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LA
BIBLIOTECA NACIONAL
D E MADRID
BOMBARDEADA
f ESDE las primeras bombas arrojadas sobre
\^^J Madrid por los aviones facciosos en agosto
de 1936, las autoridades de la Biblioteca Nacional y
de los Archivos y Museos reunidos en el mismo pala-
cio que la Biblioteca ocupa en el Paseo de Eecoletos,
tomaron todas las medidas que las circunstancias per-
mitían para la defensa de los valiosos materiales histó-
ricos y artísticos que en dichos centros se guardan.
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A primeras horas de una noche de noviembre unos
aviones enemigos, después de evolucionar sobre el centro
de Madrid, iluminaron con bengalas el barrio en que la
Biblioteca se encuentra y dejaron caer sobre ella nume-
rosas bombas incendiarias. La forma y dimensiones del
edificio y su disposición respecto al Paseo indicado, a la
Plaza de Colón y a la Casa de la Moneda, harían sin duda
que el aviador pudiera localizarlo e identificarlo con faci-
lidad. Todas las bombas arrojadas cayeron, en efecto,
sobre el palacio o en el jardín que lo rodea, dejando
fuera de duda que habían sido dirigidas contra la Biblio-
teca como único y señalado objetivo.
Las frágiles cubiertas de cristal de algunas depen-
dencias del edificio fueron fácilmente atravesadas por los
proyectiles. Uno de éstos cayó en la sala llamada de
Usoz, donde en armarios metálicos, defendidos por una
barricada de sacos de arena, se guardaban los volúme-
nes correspondientes a las secciones de incunables y
obras raras de la Biblioteca. Afortunadamente la bomba
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chocó contra el muro de sacos, y la misma arena caída
por la brecha que en ellos se abrió tuvo la virtud de
interrumpir y ahogar la combustión del artefacto.
Entre los demás proyectiles que penetraron en el
local uno ardió en la Sala de Bellas Artes, entre los mese-
tones en que se guardan las estampas, dibujos y grabados
de Rembrandt, Velazquez, Durero, Goya y tantos otros;
otra bomba se quemó en la Sala de lectura del Archivo
Histórico Nacional contra un armario, cuyas planchas de
hierro resistieron el fuego sin dejarle alcanzar a los anti-
guos códices que el mueble encerraba, y otras, en fin,
prendieron los zócalos de unas Salas del Museo de Arte
Moderno y quemaron algunos marcos, cuyos lienzos
habían sido oportunamente desmontados y guardados.
Ante el peligro de que los rebeldes insistieran en la
destrucción de la Biblioteca el Gobierno dispuso que se
trasladaran a lugar seguro las obras más notables y
valiosas. Otras muchas fueron acomodadas de la mejor
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manera posible en los sótanos del edificio. La Sección de
Manuscritos, íntegramente, y los fondos más notables
de las demás secciones se hallan instalados en dichos
sótanos, fuera del alcance inmediato de los proyectiles
■enemigos, pero no libres del riesgo de una agresión tan
violenta que destruya totalmente el edificio. Sacar de
Madrid todo lo que la Biblioteca encierra de importante
era empresa impracticable.
Las salas desiertas, las huellas de las bombas en
techos y pisos, las trincheras de sacos, las secciones des-
organizadas y el servicio público interrumpido dan a la
Biblioteca un aspecto desolador. No son las masas popu-
lares, sino los que se titulan defensores de la historia y
•de la tradición españolas los que han producido este
■desorden y han atentado contra la conservación de este
«entro de paz y de estudio, símbolo y representación de
la cultura nacional.
La agresión de los aviones ha sido sustituida y con-
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tinuada por la artillería facciosa. Las baterías que cer-
can Madrid lanzan ciegamente sus projectiles sobre la
sufrida población. Las mortíferas cargas de metralla
caen lo mismo en calles y plazas que en las viviendas de
pacíficas familias o en escuelas de niños, hospitales de
enfermos y asilos de ancianos. Algunos de estos proyec-
tiles han caído sobre la Biblioteca Nacional.
Uno de ellos, después de romper una cornisa de
piedra, exteudió sus destrozos por la fachada principal
del edificio, decapitando la estatua de Lope de Vega,
que se halla a la entrada del palacio. La cabeza, muti-
lada y herida, quedó, entre otros escombros, frente ai
pedestal de mármol. Otro día correrán acaso la misma,
suerte las cabezas de Cervantes, Luis Vives y Nebrija,.
que acompañan a Lope en ese pórtico de honor.
La Biblioteca había sido provista de los medios de
defensa necesarios contra los riesgos y accidentes ordi-
nariamente previsibles. A nadie se le habla ocurrido
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pensar que hubiera también que prevenirla contra ata-
ques de artillería y aviación. Como a la Biblioteca Nacio-
nal, el bombardeo faccioso ha alcanzado al Instituto
Cajal, a la Academia de la Lengua y a los Museos del
Prado, Antropológico y de Ciencias Naturales. La cabeza
derribada de la estatua de Lope, a las puertas de la Bi-
blioteca, expresa dolorosamente el espíritu de la sociedad
que los militares sublevados pretenden imponer.
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JUNTA"
CENTRAL (Tei
TESORO ARTÍSTICO
VALENCIA
Tip. Moderna. Tel. 1185?.-Valencia