DIRECTORES: ANTONIO ESPINA, JOSE DÍAZ FERNANDEZ
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S U M A R I O
Editoriales: Las fuerzas nuevas; Las reformas de la enseñanza; Los
obreros y las circunstancias actuales; La obra de tos periodistas.—Ideas políticas, por Julián Zugazagoitia.—El próximo futuro, por Jacinto Grau.—La Unión Monárquica. Cooperativa Local y Nacional de Nego- cios y Coustrucciones, S. A:, por J. de Abendaño.—Noticias literarias.— Ensayo sobre el caciquismo (conclusión), por Juan Díaz del Moral.— Las bajezas de la Dictadura Húngara, por León Blum.—Romanticismo y naturalismo, por J. (5. Gorkin.—Rifi-Rafe.—Caricatura por Maside.— Células al servicio de la justicia, por Maximiano G. Venero.—Carta de Berlin: E: sentido popular de la crisis, por F. Fernández Armesto.— Del viejo al nuevo naturalismo, por Alfred' Doeblin.—El momento his- tórico, por C. Ferga.— Bosch y la democracia, por Antonio de Obre- gón.— Panorama de la nueva arquitectura más allá y más acá de los /'trineos, por F. García Mercada!.—Algunos problemas de antropolo- gía vistos por un darwinista moderno conclusión), por N. Percas.—Ci- nema: La imagen y la luz, por José de la. Fuente.—Los libros: El Go- bierno de los caudillos militares, por M. G. P.; Et ocaso de un régimen, por E.; Trigeminoterapin, por A. Abatfnza.—El banquete a Marcelino Domingo.—El homenaje a Pablo Iglesias.—Un Congreso Mé- dico.—La Quincena Internacional.—Editorial: Un puesto difícil.—In- formación: El parto de tos montes; El Gesto de Ghandi; El problema agrario en Rusia.—Música: Escarlatti, a través de Casella, por V. Sa- las Viü.—Vicia Española; Aragón (Oriol), por Augusto M. Alend.—La unión de las Izquierdas, por Antonio Espina |
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AÑO I
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NUM. 6
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35 CTS.
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EL H O MB R
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ARTIFICIAL
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EDITORIALES
LAS FUERZAS NUEVAS
Con frecuencia recibimos manifiestos,
cartas y periódicos que dan cuenta de la actividad política de las izquierdas espa- ñolas en las distintas provincias. Sobre todo en lo que se refiere a publicaciones periódicas, a pesar de que todavía sub- siste la censura, es muy halagüeño ob- servar cómo todas las semanas brota al- gún nuevo semanario izquierdista, que, por humilde que sea, cumple su obra de propaganda y divulgación. Es necesario que esta labor se identi-
fique aún más y que los hombres de izquierdas de las provincias españolas se dispongan a actuar de una manera per- sistente en la Prensa, en el mitin y la conferencia, fortaleciendo el ideario re- publicano, las organizaciones locales y provinciales y extendiendo, los progra- mas renovadores por todos los medios a su alcance. Sobre todo a la juventud le incumbe
intervenir de manera eficaz en esta pro- paganda, inscribiéndose en los núcleos de izquierda y fundando órganos de opi- nión que lleven hasta los pueblos más apartados la necesidad de una nueva política de democracia y de interven- ción en la vida pública. A ellos corres- ponde combatir al cacique con todos los medios y dar el pecho a las fuerzas vie- jas que pretenden ahora rehacerse. Hay que arrostrar toda suerte de ^dificultades y molestias para crear una opinión iz- quierdista sin contactos con el pasado. La nueva conciencia reside en las fuer- zas jóvenes de cada pueblo, que son las encargadas de trasmitir alientos y en- tusiasmos a los antiguos militantes. Los jóvenes deben tener muy en cuenta que son ellos los que han de recibir en depó- sito los destinos de la España futura, y que todo sacrificio estará compensado con la obra que de modo fatal tiene que llevarse a cabo. Es preciso, pues, que la juventud se
ponga en pie valientemente y que en los momentos próximos de lucha civil tenga preparados sus órganos interven- tores para que llegué sin tardanza una reforma total de la política española. LAS REFORMAS
DE LA ENSEÑANZA Todavía no se nos ha dicho oficialmen-
te que exista una huelga en toda Espa- ña de alumnos de sexto curso del bachi- llerato. Son pocos los huelguistas, por- que sólo tienen carácter de tal los alum- nos oficiales, y éstos, dado el plan vi- gente, son escasísimos. En Madrid, los centenares de antaño han quedado re- ducidos a dos o tres docenas por Insti- tuto. Fácil es, pues, ahogarlos en el vacío y hacer que los pobrecitos se con- suman en su propia salsa. Pero, pocos o muchos, la huelga tiene un alcance tan importante que queremos hacerlo resal- tar. El plan Callejo tiene como finalidad
destrozar y desprestigiar los Institutos, como paso previo, y ello logrado, en vis- ta de que no responden eficazmente al |
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NUEVA ESPAÑA
versidades, Normales, Escuelas de Co-
mercio, etc., etc.? Vemos una excepción con los Institu-
tos y que quienes defienden este criterio de exámenes en la Universidad son las mismas entidades y personas que traje- ron el plan actual. Las cuestiones de enseñanza están to-
mando un cariz marcadamente político, y es preciso que se adopten actitudes claras, muy claras, que no se presten a ninguna clase de equívocos ni a mani- obras de carácter reaccionario. |
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NUEVA ESPAÑA
¡REVISTA QUINCENA
Año I • 15 de abril de 1930 > N,';6
Redacción, Adminis-
tración y Talleres. ALTAMIRANO, NUMERO 18
MADRID
Teléfonos números 40643 y 40505
Apartado de Correos: 8.046 |
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LOS OBREROS
Y LAS CIRCUNSTANCIAS
ACTUALES
Hay que registrar con alegría la acti-
tud de los diferentes núcleos obreros ante las circunstancias actuales. En al- una otra ocasión hemos dicho que si se quiere ir a. una auténtica trasformacióa de la vida española es preciso contar con las organizaciones proletarias, cu- yas fuerzas, no sólo por su cantidad, sino por sus virtudes intrínsecas, repre- sentan el mejor instrumento de reno- vación práctica en el país. Hasta 1923, los obreros estuvieron residenciados por los elementos directores de la vida espa- ñola, que no supieron jamás interpretar el sentido de los movimientos populares. Si se quiere conseguir la existencia de más izquierdas sanas, fuertes, capaces de llegar hasta sus últimos objetivos, hay que incorporar de modo total a. la vida política de nuestro país a los ele- mentos trabajadores. Queremos recoger, porque representan
un alentador ejemplo en estos instantes, dos actitudes de gran significación para las luchas de todo carácter que se ave- cinan. Nos referimos a la actitud de la Unión General de Trabajadores y de la Confederación Nacional del Trabajo. Aunque el primer organismo está inte- grado por fuerzas de diferentes tenden- cias societarias, sus dirigentes, que per- tenecen al partido socialista, han ex- presado en los últimos actos en memo- ria de Pablo Iglesias—para cuya figura y cuya obra tenemos la máxima admi- ración—que los obreros están dispuestos a toda clase de alianzas con las demás izquierdas políticas. Creemos que los partidos republicanos ¡deben recoger a toda prisa tales propósitos y establecer un contacto estrecho con los obreros or- ganizados. Para cuanto sea contribuir a que un régimen de verdadera democra- cia se establezca en España con urgen- cia, todos los núcleos izquierdistas de- ben ponerse de acuerdo. Incluso para acudir a unas elecciones, si éstas ofre- cen al cuerpo electoral y a las minorías dirigentes las garantías de solvencia y moralidad política que son exigibles en todos los momentos. Por lo que se refiere a la Confedera-
ción del Trabajo, tenemos delante un manifiesto, publicado por el Comité de la Confederación, que tiene verdadera trascendencia. En este documento, don- de se expone con gran claridad el pro- blema político de España, se dice que «la C. N. T, debe proclamar su solida- ridad circunstancial con todas las fuer- |
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deseo de una enseñanza, función del Es-
tado, declararla función social, quedando así automáticamente en brazos de las Comunidades religiosas, ya que en las manos de ellas está una parte de la masa escolar, sobre la ■ cual influyen constantemente. Conseguido esto, los colegios 'de las
Comunidades adquirirían un prestigio y personalidad que hoy no tienen (todo se andará); se lograría la exclusiva de la formación de una juventud, que el día de mañana, más decisivamente que nin- guna otra, influiría en los destinos de la nación y, por ende, en los negocios del Estado. Este es, escuetamente dicho, el nervio
del plan de enseñanza vigente, iniciado y concebido en Deusto y El Escorial, que tomó forma en el ministerio de Es- tado y sacó a luz el Sr. Callejo, tras añadirle unas apostillas que lo acabaron de perfilar... Ahora entra en acción el Sr. Tormo,
el cual, a juzgar por las apariencias, por sus declaraciones y por sus primeros actos explícitos o silenciados, da lugar a la sospecha de que viene a amartillar el plan actual, aunque adecentándole con una fachada europea que en nada altere las orientaciones básicas y monás- ticas. ¿Cuál es la piedra angular de todo
esto ? ¿ Los exámenes en la Universidad ? Sin duda. Los alumnos piden ser examinados en
los Institutos, por asignaturas y por cur- sos, con profesorado apto para dichos menesteres. No piden clemencia, sino racionalidad en la función. Es tan lógica esta demanda que el mi-
nistro no podría negarla. Pero si accede, sentará un precedente peligroso para la marcha normal de la nueva reforma en gestación. Si la función del profesor de Instituto
es formativa, desarrolladora de las facul- tades del espíritu del alumno, tendiendo más, mucho más, a enseñarle a pensar, a discurrir, a obrar como hombre y como ciudadano que. a saturarle de ciencia, ¿por qué quiere suplantársele en la fun- ción examinadora por un profesor uni- versitario, que nada tiene que ver con esta clase de enseñanzas, aunque sea un profesor eminentísimo? Si se quiere separar la función docen-
te de la examinadora (es un criterio muy atendible), ¿por qué no se hace este cri- terio norma general también para Uni- |
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N U E V;A F8PÄ A'A
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IDEAS POLÍTICAS
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zas políticas y sociales que coincidan en
el punto concreto de exigir la convoca- toria de Cortes constituyentes que li- quiden el pasado y abran nuevo cauce a la corriente del pensamiento moderno.» Estas manifestaciones son bien explíci- tas. ¿Cómo los partidos de izquierda no han iniciado ya las conversaciones con la Confederación Nacional del Trab a jo para establecer el pacto que se indica en el manifiesto? Es indispensable que esto se haga, si no se quiere desaprove- char la buena disposición de la clase tra- bajadora organizada en sindicatos, cu- yas conclusiones son las siguientes: «La Confederación apoyará a la opi-
nión del país en*todo esfuerzo tendente. a que sean convocadas unas Cortes cons- tituventes. AT restablecimiento de las garantías
constitucionales y todos los derechos de ciudadanía. 71.a más absoluta y estricta libertad
sindical. El respeto a la jornada legal de ocho
horas ya toda« las reivindicaciones que teníamos conquistadas. La libertad de todos los presos políti-
co-sociales v la revisión de procesos.» Es de esnerar que esas izouierdas noli-
ticas esnañolas se den cuenta de la dis- posición de ánimo en que se encuentran las clases trabajadoras para resolver el actual proBlema político de España. LA OBRA
DE
LOS PERIODISTAS
Se ha inaugurado el Palacio de la, Pren-
sa, magnífico esfuerzo de la Asociación de Madrid. Pero lo aue lamentamos es oue se brava inaugurado con censura. El Cobierno actual, que tiene el propósito do. dar libertad a la Prensa, según ha manifestado reiteradamente, debió hacer coincidir este acontecimiento con el le- vantamiento de la censura que los dic- tadores establecieron hace cerca de sie- te años. La- Prensa española, y ñor lo tanto
la madrileña, está.en condiciones de re- girse siempre por sí misma. El propio general Primo de Bivera hubo de reco- nocer en muchas ocasiones que era la nuestra una de las más honradas del mundo. Los periodistas que, han logra- do, construir ese edificio modelo, han pro- gresado igualmente en el orden técnico v moral, aunque va no se puede hablar de que las plumas están regidas ñor los virreyes de la política. Necesitan, sin embargo, los periodistas toda la liber- tan que garantizan en el mundo los de- rechos del hombre para que su función dentro de la vida pi'iblica pueda desen- volverse con la fecundidad propia de la letra de molde. Además de esto, convie- ne observar que el lujoso edificio de la Oran "Vía no significa el último paso en la obra de los periodistas profesionales. Es. preciso extender la cooperación hasta lograr que el periodista tenga todas las garantías económicas posibles en caso de enfermedad, de cesantía y de vejez. Hasta ahora, sólo existe el fondo de so- corro de la Asociación, que no basta para llenar las necesidades profesional.es. |
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REVISADO POR LA CENSURA
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¿Quiénes son los socialistas? Pues los
socialistas son unos señores que. navegan a favor de corriente y a quienes el nau- fragio de nuestra civilidad les tiene sin cuidado. Filosofía del estómago. Su doc- trina nacional está hecha con zumos con- centrados de egoísmo. Sálveme yo y hún- dase el Universo. Tal es la respuesta más corriente, y no hay que decir si equivoca- da. Equivocadísima. Respuesta de cuan- tos no se han tomado la molestia de ana- lizar las razones de la política socialista en estos últimos años. ¿ Quiénes son los republicanos? | Bah ! ¿Y quién se ocupa de ellos y los toma en serio? Los repu- blicanos son Don Nadie. Incapaces de una organización de fuste y, además, ati- borrados de prejuicios burgueses, encari- ñados no más que con las formas exter- nas de todo régimen republicano. No hay forma de fiarse de un republicano. El viento de cada cuadrante le da un color distinto. ¿Y los universitarios? Respues- |
ta : Debajo de la agitación escolar no hay
nada. Si acaso la afición, tradicional, a las algaradas. Menos clases y más billa- res ; menos disciplina y mayor holganza. Ya iremos viendo encajarse en la vida a los universitarios de hoy y asumir los sen- timientos conservadores de sus papas. Se salvará una ínfima minoría que, a la pos- tre, después de reñir inútilmente con el medio, tomarán el camino de las menores resistencias, como esos héroes barojia- nos. ¿Sindicalistas? ¿Comunistas? ¿Li- berales? Ni hablar, ¿para qué? Tal es, sumariamente, la opinión de muchos hombres de izquierda que juzgan, con la mejor buena fe, pero también con la mayor estupidez, con el mismo naipe di- nástico del más acendrado monárquico. Y omitimos, deliberadamente, otras opi- niones de mayor eficacia monárquica. Dígasenos si no tenemos más de una ra- zón para consentir que el pesimismo nos invada y nos enfríe la pluma^ acostura- |
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MARCEIINO DOMINGO
A cuyo homenaje nos referimos en la página 24 |
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NUEVA ESPAÑA
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EL PRÓXIMO FUTURO
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gía de la moral, el próximo imperativo
de una revisión y trasmutación de va- lores. En la dirección de esa trasmuta- ción estriba hoy, en el escenario del Mundo, el problema capital. * * •
El gran museo de la Historia, repleto
de ideales archivados, apenas sirve a la nueva concepción del Mundo. La actual Humanidad, en su representación más activamente viva, tiene unos nervios ten- sos incapaces de confinarse en la metafí- sica y en la religión. Ambas precisan de un ocio y de una resignación fuera del ritmo de los tiempos. El actual espíritu pragmático y práctico sólo entiende de lo presente: de los problemas del ins- tante, de la peripecia y de la aventura. Se soslayan todos los paraísos sentimen- tales, sólo posibles en un futuro de ultra- tumba. El hablar de ello hoy suena a insoportable charlatanismo en todo oído fino. Sólo interesan hoy aquellos paraísos posibles en la Tierra. La biología va sus- tituyendo a la moral circunstancial y aleatoria. Surge el predominio de la ma- sa. Ella, hasta ahora, ha sustentado el peso vivo y el peso muerto de una sabia organización social cerca ya de la decre- pitud, término de todo lo que vive. En este futuro imperio de los más, gobier- no de multitudes, el héroe y lo que se llaman hoy «minorías selectas» actuarán en el anónimo, sin el lastre de la vani- dad. Sobrevendrá el ocaso de los morta- les aislados y distinguidos que siguen practicando el precepto horaciano: el odio al profano vulgo. Pero el vulgo de mañana probablemente no será el de hoy. Habrán desaparecido muchos actuales opios enervadores. Los humildes de an- taño no serán aquellos espectros resig- nados que despreció tan olímpicamente Goethe. El Júpiter de la poesía a que aludimos no habrá conservado, como hasta ahora, limpia la frente altiva. Ha- brán llegado quizá hasta ella las injurias de los rebeldes. No serán visibles tal vez: los gigantes, pero desaparecerán también los enanos. Y se resolverá la ecuación, tenida por insoluble. planteada aguda- mente en un magistral ensayo sobre Mon- taigne, del Carlyle norteamericano: el desprecio irreductible entre dos viejas castas, la que hace y sostiene todo el mundo materialmente sensible y la que se refugia en una aristocrática soledad para comprenderlo. La reducida v or- gullosa familia platónica y la ávida es- pecie activa con horror al vacío y un amor instintivo y frenético a gozar prác- ticamente la divina fugacidad de los ins- tantes que viven bajo el sol. |
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por JACINTO 6RAE
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destinado fatalmente a ser también his-
toria en breve tiempo. |
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Mientras más grande e» el
hombre, más fácilmente lo alcanzan los dardos de la bur- la: a los enanos es muy di- fícil apuntarles. Heine
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Pero, actualmente, formas que al-
gunos llaman viejas, colectivismo, so- cialismo, comunismo y el gran pleito en- tablado entre el capifal y el trabajo, dan a nuestros días un tono diverso a la rea- lidad histórica conocida hasta ahora. No se trata de filiar aquí el conocido origen de estos ismos, ni de recurrir a las con- sabidas Grecia y Eoma, clásicas madres fecundas de casi todas las ideas presen- tes. Tampoco viene al caso el creciente predominio industrial, que ha contornea- do el moderno socialismo en todos sus grupos y subgrupos, ni para el objeto de estas líneas importa contar el núme- ro de años trascurrido desde que Carlos Marx formuló, en su trasegada obra El capital, las bases en que se apoya la revolución rusa. Lo insólido hasta ahora es la implantación violenta—sean cuales fueran las circunstancias—de un régimen comunista en un país no bien apto para el intento, por ser mucho más agrícola que industrial, lo que ha dificultado el ensayo, y a pesar de ello, la persisten- cia y afianzamiento de ese régimen con- tra todas las previsiones de los que se llaman sensatos y contra la general y activa enemiga de dos mundos: Europa y América. Pero los hechos en síL una vez consu-
mados, pertenecen ya a lo histórico. No son interesantes por su génesis y su mor- fología, faltos de perspectiva espacial, sino por su vitalidad y encaje con las realidades presentes que se nos alcanzan. Dos características visibles ofrece el
Occidente europeo. De un lado, vejez. Eesonancias estrepitosas y déb'les de una organización social en crisis. Chirridos de vieja máquina cansada, rebelde a todos los desgastados lubrificantes de la retó- rica agotada. Ocaso irremediable de ído- los vetustos. Algo así como un Mundo víctima de una arterieesclerosis irreme- diable. De otro lado, la aurora de un renacer vital, dispuesto a abandonar el viejo tinglado de una farsa ya sin pres- tigio, gastada en miles de representacio- nes, agotada ya por una tradición dond'e no caben sorpresas. Nietzsche vio va bien claro, en el pasado siglo, en su Genealo- |
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La idea de futuro social es siempre
algo contrario a la precisión. Nada más contingente que las previsiones, aunque se apoyen en el buen juicio y se basen en el mejor cálculo de probabilidades. La idea, tan traída y llevada en nuestro tiempo, de enterrar lo pretérito en busca de originalidades que se acoplen a lo inquieto de la conciencia moderna, ha sido una idea tópico, hasta el presente, sentida en todo el Occidente civili.'ado. Ya un agudo escritor germano, de prin- cipios del aborrecido siglo xix, escribía a un amigo: «Mi frecuente cambio de opiniones me da idea de la remoción que existe en el pensamiento actual: lo que admiramos ayer lo odiamos hoy, y ma- ñana quizá nos hará sonreír con indife- rencia.» Lo que no le impidió al mismo autor escribir en una de sus páginas fa- mosas : «Muchos grandes hombres han pasado ya sobre la Tierra, y aquí y allá percibimos, de tiempo en tiempo, las huellas luminosas de su paso. En las ho- ras solemnes se nos aparecen, cual va- porosos fantasmas fugitivos; pero el hombre grande ve perfectamente a sus gloriosos predecesores : le basta una chis- pa para reconocer su influencia secreta, y la tradición de una sola de sus palabras le muestra hasta en sus repliegues pro- fundos los corazones. Y merced a esta compenetración sublime viven en la in- timidad misteriosa los grandes hombres de todos los tiempos y se saludan a tra- vés de los siglos sobre las generaciones que los separan.» Estas dos ideas, la de librarse de todo
atadero y prejuicio sentimental del ayer, y la de empalmar en una dirección lu- minosa en el tiempo las grandes repre- sentaciones del pensamiento de los ele- gidas, siguen siendo monótonamente has- ta ahora, sin cambio notorio, las dos ten- dencias eternas : el sentimiento de lo his- tórico y el sentimiento de lo presente, rebelde a todo pasado, presente fugaz. |
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era
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to. ¿No dicen ellas que la batalla está
perdida antes de darse? Cuando compa: rezcamos ante el mañana, malograda toda oportunidad, desalentada la espe- ranza, tendremos que resignarnos a que no nos sirvan de nada las disculpas de hoy... Pero no vaticinemos. Que no se nos apague, definitivamente, la lucecíta de la esperanza. Confiemos en que el deber de la hora nos coloque sobre las diferencias y los recelos. Julian ZUGAZAGOITIA
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tunista. Teóricamente, estamos propicios
a toda fusión; prácticamente, todas son imposibles-. Pedimos de afín lo que no somos capaces de entregarle, y él nos pide lo que se niega a darnos. Teoría, mucha teoría. Con ella justificamos nues- tra buena disposición. Parece como si lo único que nos preocupase hondamente es poder oponer de reproche de mañana estas declaraciones de hoy: —Nosotros quisimos. Y en este preparar las discul- pas está la sustancia de nuestro desalien- |
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brada a temas de pasión y de pequeña
violencia. Y entre tanto, los problemas esperan,
diferidos para cuando cesen las discusio- nes bizantinas, una educación plena. Aguardan a que podamos tomarlos en se- rio. Encerrados en nuestras convicciones, prisioneros de ellas, no osamos preterirlas circunstancialmente para una labor ur- gente, inaplazable, que nos .devuelva la dignidad civil. El dogmatismo nos ciega, cerrando el camino de toda acción opor- |
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NUEVA iSPAKA
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LA UNION MONÁRQUICA
Cooperativa local y nacional de Negocios y Construcciones, S. A.
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por J. DE ABENDAÑO
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Los ex ministros civiles (¿) de la dic-
tadura han lanzado un llamamiento para la formación de un partido monárquico —ni que decir tiene que impunista—, humorísticamente ealiticado de constitu- cional y aun creemos que de parlamen- tario. En el fondo, se dice que éste se propone ser el partido de la reconstruc- ción española... Ante empeño tan gro- tesco, dadas la significación y carencia de personalidad de los aludidos, debería ser ocioso el comentario en un país seria- mente ejercitado en la política. No obs- tanteL la dictadura creó tal maraña de intereses bastardos, y de tal modo entre- gó durante más de un lustro el usufruc- to de la cosa pública a las gentes más turbias del país,, que no estará de más puntualizar un poco en torno al propó- sito, cuyo simple enunciado supone una verdadera desfachatez^ posible sólo don- de, como aquí, un «sirocco» político co- mo el pasado haya dejado todo confun- dido y amargo. En primer término, ¿qué significaban
los secretarios de despacho del dictador, tan oscurecidos hasta que la voluntad de éste los levantara de la nada? Si repasamos la lista de quienes des-
empeñaron aquellas modestas funciones a la voz de mando del difunto general, sólo encontramos en ella una personali- dad y media: el ex gobernador, eufémi- camente llamado civil, de Barcelona, ge- neral Martínez Anido, y el ex joven Mau- rista señor Calvo Sotelo. Excluido éste moralmente del primer plano, según se afirma, por una carta que casi «in artícu- lo mortis» escribió el ex dictador, conde- nando el nuevo cauce por el que el ex ministro de Hacienda canaliza sus acti- vidades—razón por la cual, seguramente, se alza sobre el pavés al conde'de Gua- dalhorce—, la figura de Martínez Anido se amplifica en las sombras como la de significación más precisa, que imprime carácler, quieran o no, a los hombres de paja que forman el resto del equipo. Socialmente ya sabemos, pues, a qué atenernos, y un indicio más lo constitu- ye la eliminación voluntaria del señor Aunós, cuya presencia, por haber inicia- do la organización corporativa, es in- compatible con la del animador de los Sindicatos Libres. Pero Martínez Anido es un general y
además su «estilo» se aviene mal con la actuación arrojada y sujeta a la crítica que la oposición impone. La ideología y la «manera» del salvador del orden necesitan para brillar en todo su esplen- dor—como el hongo del mantillo—de cuanto el poder significa en los países en que la irresponsabilidad es dogma: cuantiosos fondos secretos, brigadas de espías, delatores y fuerzas de choque y, sobre todo, una guardia negra que garan- tice—-por inauditas represalias y coaccio- nes—la seguridad del héroe. De aquí- que en la oposición se esfume del primer pla- no, acogiéndose a su personalidad mili- - tar, que le priva de mezclarse. en estas |
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cuestiones, en que tan devastadoramen-
te actúa en cuanto se le dan mimbres. Estas eiirninaciones, medio reales, me-
dio voluntarias, sitúan en el primer plano de la üga de los «proüteurs» de la dicta- dura al que durante cinco años actuó de limosnero mayor del reino, deshaciendo económicamente al país so capa de en- grandecerlo. Es natural^ al fin y al cabo, ya que entre los ianguas. Callejo, Ponte y compañía la personalidad de (iuadal- noree es tan imponente como la de una sima junto a las madrigueras de cone- jos abiertas en sus bordes. ¿Cómo se ha labrado esta personali-
dad y cómo puede sostenerse en lo futu- ro? A costa únicamente de la ruina eco-' nómica de España; a costa de una in- corporación de los negocios a la pplítica que -suponga una más profunda y defi- nitiva corrupción de ésta, harto prostitui- da ya antes de 1923, si bien por causas generalmente ajenas a los negocios. Hay que decirio en ñonor de la vieja política —tan desprestigiada con justicia por otros conceptos—: como muchas veces en la historia de los pueblos, al atravesar un período de decadencia, la cúspide de la corrupción se había de alcanzar en una etapa de dictadura, al desaparecer toda posibilidad de crítica y de agitación ideo- lógica y pasar al primer plano los ape- titos—que no las necesidades—de los núcleos sociales menos aprensivos y de las colectividades menos educadas ciu- dadanamente. Imposibilitada toda dictadura para dar
satisfacciones que no sean de otro orden que las puramente materiales—y éstas con su buena comisión y corretaje—, el arbitrismo megalómano del dictador en- |
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contró intérprete ideal en su no menos
megalómano secretario de Eornento, mentalidad extraviada por todas las monstruosidades que un puro desenvol- vimiento de la técnica puede incubar en un temperamento desprovisto de toda idea de mesura y sentido crítico. iNo es de extrañar, pues, que, así las
cosas1 no auedara ensueño comarcal o apetencia personal de medio que no en- contrara congrua expresión o arrimo en uno de esos tenoménales planes con que el conde de Cxuadaiñoree nos deslumhra- ba cada lunes y cada martes, cuyo coste se cifraba por centenares y aun por mi- les de millones de pesetas, como si se tratara de desnivelar el presupuesto de ios Estados Unidos. Pero esto había de tener una contra-
partida : la ruina del país, y, a la postre, tenía que suscitar la alarma en los mis- mos sectores financieros que tanto aplau- dían en principio la danza de ios millo- nes, aun cuando no fuese más que por las rivalidades que, inevitablemente, te- nían que estallar entre los beneficiadores del revuelto río. Y he aquí explicada una de las causas esenciales de la caída de la dictadura, que si no llegó a con-' sumir la completa ruina de España fué porque no tuvo tiempo de desenvolver la totalidad de los planes incubados por Guadalhorce. Como era lógico, éstos han alimentado
muchos apetitos e ilusiones individuales y colectivas, que ahora se trata de agru- par en torno al equipo ministerial de la dictadura, con el designio de consolidar una etapa de injerencia de los negocios y los intereses más estrictamente ma- teriales en la política, que supone una |
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Mahatma Ghandi (a la derecha), acompañado de su lugarteniente Manila! Kothari,
al emprender su peregrinación para preparar la campana de desobediencia civil |
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NUAVA ISPAÑA
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lamentable vasta dirección de ésta. No
hay ambición .insatisfecha o estúpida y vana pretensión rural que—sobre todo desde la oposición—no pueda ser acogida por quienes gobernaron con tal carencia de sentido de responsabilidad. Las tales pretensiones de reconstrucción nacional, planeadas sin noción de las verdaderas necesidades y posibilidades colectivas, constituyen la más pésima escuela de ciudadanía. Esa es la labor que está re- servada a la ñamante Unión Monárqui- ca, y contra ella debían alzarse especial- mente todas las fuerzas económicas del país, conscientes de su verdadera misión nacional. A nuestro entender, el nuevo partido,
impunista y absolutista por esencia, sig- nifica un peligrosísimo ensayo de despla- zamiento de las motivaciones espirituales y morales, que deben preñar de sentido a la política mediante la instauración de una simple cooperativa de intereses ma- teriales, pocas veces justificados y claros para mayor desdicha. De aquí la nece- sidad de combatirlo—así como a sus hombres—implacablemente. Toda la correspondencia de
NUEVA ESPAÑA, diríjase al Apartado de Correos 8.046 |
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ENSAYO SOBRE EL CACIQUISMO
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i por JUAN DÍAZ DEL MORAL
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La secular educación en el régimen
de esclavitud había borrado del alma es- pañola todo interés por la vida pública. Mas ¿por qué no sucede otro tanto en ios demás países gobernados por Monar- cas absolutos ? Tal era el problema plan- teado en el artículo, anterior. I)e todas las naciones de Europa, es
la ¿'rancia de Luis XIV la que suele presentarse como arquetipo de monar- quías absolutas. ¿ Cómo explicarse, pues, que haya sido también et vive- ro de las libertades públicas? El abso- lutismo no alcanzó en Erancia perma- nencia bastante para troquelar el alma nacional; el absolutismo fué allí una si- tuación transitoria, un sueño y un re- poso, anhelados por el pueblo mismo, sin cuyo cansancio tal vez no hubiera llegado a dominar. Guerras civiles y guerras religiosas incesantes llenaron su vida durante la segunda mitad del si- glo xvi. Ahora bien; en estas guerras se discutían siempre problemas de ciu- dadanía ; la Santa Liga inscribía como señuelo en su bandera el restablecimien- to de las libertades medievales, y para garantizar la de conciencia, el Edicto de Nantes tuvo que acometer la ordenación de toda una serie de derechos políticos (igualdad civil de católicos y reformados, libre aceso de unos y otros a los cargos públicos, facultad de celebrar asambleas, etcétera). En la primera mitad del si- glo xvii continuaron las luchas religio- sas (guerra y conquista de La Rochela), y hasta en la menor edad de Luis XIV estallaban las revueltas de La Fronda con un programa, político de limitación del Poder real. Sólo desde la muerte de Mazarino hasta la del Monarca (1661- 1715) está regida Francia por el absolu- tismo. Y ni siquiera en este medio siglo dejó de latir en el ambiente francés la |
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emoción de la ciudadanía. Las drago-
nadas y el Edicto de Revocación susci- taron vivas protestas; la insurrección de los campesinos de Cevennes replanteó el probiema religioso; atrevidos publi- cistas censuraban sin ambages la admi- nistración real (carta de Feneión al Rey ; Pedro Le Pesant, Detail de la France y Factum de la France; Vauban, Pro- jet d'une dime royale), y cuando se di- fundió la noticia de la muerte del gran üéspota, sus vasallos la recibieron con la alegría del despertar de una pesadilla. )C el reinado de Luis XV fué el prefa- cio de la gran Revolución. En él se for- jaron todos los explosivos que hicieron saltar en pedazos los poderes de derecho envino; durante él (mayo de 1750), ensa- yó el populacho de París algunas de las gestas que tan brillantemente desarrolló después; durante él, la extensa y culta clase burguesa se saturó de los princi- pios que habían de constituir más tarde el derecho publico europeo y minó los ci- mientos de la Realeza con las campañas de inquietud y de descrédito, precurso- ras de la gran tragedia. En cuanto a Tn- glatera( ei absolutismo no llegó nunca a cuajar. El ensayo del sistema durante dos o tres lustros costó la cabeza a Car- los 1, y el saludable efecto intirnidatorio del hecho sugirió probablemente a Ja- cobo II la prudente resolución de fugar- se a Francia, devolviendo tácitamente a su pueblo la plenitud de su soberanía. Cien años justos antes de la Revolución francesa, los ingleses hacían jurar su Declaración de Derechos a Guillermo de Orange, Bey -por la voluntad del pueblo y no por la gracia de Dios, e iniciaban en el Mundo un nuevo régimen de go- bierno: el sistema constitucional. De esta suerte, Inglaterra y Francia, las dos maestras del pensamiento político mo- derno, sacaban a flote el espíritu de ciu- |
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NOTICIAS LITERARIAS
Alemania
Las revistas y periódicos publican el
mensaje de salutación que la intelectua- lidad alemana ha dirigido a D. Miguel de Unamuno, felicitándole por su regre- so a España. La intelectualidad alemana fué la única que, cuando se le despojó vilmente a D. Miguel de su cátedra, le- vantó una vibrante protesta colectiva, y la única del mundo que, cuando las Uni- versidades españolas fueron atropelladas, protestó virilmente. Manifiestos de gran valor que en su día no pudieron publicar- se en España. |
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Ernste Glaeser, el joven autor de Los
que teníamos doce años, publicará uno de estos días su nuevo libro Reconstruc- ción. |
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Los cinco teatros del Estado que fun-
cionan en Berlín van a unirse con los cuatro que dirige Max Reinhardt, para formar un gran trust teatral. |
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Ramón Gómez de la Serna ha sido
invitado por la Universidad de Berlín para dar una conferencia en sus aulas. Ramón llegará a Berlín a primeros de mayo, y la conferencia tendrá lugar el día 7. Hablará del Humorismo español. Es posible que sostenga otra conferencia en la Universidad de Hamburgo. |
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Emil Ludwig, el reportero inconmen-
surable, acaba de agregar a su serie de grandes biografías la de Lincoln. |
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IíB Policía atontada de Nueva York persiguiendo a los iitaiiííestantes en una de las
calles contiguas a Unión Square, en donde fué disuelta la manifestación de obre- ros sin trábalo |
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NÜSVA ÉáPANÁ
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dadanía del tremendo oleaje del absolu-
tismo, que estuvo a punto do anegarlo. Y como en .Francia y en Inglaterra, el sentimiento de la libertad perduró incó- lume en cuantos países shitieron la tre- jjidación de las guerras religiosas. En to- dos ellos los problemas de conciencia es- tallan matizados y aun condicionados por otros de carácter político y social. .Felipe 11 y sus vasallos, los flamencos, ventilaban en sus luchas, tanto las liber- tades ciudadanas como la de profesión religiosa; la insurrección de los campe- sinos en tiempo de Lutero y la que pro- movieron después los de la Alta Austria (1595) revestían ya los caracteres de las luchas sociales; al amparo de la bandera protestante, como antes bajo la de Juan Huss, Bohemia se esforzaba por salvar su personalidad racial. Con la defenes- tración de Praga, pretendían los Defen- sores de la Fe sacar a flote la existencia y la libertad del pueblo eslavo, a la par que la pureza de sus convicciones lute- ranaSj y, mediante la victoria del Monte Blanco, Fernando II emprendía resuel- tamente la gernianización de los tche- cos, a la par que los catolizaba y los despojaba de sus tierras. Mientras el ab- solutismo, cediendo ante el empuje po- pulart retrocedía en las comarcas agita- das por la reforma, se instalaba sólida- mente, permanentemente, en los países de unidad de fe católica, como Italia y Esjiaña, y lograba al cabo adormecer el sentimiento de la libertad y Jos anhelos de vida ciudadana. Y es el caso que fue- ron precisamente los reformadores quie- nes con mayor fervor sostenían la santi- dad del Poder real, y fueron precisamen- te los teorizantes católicos quienes de- fendían los derechos de los pueblos' con- tra los Reyes. ¿ Cómo explicar la para- doja'^ Lutero sostiene la autoridad divi- na de los Príncipes y reprueba como un pecado grave la resistencia a sus manda- tos. Jacobo I (verdadero derecho de la Monarquía' libre) afirma rotundamente que el Bey recibe su Poder directamente de Dios. Bodín explica la autoridad so- berana corno un Poder inalienable, im- prescriptiblle, hereditario y sin limita- ción; el Bey está exento de toda obliga- ción, incluso la de su propia promesa; la ley es la expresión de su voluntad y, por tanto, no está sometido a ella. Gro- cio invoca el salmo 51 como prueba de la irresponsabilidad de los Eeyes. Y lo mismo Guillermo Tyndale. En cambio, la Iglesia católica viene sosteniento des- de la Edad Media (Bocio, Agustín Triunfo) que todo poder procede de Dios y, por tanto, de su vicario en la Tierra, mientras que la autoridad re.al trae su origen del pueblo, en virtud de una lex regia. Y ya en el momento de la con- trarreforma, Belarmino y Cartwright de- fienden el origen divino del Poder papal, el origen humano de la realeza y la su- premacía de aquél sobrevesta, como la del alma sobre el cuerpo. Sólo la adhe- sión a los mandatos de la Iglesia es ca- paz de infundir el espíritu de justicia, sin el cual los reinos de la Tierra son. magna lalrocinia. Lainez piensa que el Poder de los Reyes se nutre y se asien- ta en ha voluntad de log pueblos, los cuales pueden imponer al Monarca, co- mo condición de obediencia, la fidelidad a la doctrina católica. La heterodoxia del Príncipe lo despoja, ipso facto, de toda autoridad y faculta a su pueblo |
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Reunión celebrada en Berlín por los hindúes que habitan en la capital alemana
para zanjar las diferencias que les dividen en partidarios y adversarios de Gandhi |
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para proceder a su destitución. La con-
traposición de los dos grupos de teorías pone, de relieve la verdadera finalidad de ia disputa, en cuyo seno latían propó- sitos distintos a la tesis que cada una parece sustentar. La Reforma aspiraba, en el fondo, a la secularización del Es- tado mediante la exaltación de la majes- tad del Príncipe sobre la del Papa, y la secularización implica la existencia de la sociedad civil como institución de dere- cho inmanente, asentada sobre cimien- tos jurídicos puramente terrenales, in- dependientes de la profesión religiosa de sus miembros. La Contrarreforma aspi- raba en el fondo al imperio universal. Si t;l 'Estado y la Iglesia son sociedades perfectas con subditos comunes, según opina Molina; si la ley positiva debe ser mero trasunto de la natural; si ésta tiene su raíz en la Moral y en la Religión, es evidente que al Pontífice incumbe en última instancia el control y la decisión en el régimen jurídico de los pueblos. Bajo los primeros planos con que se ofrecen inmediatamente a la conciencia, las teorías atesoran en sus entrañas con- clusiones distintas y a veces contradic- torias de las que, estaban en la intención de sus autores y que reflexiones ulterio- res'se encargan de alumbrar. La unidad de fé católica, como verdad absoluta, no consiente la coexistencia simultánea de verdades relativas; la unanimidad de creencia como ley del Estado conduce necesariamente a la intolerancia y, por tanto, al aniquilamiento de los disiden- tes : cuando son subditos, la Inquisi- ción ; cuando es el Rey, el tiranicidio. El principio de unidad, aplicado a la go- bernación de los pueblos, se traduce por la concentración del Poder; la sugestión del ejemplo lleva al Estado la adopción de la Monarquía absoluta, forma de go- bierno de la Iglesia; el unum ovile et unum pastor es el tipo más perfecto de la organización política. De esta suerte, a pesar de los teorizantes de la Contra- rreforma, en los pueblos unánimemente católicos, como España, triunfó sin res- tricciones el principio del derecho divino |
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y absoluto de los Reyes. Por el contra-
rio, la Reforma, que encarna la oposición al principio de unidad, representado por el Papa, lleva latente en su seno la de- fensa de la individualidad y, por tanto, de la libertad; los reformadores acaba- ron por defender los derechos populares, no obstante la opinión contraria de Lu- tero y de Calvino. ¿No era la revelación individual la inspiración en las lecturas evangélicas, el instrumento de salva- ción? Los inventores y propagadores de las doctrinas de las libertades políticas y de la tolerancia religiosa fueron casi todos protestantes o vivieron en países intensamente batidos por las guerras de religión. (Altusio, Buchanan, Browne, Brenz, Hotman, Locke, el autor de Vindiciae contra tyranos, y después sus continuadores y divulgadores, Montes- quieu, Voltaire, Rousseau y los enciclo- pedistas.) La terrible enseñanza de los hechos y la suave persuasión de las doc- trinas infundieron en los hombres del centro y del occidente europeos la con- vicción de que su verdad, la verdad de cada uno, tiene un valor puramente re- lativo dependiente de su propia vitali- dad y totalmente ajeno a la violencia; la experiencia secular de la lucha les había enseñado los peligros de la inhibi- ción ; el tema religioso, gran comburen- te de las almas, dos había dotado del fervor y del entusiasmo con que afron.- taron entonces y después las contiendas ciudadanas. De tal modo, cuando sonó la hora de los pueblos en el reloj de la Historia, el francés, el inglés, el centro- europeo, espléndidamente educados, em- puñaron sin vacilar el timón del Estado y lo condujeron, como expertos, por los campos Se la prosperidad y de la gloria. Y, mientras tanto, el pueblo español, compuesto de particulares, no de ciuda- danos, de alma fría para lo colectivo, carente de toda preparación para la vida pública, desmoralizado por una servi- dumbre secular, recorre dando tumbos las rutas del Mundo, atacado del terri- ble morbo del caciquismo, cuyos carac- teres estudiaremos en otro artículo. |
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NÜÉVA ESPAÑA
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LAS BAJEZAS DE LA DICTADURA HÚNGARA
por LEON BLUM (Jefe del partido socialista francés)
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Los recientes debates sobre la ratifi-
cación del Plan Young en Francia y en Alemania nos recuerda que en La Haya se trató de algo más que de Alemania y de las otras potencias acreedoras. La Conferencia ha venido esforzándose en arreglar a¡l mismo tiempo las dificultades de toda cTáse que subsistían entre las potencias centrales y las orientales: Austria, Hungría, Grecia, Bulgaria, Es- tados de la Pequeña Entente. Todavía, el reglamento acordado no es completo ni definitivo. Pero no estará de más se- ñalar una de sus cláusulas, bastante singular. Hungría, como Estado sucesor de la
antigua monarquía austro-húngara, tie- ne que responder de una fracción de la |
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deuda por reparaciones, y, por otra par-
te, dicha nación fué declarada, lo mismo que Austria, solidaria de la deuda ale- mana. En 1924, los aliados se pusieron de acuerdo para beneficiarla con su ré- gimen de pagos, extremadamente redu- cidos, al cual habría que añadir, a partir de 1944, unos «créditos especiales», pro- vechosos para la «Petit Entente». Pues bien: en La Haya ha sido estipulado, de acuerdo con Eumania, Checoeslova- quia y Yugoeslavia, que de los pagos húngaros habrá de constituirse un «fon- do agrario», sobre el cual recaerán pri- mordialmente las indemnizaciones recla- madas por los propietarios húngaros que a ello tengan opción. Conviene recordar en dos palabras lo
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esencial de esta confusa cuestión. Los
grandes, propietarios magyares no po- seían solamente dominios sobre los te- rritorios de la Hungría actual, sino tam- bién en las antiguas provincias húnga- ras, que hoy son tierra rumana, checo- eslovaca y yugoeslava. A consecuencia de ello han sufrido los
efectos de las reformas agrarias aplica- das en Eumania lo mismo que los demás propietarios rumanos. Ahora, en virtud de aquella cláusula del Tratado de Tria- non, indemnizaciones considerables. Si la jurisdicción arbitral les diese la ra- zón, las cantidades que tendrían qu® recibir saldrían preferentemente del fon- do agrario, nutrido por su parte con las anualidades húngaras. Es decir, que los desembolsos de Hungría a título de re- paraciones caerían, en reali'dad, en el bolsillo de algunas docenas de magnates húngaros. ¿No es admirable la combinación? El
pueblo húngaro entero abonará, hasta 1966, contribuciones aparentemente des- tinadas al pago de las reparaciones de guerra debidas a los aliados. Estas con- tribuciones serán extraídas de los im- puestos, cuya carga recaerá sobre la to- talidad de los ciudadanos húngaros. Lue- go irán a formar parte del fondo agrario. Y de aquí se destinarán, ¿a qué? A pro- veer, a «engordar» a un centenar de grandes propietarios. Entre estos grandes propietarios, ¿sa-
ben ustedes a quién va a corresponder la mayor parte? Sencillamente, al conde Bethlen en persona. Al' conde Bethlen, primer ministro y dictador de Hungría; al conde Bethlen, el de los billetes fal- sos ; al conde Bethlen, el de las ametra- lladoras de San Gotardo. Porque el con- de Bethlen poseía antes de la guerra inmensos dominios en TransilvaniaL que ahora es una provincia rumana. Y figura el conde en la primera fila de los optan- tes que, después de un corto pasaje por el fondo agrario, se repartirán las anua- lidades húngaras de las reparaciones. He aquí lo que se ha decidido en La
Haya. Verdad es que el representante húngaro en La Haya no era otro que el conde Bethlen. ¿ Qué pensar de un hombre que pro-
visto de un poder absoluto abusa de él para despojar a su país en provecho de algunos hombres de su casta y, sobre todo, en provecho suyo? ¿Puede imagi- narse un abuso de confianza más escan- daloso, más indignante ? Nosotros ya sa- bíamos perfectamente la brutalidad des- pótica del conde Bethlen, su crueldad, su doblez; sin escrúpulo. Pero este acto suyo colma toda medida. Lo acaecido en La Haya se ha disimulado hasta ahora, cuidadosamente, al pueblo hún- garo; tarea fácil en un país en el que la Prensa está asalariada; la tribuna, muda; en el que todo signo de oposición puede costar la libertad y la vida. Pero la verdad acabará esclareciéndose, a pe- sar de todos los obstáculos. |
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Estatua de un minero, obra del escultor Fritz Koelle, que ha sido colocada a la
entrada del Museo Nacional de Berlin |
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NUEVA ESPAÑA
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a
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Romanticismo y naturalismo £aat£deparis
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por J. G. GORKIN
éstos siguen a cierta distancia a los gran-
des acontecimientos históricos que les sirven de inspiración. Un régimen tran- sitorio no puede inspirar más que una literatura y un arte inciertos, transito- rios también; un régimen asentado sobre bases sólidas inspira, por el contrario, un arte y una literatura robustos y lle- nos de la savia del nuevo orden. La bur- guesía venció en toda la línea a la aris- tocracia, con ayuda del pueblo ; el roman- ticismo, impregnado ai comienzo de im- pulsos populares, venció en toda la li- nea al clasicismo aristocrático, a pesar de su defensa desesperada. El romanticismo llegó, es verdad, a
estar en desacuerdo con la clase de la cual había, nacido y a la cual tenía la misión de servir. Después de exaltar el triunfo de la cíase burguesa sobre la base aristocrática y de glorificar a Na- poleón—Víctor Hugo conservó hasta la muerte el culto al Emperador—., el ro- manticismo chocó con los apetitos des- caradamente materialistas de la burgue- sía. Esta, que .corno todo Poder quiere el sometimiento-absoluto del pensamien- to y su adaptación gregaria, no compren- día la persistencia de la exaltación lírica de los románticos. Y éstos huían de su medio social, renegaban de la burguesía egoísta^ de su clase y se refugiaban en sí mismos o en las épocas pasadas. Jor- ge Sand se introduce en la «búsqueda de la verdad ideal». Gautier proclama la famosa teoría del arte por el arte. Este desacuerdo con su clase y este refugio en la falsa teoría que acabamos de apun- tar, prueban a lo más que el romanticis- mo había cumplido su misión histórica y que, para subsistir, tenía que huir de la realidad y alimentarse tan sólo de ideal, de abstracción. La nueva clase necesitaba un intérpre-
te digno de ella: éste fué Balzac, el padre de la novela moderna. Lejos de huir de la sociedad y de. la época, como hacían los románticos, Balzac las descri- be magistralmente en su Comedia huma- na. En sus noventa novelas encontramos a todos los tipos de la burguesía en ple- no desarrollo, en plena formación como clase, especulando con las victorias y con las derrotas napoleónicas. En cambio, se encuentra apenas al elemento obrero... Francia, la Francia burguesa de la Bes- tauración y de la Monarquía de julio, no ha tenido historiador más precioso que Balzac, ese gigante de la novela. Pero lleguemos al naturalismo... Se
celebra ahora su cincuentenario—el cin- cuentenario del naturalismo como escue- la/—; pero la ruta de este movimiento arranca de mucho antes. Flaubert da Madama Bovary, esa obra maestra de la literatura, en 1857; los Goncourt pu- blican Germinie Lacerteux en 1865. Es- tas dos novelas, con Educación sentimen- tal, Bouvard y Beconchet, etc., constitu- yen los primeros jalones del naturalismo. Flaubert sentía un profundo desprecio hacia el medio social en que vivía y un gran odio hacia su clase. «Le llamo bur-_ guós a todo ser capaz de pensar baja- mente», decía. Y en sus novelas, espe- cialmente en la última citada, pone al ■desnudo los egoísmos, las bajezas, la mediocridad, la estupidez de su clase. (El |
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Después del centenario del romanticis-
mo, ei cincuentenario del naturalismo. Se ha gastado mucha tinta para la con- memoración del estreno—en 1830—de Hernani; se gasta mucha menos para la conmemoración de Les soirées de Me- dan, publicados en 1880. ¿Quiere ello decir que el romanticismo ejerce mayo- res influencias sobre las actuales gene- raciones literarias que el naturalismo? En manera alguna. Y si alguien, en su admiración hacia Hugo, Gautier, Nerval, Saint-Beuve—y en la pintura hacia JJe- lacroix—y en su aversión persistente ha- cia Zola y los Goncourt—y hacia el gran pintor realista Combet—afirmara lo con- trario, provocaría no pocas risas. Una brillante conmemoración es mu-
chas veces un segundo entierro. No se vea en estas palabras el menor asomo de crueldad. Casi todos hemos leído con devoción y exaltación, en esa edad fron- teriza entre la niñez y la adolescencia, al gran pontífice del romanticismo: a Víctor Hugo. A más de uno, de instinto rebelde, habrá arrojado en el umbral de la Eevolución. Yo he conocido incluso a no pocos revolucionarios que, tras diez o doce años de luchas, de fracasos, de decepciones—en estos tiempos, en que la democracia se niega a sí misma, en que el fascismo pugnar por convertir al si- glo xx en un siglo social propio de la .Edad Media, en que el comunismo devo- ra a sus mejores y más leales militan- tes—, buscan en Víctor Hugo un refu- gio y en el romanticismo una especie de antídoto contra el escepticismo. Pero to- do esto, y el que sigamos admirando co- mo obras maestras del' arte literario y pictórico Los miserables y La libertad en las barricadas, no puede impedirnos pro- clamar la muerte del romanticismo ante el empuje del realismo y del naturalis- mo. Hernani está muy lejos de nosotros —cien años efectivos—?, miramos a sus personajes y oímos sus tiradas con una sonrisa irónica; en cambio, ¡ cuan cerca están aún de nosotros Los cuervas, esa obra maestra de Bócquer y del teatro na- turalista I Nos explicamos perfectamente ¡jue la
burguesía gaste tanto en incienso para conmemorar el romanticismo y que gas- te muy poco, casi nada, para el natura- lismo. El romanticismo francos represen- tó la Eevolución en el dominio literario. Su lucha violenta contra la tragedia clá- sica y en favor de la Libertad y de la Verdad, equivalió literariamente a la lu- cha de la burguesía, económica y políti- camente, contra los restos de la aristo- cracia, cuyo esplendor declina con la muerte de Luis XIV hasta seguir a la guillotina a Luis XVI. La Eevolución francesa es el triunfo de la burguesía naciente y del pueblo—del tercer Esta- do—contra la aristocracia y la realeza. Napoleón es el triunfo de "la burguesía sobre el bajo pueblo y la entronización, de la primera como clase social. Las tro- pas napoleónicas combaten en el Mundo entero por los intereses y en nombre de los ideales de la nueva clase en el Po- der, que encuentra su orden jurídico en el Código de Napoleón. Pero esta clase necesitaba también su revolución en la literatura y en el arte. Sabido es que; |
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drama de Flaubert se asemeja mucho al
de no pocos escritores de la nueva gene- ración; aquél, en su odio hacia su clase, se refugió en su torre de marfil; éstos inventan regiones fronterizas entre las clases.) Pero el jefe indiscutible do la nueva
escuela es Emilio Zola. Su gran ciclo Los Rongon-Macquart nos dan la histo- ria viva de la Francia de la segunda mi- tad del siglo xix. La obra de Zola, como anteriormente la de Balzac, no es sólo obra de novelista, sino de historiador. Paul-Lonis, el conocido historiador del movimiento obrero francés, publicó hace años un librito sobre los tipos sociales de Balzac y Zola. ¡ Qué muchedumbre hu- mana, perteneciente a sus respectivas épocas' y a las diferentes clases sociales, moviéndose en todos los engranajes de la sociedad capitalista! ¡ Y qué gran pa- so da esta misma sociedad de uno a oti > autor en el camino de su desarrollo eco- nómico y político, del progreso social! Industriales, financieros, comerciantes, políticos, militares, eclesiásticos, peque- ños burgueses, obreros, campesinos, ar- tistas: todos desfilan ante nuestros ojos dejándonos una sensación de vida, impo- niéndose a nosotros como personajes de carne y hueso. Y, paralelamente, asisti- mos a diversas combinaciones financie- ras, en uña sociedad en que el dinero es rey; a intrigas políticas, cuyos hilos invisibles tienen en sus manos los hom- bres de negocios; a guerras entre Esta- dos, declaradas por bastardos intereses capitalistas; a escenas de cruda miseria en los medios obreros; a odios y rivali- dades de familia por la posesión de la tierra; a la prostitución del arte y del artista, del intelectual... Alguien ha dicho, creo que Sombart,
que «si se quiere estudiar la economía de la sociedad capitalista es menester leer las novelas de Zola». La economía de la sociedad capitalista de su tiempo, naturalmente. La sociedad actual, con sus colosales trusts y cartels inter- nacionales ; sus grandes jugadas de Bol- sa, capaces de enriquecer fabulosamente a unos cuantos en detrimento de miles y miles de pequeños rentistas, o a un país en detrimento de otro; con el in- menso desarrollo de los mercados colo- niales y la esclavitud económica de mi- llones y millones de seres humanos; con la racionalización industrial y el gigan- tesco desarrollo del maqumismo, no ha encontrado todavía su Zola. Pero son muchos los escritores que, en casi todos los países, han seguido y siguen aún las huellas del gran escritor francés. El «po- pulismo» que preconizan los escritores franceses Thórive y Lemonnier, ¿ no es después de todo un disfraz del natura- lismo ? El romanticismo, como movimiento li-
terario, ha muerto y la burguesía incien- sa su cadáver. Pero no inciensa lo mis- mo al naturalismo, que ha sabido poner al desnudo sus egoísmos, sus lacras, si- no que sigue insultándolo tímidamente, después de haberlo cubierto de impro- perios violentos. Es esta la mejor prueba de que vive en las corrientes literarias avanzadas de nuestro tiempo. París, abril de 19§Q.
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ESPAÑA
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NUEVA
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10
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SBPW&Jl&ä
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años seguidos. Y seguirán tomándoselo. ¡ Qué hacha | ¡ Qué ventisquero! ¡ Qué sin
No es eí conde de las codornices. Es versión de lo ordenado en el decreto una codorniz. de diciembre de 192B! |
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El joven escritor birlibirloquista señor
Bergamín (D. José) se halla estos días muy atareado haciendo los Ejercicios es- pirituales de San Ignacio. Eeza, ayuna, confiesa y comulga. No
nos choca. El Sr. Bergamín es un lite- rato puro. Y para un literato puro el fondo es lo de menos; pero la forma es sagrada. |
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SS
Nuestro querido camarada E. N. nos
envía la siguiente nota, de cuya auten- ticidad no nos hacemos responsables : «En vista del entusiasmo que reina
por el acto de afirmación monárquica y del deseo expresado por algunas señoras de oír de cerca la elocuente palabra del Sr. Goieoechea, la Comisión organizado- ra ha acordado no efectuar dicho acto en la Plaza de Toros y en la fecha que se señaló, sino celebrarlo el día 20 de abril y en el teatro Lara.» |
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¿Y García Prieto? Otro Lázaro que
ha resucitado tan monárquico como en 1923. Todavía no han pasado sobre su cadá-
ver. |
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El rigor judicial de algunos directo-
ristas de toga y birrete es una de las cosas que máe perjuicios han causado a numerosas personas. Actualmente se hallan sujetos a pro-
ceso y comparecerán en el banquillo tres dignos estudiantes, los Sres. Troyano, Inevarti y Ruiz-Castillo, víctimas de grotescas acusaciones. Su culpabilidad entrañó un acto político y deriva tan sólo en un acto políticamente subversivo. ¿Por qué no les alcanza la amnistía?
¿Es que el delito que realizaron estos tres jóvenes es más grave que el de re- belión y sedición militar que cometieron elevados personajes, hoy tranquilos bajo los beneficios de la amnistía? |
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Se dice que quieren presentar candi-
dato reformista por Gijón a un banquero hispanoamericano que dice «haiga» y que anda en busca de un título. Le ajustaremos las cuentas con toda
oportunidad. |
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SS El gran Ramirotas Matezupangalos,
como ya le llamábamos en aquella Es-
Calvo Sotelo pretende salir diputado pmU de ifelioe rec0rdaéión, viene más por el distrito de Noya. curoide que se fué. Suponemos que quedarán en ese dis- En Buenos Aires dicen que era atroz,
trito bastantes personas honorables para ge embriagaba de incienso, se comía los impedirlo. santos, se tragaba la Biblia... Aquí hará lo mismo. Y, además, escri-
58 birá artículos. |
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ss
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«Miss Valencia» quiere reivindicarse.
Por nosotros, que la hagan caballero
calatravo o que la coloquen una llave a la espalda. Hay que ser benévolos con las seño-
ras. |
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SS
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El Sr. Salinas ha dicho, en una con-
ferencia para señoritas, que el mejor poeta será el que más vago sea, es decir, el que no sirva para nada. Y, como ejemplo, dio el nombre de
Rafael Alberti. No estamos conformes. Alberti es de
los que merecen la medalla del Trabajo. |
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Cambó va y viene de París a Madrid
y de Madrid a París en calidad de co- rreo de gabinete. De un gabinete, ¡ay!, que no es el gabinete con que él so- ñaba. En París trata de convencer a Alba.
Le suplica, se postra a sus pies, le tras- mite las promesas rendidas de «determi- nados elementos» y le ofrece la vicepre- sidencia de la Chade. Cambó no pierde la esperanza de di-
rigir un gran partido de derechas, y pa- ra ello necesita la colaboi*ació'n de la Esfinge del Hotel Claridge, que dirigi- ría un gran partido de izquierdas. Todo ello dentro de la Monarquía y del unv tario y tradicional reino.de España. El gran empresario catalán no pier-
da ripio. Hombre hasta cierto punto ro- mántico, todavía mantiene vivo el ideal |
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Si
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La Nación, el noticiero huérfano de
lodos los días, menos los lunes, afirma que el manifiesto de la Liga antimonár- quica está escrito en un lenguaje oscuro e indescifrable. Y para demostrarlo reproduce el si-
guiente párrafo: «A todos aquellos que sientan la emo-
ción del momento y la responsabilidad que supone tomar en sus brazos la futu- ra Espafta para elevarla al nivel que los tiempos actuales exigen...» A nuestro parecer, la cosa es bien cla-
ra. ¿Cómo es que no lo entiende La Nación ? ¡ Ni que fuera un acróstico !•
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El partido de «los Lázaros» le llaman
al de los supervivientes de la dictadura. Mejor sería llamarlo el de «las Mag-
dalenas». Antes de conocer a Jesús.
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:s
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Como está de moda ser republicano,
Romanones ha dicho que él también es |
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LEA USTED
"NUEVA ESPAÑA" |
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El divino Calvo—que ya no lo es el
Gallo, sino el ex ministro de los para- fernales—preside el Consejo de Admi- nistración del Banco Central, a pesar del decreto de 24 de diciembre de 1928, que establece la incompatibilidad de los mi- nistros con los altos cargos de las so- ciedades financieras durante el período de su mandato y cinco años después. Pero el divino Calvo no hace caso. Es
insaciable. Y además no es tan calvo, como parece, porque tiene im tupé... |
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partidario de una República... coronada.
Es un viejo histrión, una especie de
Pére?; Zúñiga de la política. Pero ya no tiene ni gracia.
Los papanatas nacionales no cesan de
repetir: «¡Pero qué pillo es este Ro- manones ! ¡ Entiende el tinglado como nadie 1» Y le han estado tomando el pelo siete
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irrealizable de una concentración de de-
rechas bajo su mando. ¡ Pobrecillo ! Ni los fracasos le despier-
tan ni el ridículo le arredra. Con tal de no perder del todo sus ilu-
siones, no vacila en convertirse en el correveidile de los viejos y ladinos polí- ticos de Castilla. (Es el Estelrich de la Monarquía.) |
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Teatro Espaftol
¡El autor! ¡El autor! |
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12
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NUEVA ESPAÑA
número, el proletariado^ afirmó la con-
veniencia de la unión para trasformar la vieja economía. Quienes amamos a la libertad sobre todas las cosas, debe- mos aceptar ese símbolo de las manos estrechadas que los carteles de la Pri- mera Internacional llevó a todos los con- fines. Ya sabemos cómo el mundo bur- gués achaca calidad de tópico a estas afirmaciones del proletariado. Tópicos más frecuentes e inaceptables circulan a diario en la Prensa capitalista, en los libros de los escritores burgueses y en la dirección de una podrida economía. Los tópicos del proletariado—«La unión hace la fuerza»,, «Trabajadores del Mundo, unios»—deben repetirse con fervorosa constancia hasta que se claven en el cerebro de todos los productores. Aceptémoslos nosotros ahora para po-
nerlos al servicio de la libertad. Sería- mos reos de lesa Humanidad, los jóve- nes de España, si la voluntad de ser li- bres y el amor a la justicia nos faltan en un momento decisivo. Cada uno de nosotros tiene su puesto
en el sindicato de productores de su especialidad. Acaso con preferencia a ningún otro anhelo, el proletario debe incorporarse al núcleo actuante de sus camaradas de profesión. No podemos permanecer impasibles ante la lucha de clases. La soledad nos hiere mortalmen- te. Un productor aislado es un cero con signo negativo en la suma social. Un vasallo de todas las arbitrariedades y de todos los despotismos. |
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CÉLULAS AL SERVICIO
DE LA JUSTICIA por MAXIMIANO G. VENERO
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Es deseable que todos los jóvenes ami-
gos de la justicia lean un libro conmo- vedor de dos ex educandos de una es- cuela soviética _ de mozos anormales y predelincuentes. Me refiero al libro de Belyk y Panteleev La República de' los Vagabundos. Es una voz de aliento que parte de lo más humilde e indeseable de la organización social. Equivale al suspiro de los parias por la justicia. La escuela soviética los ha recogido—aula y sanatorio—cuando ellos sentían sola- mente una rebeldía indecisa, una rebeldía de ladrones infantiles, que habría de ma- durar, por futuras influencias corrosivas, en una anormalidad de bandidaje. Los adolescentes se reeducan y proscriben su rebeldía indecisa. La transforman en una actividad social puramente marxis- ta. Aspiran a expropiar, en beneficio de la Humanidad. Ya no son individuos que escalan una casa para saquear los mue- bles. Son las células de una clase, del mundo productor, que se preparan para el abordaje a las viejas economías, a las antiguas organizaciones sociales. Se con- vierten, pues, en miembros de los «Kon- somolzen». _ Los alumnos de la Escuela Dostoiews-
ki han variado, acaso principalmente por la acción eficaz del ejemplo. Eusia tiene que hacer grandes reducciones en el presupuesto de las Kepúblicas soviéti- cas y no puede darles alimentos exce- lentes y someterles a una cura científi- ca amplia. Pero el ejemplo y la abnega- ción de los camaradas profesores, son el sanatorio auténtico y hermoso de los mu- chachos recogidos de la calle. |
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Uno, dos, tres, constituyen la primera
célula al servicio de la justicia. La célu- la va modificando los tejidos espiritua- les de los camaradas, penetrando en lo hondo de los cerebros y de los corazo- nes. La célula es un cáncer que destru- ye únicamente lo impuro. Lágrimas de alegría se amontonan en lps ojos del lec- tor. Yo he sentido una angustia inefable mientras pasaba las páginas de este li- bro. Me parecía tener en mis manos un pedazo de carne pueril, que se iba tras- formando en un hombre puro, hermoso y noble. |
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Yo sé que escribo ahora para un field
donde sólo hay convencidos de la jus- ticia. No es fácil que los hechos con- tradigan nuestro optimismo. La juventud de la España que nace enfila su mente y su voluntad a los ideales justicieros. No es necesario mencionar, ni siquiera esquemáticamente, ;qué ideario inspira estas inquietudes. Para un hombre de este año 30, que ha de ser tan fecundo, el ideal primario es conseguir la liber- tad : libertad de pensamiento y de ac- ción. Y después, poner esa libertad al |
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servicio de la justicia. Será menester
que trascurra un debate, todo lo amplio y enérgico que sea necesario, para im- plantar el dominio absoluto de la equi- dad. Pero, en disgregación, los esfuerzos
resultan estériles. Hace muchos años que la clase social más rica de energías y de |
Políticamente, un joven es una célu-
la que necesita la agregación a células afines. Nadie transita por la vida sin ha- Uar'coincidencias de pensamiento. Los jó- venes de esta España, que todos vamos formando a costa de nuestro dolor, tie- nen, por fortuna, múltiples coincidencias. No es difícil hallar, cada uno la docena, o las dos docenas o las tres docenas de células afines. Ocurrido el hallazgo, debe sobrevenir, inmediatamente, la forma- ción del grupo al servicio de la libertad y de la justicia. Lo urgente es abrir debate y cauce para la acción. El sumarse a las organizaciones na-
cionales es obra posterior. Una célula cualquiera, puesta al servicio de la justi- cia, encontrará solidaridad en sus afines del resto de España. Amplia solidaridad, más amplia, si cabe, que la ejercitada durante la dictadura con quienes eran perseguidos y acorralados. En resumen, esta exhortación va di-
rigida a los jóvenes que habitan en áreas rurales. La juventud de las urbes halla menos dificultades para su actuación ci- vil. Pero las opresiones clericales y bur- guesas en las poblaciones rurales que no tienen gran población proletaria, co- accionan el impulso civil de los jóvenes. Para animar a éstos hemos querido co- menzar nuestras líneas consignando la obra heroica de los educandos de una escuela soviética que tenían necesidad de luchar contra los agentes exteriores y,, acaso más principalmente, contra sí mismos. Y, empero, la contienda les ha sido favorable. Tan favorable como lo será para los jóvenes de nuestra España, que sienten la inquietud más viva del siglo. |
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tas autoridades francesas haciendo indagaciones en el lagar en que reciente,
mente dos obreros esquiroles han sido secuestrados por varios huelguistas, que les condujeron al Centro de los [Sindicatos para amedrentarlos y maltratarlos |
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NUEVA ESPAÑA
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bres artificioso adaptable a las circuns-
tancias. El socialismo se olvidó de su procedencia y de su fuerza, de a lo que le obligan lo uno y lo otro, y chalaneó y se tuteó, campechanamente, con el populista y el centrista. El socialismo, y en ello están sus características más efi- caces, es un sistema político integral y exclusivista; por ello, es el único siste- ma político que embarga la personalidad completa del hombre en sus diversos as- pectos : económico, social, ideal extra, mientras los demás sistemas políticos sólo se refieren a uno u otro de esos aspectos. Así, al perder su esencia carac- terística, el socialismo se confundió en Alemania con los partidos más hetero- géneos y perdió la fuerza original con que le asistía directamente el pueblo, hasta verse convertido en un partido de turno, oportunista. La dimisión de poderes que acaba de
hacer no es sino un intento de una vuel- ta en seco hacia las fuentes populares de que se había perdido. Pero ni siquie- ra lo ha sabido hacer con gallardía que fuera grata a la multitud, sino entregan- do, con manejos inhábiles, el Poder en manos de los católicos, abandonado a cualquier furor dictatorial. Si hoy ¡no pesa una dictadura sobre Alemania, no es al partido socialista, precisamente, a quien hay que agradecérselo. Alemania no puede ser sometida a una dictadura, porque es un pueblo orgánico y vivo, pen- diente del trabajo; el dfa que se inten- tara una dictadura, los Sindicatos obre- ros la habrían aniquilado con la sola or- den de veinticuatro horas de huelga ge- neral, y esta orden está tan segura en la mano de los sindicatos como la llave de las cajas de caudales en las de los burgueses; pero los socialistas no han hecho nada eficaz- para evitarla. • En las próximas, muy próximas, elec- ciones, el socialismo sufrirá el revés pro- pio de sus impericias. ¿ Quién recogerá la herencia del socialismo en las urnas? Intrincada pregunta. El comunismo ale- mán, no obstante su actividad, su fuerte organización y su audacia, carece de condiciones—y de personalidades—para producir en su favor un movimiento ge- neral del pueblo. Ninguno de los otros partidos burgueses o nacionalistas, no sólo no pueden ni lejanamente recibir la deserción del socialismo, sino que la mayor parte de ellos se encontrarán con que les sobra el nombre, que es casi lo único que ahora tienen, ya que son par- tidos artificiosos nacidos al amparo de circunstancias excepcionales. La descom- posición de la política alemana es una descomposición de partidos, es decir, una falta de relación de los partidos con el pueblo y con sus necesidades reales. La división, subdivisión y multidivision del nacionalismo y la división del trabajador entre el comunismo y el socialismo, han desequilibrado y desconcertado la políti- ca alemana, sobre todo la han desconcer- tado de sus fuentes propulsoras, y a la hora de hoy ningún partido sabe lo que representa ni lo que es. De las nuevas elecciones, a las que
se va inminente y fatalmente, podrá co- menzar a salir el perfil de Alemania, si no, Alemania buscará otro camino para señalarse la verdadera Alemania, la que está naciendo bajo esta desorientación. Berlín, abril.
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Tres de las gigantescas caricaturas que han sido exhibidas en nn mitin cele-
brado en Nueva York como réplica a las reuniones celebradas en diversas iglesias de la ciudad para protestar contra la persecución religiosa en Rusia. Las figuras representan, de izquierda a derecha, a Rasputfn, al Zar fenecido y al Jefe de Policía de Nueva York |
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El sentido popular de la crisis
CARTA DE BERLIN
por F. FERNANDEZ ARMESTO
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La política concreta, los acontecimien-
tos de gobierno, ponen hoy sus exigen- cias sobre esta carta. Al fin, uno no se puede evadir a las grandes titulares de los periódicos ni a la seducción de ese público indefinido que llenó todos estos días las tribunas del Reichstag y se ex- tendía por la plaza de la República a ver la cara que los políticos le hacían a los sucesos. La crisis gubernamental que acaba de ocurrir no ha sido sino una parada política, que le tiene sin cui- dado al pueblo, al verdadero pueblo, el cual está con las manos y el pensamien- to empleado en labores menos ficticias. Alguien le ha llamado la crisis de los desocupados. Quisiera comentar aquí otros fenóme-
nos alemanes más auténticos, y en los que hay un relieve más claro de la vida. Por ejemplo, esa liuelga de escolares comunistas en Nen Koeln, el importante barrio obrero de Berlín, que ha produci- do ya el cierre de cuatro grandes escue- las y que es una gran señal de que la ciudadanía no tiene edad. [Atroz ejem- plo el de estos muchachos, que todavía no han llegado a los dieciséis años! ¡ Atroz reflejo el que deben producir en pueblos como España ! Basta con imagi- narse a estos muchachos, firmes en sus |
filas, marchando por las calles de Berlín
contra el frente armado de la Policía, para comprender la pusilánime villanía de pueblos enteros. Quisiera hablar, si no, del número que la Literarische Welt dedica a una aguda encuesta, titulada: «¿Cómo se desea Alemania?», o del cla- moroso eco que ha logrado desde la Stresemann Strase el teatro de Me- yerhold . Pero también hablando de política gubernamental, aunque sea de política entre católicos, populistas, de- mócratas y social-demócratas, se puede llegar a ver al pueblo, porque cuando nos encontramos con la ausencia de pue- blo nos habremos encontrado con él, ya que él sí que es lo que nunca puede fal- tar ; el pueblo es lo inmanente, lo in- sobornable y lo eterno. Y aquellos que creen haberlo burlado, no están sino burlándose a sí mismos. Esto es lo que le pasó al socialismo
alemán, a la «social-democracia», como él se llama; creyó poderse escamotear de la fuerza de gravedad del pueblo y burlarle desde las barreras de la gober- nación. Creyó que Marx, Engels, Bebel, Kautsky, Liebknecht, Rosa Luxemburg y Lenin, con toda su fuerte pasión pro- yectada sobre el proletariado universal, no eran sino un conglomerado de nom- |
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DEL VIEJO AL NUEVO NATURALISMO
(TROZOS DE UN DISCURSO EN LA "ACÁ*
DEMIA DE PRUSIA" SOBRE ARNO HOLZ) por ALFRED DOEBLIN
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consecución depende de las condiciones
de reproducción y de la técnica.» Yo lo expreso sencillamente así: Holz quiere crear una existencia proletaria como de- nominador de la vida; ésta existencia proletaria es la Naturaleza ; «condiciones de reproducción» son el actual teatro, los medios instrumentales y la palabra. Si pretendemos encerrar en un contenido formal su concepto de las relaciones en- |
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Creo que es esta la primera
vez que la palabra de Alfred Doeblin aparece en español. No quiero disimular el orgu- llo que siento al presentar en España—tan explotada por la importación de todo snobis- mo intrascendente — un va- lor auténtico, uno de los más fuertes valores del mundo de hoy. Alfredo Doeblin, cin- cuenta y un hños, médico psiquiatra, con ejercicio en Berlin, es el más grande es- critor de Alemania. Su últi- ma novela, Berlín, Alexan- der Platz, ha sido considera- da por los veintiocho de los más famosos escritores ale- manes el mejor libro apareci- do en el Mundo el año 1929 {novela que yo encomiendo a la vigilancia de Giménez Si- les). Es-te su artículo es un gran discurso pronunciado en una sesión que dedicó la Aco- mia de Prusia a Arno Holz, y es doblemente interesante porque coinciden en él la ex- presión del recio pensamiento de Doeblin, definiéndose a si' mismo, y la información so- bre uno de los fenómenos más notables y fecundos del nuevo pensamiento alemán. La difícil personalidad de
Doeblin no es posible tratar- la en una nota; por eso estas palabras no pretenden seí- smo un aviso al lector. En un pfóximo libro sobre la nueva literatura alemana in- tento una valoración justa de Alfred Doeblin.—Y. F. A. |
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do, decía Holz, una realización inmensa,
y no podrá ponérsele delante la labor de ningún artista por grande que sea. Yo no tengo la intención de examinar ahora el polo opuesto a la fórmula dé Holz ; yo no quiero sino ofrecerles a- ustedes pro- ductos afirmativos, de apasionada serie- dad, ante la dura verdad de este Mundo. Servirá esta representación del conteni- do de la obra nolzaliana para evidenciar el husmeo con que en pieria decadencia algunos de sus enemigos siguen o sirven a la reacción. Me parece que pronto se hará necesario mirar hacia ese peligro y escribir las fuertes frases de Holz en tono seriamente combativo. |
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Holz comprendió que el medio repro-
ductivo de la literatura, la palabra, se encuentra en un estado indigente. No es posible con nuestra actual palabra, des- mandada de la realidad, con este esque- leto lírico, con la opresión de la métrica y del ritmo, acercarse a la Naturaleza. Y también la llamada libre rítmica es tan esclava como la otra, porque bajo su apa- riencia de libertad está tiranizante el son- sonete del organillo. A esta forma de lenguaje y este lenguaje formal lo ha ex- tirpado de contenido la literatura burgue- sa, y sigue en pie, sostenido solamente, por epígonos de segundo o tercer grado. La lucha social no podía expresarse en esta forma de lenguaje. Asi como las nuevas masas sociales buscan inexplora- dos^ espacios de la vida, su literatura bus- ca inexplorados espacios del pensamien- to, a los cuales pertenece un idioma nue- vo. La Naturaleza debe penetrar en las formas de arte conducida por la expre- sión. De modo absolutamente nuevo es, ahora, apresable un poema. Porque no se entiende la nueva expresión del ritmo se tiene a la lírica y la ritma revolucio- naria tachado de «prosa», en la que no había de poesía sino la merced del im- presor. También a la música de los úl- timos decenios se le han hecho parecidos reproches. Pero toda renovación es algo más oue «prosa». Debemos preguntarnos ahora: «¿Qué
Ha hecho Holz con el refinamiento v el enriquecimiento del idioma? ¿Hacia d"ón- de ha dirigido el movimiento revolucio- nario del naturalismo? ¿Con qué inten- sidad ha abierto brecha en la Naturaleza, en lo social, lo político o lo'psicológico ? Estas son las preguntas decisivas y crí- tica3, y si nosotros como vivientes esta- mos apte lo viviente dispuestos a levan- tar su nombre como el de un campeón, no sentimos vacilar ahora nuestra situa- ción. Ustedes saben que el naturalismo tan ardientemente predicado en Alema- |
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Alírert Doeblin
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tre el arte y la Naturaleza, habremos de
expresarlo así: «Obra de arte, igual a na- turaleza, menos la técnica del autor.» Así, a=n — t. Contémplese con atención es- ta fórmula ; jamás la subordinación entre arte naturalista y Naturaleza ha sido me- jor precisada. Í>el otro lado, en el polo opuesto, se prefiere decir, más divina que humanamente y con orgullo ilimitado, que la obra de arte toma, es verdad, un trozo de la Naturaleza, pero que esto no es importante sino como material al ser- vicio del autor, que lo determinante os; precisamente, la x, esto es, las disposi- ciones técnicas del artista; así, obra de arte ±= Naturaleza + técnica del artista: a = n + t. Aquí se puede comprobar el contenido revolucionario de la obra de Arno Holz. Todo el arte no podría resis- tir, en contraste, la verdad de un produc- to de la Naturaleza. Si nosotros hemos imprimido un polvillo de material reali- dad en la obra de arte, hemos consegui- |
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El Libro del Tiempo hizo a Holz cono-
cido. Detrás de este Libro del Tiempo estaban fuertes influencias extranjeras y el movimiento de los trabajadores ale- manes. Aquel tomo de poesías evidencia- ba el auge de la lucha social en Alema- nia y señalaba cómo la literatura podía recoger, en el campo de su mirada, al movimiento obrero. Sobre el libro dijo el mismo Holz, algún tiempo después de su publicación, un juicio que podemos aceptar todavía hoy: «Este libro ha sido solamente un primer paso hacia la litera- tura de contenido revolucionario, hacia el deshanque de la vieja literatura.» Sabe- mos que las pocas obras del naturalismo alemán tienen determinada su existencia por la obra de Holz. Su formulación era absolutamente precisa: «El arte tiene la tendencia a ser de nuevo naturaleza. Su |
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NUEVA ESPAÑA
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IB
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qué? Téngase en cuenta el monopolio
de la ilustración. Para conseguir consus- tancialízar al obrero con el naturalismo le hubiera sido preciso romper con la li- teratura al uso desde las más enterradas raíces, y para esto le faltó convenci- miento. Así permanece siendo el natura- lista, entre la clase. El debiera haber llegado al absoluto aislamiento, a un ais- lamiento libre de esperanza, si no quería llegar a escribir dramas y lírica al de- seo de los burgueses. El creía de seguro que él sería al fin reconocido. El no se equivocó, pero equivocó su situación y su posición. * * *
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cias. De nuevo es reconocido que la lite-
ratura pertenece y se debe al pueblo vi- viente. Nosotros miramos hacia el tiem- po de Holz: una orgánica y funcional relación entre pueblo y literatura es ur- gentemente precisa; pero esto no se po- día establecer en 1900. Dos cosas son bá- sicamente exigibles: ampliación de la ilustración común por desbancamiento del monopolio (capítulo inmenso), y del lado de los autores vuelta hacia la gran masa. Para alcanzar un auténtico natu- ralismo tenemos necesidad, en Alema- nia, de rebajar el nivel general de la li- teratura. fFuera de las jaulas donde hoy está subida nuestra literatura y donde la ve la masa del pueblo sólo como atributo de «gente fina». El interrumpido cami- no (Je Amo Hola debe ser proseguido. Como un fuerte y ejemplar hombre vi-
ve Arno Holz bajo nosotros. Su grito de batalla y el de los naturalistas es tam- bién el nuestro: ¡La Naturaleza, la rea- lidad ! ¡ El arte dedicado con todos sus medios a la verdad! ¡Para la vida real y para un pueblo real!" |
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nía por Holz se murió hace ya casi diez
años. Podemos preguntarnos si en la de- rrota o la asfixia del movimiento revo- lucionario participan de culpa los mismos que habían dirigido la lucha y cuáles fueron las causas que produjeron la de- rrota. El movimiento social, que había recibido tan elevados impulsos del natu- ralismo, no ha crecido desde hace diez años. Lo que ocurrió es que la ola social y el movimiento obrero alemanes pudie- ron crear y dar a luz el naturalismo, pero no pudieron sostenerlo en la vida. El burguesismo, por su parte, no podía evi- tar el nacimiento del naturalismo, pero deseaba poder destruirle. ¿Por qué no pudo el movimiento de los trabajadores sostener en Alemania el naturalismo li- terario? Sigamos preguntando: ¿Quiénes son en Alemania los consumidores de li- teratura? Contestación: la alta burgue- sía. ¿Por qué solamente la alta burgue- sía? Contestación: porque ella posee el monopolio de la cultura. Puede señalarse expresivamente que la literatura alema- na está escrita apenas para un 10-20 por 100 del ¡pueblo alemán. El restante 80 por 100 es extranjero a la literatura, y lo es tanto más cuanto qué jamás se podría traducir a su idioma. Así era la situación a la vuelta del siglo xix y así es hoy. Angosta es la base de la común ilustración alemana, y la postguerra ha señalado que casi es mortalmente an- gosta. La frase de Nietzsche de que el espíritu vuela sobro el pueblo alemán como bandada de cuervos, sigue siendo todavía verdad. Lo mismo entonces como hoy se encuentran los autores de litera- tura s'n resonancia en la masa, en el 80 por 100 del pueblo alemán. Así están ¡lisiados v sirven exclusivamente a una alta y refinada clase. La otra Alemania, la kaiserista, la militarista y burócrata, esa no tiene ninguna apetencia de lite- ratura : le basta con trabajo, subordina- ción y obediencia. Cuando osos dos frentes asfixiaron el
naturalismo, un cierto número de auto- res comenzó a vacilar entre un romaníí- oismo recién encharolado, el individua- lismo y la mística. Comenzó a florecer la inconsciencia y sp, quería adscribir la nuevo camino revolucionario toda exci- tación. Entonces fué cuando una falsa marcha reaccionaria pretendió hacer de Holz su abanderado. |
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Podemos estar seguros de que Amo
Holz es el precursor y el campeón del movimiento literario, que luchó por la realidad bajo el nombre de naturalismo y hoy se acerca a la Naturaleza en for- ma de teatro político y arte de tenden- |
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atisii
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Ustedes recuerdan la fórmula de ar-
te : arte = naturaleza — x. Un hombro que define tan radicalmente, no se deja desviar fácilmente aun cuando sea ven- cido en la lucha. Holz abandonó el na- turalismo para volver a las formas co- munes de la literatura, se ha dicho. Pero yo quiero afirmar: la última obra de Arno Holz es un reducto del naturalis- mo. Holz no ha ido con bandera levan- tada al campo de la burguesía. Visibles posiciones del naturalismo le han sido arrebatadas. Pero ha muerto con la des- garrada bandera en las manos. Si hubie- ra tenido la posibilidad de introducir el naturalismo en la clase trabajadora, en- tonces hubiera descubierto Holz que la literatura, antes que una cosa en sí o una asignatura universitaria, es la fun- ción del pueblo. Pero no lo hizo. ¿Por |
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Cuadro titulado "la celda", uno de los varios lienzos que el revolucionario francés
Vaillant Couturier ha ejecutado durante su permanencia en la Santé y que aho- ra expone en la Galerie de la Renaissance |
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EL MOMENTO HISTÓRICO
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por G. FERGA
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mala, amoral o superflua, no vital, los
más viven predispuestos a reaccionar con- tra ella o se atomizan pasivamente en el seno colectivo ; el pueblo, en todo caso, está ausente de los acuerdos y decisiones que toman los menos para su goberna- ción. * * *
El pueblo español está ausente del mo-
mento histórico que vive. La minoría lla- mada por ley natural a orientarle y a dirigirle apoya su calidad en el amoralis- mo y en la superfluidad social, y no en la moralidad de las necesidades vitales. Al pueblo español se le habla en un
lenguaje que no provoca ninguna identi- dad vital de los más con los menos. La forma de gobierno de una nación es, des- de luegp, una necesidad política para la colectividad; pero lo es absolutamente vital para la clase dominante. Los más subordinados a ella en tantos aspectos no sienten esta necesidad más que en la medida de la libertad política general quo precisan para desenvolverse, mientras que la dicha clase dominante, los menos, ?■ ve vitalmente de continuo amenazada, si el hilo de su legalidad se rompe; los factores sociales tienden, naturalmente |
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ción y la repetición, basadas en esta iden-
tidad, tengan su sentido natural. De lo contrario, la imitación y la repetición o son superfluas y resbalan sobre el medio social o son ficticias y se desvanecen rá- pidas, o bien no llegan a producirse. En realidad, no hay movimiento enér-
gico en la física de las colectividades que se pierda en el crisol de la vida social. Todos producen un efecto bien directo de acción creadora o destructiva, bien indirecto de reacción, igualmente de crea- ción o destrucción, al enlazarse o chocar con otros efectos. El juego instintivo de los hombres es un juego inorgánico de fac- tores que crean y destruyen de modo con- tinuo la dinámica social. La verdadera calidad de los menos, la
calidad buena, no obstante, es sólo aque- lla que moralmente se nutre de las nece- sidades vitales, dejando a un lado lo su- perfluo y en contra de lo amoral que flota en el ambiente social; la calidad mala es la que desconoce, por omisión o por ignorancia, estas necesidades y se entre- ga de lleno al amoralismo o a la super- fluidad del ambiente social. Cuando una minoría en una sociedad
es de calidad buena moral, los más h siguen; el pueblo está presente. Si es |
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Existe una ley de física social la cuál
enseña que en el devenir sociológico de la Humanidad los más siempre invitan y repiten lo que hacen y dicen los me- nos. Esta ley es general para toda la vida sociable animal. La imitación y la repetición son cualidades propias de los seres ante las necesidades que el medio crea, y tienen un carácter marcadamen- te instintivo. En las asociaciones humanas, evidente-
mente, es grande la importancia de la calidad de los menos en la dirección y guía de los más. Esta calidad, naturalmente, no puede
apoyarse en fundamentos arbitrarios y ca- prichosos. Es inútil que los menos trafen de orientar y dirigir a los más en la secta estéril de principios inconcusos. Los más no siguen. Y en todo caso la mayoría re- fleja el estado híbrido de la minoría sec- tora. "Cuando esto sucede, las minorías triunfan al margen de las mayorías, y este triunfo es una burla a la vez que una opresión de éstas. Para que la cali- dad de los menos encierre guía, orienta- ción, dirección, es preciso que esté apo- yada en fundamentos vitales, esto es, que haya una identidad vital entre los menos y los más, a fin de que la imita- |
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OCHO
pesetas
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sobre el régimen que allí impera bajo la dic-
tadura de Stalin |
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Pedidos contra reembolso: EDITORIAL CÉNIT
Apartado 1.229. ~- MADRID
Exclusiva de Librerías: C. I. A. P.
Librería Fernando Fe, Puerta del Sol, 15
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NUEVA ESPAÑA
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a la subversión en un estadio en que, a
causa de la lucha por la existencia, la conservación de cada uno se encuentra a costa de la libertad y conservación de los demás. En fin de cuentas, en la democracia
burguesa^ ya con Monarquía, ya con Be- pública, la «voluntad nacional» no es la voluntad de la colectividad, sino la de la clase dominante y los sectores que le son afines. La ignorancia supersticiosa y la for-
zada dependencia económica del cam sino, la tradición enquistada en la tie- rra, dará siempre mayoría a la clase do- minante, aunque las ciudades, en el ta- ller, incuben la renovación; los votos del campo están en todas las naciones en mayoría sobre los de la ciudad. Las ma- yorías legislativas de esta forma están basadas en una legalidad monstruos que si de un lado es inhumana y opreso- ra, de otro es negativa, contraria a toda renovación moral y destructora de 1 factores vitales de la civilización que ella misma, con el individualismo económico, ha creado. Para la colectividad, empero, entre una
autocracia personal y una democracia po- lítica, autocrática en el orden económi- co—orden vital: no hay libertad sin pro- piedad—, no puede haber discusión en la elección. Ante todo y por encima de todo, las asociaciones humanas contem- poráneas necesitan, ante el complejo de los problemas vitales del presente, un grado de libertad general, un medio, don- da las necesidades vitales se enfronten en busca de solución. La solución ha de salir de ese medio, o, al menos, en él ha de encontrar el estímulo indispensable par* que pueda un día cristalizar. Poéticamente, la gran masa de la co-
lecíividad española se interesa por era liberad general tan anhelada. Pero, vi- talmente, quien más se interesa es la clase dominante. Vitalmente, al pueblo no le importa el afán superfluo y amoral de lös menos en la discusión de cómo debe ser la forma de gobierno de la na- ción, aunque le importe políticamente. Por ello mira como espectador activo —unos con indiferecnia, otros con hostili- dad—la lucha entablada en el seno de la minoría que en buena ley habría de orientarle y dirigirle. Entre los menos de hoy, los políticos españoles y la masa de la nación, no hay identidad vital, y, naturalmente, el pueblo está ausente de lo que podría llamarse nuestro actual mo- mento histórico. Uñase a esto la atomización de los
hombres en la sociedad española, en enorme mayoría, por el egoísmo—indivi- dualismo español diremos, siguiendo con la costumbre—-de un amoralismo secular pasivo.—sólo activo fugazmente — que aisla con la vida para sí a cada uno en la colectividad, y se comprenderá que la minoría dirigente de nuestros días, de- masiado superflua, demasiado amoral, es precisamente la de peor calidad para lle- var a Cabo la formación de la nueva Es- paña. No nos escudemos en el lugar común
de la «vieja política». ¿Es que la que pre- tende llamarse nueva entre nuestras iz- quierdas es realmente nueva? Todo es viejo en la política actual en relación con el grado alcanzado por el conocimiento en los últimos cien años. Alguien puede pen- sar que España va rezagada en relación |
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con este conocimiento. Pero no. La Es-
paña de hoy es ya Europa, desde que el capitalismo la incorporó al mundo, sacán- dola de la barbarie en que yacía, de la bastarda organización en que la sumió el absolutismo religioso. Por otra parte, el conocimiento en la civilización no tie- ne fronteras. La imitación y la repetición se extienden hoy en todos los órdenes con el progreso de las comunicaciones por todo el ámbito humano, como preludio de la futura y científica comunidad mun- dial. He aquí la importancia de la cali- dad de las minorías ante la gravedad crí- tica del momento histórico, que se bifurca en dos caminos: estado de vida inferior, derrumbamiento, el uno, y estado de vi- da superior, civilización universal, el otro. Pero no nos quejemos de la minoría po-
lítica de nuestro país sin más fin ni pro- grama de gobierno que el de gobernar por gobernar. Europa entera vive la mis- ma crisis de dirección vital. El continen- te camina a la deriva, no sólo porque falte una efectiva orientación y gula de los menos respecto de los más, sino, ade- más, por la lucha amoral de intereses, de agudos instintivos individuales, enco- nada, destructiva, que entre sí sostienen los diversos sectores, alentados y dirigi- dos por los menos en descomposición ha- |
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cia una meta que persigue nada más que
la conquista del poder, sin que ningún sector encierre una nueva creación polí- ticosocial. El momento histórico señala claramen-
te el principio del derrumbamiento de la civilización. A él se llegará de no venir un hecho histórico causal—este científico racional, no espontáneo, enérgicamente arbitrario, como los que vienen rigiendo la historia de los hombres—>, provocado por una minoría moral, que existe en to- dos los países, afortunadamente, aunque sin una concreta personalidad que lo con- tenga y, que lo impida, poniendo en juego en las colectividades la supremacía del instinto social. Hecho histórico que eman- cipe al hombre de la barbarie del pasado y lo proyecte sobre un futuro universal de vida y principios integrales basados en el conocimiento científico de las leyes naturales por que se rigen las sociedades, las verdaderas leyes de la Historia. Sólo así la actual civilización saldrá de la si- tuación grave por que atraviesa y podrán superarse los factores generales de pro- greso y creación hacia una civilización mundial digna de la inteligencia y de la razón humanas, identificados plenamente los menos y los más en todas las socieda- des del planeta en una dirección social, vital y moral. |
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APELACIÓN
BASCH Y LA
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DEMOCRACIA
por ANTONIO DE OBREGON
continúa diciendo se sabe por la'Prensa,
aunque no se haya escuchado. Demo- cracia. Derechas... Ya ha terminado. Por allí va, siguiendo a su larga chalina negra de republicano y rodeado de la Junta en pleno y del público. ¿Por qué esos nuevos aplausos después de los del final? Es que Eduardo Ortega le acaba de dar las gracias por su protección en París, con unas frases verdaderas y tan breves como las del día anterior en otro —aunque no el mismo—local cerrado, a pesar de que pareció lo contrario, a juz- gar por la calidad de los interruptores... Otra ovación en los pasillos. Y a la sa- lida. Un banquete suspendido. Y Basch que se va, dejándonos preocupados en una multitud de observaciones y de re- flexiones tan tristes como curiosas. Allá van. II
Admirado Víctor Basch: Viene usted
a decirnos cosas que, en su esencia, fue- ron para nosotros, los jóvenes, las pri- meras letras ciudadanas. Viene usted a repetirnos lo que, en síntesis, aprendi- mos cuando nos asomábamos al ventanal de la Historia y nos conmovía—.con una conmoción que no volveremos a gustar más de intensa y de lírica—la Francia de la revolución. Sin embargo, ha he- cho usted bien en venir sin temor algu- no. Aparte de que sus estudios sobre Ciencias sociales le ponen a nuestro lado actual, todo eso que usted ha di- |
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Desciende del tren, ante un nutrido
grupo de intelectuales, un viejo sonrien- te. Es calvo, su nariz aguda y sus ojos inquietos y brillantes. A todos abraza y a todos sonrío M. Víctor Basch. Al día siguiente conferencia en el Ateneo. Lle- no de público el teatro y de expectación. Le presenta Jiniénez' de Asúa. ¿Por qué esa interrupción de aplausos? Es que Asúa ha dicho que la Liga de Derechos del Hombre francesa y alemana son hijas de una revolución y gue quizá sea precisa esa génesis en otros países más desgraciados... Ahora habla Basch. Ora- dor a la usanza romántica, tiene mo- mentos de brío prestísimo y momentos de suave piano. Su ademán es sabio y ajustado; su expresión, rebelde. Cuan- do se le aplaude, grita mucho más para hacerse oír. Víctor Basch hablg, muy bien^ como orador y como francés, por- que el francés suyo es el más claro de Francia. Con indignación o con entusias- mo, concreto siempre, esgrimiendo una alabanza o mascullando una acusación, el viejo y noble profesor de la Sorbona nos habla de la Democracia, de la Liga, de los atropellos fascistas y comunistas? de Economía, aludiendo a Juan Jacobo, a Ibsen, a Gracia, a Maurrás, a Aristó- teles y a su Francia... ¿Por qué esa ovación estruendosa? Es que Víctor Basch ha tenido una frase justa para la actitud de los estudiantes e intelectuales españoles durante la dictadura... Lo que |
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18
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NUEVA ESPAÑA
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cho, antiguo, muy antiguo, resulta nue-
vo para nuestro pueblo. Hasta se puede decir, si se nos perdona el buen humor, que es usted un hombre lleno de «porve- nirismo», porque todo eso que usted dice no se ha catado aquí aún. ¡ Nos ha re- sultado usted un hombre del futuro, M. Basch!... Sabe usted que somos jóvenes, por-
que se lo acabo de decir. Comprenderá usted que tengamos grandes deseos de violencia. Acusóme, M. Basch, de que, siendo demócrata, estoy deseando—en mi fuero interno—emplear la fuerza —nuestra fuerza—para imponer esa mi verdadera Democracia. Ya sé que nos mirará usted con ira ; pero no queremos ocultarle esa verdad fatal. Su absolu- ción—presidente de Derechos y de Li- bertades—no creo resulte difícil. Esta- mos en 1980 y es usted, para nuestro pueblo, una especie de quimera.. Otra vez hemos de solicitar su indul-
gencia. Voy a poner aquí un nombre griego. Voy a sacar a relucir nada menos oue a Eurípides, que reluce siempre, aun escondido. Eurípides fué natural de Sa- lamina, el mismo día de la batalla, y su sangre parece ser de la recogida en esa batalla. Nosotros, los jóvenes, también tenemos sangre de batallas. Nuestros padres fueron hijos del siglo xix, y nues- tra infancia—cuando nos asomábamos a la Francia de la revolución—contempla- ba una guerra más cruel, por lo solapa- da, que la de Troya, en la que los cas eos y los tronos querían imponerse a esa su—nuestra—Democracia. Digo todo ello porque Medea, tras ser la esposa de Ja- |
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son por merecimientos, ve, al llegar a
Corinto, que Jasón se casa con la hija del Bey. A nosotros no nos extraña que Medea entonces abrace a su rival por la astucia. ¿A usted sí, M. Basch? Nosotros teníamos una Democracia.
Urja Democracia que iba a salir de los libros para meterse en cada casa. Era nuestra esposa por merecimientos lite- rarios, ya que no la vimos—aquí se des- truye la eficacia de la cita—«ino como promesa; pero como promesa firme. Y esa Democracia nuestra se da a los ene- migos, a los «otros», como en el Adriá- tico, M. Basch (y no digo como en la nieve porque yo estoy muy cerca de la nieve, y en los meridianos de la nieve a todo encuentro justificación...). Víctor Basch : todo lo digo porque a
ello nos lleva nuestra duda. Tratamos de prepararle a usted. Sí para imponer nuestra Democracia la manchamos, no seremos dignos do ella, tiene usted ra- zón, M. Baseh; pero recuerde que Me- dea, después de sus crímenes monstruo- sos, se refugia en Atenas, al lado de Egeo. Nosotros no pensamos en manchar
nunca la Democracia ni las libertades Como usted dice, pensamos elevamos a la aristocracia de libres, de nobles y de orgullosos, de Libertad ; poro si no cum- plimos con ese deber, porque, como Eu- rípides, somos hijos de las batallas, con- cédanos usted—presidente de Derechos y de Libertades—una Atenas. "Sea usted nuestro Egeo. Y, para terminar, ha tropezado usted
con una palabra: Aristocracia. |
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III
«Hagamos que los Derechos del Hom-
bre sean los Derechos del Español», dice Zulueta en un reciente artículo de El Sol. Durante seis años hemos estado en Es- paña bajo la voluntad . de un dictador. Sin apelación a nadie, como no fuese a nosotros mismos, cansados de escuchar- nos antes de esos seis años., tampoco se conoció una auténtica Libertad ni una auténtica Democracia. Se llamaban libe- rales hombres que no eran sino vasallos de un Poden- autónomo e inapelwble. Hombres que, apaciblemente—y con las armas del Poder judicial en la mano y con Constitución—, se dejaban arrebatar el mando. Durante estos últimos seis años, ciudadanos españoles han visto (■('»no la Policía abría su casa, cómo se la registraba, cómo se leían las cartas que recibía, cómo se le apresaba sin jus- tificación, cómo so lo condenaba sin sen- tencia legal. Y atropellos de toda índole. Por eso el que llame pasado de moda
a Basch, no como yo—joven—se lo lla- mo, sino poniendo en ello algo más que el concepto tiempo o el concepto juven- tud, sopa que es que incurre en una in- justicia digna del Adriático... Víctor Basch, con su chalina, con sus
ojos brillantes, con su calvicie, ha sido escuchado con respeto. Para los jóvenes, constituye una enseñanza; para los ma- yores, un recuerdo grato de esas ense- ñanzas. Para todos, como una especie de «actualidad retrospectiva», si se nos pasa la expresión. Cosas de nuestro país y de sus volatines... |
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Se ha publicado
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GEORGES CLEMENCEAU
GRANDEZAS Y MISERIAS DE UNA VICTORIA
He aquí el libro que la Prensa mundial ha estado discutiendo durante tantos meses; el libro que, según el London Obser-
ver, «formará parte de la sustancia esencial de la Historia moderna»; la expresión más enérgica con que el férreo director de la guerra interviene en la polémica palpitante suscitada por la guerra y la postguerra... Por sus páginas desfilan los ac- tores principales de la gran tragedia: Wilson, con «su sonrisa de lobo amable»; Lloyd George, el hombre que está lejos de ser «el corderito angelical de la fábula»; House, «un supercivilizado escapado de las salvajerías de Texas»; Robert Ce- dí, «un cristiano que cree y quiere vivir su creencia»; Bonar Law, «el más cortés de los hombres inflexibles»; Venizelos, «hijo de Ulises y de Calipso»; Wellington Koo, «joven gato chino», y Hughes, y Pershing, y Poincaré, y Foch..., sobre todo Foch.
Si los libros sobre la guerra han revelado recientemente todo el horror de los purpúreos campos de batalla, el de Cle- menceäu acaso descubra la otra guerra, la de entre bastidores, menos sangrienta, pero acaso más feroz que la de las trin- cheras, incluso entre los que defendían una causa común... Clemenceau ha visto durante años deshacer y rectificar su obra: se le ha acusado de haber ganado la guerra y perdido la paz, y encerrándose en un silencio heroico aguantó las críticas y hasta los ultrajes; pero llegó Foch con su Memorial, y de él, del hombre con quien había vivido «las grandes horas», no quiso aceptar las acusaciones sin rectificarlas, contes- tarlas y... atacar. Polemista formidable, hombre acostumbrado a decir las verdades crudamente, sin temor a las revelaciones, por graves que sean, el «Tigre» ha escrito un libro que causará sensación y quedará como un documento histórico de interés universal: GRANDEZAS Y MISERIAS DE UNA VICTORIA,
de la que los periódicos más importantes del Mundo acaban de publicar algunos capítulos, puede adquirirse en todas
las librerías al precio de SEIS pesetas*
M. AGUILAR, EDITOR.»MARQUÉS DE URQUIJO, 39
APARTADO 8.Olí.-MADRID
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NUEVA ESPAÑA
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Id
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Panorama de la llueva Arquitectura S^^ÍS^iSSA
más allá y más aeá de los Pirineos ^t^Stl^, 1."5J£
,_ ,,.,,,„ . , ne, el confort, la cultura y la educación
(De la conferencia dada en la Resi- y cuyo marco ya no puede ser en modo se oxtienden, los sustos las costumbres,
ÍIÍÍSALSa alguno el mismo. las necesidades individuales se unifi-
G^ZMercadaU q t Es d? lam<£ta* tarnblel\ ^ T «?" ^ en todas las latitudes, y con la mul-
/ tFe entes ltas qUe combaten el Arte tiplicación de aquéllas Uega'el progreso y
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Las corrientes modernas artísticas es- moderno perdure la idea de que todo
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con él la nueva Arquitectura, que. co-
mienza aquí a ser sentida por una élite, |
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tan en franca oposición con el arte deri- cuanto nos precedió es bueno, abusando
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vado del folklore, y así, para la nueva de la palabra clásico, repudiando todo „U6 es ¿e esperar llegará pronto a ser
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escuttla, la Arquitectura debe de respon- lo que en el arte de la casa suene a mo-der única y exclusivamente a la utilidad derno y admitiendo, sin embargo, aque-
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la necesidad de todo el mundo.
Es lamentable que al tratar de la Ar-
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y a la economía, debiendo ser el exte- líos adelantos que les procura la ciencia „-¿."l r"Tv"""j"l_^"XX'
rior función de la planta. y la industria. quitectura moderna debamos hacer la se Un momento de gran interés para la Difícil fué para los precursores que Paraclon señalada en el titulo de esta
* conferencia, debido a que, como veréis,
la Arquitectura de más allá de los Pi- rineos no coincide en modo alguno con las que definen nuestra Arquitectura na- cional. El símbolo y la anécdota, ya des- terrados de la Arquitectura europea, si- |
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guen siendo el delirio de nuestros más
brillantes colegas, virtuosos del lápiz o |
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maestros en el arte de la intriga.
La nueva Arquitectura no es produc-
to de la imaginación ni trata de crear |
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una ilusión, siendo ante todo la conse-
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cuencia del uso racional de los mate-
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riales modernos, hoy más que nunca
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materiales desnaturalizados.
El desplazamiento de los valores so-
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ciales y los nuevos factores introducidos
en la vida contemporánea dan a la Ar- quitectura nuevo interés y le abren nue- vos horizontes, y así las construcciones obreras responden hoy, más que a un nuevo estilo, a la busca de una origina- lidad, al deseo de solucionar el más in- teresante de los problemas sociales ac- tuales. Este estilo es honesto y no pre- tende simbolizar nada : el máximo con- . fort sin lujo inútil es su lema. Arquitectura fue la Gran Guerra, que hemos citado demoler el fárrago decora- Buscar, pues, futuros arquitectos, si-
abrió tan profundo cauce que cuanto tivo del siglo XIX, época en que los ar- guiendo estos ejemplos, las formas sim- se piensa después es diferente de lo que quitectos no supieron cqmprender la pies, puras y perfectas, y huir de bus- antes se pensaba, como si la guerra hu- lección del) pasado o la interpretaron Car la belleza por la belleza y sobre biese creado actitudes y recursos distin- mal, y así Spengler pudo escribir con todo no os alucinéis con la palabra tos de los que temamos años antes. razón: «La Arquitectura muere hacia moderno; tened en cuenta lo que Cami- El eclecticismo, que envenenó a Eu- 180ó.» Ue Mauclair ha dicho: «Una cosa bella
ropa y que venia a modificar continua- La Arquitectura, después de perder tiene el aire de haber existido siempre.»
mente nuestros ideales y nuestros ges- r tos, no1 tenía razón de existir, y a la Ar-
quitectura, que era su fruto, superílua y vanidosa, comenzaba a llegarle su mala hora. Van De Velde, el ya citado arquitecto
belga, decía: «Todo lo que es perfecta- mente útil debe ser necesariamente be- llo.» Verdad capaz de suscitar un estilo nuevo. Y así es; la Arquitectura, sin ra- cionalismo, se hace decorativa, perdien- do su esencia, su vitalidad estructural. Disiparse en la decoración es desco- nocer el valor plástico que la Arquitec- tura tuvo en todas las grandes épocas, del que la moderna Arquitectura hace un uso nuevo, fruto de una sensibili- dad y de una construcción distintas. El servilismo de los arquitectos ante
el mal guiado instinto artístico de su clientela hace que se sigan aquí repitien- do fragmentos de la Universidad de Al- calá o de Toledo aun por nuestros más sólidos prestigios. Es indudable que la nueva atmósfera
creada por las ideas modernas y por la trasformación radical de satisfacer las necesidades de la vida material han con- ducido a un tipo humano distinto de aquel que caracterizó los pasados siglos |
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20
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NÜEVA ESPAÑA
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ALGUNOS PROBLEMAS DE ANTROPOLOGÍA
VISTOS POR UN DARWINISTA MODERNO |
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por N. PERCAS
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(CONCLUSIÓN)
ayudaron a la comprensión del funcio-
namiento del organismo normal. Así se ha podido averiguar que si la glándula pituitaria es de tamaño normal, tu por resultado el gigantismo, y si es muy reducida produce el enanismo. En el pri- mer caso se observa en los adultos que la cara se arruga y se alarga, la mandí- bula engrandece y la nariz se vuelve prominente, las manos, los pies, la piel, el pelo y hasta la misma mentalidad va- ría. Si es la acción de la tiroidea que es defectuosa, la cara deviene corta y ancha, la naria se hunde en la parte superior y se vuelve ancha y chata; el pelo y la piel cambian también, y la estatura cesa de crecer. Cuando la glándula adrenal es defectiva, la piel se oscurece, debido a la deposición del pigmento, y el resulta- do es un cambio de color de la' piel y del pelo. Así es que «por el juego libre y la acción mutua de las hormonas, la es- tatura y la fuerza pueden aumentar o disminuir; la pigmentación de» la piel puede ser atenuada, la textura y la dis- tribución del pelo, alteradas, los rasgos faciales transformados y la mentalidad y las reacciones emotivas grandemente modificadas. Además, es muy probable que ciertos elementos contenidos en los alimentos, conocidos bajo el nombre de vitaminas, pueden intervenir y alterar el mecanismo de las hormonas que diri- ge el crecimiento y determina las carac- terísticas raciales». Por este procedimiento la Natura-
leza creó y continúa creando huevas razas.. A esto se podría objetar:
a) Que la acción de las vitaminas so-
bre las glándulas endocrinas es todavía hipotética. b) Si las vitaminas tuviesen una ac-
ción tan directa sobre las glándulas en- docrinas, sus efectos se notarían en se- guida sobre $os hombres emigrados a otros continentes. EstoSj^ al alimentarse del producto del país, pronto experimen- tarían ciertas modificaciones que permi- tirían a la selección natural de inter- venir. En general, el profesor Keith, que es
un darwinista decidido, rehuye en sus obras de toda explicación lamarckiana y se limita voluntariamente al más es- tricto darwinismo. Es más darvinista que Darwin—puesto que el ilustre autor del Origen de las Especies no tuvo nin- gún inconveniente en admitir, con La- marck y Herbert Spencer, que las mo- dificaciones somáticas adquiridas por el uso o desuso de los órganos son heredi- tarias—. Pero Huxley —■ continuador y mejor discípulo de Darwin — negó por oompleto esta aserción. Se cerró así todo camino hacia <úna explicación racional del transformismo y, por fin, se vio obli- f,rado a recurrir g. ciertos argumentos te-
eológicos. Para explicarse el fenómeno |
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de la adaptación, Huxley llega a suponer
que el plan original estaba ya esbozado y el fin estaba ya prefigurado en las pri- meras agrupaciones moleculares, de las que salieron los seres vivos. El profesor Keith, al seguir las huellas de Huxley, se ve emplazado ante las mismas dificul- tades, jjue patentizan claramente la de- bilidad del neodarwinismo, y admite, re- forzándolas, las ideas teleológicas de Huxley. Dice, por ejemplo: «El sistema de las hormonas, para dar los resultados que da, debe de estar construido sobre una base teleológica.» El hecho de recu- rrir a estos argumentos puede interpre- tarse como una renuncia a hallar una ex- plicación racional. El problema es muy arduo, en verdad, pero no se resuelve nada con la teleología. Esta deja sub- sistir todas las incógnitas anteriores, agravadas por las nuevas que añade in- útilmente. Si es para llegar a este resul- tado, más vale dejar la explicación de ciertos hechos para jcuando la ciencia esté más adelantada. ¡ Cuántos argu- mentos teleológicoB resultarían entonces completamente superfluos I El instinto racial es el conservador de
la nueva raza Cuando, en un lugar cualquiera del
planeta, la acción de las vitaminas sobre ías glándulas endocrinas ha producido una nueva variedad humana, ésta tien- de a aislarse de las demás, por lo que co- |
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múnmente se suele llamar prejuicio de
raza, y que es el instinto de raza. Por el estudio de las tribus austra-
lianas podremos comprender el me- canismo de que se vale la Naturaleza—sir Arthur Keith escribe siempre esta pala- bra con mayúscula—para conservar sus nuevos y más recientes productos, ya que es en Australia donde hallamos hoy un modo de vivir que cesó en Europa ha ce más de ocho mil años. Este mecanis- mo se basa en el instinto tribal, que tien- de a aislar los grupos humanos, y evita así la fusión de varias tribus en una masa amorfa. El instinto tribal juega, por lo tanto, el mismo papel entre los nombres que el aislamiento producido por facto- res geográficos en las especies animales. En Australia, una tribu a menudo di-
fiere de sus vecinas en estatura, faccio- nes de la cara, forma del cuerpo y tam- bién en atributos mentales, de modo que cada grupo local o tribu aislada podría ser la cuna de una nueva raza. Este mismo concepto del papel des-
empeñado por el espíritu tribal es el que sostiene el profesor F. H. Geddings en sus Principies o Sociology, que él lla- ma la conciencia de la especie. Esta influencia del aislamiento es tan
importante, que si el espíritu tribal lle- gase a desaparecer, entonces las fronteras raciales se desvanecerían, y la humanidad se reduciría a una masa uniformemente gris en todo el orbe. Mientras que la se- paración persistente de una comunidad primitiva en grupos locales o tribales es |
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En la presente fotografía aparecen, a la Izquierda, el mariscal Feng Yu-Shiang y,
a la derecha, el general Yen Hsi-Shan, comandantes de los ejércitos de tierra
y mar de China. Ambos oponen actualmente sn dictadura a la del general Chang
Kai Sheik, al cual pretenden derribar
|
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ái
los ha provisto de un instinto racial tan
fuerte ? c) El color oscuro de la piel no es
una indicación racial, ni cultural, sino sencillamente una adaptación debida al clima y que se desarrolla en los que eb- tán mucho tiempo expuestos al sol tro- pical. (C. E. Woodruff, O. Ammon y otros.) d) Es probable que el Hombre, como
los demás Primatas, fuese primeramente tropical, y que se haya luego extendido a climas más fríos, sólo gracias a la in- vención de los trajes; resulta, pues, que una piel oscura sea más natural que una blanca, y que ésta no sea sino una ruó dificación secundaria. En otras palabras : el color de la piel tiene una significación puramente biológica, y no tiene, en eí, relación con la cultura. (H. H. Wilder.) Sin embargo, hubo en Francia una voz
que se elevó en contra de las uniones in- terraciales : fué la de Anatole Franee, quien, hablando de la obra de Pierre Lo- ti, Madame Chysanthéme., dice: «Las uniones de las hijas de los hombres con los hijos de Dios que cubrieron las aguas del diluvio, no eran ni tan impías, ni tan dolorosas. Casar a Loti con Earahu, al spahi con Fatu-Guey, unir a los hom- bres blancos con pequeños animalitos amarillos o negros; he aquí lo que Cha- teaubriand no se imaginaba completa- mente cuando deshacía, con melancólica coquetería, las negras trenzas de las do3 floridianas, a tres cuartos españolas» Tal vez esto sea la traducción en len- guaje literario de lo que nos dice el ilus- tre antropólogo inglés, al hablarnos del «instinto de la raza». |
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NUEVA ESPAÑA
muy favorable para la creación de nue-
vas razas. Gracias a este instinto, que aparta
las razas e impide su hibridación, la Naturaleza conserva los grupos más evo- lucionados. En el esfuerzo para mante- ner la pureza de su sangre, la raza blan- ca obedece, pues, a uno de los instintos mas profundamente arraigados en la Naturaleza humana. Esta ¡parte de tes conclusiones del
ilustre profesor vienen en apoyo del pre- juicio, tan arraigado entre los anglosa- jones contra todos los hombres de color. Será, además, la parte más discutida, porque, aparte del interés puramente es- peculativo, toca cuestiones de índole po- li ticosocial, que rara vez suelen debatir- se con la debida tranquilidad. Desde el punto de vista científico, se puede ar- güir en contra de estas aserciones: a) Que no es de temer que la Huma-
nidad se vea un día reducida a una masa uniformemente gris, si viniera a desapa- recer el prejuicio de razas. Porque, aun en el caso inverosímil en que durante algunas generaciones los hombres de to- da la tierra contrajesen uniones mixtas y esto diera por resultado la formación de un nuevo tipo humano, en el que con- fundiesen todas las características racia- les existentes hoy, bastará la influencia modificadora del medio ambiente geográ- fico para diferenciar a los hombres en nuevas razas. Los mismos factores que han moldeado a las distintas razas hu- manas y a todas las especies animales y vegetales, continuarían su obra dife- renciadora sobre este nuevo tipo huma- |
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no, y, al cabo de cierto tiempo, crearían
nuevas razas, que se parecerían en sus líneas generales a las hoy existentes. Cla- ro que esta semejanza no podrá llegar a la similitud, porque como la evolución no es reversible, los mismos factores fí- sicos de evolución obrarían sobre un ma- terial que lleva ya una herencia de carac- teres adquiridos. La yuxtaposición de ca- racteres nuevos podrá ocultarlos, pero no borrarlos completamente. Suponga- mos, por ejemplo, que una raza negroi- de se trasladara a la cuenca del Mar Báltico—cuna de la raza rubia—y se es- tableciera allí; si una nueva raza rubia se formase bajo la influencia de este nue- vo territorio, algunos caracteres negroi- des no se borrarían, sino que las nuevas adquisiciones se superpondrían a ellos y se mezclarían con los rasgos anteriores de tan intrincada manera, que el resul- tado sería una raza completamente nue- va y distinta del hombre rubio de hoy b) Si el prejuicio de raza fuera un instinto que la Naturaleza pone en jue- go para conservar la pureza de las la- zas más aventajadas, no veríamos a las otras ramas blancas (franceses, alema- nes, rusos, españoles, portugueses, etcé- tera) carentes de este instinto cuando se encuentran en contacto con otras ra- zas, y, al revés, razas de las más atra- sadas (negros de África y de Australia, tribus Surafricanas o indochinas, bos- quimanes, etcétera) presentar este pre- juicio al más alto grado. ¿Será tal vez que la Naturaleza considere a los anglo- sajones como su obra maestra y, temien- do que se diluyan en el resto humano, |
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(POESÍAS)
MAX JIMÉNEZ
el libro de la nueva
sensibilidad americana 4
PESETAS
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De venta en todas las librerías de España y América
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JNÜÍVA ESPAÑA
La relación más cercana que se puede
establecer, con respecto a la deshonra de una mujer, es la de la virginidad, y se podría usar de ella cuando el público no comprendiera de otro modo. Pero nuestro público, en esa cuestión, no ne- cesita explicaciones para suponer lo que ha pasado entre un hombre y una mujer abrazados y solos en una habitación. Las posteriores referencias, no sólo son innecesarias, sino que resultan de mal gusto. Así,_ pues, el realizador cinematográ-
fico no debe describir, sino proporcionar un detalle lo suficientemente fino para dar la impresión, y este detalle es lo fo- togénico, lo que solamente encuentran los verdaderos valores de dirección. Este es el lenguaje del cinema. Lo demás es ilustrar fotográficamente una novela. La luz ayuda a la imagen y l'a com-
plementa. Es Ja luz de la película la que «pone en ambiente» al público. Con la luz de Beau Geste se comprende que un sargento ponga cadáveres en las arpille- ras ; con la de El Angel d& la calle se considera natural que una niña se escon- da en un bombó de payaso. Las luces son el cincuenta por ciento del valor emocional de Ja película. Por eso pesan, las películas alemanas; sus vodevües no podrán nunca alegrar al espectador tan franca y rotundamente como una come- dia americana. Asimismo, con la técni- ca de luces americana no se podría ha- ber llegado a hacer un Metrópolis, un Gabinete del Doctor Coligan ni un Spio- ne. Los alemanes tienen todas las pre- ocupaciones, todas las sombras, toda la sinceridad, pueda ser, de la vejez; los americanos, por el' contrario, poseen la franqueza, el optimismo de la juventud. Y si han llegado a dar alguna vez, en el cinema, muestra de ello, ha sido de- bido, no a los argumentos que han em- pleado, sino a, la luz de que se han ser- vido para realizarlos. Por eso creemos que, aunque lo prin-
cipal en el cinema sea la imagen, inme- diatamente después y antes que el gesto, la luz es su principal ayuda y comple- mento. |
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lor JOSÉ DE LA FUENTE
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rro, recién encendido, cae al suelo. Un
primer plano del cigarro en el suelo. Unas vistas de las parejas, abrazadas, bailando en el salón. Un primer plano del cigarro en el suelo, ya consumido. El y ella entran, serios, en el baile. Esto, resuelto así, sin alusiones con-
cretas y con Ja ironía que supone pasear por Ja pantalla a las parejas apretujadas, entre los distintos planos del cigarrillo, cataloga en muy buena altura a quien lo dirigió. Vamos a fijar nuestra atención en la
misma escena, realizada por Benito Pe- rojo en La Bodega. Incidentalmente daremos nuestra opi-
nión sobre dicho «film».'La Bodega nos parece una pobre película con preten- siones. Se une, a un escenario absurdo de la obra de BJascq Ibáñez, una gran pe- sadez, y lentitud en las escenas y falta de imaginación para sacar partido a la so- noridad. Por parte de la dirección nota- mos dudas de principiante, exceptuando unos planos, pocos, de la gañanía.. Volviendo al motivo de esta alusión,
diremos que en ninguna película vimos resolver la deshonra de una mujer de un modo más brutal—sin realismo—en lo que tiene de alusión, más antidelicada y antielegantemente que aquí: Parera abraza a Conchita Piquer, borracha, y la cámara toma, a continuación, la vis- ta de una hornacina de cristal cubriendo una imagen, que desaparece. ¡ Qué ge- nialidad ! U,na virgen que desaparece. Y conste que si calificamos de brutal la alusión no es porque se haya hecho por mediación de una de las innumerables vírgenes que pueblan el cielq, sino por lo que tiene de grosería, de charla de café. Sin nada de realismo, sin nada humano. Esto se le ocurre a cualquiera. |
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La imagen
y la luz |
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Los modos de expresión del cinema
son la luz y la imagen. El gesto, que ocupa un primer puesto en el teatro, ha retrocedido de categoría al pasar al ci- nema. El gesto-es importante, pero no vital. Podría haber películas (y de ellas sa han hecho satisfactorios ensayos) en Jas que no terciase el hombre o no apa- reciese su cara. Creemos más en la foto- genia de Jas cosas que en la de los ges- tos. Un estado de alma se expresa mejor, más fina, más cinematográficamente, con una mano, un periódico o un cigarrillo que con el bigote cínico de Menjou o Ja carota de Jannings. El buen director busca la fotogenia
de las acciones naturales del hombre y la hace resaltar; si observamos sus obras, constantemente nos darán pruebas de proceder así. Generalmente no usan la metáfora ; sólo recurren a ella los que no saben encontrar lo cinematografiable de un acto humano. La'metáfora siempre ha indicado pobreza de espíritu o de ex- presión. La misma escena, vista por un se"u-
do-director o por un verdadero cineasta, varía totalmente en su realización y deja apreciar, en este cambio, sus auténticos valores. Tomemos como ejemplo una escena,
repetidísima en todas las películas: la deshonra de una mujer. Hace dos años admiramos en una pe-
lícula Fox, interpretada por George' O'Brien, este modo de resolver Ja esca- brosa escena: El y ella se apartan de la sala de baile al jardín o terraza. El en- ciende un cigarro. La abraza, y el ciga- |
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IMÁN ^
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SANTA
MISERIA POR
Sillenpaa
CINCO pesetas
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POR
Ramón J. Sender
CINCO pesetas
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EMOCIONANTES
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NUEVA ESPAÑA
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burguesa y se nutre, cada Vez más, con
esas ideas económicas, jurídicas, esta- tales, que dan vida e impulsan el mo- vimiento obrerista de todo el Mundo. Pero si una Eepública verdaderamente
moderna no se concibe sin esa fecunda infusión de los principios socialistas, un socialismo verdadero tampoco sa conci- be fuera de la forma de gobierno repu- blicana. No lo olvidemos ni unos ni otros. Si lo olvidásemos en estos mo- mentos críticos que empieza a atrave- sar España, peligraría la causa básica de la libertad y la democracia, y, arrolladas éstas, tan imposible serían de realizar los ideales típicos del republicanismo como los ideales típicos del socialismo. Ideales en rigor—y en lo moderno—ho- mogéneos y confluentes. En el libro El ocaso de un régimen
estudia Luis Araquistain la vida política española de dentro a fuera; desde su infraestructura, que no puede ser otra cosa que la psicología racial del español, hasta los aspectos exteriores, que son: la atonía del espíritu civil, las batudas cómico-trágicas de los partidos históri- cos y, en suma, el proceso de muerte y putrefacción que alcanza, en inevitable y conjunta miseria, a todo el régimen tradicional. Dicho se está, tratándose de un escri-
tor del talento y la fuerza dialéctica y expresiva de Araquistain, que su nueva obra colma las apetencias doctrinales y literarias del mejor lector. E.
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baje con más fe hacia la consecución de
su ideal. Se cierra el volumen con un ensayo
sobre la Revolución de septiembre, en- sayo interesante—entre otras cosas— porque en él se estudia un momento de la historia, política de España con un criterio que pudiéramos decir de inter- pretación materialista de la Historia. M. G. P.
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ALVARO DE ALBORNOZ.-^/ Go-
bierno de los caudillos militares. Ma- drid, 1930. Pretendieron nuestros, liberales del pa-
sado siglo aplicar a España el liberalis- mo aprendido en Francia e Inglaterra. La frase de que «hay quien cree que exis- te una receta de hacer Constituciones co- mo de hacer morcillas» puede muy bien aplicarse a nuestros «avanzados», que no supieron ahondar en el carácter es- pañol para buscarle los adecuados reac- tivos políticos. La acción, frente a la gobernación del
país, de cuatro de estos caudillos, es es- tudiada de manera crítico-histórica en las páginas de este libro de Albornoz. Son los cuatro tipos bien distintos,
desde el reaccionario al progresista, des- de el honrado al sin escrúpulos, desde el violento al astuto; pero todos ellos con un denominador común: la incapacidad para gobernar. Espartero es la buena fe, la que siem-
pre han tenido nuestros liberales; cree que las luchas políticas son como las guerreras de aquella época, es decir, lea- les; pero él, caudillo liberal, tiene que entenderse con las derechas, que no sa- ben de lealtades. Sus enemigos en la go- bernación del país son enemigos invisi- bles, imposibles de vencer sólo con el arrojo; para vencerlos son necesarias otras cualidades, de las que Espartero carece. Bajo Narváez, la vida política de Es-
paña es más dura que la de un cuartel; la sumisión cuartelera tiene un lírnite: las ordenanzas; la española de aquella época—y de otras—*io tiene más límite que la arbitrariedad de un general. «Nar- váez p la matonería soldadesca» se titu- la, muy acertadamente, el capítulo des- tinado a estudiar este caudillo. Más ade- lante se sintetizan con maestría sus ideas frente al Poder: «Ambición de mando. Violencia sistemática. De la justicia, ni idea.» Otro caudillo es O'Donnell; bajo su mando se realizan los más sucios ne- gocios. Y, como para gobernar a su anto- jo es muy conveniente distraer la aten- ción del país, utiliza el conocido truco político de los problemas internaciona- les ; resultado de ello son las guerras de Marruecos, Méjico, Santo Domingo, Chi- le, Perú, etc. En ellas quedan millones del Tesoro y miles de soldados. De diferente cuño es la figura de
Prim; los otros tienen una idea fija: la de mandar en España; Prim tiene la de libertar a España. Las cualidades polí- ticas de Espartero, Narváez y O'Donnell son nulas; Prim, en cambio, tiene la sagaz visión de Méjico y Cuba. Pero cuando llegó la ocasión de gobernar, también demostró , su incapacidad. Es curioso el calor que Albornoz
pone al estudiar la figura de este general-político; pero no es extraño: el autor siente tan gran amor a la libertad como Prim, y, como a Prim, las persecuciones y los destierros no han servido más que para que cada día tra- |
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LUIS ARAQUÍSTAlN.-£7 ocaso de
un régimen.,Madrid, 1930. El nuevo libro de Araquistain nos en-
frenta una vez más con la realidad po- lítica de España. La realidad ya no es la misma de siempre. Un espíritu crí- tico sorprenderá en ella, además de los lentos cambios de matiz que se van su- cediendo, el nuevo planteamiento de muchos problemas fundamentales que hace diez años—cuando publicó Araquis- tain España en el crisol—parecían in- conmovibles. La dictadura ha sido un manífico revulsivo para la conciencia li- beral de nuestro país y, sobre todo, ha tenido el involuntario acierto de estable- cer la vieja pugna entre absolutistas y liberales en sus verdaderos términos. Hoy no puede caber duda ni opción en muchos dilemas de antaño. Por ejemplo, hoy sabemos con meridiana evidencia que, como dice Araquistain^ un verdade- ro liberal no puede ser monárquico en España. Ni puede, disfrazado de repu- blicano con un republicanismo de mera repetición histórica, volverse de espaldas a las aspiraciones obreras de tipo socia- lista. Felizmente, el «uevo republicanis- mo se halla al margen de la ideología |
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A. FROESE.— Irigeminoterapia. Edi-
torial España. Traducción del alemán de R. Fraile. Prólogo del Dr. Sanchís- Banús. Madrid, 1930. Por esta misma época hace un año,
Asuero constituyó el escándalo de la in- telectualidad y la Medicina española. Su pretensión, de un matiz francamente pa- ranoico, le hizo popular, y el deleznable |
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El profesor Blanchetiére rodeado de los alumnos de la Facultad de Medicina, de
Paris, que se niegan a estudiar con él porque les trata con excesiva dureza en los exámenes
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MUEVA ESPAÑA
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EL BA Ñ Q UETE A
MARCELINO DOMINGO |
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espíritu orítico, ambiente tan reciamente
español como una procesión de Semana Santa andaluza, le elevó a la categoría de bienhechor de la Humanidad dolien- te. Y de esta forma, el inconsciente vas- co se valió de su carrera como de tram- polín—cuya homología francamente reli- giosa es indudable—para llegar a ese nú- olep fundamental de la personalidad hu- mana que reacciona con arreglo a las nor- mas del principio del placer. Y así, con- vertido en taumaturgo demodé, le vimos lanzar a la cara de los ignorantes toda una serie de herejías científicas, que pro- ducían el asombro y la indignación de los espíritus científicamente honrados. A esta indignación siguió una ironía em- piazadora. Y es que cuando se alcanza el nivel máximo de producción de la amargura*, el espíritu se encierra en una ironía escéptica y rencorosa que se tra- duce en una postura de calma. Los que sabíamos lo que había de suceder con Asuero, sonreíamos esperando nuestro momento. Sonreíamos quizá por lo que de humano tenía el espectáculo, que di- ría Bergson. El suceso entró, al cabo de una tem-
porada de vida esplendente, en una ago- nía lenta, suave, irremediable. Idéntica a la agonía fatal de esos fetos monstruo- sos con los que de vea en cuando la Na- turaleza se venga de la eugénica. Y al cabo de un año aparece este libro
de Froese, tan lleno de enseñanzas para todos aquellos médicos que juzgaron tan a la ligera la posible parte de verdad que admitían en la nasoterapia asuerística (prefiero darla este nombre hasta que Asuero la bautice). Médicos que contri- buyeron, con su andrógina postura en ocasiones, a esparcir un ambiente lleno de confusión entre los tontos que se creen todo aquello que está escrito en le- tras de molde. Froese les enseña la única manera que hay de formarse una opi- nión sobre una determinada cosa: la ex- periencia y el estudio. Y cuando se deci- de a abordar la cuestión en público de la pretendida acción terapéutica de los toques nasales, lo hace en posesión de una casuística cuidadosamente critica- da y con un conocimiento profundo de la biología del sistema nervioso. Su expe- riencia personal data de 1908. En el li- bro en cuestión, la casuística se compo- ne casi exclusivamente de individuos por- tadores de cefalalgias. A mi entender, Froese se deja arrastrar por conceptos predeterminados en él. Muchos de. los ca- sos cuya curación comenta no resistirían una crítica desprovista hasta el grado mayor posible de factores catatlmicos. Pero, a lo sumo, Froese no hace en esto otra cosa que equivocarse. Y equivocar- se es tan humano que quizá cuando tal oosa suceda no se pueda hablar de fra- caso, pues las investigaciones honrada- mente emprendidas tienen siempre un valor positivo. Los que fracasaron fue- ron los que aquí, en nuestro país, se de- dicaron a manejar la trigéminoterapia como único fin especular. A éstos, ahora que ya ha pasado la fiebre, no deben ol- vidar los médicos, para colocarlos en to- do momento al margen de la amistad colectiva. Consta el libro de Froese de cuatro
capítulos. En el primero estudia, mane- jando una bibliografía un poco ambigua, las corrientes de acción rinógenas en el |
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El día 7 se verificó el hermoso acto
de admiración y homenaje aj ilustre je- fe republicano Marcelino Domingo. En torno a las mesas del banquete se sen- taron cerca de mil correligionarios, amén de dos o tres docenas de policías con- venientemente—fassen le rnpt—reparti- dos. Se leyeron algunas adhesiones, pues el leerlas todas—unas mil qui- nientas—hubiera sido tarea larga. Fue- ron ^cogidos con grandes aplausos los nombres de varios adheridos: Lerroux, Cueto, Valle-Inclán, Castrovido, Mara- ñan, etc. Junto al Sr. Domingo se sen: taron Azaña, Jiménez de Asúa, Albor- noz, Tapia, Bello, Eduardo Ortega y Gasset y Araúz. No extractamos lo que dijeron los ora-
dores, porque ya lo conocen nuestros lec- tores por líos diarios. Hablaron Asúa, Az.aña, Albornoz y Eduardo Ortega. Muy pocas palabras pronunció, con
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voz ronca y colérica, este admirable
rebelde y viril ciudadano. Pero las po- cas que dijo fueron definitivas. |
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Lea usted
NUEVA ESPAÑA |
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Todos nos quedamos con el deseo de
oír el discurso que hubiera pronuncia- do Marcelino Domingo. No fué posible. Cúponos, sin embargo, a los admirado- res del gran político, y¡ sin duda, a és- te mismo,j la enorme sjatisfaeción de comprobar el entusiasmo y la multitu- dinaria adhesión que su talento, su va- lor y su conducta despiertan en España. |
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EL BOMENAJE A PABLO IGLESIAS
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Civil del Este, a la memoria del pre-
cursor. Puede afirmarse que ante el monu-
mento'desfilaron, durante todo el día 6, muchos millares de personas: las so- ciedades obreras, todos los socialistas madrileños y representantes de provin- cias, escritores, artistas y hombres de ciencia, en gran número. Los señores Besteiro y Saborit pronunciaron algunas palabras de recuerdo y homenaje al fun- dador del socialismo español. El acto, en suma, resultó, no sólo no-
ble y emocionante, sino trascendental, porque puso de manifiesto el auge que van tomando las ideas que defendió y predicó siempre el glorioso Pablo Igle- sias. |
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A medida que pasan los años aumen-
ta el merecido culto a la figura sin par de Pablo Iglesias. Son los socialis- tas los fieles guardadores de estas apos- tólicas cenizas. Pero son, juntamente con los socialistas, los espíritus libres y democráticos de España, y aun de todo el mundo, los que conservan fervor in- extinguible por la vida y la obra. del hombre insigne que redimió al obrero y no claudicó jamás ante la oferta del poderoso ni ante las crueldades de la persecución. Un monumento funerario de notable
belleza ejecutado por el escultor Sr. Ba- rral y el arquitecto Sr. Azorín, se yer- gue emotivo y sereno en él Cementerio |
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UN CONGRESO MEDICO
Durante estos días se está celebrando
en Madrid el Congreso Internacional de Urología. Con este motivo son ilustres visitantes nuestros las primeras figuras de esta importante especialidad. Norte- américa, Inglaterra, Francia, Alemania, etcétera, han enviado a España sus más altos valores científicos. La importancia que tiene para la vida científica espa- ñola este Congreso es enorme. Los mé- dicos representan en nuestro paos una de las profesiones a, la vanguardia de la cultura nacional. El ascendente ca- mino que recorre la Medicina española encuentra aquí un nuevo motivo para atestiguar el valor positivo de nuestros hombres de ciencia, que controlan sus conocimientos con la luz de los profobores extranjeros. |
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sistema nervioso vegetativo y su regula-
ción. A continuación expone una colec- ción de casos clínicos tratados por el mé- todo. El segundo capítulo lo dedica al trigémino nasal y el sistema nervioso vegetativo, poniendo de relieve las rela- ciones entre este nervio y el simpático y deduciendo la influencia del V par. El tercer capítulo trata acerca de la regula- ción de las corrientes de acción rinóge- na, y en el cuarto y último, de las vías centrales de estas corrientes. Excelentemente traducida la obra por
el doctor E. Fraile, lleva un prólogo del doctor Sanchís-Banús, en el que de ma- nera certera enfoca el problema de la posición social del médico y estudia el fenómeno del asuerismo y sus raíces de producción. A. ABAUNZA
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NUEVA ESPAÑA
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¿j^umcena internacional
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EDITORIAL
Un puesto difícil
El Gabinete Mac Donald está ocupan-
do el Poder en momentos de verdade- ra gravedad para el porvenir de la Gran Bretaña. La situación interna, domina- da por el insoluble problema del paro forzoso—en aumento constante—, no es precisamente envidiable. La obstina- ción de los grandes industriales es sos- tener, y, de ser posible, ampliar sus be- neficios, racionalizando a su modo sus fábricas, ha determinado una crisis en las hilaturas de lana del Yorkshire y otra en las de algodón del Lancashire. La «racionalización» consiste meramen- te, en el primer caso, en reducir los jor- nales ; y en el segundo, en obtener de los operarios que acrecienten su produc- ción y disminuyan el coste, llevando ca- da uno un mayor número de telares. Los sindicatos obreros rechazan una y otra pretensión; ésta, porque añadirá nuevos contingentes al enorme ejército de des- ocupados, y aquélla porque, si bien re- conocen que la situación de la industria lanera es critica, saben muy bien que la reducción de jornales no remedia la carencia de mercados ni ofrece solución alguna de carácter general y eficaz. En el terreno político, el Gobierno la-
borista ha ooínseguido la benevolencia de los liberales para la votación de la nueva ley del carbón; pero, en cambio, la actitud del ala extremo izquierda de su propio partido, impaciente ante la moderación—que juzga excesiva — del Gabinete en la cuestión del desarme, y ante la ineficacia de sus iniciativas en el problema del paro, suscita a menudo nuevos incidentes. La proposición de abolir las fuerzas militares aéreas, for- mulada ante la Cámara de los Comunes, sin previo aviso al Gobierno, por 24 di- putados de esa minoría, laborista, dio motivo a la reunión más tempestuosa que S3 haya conocido del grupo parla- mentario del partido. Arthur Hender- son, actual ministro de Asuntos Exte- riores, advirtió a la fracción disidente que tenía que escoger entre respetar las decisiones y la unidad de acción del La- bour Parfhy o salirse de él. A lo cual el extremista Wheatley replicó que el Gobierno era el primero en hacer caso omiso de las decisiones del partido, y se quejó de que a la minoría constituida por el Independent Labour Party no se le permitiese emitir su opinión ni formular sus críticas. No hay escisión, desde luego, pero el peligro y la ame- naza subsisten. En el terreno internacional, la simbó-
lica visita di? Mac Donald a Hoover lo- gró más bien un éxito sentimental que acuerdos concretos, según pudo obser- varse luego m las discusiones de la Con- ferencia Naval. El lento y penoso des- arrollo de ésta ha proporcionado al Go- bierno laborista no pocas zozobras. El escaso resultado logrado al cabo de do- ce semanas de regateos no debe hacer |
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olvidar, sin embargo, que a él se deben
las más importantes—-casi las únicas im- portantes—concesiones que se han he- cho en el curso de la Conferencia mal llamada del Desarme Naval. Las bue- nas intenciones del Ministerio laboris- ta en la cuestión de la tregua aduanera y de la cooperación económica no han tenido en Ginebra mejor suerte, y se han estrellado ante idénticas barreras de egoísmos nacionalistas de corto al- cance. El panorama imperial está también
cargado de nubes. Las negociaciones pa- ra el nuevo Tratado Angloegipcio van por buen camino, y con la armoniosa so- lución de este espinoso problema está dando el laborismo una magnífica lec- ción a los estólidos iperialistas. Pero en la India las cosas cambian. Cambian, desde luego, las circunstancias; el ni- vel general, el de evolución política, son harto dispares; sobre todo hay un abis- mo entre la relativa homogeneidad de Egipto y el inextricable «puzzle» de la India. De ahí que Mac Donald pueda desdeñar las acusaciones de «abandono de los intereses británicos en Egipto» que le dirigen los «die-hards», mientras ha de tomar muy en serio el movimien- to de resistencia pasiva acaudillado por Gandhi. Sujeto al timón, obligado a navegar
cautelosamente entre tantos arrecifes, sería injusto, sin duda, pedir al Gobier- no laborista que bogara, haciendo fuer- za de vela, hacia el mar libre de las rea- lizaciones socialistas... INFORMACIÓN
El parto de los montes
Abierta solemnemente el 21 de ene-
ro, la Conferencia de Londres va a clau- surar en breve sus trabajos sin pompa y supongo que sin discursos reales. Por- que, de ser sinceros y reflejar la rea- lidad, habrían de adoptar un tono fu- nerario desagradable a todos los oídos oficiales. Durante unos días se volvieron las
miradas, anhelantes de un imposible acuerdo, hacia el artículo XVI del Pac- to de la1 Sociedad de las Naciones; no para modificarlo o completarlo, sino pa- ra darle siquiera una más amplia inter- pretación. Fracasó el intento. La Dele- gación francesa no halló las garantías que pedía para reducir su programa na- val. E Italia, permaneciendo en su po- sición intransigente, insistió hasta el fi- nal sobre una paridad teórica que sabe demasiado no poder realizar. El pres- tigio de los dictadores tiene tales exi- gencias. Un documento firmado por las cinco
potencias participantes establecerá den- tro de unes días el balance: a) De lo que haya sido admitido por todas ellas ; b) De lo que sólo han aceptado los Es- tado« Unidos, la Gran Bretaña y el Ja- pón ; c) De lo que queda por resolver entre Francia e Italia, eventualmente con la colaboración de la Gran Bretaña. |
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El acuerdo realizado entre las tres ci-
tadas potencias navales comprende una reducción del tonelaje de los capital ships, fijación del tonelaje asignado a cada flota para las diferentes clases de cruceros y para el total respectivo de submarinos, «vacaciones» en las cons- trucciones navales hasta 1936 y prolon- gación del período de servicio útil de los barcos de* guerra. «No es desprecia- ble—dice el diario del partido laboris- ta—un resultado que para la Gran Bre- taña solamente representa el ahorro de cien millones de libras esterlinas.» Aca- so no sea, en efecto, despreciable; pero no es, desde luego, el desarme naval prometido y esperado. El acuerdo general entre las cinco po-
tencias sólo alcanza puntos técnicos de detalle e importancia secundaria. El más relevante, la «humanización» de la gue- rra submarina. Una triste farsa. Oficialmente se añade que «Francia e
Italia proseguirán las negociaciones por vía diplomática, con vista a su integra- ción ulterior en el acuerdo general...» Y—farsa máxima—que en cuanto a los puntos sobre los cuales no pudo lograr- se el acuerdo, los resultados de los de- bates a que dieron lugar en las Comisio- nes serán concretados en resoluciones para uso de la Comisión preparatoria del Desarme en Ginebra. Parió la montaña un ratón con tres
cabezas y cinco rabos. Como consuelo, los puebíos añadirán los gastos del par- to a su hoja de contribuciones, en el epígrafe «presupuestos de Guerra y Ma- rina» . El gesto de Gandhi
La pacífica rebelión del nacionalismo
indio ha despertado en Occidente—y no sólo en la Gran Bretaña, más directa- mente interesada—una gran expectación y un vivo movimiento sentimental, ap- to, por lo mismo, a caer en una de es- tas dos exageraciones: o ridiculizar el gesto del Mahatma, según ha hecho bue- na parte de la Prensa inglesa, o apli- car al problema de la India medidas y criterios puramente occidentales, como suele hacerse, por ejemplo, en España. Sin perjuicio de tratar más a fondo
esta cuestión en un próximo número, convendría recordar a los comentaristas que así proceden el verdadero estado de ese gigantesco proceso de liberación polí- tica de 350 millones de hombres, uni- dos por comodidad de nuestra termino- logía bajo una misma denominación, pero tan diferentes, tan distantes« y con frecuencia tan ferozmente enemigos en- tre sí. El gesto de Gandhi es, efectivamente,
solemne por su significado, por su tras- cendencia, que va mucho más allá de la gabela1 odiosa, del anacrónico mono- polio de la sal (existente aún, no lo ol- videmos, en países de civilización occi- dental tan refinada como Francia, don- de el acto iniciado por Gandhi y repe- tido por sus discípulos constituiría tana- |
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NUEVA ESPAÑA
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fabricación de tractores y de maquina-
ria agrícola. Sin estas medidas es imposible Ta solu-
ción del problema del grano y el des- arrollo de la industria. Consecuencia: la reconstrucción de la
Agricultura depende del ritmo del des- arrollo de la Agricultura. > Frente al plan de Stalin, he aquí el
de Bucharín: 1. Normalización del mercado, li-
bertad de transacción y encarecimiento del precio del grano, sin que encarezcan los artículos industriales en los que el grano pudiera influir como materia prima. 2. General desarrollo de la economía
individual del labrador y retardación del ritmo con que se van estableciendo la economía colectiva y las granjas sovié- ticas. 3. En caso de que falte grano para
el mercado, importación de trigo y cen- teno por valor de hasta 100 millones de rublos. 4. Si la valuta no resiste la carga
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bien un delito). Pero el mayor mérito
de Mahatma es haber comprendido, y predicado, que la liberación de la India depende infinitamente más de los in- dios mismos que del «opresor» británi- co. Depende de la posibilidad de unión efectiva y solidaria entre hindúes y ma- hometanos, Sinkhs y Bengalis, brahmi- nes y parias; de la desaparición de las infinitas barreras que les dividen y aña- den su crueldad a los obstáculos natura- les producidos por las condiciones físi- cas, geográficas, sociales y por la infi- nita diversidad de idiomas. El día en que hayan caído tales ba-
rreras, la India será libre, aunque sub- sista un virrey en Delhi. Gandhi lo sa- be, pero muchos comentaristas occiden- tales parecen olvidarlo. O. P. .
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de la importación de grano, además de
lo que pesa sobre ella por importación de maquinaria^ es preciso disminuir la importación de maquinaria, limitando al propio tiempo el desarrollo industrial. Consecuencia: la reconstrucción de la
Agricultura depende del desarrollo de la economía individual del agricultor. Naturalmente, el programa de Stalin
quiere asimilar la política agraria al plan de industrialización llamado de los «cin- co años», para que la Agricultura crez- ca en simbiosis con la Industria, ayu- dándose una a la otra. El plan gigantes- co de_ industrialización supone para 1933 20 millones de automóviles rodando por Eusia y 40.000 tractores trabajando la tierra, entre otros datos. Si se tiene en cuenta que en el primer año ha sido so- brepasada la labor que correspondía pa- ra la realización del «plan», puede com- prenderse que la política agraria de Sta- lin, que no es otra que la que Trotski defendía en 1927. haya adquirido una gran preponderancia. F. F. A.
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El problema agrario
en Rusia Acaba de publicarse el discurso que
Stalin pronunció en el último pleno del Comité Central del partido soviético, en el cual está esbozado el programa de política agraria que el Gobierno soviético ha comenzado a realizar. El programa de Stalin representa la opinión del ala izquierda del partido. Y, simultánea- mente, se ha permitido también la pu- blicación del programa de Bucharín, que representa, por el contrario, el ala de- recha. Entre uno y otro programa están caradas las diferencias internas del par- tido. Según Stalin, la política agraria de-
pende de los siguientes principios y cir- cunstancias : 1. Proseguir intensamente la recons-
trucción de la Industria. 2. Comenzar seriamente la recons-
trucción de la Agricultura. 3. Para esto debe intensificarse el
movimiento de colectivización y la crea- ción de granjas soviéticas. La estaciones de tractores deben transformarse en un inmenso organismo de relación de la In- dustria con la Agricultura. 4. En cuanto a las dificultades para
la consecución de cereales en este mo- mento, es preciso una acción de medi- das excepcionales, por las cuales, apo- yando al pequeño labrador, venzan la resistencia de los «kulaks» (el labrador rico). La primer medida ha de consistir en incautársele de todo el grano que ocultan, lamándolo al mercado, con lo cual se evitará la importación y se robus- tecerá la valuta, lo que, a su vez, faci- litará el desarrollo de la Industria. 5. Hasta ahora el rol principal en el
mercado lo juega todavía la economía in- dividual, representado por los pequeños labradores. Pero es preciso que los con- sorcios y las colectivizaciones se asimilen la propiedad privada, y sobre este prin- cipio comiencen a funcionar más activa- mente las granjas soviéticas de experi- mentación, cuyo desarrollo han de forta- lecer las estaciones de máquinas agríco- las. El paso de la economía y el traba- jo individual al camino de la economía y el trabajo colectivo, que facilitará enor- memente la vida del campesino, es ur- gente. 5. Para alcanzar todo esto se exige,
sobre todas las cosas, el desarrollo de la Industria, de la Industria metalúrgica, la Química, la Industria de máquinas, la |
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MÚSICA
$ C AR I» A TTI^A TRAVÉS'» E C A SELLA
por V. SALAS VIU
museo para hacerle gesticular por el
placer de respirar el polvo histórico que de él se desprenda. Si Scarlatti no fue- ra para nosotros algo fuertemente ac- tual, seguramente Casella no se hubiera acordado de él, de la misma manera que no se acuerda del auleda Sakadas. Existe cierta afinidad, aún mejor,
cierta atracción, entre el siglo XVIII y el XX. oorque son los dos extremos del XIX ; ahora que hay que tener en cuen- ta que este último les separa, por lo cual la actitud de ambos es completa- mente distinta. Todos sabemos cómo la música actual ha tendido a quiiar lo superfluo en todos sentidos. Muchas ve- ces, cuando el músico va a comenzar a escribir desarrollando un tema, se da cuenta de que hav de sobra con el tema sólo; he aquí la decadencia, el nulo uso de la forma Sonata entre nuestros mú- |
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de la frivolidad. Hago resaltar el cons-
cientemente porque conviene que no sea olvidado ni un solo instante: es éste un movimiento demasiado intelectivo para que pudiera ser confiado únicamente a la -palpitante viscera roja. Esta parado- ja de la «vuelta a lo antiguo» en una época iconoclasta no es fácil de expli- car, aunoue hav personas que en segui- da resuelven el problema dieiéndonos que si los músicos do hoy vuelven hacia los antiguos claveoinistas ello es debi- do a que de por sí no tienen nada im- portante que decirnos. Esto se nodría creer si no nos diésemos cuenta, lo cual no es difícil, va que diariamente nos lo demuestran, de qué estamos en un pe' ríodo de arte resurgente ; que no es. ni mucho menos, nuestra énoca decadente sino constructiva. Ciñéndonos al caso concreto de la Scarlattiana. de Casella. vemos que no se trata de eme este ma- ravilloso músico latino haya dado sim- plemente una factura moderna a la« ideas melódicas del buen Domenico Scar- latti. No se ha tratado en esta obra de sacar un maniquí abandonado en un |
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Bespecto de este odio a lo superfluo.
a la facundia discursiva de la música, tenemos en España un caso bien claro en Manuel de Falla en sus últimas obras , sobre todo en el Concierto para clavicémbalo. ¿Se ha enterado todo el mundo del significado de esta música limoia, de expresión apretada, en la que la divagación no existe? El siglo XLX pecó de demasiado ora-
torio y de demasiada preocupación por lo altisonante y lo grandioso. Ahora se procede justamente al revés, y he aquí que al doblarnos sobre el siglo XIX nos encontramos con esa música.del XVTIT, en que cada una de sus líneas ha sido paeiontemente ponderada para conseguir esa gracia y esa «finura» espiritual, v cuando nuestros músicos—sea un Falla en el Concertó, sea un Strawinskv en P^cinella—retornan a un Scarlatti o a un Pergolesse, nadie les podrá quitar esa sonrisa irónica, producto de mirar el mismo paisaje desde la perspectiva opuesta. |
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MUEVA ESPAÑA
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VIDA ESPAÑOLA
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ARAGÓN (Oriol)
El banquete a Oriol responde a las ca-
racterísticas espectaculares de lo nuevo. Y fué nuevo por espontáneo, y espon-
táneamente se celebró «lo nuevo». Y lo nuevo fué de verdad, no por exégesis de lo hermético, sino porque el homenajea- do es nuevo de los pies a la cabeza, en carne, hueso y espíritu. Porque Oriol es una pulida máquina
recién salida de los grandes talleres de nuestra Facultad de Medicina para ha- cer ciencia, y que comienza tan rica- mente a funcionar puesta a punto, tan a, tona, que se acopla insensiblemente al dinamismo entrenado de los que lo hi- cieron maestro al enseñarle. El Alma Mater se sentía orgullosa de
este muchacho, que es un hombre, un hijo de ella, bueno como los buenos de la sabiduría y de la bondad. El discurso de Pisuñer así lo demos-
traba. No fué el discurso de un catedrático
compañero «ya» de claustro, fué el nue- vo discurso de los hombres de este tiem- po, estén donde estén, alegremente sin- cero, declarando la parte que había to- mado en la formación de Oriol, de cuya participación seguramente el ilustre pro- fesor hará uno de, sus más preciados va- lores personales, con ser muchos los que posee. Y Oriol... ¿Cómo es este hombre que
tan apenas lo es siéndolo tanto? Simple, raso, natural, honesto, serio,
un hombre en su sitio y en su momento. El que sea más que levante el dedo.
Tiene la elocuencia de él. Nueva. Es
decir, tiene toda la elocuencia de la ver- dad. La oratoria de Oriol es la verdad. Es grato pensar que, sin ser orador
ni elocuente, «como se decía», capte al auditorio sin que éste se fatigue del mur- mullo monorrítmico en el que se dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y el público aplaude porque ha comprendido, y ha comprendido porque atendió, y ha atendido porque fué sim- plemente la verdad desnuda, natural, la que expone, sin arroparla con las falsas galas de la oratoria trasnochada con po- licromía artificial de pioctaninos. Magníficos ropajes para envolverla,
pero no para enseñarla; para ocultarla, pero no para acusarla; para guardarla, pero no para hacerla fecunda. Y así es la verdad de Oriol y de su oratoria: fecun- da de acción y de dicción. [Dice Platón que lo primero que deben
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hacer los padres en cuanto nace un hijo
es instruirle, como el hortelano cuida las más tiernas plantas para gozar de ellas después de grandes. Buenos o malos, los hombres se vuel-
ven mejor cuando se les enseña. Los persas enseñaban desde niños el
horror a la mentira, como vicio infame. Sócrates decía que para reformar una
Kepública bastaba solamente con deste- rrar tan nociva costumbre. En verdad que los nuevos maestros á-¡
nuestra Facultad demuestran seguir la senda por donde fueron los muchos sa- bios que en el mundo han sido. Esto es lo que, subjetivamente, apre-
ciamos con alegría : la renovación, la sal- vación de los prestigios de la cátedra, de la pedagogía superior hollada, mancilla- da, escarnecida por los pontífices máxi- mos del feudalismo universitario, centra- lizante en su cacicato y cochura del pro- fesorado local. El cambio redentor del profesorado de Medicina, antiguamente —no mucho—compuesto por oradores policromistas, perifrásicos, gesticulantes, por este de hoy, compuesto por jóvenes seleccionad ores, cultivadores, para apro- vecharlos de mayores, como quería Platón. La generación pasada os considera co-
mo vengadores del tiempo que aquellos nos hizo perder en perjuicio de todos. Todos están idas...: paz a los muertos ; pero enterrémoslos bien, para que lo que ellos simbolizaron no infecte la labor pe- dagógica de los nuevos y ya ilustres maestros. Subjetivamente también, en este ban-
quete me quité quince años de vida pa- sada. Eecuerdo que, al oír en cátedra las charangas militares, el pasodoble metró- nomo de un desfile bélico, un escalofrío recorría mi dermis, horripilado del pa- triotismo. Durante la oración del amigo Oriol volví a sentir el mismo reflejo, cual si escuchara los claros clarines de la marcha triunfal, de una patria nueva de la que sois los jóvenes los únicos defen- sores. Decía Séneca que se habría de mirar
mejor con quién se comía que lo que se comía, pues se podía obtener más daño de la mala compañía que de la comida, aunque fuera de poco provecho. Tened la seguridad que donde sea, con
Oriol, se come bien. Augusto M. ALEND
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NUEVA ESPAÑA
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DOCTRINA Y TÁCTICA
LA UNION DE LAS IZQUIERDAS
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por ANTONIO KSPIN1
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ridículo estribillo que la realidad des-
miente todos los días, minuto a minuto. A los republicanos no nos separa nada. Nos diferencian, eso sí, apreciaciones se- cundarias sobre puntos accidentales de doctrina o de programa. Matices que de- finen, ya al pormenor, la ideología de los varios sectores. Ideologías que, a, su vez, demuestran con su flexible peculiaridad la cohesión profunda que a todas las une; porque toda cohesión verdadera se realiza a expensas de una ley de elas- ticidad, de un juego de atracciones y re- pulsiones de elementos, que al equili- brarse en global totalización forman un cuerpo, un organismo. Lo contrario de un haz de ideas así dispuestas y libertas, sería un haz de afirmaciones rígidas, in- dispuestas y sumisas; y el haz entero supondría en este caso un dogma, un objeto inerte, no un ser vivo, un sistema orgánico de ideales. A los socialistas, por su parte, les su-
cede lo propio. Los que creen advertir con regocijo, incompatibilidades profun- das'en el seno del partido socialista, por el solo hecho de que sobre tal o cual motivo concreto no se manifieste una absoluta unanimidad, son ciegos incura- bles o tienen una monstruosa afición a aparentarlo. En cuanto a la cuestión de táctica o
de oportunismo en la colaboración de los dos grandes patridos antimonárquicos, la realidad del momento demuestra bien claramente que la simple duda es |
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absurda. El momento actual es para em-
prender con energía una acción combi- nada el más propicio tal vez de cuantos- se han presentado en la vida española desde la Restauración. Debilitados los an- tiguos partidos monárquicos; despresti- giadas políticamente sus primeras figu- ras o inhibidas de toda actuación por propio designio las que aún conservan au- reola y respeto ; quebrantado el régimen y ofendida la opinión neutra del país por seis años de desmantelamiento y abuso dictatoria]; enardecida, en cambio, la- sensibilidad liberal y democrática de Es- paña, las circunstancias aconsejan la unión de todas las izquierdas en un solo bloque de defensa y- de ataque. Eumbo a la República- y con vistas a
ella, no debe haber otro móvil de coope- ración que el antimoñarquismo. Ni otro acicate que el afán de lograr un encau- ce democrático definitivo, donde no que- pan las oligarquías culpables del pasado ni la posibilidad de ignominiosas deten- taciones del poder público, como la que realizó la dictadura. La unión, sin fusión ni confusión, de
los partidos antimonárquicos es algo que- piden a gritos las masas que los consti- tuyen. Si no se las oye es probable que- salten sobre los que pretendan contra- riarlas e impongan, prescindiendo de mentores, lo que aconsejan de consuno la buena doctrina y el sentido común. ARGIS.-Altamirano, 18.-Tel. 40505.-MADRID
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Ante cu«]j;uier conciencia política me-
dianamente despierta, la unión de las izquierdas españolas es algo que reclaman por igual los principios doctrinales y las necesidades tácticas del momento. Podrán discutirse cuanto se quiera las
diferencias de credo entre los partidos y grupos, sectores y núcleos que integran el bloque del izquierdismo español. Pe- ro nadie que no sea ciego de nacimiento o de afición, podrá negar la similitud fundamental de aquellos credos en lo que tienen de actitud negativa y crítica frente al régimen que gobierna. Un re- publicano de la extrema derecha, un pu- ro republicano histórico de los pocos que aún puedan quedar—uno de esos tipos todavía orientados hacia la forma repu- blicana decimonónica y burguesa—y un socialista de la extrema izquierda, un- dante con el comunismo, e incluso un comunista radical, se hallan conformes en un sentimiento—al menos—parejo y común: el antimonarquismo. Lea usted NUEVA ESPAÑA
¿No es cierto?
Pues bien: este sentimiento, este cri-
terio homogéneo y coinoidente, que en cualquier ocasión justificaría la unión es- trecha para facilitar el logro de un fin tan determinado, se justifica ahora mu- eho más, dado el panorama político y la situación y cuantía de las diversas fuer- zas de izquierda. Pero no es preciso recurrir como ejem-
plo a los exponentes extremos del iz- quierdismo. Si con ello hacemos resal- tar con mayor relieve la urgencia del acuerdo, no es lícito olvidar un hecho también indiscutible y significativo. El hecho de que ia gran masa intermedia, la que caracteriza en máximas porciones a los dos grandes partidos republicano y socialista, se haya concorde en otros pun- tos esenciales; a saber: laicismo, par- lamentarismo, transformación económi- ca del Estado, regionalismo y federación.. Siendo esto así, como es en efecto,
¿qué obstáculos pueden existir para lle- gar a una colaboración eficaz entre so- cialistas y republicanos? Vuelvo a re- petirlo: ninguno. No debe existir nin- gún obstáculo ante la conciencia leal; ante la conciencia medianamente des- pierta de cualquier izquierdista. No creo que merezca la pena hablar
de lo que nuestros adversarios conside- ran «divisiones y recelos» en nuestros respectivos campos. Este es un viejo y |
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Dd modelo de escenario del teatro moderno alemán;
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