menos para su goberna-
ción.
* * *
El pueblo español está ausente del mo-
mento histórico que vive. La minoría lla-
mada por ley natural a orientarle y a
dirigirle apoya su calidad en el amoralis-
mo y en la superfluidad social, y no en
la moralidad de las necesidades vitales.
Al pueblo español se le habla en un
lenguaje que no provoca ninguna identi-
dad vital de los más con los menos. La
forma de gobierno de una nación es, des-
de luegp, una necesidad política para la
colectividad; pero lo es absolutamente
vital para la clase dominante. Los más
subordinados a ella en tantos aspectos
no sienten esta necesidad más que en la
medida de la libertad política general quo
precisan para desenvolverse, mientras que
la dicha clase dominante, los menos, ?■
ve vitalmente de continuo amenazada,
si el hilo de su legalidad se rompe; los
factores sociales tienden, naturalmente
ción y la repetición, basadas en esta iden-
tidad, tengan su sentido natural. De lo
contrario, la imitación y la repetición o
son superfluas y resbalan sobre el medio
social o son ficticias y se desvanecen rá-
pidas, o bien no llegan a producirse.
En realidad, no hay movimiento enér-
gico en la física de las colectividades que
se pierda en el crisol de la vida social.
Todos producen un efecto bien directo
de acción creadora o destructiva, bien
indirecto de reacción, igualmente de crea-
ción o destrucción, al enlazarse o chocar
con otros efectos. El juego instintivo de
los hombres es un juego inorgánico de fac-
tores que crean y destruyen de modo con-
tinuo la dinámica social.
La verdadera calidad de los menos, la
calidad buena, no obstante, es sólo aque-
lla que moralmente se nutre de las nece-
sidades vitales, dejando a un lado lo su-
perfluo y en contra de lo amoral que flota
en el ambiente social; la calidad mala
es la que desconoce, por omisión o por
ignorancia, estas necesidades y se entre-
ga de lleno al amoralismo o a la super-
fluidad del ambiente social.
Cuando una minoría en una sociedad
es de calidad buena moral, los más h
siguen; el pueblo está presente. Si es
Existe una ley de física social la cuál
enseña que en el devenir sociológico de
la Humanidad los más siempre invitan
y repiten lo que hacen y dicen los me-
nos. Esta ley es general para toda la
vida sociable animal. La imitación y la
repetición son cualidades propias de los
seres ante las necesidades que el medio
crea, y tienen un carácter marcadamen-
te instintivo.
En las asociaciones humanas, evidente-
mente, es grande la importancia de la
calidad de los menos en la dirección y
guía de los más.
Esta calidad, naturalmente, no puede
apoyarse en fundamentos arbitrarios y ca-
prichosos. Es inútil que los menos trafen
de orientar y dirigir a los más en la secta
estéril de principios inconcusos. Los más
no siguen. Y en todo caso la mayoría re-
fleja el estado híbrido de la minoría sec-
tora. "Cuando esto sucede, las minorías
triunfan al margen de las mayorías, y
este triunfo es una burla a la vez que
una opresión de éstas. Para que la cali-
dad
de los menos encierre guía, orienta-
ción, dirección, es preciso que esté apo-
yada en fundamentos vitales, esto es,
que haya una identidad vital entre los
menos y los más, a fin de que la imita-
«III
LIBRO SENSACIONAL!!!
-
RUSIA
A L
DESNUDO
5 4 0
El célebre escritor comunista rumano-fian-
j| - ees, PANAIT ISTRATI, después de vivir dos
*■ ** nAns on Rncis». ha ocnritn ASic* lihirn toimlMn
OCHO
pesetas
sobre el régimen que allí impera bajo la dic-
tadura de Stalin

I
Pedidos contra reembolso: EDITORIAL CÉNIT
Apartado 1.229. ~- MADRID
Exclusiva de Librerías: C. I. A. P.
Librería Fernando Fe, Puerta del Sol, 15
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NUEVA ESPAÑA
17
a la subversión en un estadio en que, a
causa de la lucha por la existencia, la
conservación de cada uno se encuentra
a costa de la libertad y conservación de
los demás.
En fin de cuentas, en la democracia
burguesa^ ya con Monarquía, ya con Be-
pública, la «voluntad nacional» no es la
voluntad de la colectividad, sino la de
la clase dominante y los sectores que le
son afines.
La ignorancia supersticiosa y la for-
zada dependencia económica del cam
sino, la tradición enquistada en la tie-
rra, dará siempre mayoría a la clase do-
minante, aunque las ciudades, en el ta-
ller, incuben la renovación; los votos
del campo están en todas las naciones en
mayoría sobre los de la ciudad. Las ma-
yorías legislativas de esta forma están
basadas en una legalidad monstruos
que si de un lado es inhumana y opreso-
ra, de otro es negativa, contraria a toda
renovación moral y destructora de 1
factores vitales de la civilización que ella
misma, con el individualismo económico,
ha creado.
Para la colectividad, empero, entre una
autocracia personal y una democracia po-
lítica, autocrática en el orden económi-
co—orden vital: no hay libertad sin pro-
piedad—, no puede haber discusión en
la elección. Ante todo y por encima de
todo, las asociaciones humanas contem-
poráneas necesitan, ante el complejo de
los problemas vitales del presente, un
grado de libertad general, un medio, don-
da las necesidades vitales se enfronten
en busca de solución. La solución ha de
salir de ese medio, o, al menos, en él
ha de encontrar el estímulo indispensable
par* que pueda un día cristalizar.
Poéticamente, la gran masa de la co-
lecíividad española se interesa por era
liberad general tan anhelada. Pero, vi-
talmente, quien más se interesa es la
clase dominante. Vitalmente, al pueblo
no le importa el afán superfluo y amoral
de lös menos en la discusión de cómo
debe ser la forma de gobierno de la na-
ción, aunque le importe políticamente.
Por ello mira como espectador activo
—unos con indiferecnia, otros con hostili-
dad—la lucha entablada en el seno de
la minoría que en buena ley habría de
orientarle y dirigirle. Entre los menos de
hoy, los políticos españoles y la masa
de la nación, no hay identidad vital, y,
naturalmente, el pueblo está ausente de
lo que podría llamarse nuestro actual mo-
mento histórico.
Uñase a esto la atomización de los
hombres en la sociedad española, en
enorme mayoría, por el egoísmo—indivi-
dualismo español diremos, siguiendo con
la costumbre—-de un amoralismo secular
pasivo.—sólo activo fugazmente — que
aisla con la vida para sí a cada uno en
la colectividad, y se comprenderá que la
minoría dirigente de nuestros días, de-
masiado superflua, demasiado amoral, es
precisamente la de peor calidad para lle-
var a Cabo la formación de la nueva Es-
paña.
No nos escudemos en el lugar común
de la «vieja política». ¿Es que la que pre-
tende llamarse nueva entre nuestras iz-
quierdas es realmente nueva? Todo es
viejo en la política actual en relación con
el grado alcanzado por el conocimiento en
los últimos cien años. Alguien puede pen-
sar que España va rezagada en relación
con este conocimiento. Pero no. La Es-
paña de hoy es ya Europa, desde que el
capitalismo la incorporó al mundo, sacán-
dola de la barbarie en que yacía, de la
bastarda organización en que la sumió
el absolutismo religioso. Por otra parte,
el conocimiento en la civilización no tie-
ne fronteras. La imitación y la repetición
se extienden hoy en todos los órdenes
con el progreso de las comunicaciones por
todo el ámbito humano, como preludio
de la futura y científica comunidad mun-
dial. He aquí la importancia de la cali-
dad de las minorías ante la gravedad crí-
tica del momento histórico, que se bifurca
en dos caminos: estado de vida inferior,
derrumbamiento, el uno, y estado de vi-
da superior, civilización universal, el
otro.
Pero no nos quejemos de la minoría po-
lítica de nuestro país sin más fin ni pro-
grama de gobierno que el de gobernar
por gobernar. Europa entera vive la mis-
ma crisis de dirección vital. El continen-
te camina a la deriva, no sólo porque
falte una efectiva orientación y gula de
los menos respecto de los más, sino, ade-
más, por la lucha amoral de intereses,
de agudos instintivos individuales, enco-
nada, destructiva, que entre sí sostienen
los diversos sectores, alentados y dirigi-
dos por los menos en descomposición ha-
cia una meta que persigue nada más que
la conquista del poder, sin que ningún
sector encierre una nueva creación polí-
ticosocial.
El momento histórico señala claramen-
te el principio del derrumbamiento de la
civilización. A él se llegará de no venir
un hecho histórico causal—este científico
racional, no espontáneo, enérgicamente
arbitrario, como los que vienen rigiendo
la historia de los hombres—>, provocado
por una minoría moral, que existe en to-
dos los países, afortunadamente, aunque
sin una concreta personalidad que lo con-
tenga y, que lo impida, poniendo en juego
en las colectividades la supremacía del
instinto social. Hecho histórico que eman-
cipe al hombre de la barbarie del pasado
y lo proyecte sobre un futuro universal
de vida y principios integrales basados
en el conocimiento científico de las leyes
naturales por que se rigen las sociedades,
las verdaderas leyes de la Historia. Sólo
así la actual civilización saldrá de la si-
tuación grave por que atraviesa y podrán
superarse los factores generales de pro-
greso y creación hacia una civilización
mundial digna de la inteligencia y de la
razón humanas, identificados plenamente
los menos y los más en todas las socieda-
des del planeta en una dirección social,
vital y moral.
APELACIÓN
BASCH Y LA
DEMOCRACIA
por ANTONIO DE OBREGON
continúa diciendo se sabe por la'Prensa,
aunque no se haya escuchado. Demo-
cracia. Derechas... Ya ha terminado.
Por allí va, siguiendo a su larga chalina
negra de republicano y rodeado de la
Junta en pleno y del público. ¿Por qué
esos nuevos aplausos después de los del
final? Es que Eduardo Ortega le acaba
de dar las gracias por su protección en
París, con unas frases verdaderas y tan
breves como las del día anterior en otro
—aunque no el mismo—local cerrado, a
pesar de que pareció lo contrario, a juz-
gar por la calidad de los interruptores...
Otra ovación en los pasillos. Y a la sa-
lida. Un banquete suspendido. Y Basch
que se va, dejándonos preocupados en
una multitud de observaciones y de re-
flexiones tan tristes como curiosas. Allá
van.
II
Admirado Víctor Basch: Viene usted
a decirnos cosas que, en su esencia, fue-
ron para nosotros, los jóvenes, las pri-
meras letras ciudadanas. Viene usted a
repetirnos lo que, en síntesis, aprendi-
mos cuando nos asomábamos al ventanal
de la Historia y nos conmovía—.con una
conmoción que no volveremos a gustar
más de intensa y de lírica—la Francia
de la revolución. Sin embargo, ha he-
cho usted bien en venir sin temor algu-
no. Aparte de que sus estudios sobre
Ciencias sociales le ponen a nuestro
lado actual, todo eso que usted ha di-
i
Desciende del tren, ante un nutrido
grupo de intelectuales, un viejo sonrien-
te. Es calvo, su nariz aguda y sus ojos
inquietos y brillantes. A todos abraza y
a todos sonrío M. Víctor Basch. Al día
siguiente conferencia en el Ateneo. Lle-
no de público el teatro y de expectación.
Le presenta Jiniénez' de Asúa. ¿Por qué
esa interrupción de aplausos? Es que
Asúa ha dicho que la Liga de Derechos
del Hombre francesa y alemana son
hijas de una revolución y gue quizá sea
precisa esa génesis en otros países más
desgraciados... Ahora habla Basch. Ora-
dor a la usanza romántica, tiene mo-
mentos de brío prestísimo y momentos
de suave piano. Su ademán es sabio y
ajustado; su expresión, rebelde. Cuan-
do se le aplaude, grita mucho más para
hacerse oír. Víctor Basch hablg, muy
bien^ como orador y como francés, por-
que el francés suyo es el más claro de
Francia. Con indignación o con entusias-
mo, concreto siempre, esgrimiendo una
alabanza o mascullando una acusación,
el viejo y noble profesor de la Sorbona
nos habla de la Democracia, de la Liga,
de los atropellos fascistas y comunistas?
de Economía, aludiendo a Juan Jacobo,
a Ibsen, a Gracia, a Maurrás, a Aristó-
teles y a su Francia... ¿Por qué esa
ovación estruendosa? Es que Víctor
Basch ha tenido una frase justa para la
actitud de los estudiantes e intelectuales
españoles durante la dictadura... Lo que
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18
NUEVA ESPAÑA
cho, antiguo, muy antiguo, resulta nue-
vo para nuestro pueblo. Hasta se puede
decir, si se nos perdona el buen humor,
que es usted un hombre lleno de «porve-
nirismo», porque todo eso que usted dice
no se ha catado aquí aún. ¡ Nos ha re-
sultado usted un hombre del futuro,
M. Basch!...
Sabe usted que somos jóvenes, por-
que se lo acabo de decir. Comprenderá
usted que tengamos grandes deseos de
violencia. Acusóme, M. Basch, de que,
siendo demócrata, estoy deseando—en
mi fuero interno—emplear la fuerza
—nuestra fuerza—para imponer esa mi
verdadera Democracia. Ya sé que nos
mirará usted con ira ; pero no queremos
ocultarle esa verdad fatal. Su absolu-
ción—presidente de Derechos y de Li-
bertades—no creo resulte difícil. Esta-
mos en 1980 y es usted, para nuestro
pueblo, una especie de quimera..
Otra vez hemos de solicitar su indul-
gencia. Voy a poner aquí un nombre
griego. Voy a sacar a relucir nada menos
oue a Eurípides, que reluce siempre, aun
escondido. Eurípides fué natural de Sa-
lamina, el mismo día de la batalla, y su
sangre parece ser de la recogida en esa
batalla. Nosotros, los jóvenes, también
tenemos sangre de batallas. Nuestros
padres fueron hijos del siglo xix, y nues-
tra infancia—cuando nos asomábamos a
la Francia de la revolución—contempla-
ba una guerra más cruel, por lo solapa-
da, que la de Troya, en la que los cas
eos y los tronos querían imponerse a esa
su—nuestra—Democracia. Digo todo ello
porque Medea, tras ser la esposa de Ja-
son por merecimientos, ve, al llegar a
Corinto, que Jasón se casa con la hija
del Bey. A nosotros no nos extraña que
Medea entonces abrace a su rival por la
astucia. ¿A usted sí, M. Basch?
Nosotros teníamos una Democracia.
Urja Democracia que iba a salir de los
libros para meterse en cada casa. Era
nuestra esposa por merecimientos lite-
rarios, ya que no la vimos—aquí se des-
truye la eficacia de la cita—«ino como
promesa; pero como promesa firme. Y
esa Democracia nuestra se da a los ene-
migos, a los «otros», como en el Adriá-
tico, M. Basch (y no digo como en la
nieve porque yo estoy muy cerca de la
nieve, y en los meridianos de la nieve
a todo encuentro justificación...).
Víctor Basch : todo lo digo porque a
ello nos lleva nuestra duda. Tratamos de
prepararle a usted. Sí para imponer
nuestra Democracia la manchamos, no
seremos dignos do ella, tiene usted ra-
zón, M. Baseh; pero recuerde que Me-
dea, después de sus crímenes monstruo-
sos, se refugia en Atenas, al lado de
Egeo.
Nosotros no pensamos en manchar
nunca la Democracia ni las libertades
Como usted dice, pensamos elevamos a
la aristocracia de libres, de nobles y de
orgullosos, de Libertad ; poro si no cum-
plimos con ese deber, porque, como Eu-
rípides, somos hijos de las batallas, con-
cédanos usted—presidente de Derechos y
de Libertades—una Atenas. "Sea usted
nuestro Egeo.
Y, para terminar, ha tropezado usted
con una palabra: Aristocracia.
III
«Hagamos que los Derechos del Hom-
bre sean los Derechos del Español», dice
Zulueta en un reciente artículo de El Sol.
Durante seis años hemos estado en Es-
paña bajo la voluntad . de un dictador.
Sin apelación a nadie, como no fuese a
nosotros mismos, cansados de escuchar-
nos antes de esos seis años., tampoco se
conoció una auténtica Libertad ni una
auténtica Democracia. Se llamaban libe-
rales hombres que no eran sino vasallos
de un Poden- autónomo e inapelwble.
Hombres que, apaciblemente—y con las
armas del Poder judicial en la mano y
con Constitución—, se dejaban arrebatar
el mando. Durante estos últimos seis
años, ciudadanos españoles han visto
(■('»no la Policía abría su casa, cómo se
la registraba, cómo se leían las cartas
que recibía, cómo se le apresaba sin jus-
tificación, cómo so lo condenaba sin sen-
tencia legal. Y atropellos de toda índole.
Por eso el que llame pasado de moda
a Basch, no como yo—joven—se lo lla-
mo, sino poniendo en ello algo más que
el concepto tiempo o el concepto juven-
tud, sopa que es que incurre en una in-
justicia digna del Adriático...
Víctor Basch, con su chalina, con sus
ojos brillantes, con su calvicie, ha sido
escuchado con respeto. Para los jóvenes,
constituye una enseñanza; para los ma-
yores, un recuerdo grato de esas ense-
ñanzas. Para todos, como una especie de
«actualidad retrospectiva», si se nos pasa
la expresión. Cosas de nuestro país y de
sus volatines...
Se ha publicado
GEORGES CLEMENCEAU
GRANDEZAS Y MISERIAS DE UNA VICTORIA
He aquí el libro que la Prensa mundial ha estado discutiendo durante tantos meses; el libro que, según el London Obser-
ver,
«formará parte de la sustancia esencial de la Historia moderna»; la expresión más enérgica con que el férreo director
de la guerra interviene en la polémica palpitante suscitada por la guerra y la postguerra... Por sus páginas desfilan los ac-
tores principales de la gran tragedia: Wilson, con «su sonrisa de lobo amable»; Lloyd George, el hombre que está lejos
de ser «el corderito angelical de la fábula»; House, «un supercivilizado escapado de las salvajerías de Texas»; Robert Ce-
dí, «un cristiano que cree y quiere vivir su creencia»; Bonar Law, «el más cortés de los hombres inflexibles»; Venizelos,
«hijo de Ulises y de Calipso»; Wellington Koo, «joven gato chino», y Hughes, y Pershing, y Poincaré, y Foch...,
sobre todo Foch.
Si los libros sobre la guerra han revelado recientemente todo el horror de los purpúreos campos de batalla, el de Cle-
menceäu acaso descubra la otra guerra, la de entre bastidores, menos sangrienta, pero acaso más feroz que la de las trin-
cheras, incluso entre los que defendían una causa común...
Clemenceau ha visto durante años deshacer y rectificar su obra: se le ha acusado de haber ganado la guerra y perdido la
paz, y encerrándose en un silencio heroico aguantó las críticas y hasta los ultrajes; pero llegó Foch con su Memorial, y de
él, del hombre con quien había vivido «las grandes horas», no quiso aceptar las acusaciones sin rectificarlas, contes-
tarlas y... atacar.
Polemista formidable, hombre acostumbrado a decir las verdades crudamente, sin temor a las revelaciones, por graves que
sean, el «Tigre» ha escrito un libro que causará sensación y quedará como un documento histórico de interés universal:
GRANDEZAS Y MISERIAS DE UNA VICTORIA,
de la que los periódicos más importantes del Mundo acaban de publicar algunos capítulos, puede adquirirse en todas
las librerías al precio de
SEIS pesetas*
M. AGUILAR, EDITOR.»MARQUÉS DE URQUIJO, 39
APARTADO 8.Olí.-MADRID
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NUEVA ESPAÑA
Id
Panorama de la llueva Arquitectura S^^ÍS^iSSA
más allá y más aeá de los Pirineos ^t^Stl^, 1."5J£
,_ ,,.,,,„ .                                            ,                          ne, el confort, la cultura y la educación
(De la conferencia dada en la Resi- y cuyo marco ya no puede ser en modo   se oxtienden, los sustos las costumbres,
ÍIÍÍSALSa alguno el mismo.                                        las necesidades individuales se unifi-
G^ZMercadaU q                    t Es d? lam<£ta* tarnblel\ ^ T «?"   ^ en todas las latitudes, y con la mul-
/                               tFe entes ltas qUe combaten el Arte   tiplicación de aquéllas Uega'el progreso y
Las corrientes modernas artísticas es- moderno perdure la idea de que todo
con él la nueva Arquitectura, que. co-
mienza aquí a ser sentida por una élite,
tan en franca oposición con el arte deri- cuanto nos precedió es bueno, abusando
vado del folklore, y así, para la nueva de la palabra clásico, repudiando todo „U6 es ¿e esperar llegará pronto a ser
escuttla, la Arquitectura debe de respon- lo que en el arte de la casa suene a mo-der única y exclusivamente a la utilidad derno y admitiendo, sin embargo, aque-
la necesidad de todo el mundo.
Es lamentable que al tratar de la Ar-
y a la economía, debiendo ser el exte- líos adelantos que les procura la ciencia „-¿."l r"Tv"""j"l_^"XX'
rior función de la planta.
                         y la industria.                                             quitectura moderna debamos hacer la se
Un momento de gran interés para la Difícil fué para los precursores que Paraclon señalada en el titulo de esta
* conferencia, debido a que, como veréis,
la Arquitectura de más allá de los Pi-
rineos no coincide en modo alguno con
las que definen nuestra Arquitectura na-
cional. El símbolo y la anécdota, ya des-
terrados de la Arquitectura europea, si-
mmmm
guen siendo el delirio de nuestros más
brillantes colegas, virtuosos del lápiz o
m
mmmmmmsm
-"■■■■■■'-■ -^v^;■í/>■:■■■■v^■^'■"■■^■■\.-■■>:■;r:^-■"::-^■^t^■;.
■■■■■:.. ■-., :■■: -■■ . ' . ■ r : : ■■■■■■ :.:--                                      ' ■. ■                                                     ' ■■:■:- -■-.
maestros en el arte de la intriga.
La nueva Arquitectura no es produc-
to de la imaginación ni trata de crear
«mm
una ilusión, siendo ante todo la conse-
cuencia del uso racional de los mate-
3:5 •'.■"' ,. ■■
riales modernos, hoy más que nunca
ÍaB f*»|»i»«|.ai
materiales desnaturalizados.
El desplazamiento de los valores so-
ciales y los nuevos factores introducidos
en la vida contemporánea dan a la Ar-
quitectura nuevo interés y le abren nue-
vos horizontes, y así las construcciones
obreras responden hoy, más que a un
nuevo estilo, a la busca de una origina-
lidad, al deseo de solucionar el más in-
teresante de los problemas sociales ac-
tuales. Este estilo es honesto y no pre-
tende simbolizar nada : el máximo con-
.
                                                                                                                              fort sin lujo inútil es su lema.
Arquitectura fue la Gran Guerra, que hemos citado demoler el fárrago decora- Buscar, pues, futuros arquitectos, si-
abrió tan profundo cauce que cuanto tivo del siglo XIX, época en que los ar- guiendo estos ejemplos, las formas sim-
se piensa después es diferente de lo que quitectos no supieron cqmprender la pies, puras y perfectas, y huir de bus-
antes se pensaba, como si la guerra hu- lección del) pasado o la interpretaron Car la belleza por la belleza y sobre
biese creado actitudes y recursos distin- mal, y así Spengler pudo escribir con todo no os alucinéis con la palabra
tos de los que temamos años antes.
          razón: «La Arquitectura muere hacia moderno; tened en cuenta lo que Cami-
El eclecticismo, que envenenó a Eu- 180ó.»                                                         Ue Mauclair ha dicho: «Una cosa bella
ropa y que venia a modificar continua- La Arquitectura, después de perder tiene el aire de haber existido siempre.»
mente nuestros ideales y nuestros ges-
                                                                                                                               r
tos, no1 tenía razón de existir, y a la Ar-
quitectura, que era su fruto, superílua
y vanidosa, comenzaba a llegarle su
mala hora.
Van De Velde, el ya citado arquitecto
belga, decía: «Todo lo que es perfecta-
mente útil debe ser necesariamente be-
llo.» Verdad capaz de suscitar un estilo
nuevo. Y así es; la Arquitectura, sin ra-
cionalismo, se hace decorativa, perdien-
do su esencia, su vitalidad estructural.
Disiparse en la decoración es desco-
nocer el valor plástico que la Arquitec-
tura tuvo en todas las grandes épocas,
del que la moderna Arquitectura hace
un uso nuevo, fruto de una sensibili-
dad y de una construcción distintas.
El servilismo de los arquitectos ante
el mal guiado instinto artístico de su
clientela hace que se sigan aquí repitien-
do fragmentos de la Universidad de Al-
calá o de Toledo aun por nuestros más
sólidos prestigios.
Es indudable que la nueva atmósfera
creada por las ideas modernas y por la
trasformación radical de satisfacer las
necesidades de la vida material han con-
ducido a un tipo humano distinto de
aquel que caracterizó los pasados siglos
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20
NÜEVA ESPAÑA
ALGUNOS PROBLEMAS DE ANTROPOLOGÍA
VISTOS POR UN DARWINISTA MODERNO
por N. PERCAS
(CONCLUSIÓN)
ayudaron a la comprensión del funcio-
namiento del organismo normal. Así se
ha podido averiguar que si la glándula
pituitaria es de tamaño normal, tu
por resultado el gigantismo, y si es muy
reducida produce el enanismo. En el pri-
mer caso se observa en los adultos que
la cara se arruga y se alarga, la mandí-
bula engrandece y la nariz se vuelve
prominente, las manos, los pies, la piel,
el pelo y hasta la misma mentalidad va-
ría. Si es la acción de la tiroidea que es
defectuosa, la cara deviene corta y ancha,
la naria se hunde en la parte superior y
se vuelve ancha y chata; el pelo y la piel
cambian también, y la estatura cesa de
crecer. Cuando la glándula adrenal es
defectiva, la piel se oscurece, debido a
la deposición del pigmento, y el resulta-
do es un cambio de color de la' piel y
del pelo. Así es que «por el juego libre y
la acción mutua de las hormonas, la es-
tatura y la fuerza pueden aumentar o
disminuir; la pigmentación de» la piel
puede ser atenuada, la textura y la dis-
tribución del pelo, alteradas, los rasgos
faciales transformados y la mentalidad
y las reacciones emotivas grandemente
modificadas. Además, es muy probable
que ciertos elementos contenidos en los
alimentos, conocidos bajo el nombre de
vitaminas, pueden intervenir y alterar
el mecanismo de las hormonas que diri-
ge el crecimiento y determina las carac-
terísticas raciales».
Por este procedimiento la Natura-
leza creó y continúa creando huevas
razas..
A esto se podría objetar:
a)    Que la acción de las vitaminas so-
bre las glándulas endocrinas es todavía
hipotética.
b)    Si las vitaminas tuviesen una ac-
ción tan directa sobre las glándulas en-
docrinas, sus efectos se notarían en se-
guida sobre $os hombres emigrados a
otros continentes. EstoSj^ al alimentarse
del producto del país, pronto experimen-
tarían ciertas modificaciones que permi-
tirían a la selección natural de inter-
venir.
En general, el profesor Keith, que es
un darwinista decidido, rehuye en sus
obras de toda explicación lamarckiana
y se limita voluntariamente al más es-
tricto darwinismo. Es más darvinista
que Darwin—puesto que el ilustre autor
del Origen de las Especies no tuvo nin-
gún inconveniente en admitir, con La-
marck y Herbert Spencer, que las mo-
dificaciones somáticas adquiridas por el
uso o desuso de los órganos son heredi-
tarias—. Pero Huxley —■ continuador y
mejor discípulo de Darwin — negó por
oompleto esta aserción. Se cerró así todo
camino hacia <úna explicación racional
del transformismo y, por fin, se vio obli-
f,rado a recurrir g. ciertos argumentos te-
eológicos. Para explicarse el fenómeno
de la adaptación, Huxley llega a suponer
que el plan original estaba ya esbozado
y el fin estaba ya prefigurado en las pri-
meras agrupaciones moleculares, de las
que salieron los seres vivos. El profesor
Keith, al seguir las huellas de Huxley,
se ve emplazado ante las mismas dificul-
tades, jjue patentizan claramente la de-
bilidad del neodarwinismo, y admite, re-
forzándolas, las ideas teleológicas de
Huxley. Dice, por ejemplo: «El sistema
de las hormonas, para dar los resultados
que da, debe de estar construido sobre
una base teleológica.» El hecho de recu-
rrir a estos argumentos puede interpre-
tarse como una renuncia a hallar una ex-
plicación racional. El problema es muy
arduo, en verdad, pero no se resuelve
nada con la teleología. Esta deja sub-
sistir todas las incógnitas anteriores,
agravadas por las nuevas que añade in-
útilmente. Si es para llegar a este resul-
tado, más vale dejar la explicación de
ciertos hechos para jcuando la ciencia
esté más adelantada. ¡ Cuántos argu-
mentos teleológicoB resultarían entonces
completamente superfluos I
El instinto racial es el conservador de
la nueva raza
Cuando, en un lugar cualquiera del
planeta, la acción de las vitaminas sobre
ías glándulas endocrinas ha producido
una nueva variedad humana, ésta tien-
de a aislarse de las demás, por lo que co-
múnmente se suele llamar prejuicio de
raza,
y que es el instinto de raza.
Por el estudio de las tribus austra-
lianas podremos comprender el me-
canismo de que se vale la Naturaleza—sir
Arthur Keith escribe siempre esta pala-
bra con mayúscula—para conservar sus
nuevos y más recientes productos, ya
que es en Australia donde hallamos hoy
un modo de vivir que cesó en Europa ha
ce más de ocho mil años. Este mecanis-
mo se basa en el instinto tribal, que tien-
de a aislar los grupos humanos, y evita
así la fusión de varias tribus en una masa
amorfa. El instinto tribal juega, por lo
tanto, el mismo papel entre los nombres
que el aislamiento producido por facto-
res geográficos en las especies animales.
En Australia, una tribu a menudo di-
fiere de sus vecinas en estatura, faccio-
nes de la cara, forma del cuerpo y tam-
bién en atributos mentales, de modo que
cada grupo local o tribu aislada podría
ser la cuna de una nueva raza.
Este mismo concepto del papel des-
empeñado por el espíritu tribal es el
que sostiene el profesor F. H. Geddings
en sus Principies o Sociology, que él lla-
ma la conciencia de la especie.
Esta influencia del aislamiento es tan
importante, que si el espíritu tribal lle-
gase a desaparecer, entonces las fronteras
raciales se desvanecerían, y la humanidad
se reduciría a una masa uniformemente
gris en todo el orbe. Mientras que la se-
paración persistente de una comunidad
primitiva en grupos locales o tribales es
En la presente fotografía aparecen, a la Izquierda, el mariscal Feng Yu-Shiang y,
a la derecha, el general Yen Hsi-Shan, comandantes de los ejércitos de tierra
y mar de China. Ambos oponen actualmente sn dictadura a la del general Chang
Kai Sheik, al cual pretenden derribar
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ái
los ha provisto de un instinto racial tan
fuerte ?
c)    El color oscuro de la piel no es
una indicación racial, ni cultural, sino
sencillamente una adaptación debida al
clima y que se desarrolla en los que eb-
tán mucho tiempo expuestos al sol tro-
pical. (C. E. Woodruff, O. Ammon y
otros.)
d)    Es probable que el Hombre, como
los demás Primatas, fuese primeramente
tropical, y que se haya luego extendido
a climas más fríos, sólo gracias a la in-
vención de los trajes; resulta, pues, que
una piel oscura sea más natural que una
blanca, y que ésta no sea sino una ruó
dificación secundaria. En otras palabras :
el color de la piel tiene una significación
puramente biológica, y no tiene, en eí,
relación con la cultura. (H. H. Wilder.)
Sin embargo, hubo en Francia una voz
que se elevó en contra de las uniones in-
terraciales : fué la de Anatole Franee,
quien, hablando de la obra de Pierre Lo-
ti, Madame Chysanthéme., dice: «Las
uniones de las hijas de los hombres con
los hijos de Dios que cubrieron las aguas
del diluvio, no eran ni tan impías, ni tan
dolorosas. Casar a Loti con Earahu, al
spahi con Fatu-Guey, unir a los hom-
bres blancos con pequeños animalitos
amarillos o negros; he aquí lo que Cha-
teaubriand no se imaginaba completa-
mente cuando deshacía, con melancólica
coquetería, las negras trenzas de las do3
floridianas, a tres cuartos españolas»
Tal vez esto sea la traducción en len-
guaje literario de lo que nos dice el ilus-
tre antropólogo inglés, al hablarnos del
«instinto de la raza».
NUEVA ESPAÑA
muy favorable para la creación de nue-
vas razas.
Gracias a este instinto, que aparta
las razas e impide su hibridación, la
Naturaleza conserva los grupos más evo-
lucionados. En el esfuerzo para mante-
ner la pureza de su sangre, la raza blan-
ca obedece, pues, a uno de los instintos
mas profundamente arraigados en la
Naturaleza humana.
Esta ¡parte de tes conclusiones del
ilustre profesor vienen en apoyo del pre-
juicio,
tan arraigado entre los anglosa-
jones contra todos los hombres de color.
Será, además, la parte más discutida,
porque, aparte del interés puramente es-
peculativo, toca cuestiones de índole po-
li ticosocial, que rara vez suelen debatir-
se con la debida tranquilidad. Desde el
punto de vista científico, se puede ar-
güir en contra de estas aserciones:
a) Que no es de temer que la Huma-
nidad se vea un día reducida a una masa
uniformemente gris, si viniera a desapa-
recer el prejuicio de razas. Porque, aun
en el caso inverosímil en que durante
algunas generaciones los hombres de to-
da la tierra contrajesen uniones mixtas
y esto diera por resultado la formación
de un nuevo tipo humano, en el que con-
fundiesen todas las características racia-
les existentes hoy, bastará la influencia
modificadora del medio ambiente geográ-
fico para diferenciar a los hombres en
nuevas razas. Los mismos factores que
han moldeado a las distintas razas hu-
manas y a todas las especies animales
y vegetales, continuarían su obra dife-
renciadora sobre este nuevo tipo huma-
no, y, al cabo de cierto tiempo, crearían
nuevas razas, que se parecerían en sus
líneas generales a las hoy existentes. Cla-
ro que esta semejanza no podrá llegar a
la similitud, porque como la evolución
no es reversible, los mismos factores fí-
sicos de evolución obrarían sobre un ma-
terial que lleva ya una herencia de carac-
teres adquiridos. La yuxtaposición de ca-
racteres nuevos podrá ocultarlos, pero
no borrarlos completamente. Suponga-
mos, por ejemplo, que una raza negroi-
de se trasladara a la cuenca del Mar
Báltico—cuna de la raza rubia—y se es-
tableciera allí; si una nueva raza rubia
se formase bajo la influencia de este nue-
vo territorio, algunos caracteres negroi-
des no se borrarían, sino que las nuevas
adquisiciones se superpondrían a ellos y
se mezclarían con los rasgos anteriores
de tan intrincada manera, que el resul-
tado sería una raza completamente nue-
va y distinta del hombre rubio de hoy
b) Si el prejuicio de raza fuera un
instinto que la Naturaleza pone en jue-
go para conservar la pureza de las la-
zas más aventajadas, no veríamos a las
otras ramas blancas (franceses, alema-
nes, rusos, españoles, portugueses, etcé-
tera) carentes de este instinto cuando
se encuentran en contacto con otras ra-
zas, y, al revés, razas de las más atra-
sadas (negros de África y de Australia,
tribus Surafricanas o indochinas, bos-
quimanes, etcétera) presentar este pre-
juicio al más alto grado. ¿Será tal vez
que la Naturaleza considere a los anglo-
sajones como su obra maestra y, temien-
do que se diluyan en el resto humano,
S
O
A
J
A
N
(POESÍAS)
MAX JIMÉNEZ
el libro de la nueva
sensibilidad americana
4
PESETAS
De venta en todas las librerías de España y América
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JNÜÍVA ESPAÑA
La relación más cercana que se puede
establecer, con respecto a la deshonra
de una mujer, es la de la virginidad, y
se podría usar de ella cuando el público
no comprendiera de otro modo. Pero
nuestro público, en esa cuestión, no ne-
cesita explicaciones para suponer lo que
ha pasado entre un hombre y una mujer
abrazados y solos en una habitación.
Las posteriores referencias, no sólo son
innecesarias, sino que resultan de mal
gusto.
Así,_ pues, el realizador cinematográ-
fico no debe describir, sino proporcionar
un detalle lo suficientemente fino para
dar la impresión, y este detalle es lo fo-
togénico, lo que solamente encuentran
los verdaderos valores de dirección. Este
es el lenguaje del cinema. Lo demás es
ilustrar fotográficamente una novela.
La luz ayuda a la imagen y l'a com-
plementa. Es Ja luz de la película la que
«pone en ambiente» al público. Con la
luz de Beau Geste se comprende que un
sargento ponga cadáveres en las arpille-
ras ; con la de El Angel d& la calle se
considera natural que una niña se escon-
da en un bombó de payaso. Las luces
son el cincuenta por ciento del valor
emocional de Ja película. Por eso pesan,
las películas alemanas; sus vodevües no
podrán nunca alegrar al espectador tan
franca y rotundamente como una come-
dia americana. Asimismo, con la técni-
ca de luces americana no se podría ha-
ber llegado a hacer un Metrópolis, un
Gabinete del Doctor Coligan ni un Spio-
ne.
Los alemanes tienen todas las pre-
ocupaciones, todas las sombras, toda la
sinceridad, pueda ser, de la vejez; los
americanos, por el' contrario, poseen la
franqueza, el optimismo de la juventud.
Y si han llegado a dar alguna vez, en
el cinema, muestra de ello, ha sido de-
bido, no a los argumentos que han em-
pleado, sino a, la luz de que se han ser-
vido para realizarlos.
Por eso creemos que, aunque lo prin-
cipal en el cinema sea la imagen, inme-
diatamente después y antes que el gesto,
la luz es su principal ayuda y comple-
mento.
lor JOSÉ DE LA FUENTE
rro, recién encendido, cae al suelo. Un
primer plano del cigarro en el suelo.
Unas vistas de las parejas, abrazadas,
bailando en el salón. Un primer plano
del cigarro en el suelo, ya consumido.
El y ella entran, serios, en el baile.
Esto, resuelto así, sin alusiones con-
cretas y con Ja ironía que supone pasear
por Ja pantalla a las parejas apretujadas,
entre los distintos planos del cigarrillo,
cataloga en muy buena altura a quien lo
dirigió.
Vamos a fijar nuestra atención en la
misma escena, realizada por Benito Pe-
rojo en La Bodega.
Incidentalmente daremos nuestra opi-
nión sobre dicho «film».'La Bodega nos
parece una pobre película con preten-
siones. Se une, a un escenario absurdo
de la obra de BJascq Ibáñez, una gran pe-
sadez, y lentitud en las escenas y falta de
imaginación para sacar partido a la so-
noridad. Por parte de la dirección nota-
mos dudas de principiante, exceptuando
unos planos, pocos, de la gañanía..
Volviendo al motivo de esta alusión,
diremos que en ninguna película vimos
resolver la deshonra de una mujer de un
modo más brutal—sin realismo—en lo
que tiene de alusión, más antidelicada
y antielegantemente que aquí: Parera
abraza a Conchita Piquer, borracha, y
la cámara toma, a continuación, la vis-
ta de una hornacina de cristal cubriendo
una imagen, que desaparece. ¡ Qué ge-
nialidad ! U,na virgen que desaparece.
Y conste que si calificamos de brutal la
alusión no es porque se haya hecho por
mediación de una de las innumerables
vírgenes que pueblan el cielq, sino por
lo que tiene de grosería, de charla de
café. Sin nada de realismo, sin nada
humano. Esto se le ocurre a cualquiera.
La imagen
y la luz
Los modos de expresión del cinema
son la luz y la imagen. El gesto, que
ocupa un primer puesto en el teatro, ha
retrocedido de categoría al pasar al ci-
nema. El gesto-es importante, pero no
vital. Podría haber películas (y de ellas
sa han hecho satisfactorios ensayos) en
Jas que no terciase el hombre o no apa-
reciese su cara. Creemos más en la foto-
genia de Jas cosas que en la de los ges-
tos. Un estado de alma se expresa mejor,
más fina, más cinematográficamente, con
una mano, un periódico o un cigarrillo
que con el bigote cínico de Menjou o Ja
carota de Jannings.
El buen director busca la fotogenia
de las acciones naturales del hombre y
la hace resaltar; si observamos sus obras,
constantemente nos darán pruebas de
proceder así. Generalmente no usan la
metáfora ; sólo recurren a ella los que no
saben encontrar lo cinematografiable de
un acto humano. La'metáfora siempre
ha indicado pobreza de espíritu o de ex-
presión.
La misma escena, vista por un se"u-
do-director o por un verdadero cineasta,
varía totalmente en su realización y deja
apreciar, en este cambio, sus auténticos
valores.
Tomemos como ejemplo una escena,
repetidísima en todas las películas: la
deshonra de una mujer.
Hace dos años admiramos en una pe-
lícula Fox, interpretada por George'
O'Brien, este modo de resolver Ja esca-
brosa escena: El y ella se apartan de la
sala de baile al jardín o terraza. El en-
ciende un cigarro. La abraza, y el ciga-
c
&
L
I
IMÁN ^
SANTA
MISERIA
POR
Sillenpaa
CINCO pesetas
POR
Ramón J. Sender
CINCO pesetas
N
N
O
s
EMOCIONANTES
T
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NUEVA ESPAÑA
burguesa y se nutre, cada Vez más, con
esas ideas económicas, jurídicas, esta-
tales, que dan vida e impulsan el mo-
vimiento obrerista de todo el Mundo.
Pero si una Eepública verdaderamente
moderna no se concibe sin esa fecunda
infusión de los principios socialistas, un
socialismo verdadero tampoco sa conci-
be fuera de la forma de gobierno repu-
blicana. No lo olvidemos ni unos ni
otros. Si lo olvidásemos en estos mo-
mentos críticos que empieza a atrave-
sar España, peligraría la causa básica de
la libertad y la democracia, y, arrolladas
éstas, tan imposible serían de realizar
los ideales típicos del republicanismo
como los ideales típicos del socialismo.
Ideales en rigor—y en lo moderno—ho-
mogéneos y confluentes.
En el libro El ocaso de un régimen
estudia Luis Araquistain la vida política
española de dentro a fuera; desde su
infraestructura, que no puede ser otra
cosa que la psicología racial del español,
hasta los aspectos exteriores, que son:
la atonía del espíritu civil, las batudas
cómico-trágicas de los partidos históri-
cos y, en suma, el proceso de muerte y
putrefacción que alcanza, en inevitable
y conjunta miseria, a todo el régimen
tradicional.
Dicho se está, tratándose de un escri-
tor del talento y la fuerza dialéctica y
expresiva de Araquistain, que su nueva
obra colma las apetencias doctrinales y
literarias del mejor lector.
E.
baje con más fe hacia la consecución de
su ideal.
Se cierra el volumen con un ensayo
sobre la Revolución de septiembre, en-
sayo interesante—entre otras cosas—
porque en él se estudia un momento de
la historia, política de España con un
criterio que pudiéramos decir de inter-
pretación materialista de la Historia.
M. G. P.
ALVARO DE ALBORNOZ.-^/ Go-
bierno de los caudillos militares.
Ma-
drid, 1930.
Pretendieron nuestros, liberales del pa-
sado siglo aplicar a España el liberalis-
mo aprendido en Francia e Inglaterra.
La frase de que «hay quien cree que exis-
te una receta de hacer Constituciones co-
mo de hacer morcillas» puede muy bien
aplicarse a nuestros «avanzados», que
no supieron ahondar en el carácter es-
pañol para buscarle los adecuados reac-
tivos políticos.
La acción, frente a la gobernación del
país, de cuatro de estos caudillos, es es-
tudiada de manera crítico-histórica en
las páginas de este libro de Albornoz.
Son los cuatro tipos bien distintos,
desde el reaccionario al progresista, des-
de el honrado al sin escrúpulos, desde el
violento al astuto; pero todos ellos con
un denominador común: la incapacidad
para gobernar.
Espartero es la buena fe, la que siem-
pre han tenido nuestros liberales; cree
que las luchas políticas son como las
guerreras de aquella época, es decir, lea-
les; pero él, caudillo liberal, tiene que
entenderse con las derechas, que no sa-
ben de lealtades. Sus enemigos en la go-
bernación del país son enemigos invisi-
bles, imposibles de vencer sólo con el
arrojo; para vencerlos son necesarias
otras cualidades, de las que Espartero
carece.
Bajo Narváez, la vida política de Es-
paña es más dura que la de un cuartel;
la sumisión cuartelera tiene un lírnite:
las ordenanzas; la española de aquella
época—y de otras—*io tiene más límite
que la arbitrariedad de un general. «Nar-
váez p la matonería soldadesca» se titu-
la, muy acertadamente, el capítulo des-
tinado a estudiar este caudillo. Más ade-
lante se sintetizan con maestría sus ideas
frente al Poder: «Ambición de mando.
Violencia sistemática. De la justicia, ni
idea.» Otro caudillo es O'Donnell; bajo
su mando se realizan los más sucios ne-
gocios. Y, como para gobernar a su anto-
jo es muy conveniente distraer la aten-
ción del país, utiliza el conocido truco
político de los problemas internaciona-
les ; resultado de ello son las guerras de
Marruecos, Méjico, Santo Domingo, Chi-
le, Perú, etc. En ellas quedan millones
del Tesoro y miles de soldados.
De diferente cuño es la figura de
Prim; los otros tienen una idea fija: la
de mandar en España; Prim tiene la de
libertar a España. Las cualidades polí-
ticas de Espartero, Narváez y O'Donnell
son nulas; Prim, en cambio, tiene la
sagaz visión de Méjico y Cuba. Pero
cuando llegó la ocasión de gobernar,
también demostró , su incapacidad.
Es curioso el calor que Albornoz
pone al estudiar la figura de este
general-político; pero no es extraño:
el autor siente tan gran amor a la
libertad como Prim, y, como a Prim, las
persecuciones y los destierros no han
servido más que para que cada día tra-
LUIS ARAQUÍSTAlN.-£7 ocaso de
un régimen.,
Madrid, 1930.
El nuevo libro de Araquistain nos en-
frenta una vez más con la realidad po-
lítica de España. La realidad ya no es
la misma de siempre. Un espíritu crí-
tico sorprenderá en ella, además de los
lentos cambios de matiz que se van su-
cediendo, el nuevo planteamiento de
muchos problemas fundamentales que
hace diez años—cuando publicó Araquis-
tain España en el crisol—parecían in-
conmovibles. La dictadura ha sido un
manífico revulsivo para la conciencia li-
beral de nuestro país y, sobre todo, ha
tenido el involuntario acierto de estable-
cer la vieja pugna entre absolutistas y
liberales en sus verdaderos términos.
Hoy no puede caber duda ni opción en
muchos dilemas de antaño. Por ejemplo,
hoy sabemos con meridiana evidencia
que, como dice Araquistain^ un verdade-
ro liberal no puede ser monárquico en
España. Ni puede, disfrazado de repu-
blicano con un republicanismo de mera
repetición histórica, volverse de espaldas
a las aspiraciones obreras de tipo socia-
lista. Felizmente, el «uevo republicanis-
mo se halla al margen de la ideología
A. FROESE.— Irigeminoterapia. Edi-
torial España. Traducción del alemán
de R. Fraile. Prólogo del Dr. Sanchís-
Banús. Madrid, 1930.
Por esta misma época hace un año,
Asuero constituyó el escándalo de la in-
telectualidad y la Medicina española. Su
pretensión, de un matiz francamente pa-
ranoico, le hizo popular, y el deleznable
El profesor Blanchetiére rodeado de los alumnos de la Facultad de Medicina, de
Paris, que se niegan a estudiar con él porque les trata con excesiva dureza en
los exámenes
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34
MUEVA ESPAÑA
EL BA Ñ Q UETE A
MARCELINO DOMINGO
espíritu orítico, ambiente tan reciamente
español como una procesión de Semana
Santa andaluza, le elevó a la categoría
de bienhechor de la Humanidad dolien-
te. Y de esta forma, el inconsciente vas-
co se valió de su carrera como de tram-
polín—cuya homología francamente reli-
giosa es indudable—para llegar a ese nú-
olep fundamental de la personalidad hu-
mana que reacciona con arreglo a las nor-
mas del principio del placer. Y así, con-
vertido en taumaturgo demodé, le vimos
lanzar a la cara de los ignorantes toda
una serie de herejías científicas, que pro-
ducían el asombro y la indignación de
los espíritus científicamente honrados.
A esta indignación siguió una ironía em-
piazadora. Y es que cuando se alcanza
el nivel máximo de producción de la
amargura*, el espíritu se encierra en una
ironía escéptica y rencorosa que se tra-
duce en una postura de calma. Los que
sabíamos lo que había de suceder con
Asuero, sonreíamos esperando nuestro
momento. Sonreíamos quizá por lo que
de humano tenía el espectáculo, que di-
ría Bergson.
El suceso entró, al cabo de una tem-
porada de vida esplendente, en una ago-
nía lenta, suave, irremediable. Idéntica
a la agonía fatal de esos fetos monstruo-
sos con los que de vea en cuando la Na-
turaleza se venga de la eugénica.
Y al cabo de un año aparece este libro
de Froese, tan lleno de enseñanzas para
todos aquellos médicos que juzgaron tan
a la ligera la posible parte de verdad que
admitían en la nasoterapia asuerística
(prefiero darla este nombre hasta que
Asuero la bautice). Médicos que contri-
buyeron, con su andrógina postura en
ocasiones, a esparcir un ambiente lleno
de confusión entre los tontos que se
creen todo aquello que está escrito en le-
tras de molde. Froese les enseña la única
manera que hay de formarse una opi-
nión sobre una determinada cosa: la ex-
periencia y el estudio. Y cuando se deci-
de a abordar la cuestión en público de
la pretendida acción terapéutica de los
toques nasales, lo hace en posesión de
una casuística cuidadosamente critica-
da y con un conocimiento profundo de la
biología del sistema nervioso. Su expe-
riencia personal data de 1908. En el li-
bro en cuestión, la casuística se compo-
ne casi exclusivamente de individuos por-
tadores de cefalalgias. A mi entender,
Froese se deja arrastrar por conceptos
predeterminados en él. Muchos de. los ca-
sos cuya curación comenta no resistirían
una crítica desprovista hasta el grado
mayor posible de factores catatlmicos.
Pero, a lo sumo, Froese no hace en esto
otra cosa que equivocarse. Y equivocar-
se es tan humano que quizá cuando tal
oosa suceda no se pueda hablar de fra-
caso, pues las investigaciones honrada-
mente emprendidas tienen siempre un
valor positivo. Los que fracasaron fue-
ron los que aquí, en nuestro país, se de-
dicaron a manejar la trigéminoterapia
como único fin especular. A éstos, ahora
que ya ha pasado la fiebre, no deben ol-
vidar los médicos, para colocarlos en to-
do momento al margen de la amistad
colectiva.
Consta el libro de Froese de cuatro
capítulos. En el primero estudia, mane-
jando una bibliografía un poco ambigua,
las corrientes de acción rinógenas en el
El día 7 se verificó el hermoso acto
de admiración y homenaje aj ilustre je-
fe republicano Marcelino Domingo. En
torno a las mesas del banquete se sen-
taron cerca de mil correligionarios, amén
de dos o tres docenas de policías con-
venientemente—fassen le rnpt—reparti-
dos. Se leyeron algunas adhesiones,
pues el leerlas todas—unas mil qui-
nientas—hubiera sido tarea larga. Fue-
ron ^cogidos con grandes aplausos los
nombres de varios adheridos: Lerroux,
Cueto, Valle-Inclán, Castrovido, Mara-
ñan, etc. Junto al Sr. Domingo se sen:
taron Azaña, Jiménez de Asúa, Albor-
noz, Tapia, Bello, Eduardo Ortega y
Gasset y Araúz.
No extractamos lo que dijeron los ora-
dores, porque ya lo conocen nuestros lec-
tores por líos diarios. Hablaron Asúa,
Az.aña, Albornoz y Eduardo Ortega.
Muy pocas palabras pronunció, con
voz ronca y colérica, este admirable
rebelde y viril ciudadano. Pero las po-
cas que dijo fueron definitivas.
Lea usted
NUEVA ESPAÑA
Todos nos quedamos con el deseo de
oír el discurso que hubiera pronuncia-
do Marcelino Domingo. No fué posible.
Cúponos, sin embargo, a los admirado-
res del gran político, y¡ sin duda, a és-
te mismo,j la enorme sjatisfaeción de
comprobar el entusiasmo y la multitu-
dinaria adhesión que su talento, su va-
lor y su conducta despiertan en España.
EL BOMENAJE A PABLO IGLESIAS
Civil del Este, a la memoria del pre-
cursor.
Puede afirmarse que ante el monu-
mento'desfilaron, durante todo el día 6,
muchos millares de personas: las so-
ciedades obreras, todos los socialistas
madrileños y representantes de provin-
cias, escritores, artistas y hombres de
ciencia, en gran número. Los señores
Besteiro y Saborit pronunciaron algunas
palabras de recuerdo y homenaje al fun-
dador del socialismo español.
El acto, en suma, resultó, no sólo no-
ble y emocionante, sino trascendental,
porque puso de manifiesto el auge que
van tomando las ideas que defendió y
predicó siempre el glorioso Pablo Igle-
sias.
A medida que pasan los años aumen-
ta el merecido culto a la figura sin
par de Pablo Iglesias. Son los socialis-
tas los fieles guardadores de estas apos-
tólicas cenizas. Pero son, juntamente
con los socialistas, los espíritus libres y
democráticos de España, y aun de todo
el mundo, los que conservan fervor in-
extinguible por la vida y la obra. del
hombre insigne que redimió al obrero
y no claudicó jamás ante la oferta del
poderoso ni ante las crueldades de la
persecución.
Un monumento funerario de notable
belleza ejecutado por el escultor Sr. Ba-
rral y el arquitecto Sr. Azorín, se yer-
gue emotivo y sereno en él Cementerio
UN CONGRESO MEDICO
Durante estos días se está celebrando
en Madrid el Congreso Internacional de
Urología. Con este motivo son ilustres
visitantes nuestros las primeras figuras
de esta importante especialidad. Norte-
américa, Inglaterra, Francia, Alemania,
etcétera, han enviado a España sus más
altos valores científicos. La importancia
que tiene para la vida científica espa-
ñola este Congreso es enorme. Los mé-
dicos representan en nuestro paos una
de las profesiones a, la vanguardia de
la cultura nacional. El ascendente ca-
mino que recorre la Medicina española
encuentra aquí un nuevo motivo para
atestiguar el valor positivo de nuestros
hombres de ciencia, que controlan sus
conocimientos con la luz de los profobores
extranjeros.
sistema nervioso vegetativo y su regula-
ción. A continuación expone una colec-
ción de casos clínicos tratados por el mé-
todo. El segundo capítulo lo dedica al
trigémino nasal y el sistema nervioso
vegetativo, poniendo de relieve las rela-
ciones entre este nervio y el simpático y
deduciendo la influencia del V par. El
tercer capítulo trata acerca de la regula-
ción de las corrientes de acción rinóge-
na, y en el cuarto y último, de las vías
centrales de estas corrientes.
Excelentemente traducida la obra por
el doctor E. Fraile, lleva un prólogo del
doctor Sanchís-Banús, en el que de ma-
nera certera enfoca el problema de la
posición social del médico y estudia el
fenómeno del asuerismo y sus raíces de
producción.
A. ABAUNZA
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NUEVA ESPAÑA
25
¿j^umcena internacional
EDITORIAL
Un puesto difícil
El Gabinete Mac Donald está ocupan-
do el Poder en momentos de verdade-
ra gravedad para el porvenir de la Gran
Bretaña. La situación interna, domina-
da por el insoluble problema del paro
forzoso—en aumento constante—, no es
precisamente envidiable. La obstina-
ción de los grandes industriales es sos-
tener, y, de ser posible, ampliar sus be-
neficios, racionalizando a su modo sus
fábricas, ha determinado una crisis en
las hilaturas de lana del Yorkshire y
otra en las de algodón del Lancashire.
La «racionalización» consiste meramen-
te, en el primer caso, en reducir los jor-
nales ; y en el segundo, en obtener de
los operarios que acrecienten su produc-
ción y disminuyan el coste, llevando ca-
da uno un mayor número de telares. Los
sindicatos obreros rechazan una y otra
pretensión; ésta, porque añadirá nuevos
contingentes al enorme ejército de des-
ocupados, y aquélla porque, si bien re-
conocen que la situación de la industria
lanera es critica, saben muy bien que
la reducción de jornales no remedia la
carencia de mercados ni ofrece solución
alguna de carácter general y eficaz.
En el terreno político, el Gobierno la-
borista ha ooínseguido la benevolencia
de los liberales para la votación de la
nueva ley del carbón; pero, en cambio,
la actitud del ala extremo izquierda de
su propio partido, impaciente ante la
moderación—que juzga excesiva — del
Gabinete en la cuestión del desarme, y
ante la ineficacia de sus iniciativas en
el problema del paro, suscita a menudo
nuevos incidentes. La proposición de
abolir las fuerzas militares aéreas, for-
mulada ante la Cámara de los Comunes,
sin previo aviso al Gobierno, por 24 di-
putados de esa minoría, laborista, dio
motivo a la reunión más tempestuosa
que S3 haya conocido del grupo parla-
mentario del partido. Arthur Hender-
son, actual ministro de Asuntos Exte-
riores, advirtió a la fracción disidente
que tenía que escoger entre respetar las
decisiones y la unidad de acción del La-
bour Parfhy o salirse de él. A lo cual
el extremista Wheatley replicó que el
Gobierno era el primero en hacer caso
omiso de las decisiones del partido, y se
quejó de que a la minoría constituida
por el Independent Labour Party no
se le permitiese emitir su opinión ni
formular sus críticas. No hay escisión,
desde luego, pero el peligro y la ame-
naza subsisten.
En el terreno internacional, la simbó-
lica visita di? Mac Donald a Hoover lo-
gró más bien un éxito sentimental que
acuerdos concretos, según pudo obser-
varse luego m las discusiones de la Con-
ferencia Naval. El lento y penoso des-
arrollo de ésta ha proporcionado al Go-
bierno laborista no pocas zozobras. El
escaso resultado logrado al cabo de do-
ce semanas de regateos no debe hacer
olvidar, sin embargo, que a él se deben
las más importantes—-casi las únicas im-
portantes—concesiones que se han he-
cho en el curso de la Conferencia mal
llamada del Desarme Naval. Las bue-
nas intenciones del Ministerio laboris-
ta en la cuestión de la tregua aduanera
y de la cooperación económica no han
tenido en Ginebra mejor suerte, y se
han estrellado ante idénticas barreras
de egoísmos nacionalistas de corto al-
cance.
El panorama imperial está también
cargado de nubes. Las negociaciones pa-
ra el nuevo Tratado Angloegipcio van
por buen camino, y con la armoniosa so-
lución de este espinoso problema está
dando el laborismo una magnífica lec-
ción a los estólidos iperialistas. Pero en
la India las cosas cambian. Cambian,
desde luego, las circunstancias; el ni-
vel general, el de evolución política, son
harto dispares; sobre todo hay un abis-
mo entre la relativa homogeneidad de
Egipto y el inextricable «puzzle» de la
India. De ahí que Mac Donald pueda
desdeñar las acusaciones de «abandono
de los intereses británicos en Egipto»
que le dirigen los «die-hards», mientras
ha de tomar muy en serio el movimien-
to de resistencia pasiva acaudillado por
Gandhi.
Sujeto al timón, obligado a navegar
cautelosamente entre tantos arrecifes,
sería injusto, sin duda, pedir al Gobier-
no laborista que bogara, haciendo fuer-
za de vela, hacia el mar libre de las rea-
lizaciones socialistas...
INFORMACIÓN
El parto de los montes
Abierta solemnemente el 21 de ene-
ro, la Conferencia de Londres va a clau-
surar en breve sus trabajos sin pompa y
supongo que sin discursos reales. Por-
que, de ser sinceros y reflejar la rea-
lidad, habrían de adoptar un tono fu-
nerario desagradable a todos los oídos
oficiales.
Durante unos días se volvieron las
miradas, anhelantes de un imposible
acuerdo, hacia el artículo XVI del Pac-
to de la1 Sociedad de las Naciones; no
para modificarlo o completarlo, sino pa-
ra darle siquiera una más amplia inter-
pretación. Fracasó el intento. La Dele-
gación francesa no halló las garantías
que pedía para reducir su programa na-
val. E Italia, permaneciendo en su po-
sición intransigente, insistió hasta el fi-
nal sobre una paridad teórica que sabe
demasiado no poder realizar. El pres-
tigio de los dictadores tiene tales exi-
gencias.
Un documento firmado por las cinco
potencias participantes establecerá den-
tro de unes días el balance: a) De lo
que haya sido admitido por todas ellas ;
b) De lo que sólo han aceptado los Es-
tado« Unidos, la Gran Bretaña y el Ja-
pón ; c) De lo que queda por resolver
entre Francia e Italia, eventualmente
con la colaboración de la Gran Bretaña.
El acuerdo realizado entre las tres ci-
tadas potencias navales comprende una
reducción del tonelaje de los capital
ships,
fijación del tonelaje asignado a
cada flota para las diferentes clases de
cruceros y para el total respectivo de
submarinos, «vacaciones» en las cons-
trucciones navales hasta 1936 y prolon-
gación del período de servicio útil de
los barcos de* guerra. «No es desprecia-
ble—dice el diario del partido laboris-
ta—un resultado que para la Gran Bre-
taña solamente representa el ahorro de
cien millones de libras esterlinas.» Aca-
so no sea, en efecto, despreciable; pero
no es, desde luego, el desarme naval
prometido y esperado.
El acuerdo general entre las cinco po-
tencias sólo alcanza puntos técnicos de
detalle e importancia secundaria. El más
relevante, la «humanización» de la gue-
rra submarina. Una triste farsa.
Oficialmente se añade que «Francia e
Italia proseguirán las negociaciones por
vía diplomática, con vista a su integra-
ción ulterior en el acuerdo general...»
Y—farsa máxima—que en cuanto a los
puntos sobre los cuales no pudo lograr-
se el acuerdo, los resultados de los de-
bates a que dieron lugar en las Comisio-
nes serán concretados en resoluciones
para uso de la Comisión preparatoria
del Desarme en Ginebra.
Parió la montaña un ratón con tres
cabezas y cinco rabos. Como consuelo,
los puebíos añadirán los gastos del par-
to a su hoja de contribuciones, en el
epígrafe «presupuestos de Guerra y Ma-
rina» .
El gesto de Gandhi
La pacífica rebelión del nacionalismo
indio ha despertado en Occidente—y no
sólo en la Gran Bretaña, más directa-
mente interesada—una gran expectación
y un vivo movimiento sentimental, ap-
to, por lo mismo, a caer en una de es-
tas dos exageraciones: o ridiculizar el
gesto del Mahatma, según ha hecho bue-
na parte de la Prensa inglesa, o apli-
car al problema de la India medidas y
criterios puramente occidentales, como
suele hacerse, por ejemplo, en España.
Sin perjuicio de tratar más a fondo
esta cuestión en un próximo número,
convendría recordar a los comentaristas
que así proceden el verdadero estado de
ese gigantesco proceso de liberación polí-
tica de 350 millones de hombres, uni-
dos por comodidad de nuestra termino-
logía bajo una misma denominación,
pero tan diferentes, tan distantes« y con
frecuencia tan ferozmente enemigos en-
tre sí.
El gesto de Gandhi es, efectivamente,
solemne por su significado, por su tras-
cendencia, que va mucho más allá de
la gabela1 odiosa, del anacrónico mono-
polio de la sal (existente aún, no lo ol-
videmos, en países de civilización occi-
dental tan refinada como Francia, don-
de el acto iniciado por Gandhi y repe-
tido por sus discípulos constituiría tana-
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NUEVA ESPAÑA
26
fabricación de tractores y de maquina-
ria agrícola.
Sin estas medidas es imposible Ta solu-
ción del problema del grano y el des-
arrollo de la industria.
Consecuencia: la reconstrucción de la
Agricultura depende del ritmo del des-
arrollo de la Agricultura.
                    >
Frente al plan de Stalin, he aquí el
de Bucharín:
1.     Normalización del mercado, li-
bertad de transacción y encarecimiento
del precio del grano, sin que encarezcan
los artículos industriales en los que el
grano pudiera influir como materia
prima.
2.     General desarrollo de la economía
individual del labrador y retardación del
ritmo con que se van estableciendo la
economía colectiva y las granjas sovié-
ticas.
3.     En caso de que falte grano para
el mercado, importación de trigo y cen-
teno por valor de hasta 100 millones de
rublos.
4.     Si la valuta no resiste la carga
bien un delito). Pero el mayor mérito
de Mahatma es haber comprendido, y
predicado, que la liberación de la India
depende infinitamente más de los in-
dios mismos que del «opresor» británi-
co. Depende de la posibilidad de unión
efectiva y solidaria entre hindúes y ma-
hometanos, Sinkhs y Bengalis, brahmi-
nes y parias; de la desaparición de las
infinitas barreras que les dividen y aña-
den su crueldad a los obstáculos natura-
les producidos por las condiciones físi-
cas, geográficas, sociales y por la infi-
nita diversidad de idiomas.
El día en que hayan caído tales ba-
rreras, la India será libre, aunque sub-
sista un virrey en Delhi. Gandhi lo sa-
be, pero muchos comentaristas occiden-
tales parecen olvidarlo.
O. P. .
de la importación de grano, además de
lo que pesa sobre ella por importación
de maquinaria^ es preciso disminuir la
importación de maquinaria, limitando al
propio tiempo el desarrollo industrial.
Consecuencia: la reconstrucción de la
Agricultura depende del desarrollo de la
economía individual del agricultor.
Naturalmente, el programa de Stalin
quiere asimilar la política agraria al plan
de industrialización llamado de los «cin-
co años», para que la Agricultura crez-
ca en simbiosis con la Industria, ayu-
dándose una a la otra. El plan gigantes-
co de_ industrialización supone para 1933
20 millones de automóviles rodando por
Eusia y 40.000 tractores trabajando la
tierra, entre otros datos. Si se tiene en
cuenta que en el primer año ha sido so-
brepasada la labor que correspondía pa-
ra la realización del «plan», puede com-
prenderse que la política agraria de Sta-
lin, que no es otra que la que Trotski
defendía en 1927. haya adquirido una
gran preponderancia.
F. F. A.
El problema agrario
en Rusia
Acaba de publicarse el discurso que
Stalin pronunció en el último pleno del
Comité Central del partido soviético, en
el cual está esbozado el programa de
política agraria que el Gobierno soviético
ha comenzado a realizar. El programa
de Stalin representa la opinión del ala
izquierda del partido. Y, simultánea-
mente, se ha permitido también la pu-
blicación del programa de Bucharín, que
representa, por el contrario, el ala de-
recha. Entre uno y otro programa están
caradas las diferencias internas del par-
tido.
Según Stalin, la política agraria de-
pende de los siguientes principios y cir-
cunstancias :
1.     Proseguir intensamente la recons-
trucción de la Industria.
2.     Comenzar seriamente la recons-
trucción de la Agricultura.
3.     Para esto debe intensificarse el
movimiento de colectivización y la crea-
ción de granjas soviéticas. La estaciones
de tractores deben transformarse en un
inmenso organismo de relación de la In-
dustria con la Agricultura.
4.     En cuanto a las dificultades para
la consecución de cereales en este mo-
mento, es preciso una acción de medi-
das excepcionales, por las cuales, apo-
yando al pequeño labrador, venzan la
resistencia de los «kulaks» (el labrador
rico). La primer medida ha de consistir
en incautársele de todo el grano que
ocultan, lamándolo al mercado, con lo
cual se evitará la importación y se robus-
tecerá la valuta, lo que, a su vez, faci-
litará el desarrollo de la Industria.
5.     Hasta ahora el rol principal en el
mercado lo juega todavía la economía in-
dividual, representado por los pequeños
labradores. Pero es preciso que los con-
sorcios y las colectivizaciones se asimilen
la propiedad privada, y sobre este prin-
cipio comiencen a funcionar más activa-
mente las granjas soviéticas de experi-
mentación, cuyo desarrollo han de forta-
lecer las estaciones de máquinas agríco-
las. El paso de la economía y el traba-
jo individual al camino de la economía
y el trabajo colectivo, que facilitará enor-
memente la vida del campesino, es ur-
gente.
5. Para alcanzar todo esto se exige,
sobre todas las cosas, el desarrollo de la
Industria, de la Industria metalúrgica,
la Química, la Industria de máquinas, la
MÚSICA
$ C AR I» A TTI^A TRAVÉS'» E C A SELLA
por V. SALAS VIU
museo para hacerle gesticular por el
placer de respirar el polvo histórico que
de él se desprenda. Si Scarlatti no fue-
ra para nosotros algo fuertemente ac-
tual, seguramente Casella no se hubiera
acordado de él, de la misma manera que
no se acuerda del auleda Sakadas.
Existe cierta afinidad, aún mejor,
cierta atracción, entre el siglo XVIII y
el XX. oorque son los dos extremos del
XIX ; ahora que hay que tener en cuen-
ta que este último les separa, por lo
cual la actitud de ambos es completa-
mente distinta. Todos sabemos cómo la
música actual ha tendido a quiiar lo
superfluo en todos sentidos. Muchas ve-
ces, cuando el músico va a comenzar a
escribir desarrollando un tema, se da
cuenta de que hav de sobra con el tema
sólo; he aquí la decadencia, el nulo uso
de la forma Sonata entre nuestros mú-
-
de la frivolidad. Hago resaltar el cons-
cientemente porque conviene que no sea
olvidado ni un solo instante: es éste un
movimiento demasiado intelectivo para
que pudiera ser confiado únicamente a
la -palpitante viscera roja. Esta parado-
ja de la «vuelta a lo antiguo» en una
época iconoclasta no es fácil de expli-
car, aunoue hav personas que en segui-
da resuelven el problema dieiéndonos
que si los músicos do hoy vuelven hacia
los antiguos claveoinistas ello es debi-
do a que de por sí no tienen nada im-
portante que decirnos. Esto se nodría
creer si no nos diésemos cuenta, lo cual
no es difícil, va que diariamente nos lo
demuestran, de qué estamos en un pe'
ríodo de arte resurgente ; que no es. ni
mucho menos, nuestra énoca decadente
sino constructiva. Ciñéndonos al caso
concreto de la Scarlattiana. de Casella.
vemos que no se trata de eme este ma-
ravilloso músico latino haya dado sim-
plemente una factura moderna a la«
ideas melódicas del buen Domenico Scar-
latti. No se ha tratado en esta obra de
sacar un maniquí abandonado en un
Bespecto de este odio a lo superfluo.
a la facundia discursiva de la música,
tenemos en España un caso bien claro
en Manuel de Falla en sus últimas
obras , sobre todo en el Concierto para
clavicémbalo.
¿Se ha enterado todo el
mundo del significado de esta música
limoia, de expresión apretada, en la que
la divagación no existe?
El siglo XLX pecó de demasiado ora-
torio y de demasiada preocupación por
lo altisonante y lo grandioso. Ahora se
procede justamente al revés, y he aquí
que al doblarnos sobre el siglo XIX nos
encontramos con esa música.del XVTIT,
en que cada una de sus líneas ha sido
paeiontemente ponderada para conseguir
esa gracia y esa «finura» espiritual, v
cuando nuestros músicos—sea un Falla
en el Concertó, sea un Strawinskv en
P^cinella—retornan a un Scarlatti o a
un Pergolesse, nadie les podrá quitar esa
sonrisa irónica, producto de mirar el
mismo paisaje desde la perspectiva
opuesta.
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MUEVA ESPAÑA
27
VIDA ESPAÑOLA
ARAGÓN (Oriol)
El banquete a Oriol responde a las ca-
racterísticas espectaculares de lo nuevo.
Y  fué nuevo por espontáneo, y espon-
táneamente se celebró «lo nuevo». Y lo
nuevo fué de verdad, no por exégesis de
lo hermético, sino porque el homenajea-
do es nuevo de los pies a la cabeza, en
carne, hueso y espíritu.
Porque Oriol es una pulida máquina
recién salida de los grandes talleres de
nuestra Facultad de Medicina para ha-
cer ciencia, y que comienza tan rica-
mente a funcionar puesta a punto, tan
a, tona, que se acopla insensiblemente
al dinamismo entrenado de los que lo hi-
cieron maestro al enseñarle.
El Alma Mater se sentía orgullosa de
este muchacho, que es un hombre, un
hijo de ella, bueno como los buenos de
la sabiduría y de la bondad.
El discurso de Pisuñer así lo demos-
traba.
No fué el discurso de un catedrático
compañero «ya» de claustro, fué el nue-
vo discurso de los hombres de este tiem-
po, estén donde estén, alegremente sin-
cero, declarando la parte que había to-
mado en la formación de Oriol, de cuya
participación seguramente el ilustre pro-
fesor hará uno de, sus más preciados va-
lores personales, con ser muchos los que
posee.
Y  Oriol... ¿Cómo es este hombre que
tan apenas lo es siéndolo tanto?
Simple, raso, natural, honesto, serio,
un hombre en su sitio y en su momento.
El que sea más que levante el dedo.
Tiene la elocuencia de él. Nueva. Es
decir, tiene toda la elocuencia de la ver-
dad. La oratoria de Oriol es la verdad.
Es grato pensar que, sin ser orador
ni elocuente, «como se decía», capte al
auditorio sin que éste se fatigue del mur-
mullo monorrítmico en el que se dice la
verdad, toda la verdad y nada más que la
verdad, y el público aplaude porque ha
comprendido, y ha comprendido porque
atendió, y ha atendido porque fué sim-
plemente la verdad desnuda, natural, la
que expone, sin arroparla con las falsas
galas de la oratoria trasnochada con po-
licromía artificial de pioctaninos.
Magníficos ropajes para envolverla,
pero no para enseñarla; para ocultarla,
pero no para acusarla; para guardarla,
pero no para hacerla fecunda. Y así es la
verdad de Oriol y de su oratoria: fecun-
da de acción y de dicción.
[Dice Platón que lo primero que deben
hacer los padres en cuanto nace un hijo
es instruirle, como el hortelano cuida las
más tiernas plantas para gozar de ellas
después de grandes.
Buenos o malos, los hombres se vuel-
ven mejor cuando se les enseña.
Los persas enseñaban desde niños el
horror a la mentira, como vicio infame.
Sócrates decía que para reformar una
Kepública bastaba solamente con deste-
rrar tan nociva costumbre.
En verdad que los nuevos maestros á-¡
nuestra Facultad demuestran seguir la
senda por donde fueron los muchos sa-
bios que en el mundo han sido.
Esto es lo que, subjetivamente, apre-
ciamos con alegría : la renovación, la sal-
vación de los prestigios de la cátedra, de
la pedagogía superior hollada, mancilla-
da, escarnecida por los pontífices máxi-
mos del feudalismo universitario, centra-
lizante en su cacicato y cochura del pro-
fesorado local. El cambio redentor del
profesorado de Medicina, antiguamente
—no mucho—compuesto por oradores
policromistas, perifrásicos, gesticulantes,
por este de hoy, compuesto por jóvenes
seleccionad ores, cultivadores, para apro-
vecharlos de mayores, como quería
Platón.
La generación pasada os considera co-
mo vengadores del tiempo que aquellos
nos hizo perder en perjuicio de todos.
Todos están idas...: paz a los muertos ;
pero enterrémoslos bien, para que lo que
ellos simbolizaron no infecte la labor pe-
dagógica de los nuevos y ya ilustres
maestros.
Subjetivamente también, en este ban-
quete me quité quince años de vida pa-
sada. Eecuerdo que, al oír en cátedra las
charangas militares, el pasodoble metró-
nomo de un desfile bélico, un escalofrío
recorría mi dermis, horripilado del pa-
triotismo. Durante la oración del amigo
Oriol volví a sentir el mismo reflejo, cual
si escuchara los claros clarines de la
marcha triunfal, de una patria nueva de
la que sois los jóvenes los únicos defen-
sores.
Decía Séneca que se habría de mirar
mejor con quién se comía que lo que se
comía, pues se podía obtener más daño
de la mala compañía que de la comida,
aunque fuera de poco provecho.
Tened la seguridad que donde sea, con
Oriol, se come bien.
Augusto M. ALEND
A
R
G
I
S
M
libros
revista
impresos
para la
E
banca y
N
comercio
eléfono 40505
ltamirano, 18
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NUEVA ESPAÑA
28
DOCTRINA Y TÁCTICA
LA UNION DE LAS IZQUIERDAS
por ANTONIO KSPIN1
ridículo estribillo que la realidad des-
miente todos los días, minuto a minuto.
A los republicanos no nos separa nada.
Nos diferencian, eso sí, apreciaciones se-
cundarias sobre puntos accidentales de
doctrina o de programa. Matices que de-
finen, ya al pormenor, la ideología de los
varios sectores. Ideologías que, a, su vez,
demuestran con su flexible peculiaridad
la cohesión profunda que a todas las
une; porque toda cohesión verdadera
se realiza a expensas de una ley de elas-
ticidad, de un juego de atracciones y re-
pulsiones de elementos, que al equili-
brarse en global totalización forman un
cuerpo, un organismo. Lo contrario de un
haz de ideas así dispuestas y libertas,
sería un haz de afirmaciones rígidas, in-
dispuestas y sumisas; y el haz entero
supondría en este caso un dogma, un
objeto inerte, no un ser vivo, un sistema
orgánico de ideales.
A los socialistas, por su parte, les su-
cede lo propio. Los que creen advertir
con regocijo, incompatibilidades profun-
das'en el seno del partido socialista, por
el solo hecho de que sobre tal o cual
motivo concreto no se manifieste una
absoluta unanimidad, son ciegos incura-
bles o tienen una monstruosa afición a
aparentarlo.
En cuanto a la cuestión de táctica o
de oportunismo en la colaboración de los
dos grandes patridos antimonárquicos, la
realidad del momento demuestra bien
claramente que la simple duda es
absurda. El momento actual es para em-
prender con energía una acción combi-
nada el más propicio tal vez de cuantos-
se han presentado en la vida española
desde la Restauración. Debilitados los an-
tiguos partidos monárquicos; despresti-
giadas políticamente sus primeras figu-
ras o inhibidas de toda actuación por
propio designio las que aún conservan au-
reola y respeto ; quebrantado el régimen
y ofendida la opinión neutra del país por
seis años de desmantelamiento y abuso
dictatoria]; enardecida, en cambio, la-
sensibilidad liberal y democrática de Es-
paña, las circunstancias aconsejan la
unión de todas las izquierdas en un solo
bloque de defensa y- de ataque.
Eumbo a la República- y con vistas a
ella, no debe haber otro móvil de coope-
ración que el antimoñarquismo. Ni otro
acicate que el afán de lograr un encau-
ce democrático definitivo, donde no que-
pan las oligarquías culpables del pasado
ni la posibilidad de ignominiosas deten-
taciones del poder público, como la que
realizó la dictadura.
La unión, sin fusión ni confusión, de
los partidos antimonárquicos es algo que-
piden a gritos las masas que los consti-
tuyen. Si no se las oye es probable que-
salten sobre los que pretendan contra-
riarlas e impongan, prescindiendo de
mentores, lo que aconsejan de consuno
la buena doctrina y el sentido común.
ARGIS.-Altamirano, 18.-Tel. 40505.-MADRID
Ante cu«]j;uier conciencia política me-
dianamente despierta, la unión de las
izquierdas españolas es algo que reclaman
por igual los principios doctrinales y las
necesidades tácticas del momento.
Podrán discutirse cuanto se quiera las
diferencias de credo entre los partidos y
grupos, sectores y núcleos que integran
el bloque del izquierdismo español. Pe-
ro nadie que no sea ciego de nacimiento
o de afición, podrá negar la similitud
fundamental de aquellos credos en lo
que tienen de actitud negativa y crítica
frente al régimen que gobierna. Un re-
publicano de la extrema derecha, un pu-
ro republicano histórico de los pocos que
aún puedan quedar—uno de esos tipos
todavía orientados hacia la forma repu-
blicana decimonónica y burguesa—y un
socialista de la extrema izquierda, un-
dante con el comunismo, e incluso un
comunista radical, se hallan conformes
en un sentimiento—al menos—parejo y
común: el antimonarquismo.
Lea usted NUEVA ESPAÑA
¿No es cierto?
Pues bien: este sentimiento, este cri-
terio homogéneo y coinoidente, que en
cualquier ocasión justificaría la unión es-
trecha para facilitar el logro de un fin
tan determinado, se justifica ahora mu-
eho más, dado el panorama político y la
situación y cuantía de las diversas fuer-
zas de izquierda.
Pero no es preciso recurrir como ejem-
plo a los exponentes extremos del iz-
quierdismo. Si con ello hacemos resal-
tar con mayor relieve la urgencia del
acuerdo, no es lícito olvidar un hecho
también indiscutible y significativo. El
hecho de que ia gran masa intermedia,
la que caracteriza en máximas porciones
a los dos grandes partidos republicano y
socialista, se haya concorde en otros pun-
tos esenciales; a saber: laicismo, par-
lamentarismo, transformación económi-
ca del Estado, regionalismo y federación..
Siendo esto así, como es en efecto,
¿qué obstáculos pueden existir para lle-
gar a una colaboración eficaz entre so-
cialistas y republicanos? Vuelvo a re-
petirlo: ninguno. No debe existir nin-
gún obstáculo ante la conciencia leal;
ante la conciencia medianamente des-
pierta de cualquier izquierdista.
No creo que merezca la pena hablar
de lo que nuestros adversarios conside-
ran «divisiones y recelos» en nuestros
respectivos campos. Este es un viejo y
Dd modelo de escenario del teatro moderno alemán;